¿Sabías que…?
... el famoso anime One Piece, del año 1999, está basado en el también famoso manga One Piece. Otra curiosidad es que el autor de ambas obras es Eiichiro Oda.
[Autonarrada] [T3] El valor del trabajo en equipo
Octojin
El terror blanco
6 de Otoño de 724

El sol de Loguetown brillaba con intensidad aquella mañana, iluminando el patio de entrenamiento de la base de la Marina. El sonido del choque de espadas de madera, las órdenes de los oficiales y las pisadas firmes de los reclutas llenaban el aire. Octojin, con los brazos cruzados, observaba el entrenamiento mientras se recuperaba de una sesión particularmente intensa. Había estado entrenando su haki de armadura y sus técnicas de combate, pero ahora tomaba un descanso para observar a los más jóvenes.

Respiró hondo y dejó que la brisa marina refrescara su piel. Sin embargo, la tranquilidad se rompió de golpe cuando el sonido de una discusión llamó su atención.

—¡Eres un maldito mentiroso! —bramó un recluta, con la voz cargada de furia.

—¡No exageres, solo fue un pequeño ajuste! —respondió el otro, con tono despreocupado pero una sonrisa arrogante.

Octojin frunció el ceño y se giró hacia la fuente del problema. En el centro del patio, dos reclutas se tenían agarrados por los uniformes, mirándose con rabia. Otros marines más jóvenes miraban con asombro y murmuraban entre ellos, sin atreverse a intervenir. La tensión era palpable.

El escualo avanzó con paso firme y se colocó entre ambos. Sin mediar palabra, posó una mano en el pecho de cada uno y los separó con facilidad, como si fuesen dos niños. Ambos intentaron resistirse, pero la fuerza de Octojin era abrumadora.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó con un tono de voz grave y firme.

Los dos reclutas se miraron con odio antes de responder. El más alto, un joven de cabello oscuro y complexión robusta, se adelantó primero.

—Este imbécil —señaló a su compañero— presentó un informe falso sobre nuestra última misión. Se asignó todo el mérito y ni siquiera mencionó mi nombre. ¡Yo también estuve allí, yo también luché! ¡Y ahora él se lleva toda la gloria!

Octojin levantó una ceja y giró la mirada hacia el otro recluta, un chico de complexión más delgada y con una expresión de fastidio.

—No es para tanto, alférez. Solo… exageré un poco mi participación. Nadie va a revisar en detalle el informe, y en realidad, yo fui quien más esfuerzo puso en la misión. No veo el problema.

Octojin cerró los ojos un segundo, conteniendo su frustración. Respiró hondo antes de abrirlos y mirarlos a ambos con severidad.

—Los dos, a la sala de reuniones. Ahora.

Ambos reclutas se miraron entre sí, aún con ira en sus ojos, pero obedecieron la orden. Sin decir una palabra más, el gyojin los escoltó hacia una sala más apartada, lejos de los murmullos y las miradas de los otros marines.

Una vez dentro, Octojin se apoyó contra la mesa y cruzó los brazos. Los dos reclutas permanecieron en silencio, pero aún se podía notar la tensión entre ellos. El escualo no se podía crear que algo tan tonto pudiese generar un conflicto así. ¿Por qué los humanos eran tan individuales? Finalmente, el gyojin habló.

—¿Sabéis por qué la Marina es fuerte? —preguntó, con su voz profunda resonando en la sala.

El recluta de cabello oscuro frunció el ceño, mientras que el otro se cruzó de brazos con arrogancia.

—Por nuestra disciplina, señor —respondió el primero.

—Por nuestra fuerza —agregó el segundo.

Octojin negó con la cabeza.

—No. Es porque trabajamos juntos —Dejó que sus palabras calaran antes de continuar—. No importa cuán fuerte seas, cuán disciplinado o inteligente creas que eres. Si no puedes confiar en los que están a tu lado, si no puedes formar parte de un equipo, entonces no eres más que un soldado sin valor real.

Se enderezó y caminó lentamente por la sala, posando su mirada fija en ambos. Generó cierta tensión con ella, aunque no pudo evitar rebajarla al final.

—La Marina no necesita lobos solitarios. No estamos aquí para hacer que uno brille más que el resto. ¿Sabes por qué? Porque cuando estés en medio del combate, cuando estés rodeado por enemigos, no va a importar qué tan bien escribiste tu informe o cuántas medallas tengas. Lo único que importará será si puedes contar con la persona que tienes a tu lado.

El recluta que había sido acusado de mentir en el informe desvió la mirada, cruzándose de brazos, visiblemente incómodo.

—Yo solo quería que me reconocieran... —murmuró.

Octojin se detuvo y le miró con seriedad.

—¿A qué precio? ¿A costa de traicionar a tus compañeros? ¿A costa de menospreciar su esfuerzo? Si no reconoces a los que luchan contigo, ¿por qué habríamos de confiar en ti cuando el verdadero combate llegue?

El joven bajó la cabeza, comprendiendo poco a poco el peso de sus acciones. El otro recluta lo miró con enojo, pero también con algo de decepción en su expresión.

—La gloria no se obtiene mintiendo —continuó Octojin—, se obtiene luchando codo a codo con los demás, asegurándose de que todos regresen con vida. Porque en la guerra, el único reconocimiento real es que sigamos vivos para seguir peleando.

El silencio en la habitación se volvió más pesado. Finalmente, el recluta que había sido perjudicado en el informe habló.

—No quiero una disculpa barata —dijo con los brazos cruzados—. Solo quiero que entiendas que esto no se trata de sobresalir. Se trata de que todos estemos bien. De que podamos confiar en ti.

El otro chico asintió lentamente y suspiró.

—Lo entiendo… No debí hacerlo. Fue un error.

Octojin asintió, satisfecho con la respuesta.

—Bien. Ahora, quiero que reescribas ese informe. Y esta vez, que refleje la verdad.

El recluta culpable asintió de inmediato, sin más excusas. Sabía que no podía ignorar lo que había hecho.

—Y a partir de ahora —continuó Octojin—, quiero que ambos trabajen juntos. Quiero que se ayuden el uno al otro en el entrenamiento. Quiero que, la próxima vez que haya una misión, os aseguréis de que ninguno de los dos quede atrás. ¿Entendido?

Ambos asintieron. El gyojin sonrió levemente y se cruzó de brazos.

—Bien. Podéis iros.

Los reclutas se pusieron de pie y, justo antes de salir, el que había sido acusado de la mentira se giró hacia su compañero.

—Lo siento de verdad. No volverá a ocurrir.

El otro lo miró unos segundos antes de asentir con un gesto seco.

—Más te vale.

Y con eso, ambos abandonaron la sala.

Octojin se quedó en el lugar un momento más, con una leve sonrisa. La lección había sido dura, pero necesaria. Al final, la Marina solo sería fuerte si todos se apoyaban entre sí.

Suspiró y salió de la sala, listo para seguir entrenando. Pero, sobre todo, listo para asegurarse de que, poco a poco, cada uno de los reclutas aprendiera lo que significaba realmente ser un marine.
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Moderador KataCristo
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