Hay rumores sobre…
... que existe un circuito termal en las Islas Gecko. Aunque también se dice que no es para todos los bolsillos.
[Aventura - A Tier 2] La Ira de Cruk
Muken
Veritas
Loguetown es una ciudad vibrante y llena de vida, con una gran variedad de tiendas, restaurantes y bares. La atmósfera es generalmente festiva, pero también se siente una cierta tensión debido a su pasado pirata.  El lugar donde Roger fue ejecutado es un punto de referencia importante en la ciudad, se dice que aquellos que tocan la hoguera están destinados a convertirse en grandes piratas. Dada la importancia histórica de la ciudad, la Marina mantiene una fuerte presencia en la isla, por eso se dice que Loguetown es un lugar lleno de contrastes un ambiente festivo y alegre que convive con un pasado oscuro y un futuro incierto. Es una ciudad que representa tanto el comienzo como el final de muchas aventuras piratas.

Capitan Cigar


Esta es una conversación entra la Capitana Cigar y uno de sus tenientes:

-Capitana, nuevos reportes llegan desde la zona comercial. -
- ¿La zona comercial? ¿Cuál es el problema que están teniendo? -
-Al parecer un civil loco se hace pasar por pirata y está haciendo estragos en la zona, por el momento no es nada grav…-
- ¿Cómo que un civil esta haciéndose por pirata, porque no lo han arrestado aun? -
-se intentó hacerlo capitana, pero el individuo resulta ser más hábil que cualquier recluta que tenemos vigilando la zona comercial. -
-Atrapar a un simple civil, ah… incluso para eso no sirven los reclutas. - estira la mano y toma un poco de agua. –Busca y envía a un soldado raso, dile la situación y que se encargue de atrapar al idiota. -
-Si mi capitana, pero bajo que conceptos le digo que lo puede traer. -
- ¿Como que concepto? Maldición, no dijiste que solo es un civil, dile que lo golpee pero que lo traiga con vida, maldita seas no pueden pensar por ustedes mismo. Ahora vete. – tras terminar de gritar el teniente sale de la oficina.

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Conversación de un Teniente y Sargento

-¿Cómo va la captura del civil que se cree pirata? -
-señor las cosas han escalado, nueva información nos indica que el civil resulto ser un pirata de verdad el cual se llama Capitán Crus, no se sabe bien cuáles son sus objetivos, pero ataca cada 2 o 3 días la zona comercial y crea graves destrozos. –
-Maldición, justo ahora que termine de hablar con la capitana, si vuelvo ahí me arrancara la cabeza. - pensando unos segundos –Llama a tus soldados rasos eh informales la situación, necesitamos que se muevan y encuentren rápidamente a ese tal Capitán Crus o sino la capitana se enojara cada vez más.
- Si mi Teniente, avisare a todo soldado que este libre para que comience con la búsqueda. –
- ¿Tienen alguna imagen del pirata por lo menos? -
-Si teniente. -
-Bien, entonces muéstrale la imagen a todos los soldados y que se muevan ya. -


Capitán Crus
importante
Dejo a tu criterio como recibes la información.
#1
Ray
Kuroi Ya
Personaje


Los últimos días habían sido bastante ajetreados en la Ciudad del Alfa y el Omega. Un delincuente había estado atacando cada dos o tres días distintos lugares del distrito comercial, y pese a los esfuerzos de la Marina en atraparle había conseguido escabullirse en cada ocasión sin ser capturado. La preocupación y el descontento entre los comerciales crecía jornada tras jornada, y ese malestar había llegado hasta la Capitana Montpellier. Esta, consciente de que alguno de sus hombres podría ayudar en la operación de búsqueda del criminal e incluso ser decisivo en ella, había encargado al joven Shun D Raymond investigar la zona. Las particulares habilidades del soldado raso, tanto las obtenidas gracias a la akuma no mi que había consumido como las que su personalidad le otorgaba, podían ser de gran utilidad en una ocasión como esa.

Así pues Ray recibió el encargo de vigilar el distrito comercial y tratar de encontrar pistas acerca de cuándo y dónde tendría lugar la próxima incursión del conocido como Capitán Crus. La fotografía de aquel pirata había sido distribuida entre todos los marines del Cuartel General del G-31, y el peliblanco no era ni mucho menos el único hombre destinado a aquella misión. Sin embargo tenía plena confianza en que estaba capacitado para ser quien entregara a aquel vil delincuente a la justicia.

El distrito comercial estaba dividido en cinco áreas diferentes. No era una zona de tamaño precisamente reducido, por lo que había multitud de lugares diferentes en los que un criminal podría esconderse entre golpe y golpe y, sobre todo, infinidad de tiendas y comercios que asaltar. No obstante el joven tenía una cosa clara. Si él fuese un ladrón su objetivo prioritario sería siempre el que mayor beneficio pudiera reportarle asumiendo un menor riesgo. Así que eso era lo que debía averiguar. Pero para ello no podía parecer que era un marine, pues eso haría que algunas personas no fuesen del todo sinceras con él. Así que se había presentado en la zona vestido con un conjunto elegante pero a la vez deportivo de pantalón y chaqueta de color negro.

Por medio de su natural carisma y facilidad para ganarse a la gente, trataría de preguntar si había alguna persona que supiera mejor qué nadie qué nuevas mercancías y cargamentos habían llegado a la ciudad. En particular se mostraría interesado por quién pudiera saber algo acerca de los objetos más valiosos que estaban en venta en aquellos momentos en el distrito comercial. Esperaba de esa forma encontrar alguna pista que acotara las zonas en las que era más probable que el pirata atacase en su siguiente incursión.
#2
Muken
Veritas
RATA RAT RATAkESHI

Zona de Comercio 1

Zona de Comercio 2

Zona de Comercio 3

Zona de Comercio 4

Zona de Comercio 5

¿Crus?


aclaración del narrador
#3
Ray
Kuroi Ya
Las preguntas del joven no tardaron en obtener un nombre: Rata Rat Ratakeshi, quien al parecer era lo más parecido a un recolector de rumores y secretos comerciales en la ciudad. Con las indicaciones que recibió no le fue difícil encontrarlo. Era un tipo de estatura media, pero con un volumen bastante superior al que le correspondería normalmente. Seguramente debía de vivir bastante bien gracias a todo lo que averiguaba, ya que le sobraba al menos la cuarta parte de su peso, si no más. Tenía una boca exageradamente grande y unos ojos negros bastante peculiares, y vestía con un conjunto de color verde intenso que llamaba considerablemente la atención, incluyendo un sombrero del mismo tono y de forma algo extraña.

- Buenos días, señor Ratakeshi. - Le saludó Ray, irguiéndose en toda su estatura ante él y mirándole directamente con sus penetrantes ojos azules, buscando intimidarle con su presencia. - He oído que si alguien quiere averiguar algo de lo que sucede en la zona comercial lo mejor que puede hacer es hablar contigo.

- A-así es, caballero. - Contestó su interlocutor, visiblemente nervioso ante su aparición.

Entonces el peliblanco comenzó a preguntarle sobre el llamado Capitán Crus, así como acerca de los lugares donde había atacado y las características de cada una de las áreas del distrito comercial. Y a decir verdad la conversación fue particularmente reveladora. Resultaba meridianamente claro en cuanto se le escuchaba hablar que aquel tipo conocía muy bien los entresijos de aquella zona de la isla, y parecía enterarse de casi todo lo que sucedía en ella.

Hubo varios detalles que le llamaron la atención. Por un lado el hecho de que Crus había realizado incursiones en todos los distritos salvo en el Arsenal. Esto tenía sentido por varios motivos: el primero era que, al ser la zona donde se encontraban los herreros y artesanos, había más gente armada. Esto hacía que fuese más peligroso a priori atacar a alguien allí. Segundo, era un lugar donde según su informante múltiples delincuentes llevaban a cabo operaciones clandestinas, por lo que posiblemente sería donde acudiría a intentar vender lo robado en otros distritos. Y tercero, dadas todas aquellas características parecía el sitio más probable en el que el criminal pudiera tener su escondite. Y uno no come cerca de donde... Bueno, ya nos entendemos.

Sin embargo había un dato que en opinión de Ray podía cambiar todo. De acuerdo con Rata los comerciantes del resto de áreas, cansados de sus asaltos y enfadados por la ineficiencia del Gobierno Mundial al capturar a Crus, habían comenzado a armarse. El ambiente se caldeaba día a día, y la seguridad en todas las tiendas parecía haber aumentado.

Eso hacía infinitamente más probable que, viendo que se le complicaba continuar sus fechorías en el resto de áreas, el pirata tratara de robar armas que le permitieran continuar llevándolas a cabo. Además, dado que con toda lógica parecía ser ese el sitio donde tendría su escondite y donde vendería los bienes robados, según el razonamiento del marine tenía que ser la zona donde más probable resultaría encontrarlo. Así que ni corto ni perezoso se dirigió hacia el Arsenal, donde trataría de encontrar al criminal.
#4
Muken
Veritas
El Arsenal

El Arsenal es un lugar cosmopolita, donde se mezclaban personas de todas las razas y nacionalidades. Marineros curtidos por el mar, nobles adinerados, piratas despiadados, artesanos hábiles y aventureros de todas las clases se codeaban en sus calles. Cada uno tenía sus propias razones para visitar este lugar. El Arsenal era mucho más que un simple mercado de armas. Era un laberinto de callejones estrechos y edificios de piedra, un hervidero de actividad donde el olor a pólvora y aceite se mezclaba con el sudor de los trabajadores y el mar cercano. Era un lugar donde la vida y la muerte se entrelazaban, donde la esperanza y la desesperación se fundían en una misma olla. El corazón del Arsenal latía en sus innumerables tiendas. Cada una, un pequeño universo con sus propias reglas y clientela.

Forjas incandescentes: Los herreros trabajaban incansablemente, dando forma a espadas que brillaban bajo la luz de los fuegos. Sus tiendas eran un espectáculo de chispas y martillos, donde el acero se transformaba en obras de arte letales.

Armerías repletas: Desde ballestas hasta arcabuces, pasando por espadas de todas las formas y tamaños, las armerías ofrecían un arsenal para cualquier gusto y bolsillo. Los clientes, desde nobles hasta piratas, buscaban aquí las herramientas para la guerra o la defensa.

Talleres de armadura: Los armeros trabajaban con cuero, metal y otros materiales para crear armaduras que protegieran a sus portadores en el fragor de la batalla. Sus creaciones, desde las cota de malla más sencillas hasta las armaduras de placas más elaboradas, eran una muestra de la maestría artesanal.

Tiendas de camuflaje: Los cazadores y los espías encontraban en estas tiendas todo lo necesario para pasar desapercibidos. Desde túnicas de camuflaje hasta pinturas faciales y herramientas para falsificar documentos, estos establecimientos eran un paraíso para los que vivían en las sombras.

Mercados de pólvora: El olor a azufre y salitre era omnipresente en estos lugares. Los vendedores, con caras curtidas por el sol y las explosiones, ofrecían barriles de pólvora de la mejor calidad, así como mechas, detonadores y otros materiales explosivos.

Tiendas de dudosa reputación: En los rincones más oscuros del Arsenal, se escondían tiendas donde se podían encontrar armas prohibidas, objetos robados y sustancias ilícitas. Estos lugares eran frecuentados por los elementos más peligrosos de la sociedad, y la entrada estaba reservada a aquellos que conocían la contraseña adecuada.



El taller del herrero, otrora un santuario de creación y oficio, se había convertido en un escenario de enfrentamiento. El olor a cuero curtido y metal caliente, que habitualmente impregnaba el aire con una sensación de calidez y seguridad, ahora se mezclaba con un hedor a miedo y a sudor. El tintineo rítmico de los martillos sobre el yunque, que solía ser una melodía familiar para los oídos del anciano herrero, se había transformado en un latido irregular, un eco de una era de paz que parecía infinitamente lejana.

Detrás del mostrador, el herrero, un hombre cuyos años se reflejaban en las profundas arrugas de su rostro y en la blancura de su cabello, luchaba por mantener la calma. Sus ojos, que habían visto nacer y morir a incontables espadas, ahora reflejaban un miedo que no había conocido en décadas. Sus manos, endurecidas por años de trabajo, temblaban ligeramente mientras intentaba ocultar un pergamino enrollado debajo del mostrador.

Los dos intrusos, hombres de complexión fuerte y mirada salvaje, se paseaban por la tienda con la arrogancia de quienes se creen invencibles. Sus tatuajes, intrincados diseños que serpenteaban por sus brazos y rostros, contaban historias de violencia y rebeldía. Uno de ellos, más corpulento y con una cicatriz que le cruzaba el ojo izquierdo, era el que parecía dirigir la operación. Su voz, áspera como lija, resonaba en el pequeño espacio, cada palabra una amenaza velada.

-Dime dónde lo escondiste, viejo-, gruñó el líder, su voz cortando la tensión como un cuchillo. -Sabemos que lo tienes-.
El herrero tragó saliva con dificultad. -No sé de qué me hablan-, respondió con voz temblorosa. -Nunca he visto ese objeto del que hablan.-
El otro intruso, más joven y menos experimentado, se impacientó. -Deja de hacerte el tonto, viejo-, espetó, acercándose al mostrador y golpeándolo con el puño. -Sabemos que lo tienes. Y si no nos lo das por las buenas, te lo quitaremos por las malas.-

El anciano retrocedió, su espalda chocando contra la pared. Sus ojos se llenaron de lágrimas, no de miedo, sino de rabia. Había dedicado toda su vida a este taller, a crear armas y herramientas para proteger a su comunidad. Y ahora, estos desconocidos querían arrebatarle todo lo que había construido. Fuera de la tienda, un tumulto de gente se alejaba de la zona tan aprisa que llamaría la atención de cualquiera. Los rayos del sol se filtraban a través de las ventanas polvorientas, proyectando sombras alargadas y distorsionadas sobre las paredes. El viento aullaba como un lobo hambriento, presagiando una tormenta inminente. Dentro del taller, la tensión se había vuelto palpable. Cada respiración, cada movimiento, cada sonido parecía amplificarse en el silencio que había caído sobre el lugar. El anciano, con la espalda contra la pared, se aferraba al pergamino que escondía bajo el mostrador, consciente de que su destino y el destino de todo lo que había construido dependían de ese pequeño trozo de papel, No perdía la esperanza de que e si lograba aguantar un poco mas alguien llegaría ayudarlo.

Nota de Narrador


Contenido Oculto
#5
Ray
Kuroi Ya
El Arsenal era tan bullicioso y caótico como había esperado antes de poner un pie en él. Sus estrechas calles estaban repletas de gentes de todo tipo, desde la más alta a la más baja alcurnia, todos ellos buscando algo que esperaban que aquel barrio pudiera darles. Los edificios eran de piedra y de escasa altura, y en ellos se podía ver a través de sus puertas abiertas los diferentes establecimientos que albergaban. Desde forjas hasta tiendas de todo tipo, pasando incluso por locales de venta de explosivos que hacían que el aire de la zona estuviese permanentemente impregnado por el aroma de la pólvora.

No obstante lo que más llamó la atención de Ray fueron los locales cuyas puertas permanecían cerradas. Se encontraban en general en las esquinas menos transitadas, y eran por lo general edificios más pequeños. Su intuición le decía que si algo turbio tenía lugar en aquel distrito sería en alguno de esos edificios donde sucedería. Así que si Crus estaba en algún sitio dentro del Arsenal esos edificios misteriosos eran donde más probabilidades le parecía que tenía de encontrarle.

Por lo tanto decidió que lo mejor era intentar averiguar qué había dentro de alguno de aquellos lugares. La secuencia de acciones sería la siguiente. Buscaría alguno de aquellos edificios de aspecto turbio alrededor del cual no hubiera nadie pasando. Después caminaría a su alrededor para ver si existía alguna ventana desde la que poder ver el exterior. En caso de no haberla trataría de situarse en un ángulo cercano donde nadie pudiera verle y, adoptando la forma híbrida de su akuma no mi para poder volar, intentaría situarse sobre el tejado del edificio. Una vez allí cambiaría de nuevo a su aspecto humano y lo inspeccionaría, buscando algún punto que le permitiera ver el interior. En caso contrario se situaría en la zona del tejado lo más cercana posible a la puerta de entrada y esperaría allí, en silencio, con el objetivo de vigilar qué clase de personas entraban allí y cómo lo hacían.

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En un momento determinado durante su labor de investigación el peliblanco escuchó gritos. Aprovechando la ventaja de altura que le proporcionaba estar en un tejado, pudo ver cómo la gente corría despavorida, al parecer huyendo de una herrería cercana.

El joven no tardó en reaccionar. Cabía la posibilidad de que Crus estuviese atacando de nuevo, lo que le permitiría llevarle ante la justicia. Sin embargo también podía ser que algún otro delincuente estuviera tratando de asaltar aquella herrería, y era igualmente su labor evitarlo. Así que se dirigió hacia allí lo más rápido que pudo, transformándose momentáneamente para bajar del tejado volando si la altura no le permitía bajar de un salto, para después correr hacia allí.

Entró en la herrería dispuesto a enfrentarse a quien estuviera causando problemas, para encontrar a dos hombres que claramente parecían criminales dirigiéndose con actitud amenazante hacia un anciano que, por su indumentaria, parecía ser el herrero. En su rostro se podía ver con claridad el miedo que sentía, y sus ojos estaban llenos de lágrimas que se agolpaban por abandonarlos. No podía tolerar que aquello continuara así. No iba a quedarse de brazos cruzados.

En silencio, tratando de no alertar a los asaltantes de su presencia, intentó acelerar hasta tener al más cercano de ellos a su alcance. Utilizando el impulso para ganar potencia intentó cuando le tuvo a una distancia suficiente lanzar una patada horizontal a la altura de sus rodillas con todas sus fuerzas, tratando de alcanzar dicha articulación en su cara lateral. Sus conocimientos de anatomía como médico le permitían saber que si conseguía darle podría desequilibrar la articulación y lesionarla, potencialmente de gravedad incluso, limitando muy severamente la movilidad de su enemigo y dejándole a su merced, prácticamente incapacitado.
#6
Muken
Veritas
Los comercios oscuros no eran meros establecimientos comerciales; eran fortalezas diseñadas para repeler cualquier intrusión. Sus fachadas, de un gris metálico y opaco, reflejaban la luz de tal manera que era imposible distinguir el interior de lo que parecía un espejo gigantesco. Las ventanas, reducidas a estrechas ranuras, estaban recubiertas de un material oscuro y translúcido que permitía la entrada de luz, pero no ofrecía ninguna visión hacia adentro. Las puertas, verdaderas obras de ingeniería, eran de hierro macizo, reforzadas con bandas de metal y cerradas con candados de combinación que solo conocían unos pocos. Para abrirlas, se requería la autorización de un guardia, un individuo corpulento y experimentado en el arte de la violencia. Estos corsarios, como se les conocía, eran mercenarios reclutados de los rincones más oscuros del mundo, hombres acostumbrados a lidiar con situaciones peligrosas y dispuestos a usar la fuerza para proteger sus intereses.

A pesar de las medidas de seguridad, un flujo constante de personas se acercaba a estas fortalezas. Sin embargo, no todos eran bienvenidos. Aquellos que deseaban entrar debían someterse a un ritual de iniciación que garantizaba su lealtad y discreción. Desde la distancia, un observador atento podía notar un patrón en este ritual. Los recién llegados, vestidos con ropas sencillas y sin ningún distintivo que los identificara, se acercaban a la puerta y entregaban un pequeño trozo de papel al guardia. En ese mismo instante, susurraban unas pocas palabras al oído del centinela, como si compartieran un secreto inconfesable. El guardia, tras examinar el papel y escuchar las palabras, asentía con la cabeza y abría la puerta, permitiendo así el paso al visitante.

¿Qué contenían esos trozos de papel? ¿Qué secretos se susurraban al oído de los guardias? Nadie lo sabía con certeza. Algunos decían que eran invitaciones especiales, emitidas por una sociedad secreta que controlaba los comercios oscuros. Otros aseguraban que eran contraseñas cambiantes, diseñadas para evitar la infiltración de espías. Lo cierto es que estos pequeños pedazos de papel eran el sésamo que abría las puertas de un mundo oculto, un mundo lleno de peligros y tentaciones. Más allá de las puertas de los comercios oscuros se extendía un laberinto de pasillos oscuros y habitaciones ocultas. Allí, se llevaban a cabo transacciones ilegales de todo tipo: armas, drogas, arte robado, información confidencial. Los compradores y vendedores eran una mezcla heterogénea de personajes: nobles decadentes, piratas despiadados, espías astutos y criminales comunes.



Los ojos del pirata herido se abrieron de par en par, llenos de un terror indescriptible. Su rostro, contorsionado por el dolor, era una máscara de horror. La patada había sido tan precisa, tan brutal, que por un instante creyó que había sido transportado al infierno. Su compañero, paralizado por el miedo, se quedó inmóvil, observando con horror la escena. La imagen del cuerpo destrozado de su amigo se grabó en su mente, una pesadilla que lo perseguiría hasta el final de sus días. Nunca había visto nada igual, ni siquiera en las batallas más cruentas. Preso del pánico, intentó escapar, pero su cuerpo se movía como el de un títere cuyas cuerdas habían sido cortadas. Chocó contra un pilar de hierro forjado, su cabeza rebotando con un sonido sordo. Cayó al suelo inerte, la vida abandonando lentamente su cuerpo. El sonido de la respiración agitada del pirata herido se mezclaba con el silencio sepulcral que había caído sobre la herrería. Era como si el tiempo se hubiera detenido, dejando a los dos hombres atrapados en un instante de terror absoluto. El aire se llenó de un olor metálico y acre, una mezcla de sudor, miedo y sangre. Las herramientas esparcidas por el suelo, antes instrumentos de creación, ahora parecían testigos mudos de una escena de brutal violencia.

El anciano se levanto lentamente del piso, todavia temblando de miedo al no saber si el muchacho estaba a favor de la justicia o no. Con voz temblorosa -Muchas gracias joven por ayudarme, mi nombre es Kensho. Aunque se que no  tengo mucho, pídeme lo que quieras y si esta a mi alcance te ayudare a conseguirlo.

Nota del Narrador
#7
Ray
Kuroi Ya
La extrema seguridad de aquellos edificios maravilló y ala vez intrigó enormemente a Ray, quien no pudo sino admirar el celo con el que parecían haber previsto cada eventualidad posible a la hora de proteger los secretos que seguramente albergaban en su interior. Más que negocios parecían casi pequeñas y casi inexpugnables fortalezas en mitad de la ciudad. Y desde luego, si se esforzaban tanto en asegurarse de que nadie entrase allí sin ser invitado, allí dentro no podía pasar nada bueno. Las posibilidades de que un criminal buscado como Crus se encontrase allí no parecían escasas. Tenía que averiguar qué eran aquellos trozos de papel y qué susurraban los invitados al oído del guardia de seguridad de la puerta.

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Su veloz y brutal ofensiva fue tan efectiva como había esperado, y el crujido de la articulación al ser destrozada por la violencia del impacto llenó la estancia. El grito de dolor del delincuente mientras caía al suelo al no poder sostener su peso con una rodilla destrozada fue sobrecogedor, hasta el punto de que el peliblanco casi sintió pena por él.

El otro criminal entró en pánico. Con gesto aterrorizado al darse cuenta de que se habían topado con alguien con quien no iban a poder vista la facilidad con la que había incapacitado a su compañero, echó a correr sin ninguna dirección llevado por el pánico. Tal era su estado de enajenación que su trayectoria le llevó a estamparse de cabeza contra uno de los pilares metálicos que había en el establecimiento. El sonido de su cráneo rompiéndose contra la columna provocó un escalofrío al peliblanco, que no tenía intención de matar a nadie.

Cuando el delincuente cayó al suelo, ya inerte, el herrero se levantó con lentitud. Parecía temeroso, inseguro. Y tenía sentido, pues Ray no llevaba puesto su uniforme, por lo que no tenía forma de saber quién era aquella persona que había intervenido para salvar su vida ni cuáles eran sus intenciones posteriormente. Aún así le dio las gracias por sus actos y, tras presentarse como Kensho, le ofreció su ayuda en lo que fuera capaz de dársela en pago por haberle salvado.

- No es necesario que me lo agradezca, señor Kensho. - Contestó Ray con tono amable. - Soy el soldado raso Shun D Raymond, de la Marina. Mi deber era protegerte, y mi conciencia no me habría permitido ignorar a un inocente mientras su vida corría peligro.

No obstante era consciente de que la gratitud del herrero podía serle de mucha ayuda. Al fin y al cabo era muy veterano y seguro que o bien podía darle información que le ayudase en su cometido o bien conocía a alguien capaz de proporcionársela.

- Estos dos no causarán más problemas. Si tienes un den den mushi puedo llamar a mis compañeros para que vengan a llevárselos, y si tienes algo con lo que atar al que sigue vivo para asegurarnos de que no causa más problemas mientras llegan sería lo ideal.

Era lógico pensar que en un establecimiento como aquel habría algún medio de comunicación para gestionar pedidos de materiales y ese tipo de cosas, así como al menos una cuerda con la que atar las manos al delincuente lesionado.

Una vez hecho eso procedió a contarle el verdadero motivo de que estuviera allí sin su uniforme: encontrar y capturar al Capitán Crus, quien como seguramente sabría llevaba semanas poniendo en jaque a múltiples negocios honestos como el suyo. Le dijo también que le sería de mucha utilidad si podía conseguirle información sobre su paradero, sobre dónde se escondía o sobre cómo se podía entrar en aquella especie de oscuras fortalezas situadas en los lugar más oscuros del barrio.
#8
Muken
Veritas
El herrero, sus manos temblorosas como hojas al viento, le tendió a Ray el den den mushi. Era un pequeño caparazón, casi insignificante, pero en ese momento era el único comunicador que tenía. Sus ojos se clavaron en los del joven pirata, buscando algún atisbo de arrepentimiento, pero solo encontró desafío. El alivio inundó a Kensho, pero era como beber agua salada. Había logrado su objetivo, pero a qué costo. Su creación, la máquina que había forjado con tanto esfuerzo y esperanza, ahora se convertía en una herramienta que termino rompiendo el orden. Con un nudo en la garganta, pidió que el pirata fuera custodiado, mientras sus pensamientos divagaban de que hubiera pasado si perdía su artefacto.

Con las cosas más calmadas Kensho escucho la petición de Ray, aunque el sabio bastante solo la zona del arsenal, solo tenía visto las cosas buenas, donde conseguir armas especificas o donde estaban los mejores en su trabajo, pero esta era información que no le iba a funcionar al marino. Se dio cuenta que necesitaba la ayuda de alguien más metido en la zona del arsenal y por la cabeza solo se le vino el nombre de una única persona. –Tengo a alguien en mente, el viejo lobo de mar es un anciano que paso por muchas cosas en su vida y podríamos decir que fue casi uno de los pilares de la creación del arsenal. Aunque recientemente no se encuentra ejerciendo, si sigue estando por la zona. -  caminando hacia el mostrador el herrero toma lápiz y papel. –En estos momentos seguro se encuentra en este lugar- tomando un mapa de la mesa le señala a Ray la ubicación. –entrégale esto, él te podrá ayudar en lo que quieras. Es un viejo que sabe más que cualquier otro y seguro que en estos momentos se está emborrachando, así que antes de entregarle el papel ofrécele un trago, entra en ambiente y entrega el papel. De lo contrario pensara que eres algo de no fiar y te atacara. Iría contigo, pero aún tengo muchas cosas que ordenar en la herrería.

Si Ray siguiera las indicaciones de Kensho le tomaría llegar unos 45 minutos hasta su destino, puesto que el viejo lobo de mar se encontraba casi en la otra punta del arsenal.



Una vez en el lugar el marino podría distinguir una gran herrería y junto a esta un pequeño mini bar atendido por una pelirroja, en el mostrador se encontraría sentado un viejo con cara de pocos amigos. A este se le acerca un joven que a plena vista parecía pirata y envuelve al viejo por atrás con su brazo como si se conocieran, - ¿Qué pasa anciano, bebiendo solo hoy? Págame un trago y yo te con. - antes de poder terminar el viejo le pega un fuerte codazo a las costillas al pirata el cual lo deja sin aire y hace que, de unos pasas hacia atrás, -no rompas nada- dice la camarera mientras que el viejo sujeto al pirata para luego proporcionarle un cabezazo feroz en la cara. El sonido retumbo por todo el lugar, la cara del joven pirata había quedado abollada a tal punto que daba asco verlo –Puto mocoso de mierda, me hizo mover del lugar, ahora tengo más sed JAJAJA. Kata sírveme una jarra más grande, ¿Que, mi oro no te sirve? - -Ya te sirvo viejo, solo deja de gritar. - dejando caer al pirata al suelo, el viejo se vuelve a sentar. Dos jóvenes se acercan hacia el cuerpo tirado y lo alejan del lugar.

Viejo Lobo De Mar

Nota del Narrador
#9
Ray
Kuroi Ya
Una vez tanto el delincuente herido como el muerto estuvieron bajo custodia el herrero comentó a Ray que conocía a alguien que podía ayudarle. Se refirió a dicha persona como el viejo lobo de mar, lo que con toda seguridad quería decir que se trataba de un veterano marinero, fuesen o no legales sus actividades. Le habló sobre la importancia que ese hombre había tenido en la creación del Arsenal, y le explicó que ya estaba retirado. Le indicó con pelos y señales dónde podría encontrarle y le dejó claro que, si quería que se fiara de él, debía primero invitarle a un trago. Escribió algo en un papel que le entregó para que se lo diera al anciano y, tras haberle dejado claro cómo llegar hasta él, se despidió dándole de nuevo las gracias.

El trayecto hasta el establecimiento donde debía encontrar al viejo lobo de mar fue largo, pues estaba en la zona opuesta del distrito. Tras poco menos de una hora de camino el joven llegó a su objetivo. Un pequeño bar situado al lado de otra herrería, probablemente la décima que se había cruzado en ese último rato. El de pelo blanco entró en el local. Desde el interior parecía aún más pequeño, con apenas dos o tres mesas y una barra tras la que la camarera se afanaba en servir a los pocos clientes que había. Su pelo rojo destacaba en el interior de aquel edificio de madera.

Un anciano cuyo aspecto coincidía con la descripción que Kensho le había dado estaba sentado en la barra. La expresión de su rostro no animaba especialmente a acercarse y entablar una conversación con él, pues parecía de todo menos amable. Si embargo un joven con aspecto de pirata de poca monta hizo caso omiso de esto y rodeó al viejo con el brazo mientras comenzaba a hablarle con escasa educación, casi como si quisiera reírse de él. En opinión de Ray aquella situación no iba a acabar bien, podía casi mascarse la tragedia.

Y efectivamente no terminó bien, aunque no precisamente para el anciano, quien se levantó y golpeó con brutalidad al maleducado pirata, primero con el puño y después con un brutal cabezazo que le destrozó la cara. Entre improperios y visiblemente contrariado, el lobo de mar se sentó de nuevo y pidió una cerveza.

- ¡Cóbrame su cerveza, por favor! - Dijo en voz alta Ray mientras señalaba al anciano. Aquella situación, por peliaguda que pareciera, podía perfectamente jugar a su favor. El joven era consciente de su habilidad para ganarse a la gente y caer bien, y confiaba plenamente en su capacidad de aprovechar lo sucedido en su beneficio. Se acercó al viejo lobo de mar y, sonriendo ampliamente, le dijo:

- Lo que hay que aguantar a veces. Ese idiota se lo ha buscado él solo. Hay gente que no sabe beber.

Miró de nuevo al viejo y, tendiéndole la mano a modo de saludo, se presentó:

- Soy Ray, por cierto. Me envía Kensho, el herrero.

Tras esto le entregó el papel que este le había dado y, si el anciano lo permitía, trataría de seguir la conversación preguntándole sobre el posible paradero del Capitán Crus y sobre la forma de entrar en aquellas pequeñas fortalezas que poblaban el barrio y donde seguramente se llevarían a cabo los más sucios negocios de la zona.

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#10


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