Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
Abismo tormentoso
Illyasbabel
cuervo de lobos
Illyasbabel



Illyasbabel se encontraba recostado sobre una de las tantas islas que flotaban por doquier, cual viejo dormilón, se regocijaba bajo la calidez de una pequeña manta que lo envolvía, se movió varias veces mientras descansaba, girando de una lado para otro, estaba incomodo pero aún dormido. Gracias al constante viento y su cuervo amigo es que despego el ojo, mientras su compañero le picaba la cabeza en una actitud bastante molesta para Illya, que no hizo más que revolear un golpe para sacárselo de la cabeza - ¡Sal de aquí y déjame dormir...! - Le gritó al ave, - ¡¡Maldito tacaño!! - respondió el cuervo, ¿¿respondió el cuervo??. Rápidamente y con un gesto de sorpresa Illyasbabel daba un salto hasta incorporarse, - ¡¿Que demonios?! - Exclamó hacia el cuervo. 

 Su sorpresa no era menor, los cuervos no hablaban, o al menos no este, que lo había acompañado gran parte de su vida y nunca había emitido palabra alguna, por lo que lejos de confiar, puso en duda a su viejo y cuervo amigo. - ...Oye esto no esta bien... ahh... debo estar en un sueño... JA! JA! JA! - se dijo así mismo algo nervioso y asumiendo su torpeza, luego hizo un profundo bostezo para volver acostarse, pero justo antes de que se cubriera con la manta, su amigo cuervo volvería a picarle la cabeza, esta vez Illya no se molesto, no hasta sentir el dolor que le causaba, lo cual hacía ciertamente extraño el sueño. - ¡Otra vez no! que sueño más extraño...- se dijo así mismo mientras volvía a sacarse al pájaro de la cabeza y se sentaba en posición reflexiva, - Ka! Ka! Ka! ya despierta viejo amargado, ¿ Que no vez donde estamos? - preguntó el cuervo buscando motivar al Lunarian. - Hmmm, no recuerdo un sueño tan lucido como este - se dijo así mismo, casi ignorando al ave parlante, observó a sus alrededor con un gesto de preocupación y extrañeza. - OYE! OYE! no me ignores - gritó el cuervo mientras sacudía sus pequeñas alas y revoloteaba a su alrededor. Illya lo observó con curiosidad, - Va, va, no te emociones - respondió mientras estiraba sus brazos y piernas, - supongo que si no me puedo dormir saldré a caminar un rato - 

Se desperezo lentamente mientras armaba uno de sus cigarrillos y lo encendía, volteó hacia todos sus lados buscando encontrar alguna pista, lo único que pudo ver, además de las cascadas celestiales que caían por el horizonte,  fue una gran masa de tierra que se extendía  hacía todos lados, justo a poco metros de donde estaba, parecía haber los restos de un viejo barco - ¿Un barco? -  Esta vez un poco más motivado por la curiosidad decidió caminar hacia su nuevo e intrigante destino. Mientras tanto su compañero cuervo se sentaba en el hombro de Illya como era costumbre, ambos se miraron por unos momentos casi con gracia, pero luego Illya decidió no maquinarse demasiado con el cambio de su compañero, al fin y al cabo siempre lo acompañaba en sus viajes. Cuando termino de espabilar se dio cuenta que el aire estaba adornado con una muy sutil música que decoraba todo el lugar, si la lluvia celestial y el extraño clima no fueron suficientes, esto se lo terminaba de confirmar, - ¿Un sueño o un delirio? Creo que me estoy volviendo locoo... Ja! - se dijo así mismo riendo, - ¿Qué no escuchaste la introducción? - Preguntó el cuervo en tono de burla, - tsk - su mala costumbre de pensar en voz alta lo terminarían llevando a su propio desquicio con la mala costumbre del cuervo hablador. - Ya cállate - respondió, algo humillado por el cuervo.
#1
Octojin
El terror blanco
Personaje


El viento azotaba con fuerza mientras Octojin avanzaba por uno de los crujientes puentes colgantes que conectaban las islas flotantes de Las Cumbres del Destierro. Cada paso hacía que las maderas bajo sus pies se mecieran y crujieran, como si fueran a desmoronarse en cualquier momento, y el abismo infinito que se abría debajo de él le recordaba constantemente lo alto que estaba. La bruma envolvía las islas, ocultando el horizonte y creando la sensación de que no había ni principio ni fin, solo un eterno mar de nubes.
 
Octojin había llegado a Las Cumbres siguiendo rumores de un tesoro perdido, pero hasta ahora, lo único que había encontrado era confusión. Las leyes de la naturaleza parecían no tener lugar allí. El viento, que debería haberlo hecho retroceder, lo empujaba hacia adelante, y las cascadas que caían en picado desde los bordes de las islas parecían desvanecerse en la nada. Sin embargo, lo que más le inquietaba era la sensación persistente de que algo no estaba bien, como si el mismo aire estuviera cargado con una energía extraña que afectaba su percepción de la realidad.
 
Mientras cruzaba el puente, Octojin observó los restos de viejos barcos naufragados que se encontraban esparcidos por las islas flotantes. Las velas rotas y los mástiles quebrados eran como monumentos a marineros que habían perdido el rumbo en un lugar donde la navegación no parecía tener sentido. Pero más allá de los restos materiales, había algo más en estos naufragios que lo inquietaba: una extraña familiaridad que no podía explicar. ¿Por qué sentía como si hubiera visto esos barcos antes? ¿O como si hubiera estado en uno de ellos?
 
Finalmente, llegó a una de las islas más grandes, donde los restos de un barco en particular llamaron su atención. Era un viejo navío mercante, con la madera oscurecida y agrietada por el tiempo. La popa se inclinaba peligrosamente hacia el borde de la isla, como si en cualquier momento pudiera precipitarse al vacío. El viento rugía alrededor, llevando consigo una melodía sutil, casi imperceptible, que parecía emanar de las profundidades del abismo.
 
Octojin decidió investigar. Con cautela, avanzó hacia el barco y subió a bordo. La cubierta estaba cubierta de una fina capa de musgo, y las velas, aunque rotas, todavía se movían al compás de un viento que no debería poder moverlas. Al avanzar hacia el castillo de proa, notó que el suelo bajo sus pies se inclinaba ligeramente, lo que le provocó una punzada de vértigo. Aunque tenía un instinto agudo para el peligro, no podía sacudirse la sensación de que algo en ese lugar estaba jugando con su mente.
 
Al llegar a la entrada de la bodega, Octojin empujó una puerta medio desvencijada y se encontró ante un espectáculo que lo dejó sin aliento. Dentro, la bodega estaba extrañamente intacta, como si el tiempo no hubiera pasado allí. Barriles y cajas estaban perfectamente apilados, y la luz tenue que se filtraba por las rendijas de la madera parecía darle al lugar una atmósfera casi sagrada.
 
Sin embargo, lo que más captó su atención fue un gran espejo que se encontraba al fondo de la bodega, apoyado contra la pared. El marco estaba ornamentado con intrincados grabados que representaban escenas marinas: barcos en medio de tormentas, criaturas abisales y marineros luchando contra olas gigantescas. Pero lo más extraño de todo era su reflejo. Cuando Octojin se acercó al espejo, su reflejo no coincidía con sus movimientos. El espejo mostraba a Octojin caminando por la cubierta del barco en un día soleado, con el mar extendiéndose a su alrededor. El contraste entre la escena pacífica en el espejo y la realidad tormentosa que lo rodeaba era tan impactante que dio un paso atrás, desconcertado.
 
—¿Qué demonios...? —murmuró, intentando racionalizar lo que veía.
 
Justo en ese momento, una voz retumbó detrás de él, tan repentina que lo hizo girar en seco. No había nadie, solo el eco de su propio jadeo en la bodega. Aún así, la sensación de ser observado era tan intensa que le erizó la piel. Se acercó nuevamente al espejo, y esta vez, en el reflejo, vio algo más. Una figura oscura, indefinida, se acercaba a él desde el horizonte en el espejo, pero cuando Octojin miraba directamente, la figura desaparecía.
 
Confundido y con un creciente sentido de urgencia, Octojin decidió dejar la bodega. La sensación de que algo o alguien estaba manipulando su mente era cada vez más fuerte, y no tenía intención de quedarse para descubrir qué era. Al regresar a la cubierta, el viento parecía haberse intensificado, y las nubes se arremolinaban más rápido en el cielo. Sentía la atmósfera misma, como si estuviera viva y fuera hostil hacia él.
 
Octojin cerró los ojos, concentrándose. Tenía que mantener la calma, tenía que encontrar un sentido a todo aquello. Respiró profundamente, intentando centrar sus pensamientos y acallar el pánico que comenzaba a surgir. Abrió los ojos y decidió que no dejaría que un lugar, por más extraño que fuera, dominara su voluntad.
#2
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Personaje


Sus ojos se abrieron lentamente, despertando del sueño como de costumbre. Ya estaba pensando en el refresco que iba a beber para desayunar, en las tostadas con jamón que se prepararía, en que debía seguir trabajando en aquellos inventos... Pero para su sorpresa, la rubia encontró ante ella un paisaje completamente nuevo y desconocido. Se incorporó sintiéndose aturdida y sobre todo, desubicada, y cuando fue a ponerse en pie, lo notó. Miró de todas formas para asegurarse. Tenía las dos piernas. ¿O es que quizás nunca se fueron? La pirata se encontraba confundida, incapaz de discernir si estaba soñando o si era su anterior vida lo que se había imaginado y aquella era su verdadera realidad. Dejándose llevar por la curiosidad, continuó analizando su cuerpo con la mirada, también con el tacto. Iba armada, con sus dos metralletas en la espalda y vestía con un traje que no había visto nunca antes pero que le resultaba familiar a la vez. Como si hubiera soñado con él muchas otras veces. De diferentes tonos azules y ceñido al cuerpo, como si fuera una segunda piel, pero metálico y tecnológico. Parecía tener funciones incorporadas, pero Airgid no conocía su funcionamiento ni su utilidad, así que evitó tocar nada. También se dio cuenta de que era más alta, más musculosa, podía notarse incluso através de aquella armadura, y llevaba el cabello recogido en una coleta alta. Era un físico espectacular, y lo asimiló como si siempre hubiera sido el suyo, como si fuera lo más natural del mundo.

Al moverse un poco para mirar a su alrededor, se dio cuenta de que dentro de la bolsa que llevaba atada a la cintura había algo que sonaba ligeramente, tintineaba. Abrió la bolsita y acarició una canica de color turquesa que se encontraba en su interior, la causante del ruidito. Airgid estaba confusa, no entendía mucho de lo que ocurría a su alrededor, pero un instinto le dijo que debía conseguir más canicas, todas las que pudiera. Quizás se debía a la pura avaricia, quizás eran pensamientos que ese extraño y místico lugar implantaba en su cerebro por algún motivo. Esbozó una pícara sonrisa mientras observaba su entorno un poco mejor, cerrando la bolsa y asegurándose de que no se le fuera a caer, afianzando el nudo en su cintura.

El paisaje era desalentador cuanto menos. Un fuerte viento la golpeaba justo de frente, a simple vista parecía que estaban a bastante altura con respecto al mar, a juzgar por el nivel de las nubes que se encontraban a pocos metros de distancia. A unos veinte metros de ella en dirección noroeste se encontraban los restos rotos de un barco naufragado. Quizás era un buen sitio donde empezar a buscar, desde luego lo único que sabía es que debía moverse, avanzar, buscar. Encontrar respuestas, si tenía un poco de suerte. Con una metralleta en cada mano, la rubia comenzó a avanzar en dirección al barco naufragado, con el corazón latiendole con fuerza, lleno de emoción, ganas, expectación.




Info
#3
Asradi
Völva
Personaje


No estaba segura de qué era lo que estaba pasando. Pero en cuanto abrió los ojos, confundida y desorientada, supo que algo raro estaba pasando. Había escuchado aquella voz onírica que la arrullaba, que la atraía de manera irremediable. Era totalmente irónico porque debería ser al revés. Era una sirena, tenía el poder de encandilar con su voz, con sus cantos. Y, ahora mismo, estaba sucediendo al contrario. Por primera vez, hasta le resultó agradable, y se dejó llevar, poco a poco, por aquella sensación.

Hasta acabar ahí.

No tenía ni la menor idea de donde estaba. Pero el viento azotaba con fuerza. Con bastante fuerza. Asradi notó, de inmediato, algo extraño de su cintura para abajo. Y cuando fue dirigiendo su mirada hacia dicho lugar, no pudo evitar una exclamación de sorpresa.

¡Mi cola! ¿Dónde? ¿Qué diablos? — Su cola, su bonita cola de escamas plateadas no estaba ahí. Su apéndice natatorio, su cola de tiburón había desaparecido. En su lugar habían aparecido dos piernas humanas, torneadas.

Pero al mismo tiempo diferentes. Las escamas plateadas que solía tener en su cola tiburonil de sirena, ahora cubrían esas piernas, como si se tratase de alguna especie de prenda o “armadura” natural. Al mismo tiempo, de su espalda sobresalía su aleta dorsal de tiburón. Hizo una mueca de incomodidad. Sí que era verdad que siempre había querido tener la edad suficiente, o la experiencia, como para tener la habilidad de hacer el cambio (de cola a piernas y viceversa), pero no se lo había esperado tan pronto.

De manera tan... repentina.

Se puso en pie, primero con algo de torpeza, pero luego con más ligereza, dando unos cuantos pasos. Al rozar la mano con su cadera, se percató de que algo había ahí. Una bolsa que llevaba en el cinturón de su short. Asradi enarcó una ceja, mirando en su interior. ¿Qué era eso? ¿Una chapa? No entendía nada, pero por si acaso volvió a cerrar la bolsa y la dejó a buen recaudo en su cinturón. Era bonita, quizás encontrase más como esa.

Vale. Lo primero. Averiguar donde estoy y... — Y no terminó de hablar cuando una fuerte racha de viento le hizo retroceder un par de pasos. ¡Joder con el temporal!

Al mirar a su alrededor, pudo atisbar un barco naufragado a lo lejos. No era lo más idóneo, pero serviría como posible refugio hasta que la ventolera pasase. Y, quizás, encontrase más chapitas de esas.

Info
#4
Illyasbabel
cuervo de lobos
Había avanzado ya varios metros de su posición inicial, en su andar de sur a norte, pudo notar el limite de aquella gran isla flotante, justo sobre la cara este de la misma. No se preocupo demasiado y siguió caminando mientras terminaba su cigarro. A poco más de 20 mts Illyasbabel notó con más detalle el barco, aparentemente mercante, no lo conocía, pero de igual manera le generaba una extraña sensación, ¿ Como había terminado allí?, se despreocupo al recordar que estaba en una alucinación o sueño lucido. - Oye, ¿ Acaso hay alguien a bordo?  - Le preguntó a su amigo cuervo mientras observaba con extrañeza la figura de un tiburón humanoide. - Ka! Ka! Ka! tenemos compañía -  advirtió el pájaro mientras remontaba vuelo y se alejaba de la escena.- ¡Hey cobarde! - Le gritó al ave, mientras esta se elevaba por los cielos. Pero lo que Illyasbabel no sabía, es que el cuervo no huía de la sombra distante montada en la cubierta del barco, sino más bien de la potente ráfaga proveniente del sur, la cual se encargaría de empujarlo y sacudirlo varios metros.

"Los usuarios con menos de 40 puntos en Resistencia sufren un derribo cada dos turnos"
 Illya voló un par de metros empujado por el viento hasta chocar con la madera del barco, lo cual, muy probablemente, le advertiría al curioso hombre tiburón de su compañía. - auch auch - se dijo así mismo mientras se sacudía la ropa y se incorporaba. - Oh... que extraño lugar - dijo, mientras observaba el abismo que se encontraba a pocos metros de él junto a la tambaleante embarcación que se balanceaba, en ocasiones, sobre la cornisa, y un extenso puente que se conectaba, en el este, con otra pequeña isla.

 Volteó hacía arriba intentado identificar al sujeto visto anteriormente pero no lo vio, la madera del barco estaba entre ellos, por lo que decidió dar unos pasos hacia atrás y lanzar un saludo al aire. - ¿¿¿Hola ??? - no estaba seguro de lo que había visto, pero tampoco estaba de más preguntar, - ¿ Hay alguien por aquí ? - preguntó, casi con un grito, - ja! ja! creo que me estoy volviendo loco - se dijo así mismo, mientras tanto observaba el detalle del barco, que aparentemente había estado allí durante años sino décadas.
#5
Hyun Yeon
Tsubaki no Ken
Personaje


Los vientos sacudían violentamente mi ala delta. La tormenta era demasiado intensa como para poder seguir viajando de esa manera. Usé mi peso para tratar de estabilizar el irregular vuelo y desviarme hacia la isla, pero una ráfaga de viento golpeó mi transporte y fue seguido de un ominoso sonido de tela rasgada. Una sensación desagradable oprimió mi estómago mientras empezaba a perder altitud rápidamente. ¡Diablos! ¿En qué momento había decidido ponerme a volar en mitad de una tormenta? De hecho, buena pregunta. ¿Qué hago aquí y por qué estaba volando? ¿Desde cuándo sé usar un ala delta? Esas y más preguntas se agolpaban en mi mente mientras descendía hacia un enorme islote rocoso... ¿flotante? - ¿Estoy soñando? - me pregunté, anonadado. Traté una vez más de estabilizar el ala delta para al menos tener un aterrizaje lo menos escabroso posible. Cuando estaba a un par de metros del suelo, solté la barra de metal y encogí mi cuerpo, preparándome para el impacto. En lugar de estamparme con toda la inercia contra el suelo, apoyé los antebrazos y rodé por el suelo. Tras tres o cuatro confusas vueltas, me quedé jadeando, con el corazón aun desbocado. En algún punto no muy lejano, escuché el golpe metálico cuando mi transporte aterrizó, a juzgar por el ruido con menos suerte que yo.

No me sentía muy dolorido, pero sabía que eso podía deberse a la adrenalina, así que procedí a examinarme en buscar de heridas. Salvo por algunos rasguños y magulladuras, estaba entero. Me incorporé lentamente, atento a mis alrededores. La tormenta no contribuía a la visibilidad, pero algunas cosas eran evidentes. Había restos de barcos, como si fuese el lugar de un naufragio. El viento aullaba ferozmente, un olor a humedad y salitre impregnaba el ambiente y salvo por liquen y rocas, el lugar estaba desierto. Un charco llamó mi atención, no porque tuviese nada de interés, no había nada en él salvo un pequeño cangrejo negro, sino por lo que en él se reflejaba. ¿Desde cuándo llevaba el pelo tan largo y esas ominosas ropas negras? Parecía un protagonista de cómic, alguna clase de antihéroe. Llevado por un impulso, susurró con voz grave - Soy la venganza, soy la noche. ¡Soy B...! - un sonido violento y providencialmente respetuoso de la propiedad intelectual de madera rota me interrumpió. Sonaba como si algo grande hubiese chocado contra uno de los barcos. Procedí a callarme y agacharme tras una de las rocas.

No tenía claro a qué situación me enfrentaba. Escuché cómo alguien saludaba y preguntaba si había alguien más cerca. Sin saber si estaba ante criminales o gente normal, no me atrevía a desvelarme. Sería mejor mantenerme oculto y comprobar mis Hyun-herramientas. Metí la mano dentro de la gabardina y comprobé que llevaba conmigo el dial y los guanteletes. Descubrí, además, una pequeña bolsa en mi cintura que no recordaba haber cogido. Metí la mano dentro con curiosidad y extraje una pequeña canica azul celeste. Me sentía extrañamente atraído hacia la pequeña esfera, como si fuese algo que debiera proteger. Sería mejor prepararme ante eventualidades, así que guardé la canica, saqué los guanteletes y me los puse, asegurando bien los cierres. Escuchaba más movimientos cerca. Había gente rondando los alrededores del barco además de la persona que había hablado. Algo me decía que esta situación terminaría mal.

aspecto durante el evento
#6
Octojin
El terror blanco
El viento seguía rugiendo con fuerza, sacudiendo los puentes colgantes y las velas rotas del barco mercante. El gyojin oyó un grito procedente de una especie de pájaro negro. Se frotó los ojos y volvió a mirar alrededor, esperando algún tipo de respuesta a aquello que ocurría. El silencio que siguió, roto solo por el constante silbido del viento y el sonido de las cascadas que caían en el abismo, hizo que una sensación de inquietud comenzara a crecer en su interior.

Mientras tanto, en la parte alta de la cubierta del barco, el tiburón notó algo que antes había pasado por alto: una pequeña bolsa de cuero atada a su cintura. La sorpresa detuvo sus pensamientos en seco, y por un momento, se preguntó cómo no había percibido su presencia antes.

Con manos firmes pero llenas de curiosidad, Octojin desató la cuerda que aseguraba la bolsa y la abrió lentamente. Dentro, una mezcla de colores vibrantes captó su atención: varios frutos rojos, pequeños y brillantes, se apretaban entre sí, emitiendo un aroma dulce y tentador. Pero lo que más llamó su atención fue una ficha del tamaño de una moneda, oculta entre los frutos. Era de un material extraño, duro y pulido, con símbolos grabados que no pudo identificar a simple vista.

Sin pensar demasiado, Octojin tomó uno de los frutos y lo probó. El sabor explotó en su boca, una mezcla de dulzura y acidez que despertó sus sentidos. Por un momento, todo lo demás quedó en segundo plano; el sabor era tan exquisito que cualquier pensamiento sobre los peligros de su situación se desvaneció. Los frutos, pequeños pero jugosos, lo llenaron de una sensación de euforia inesperada.

Uno tras otro, comenzó a devorar los frutos, con un ansia que crecía con cada bocado. Cada vez que su mano volvía a la bolsa, su necesidad de probar más se intensificaba, hasta que no quedó ninguno más que la extraña ficha. Su mente, nublada por el placer de los sabores, apenas registró la diferencia cuando se llevó la ficha a la boca, pensando que era otro fruto.

El objeto duro chocó contra sus dientes, y Octojin sintió un golpe de realidad. El sabor metálico y extraño lo sobresaltó, pero antes de que pudiera detenerse, ya había tragado la ficha. Sus ojos se abrieron de par en par cuando sintió cómo el objeto bajaba por su garganta, casi atascándose en el proceso. Un espasmo involuntario lo sacudió, y por un momento, pensó que se iba a atragantar.

Con un esfuerzo, tosió violentamente, pero la ficha finalmente pasó, dejando una sensación áspera y una molestia en su garganta. Octojin se quedó quieto, respirando con dificultad, mientras la sensación de euforia se desvanecía, reemplazada por una mezcla de vergüenza y alivio.

“¿Qué demonios acabo de hacer?” se preguntó en voz alta, llevándose una mano a la garganta y mirando la ahora vacía bolsa con un sentimiento de arrepentimiento.

Desde su posición, pudo ver claramente cómo un ser era evidentemente afectado por la ráfaga, siendo arrojado contra la madera del barco. La sorpresa inicial de Octojin al ver a alguien más en ese extraño lugar fue rápidamente reemplazada por una cautelosa curiosidad.

¿Quién era ese ser? ¿Había llegado allí por su cuenta, o era también una víctima de las extrañas fuerzas que gobernaban Las Cumbres del Destierro? Las preguntas se agolpaban en la mente de Octojin, pero sabía que no podía simplemente bajar y confrontar al hombre sin más. Ese lugar, con su atmósfera surrealista y desconcertante, podía jugar trucos con la mente. Era mejor observar, evaluar y actuar con precaución.

La embarcación mercante, aunque deteriorada por el tiempo y la exposición a los elementos, parecía aún en condiciones de mantenerse sobre la isla. Sin embargo, su proximidad al borde del abismo hacía que cada balanceo del barco sobre la cornisa pareciera un peligroso juego con la gravedad.

De repente, una nueva ráfaga sacudió la escena, solo que esta vez fue mucho más potente que la anterior. El tiburón intentó agarrarse a cada trozo de madera que veía, sin embargo, no fue suficiente. Salió despedido con la poca fortuna de golpearse contra el mástil del barco, el cual frenó su velocidad, haciendo que cayese al suelo y diese un par de vueltas. Se incorporó lo suficientemente rápido para ver cómo el mástil caía lentamente hacia la parte derecha del barco. Tan lento que parecía que nunca ocurriría. Tras un sonoro estruendo, fruto de la caída del mástil que se destrozó en mil pedazos, el habitante del mar caminó hacia la dirección en la que se encontraba anteriormente a la par que se crujía la espalda. Había sido un duro golpe, pero aquello no le iba a parar.

—Hola, hola, hola... —repitió en voz alta, con un tono que oscilaba entre la burla y la ansiedad—. ¿Acaso hay alguien por aquí, o estoy hablando con fantasmas?

La pregunta resonó en la bruma. Se frotó la frente, tratando de despejar su mente, cuando de repente sintió que algo lo observaba. Giró rápidamente, buscando la fuente de esa sensación. Nada en particular llamó su atención, pero el sentimiento persistió, haciendo que una gota de sudor le resbalara por la sien.

Finalmente, Octojin decidió actuar. Con un movimiento silencioso, se deslizó por la escalera que descendía desde la cubierta superior hasta el nivel donde parecía que se encontraba aquella voz. Cada paso estaba calculado para no hacer ruido, pero una tabla suelta crujió bajo su peso, alertando a aquello que fuera que hablaba de su presencia.

—Vaya, parece que no estoy solo después de todo —comentó con una fingida media sonrisa, tratando de mantener la calma—. ¿Tú también estás atrapado en este sitio loco?

Lo cierto era que desconocía las intenciones de aquel ser. Pero al menos no era un humano. O al menos no uno normal. Le miró de arriba a abajo e intentó descifrar cuáles eran sus intenciones. Aunque aquello no era su especialidad. Lo que sí tenía claro es que aquel pájaro negro no le caía nada bien. Le miró fijamente intentando entender cómo era posible que aquel animal pudiese hablar. Su mirada era casi un duelo, esperando que soltase algo por aquel pico, que, por otro lado, no parecía muy sofisticado.
#7
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Cuanto más se acercaba al barco naufragado, más despacito se movía la rubia. Tratando de no hacer ruido o de no llamar demasiado la atención, por si acaso alguien más le estuviera observando. El viento azotaba con fuerza su cuerpo, robusto y fuerte, por lo que parecía estar aguantando bien las ráfagas. Al menos de momento. Entonces escuchó una voz por encima del ruido del viento. Alguien estaba buscando a alguien. ¿Le habían visto? ¿Era a ella a quién se dirigía esa voz?

Se agachó un poco, agarrando sus metralletas con fuerza y continuó avanzando con sigilosos pasos. Se escuchó el fuerte sonido de algo estampándose contra la madera del barco, y acto seguido, fue cuando vio al enorme tiburón en la cubierta del navío varado. Por suerte, no miraba en su dirección, centrado por encontrar el origen del ruido que les había sorprendido. Airgid trataba de no quitarle ojo de encima, era un ser ciertamente imponente, y algo le decía que no sería agradable lidiar con él. Pero a su vez, comenzó a rodear ligeramente el barco, buscando ella también qué tipo de persona había hablado y había provocado tal sonido.

La mujer pudo observar cómo el tiburón caía al suelo, empujado por una fuerte corriente de aire. Sí que era fuerte el viento, si podía lanzar a una persona de tales dimensiones contra el suelo. "Já, qué suerte tengo.", pensó, sin ser consciente de que se le acababa de terminar. Una fuerte ráfaga la golpeó de repente, inesperadamente. La rubia no pudo evitar soltar un grito por la sorpresa, y al caer contra el suelo, una de sus metralletas se disparó sin querer, soltando una fuerte y sobre todo ruidosa oleada de disparos que apuntaron, por suerte, al cielo. Todo el esfuerzo que había depositado en pasar desapercibida, tirado a la basura.

Dio unas cuantas vueltas contra el suelo, haciendo la croqueta por culpa del viento que no se mostró ni un poco compasivo con ella. Cuando por fin le dio un descanso, la mujer se puso en pie y echó a correr. Buscando hacer contacto visual por fin tanto con el tiburón, como con la otra misteriosa voz. De nada servía ya intentar que no la vieran. Finalmente les encontró de frente, al tiburón y al hombre, que resultó ser un tio mayor con alas negras. — ¡¿Quiene zoi' uhtedeh?! — ¿Su voz había cambiado? No, era la misma voz dulce y femenina, pero su acento se había vuelto mucho más exagerado. Aunque no le sorprendió. Para ella, aquel "sueño" ya era tan real como la vida misma. Apuntó con ambas metralletas en dirección a los hombres. Se dio cuenta de que ambos tenían también una bolsita como la suya. — ¿Por qué no me dái lah bolzitah eza? Zi no valen pa' ná, hermanito, anda dármela. — Estaba claro que no funcionaría tratar de quitárselas por las buenas, pero que no se diga que no lo había intentado. A punta de metralleta, sí, pero lo intentó.
#8
Asradi
Völva
Personaje


A medida que avanzaba hacia lo que parecía ser aquel navío naufragado, o abandonado, el viento parecía aumentar en fuerza. Hasta tal punto que sus cabellos se agitaban de manera violenta y descontrolada.

¡Aff! — Protestó cuando varios mechones, de nuevo, se le metieron delante de la cara. Los apartó de un par de manotazos, llevándolos otra vez tras las orejas.

Pero fue ese mismo viento, molesto, el que le trajo varios sonidos. Asradi se detuvo unos momentos, ya a varios metros de donde aquel gigante de madera se encontraba, solo para escuchar. No estaba segura de si era aquella voz que le había susurrado antes de despertarse en aquel lugar. O eran otras.

La joven sirena permaneció escuchando, incluso frunció el ceño unos momentos. No, esa no era la voz de sus sueños. O de lo que fuese. Ahí había más gente. Retrocedió un paso, por inercia y afán de conservación. Siempre había sido un tanto desconfiada y bastante cuidadosa. No iba a ser menos ahora.

Será mejor que me vay-¡Aaaaaaaaaaaaaaah! — Ni tiempo tuvo la pobre antes de que otra ráfaga huracanada se la llevase por delante.

O, más bien, la empujase casi de manera frenética hacia delante. Ese era el problema de ser tan menuda, a veces. Que no tenía el suficiente peso como para afirmarse. Y, qué diantres, ella no estaba habituada a la tierra.

No supo cómo, casi salió “planeando” hacia delante. Más bien, hacia el interior de aquel navío, por uno de los agujeros laterales. Se escuchó un cuerpo chocando contra el otro. No estuvo segura de a quién se llevó por delante pero, al menos ella, terminó medio rebozada en el suelo, tosiendo un poco hasta que se pudo sentar de manera un poco más digna.

¿¡Qué diantres pasa con este lugar!? — Protestó de inmediato, sacudiéndose un poco la tierra de las piernas, de las preciosas escamas plateadas que cubrían las mismas.

Miró, de repente, a su alrededor. Cierto, no estaba sola. Incluso pareció gruñir, notando como los afilados dientes de su subespecie de sirena, tiburón tintorera, se iban mostrando. Era más un acto reflejo, a modo defensivo, al no saber qué encontrarse todavía.
#9
Yoshi
Yoshi
Personaje

El inhospito clima helado había sido cruel cruel con Yoshiro, tanto que acabó perdiendo la vida, pero en un mindo de sueños ni la muerte es capaz de despertarte (aunque muchas veces funciona) y ahora su cuerpo aparecía como arte de magia en la dura piedra de una isla flotante.

El huracanados viento lo golpeaba en la cara y despeinaba su cabellera que usualmente era una pinchuda cresta. Algunas gotas de la catarata cercana empezaron a salpicar su rostro y con pereza acabó abriendo los ojos.

¿Que pasó?-miró hacia los lados confuso, miraba el entorno, no había nieve pero si una capa de neblina-Vaya pesadilla... morir como una paleta de hielo...-el viento continuo molestandolo con fuerza pero era mucho mejor que aquella ventisca de su sueño anterior. Se puso de pie y tras unos pasos notó un barco destruído y una voz a lo lejos bastante rara.

" ¡¿Quiene zoi' uhtedeh?!

La voz sonaba ¿Femenina? Pero su forma de pronunciar las palabras era curiosa. Yoshiro buscó rodear los escombros de aquel barco y acabó encontrando a un viejo con alas, un tiburón bastante fuerte y una mujer alta que los amenazaba con sus armas en mano y su extraño acento.

" ¿Por qué no me dái lah bolzitah eza? Zi no valen pa' ná, hermanito, anda dármela "

Es verdad, la bolsa en su cadera... Un recuerdo de aquel que cantaba llegó a su mente... Dentro de las bolsita la gente tenía una canica que debía ser obtenida a grandes cantidades por cualquier medio posible, incluso asesinando a otros.
Datos
#10


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