¿Sabías que…?
... Robin y Ussop son los encargados de cortarles el pelo a su tripulación, ya que después de todo, es algo que alguien debe hacer.
[Común] Los caminos de la vida.`[Privado Galhard/Hyun
Galhard
Gal
14 del verano de 724

El sol de la tarde comenzaba a teñir el cielo con tonalidades cálidas, y una suave brisa marina acariciaba las calles adoquinadas del pueblo cercano al faro. Galhard, con una tranquilidad que hacía tiempo no sentía, se dejaba llevar por el ambiente relajado de la pequeña localidad costera. Cada paso que daba resonaba levemente en las piedras, acompañando el murmullo constante de las olas rompiendo en la distancia.

Esa zona del pueblo tenía un encanto rústico, con sus casas de techos de tejas rojas y paredes encaladas que reflejaban la luz dorada del atardecer. Los balcones estaban adornados con macetas llenas de flores que, aunque sencillas, añadían un toque de vida y color al lugar. Galhard observaba con interés cada pequeño detalle, desde las viejas puertas de madera hasta los letreros tallados a mano que indicaban los nombres de las tiendas y tabernas locales.

A medida que caminaba, los sonidos del pueblo se mezclaban en una sinfonía tranquila: el tintineo de campanas colgadas en las puertas de las tiendas, el lejano repicar de un martillo en una herrería, y las risas de los niños que corrían por las callejuelas. Era un lugar que parecía estar detenido en el tiempo, alejado de las prisas y preocupaciones del mundo exterior. Galhard se sintió en paz, disfrutando de la simpleza del momento.

Pasó frente a una panadería, donde el aroma a pan recién horneado le recordó que no había comido desde hacía varias horas. El olor era tentador, pero decidió seguir caminando, prefiriendo explorar más del pueblo antes de detenerse. A lo lejos, una fuente en el centro de la plaza principal brillaba bajo la luz del sol, sus aguas cristalinas reflejando el cielo azul. Las palomas revoloteaban alrededor, buscando migajas que los transeúntes les arrojaban.

El puerto, visible desde casi cualquier punto del pueblo, añadía un toque de dinamismo al lugar. Los barcos de pesca regresaban, cargados de la captura del día, y los pescadores intercambiaban saludos y risas mientras descargaban sus redes. Galhard observó con curiosidad, disfrutando de la autenticidad del momento. No había visto un lugar tan genuino y alejado del bullicio en mucho tiempo, y el contraste con su vida de marinero le hizo valorar la calma de ese rincón del mundo.
Al cruzar la plaza, un grupo de músicos callejeros comenzó a tocar una melodía suave y alegre. Galhard se detuvo un momento para escucharlos, dejando que la música llenara el aire a su alrededor. Las notas resonaban con una mezcla de melancolía y esperanza, evocando recuerdos de días pasados y sueños de aventuras futuras.

Con cada paso, Galhard se sentía más conectado con el lugar, como si el pueblo lo acogiera en su tranquilidad. Los rostros amigables de los aldeanos, sus saludos casuales y la atmósfera serena le hicieron sentir que, al menos por un rato, podía olvidar las responsabilidades y disfrutar del simple placer de caminar por un lugar tan acogedor. Con una sonrisa en el rostro, continuó su paseo, dejando que el pueblo lo envolviera en su cálida y apacible rutina.
#1
Hyun Yeon
Tsubaki no Ken
Me quité las vendas y examiné las cicatrices. Habían curado bien, aunque dejarían marcas sobre mi torso, un recuerdo de la batalla que había librado. Aún no sabía cómo sentirme al respecto, siendo sincero. No tenía claro cómo considerarlas. ¿Marcas de honor por el deber cumplido? ¿Un recordatorio de mis errores? Mi dedo recorrió la desigual piel de uno de los cortes. El tacto era extrañamente satisfactorio, una sensación similar a sacarse al fin un esparadrapo o acariciar una tela suave. Extrañas comparaciones, lo sé, pero no tengo explicación. Fueron las que se me vinieron a la cabeza, las que se sentían más correctas.

Una vez me hube aseado y preparado para salir, dejé la pequeña casa que había alquilado. Era poco más que una cabaña, pero el precio era asequible y cumplía su función. Aún no había terminado de hacerme a la idea de no volver a casa, pero mi resolución estaba tomada. Mi habilidad sería más útil viajando y poniéndola en uso que quedándome en mi isla. Habría sido una vida más sencilla, más agradable, simplemente levantarme cada día, atender a mis pacientes y dedicar mi tiempo libre a jugar al ajedrez y a pasear. Pero tenía una responsabilidad para con el mundo. Si aquellos que tenían la capacidad de corregir las injusticias no lo hacían, ¿quién lo haría? Había rechazado el camino cómodo. Parte de mí se preguntaba, sin embargo, hasta qué punto había sido una decisión desinteresada y altruista. Hasta qué punto no había ansiado ya el viaje y la aventura desde hace tiempo.

Rostock era un lugar singular. Un pueblo muy diferente a mi ciudad y, al mismo tiempo, muy similar. Era tranquilo, acogedor, agradable. La vida transcurría con calma y la gente vivía vidas sencillas y honestas. Los olores, los sonidos, las calles apacibles con macetas floridas, todo invitaba a la calma. En eso se parecía a mi tierra. Era diferente en la forma de sus calles, en los edificios, las vestimentas... una mezcla extraña de exótico y nostálgico. Por desgracia, ya había comprobado que así como en mi tierra natal, los tiburones se ocultaban al acecho. Rostock no estaba libre de la lacra de la injusticia y la crueldad.

Pero ahora no quería pensar en ello. Solo quería descansar y pasar un buen rato. Compré unos humeantes y apetitosos bollos rellenos de carne y una botella de zumo de manzana para acompañarlos. Una merienda más contundente de lo que acostumbro, pero darse un capricho ocasional es parte de una vida feliz. Me senté a merendar contra un muro, cuando vi a un hombre joven que llamó mi atención. Saltaba a la vista que, como yo, era extranjero. Su aspecto era diferente a los lugareños, más alto y de piel más pálida. También había algo en cómo miraba sus alrededores que distaba mucho del caminar casual y pasivo de quien conoce ya su entorno. Sentí una conexión hacia el joven, un compañerismo entre viajeros en tierra extraña. Con una sonrisa, llamé su atención con un gesto y levanté uno de los bollos - ¡Buenas tardes! Mi nombre es Hyun. Perdona que interrumpa tu paseo, pero la comida sabe mejor compartida. ¿Te apetece un bollo de carne?
#2
Galhard
Gal
Galhard, aún inmerso en la tranquilidad del pueblo costero, se encontraba disfrutando de cada pequeño detalle que lo rodeaba. Había algo especial en la manera en que el lugar parecía detenerse en el tiempo, y esa sensación de paz le resultaba tan inusual como bienvenida. Mientras cruzaba la plaza principal, escuchando la melodía suave de los músicos callejeros, no pudo evitar pensar en cuán diferente era este entorno en comparación con la agitación constante de su vida en la Marina.

El aire estaba impregnado de aromas, desde el pan recién horneado hasta el inconfundible olor a mar que siempre lo acompañaba en sus viajes. Fue entonces cuando una voz amigable interrumpió sus pensamientos. Miró hacia la dirección de donde provenía y vio a un hombre joven, tal vez de su misma edad, que le hacía un gesto mientras sostenía un bollo de carne en la mano. El hombre, que se presentó como Hyun, tenía una sonrisa cálida y una mirada que irradiaba una mezcla de curiosidad y hospitalidad.

Galhard detuvo su paseo y, con una sonrisa amigable, se acercó al lugar donde Hyun estaba sentado. El gesto de compartir la comida, simple pero lleno de significado, resonó en él. Aunque era un extraño en este lugar, la amabilidad de Hyun lo hacía sentir un poco más en casa.
—Buenas tardes, Hyun —respondió Galhard mientras aceptaba el bollo de carne— Soy Galhard, un placer conocerte.—

Tomó asiento junto a Hyun, sintiendo el calor del bollo en sus manos. El aroma era tentador, y cuando dio el primer bocado, el sabor no decepcionó. Era un sabor reconfortante, el tipo de comida que te hace sentir en paz con el mundo, aunque sea solo por un momento.
—Gracias por la invitación, no hay nada como disfrutar de una buena comida después de un día de exploración.—Galhard sonrió, observando la calle frente a ellos—. Este lugar tiene algo especial, ¿verdad? Me recuerda que, a pesar de todo, aún hay rincones en el mundo donde la vida transcurre de manera simple y sincera.—

Miró a Hyun con interés. Había algo en la manera en que se expresaba, en la calma con la que lo invitó a compartir su comida, que despertó la curiosidad de Galhard. Se preguntó qué lo había llevado hasta este rincón del mundo.

—Parece que ambos estamos lejos de casa. ¿Qué te trae por aquí? —preguntó Galhard con un tono de voz tranquilo, dispuesto a escuchar la historia de su nuevo conocido.

Mientras masticaba lentamente el bollo, Galhard se sintió agradecido por estos momentos de calma en medio de sus viajes. Momentos que le recordaban la bondad de los desconocidos y la belleza de las conexiones humanas, por más fugaces que fueran.
#3
Hyun Yeon
Tsubaki no Ken
El extraño aceptó felizmente la invitación y se sentó a mi lado. Supe, o al menos eso creí firmemente, que no me había equivocado con él. El compañerismo entre viajeros era una práctica tan extendida que se podría considerar casi universal. Sonreí al ver el gesto de satisfacción de Galhard y le acompañé continuando con mi propio bollo. Estaba caliente y jugoso, con un toque justo de pimienta que complementaba el sabor dulce de la carne.

- Totalmente de acuerdo. Se disfruta mejor abriendo antes el apetito con algo de ejercicio ligero - me reí alegremente, recordando tiempos pasados, tazas de arroz tras entrenar. No tuve tiempo de sumirme en la nostalgia, pues mi compañero hizo una observación sobre Rostock que me hizo torcer ligeramente el gesto. Por desgracia, no compartía totalmente su opinión. Ya había visto por las malas que no todo era paz en el pueblo - No voy a quitarte del todo la razón, es un lugar hogareño y tranquilo, pero... - me detuve un momento, pensando mis palabras. No quería amargar la conversación con temas oscuros. Finalmente, me encogí de hombros y dije - como en todos lados, hay trapos sucios. Pero no me hagas demasiado caso. Tengo la mala costumbre de fijarme en lo malo y obviar que un tronco podrido no enturbia el bosque.

Ahora hasta hablaba como mi padre. Era irónico cuánto había hecho por diferenciarme de él y cuánto me había aproximado a sus enseñanzas en los últimos meses. El viejo había hecho un buen trabajo educándome y entrenándome, desde luego. En el fondo, creo que aún le debo darle las gracias en condiciones. Debería volver por casa en algún momento para visitarle en persona. Se alegrará de ver cuánto he progresado como artista marcial. Diablos, se alegrará simplemente de ver que he continuado la tradición familiar.

- ¿Qué me trae? Eso sí que es una pregunta cargada - respondí con cierta ironía y sorna, a modo de burla amistosa. A pesar de meterme un poco con él, no me parecía mal que me preguntase. Intercambiar historias entre viajeros era uno de los pequeños placeres de dejar la tierra natal. Era ver retazos del mundo de otra persona a través de sus palabras. Volví a sonreír y dije - Se podría decir que soy un viajero accidental. Mi familia posee un dojo en Kano, en el West Blue. Nunca estuve interesado en las artes marciales o en seguir con la tradición familiar más que como un mero ejercicio físico, una forma de trabajar el cuerpo. Yo quería dedicarme a la medicina. Por desgracia, hace un año mi padre se endeudó con gente poco razonable. Quise ayudar con su deuda, pero no tenía suficientes ahorros, así que todo lo qe podía hacer por mi familia era buscar una manera de ganar dinero. Al principio viajé como médico de abordo en una nave de mi país y acabé en este mar, pero tras descubrir que mi jefe no era trigo limpio, lo entregué a las autoridades - abrí la botella de zumo y di un buen trago para refrescarme la garganta - Un guardia de la ciudad en que estaba me sugirió usar mis habilidades para ganar dinero cazando recompensas de criminales. Así pues, me registré como cazador, obtuve mi licencia y una cosa llevó a la otra. Ahora mismo no tengo ningún rumbo ni objetivo claros, aparte de conseguir dinero para mi familia y para ganarme la vida - no había contado todo, como cabía esperar. Comí un cacho más de empanada y pregunté - ¿y qué hay de ti? ¿Qué te ha traído a esta isla?
#4
Galhard
Gal
Galhard escuchó con atención el relato de Hyun, disfrutando de la sinceridad que transmitía con cada palabra. La historia del dojo familiar y la inesperada transformación de Hyun en cazador de recompensas le resultaba interesante. No era una vida sencilla, y Galhard podía imaginar cuántas personas, como Hyun, se veían obligadas a tomar decisiones difíciles en nombre de la familia.

—Tu historia me suena a uno de esos giros inesperados de la vida—comentó Galhard, tras darle un mordisco al bollo que le regaló Hyun —A veces uno planea su camino, pero el destino se encarga de redirigirlo y te fuerza a tomar un camino que a veces no habías deseado o tenido en cuenta— Añadió mientras pensaba en la posibilidad que había de que su vida también tomase un giro imprevisto.

La parte de que Hyun cazaba recompensas como una forma de ayudar a su familia resonaba con Galhard, quien también había visto cómo la vida a menudo empujaba a las personas en direcciones imprevistas. No obstante, las palabras sobre los trapos sucios en Rostock le recordaron que no todas las apariencias eran lo que parecían, una realidad que había aprendido a lo largo de sus años como marine.

—Rostock... tienes razón, lo percibo como un lugar tranquilo, pero como en cualquier lado, cuecen habas.—Reflexionó un momento, mirando hacia el horizonte mientras las palabras de Hyun resonaban en su mente —A veces es difícil ignorar los troncos podridos, sobre todo cuando los ves de cerca. Pero supongo que, como viajeros, aprendemos a ver más allá, a fijarnos en lo que vale la pena, aunque sea difícil... Mirando solo lo negatvo nos perdemos todo un espectro de matices que componen la naturaleza humana y la sociedad—

Galhard sonrió ligeramente, pensando en la ironía de cómo las historias de vida de ambos habían dado giros que jamás habrían imaginado.
—Mi historia no es tan distinta —continuó Galhard, acomodándose en su asiento —Soy un marine del North Blue. Hace relativamente poco llegué a este mar, el East Blue, buscando mejorar como soldado, pero también como persona. Al igual que tú, me he encontrado con realidades complicadas, tanto dentro como fuera de la Marina. A veces siento que mi papel no es solo luchar contra los piratas o proteger a los inocentes, sino también intentar hacer que las cosas sean mejores dentro de la propia organización... y créeme hay trabajo por un tubo en ese aspecto.— Suspiró mientras se cruzaba de brazos, pensando en que la tarea que se había autoimpuesto era titanica pero no por ello se rendiría sin intentarlo las veces que hiciera falta.

Galhard tomó un respiro, como si cada palabra le permitiera ordenar sus propios pensamientos.

—Me atraen lugares como este, islas tranquilas que parecen estar fuera del caos del mundo. Pero, como bien dijiste, cada lugar tiene sus problemas. Yo estoy aquí porque quiero conocer más, entender más, y de alguna manera, aportar mi grano de arena para que el mundo sea un lugar un poco más justo.—
#5


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