¿Sabías que…?
... Oda tenía pensado bautizar al cocinero de los Mugiwaras con el nombre de Naruto, pero justo en ese momento, el manga del ninja de Konoha empezó a tener mucho éxito y en consecuencia, el autor de One Piece decidió cambiarle el nombre a Sanji.
[Aventura] [T6] To Ashes and Blood
Arthur Soriz
Gramps
[Imagen: uUOnOVb.png]

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10 de Invierno
Año 724

Llegaste a Ivansk con el peso de un rumor que sin lugar a dudas llamativo. La isla, famosa por su riqueza y sus nobles que mantenían un delicado equilibrio entre la prosperidad y estabilidad se veía envuelta en una tensa atmósfera que apenas podía disimularse bajo lo esplendoroso de sus edificios y gente. El sol de la mañana se reflejaba en las construcciones blancas de la ciudad, pero detrás de esa fachada reluciente era más que obvio que la calma era tan solo superficial. Podías ver al acercarte al muelle principal cómo la guardia local del Condado de Siniysk patrullaba con más intensidad que nunca. Los soldados, vestidos con sus uniformes característicos, miraban a su alrededor con desconfianza, tomando nota de cada extraño que se cruzaban.

Lo que habías escuchado antes de llegar a la isla hablaba de un cargamento sumamente valioso robado en pleno caos ante la llegada de los pulpos voladores de la señorita Zepelli. Tendrías que excavar más entre la gente si querías obtener más información íntima acerca de lo sucedido. El puerto ahora mismo un crisol de actividad, era una zona de vigilancia constante y más aún ahora con lo sucedido. Los comerciantes se mostraban nerviosos por lo que consideraban una presencia excesiva de la guardia en el lugar los cuales pasaban haciendo preguntas que rara vez recibían una respuesta satisfactoria; parecían inquisidores cazando a su próxima presa.

Al ser una isla de gobierno independiente, la mirada que te dedicaban si acaso te presentabas como un miembro de la Marina sería de desconfianza total. En especial por ser considerados nada más que perros del Gobierno. La relación con estos era distancia y fría, siendo observado con recelo como si tu presencia incómoda solo alteraba el orden ya actualmente frágil de la isla.

Y ahí te encontrabas tú... en un lugar extraño que obviamente no te daba la bienvenida como lo habría hecho una isla afiliada al Gobierno. Pero tú habías venido aquí no para ser vitoreado o halagado como Marine, viniste por un rumor pendiente de confirmación, una tarea por resolver. ¿Quién se había robado el cargamento? ¿Qué secretos se escondían tras ese refuerzo militar? Y más importante aún, ¿Cómo podrías tú, un marine, abrirte paso en medio de una isla que desconfiaba profundamente de tu presencia?

Pronto, un grupo de seis guardias se aproximó hasta donde estabas tú. A fin de cuentas, al ser un extranjero, lo primero que querrían averiguar era qué demonios estabas haciendo en Ivansk.

Caballero, no le molestará responder unas preguntas para nosotros, ¿verdad? Lo noto... nuevo en la isla. — fue lo primero que dijo aquella figura. Todos los soldados estaban armados, se veían fuertes... preparados para cualquier eventualidad. El que se veía como el líder de ese grupo, un poco más alto y viejo que los demás, era el que encabezaba el "interrogatorio". De momento no tomaban una actitud hostil contigo, pero esperaban que cooperaras.


off
#1
Octojin
El terror blanco
Personaje


10 de Invierno de 724


El sol de la mañana bañaba las blancas construcciones de la Isla de Ivansk, pero el brillo de sus edificios no lograba ocultar la tensión en el ambiente. Y es que ya era común que el gyojin percibiese esa tensión allá por donde fuera. A veces era por su presencia, pero últimamente cada ciudad que pisaba tenía un halo de misticismo en forma de tensión.

La riqueza de la isla, famosa entre mercaderes y nobles, parecía casi una ironía ahora que la presencia de la guardia local del Condado de Siniysk era tan notoria. ¿Acaso no era en las zonas más adineradas donde más seguridad había? Las patrullas no dejaban resquicio sin inspeccionar, y los soldados, vestidos con sus impecables uniformes, parecían más interesados en cazar sospechosos que en mantener el orden. Y es que daba igual donde fueras, en todos lados había algún guardia haciendo preguntas a la gente. Así que sí, el rumor que había escuchado debía ser cierto.

La marina le había mandado un rumor aprovechando que estaba en la isla. Y es que con la llegada de tantos forasteros a través de los pulpos voladores, había demasiados sospechosos. Incluso él sería un sospechoso, claro. El escualo debería investigar y dar con el infractor y, sobre todo, investigar por qué hizo lo que hizo y si hay alguien detrás de todo eso.

En el muelle principal, un hervidero de actividad, Octojin caminaba sin prisa, pero con la mirada afilada como un cuchillo. Había llegado con un propósito claro: averiguar qué había sucedido con el cargamento robado y cómo encajaba eso en el caos causado por los pulpos voladores de la señorita Zepelli. La mezcla de rumores era confusa, pero algo estaba claro: en una isla independiente como Ivansk, la Marina no era bienvenida. Así que no había opción a ir uniformado. El gyojin se había puesto de paisano, con un pantalón vaquero, un jersey gris y un sombrero negro, y caminaba por la zona emanando tranquilidad.

Los comerciantes parecían más nerviosos de lo habitual, lanzando miradas fugaces hacia los guardias que interrogaban a diestra y siniestra. Octojin avanzaba con naturalidad, como si no tuviera nada que ver con todo aquello, pero sus oídos estaban atentos. Y es que necesitaba recoger toda la información que pudiese para tirar de cualquier hilo. Cada palabra, cada murmullo podía ser una pista, y el escualo sabía que en lugares como este, las respuestas siempre estaban escondidas tras las voces bajas y los movimientos cautelosos.

Justo cuando pensaba que había logrado pasar desapercibido, un grupo de seis guardias se detuvo frente a él, evidenciando que no, que desde lejos se veía que era un forastero más. Eran hombres robustos, con uniformes ajustados mostrando cuerpos entrenados para intimidar. El líder del grupo, un hombre alto de cabello grisáceo y mirada fría, dio un paso al frente, solicitando que el gyojin respondiese una serie de preguntas. A lo cual, obviamente, el habitante del mar no se podía negar. Octojin sonrió con calma, mostrando un destello de sus afilados dientes.

—Claro que quiero colaborar —respondió con voz tranquila, levantando ligeramente las manos en un gesto de aparente cooperación—. Solo vengo por negocios. Díganme, ¿qué quieren saber?

Mientras hablaba, su mente trabajaba rápido. Debía mostrarse tranquilo. Si jugaba bien sus cartas, quizá hasta le soltaran información sin darse cuenta.

Los guardias se miraron entre sí antes de que el líder retomara la palabra. Quizá no se esperaban colaboración. O puede que el resto de la gente a la que intentaron preguntar no se mostrase tan cooperativa. En cualquier caso, el tiburón se concentró en responder a cualquier pregunta que le hiciesen del modo más tranquilo posible. Porque no tenía nada que ocultar, aunque quizá su porte dijese lo contrario.

Cosas

Virtudes

Inventario
#2
Arthur Soriz
Gramps
Mientras observabas desde la periferia antes de que los guardias se acercaran a ti, la pregunta común que salía de los labios de los guardias casi repetitiva en su insistencia era la misma: "¿Ha visto algo fuera de lo común?" o "¿Ha visto quién se llevó el cargamento?" ... Cada interrogatorio realizado a los comerciantes o gente en el puerto terminaba de la misma manera. Se veían nerviosos, recibiendo respuestas cortas, evasivas... como si no quisieran meterse en el tema. Era como si quisieran lavarse las manos en vez de meterse en el embrollo de gente que consideraban tendrían que encargarse ellos del lío. Lo menos que querían ahora mismo era tener cierta responsabilidad en lo que significaba el avance de esa investigación.

No era difícil deducir que algo serio había sucedido. Los guardias parecían tener más preguntas que obtener respuestas, y cada vez que se cruzaban con más personas estas se rehusaban a hablar. Pero tarde o temprano sí, llegaron contigo. Tras responder, se mostraron bastante impresionados del hecho que estuvieras dispuesto a cooperar, aunque fuera en lo mínimo indispensable. Se miraron entre ellos por un momento, un poco dubitativos antes de hablarte.

Bien... negocios dice, ¿qué tipo de negocios, caballero? —te preguntó el líder. Pero una de las voces del grupo interrumpió casi de inmediato.
Documentos, por favor.
El lider giró la cabeza hacia el guardia que había hablado, con una mirada tan afilada que si fuera posible le habría cortado la lengua en ese mismo instante. Aún así, suspiró, aclaró la garganta y volteó a verte nuevamente antes de seguir hablando.
Sí, documentos por favor ... no es nada personal, tan solo lo reglamentario. Seguramente entenderá.

A pesar de la seriedad de la situación, y más aún sabiendo los rumores que habían llegado a tu conocimiento, no detestabas hostilidad sino más bien frustración. Si optabas por darles los documentos falsos, el líder lo sujetaría y pasaría entre las hojas mirando estas pero de vez en cuando levantaba la vista para observarte.

¿Cuánto piensa quedarse en Ivansk? —preguntó mientras seguía hojeando los papeles. No era una pregunta realmente relevante en el contexto de su investigación pero seguramente estaba tratando de averiguar algo más sobre tu presencia en la isla justamente ahora. Se tomó varios minutos mientras escuchaba tus explicaciones y lo que fuera decidieras responderle, pasando hoja por hoja, revisando que aquellos documentos estuvieran en regla. Y afortunadamente no parecía que nada le resultase sospechoso, no les estabas dando razones para sospechar de tu persona, al menos del momento.

Bueno, caballero... todo en orden. —dijo el hombre, devolviéndote los documentos—. Si ve o escucha algo raro, no dude en decírnoslo ... de lo contrario, disfrute de su estadía en Ivansk y suerte en sus negocios.

Tras decirte esto de buena fe, miró de reojo a sus colegas y con un ademán de su cabeza siguieron recorriendo el puerto, dejándote allí con la chance de recorrer más de la zona. A fin de cuentas, no parecían ser el único grupo de guardias dando vueltas por allí... tenían que desplegarse lo suficiente para tener la oportunidad de encontrar aunque fuera alguna pista. Lo bueno... es que hasta el momento tú seguías incógnito, tan solo alguien que venía por negocios, ¿Cuáles negocios? Bueno, eso ya dependía de qué excusa les pusieras tú.
#3
Octojin
El terror blanco
El aire en el puerto de Ivansk estaba cargado de tensión. Una tensión que cada vez iba creciendo más y más. Los guardias no obtenían respuestas, y quizá eso era lo que provocaba cierta crispación en el ambiente. Octojin mantuvo un porte relajado, ocultándose en parte bajo su sombrero, que evitaba que se viera parte de su rostro, aunque sus facciones de gyojin eran evidentes. El habitante del mar había avanzado con pasos medidos entre la actividad bulliciosa del muelle, intentando no llamar la atención, pero no podía evitar notar las miradas inquisitivas de los guardias locales. Eran hombres que parecían más frustrados que amenazantes, pero en cualquier caso, le había tocado a él, como a tantos otros, responder a sus preguntas. Y se veía que estaban bastante perdidos, la verdad. Tanto que la cooperación del marine les extrañó en cierto modo.

Cuando el líder del grupo de guardias examinó sus documentos, su expresión pasó de la habitual sospecha a un profesionalismo contenido. Las palabras del gyojin, calculadas y tranquilas, parecían haber surtido efecto. Pero aún así, se decidió a responder la pregunta sobre los negocios. No tenía nada que ocultar. O bueno, mejor dicho quería no tener nada que ocultar.

—Soy carpintero y vengo a esta isla a cerrar algunos tratos sobre mis barcos. Cuando lo consiga, los transportaré aquí —explicó, con un tono neutral que no daba espacio a dudas ni parecía demasiado confiado. Aunque eso era algo que él creía.

El hombre arqueó una ceja, visiblemente sorprendido por la disposición de Octojin a seguir cooperando. Sin embargo, no comentó nada al respecto. ¿Acaso la gente de la isla no ayudaba a detener a los causantes del revuelo? Mientras el humano revisaba cada hoja del documento, sus ojos se alternaban entre el papel y la figura del escualo, como si buscara alguna fisura en su historia.

Y, de repente, le preguntó que cuánto tiempo tenía pensado quedarse en Ivansk. El escualo pensó para sí mismo, porque ciertamente era algo que no tenía en mente. Seguramente se quedaría hasta que sacara algo en claro de todo aquello. Pero... ¿Cuándo sería eso?

—Pues no sé exactamente cuánto me quedaré. Quizá una semana. Ya sabe, esto de los negocios es un misterio —respondió con un encogimiento de hombros y una ligera sonrisa.

El guardia asintió despacio, finalmente devolviéndole los papeles. Le comentó que todo estaba en orden y que sentía haberle tomado más tiempo. Además, le instó a que si escuchaba algo, fuera a informarles. Pero... ¿Cómo podría él obtener información si los guardias no eran capaces de ello? Quizá el problema eran los guardias en sí, y no obtener información como tal.

Octojin tomó los documentos con una inclinación de cabeza ligera, su gesto era educado pero ciertamente distante. Observó por un momento cómo el grupo de guardias se alejaba, intercambiando algunas palabras entre ellos antes de perderse entre el movimiento del puerto. Sus palabras habían sonado sinceras, pero la desesperación en sus ojos era inconfundible. Parecía claro que buscaban respuestas en un lugar que no estaba dispuesto a dárselas. Algo le decía al marine que no sería nada fácil.

Una isla sin afiliación gubernamental y con una guardia desbordada… Eso era un sinónimo de que las cosas no se manejaban como en el resto del mundo. Lo cual hacía algo más difícil la tarea. Pero no imposible, claro.

Con ese pensamiento rondándole la mente, Octojin retomó su marcha, dejándose llevar por el flujo de la actividad. El puerto seguía siendo un hervidero de gente: comerciantes apresurados, estibadores que cargaban mercancías y guardias que vigilaban cada rincón y seguían preguntando como si fuesen vendedores de seguros. Todo bajo una atmósfera de nerviosismo contenida.

Pero entonces, era hora de hacerse la maldita pregunta. ¿Dónde podrían esconderse esos tipos? Si el robo fue tan grande como dicen, necesitarían un lugar discreto y lo suficientemente amplio para ocultar un cargamento completo. Aquello quizá no dejase muchas opciones.

Mientras estas ideas daban vueltas en su cabeza, el tiburón empezó a buscar una taberna. Solía ser el epicentro de los rumores, así que no estaría mal visitarla. Quizá, después de andar un poco, consiguiese encontrar alguna. Y, sobre todo, seguiría poniendo la oreja ante las preguntas de la guardia cercana a los transeúntes. Seguramente no captase nada nuevo, pero aquello no hacía sino aumentar las ganas del marine de obtener más información.

Resumen
#4
Arthur Soriz
Gramps
Queriendo probar suerte en otro lado que no fuera el puerto, quizás un poco alejado de lo que es la presencia de los guardias que interrogan a todo el mundo por el puerto, decides infiltrarte entre las calles de la ciudadela, en búsqueda de un lugar cuya moneda es, sin lugar a dudas, los rumores. El invierno en Ivansk no es piadoso, el aire helado ocasionalmente corta la piel como una cuchilla invisible... Los edificios se notan resistentes, construidos para resistir el clima a la par de impresionar a los que pasan por sus callejuelas.

Las casas y comercios tienen los techos inclinados, pensados para evitar la acumulación de nieve y las puertas están reforzadas para evitar que el frío se cuele y los vientos las tiren abajo. Las ventanas suelen estar cubiertas con gruesos cortinajes para retener el calor, y algunas exhalan un leve vapor por las rendijas, señal de que dentro hay chimeneas encendidas.

Después de recorrer varias calles, finalmente encuentras lo que buscabas. Una taberna.

El cartel a la entrada decía "Alce Negro", que destaca entre los edificios vecinos no por su ostentación, sino por su sobria elegancia. Su letrero tallado en madera oscura muestra la figura de un alce con cornamenta imponente, pintado con detalles dorados que resaltan a la luz de los faroles exteriores. La fachada está hecha de piedra pulida y vigas de madera gruesa dando la sensación de calidez que contrasta con el gélido ambiente del exterior.

Al cruzar el umbral de la puerta lo primero que notas es el cambio en la atmósfera. El frío se ha quedado afuera por completo. Una gran chimenea crepita en la pared del fondo proporcionando un calor reconfortante que se extiende por toda la estancia. Las lámparas de aceite cuelgan del techo dando un ambiente agradable. El suelo de madera impecablemente mantenido cruje de vez en cuando bajo el peso de los clientes cuando se mueven.

Las mesas están bien organizadas, con sillas resistentes y bancos acolchados. No es un sitio burgués, pero claramente hay dinero invertido aquí. Cada detalle, desde la vajilla bien cuidada hasta la selección de bebidas tras la barra refleja una clientela que valora la calidad sin necesidad de ostentación. Los clientes aquí parecen más relajados que en el puerto. Hay conversaciones, risas y el murmullo de un lugar donde la gente por un momento se permite olvidar las preocupaciones exteriores. Algunos beben con parsimonia, otros disfrutan de comida caliente mientras conversan en voz baja. No hay alboroto ni descontrol, solo un ambiente ameno, al menos por ahora, nadie parece preocupado por los interrogatorios de los guardias ni por el robo del cargamento.

Es ahí cuando notas a una figura tras la barra. Un hombre grande, fornido, de aspecto más bien algo mayor ya con algunas canas cubriéndole la barba y pelo. Supones que es el dueño y tabernero. Te hace un gesto con una mano, invitándote a acercarte, si lo haces, comenzará a hablar casi de inmediato.

Eh, bienvenido al Alce Negro, soy Yawgmoth... ¿Qué puedo servirte? Veo que eres nuevo por aquí... o al menos, es la primera vez que veo tu cara en mi local. Gehehehe~
#5
Octojin
El terror blanco
El aire de Ivansk era despiadado. Quizá era por el frío invernal, que no daba tregua y cada ráfaga de viento que atravesaba las calles se sentía como un cuchillo afilado deslizándose sobre la piel. O puede que simplemente fuera parte del alma de la propia isla. Octojin ajustó su abrigo y hundió un poco más el rostro en la bufanda que había improvisado con la solapa de su chaqueta. Caminar por la ciudad no solo era un método para evitar el escrutinio de los guardias del puerto, sino también una oportunidad para conocer el terreno. Si quería encontrar respuestas, necesitaba mezclarse, dejar de ser un extraño. Y eso intentaba hacer, aunque había momentos en los que lo veía un poco negro.

Las calles adoquinadas parecían de postal, adornadas con una capa de nieve que poco a poco iba siendo algo más alta. A ambos lados de la vía, los edificios se alzaban con una elegancia austera, construidos para resistir tanto el paso del tiempo como la crudeza del clima. Techos inclinados para evitar la acumulación de nieve, puertas gruesas reforzadas contra el viento, y ventanas con pesados cortinajes que retenían el calor de las chimeneas en su interior. A través de algunas rendijas escapaba un sutil vapor, testimonio de que en el interior de esas casas y comercios el frío no tenía cabida. El gyojin deseó estar ahí dentro, en una de esas casas que, aparentemente, lucían tan calentitas. Pero su misión, desafortunadamente, era otra.

El escualo observó los movimientos de la gente. Los ciudadanos de Ivansk vestían prendas gruesas, diseñadas para el invierno implacable, y se movían con la diligencia de quienes sabían que permanecer demasiado tiempo en el exterior solo traía incomodidades. No había la algarabía del puerto, ni la tensión que impregnaba a los comerciantes que eran acosados por los interrogatorios de la guardia. Aquí, en la ciudadela, el ambiente era más calmado, aunque no por ello menos atento. Y es que el habitante del mar sentía cómo algunas miradas furtivas se posaban sobre él, evaluándolo, midiendo su presencia en aquel lugar.

Tras recorrer varias calles, su búsqueda llegó a su fin.

Frente a él se alzaba una taberna de apariencia modesta, pero bien cuidada. Un cartel de madera oscura colgaba sobre la entrada, con un alce de imponente cornamenta tallado en su superficie, resaltado con finos detalles dorados. El marine resistió sus ganas de tocarlo, por si se caía o lo rompía, pero era algo que sinceramente deseaba. El letrero tenía un par de palabras que el gyojin no pudo descifrar, pero era cierto que llamaba la atención sin caer en la ostentación. La fachada, hecha de piedra pulida y vigas gruesas, transmitía una sensación de solidez y calidez que contrastaba con el clima exterior.

Octojin empujó la puerta con tranquilidad y, al cruzar el umbral, sintió el cambio inmediato en la atmósfera. El frío quedó atrás, reemplazado por el calor reconfortante que emanaba de una gran chimenea en la pared del fondo. Lámparas de aceite colgaban del techo, proyectando una luz tenue y acogedora sobre la estancia. Cada paso que daba, producía un sonoro crujido en el suelo que, en alguna ocasión, hacía que la gente se girase a mirar. Pese a que el suelo crujía con facilidad, quizá el tamaño y peso del escualo hacía que el sonido fuese más intenso.

El marine echó un vistazo al lugar con calma, sin prisa. Era una taberna bastante aceptable, a decir verdad. La decoración era bonita, las mesas estaban bien organizadas y tanto las sillas como los bancos lucían cómodos. Algo que llamó bastante la atención del gyojin fue la enorme selección de botellas tras la barra. Muchas de ellas ni las conocía. Octojin asintió para sí mismo. No había desorden, ni bullicio caótico. La gente bebía y conversaba con educación, sin alzar la voz ni entrar en una guerra de quién grita más. Allí no se respiraba la paranoia del puerto ni el nerviosismo de los comerciantes bajo la presión de la guardia. Parecía el lugar perfecto para obtener información.

Octojin dejó que su mirada vagara un poco más antes de posar sus ojos en la figura que estaba detrás de la barra. Un hombre de complexión fornida, con el cabello y la barba oscurecidos por algunas canas, que parecía observarle con curiosidad. Sus manos, grandes y curtidas, limpiaban un vaso con la paciencia de quien ha visto muchas caras entrar y salir de su establecimiento. Cuando sus miradas se cruzaron, el hombre le hizo un gesto con la mano, invitándolo a acercarse.

El escualo avanzó sin apuro, deteniéndose frente a la barra justo cuando el tabernero dejó el vaso a un lado y habló con voz grave y amigable. Le dio la bienvenida al sitio. Por lo visto la taberna se llamaba el Alce Negro. Y, otra vez, se notaba demasiado que era nuevo por allí.

Octojin sonrió levemente, sacudiendo un poco la nieve que aún quedaba en sus hombros antes de responder con naturalidad.

—¡Gracias! Ponme un whisky solo, el que me recomiendes —pidió, apoyando un brazo sobre la barra con aire despreocupado—. Veo que se nota mucho que soy nuevo por aquí, los guardias me dijeron lo mismo...

Hizo una pequeña pausa, dejando que la conversación fluyera antes de lanzar su siguiente comentario con un aire casual.

—Por cierto, ¿qué ha pasado que hay tanto revuelo? Me hicieron mil preguntas, y la gente en el puerto está intentando evitarles.

No era cierto que los guardias hubieran sido tan insistentes con él, pero si con eso lograba que el tabernero soltara alguna pista, habría valido la pena. Observó a Yawgmoth con interés, esperando su reacción antes de añadir otra pregunta, fingiendo curiosidad más que preocupación.

—¿Suelen ser así? Parece que estuvieran buscando a alguien con desesperación...

Se acomodó en el taburete, listo para escuchar mientras tomaba el whisky que le sirvieran. Había llegado el momento de ver si aquel lugar realmente era el nido de rumores que necesitaba.
#6
Arthur Soriz
Gramps
Yawgmoth asintió con calma afable al escuchar tu orden. Con movimientos veloces y elegantes se dispuso a servirte un trago. De entre los estantes tras la barra emergió un vaso corto y ancho, junto a una botella que se veía añeja. Con destreza el tabernero retiró el corcho utilizando un paño limpio, evitando que sus dedos tocaran el pico de la botella. Con cuidado sirvió tres segundos de un whisky de tonalidad ámbar y un aroma amaderado, incluso con toques de canela y caramelo... que capturaba la luz de las lámparas de aceite y volvía ese trago uno que sabías iba a ser una delicia al paladar. Luego, secó meticulosamente el borde del pico con el mismo paño, colocando un posavasos en la mesada de madera y depositó el vaso de whisky sobre él antes de deslizarlo suavemente hacia ti.

Son cuatro mil Berries —respondió, aunque su sonrisa pareció tensarse ligeramente antes de continuar —. Sí, están un poco inquietos. Honestamente no sé lo que ha pasado... Como verás, yo me mantengo aquí, sirviendo alcohol y pidiendo a la cocina que prepare algún que otro platillo para quien tenga hambre, ya sabes... lo usual.

Sus palabras, aunque amables, resultaban titubeantes y evasivas. Del mismo modo que les respondían a los guardias el resto de las personas allá en el puerto como fuiste testigo. No tardaste en notar que Yawgmoth estaba un tanto tenso, secando jarras de vidrio hasta el punto en el que podías escuchar crujir el vidrio entre sus dedos. Mientras la conversación continuaba con ocasionales pausas incómodas, un pequeño grupo de personas irrumpió en la taberna. Eran un conjunto reducido pero notablemente ruidoso, vestidos de manera extravagante que contrastaba con la pulcritud y el orden habitual de los clientes del Alce Negro. Por lo que eras capaz de divisar, no llevaban ningún arma de fuego visible entre sus vestimentas, y tan solo chafarotes colgados entre sus cintos. Las risas desentonaban totalmente con la serenidad que hasta el momento se había mantenido en el local.

La presencia de esta gente fue suficiente como para que Yawgmoth tensara la mandíbula, sus facciones endurecidas se contraían ligeramente y apretaba los dientes, siendo tú capaz de escuchar el ligero chirriar de estos frotándose entre si con la fuerza que ejercía. Intentando distraerse de la presencia de esos sujetos, volvió su atención a ti y continuó hablando.

¿Sabes? Si tienes ganas de divertirte un poco mientras estás en Ivansk y esperas a que la burocracia te atienda, te recomiendo visitar el teatro. Hay unas obras nocturnas que ... *mwack* ... son canela fina.

Mientras pronunciaba esas palabras, tú siempre alerta y con el sentido del oído bien agudizado, pudiste empezar a escuchar ciertas cosas bastante interesantes procedentes de ese grupo. Los murmullos de los recién llegados podrían haber sido imposibles de escuchar para el oído común y corriente, pero para ti, pudiste distinguir frases entrecortadas como "Tenemos todo...", "Pronto lo hacemos..." y "Bajo sus narices", seguidas de risas burlonas que, a pesar de su tono confidencial, retumbaban con claridad en tu cabeza.

¿Sería esa la pista que buscabas? ¿O simplemente se trataba de una impresión confusa en medio del rumor incesante que buscabas de Ivansk? Mientras te acomodabas en el taburete, quedaba decidir si seguir espiando aquella conversación, o decidir que no valía la pena perder el tiempo en este lugar.

Contenido Oculto
off
#7
Octojin
El terror blanco
Octojin deslizó cuatro billetes arrugados sobre la barra y, con un gesto casi automático, dejó una pequeña propina extra. No era una cantidad significativa, pero suficiente como para que el tabernero lo recordara con una impresión favorable, o al menos eso pretendía. El gyojin no necesitaba ser un experto para notar que el hombre sabía más de lo que decía. La manera en la que sus dedos apretaban el vaso que limpiaba, la forma en que evitaba sostener su mirada demasiado tiempo… todo indicaba que estaba ocultando algo.

Pero presionarlo más de la cuenta no era una opción inteligente. A veces, los secretos eran mejores aliados cuando se dejaban madurar. Y, aunque esa paciencia era una labor demasiado compleja, en ocasiones era la mejor estrategia a tomar.

Entonces, el tabernero le propuso que, si estaba aburrido, se acercase al teatro a ver algunas obras que, bajo su criterio, eran increíbles. El comentario hizo que Octojin entrecerrara los ojos un instante. ¿El teatro? El escualo no tenía el más mínimo interés en sentarse a ver una obra, pero la forma en que el tabernero lo dijo… ¿se refería solo a una distracción casual, o acaso le estaba hablando en clave? No había forma de saberlo con certeza, pero no descartó la idea de que algo se estuviera “cocinando” en aquel sitio.

— Suena interesante —respondió con fingido entusiasmo—. Quizá me pase a ver una función.

Giró levemente la cabeza, como si sus pensamientos estuvieran en otro sitio. ¿Por qué el tabernero le diría aquello? No parecía una recomendación al azar. No cuando la ciudad estaba bajo vigilancia y la gente apenas quería abrir la boca sobre el robo.

Algo pasaba en Ivansk. Yawgmoth lo sabía. Pero, por ahora, Octojin no obtendría más información de él. ¿Quizá era porque había mucha gente escuchando? Quién sabe.

Tomó su vaso con calma y le dio un sorbo largo al whisky. Su sabor era intenso y con el punto justo de calidez que necesitaba tras la caminata en el frío. Su lengua distinguió las notas de madera y caramelo que se mezclaban a la perfección con el ardor del licor. Sus sentidos, sin embargo, estaban enfocados en algo más.

Los tipos del fondo.

Un grupo de hombres había llegado minutos antes, interrumpiendo la tranquilidad de la taberna con su presencia estridente. No eran soldados, ni tampoco simples comerciantes. Vestían con un toque extravagante, con ropas que parecían elegidas más para llamar la atención que para mezclarse con la clientela del Alce Negro. Las armas a la vista eran toscos chafarotes, pero lo más peligroso de ellos no era lo que llevaban a la cintura, sino lo que susurraban entre sí.

El oído afilado del escualo captó fragmentos de conversación que a cualquier otro le habrían pasado desapercibidos. Hablaban sobre algo que ya tenían preparado, algo que harían pronto, y que, por lo visto, lo harían bajo sus narices... Interesante.

Las palabras se mezclaban con las risas contenidas y los murmullos de conspiración. Sonaba a algo grande. A algo que estaba por suceder. Y si había una expresión que siempre llamaba la atención de un marine encubierto, era esa última. "Bajo sus narices". ¿Se referían a los guardias? ¿O acaso a alguien más? ¿O era bajo la tierra de todos los presentes?

Fue entonces cuando lo sintió.

Octojin podía aguantar la respiración durante largos minutos, sumergirse en aguas turbulentas sin pestañear y distinguir a kilómetros de distancia el rastro de una presa en el océano. Sus sentidos habían sido forjados en el agua, pero aquí, en tierra firme, su olfato también tenía su utilidad.

Pólvora.

No necesitó mirar en su dirección para saber que el olor venía de ellos. Era un aroma inconfundible, impregnado en sus ropas, en sus manos. No era el olor débil de quien ha estado cerca de un arma de fuego, sino el rastro intenso de quien ha manipulado grandes cantidades de explosivos recientemente.

¿Qué diablos estaban planeando? Las alarmas saltaron en el interior del habitante del mar. Aquello tenía pinta de ser grande. Muy grande.

El escualo bajó la vista hacia su vaso y dio un último sorbo al whisky. Se levantó con naturalidad, ajustando la solapa de su abrigo y lanzando una mirada rápida al grupo. No fue un contacto visual prolongado ni desafiante, sino uno casual, como quien simplemente observa la clientela antes de marcharse.

Si eran delincuentes experimentados, quizá supieran leer las miradas. Y, pese a que él no quería que notaran la suya, cabía la posibilidad de que lo hicieran.

Se dirigió a la puerta con pasos medidos, empujándola con calma antes de salir al gélido exterior de Ivansk. El aire helado lo golpeó de inmediato, pero no prestó atención. Sus pensamientos estaban en lo que había oído y olido dentro de la taberna.

Se acomodó cerca de un poste, apoyándose contra él con los brazos cruzados, esperando.

Si alguno de aquellos hombres salía del Alce Negro, Octojin se aseguraría de seguirlo.

No había duda de que algo se estaba gestando en Ivansk. Y ahora, él estaba en el camino correcto para averiguarlo.
#8
Arthur Soriz
Gramps
Aquella banda de gente ruidosa y malhablada ordenó una ronda de cervezas. Obviamente que Yawgmoth tuvo que apechugar a pesar de que detestara la mera presencia de esta gente ahí. Era como si tan solo tenerlos cerca le crispara los nervios a alguien que hasta poco antes de que llegaran ellos se había mostrado tan afable contigo a pesar de mostrarse esquivo ante las preguntas acerca de los problemas en Ivansk. Pero había algo en esa gente que simplemente no podía soportar. Aún con todo sirvió las jarras de cerveza y uno de estos se acercó para llevarlas a la mesa de sus colegas.

Pudiste olfatear ya a flor de piel el aroma intenso a pólvora, y de hecho incluso veías en sus manos el rastro oscuro debajo de las uñas de algo que las ensuciaba por completo. Sea lo que sea que hayan hecho con esta había sido relativamente reciente si aún tenían vestigios de esta en sus manos.

Pasaron los minutos, Yawgmoth sacándote charla amena sin un tema en específico o que captara demasiado tu atención más allá de responderle de forma automática... incluso parecía hacerlo para ofrecerte una excusa de seguir escuchando o mirando de reojo a esta gente que tan ensimismada estaba en sus cosas que ni se percataban de que los tenías en la mira. ¿Cuánto habrá pasado? Al menos media hora, quizás una hora completa antes de que luego de dejar con malos modos menos del dinero requerido para pagar las cervezas sobre la mesa que usaron y dejaron echa un desastre con cigarrillos apagados sobre la madera de, hace momentos atrás, hermoso acabado.

Tal y como dijiste, saliste del local siguiendo su rastro. Tampoco es que caminaran demasiado rápido, pero si querías seguirles el rastro sin ser descubierto tendrías que tomar una distancia considerable. Aún así, no te costaba seguirles el ritmo... ni mucho menos perderlos gracias a el inconfundible aroma a pólvora que escapaba de sus cuerpos. Incluso sujetos con ropajes tan llamativos parecían preocuparse poco y nada de lo que pudieran pensar de ellos. Estaban más preocupados o mejor dicho interesados en lo que ellos planeaban. ¿Qué? Pues para eso los estabas siguiendo, para averiguarlos.

No parecía que tuvieran un rumbo fijo hasta el momento, y afortunadamente para ti gracias a la distancia a la que te podías mantener, su rastro no lo perdías... no de momento al menos.

Mientras recorrían esa sección de Ivansk, algunos de ellos se separaron por su cuenta. Uno por un lado, otro por el otro... gradualmente disminuyendo el tamaño del grupo a solamente unas cinco personas, de lo que antes fueron nueve. Estos cinco parecían estar alejándose cada vez más de lo que vendría siendo el centro, hasta que llegaron a una casona vieja, no es que pareciera abandonada pero sí que se notaba era una estructura más antigua, aún con ese lustre que tenía todo Ivansk, pero era más... ¿cómo decirlo? Asentado por el tiempo.

Uno de ellos miró hacia todos lados, de milagro casi viéndote pero la distancia a la que te encontrabas aún siguiendo el rastro de su aroma te mantenía con cierta seguridad. Luego golpeó la puerta con un ritmo predeterminado, como si fuera un código... susurró unas palabras que jurarías podrías escuchar si ponías suficiente atención gracias a tus sentidos agudizados, y segundos después... entraron todos y la puerta se cerró, escuchándose el característico sonido de muchos candados y seguros poniéndose en su lugar.

Ya sabías dónde estaban, ahora restaba decidir qué hacer...

off
#9
Octojin
El terror blanco
Octojin avanzaba con pasos ligeros, controlando el ritmo de su respiración mientras mantenía una distancia prudente del grupo al que seguía. No necesitaba forzar la vista para seguirlos. El aroma a pólvora era su mejor guía. Cada paso que daban, cada brisa que movía el aire en aquella ciudad fría, traía consigo el inconfundible rastro de la sustancia explosiva impregnada en sus ropas y piel. Como un perro de presa, el escualo seguiría a aquellos tipos hasta el final. ¿Qué demonios llevaban encima?

El grupo no parecía demasiado cauteloso. Caminaban sin preocuparse por ser seguidos, con la confianza de quienes creen que nadie se atrevería a husmear en sus asuntos. Porque quizá nunca nadie se atrevió. Puede que en Ivansk la gente tuviese miedo de ellos, y el escualo no era ajeno a esa realidad. En su tiempo como marine, había visto lugares donde el silencio de los ciudadanos era más valioso que cualquier patrulla militar. Donde se sabía qué ocurría y bajo qué pretexto, pero la gente prefería el silencio a los problemas. Algo totalmente comprensible, según el contexto. Y, en este caso, si hasta el tabernero había evitado hablar, estaba claro que estos sujetos no eran precisamente don nadies. O, como mínimo, no trabajaban para un cualquiera.

Mientras avanzaban por calles más estrechas, algunos de los hombres comenzaron a desviarse. Primero uno tomó un camino lateral, luego otro más se apartó sin siquiera mirar atrás. Poco a poco, el grupo se redujo hasta que solo quedaban cinco. ¿Debía seguir a los que se habían separado? Por un instante, el habitante del mar se lo planteó. Seguir a los que se alejaban podía darle pistas sobre si estaban organizando algo más grande o si solo eran piezas menores de un esquema más grande. Pero no. El grueso del grupo parecía tener un propósito claro, y lo mejor era centrarse en ellos. Seguro que se dirigían a un lugar importante.

Con pasos calculados, siguió el rastro de aquellos tipos, preguntándose dónde diablos le estaban llevando. Porque tenía pinta de ser un lugar importante, quizá el corazón de aquella operación.

Finalmente, llegaron a una vieja casona, apartada del bullicio de las calles principales. No estaba en ruinas ni parecía abandonada, pero tenía ese aire añejo, de construcción sólida y asentada con los años. Se diferenciaba de los edificios más recientes de Ivansk, que conservaban cierto brillo y pulcritud. Aquí el tiempo había dejado su marca. Quién sabe en qué forma.

El escualo se detuvo en la penumbra de un callejón cercano, observando con atención. Uno de los hombres miró a su alrededor antes de acercarse a la puerta y dar un golpe en un ritmo predeterminado. Octojin no pudo ver la expresión de los demás, pero el tono bajo en el que intercambiaron palabras le dijo lo suficiente. Un código de acceso. Si hubiera alguna duda de que aquello no era una simple reunión, los múltiples seguros y candados que resonaron al cerrarse la puerta la disiparon por completo.

El escualo no pudo oír qué diablos había dicho aquél tipo, y se maldijo por ello.

“Bien cerrada… No podré entrar por ahí sin hacer ruido.”

Suspiró, manteniendo la vista fija en la casona mientras sus pensamientos trabajaban en distintas posibilidades. Aún podía sentir el aroma a pólvora, aunque ahora era más tenue. ¿Estaban manipulándola dentro? ¿O ya habían dejado lo que tenían que dejar? Las preguntas se amontonaban en su cabeza, pero ninguna tenía respuesta todavía.

Con cautela, comenzó a moverse alrededor de la estructura, observando con atención. ¿Había alguna ventana abierta? ¿Alguna puerta trasera? ¿Un pasadizo descuidado? Si encontraba una forma de colarse sin ser visto, podría averiguar más. Y si no… tendría que esperar.

Aunque quizá su haki de observación, sumado a sus sentidos, le pudiera decir más. Puede que fuera capaz de saber cuánta gente había ahí dentro, incluso de saber sus poderes. Tras activar su haki de observación y ocultar su presencia, el escualo agudizaría sus sentidos. Centrándose en los dos más potentes que tenía. Por un lado, intentaría oler la intensidad de pólvora que había en el ambiente, algo que quizá le ayudase a descifrar si realmente en el interior de esa casa había más o no. Y por otro, afinaría el oído, intentando captar alguna conversación de mantenerse lo suficientemente alto como para llegar a sus oídos.

Percepción IV
KENB801
KENBUNSHOKU
Haki avanzado
Tier 8
14/11/2024
12
Costo de Haki por Turno
1
Enfriamiento
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidad que realmente tienen. Así como estimar de forma precisa el poder de los demás (Su Nivel). Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +15 [Reflejos].
Área: [VOLx20] metros | +15 [REF]

Sigilo del Haki II
KENB802
KENBUNSHOKU
Haki avanzado
Tier 8
28/11/2024
15
Costo de Haki por Turno
1
Enfriamiento
El usuario puede de manera activa ocultar completamente su energía vital para ocultar su presencia haciendo más difícil que otros usuarios de Kenbunshoku Haki lo detecten. Lograra engañarlos siempre que su Voluntad sea superior a la Voluntad de quien lo intenta percibir.


Por ahora, solo podía esperar que la brisa le trajera alguna pista o que las presencias se descubrieran. Tras ello, tendría que tomar alguna decisión.

Resumen


Estado Octojin
#10


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