¿Sabías que…?
... el autor de One Piece, Eichiro Oda, hay semanas en las que apenas duerme 3 horas al día para poder alcanzar la entrega del capitulo a tiempo.
[Aventura] [Tier 4 - Ragnheidr & Sasurai] Justicia para todos.
Zane
-
Día XX,
Invierno del año 724.
Isla de Skjoldheim.


Son las doce del mediodía, y el sol está completamente oculto tras una espesa masa de nubes blancas que, con cada hora que pasa, adquieren un tono más grisáceo. Si alguno de vosotros entiende de climatología, seguramente ya habrá deducido que pronto comenzará a nevar. Aunque, siendo sinceros, no hace falta ser un experto para darse cuenta que es mejor estar resguardado hasta que el cielo se despeje. El viento de levante ha dado paso al poniente, y quizá escuchéis a algún veterano del lugar pronunciar una frase típica por las calles:

—El levante las mueve y el poniente las llueve —dice un anciano, bastante abrigado con pieles gruesas de a saber que animal, apoyado en un bastón en su mano derecha y acompañado por un perro de grandes dimensiones, sujetado por una correa en la mano izquierda. El animal, de pelaje marrón y ojos blancos, recuerda más a un lobo que a un perro, aunque está claramente domesticado. Su mirada es noble y en la forma de su hocico y boca se puede atisbar algo parecido a una sonrisa.

Mientras tanto, a vuestros oídos ha llegado un rumor, ¿o sería mejor definirlo como una noticia? Sí, mejor noticia. En el majestuoso eficio del centro de la ciudad, conocido como el Salón de Hrothgard se va a celebrar una reunión importante que, en teoría, parece bastante importante. ¿Qué estará ocurriendo allí? Parece que todo el pueblo se dirige hacia ese lugar, y no tendríais más que seguir a la multitud para llegar allí. Sin embargo, si intentáis entrar en él, un individuo corpulento con cara de malas pulgas, de musculatura imponente, os bloqueará el paso.

¿Qué haréis? Tal vez podáis persuadirlo con palabras, o quizás la fuerza sea una opción... La decisión es vuestra, aunque esto último si acabáis de llegar estaría feo. Sois forasteros en un lugar nuevo.

Por otro lado, si preferís no entrar en esa especie de reunión de vecinos y evitra el alboroto, algunas tabernas del pueblo están abiertas. Una de ellas destaca por su peculiar cartel de madera, que muestra a dos osos: uno negro, con un semblante feliz y apacible, y otro blanco, con expresión furiosa y angustiada. Uno frente al otro. Dentro se escucha algo de música, parece un buen sitio para echar el rato.

Sabiendo todo esto…, ¿qué haréis jóvenes héroes de vuestra propia historia? ¿Os adentraréis en el Salón de Hrothgard para ver que se cuece? ¿O ta vez preferís adentraros en el encanto de una buena taberna con música?

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#1
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragn se detuvo por un momento en mitad de la calle, clavando sus botas pesadas en el suelo cubierto de escarcha. Su capa, hecha de cuero gastado y adornada con piel de lobo, se agitaba con el viento del poniente que anunciaba la tormenta. Sus ojos azul profundo, tan fríos como el clima que lo rodeaba, se fijaron primero en el anciano y su perro. Dejó escapar un resoplido bajo la nube de vaho que se formó frente a su rostro. Su tono fue grave, como el rumor de un trueno lejano. Sabiduría práctica de los viejos… algo que nunca fallaba. Aquel perro, grande y fuerte, le recordó por un instante a los lobos de su juventud, en las tierras del norte, en Elbaf. Los que cazaba, y los que respetaba.

Pero no había tiempo para melancolías. Ragn dirigió la mirada hacia el majestuoso edificio que era el Salón de Hrothgard, observando a la multitud como una corriente de agua que fluía con dirección única. Allí se decidían cosas importantes, probablemente de las que moldean el destino de la gente común. Podía sentir el peso de aquella importancia en el aire, como si el viento se la trajera consigo. Sin embargo, también podía sentir el instinto del forastero, ese que le decía que los lugares donde la gente discutía grandes asuntos rara vez eran buenos para alguien como él, recién llegado, sin amigos ni aliados. Por suerte viajaba con Sasurai, con quién necesitaba hacer migas, pues viajaban juntos.

Aquel gigante que bloqueaba la entrada no parecía el tipo de hombre al que uno pudiese engatusar con palabras bonitas. Entonces escuchó la música. Se giró hacia la taberna del cartel peculiar. Los osos en el letrero lo hicieron sonreír de forma apenas perceptible, una sonrisa torcida y fugaz. Uno negro, uno blanco. Como dos aspectos de una misma bestia, dos caras de la misma moneda. Conocía bien ese contraste, la paz y la furia, la calma y la tempestad. En el fondo, eso lo describía a él también. Ragn ajustó la correa de su casco en la espalda y se encogió de hombros.

Déjanos pasar. — Dice muy directo el vikingo. Ragn medía siete metros y su brazo de metal impresionaba todavía más de cerca. Buscaba intimidar, una solución que le solía ir bien.


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#2
Sasurai
-
Poco a poco Sasurai estaba intentando ir conociendo a la tripulación y, a ser posible, ganarse su amistad, o como mínimo asegurarse de que no iban a lanzarlo por la borda cualquier día. Con esa idea en mente era que se encontraba en Skjoldheim acompañando a Ragnheidr, con el que por el momento no tenía demasiada relación.

A priori el hombre resultaba imponente y algo intimidante, tanto por su altura y su brazo metálico como por su actitud, pero si algo tenía el músico era insensatez para dar y regalar, así que eso no iba a impedirle comportarse con naturalidad... o con lo que para él resultaba natural, es decir, intentando buscar un papel que se adaptase a las expectativas de los que lo rodeaban y fluyendo en él como pudiese.

El pelirrojo llevaba ropas de lana negra y un abrigo de piel hecho a parches de diferentes animales y colores, y remataba el conjunto con un gorro de lana azul eléctrico y unos guantes amarillos que desentonaban por completo con el los tonos apagados y naturales del resto de ropa. Por si esto fuese poco andaba comiéndose un melocotón con piel, arrugando un poco el gesto cada vez que daba un bocado y notaba el tacto áspero en la lengua, pero sin dejar que eso lo detuviese, y llenándose la barbilla de jugo en el proceso.

Deteniéndose al lado de Ragn, observaría la situación, mirando de reojo a su acompañante. Donde las pisadas del buccaneer eran pesadas y contundentes las del pelirrojo eran prácticamente como si nadie hubiese pasado por allí, ligeras y silenciosas, sin apenas dejar huella ni propagar sonido. Terminándose la fruta, el treintañero escucharía la frase del anciano y resistiría la tentación de ir a jugar con el perro, esbozando una sonrisa mientras se guardaba el hueso del melocotón en un bolsillo y se limpiaba la barbilla con el dorso de la mano derecha, pringando un poco el guante de lana.

Sospechando que la mejor manera de ganarse al capitán sería dejarle llevar la iniciativa, Sasurai esperaría a ver qué quería hacer. La música le llamaba la atención, y las tabernas eran su hábitat natural, donde podía lucirse y cobrar protagonismo, pero lo que fuese que estaba pasando en el gran salón parecía importante. Así lo había identificado también el otro hombre, pues no tardó en intentar conseguir entrada, aunque de forma algo brusca.

- Sutil -

Apuntaría en voz baja, hablando casi sin pensar. Él siempre favorecía un estilo bastante más diplomático, prefiriendo aparecer como un tipo simpático e inofensivo y recurriendo a la seducción, la persuasión o el soborno, pero evitando en lo posible la confrontación directa. Estaba claro que en eso no se iban a poner de acuerdo, pero al menos si empezaba una pelea seguramente iba a ser Ragnheidr el que tuviese la atención de los oponentes. Esbozando media sonrisa y enarcando una ceja Sasurai alternaría su mirada entre el guardia y su compañero, a la espera de ver qué pasaba.

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#3


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