Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[C-Pasado] Un encuentro inesperado (Pasado entre Airgid y Alzeid)
Alzeid
Noroi
Un año. Habían pasado trescientos sesenta y cinco días desde que Alzeid comenzó la investigación que decidió titular "el estudio de la naturaleza y de las emociones humanas". Desde ese día, la banda de los Pecados Capitales había llegado a su fin por el bien de la ciencia y la ética, con el objetivo de clarificar cómo funcionaba la alegría, la tristeza o la ira. Cómo se vinculaban las personas a través del amor o cómo superaban las adversidades en una etapa de duelo y de dolor. Las preguntas de la investigación eran bastante sencillas, aunque todo se reducía a una. – ¿Qué es una emoción? Pregunto. – En lo alto del faro, Alzeid escribía en su diario las conclusiones a las que iba llegando casi de forma diaria. Su rutina consistía en acudir al pueblo y observar cada una de las interacciones que las personas tenían entre ellas. Una investigación cualitativa basada en la observación participante, como él solía decir. Sin embargo, existía el pequeño problema de la historia que se había labrado y, consecuentemente, del nombre que se le impuso. "El niño maldito" o "Noroi", en el idioma en el que los extintos pecados se comunicaban. Abrió la libreta y comenzó a leer. – 13 de marzo. Primavera. La familia número dos muestra un rostro asociado a la ira y a la tristeza. El miedo se expresa a través del llanto. Las lágrimas suceden como consecuencia del miedo. Se perciben temblores en las extremidades superiores en ambos sujetos... – Leía en voz alta algunas de las anotaciones que había escrito durante el inicio de la investigación o la 'masacre'. Desde entonces, los pueblerinos solían evitar su presencia, aunque él era ajeno a todo esto. No consideraba que se tuviese que esconder por ningún motivo y no entendía las actitudes que el pueblo tenía hacia él. Eran demasiado humanas y escapaban del marco de su comprensión. Aunque, después de un año de estudios, sí que era capaz de identificar el 'miedo' como una de las emociones más primitivas de los seres humanos, pese a que él nunca lo había experimentado. 

El tiempo de investigación había concluido. Guardó la libreta en su mochila, sacó de ella un par de abanicos, y saltó desde lo alto del faro hacia el suelo. Extendió ambas manos y utilizó los abanicos para aminorar el impacto de la caída, descendiendo con suavidad y delicadeza. Digno de alguien que, tiempo atrás, se había dedicado al hurto y al sigilo. A su lado izquierdo, un hombre y un niño se encontraban teniendo un picnic. Posiblemente, padre e hijo. – Existe un 100% de probabilidades de que sean familia. Afirmo. – Mantuvo la mirada fija en ellos, comprobando la evolución de emociones que podían verse en sus rostros. De la alegría, al miedo. – Miedo. Una emoción primitiva que surge como reacción a una situación no esperada y que supera los umbrales emocionales de una persona. Expongo. – Recitaba sus apuntes en voz alta, reafirmando los avances de su investigación. El padre comenzó a increpar a Alzeid, acusándolo falsamente de ser un niño maldito, de perturbar su tranquilidad, y le instó a abandonar el lugar. Lejos de ignorar la situación debido a que no era capaz de comprenderla, Alzeid fue incapaz de mantenerse en silencio. Su honestidad, a veces, le superaba. – Las probabilidades de que mantengas a tu hijo con vida después de utilizar un lenguaje como el que acabas de mostrar son del 33%. Cada palabra, reducirá este porcentaje. Cuando llegue a 0, la condena será inmediata. Explico. – Aunque suene raro de comprender, esto no era una amenaza. Alzeid analizaba todas las situaciones de forma fría y analítica, por lo que llegaba a conclusiones a las que muy pocas personas llegarían. Principalmente, porque sus deducciones carecen de humanidad alguna. 

La familia, sin ánimo de seguir respondiendo, recogió sus cosas y abandonó el lugar. – Las probabilidades de supervivencia se han reestablecido. Concluyo. – Murmuraba, mientras aquel hombre y su hijo corrían despavoridos del lugar.
#1
Airgid Vanaidiam
Metalhead
¡Ta luegoooooo! — Una jovencita Airgid de catorce años alzó ambos brazos al cielo y los revoloteó en el aire, despidiéndose de tres de sus amigos que tomaron diferentes direcciones a la suya. La chica sonreía enormemente mientras les veía alejarse de ella, imitando el mismo gesto de despedida. Una vez les perdió de vista, la pequeña salió corriendo, haciéndose paso a través del bosque. Saltando, agachándose, esquivando ramas y raíces que sobresalían del suelo.

Por ese entonces, Airgid vivía en el bosque con un grupo de chavales que tenían todos más o menos su misma edad. Tenían en común muchas cosas, como que todos eran huérfanos y sin dinero ni un lugar al que llamar hogar. Así que lo formaron ellos mismos. Ellos eran su propia familia, y se construyeron un refugio en el interior del bosque, donde ningún adulto pudiera molestarles. Cazaban, aunque de vez en cuando se dirigían al pueblo para robar algo de comida o de ropa, para rebuscar muebles tirados o colchones viejos que ya nadie quería. Y a veces se desperdigaban por el bosque para peinar un poco las zonas y ver si encontraban algo útil.

En esa ocasión, a Airgid le había tocado inspeccionar la zona del faro y sus alrededores. La chiquilla vestía con unas zapatillas de deporte, unos short vaqueros y una camiseta blanca con el dibujito de una mandarina en el centro, todo bastante sucio, holgado y también agujereado. Físicamente se notaba que estaba delgada, que no comía lo suficiente, aunque tampoco a un nivel de desnutrición ni nada demasiado preocupante. Los cabellos rubios le llegaban hasta la altura de los hombros, cortados de forma claramente desigual y algo alborotados. Y eso que se preocupaba por peinarse, pero la joven no paraba quieta ni un segundo y enseguida acababa con el pelo revuelto. Sobre los ojos se había colocado unas elegantes y grandes gafas de aviador negras, que por suerte era de lo único que no estaba roto. Guardada en el interior de sus pantalones, llevaba una pistola.

Cuando ya estaba llegando al faro, se encontró con un hombre y un niño que salían corriendo despavoridos en dirección al pueblo. Llevaban cosas de picnic, que habían recogido con prisas, como si huyeran de algo. — ¿¡Habéi vi'to un fantasma o qué!? — Gritó ella, aunque era una pregunta retórica, o más bien una broma de la que solo ella se rió, sin vergüenza alguna. Continuó avanzando, ignorando completamente si aquellas personas huían por una amenaza real, una que también pudiera afectarle a ella. Pero lo único que encontró fue a un chiquillo pelirrojo con una libreta, que no parecía mucho mayor que ella. — ¡Hola! — Le saludó. Airgid pocas veces hablaba en un tono normal, casi siempre gritaba, dejándose llevar por la emoción y el entusiasmo que le caracterizaba. La sonrisa de su rostro casi nunca se borraba. — ¿Tú les has asustao'? ¡Mola! — Y se rió, mientras se rascaba la nariz. — ¿Ere' de por aquí? ¡No me suenas ná! — Se acercó un pelín más. El chico parecía tímido, al menos a simple vista. Aunque llevaba unos abanicos muy bonitos. — Hase calor, ¿eh? — Soltó al fijarse en ellos. En un momento le había dicho veinte cosas diferentes, señal de su energía, de su hiperactividad.
#2
Alzeid
Noroi
Encuentros como este hacían reflexionar a Alzeid sobre su estancia en la isla. ¿Debería mudarse? ¿Debería quedarse? Estas pequeñas batallas no le afectaban en lo personal, pues todo lo impregnado por sentimientos o emociones humanas escapaba de su marco lógico de pensamiento. Pero sí que dificultaban su investigación en gran medida. Si todo un pueblo comenzaba a actuar en función del 'miedo', una de las emociones que sí tenía identificadas, Alzeid sabía que los resultados obtenidos no tendrían altas tasas de fiabilidad. Y eso era algo que ponía en peligro su investigación. – Existe una necesidad imperiosa de abandonar este lugar. El miedo como emoción humana a tomado el control. Reflexiono. – Observó a su alrededor y dejó que la brisa matutina acariciase sus cabellos, haciendo que algunos mechones cayesen sobre su rostro. – Las probabilidades de que abandone la Isla Kilombo son muy elevadas. Calculando porcentajes. Entre el 90 y el 100%, con un índice de fiabilidad al 100%. Concluyo. – Estas reflexiones en voz alta opacaban los ruidos de la naturaleza. Los cantares de los pájaros, el silbar de los árboles, las caricias del viento...

Aunque, en medio de este 'estudio en voz alta', una voz se hizo paso. Una dirigida hacia Alzeid, a quien pilló completamente por sorpresa. Era una joven de cabellos rubios, un poco más alta que Alzeid, quizá, y con una forma de hablar particular. El joven se quedaría paralizado un par de segundos, no como consecuencia de la sorpresa o falta de palabras, sino para poder analizar la situación desde una perspectiva más global. – Buenos días. Es la expresión adecuada por la hora y la posición del sol. Afirmo. – Alzó la mirada para corroborar sus afirmaciones. – Alzeid se encuentra realizando una investigación. Las personas que han huido se han visto afectadas por una emoción primaria. El miedo. Han sido apoderadas por él y han comenzando a forzar sus músculos para abandonar el lugar. Explico. – Continuaba observándola, con cierto interés. Su aparición y el haber entrado en contacto con él, negaba las hipótesis que minutos antes él había propuesto. ¿Quizá no era necesario abandonar la isla? – Alzeid vive en la Isla Kilombo desde su nacimiento. Formaba parte de la banda de los Pecados Capitales, pero ha sido disuelta para poder llevar a cabo una investigación sobre las emociones humanas. Explico. – A veces, resultaba sorprendente la facilidad con la que exponía lo que había sucedido de una forma completamente opuesta a la realidad. No mencionaba las muertes, la masacre o el supuesto duelo que había de sentir; sino únicamente la necesidad de investigar un tema de estudio que, dentro de la banda, sólo le interesaba a él. – La temperatura no es muy alta. Está rondando los 30º, pero la humedad es también muy elevada. Expongo. – Recortó distancias y se acercó un poco a ella, sacando su libreta en medio de este breve trayecto. – Mi nombre es Alzeid. El pueblo de Kilombo me conoce como el niño maldito, pese a que las maldiciones son un concepto teológico que la humanidad ha inventado para provocar reacciones de miedo y estrés. Afirmo. – Abrió la libreta, esperando que la joven continuase interactuando con él.
#3
Airgid Vanaidiam
Metalhead
No había un objetivo concreto para la salida de Airgid ese día. La intención del grupo solía ser simplemente explorar y buscar cosas útiles para el refugio, quizás comida, quizás leña, o quizás un niño perdido. Así es como se habían conocido todos, al fin y al cabo, la soledad era lo que les unió. Y a ojos de Airgid, aquel chico parecía bastante solitario. Pero tampoco podía invitarle así como así al refugio, podría poner en peligro al resto de su familia si no le conocía bien previamente, una lección que acabó aprendiendo por las malas hace ya un tiempo. Así que a pesar de su desparpajo y su inherente buen rollo, trataba de ser un poco cauta en ese aspecto.

¿Siempre hablaba así? No parecía... una persona. Parecía más un robot, una máquina. La rubia le miraba encandilada. Habló de sí mismo en tercera persona hasta que finalmente se presentó, afirmando que él era ese Alzeid que mencionaba. Y terminaba las frases de una forma, para Airgid, muy curiosa y graciosa a la vez. Le confirmó que había sido él el que asustó a esos dos, lo que provocó una risilla afilada en la rubia. Y también dijo que nació en isla Kilombo, pero que formaba parte de una banda llamada los Pecados Capitales, que aparentemente había sido disuelta a favor de una investigación. Era la segunda vez que mencionaba eso de la "investigación". La niña se rascó la frente, como si pudiera sacar de ahí sus pensamientos. Pecados Capitales... le quería sonar, pero no terminaba de caer del todo. De lo que sí estaba segura era que cada vez que hablaba le resultaba más curioso y confuso a la vez, era tan extraño. Nunca había conocido a un chico como aquel.

Hase bochornito. — Se especificó a sí misma cuando mencionó el tema de la humedad, como si fuera importante remarcarlo por algún motivo. — ¡Encantá Alzei! — Solía recortad un poco las palabras, así que no llegaba a pronunciar del todo la letra "d". — ¡Yo me llamo Airgid! — Sin embargo, su "d" la pronunció perfectamente. También porque sabía cómo se escribía su nombre, pero no el de su nuevo amigo. Le escuchó mencionar que en el pueblo se referían a él como "niño maldito", así que decidió compartir una anécdota suya, quizás para intentar hacerle sentir mejor. — Los del pueblo tan chalaos, sieeempre que ven alguno de mi grupo se ponen esho una' fiera. Empiezan a chillá: ¡niñoooooo no me robéi má tomateeeee! ¡Dejá de liarla yaaaaaa! — Escenificó, imitando lo que sería una señora echándole la bronca a un grupo de pillos ladronzuelos. Luego se rió un poco antes de seguir. — Así que no le haga mucho caso, ¿sabe'? Hay alguno que son buenos con nosotro' pero... de normal... pueh no. — Se encogió de hombros, quitándole hierro al asunto, realmente no le afectaba demasiado. Era normal que se enfadasen si se dedicaban a robarles comida, además, el grupillo solía vengarse de aquellos que les molestaban a base de bromas y trastadas varias.

¿Qué e' eso de la inve'tigasión? — No había sido capaz de quitarse eso de la cabeza. Le interesaba en demasía, a ella misma le gustaba investigar cosas a veces. Su curiosidad sobre todo se centraba en las máquinas, los dispositivos electrónicos, los metales, los cables, la cacharrería. Más de una vez se había llevado un buen chispazo trasteando con la electrónica que encontraba por ahí. Pero era tan electrizante, ¡tan emocionante! La mera idea de poder construir algo de cero solo con sus manos y un poco de imaginación hacía que su corazón palpitara con emoción. ¿Estaría investigando algo de ese estilo, por casualidad?
#4
Alzeid
Noroi
Aquella joven tenía un acento bastante peculiar, curioso. Un deje al hablar que Alzeid no había escuchado hasta este mismo día, lo que no hizo más que aumentar su interés por ella. No sólo no había ignorado a Alzeid, pese a haberle comunicado de dónde procedía, sino que además parecía tener unas características lingüísticas e idiomáticas que nunca antes había visto. — Hmmm. — Murmuraba, espontáneamente, cada vez que la joven hablaba. Al parecer su nombre era Airgid. — ¿Bochorno? Pregunto. — Indicó con cierta perplejidad ante su afirmación. — El bochorno está vinculado a la temperatura que los seres humanos perciben y la humedad y temperatura real del ambiente. Al aumentar la humedad, se reduce la proporción de la evaporación. El resultado es una sensación de bochorno subjetiva y diferente para cada persona. Expongo. — Muchas veces lo habían catalogado como 'pedante', esto es, como una persona engreída y que alardea de una supuesta erudición que quizá no posea. Pero Alzeid no lo hacía por estos motivos. Le gustaba verbalizar y expresar en voz alta todos aquellos temas que en algún momento había estudiado y, como futuro biólogo, los ecosistemas y su funcionamiento, así como la correlación con otros fenómenos como los meteorológicos, le producían un enorme interés. — Nombre, Airgid. Peculiar, extravagante, procedente de tierras no muy próximas. Afirmo. — Recordó unos párrafos de un libro que había leído no hacía mucho tiempo, sobre unos hombres catalogados como héroes y que tenían nombres muy similares. Erik, Hallie, Gudmund. Todos ellos nombres con consonantes muy marcadas y fuertes. Aunque seguramente, ella no tuviese nada que ver con las personas mencionadas en sus libros.

Pese a las divagaciones de Alzeid y su comportamiento, ella seguía allí. Incluso, en términos humanos, intentó tranquilizarlo y arroparlo con una propia historia personal, aunque él no lo entendería así. Al parecer, ella también era alguien 'extraviado', una persona no aceptada por el resto del pueblo por su estilo de vida y por sus necesidades materiales. Alguien que vivía en los márgenes. — Hm, hm. — Movía la cabeza, asintiendo, con cada una de las palabras que mencionaba. — ¿Grupo? ¿Robar? ¿Tomates? ¿Airgid pertenece a una banda de criminales, tal y como era catalogado el pueblo de los Pecados Capitales? Pregunto. — Continuaba moviendo la cabeza, afirmando incluso sus propias palabras. — Airgid muestra interés por la investigación. ¿Airgid es investigadora? Alzeid se encuentra en medio de la aplicación de una técnica cualitativa de observación del entorno humano. Afirmo. — Tosió. A veces, por hablar demasiado, se le saca la garganta. — Alzeid está investigando las emociones humanas. Qué son. Por qué surgen. Cómo se interrelacionan entre sí. Son las preguntas e hipótesis principales del estudio. Expongo. — Cogió su libreta, la abrió y comenzó a pasar hoja por hoja con no mucha velocidad. Poco a poco, para que pudiese leer cada una de las páginas incluso desde la distancia. — Página 13. Los sujetos 45 y 46 muestran un rostro rígido, ojos blancos y espasmos recurrentes en todo el cuerpo. Los temblores aumentan de nivel y afectan fundamentalmente a las extremidades superiores. Signos vinculados a la emoción del miedo. Escribo. — Acababa de leer, sin ningún tipo de preocupación, una de las páginas referidas a la 'masacre' de los Pecados Capitales. Al día en el que toda su vida cambió y su investigación se puso en marcha.
#5
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Airgid se quedaba como hipnotizaba escuchando las explicaicones del joven pelirrosa. Las palabras las entendía, pero no los conceptos. No conocía todo ese enrrollo de la evaporación y la humedad. Aunque lejos de sentirse tonta o de creer que él era alguien que le gustara presumir de sus conocimientos, simplemente se quedó muy pendiente de lo que decía, tratando no solo de entenderlo, si no de asimilarlo. Al fin y al cabo, era normal para una chiquilla que había aprendido a leer y a escribir por su propio interés, porque era curiosa y buscó ella misma hacerse con unos cuantos libros de aprendizaje. Pero nunca había recibido clases sobre nada, le gustaba decir que era autodidacta. El día que aprendió esa palabra decidió que sería su favorita. — ¡Entendío! — Dijo simplemente, levantando el pulgar. Era una buena alumna, le gustaba aprender siempre cosas nuevas, aunque era bastante probable que dicha explicación se le olvidara a los dos días. Y sonrió cuando le escuchó decir que su nombre era peculiar. — ¡Me lo puso un colega! Se lo leyó de un libro. — La verdad es que ya ni recordaba cuál era, ni si tenía algún significado. No como su apellido, que si lo eligió a conciencia sabiendo lo que era.

Alzeid parecía interesado también en ella, quizás no de la misma forma o con la misma intensidad, pero prestaba atención a sus palabras, asentía con la cabeza y la miraba directamente a los ojos, como se hacía cuando algo te importaba de verdad. — ¿Banda? ¿Criminale? Hm. — Apretó una de sus mejillas con el dedo índice, pensando unos instantes. — Má bien somo como una familia. Nos gusta viví a nue'tra bola. A vese robamo un poquillo, pero solo cuando nos farta comía o algo asín. — Alguna que otra vez, habitantes del pueblo se habían mostrado interesados en ayudar a esos niños que vivían en el bosque, ofreciéndoles habitaciones en algunas de sus casas, pero aunque pudiera parecer extraño, a ellos les gustaba la vida que llevaban. No depender de nadie.

Entonces compartió con ella un poco de lo que se trataba la investigación que estaba llevando a cabo. Decía que le interesaba conocer las emociones humanas. Su origen, las relaciones que se formaban entre las personas. Airgid ladeó un pelín la cabeza, como hacían algunos perrillos cuando algo les confundía o les llamaba la atención, y observó como Alzeid compartía el contenido de una de las páginas de su libreta con ella. Trató de leerla, pero aunque sabía, le costaba un poco e iba algo lenta. Así que agradeció que lo hiciera él mismo en voz alta. Tras escuchar las anotaciones de Alzeid, se quedó pensativa un momento. Luego dio un pasito hacia él, y le miró elevando una de las cejas. — Eso no pare'e miedo, pare'e que 'taba mortaja. Muerto. — Solo había visto una vez un cadáver humano. No presentó temblores o espasmos como había dicho Alzeid, pero sí esos ojos blancos. No los olvidaría nunca. — Ahí ya no se siente ná. Quizás se sintió aliviao, en los últimos segundo. — De repente bajó el tono de voz, sacando a colación un tema más filosófico quizás.
#6


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