¿Sabías que…?
... Eiichiro Oda empezó la serie con la idea de terminarla en 5 años, pero se dio cuenta de que en esos 5 años que la trama ni siquiera llegaba al 50%.
[Común] [C-Pasado] Los primeros brotes del destino
Juuken
Juuken
-Un placer Juuken, mi nombre es Terence, y este bello paraje se llama Rostock

La respuesta de aquél tipo de extrañas vestimentas no se demoró, se presentó a sí mismo como Terence, y también me dijo el nombre de ese lugar, que era Rostock. Ese debía ser el nombre de la isla, nunca lo había escuchado, trataría de recordarlo, aunque posiblemente se me olvidase de aquí a unos días, tal vez mañana.

De pronto algo extraño y muy rápido sucedió, escuché un sonido bastante fuerte y me giré rápidamente, llamado por ese ruido que hizo que todos mis sentidos se alertaran, pronto podría reaccionar de cualquier forma. Lo que ví hizo que llevara la mano directamente a la empuñadura de mi espada, debía ponerme a la defensiva pues, no entendía por qué, pero ese hombre tan grande estaba apuntando con una enorme arma a Terence. Por lo menos todavía podía recordar que así se llamaba.

Me preparé para desenvainar rápidamente mientras observaba a Lance, si todavía no había desenfundado era por la falta de amenaza hacia él o hacia mí. En parte quería medirme contra esa bestia, aunque sentía que aunque lograse bloquear su ataque podría tener tanta fuerza que me lanzaría detrás como si mi cuerpo tan solo fuese un proyectil lanzado por ese enorme espadón.

Lo único que pude observar en Lance era su gesto de desconcierto, como si él tampoco comprendiese lo que ocurría, sin embargo parecía que estaba hablando directamente con él, tal vez esperando esos vasos de agua. ¿Qué le habría dicho que había provocado ese gesto iracundo en esa bestia gigante?

Las aguas se apaciguaron aparentemente cuando ese hombre retiró el arma y la clavó en el suelo. En parte agradecí no tener que desenfundar, pero ahora me sentía con ganas de una pelea, entonces volvió a hablar de esa forma extraña que tanto me costaba llegar a comprender.

-Dah... Esto no darr un duro. -Parecía alargar mucho algunas palabras, igual tenía un problema en el habla, recuerdo que en el barco había ocasiones que te topabas con algunos hombres que incluso hablaban peor que él, hasta vomitaban y perdían el conocimiento, pero eso según tenía entendido ocurría mucho con los viajes en barco.- ¡DE NUEVO INVITA LA CASA!

Ese tipo que parecía tan iracundo ahora estaba haciendo algo amable con todo el mundo. ¿Nos incluiría eso a nosotros que ya habíamos comido? No sabía cómo reaccionar en ese momento, me quedé serio, perplejo por la situación que acababa de darse lugar, miré alternadamente a Lance y a Terence sin saber qué decir ni a quién. Con Lance nuestras miradas se cruzaron, al parecer él estaba igual que yo, me consolaba el hecho de no ser el único que no comprendiese qué estaba ocurriendo.

El grandullón dijo algo más, pero entre que bajó el volumen y comenzó a armarse jaleo no llegué a entender ni una palabra más, y de por sí ya me costaba. Al volver mi mirada hacia Terence comprendí que la situación se había relajado, él era quien había sido amenazado y ahora parecía más calmado con un gesto más relajado y despreocupado aparentemente. Él también parecía haber estado alerta sujetando su arma, y al soltarla chocó ligeramente con la de Lance, quien estaba presentándose al cocinero. Dijo que era de Elbaf, otro nombre que no me decía nada ni había escuchado en mi vida. Todos esos nombres podrían ser reales o inventarlos para engañarme y me los creería. Empezaba a sentirme extrañamente pequeño delante de tanta gente que sabía tanto. Pero me dió curiosidad.

Terence pareció amenazar en cierto modo a Lance, diciendo que había países donde el choque de espadas era un desafío, volví a ponerme alerta. ¿Quién diablos son esta gente? No se si están a punto de comenzar una pelea o si intentan hacer amigos, es todo demasiado extraño y me cuesta llegar a comprender la situación. Tras esa aparente amenaza se presentó con una sonrisa, y tendiéndole la mano, no obstante no alejaba la mano de su espada.

En un principio me había dado la sensación de ser buena gente, buena persona, pero no sabía qué pensar ya. Igual estaba de broma todo el rato, a Lance a veces también le gusta actuar de esa forma, a veces suelta alguna broma, pero no suelo entenderlas del todo. Parecía que la situación estaba relajada entre ellos dos. El otro hombre con el pelo negro parecía absorto en sí mismo comiéndose su pescado, y el cocinero de Elbaf cargaba su mochila y se marchaba, parecía hasta que iba a ignorar a Lance.

Quería preguntarle acerca de ese pueblo que había dicho Lance, pero se estaba marchando, parecía que no quería nada con nosotros. Cogí un último pescado que había en la mesa, al momento otras tres manos aparecieron intentando quitármelo, por suerte fui más rápido y lo escondí, me gané tres miradas de pocos amigos a la vez que de pena, pero estaban dejando varios palos de esos que tenían los pescados para cogerlos, ya habían comido bastante.

Me acerqué y le ofrecí ese pescado a Terence, todos habíamos comido pero él había llegado cuando se liaba todo y no había tenido ocasión de coger ninguno, tal vez tuviera hambre. Se lo tendí con una sonrisa.

-¿Quieres Terence? Está muy bueno, ese cocinero es muy bueno en lo suyo. Una pena que ya se vaya. -Realmente tan solo lo decía por las ganas que me había quedado de cruzar espadas con él, aunque tal vez fuera mala idea, la imagen de mi cuerpo siendo lanzado como una piedra me estremeció un poco. Igual era mejor así, aunque sí que era cierto que me gustaría tener cerca a tan buen cocinero, si todo lo cocinaba tan bien, la buena comida siempre estaría asegurada.
#11
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
En aquel mundo de piratas, el que porta un arma es un potencial enemigo, así que los que sabían de que iba el juego, entendían que debían ser cautos ante los demás. Esto es lo que Hammond se encontró al blandir a Rompetomentas, aquel gigantesco arma que movía con gracia. Tanto Lance, Juuken, como Terence, tuvieron esa tendencia defensiva difícil de ocultar. El primero mostró una actitud que congraciaría al guerrero de Elbaf.

Entrar abruptamente a Venture no solía ser una buena idea si se quería llegar más allá de chocar metales como unos locos. Si bien Hammond solía utilizar sus errores en el habla, algunas actitudes hostiles y básicas o acciones abruptas para conocer lo que tenía delante, otros personajes también jugaban sus cartas a su manera. ¿Estaba Lance usando pura psicología con aquel gigante bruto y básico? — Es un tipo listo. — Pensó al escuchar cómo mencionaba Elbaf, la tierra de los verdaderos hombres, cómo se llamaba en algunos lugares.

Como dato curioso, la gente solía equivocar su apodo con el de su mandoble, pues Rompetormentas era su arma.

Hammond cargó aquella mochila de un par de metros sobre su espalda también, quedando encima del arma. Con las manos libres, decidió cruzarse de brazos y dejar de avanzar. — ¡Jojojo! — Se escupió en la mano. — Conossser Elbaf. Pequeño humano, Yo llamarrr Hammond Venturre. — Chocaron los cinco. Bueno, realmente fue extraño, ya que la mano del peliblanco se volvía invisible ante la masa de carne que representaba la de hammond. Entre los suyos, uno saluda pactando con saliva, era tradición. — Lanssarr a marrr hasse años. Historria mía serrr larrrga de contarrr. Perrro sí, ¿Qué hombrrre de valorrr no navegarrr porrr sueño? — Esbozó una amplia sonrisa, dejando unos colmillos bastante desarrollados asomar. No era genético o casual, la historia de los dientes de venture era un cuento para no dormir, donde Rudoam, otro de sus maestros, un gigante, le obligó a tallar su propia dentadura en pos de convertirse en un animal superior. Cómo no era un gigante, tenía que sacar beneficio de cosas que no eran meramente genéticas. Manejar armas más grandes. Llevar su cuerpo a un estado físico por encima de lo óptimo o segar su dentadura para perforar con más facilidad, si lo necesitara. Todo y cada uno de los entrenamientos que el nórdico recordaba, resultaron historias para no dormir ante oídos comunes. Su intención no era asustar a nadie, no estaba allí para eso y no volvería a abrirse tan rápido con los demás.

Lansss ... — Lance quiso comentar. Se pensó en si decír el nombre completo, pero tenía demasiadas "r" y no quiso parecer más idiota de lo que ya parecía hablando aquella lengua mundana. — Este no serrr lugarrr bueno parrra charrrla. — Se metió la diestra en el bolsillo. — ¿Irrr contigo? — Señaló con el pulgar de la mano izquierda a los chicos que estaban hablando, Jukken y Terence. De aquel pequeño hueco en sus pantalones sacó un fajo de billetes. Estaban manchados de sangre de pescado y el olor era fuerte. Más para Hammond que encima tenía el olfato especialmente sensible. Aunque estaba más que acostumbrado. — No aguantarrr cossinarrr más hoy. Poderrr invitarrr a comerrrrrr ... — Alargó la última r, contento.

Tenía hambre, lo de llevar tanto tiempo trabajando lo estaba llevando a un punto peligroso ... Casi que le era mejor no pensar en el dinero, porque no saldría jamás de la isla gastándose lo que lograba obtener en poco tiempo. Nunca se le había dado bien manejar la plata.

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Virtudes positivs a tener en cuenta:
-Carisma: Tienes carisma para facilitar situaciones sociales en tu favor, lo que puede crear tramas más fácilmente o librarte de problemas.
-Sentidos Aumentados: Capacidad Sensorial aumentada, proporcionando +5 de Reflejos mediante dicho sentido. (Olfato)

Defectos a tener en cuenta:
-Pobre: Comienza tu partida con -5.000.000 Berries en concepto de deudas. No puede combinarse con "Adinerado". (Hammond maneja mal el dinero, por eso siempre está en bancarrota)
-Adicción: Tienes auténtica adicción por el levantamiento de peso que causa un síndrome de abstinencia grave. Cada 5 post (llevo 3)
#12
Lance Turner
Shirogami
Sin duda las acciones de ese gigantesco hombre desconcertaron a todos, incluso el nuevo acompañante, se había llevado la mano a la empuñadura de su arma en tan solo un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, no se había lanzado al ataque a la primera, lo cual implicaba que tenía cierto temple y sangre fría, algo que me encajaba con lo que podía leer de él viendo su rostro.

Al relajar su movimiento, había movido levemente la vaina de la espada, provocando que esta chocase con la mía. Debo admitir que en un primer momento me sobresaltó, no esperaba una acción así en un ambiente como este, pero cualquiera que se digne y porte una espada entiende el lenguaje que tiene un movimiento tan famoso como este.

No tardó mucho en disculparse, explicando que en muchos sitios ese mal entendido podía interpretarse como un duelo. Esto cambiaba un poco las cosas, más al continuar con una breve presentación de sí mismo.
- No te preocupes, Terence, aunque es cierto lo que dices, no soy tan extremo como para lanzarme a la batalla por ello. La gente que pierde los estribos por algo así, no suele vivir mucho, jajajja- Le respondí con una posterior carcajada amistosa al tiempo que le tendía la mano. -¡El placer es mío Terence!

Tomando su mano recibí un apretón más firme de lo que preví al verle, era más fuerte de lo que parecía, pero sin duda no era un gesto de agresividad.
- Los que solemos llevar espadas, suele ser por algo, ¿Cuál es tu razón? Si no es mucho preguntar, Terence. – Le dije con una sonrisa pícara, tratando de averiguar más sobre él.

No tenía obligación alguna de contestarme, pero esto podía ser el comienzo de una amistad, un potencial compañero de barco, o una enemistad. Mejor dejar las cosas claras, y mis ojos estaban clavados en los suyos esperando la respuesta.

Para mi sorpresa, por un lado apareció Juuken, el cuál relajó el ambiente por su inocente ofrecimiento al nuevo compañero de barra. Reí un poco ante su comentario desviando mi atención de Terence en esos momentos. Iba a continuarla cuando la risotada de aquel grandullón resonó por toda la calle. Era una risa bastante sonora, aunque contagiaba alegría. Se presentó como Hammond Venture, y acto seguido escupió su mano.
- ¿Pero qué hace? – Me pregunté viéndole hacer eso, gesto que se notaba en mi rostro.

Acto seguido vino a mí para chocar mi mano, aplastándola en semejante masa de carne con saliva. Entendí por su actitud que para él era algo tan normal como darse la mano sin escupir, por lo que traté de disimular con una risa algo nerviosa.
- Lanssarr a marrr hasse años. Historria mía serrr larrrga de contarrr. Perrro sí, ¿Qué hombrrre de valorrr no navegarrr porrr sueño?

Esa frase, aún con su dificultad por imitar el acento que teníamos el resto, caló en mi pecho, provocándome una sonrisa de oreja a oreja. Fue tal la emoción, que ignoré la saliva de su mano y correspondí el saludo previo con más efusión.
- ¡Es así como habla todo hombre que se precie, Hammond Venture! Soy Lance Turner, y mi sueño es ser un gran pirata que recorra el mundo entero, sin límite alguno, viviendo mil y una aventuras Jajajaja. – Me había dejado llevar demasiado por su entusiasmo, pero no pude siquiera pensar en evitarlo.

No era que me avergonzase de mi sueño, pero sí que era objeto de opiniones dispares que provocaban enfrentamientos o comentarios ridículos típicos de aquellos que habían desechado toda idea de cumplir sus sueños ya. Acto seguido el grandullón me preguntó si los otros dos iban conmigo, señalando a Juuker y a Terence. Mi única respuesta fue mirarles con una sonrisa y reír un poco.
- Si quieres, sí, claro ¿Por qué no?

Me estaba dejando llevar más de lo habitual, pero estaba emocionado con la idea de conocer más de Hammond, y si de paso conocía al otro chico, era una idea estupenda. Más aún al querer invitarnos Hammond. Podría ser una idea poco pensada, pero en ocasiones como estas, uno debía vivir la vida y lanzarse en vez de estar pensando tanto las cosas.
#13
Terence Blackmore
Enigma del East Blue
El choque de espadas, aunque leve, fue un recordatorio de la fragilidad del ambiente que nos rodeaba. Lance, el hombre con quien había cruzado palabras, no tardó en reaccionar, mostrándome un temple que pocos de su edad poseen. Su risa, aunque amistosa, era más un escudo que una muestra genuina de confianza. Observé con detenimiento, notando cómo sus ojos buscaban más de lo que las palabras revelaban.

Cuando se disculpó y explicó que el choque de espadas podía interpretarse como un desafío, asentí ligeramente, una respuesta medida, calculada, casi como un trámite y con una calma que bordeaba la indiferencia. - El conflicto por malentendidos suele ser el refugio de los desesperados, y tú no pareces ser uno de ellos -, concluí mientras su risa posterior y el apretón de manos que siguió no me tomó por sorpresa, pero tampoco lo correspondí con la misma efusividad. Mi apretón fue firme, suficiente para dejar claro que, aunque no buscaba una confrontación, tampoco la evitaría si llegara el momento.

Su curiosidad sobre mi espada me arrancó una sonrisa breve, apenas un gesto. - Una espada es más que una herramienta, es una extensión de la voluntad - le respondí de manera sátira, pero templada, con una voz careciendo de la calidez que podría haberse esperado en una conversación así. - Para algunos, es un medio para cumplir sueños; para otros, el deseo de protección del débil. Mi razón, Lance, no es ninguna de las dos, pero afortunadamente, tampoco soy un guerrero de la espada -, espeté con una sonrisa extrañamente cercana pero emocionalmente distante.

La aparición de Juuken suavizó el ambiente, pues su naturaleza inocente sirvió como un puente entre las energías dispares de los presentes. Sin embargo, cuando el nórdico, con su risa estruendosa y maneras rústicas, se presentó, no pude evitar un ligero fruncimiento de ceño. Su gesto de escupir en la mano antes de ofrecerla a Lance me resultó tanto burdo como innecesario, una muestra de camaradería primitiva que, en mi opinión, no tenía lugar en una situación como esta, pero tampoco me correspondía a mí juzgarlo.

El espadachín de pelo blanco, sin embargo, lo tomó con la misma energía que parecía caracterizarlo. Ignoró la incomodidad evidente y respondió con una declaración que me dejó pensativo: el deseo de ser un gran pirata, de recorrer el mundo sin límites. Una ambición tan vasta como peligrosa. Este joven era un campo minado de ilusiones y peligros, pero aun así, no pude evitar sentir una ligera extrañeza sobre su audacia, ya que de todos los lugares, Rostock es en el último en el que esperaría encontrarme con alguien así.

Cuando Hammond, el hercúleo guerrero-pescador, preguntó acerca de si Juuken y yo íbamos con Lance, me mantuve en silencio, dejando que la respuesta de Lance resonara en el aire. Su risa y la aceptación sin reservas de lo que se le proponía demostraban su naturaleza impulsiva. Yo, por el contrario, no me dejaba llevar tan fácilmente por las emociones del momento. Mis ojos se entrecerraron, evaluando la situación con frialdad. El destino tiene formas curiosas de entrelazar caminos, y aunque ante mí se cernía un cónclave de personas interesantes, no había necesidad de revelar mis intenciones aún o siquiera de decidir, sino que dejaría que fueran los propios hechos los que deformaran nuestra circunstancia.

Así que, en lugar de responder, mantuve la mirada fija en Lance, dejando que él y Hammond interpretaran mi silencio como mejor les pareciera. Al fin y al cabo, en un juego de voluntades, la paciencia y el cálculo siempre han sido mis mejores aliados.
#14
Lance Turner
Shirogami
Tengo que admitir que me sentía observado, e incluso analizado, por Terence. No es que me disgustase, era un detalle muy valioso en estos mares, pero normalmente no sentía que lo estuviesen haciendo tan bien. Su mirada e incluso sus gestos me dejaban entrever un poco qué pensamientos tendría. Me hizo peculiar gracia cuando declaró que no parecía ser un desesperado, acudiendo a la batalla con una excusa tan simple. 
- Inteligente jugada, Terence. Si cedo a la provocación, estaré admitiendo ser un desesperado. Por el contrario, si no lo hago, estoy confirmando tu teoría, ¿No?. - Pensé con una pequeña sonrisa viendo que este chico medía hasta la más pequeña de sus frases. 

Su mano me transmitía confianza en sí mismo, pero sin querer hacer un alarde de fuerza o rivalizar en la toma de mano. Un punto más para la frialdad de este chico, o mejor dicho, para su capacidad de pensar en frío todas sus acciones. Continuando en su línea de comunicación, procedió a darme una respuesta algo ambigua sobre su razón de tener una espada, me había dado jugo con el que mantener la respuesta, pero sin responder realmente mi pregunta directa. No obstante, sí que había dejado claro cuáles no son sus razones, si es que estas eran ciertas. 

- En mi caso, llamarme guerrero de la espada es mucho decir. Amo combatir con ellas, pero no estoy tan volcado como algunos guerreros que viven por y para ellas... - Tras decir eso le sonreí algo pícaro, para ver su reacción. - Aunque me gusta mucho pelear contra gente así, siempre se aprende de ellos mucho más de lo que lo harías con un cualquiera que maneja una espada como quien maneja un tenedor. 

Todo continuaba su curso sin sobresaltos, aunque me sorprendió que Terence no quisiera tomar la palabra ante la pregunta que nos hizo Hammond. Supongo que estaba aún al acecho, esperando a ver cómo evolucionaba. Sinceramente, esa era una actitud que me gustaba. Yo también soy así en ocasiones, pero me gusta lanzarme al fuego de la batalla o la conversación e ir viendo cómo se desarrolla todo mientras reflejo una actitud relajada. Aunque pensándolo bien, es posible que Terence no estuviese haciendo esto al ser yo, precisamente, el que actuaba de motor para que todas las conversaciones fluyesen. 

Le miré con interés, queriendo leer en su rostro más, y sin ocultar de ninguna manera lo que pretendía tras una sonrisa divertida. Quería que supiera que me parecía un sujeto interesante, y al mismo tiempo, quizá de manera inconsciente, quería que me reconociese como un igual en ese aspecto.
#15
Terence Blackmore
Enigma del East Blue
Era inevitable. Desde el momento en que nuestras miradas se cruzaron, supe que el joven Lance no era un hombre común. Percibí en él un matiz sutil, una variación en el tono que lo diferenciaba de los demás. Como una nota disonante que, aunque extraña, aporta una belleza inusitada a la melodía. Y yo, siempre atento a estos pequeños detalles, no pude evitar prestar más atención de la que habitualmente concedo. Había algo en él que me intrigaba, un algo que quería descifrar, aunque la misma tarea de hacerlo me supusiera un reto. Y los retos, por más que muchos lo ignoren, son la verdadera esencia de la vida.

Me observaba como si intentara descifrarme, como si creyera que podía leer en mí lo que otros no ven. Esa sonrisa suya, casi irónica, me confirmaba que estaba midiendo cada palabra, cada gesto, con la precisión de un relojero que ensambla una pieza delicada. Admirable, ciertamente, pero no sorprendente. Era el tipo de jugador que anticipaba movimientos, que sabía que una partida se gana en el segundo acorde, no en el primero. Reconocí ese lenguaje, pues yo mismo lo hablo. De hecho, lo domino a causa de un pasado de cicatrices forjadas en el alma, un entorno donde cualquiera más débil de voluntad, fácilmente se hubiera visto superado.

Cuando habló de la espada, noté un eco de verdad en sus palabras, pero también una reserva. Su afán por mostrarse despreocupado, por reírse ligeramente de lo que para otros es sagrado, me recordó a un músico que domina su instrumento, pero que, en el fondo, teme perder el control. Y, sin embargo, esa pasión que intentaba disimular lo traicionaba. Porque, aunque tratara de restarle importancia a la espada, se percibía el peso de su significado. Lance no vivía para la espada, eso estaba claro, pero tampoco podía desligarse completamente de ella. Como un violinista que, aunque proclame que puede vivir sin su violín, sabe en el fondo que su vida carecería de sentido sin la música.

Lo escuché atentamente, permitiéndole creer que sus palabras me alcanzaban de manera directa, cuando en realidad, no eran más que parte de una sinfonía que yo estaba componiendo a mi propio ritmo. Dejó entrever su preferencia por medirse con aquellos que viven para la espada, no por necesidad, sino por un genuino deseo de aprender. Un aprendiz perpetuo, aunque él no lo supiera. Curioso. 
No muchos son capaces de admitir que buscan aprender de los mejores, sin que su orgullo les juegue una mala pasada. Quizás en esto, Lance y yo compartimos una característica común: el reconocimiento de la virtud ajena no nos disminuye, sino que nos enriquece, y un afán por una suerte de cultura de mejora continua.

Aun así, la pregunta que seguía flotando en el aire, esa interrogante que Hammond había lanzado y que ambos habíamos evitado responder directamente, me ofrecía una oportunidad interesante. Mi silencio no era una omisión casual. No, era parte de mi propio juego. Prefería observar cómo las piezas se movían antes de intervenir, como un director que espera el momento exacto para levantar la batuta y dar entrada a la orquesta. No por indecisión, sino por cálculo. En el arte de la estrategia, como en la música, el tiempo es esencial. Una nota tocada demasiado pronto, o demasiado tarde, puede arruinar toda la composición.

Me pregunté si Lance había captado mi silencio por lo que realmente era, o si había interpretado mi falta de respuesta como una señal de indiferencia. No importaba demasiado, porque en cualquier caso, el efecto deseado ya estaba en marcha. Él se había lanzado al ruedo, exponiendo su perspectiva, mientras yo, por ahora, prefería permanecer en la penumbra, evaluando cada uno de los matices de la riqueza de la situación.

Finalmente, decidí concederle una pequeña muestra de reconocimiento. No porque lo necesitara, sino porque hacerlo me permitiría avanzar un paso más en esta danza de palabras. Sonreí, una sonrisa medida y precisa, lo suficientemente sincera como para ser tomada en serio, pero con la cautela propia de alguien que nunca se revela completamente.

-Interesante perspectiva, Lance- dije, dejando que mi voz fluyera suavemente, con una paz que rallaba en lo capaz. -Aprender de aquellos que viven para la espada, aunque tú mismo no lo hagas. Eso requiere una humildad que no es común encontrar. Pero más que humildad, revela una confianza en tus propias habilidades. No muchos admitirían, ni siquiera ante sí mismos, que buscan enfrentarse a quienes podrían superarlos. Eso dice mucho de tu carácter, aunque quizás no seas plenamente consciente de ello- comenté finalizando con un atisbo de lucidez poco propia de la situación y del disimulo que había urdido hasta ahora.

Al terminar de hablar, desvié brevemente mi atención hacia Hammond. Era extraño que un hombre que parecía no tener para comer estuviera pensando en invitar al acompañante que se encontraba próximo a mí. Quizá era una buena situación para encontrar información sobre la legendaria Elbaf, aquella isla que solo aparecía en cuentos, tierra enigmática de gigantes. Claramente, era una realidad, pero no abundaban los escritos de dicha tierra, quizá por el hermetismo de sus habitantes, o puede que algún secreto se encontrara en dichas tierras.

En cualquier caso, me adelanté un poco, dejando al peliblanco a mi lado y encarándome al mastodóntico hombre nórdico.

-¿Puedo invitar yo? - sonreí tendiendo la mano hacia el lateral con gesto afable.  -Me encantaría oír acerca de tu tierra natal- continué con quizá un atisbo de ilusión proveniente de mi mirada perdida. 
Las leyendas eran mi debilidad, evidentemente, o más bien, el conocimiento.
#16
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Las manos de ambos hombres se entremezclaron en un primitivo saludo. Aquella saliva goteaba, manchando el seco suelo. Hammond tenía una gran sonrisa en el rostro, aquel tipo, Lance, le cerró el saludo como solo un hombre es capaz, olvidando cualquier tipo de asquerosidad entorno aquel mini ritual. ¿Que era asqueroso? por supuesto, eran las babas de otro varón, las cuales solo suelen quedar bien sobre el arma que golpea sus mandíbulas, pero aquellas formas escondían mucho más, para Hammond. Al desligarse del contacto, Venture se restregó la mano por su cota de malla. La efusividad con la que el peli blanco hablaba, era contagiosa. — ¡Jiajiajia! — A cada carcajeo, aquel gigantesco nórdico movía todo lo que tenía sobre él. Mochila, la cual estaba repleta de accesorios de cocina, mudas, trapos y algunas cosas más. Rompetormenta hacía lo suyo también, golpeando contra la "armadura" de Hammond sin parar a cada movimiento. — ¡Tú gustarrr! — Volvió a reír. Para su desgracia, no eran muchas las personas que habían sido agradables con él desde que puso los pies en Isla Kilombo. En general los humanos, desde que abandonó Elbaf, resultaron ser ... Especiales. La imagen que tenía de estos el nórdico era más negativa que positiva.

Alzó la diestra, colocando la misma como visera en pos de acentuar la mirada para buscar algún local donde comer. Con el dinero que tenía no le llegaría ni para pagar su propia comida, no era estúpio, lo sabía. La voz de Terence se iba filtrando en sus oídos. Su forma de hablar, incluso el tono de voz que tenía lo colocaban en un punto tan lejano a Hammond ... En cuanto al habla de aquella lengua se refiere. Incluso se permitía el lujo de divagar en sus comentarios, utilizando palabras refinadas. — Han tror jeg ikke vil kunne forstå ham. Dumt menneske. — Practicamente susurró esto último.

Los otros tipos dejaron de intervenir y la conversación se centró en Terence y Lance, mientras tanto Hammond parecía haber encontrado al fin un lugar al que poder ir a comer. — ¡Tenerrr! — Vociferó animado, como casi siempre. Señaló un cartel que decía lo siguiente "Burdel de paso del cruce. Comidas incluidas". Decía comidas, así que Venture relacionó, lógicamente. Ni si quiera daría un paso cuando el hombrecillo de tan brillante dicción apareció frente a Hammond. Rompetormentas, que era una poderosa arma de tamaño colosal, acercándose peligrosamente a los dos metros con veinte centímetros, quedaba pequeña si la ponías entre ambos hombres, d eun rostro al otro. Hammond gruñó cuál animal al verlo delante, poniendo cara de pocos amigos.

Ese "puedo invitar yo" fue lo que lo cambió todo. No lo pensó, se agachó casi hasta ras de suelo para intorducir la cabeza entre las piernas de Terence sin esperar a que este comentase nada más. Lo alzó en los aires sobre sus hombros. — ¡Pequeño hombrrre serrr hoy mejorrr amigo de Hammond! — Desde esa posición, Terence podría ver practicamente casi cualquier cosa a un alcance razonable en la plaza, pues Hammond sobrepasaba y por bastante la altura media general de vidas en la isla. — ¡Tenerrr muchas historrrias que contarrr! — A decir verdad casi que se podía haber ganado la vida contando sus historias y no trabajando como un chino, por que todo el mundo le pedía cuentos sobre los legendarios gigantes.

Entre el bullicio de personas, la emoción en el rubio y la buena sensación general que estaba viviendo, no podía reducir el volumen de sus palabras. Ni quería, vaya.
#17
Lance Turner
Shirogami
No había duda alguna del lenguaje no escrito que estaba teniendo lugar entre ambos, Terence había captado cada vez más mi atención. Aunque compartíamos similitudes en la lectura ajena, era evidente que él estaba más afinado en esa rama, dándome a mí la sensación de tratar con una serpiente en todo momento.

Eso no quería decir que yo era un animal indefenso ante el ser de sangre fría hambriento de conocimientos. Era bueno reconocer tus propias limitaciones, y cuando alguien puede superarte en un ámbito. De hecho, esa información era vital a la hora de elegir bien tus cartas en adelante, y aunque ese ámbito fuese totalmente suyo, podía combatirlo adecuadamente, ralentizarle, o sacar partido de otros aspectos donde pudiese superarle. Al final, todo se reducía a un juego muy similar al ajedrez.

Al igual que yo, él tampoco trataba de ocultar que era consciente del juego que nos traíamos, el cuál seguramente escaparía a la vista de Juuken. Él es más inocente, pero precisamente esto le potenciaba otros ámbitos a los cuales ya no alcanzaríamos ni Terence ni yo, bien sea por inocencia, o por un ingenio algo más infantil que perdemos a medida que crecemos. Cada persona es un mundo, y es por eso que me encantaría reunir a un grupo pequeño pero dispar, capaz de sacar lo mejor de cada mundo interno según la situación.

Terence, había tomado por interesante mi perspectiva, analizándola en voz alta, regalándome el oído. Aunque era muy posible que no fuese un regalo real, sino una pequeña trampa servida en bandeja fría, para conocer más sobre mí. Una jugada interesante, en la que iba a caer gustoso. Para ganar, había que conceder de vez en cuando.
- Si te digo la verdad… - Comencé con un tono dudoso y mirada perdida en el horizonte. - No sé si es tanto humildad, como egoísmo u orgullo, Terence.
Volví mi mirada hacia sus ojos, de nuevo directa hacia sus pupilas, y sonriendo continué la frase.

- No es que quiera aprender de ellos por humildad, es que deseo devorar sus conocimientos, hacerlos míos, y medirme contra alguien que se desvive por el arte de la espada. – Tras dicho comentario relajé la postura colocando mis brazos cruzados tras mi cabeza. – No me mal intérpretes, los respeto mucho, pero no es para mí eso de dar 1.000 tajos bajo el sol cada día.

Con intención de dejar ya el tema y no dejar de lado al resto, giré mi mirada a Juuken para asegurarme de que estuviese bien. Seguía a nuestro lado, tranquilo y observando todo, lo cuál me tranquilizó. Para mi sorpresa, Terence volvió a tomar la palabra, pero se dirigía a Hammond en esta ocasión.
- ¿Puedo invitar yo? Me encantaría oír acerca de tu tierra natal - Dijo con un tono alegre.

Ciertamente, yo también quería escuchar sobre Elbaf, así que puse el oído mirando con una sonrisa amable a Hammond.  Desde luego, aquel grandullón me había caído muy bien, era sin duda alguien entusiasta, que vivía cada momento con mucha intensidad, y, aunque quería conocerle más, ya me lo imaginaba zarpando con nosotros, pescando con sus propias manos al grito de que es una pesca típica de Elbaf. Con que poco podía ser feliz.

Me había demostrado ser alguien muy peculiar, algo diferente a lo que normalmente se ve en las calles de cualquier islas, pero eso precisamente era lo que había captado por completo mi interés. Y para mi suerte, parecía ser mutuo, o al menos, que le resultaba en gracia.

No obstante, era sin duda un hombre imprevisible. Se abalanzó sobre la entrepierna de Terence como un animal salvaje y por un momento me asusté, aunque eso de ver a Terence sentado sobre los hombros del grandullón me hizo estallar de risa a carcajada limpia.
- ¡Pequeño hombrrre serrr hoy mejorrr amigo de Hammond! - Exclamó con una auténtica alegría que contagió la risa de todos. - ¡Tenerrr muchas historrrias que contarrr! - Continuó para contestar a la anterior petición de Terence.

Fue tanto el jolgorio, que no llegué a fijarme que estábamos entrando en un burdel donde servían comidas. Sin duda alguna, no era consciente todavía de lo que podía llegar a suceder allí dentro con un grupo tan peculiar como este. Y al mismo tiempo, sentía en mi pecho una extraña calidez, como si hubiese comenzado a dar con los que algún día podían terminar siendo miembros de mi banda, o al menos, amigos de la mar.
#18
Juuken
Juuken
Tras tenderle a Terence el último pescado que había recogido, y mientras el cocinero se marchaba, me quedé mirándoles, comenzaron a hablar entre ellos, el cocinero se dió media vuelta y regresó. ¿Qué estaba pasando ahí? Me quedé un tanto desconcertado, le habría ofrecido el pescado al propio cocinero, pero se había marchado, pensé que no quería saber nada de nosotros, y de pronto estaba riendo y esculpiéndose a la mano para tendérsela a Lance.

Que tipo más extraño, entre que hablaba de forma muy extraña y ese gesto de escupir a su propia mano, no sabía que pasaba con ese hombre, me parecía muy extraño y me quedé un poco alerta mirándole, ya había sacado su arma mucho antes amenazando a Terence, y ahora se mostraba muy pacífico. ¿De qué iba ese gigante?

Lance respondió su saludo con gran efusividad. Joder que asco. Lo único que pasó por mi cabeza en ese momento mientras la saliva goteaba al suelo. La conversación no paraba de girar, entre Lance y Terence y entre el tal Hammond y Lance. Este hombre siempre era el centro de atención.

El cocinero preguntó si tanto Terence como yo íbamos junto al peliblanco, durante un instante pensaba responder, incluso abrí la boca para hablar, pero noté cierta tensión, ni Lance ni Terence decían nada, lo cual me hacía dudar sobre lo que pensaba Lance. ¿Pero dudaba de mí o de Terence? Yo si que viajaba con él, pero a Terence lo acabábamos de conocer, igual que al cocinero, y nos habíamos presentado hacía tan solo un par de minutos. ¿No nos había visto Hammond?

Sea como sea, ni siquiera lanzaron una respuesta, continuaron hablando sobre si viven para la espada o no, algo que realmente me resultó llamativo. ¿Vivir para la espada? sonaba absurdo, se vive para uno mismo, o al menos así había aprendido yo la vida. Las armas como su espada o mi sable tan solo son herramientas para lograr que esa vida continúe adelante. ¿En serio hay gente que solo vive por y para su arma? Me parece un tanto absurdo y extraño. Hay tantas cosas que no se, que a veces me quedo absorto en mis propios pensamientos.

Hubo un momento en que mi mirada y la de Lance se cruzaron. Me encogí de hombros al mirarnos. No sé de qué va nada de esto. De pronto Terence se adelantó a invitar, lo que al parecer fue algo bien recibido por el grandullón, quien se agachó con una agilidad y flexibilidad que no esperaba y metió su cabeza entre las piernas de Terence.

¿Otra vez se había vuelto loco? Volvía a atacar a Terence, me llevé la mano hacia la empuñadura de mi arma, no conocía demasiado a ese hombre, pero había sido agradable con Lance y conmigo. Aunque no había entendido nada de su conversación con Lance. Pensaba lanzarme a ayudarle cuando las carcajadas de Lance volvieron a dejarme completamente paralizado. Frío.

Hammond se levantó, cargando a Terence en sus hombros. Me giré a comprobar la cara de Lance mientras el grandullón decía algo de mejor amigo. ¿Hablaba de Terence? Solté el mango del sable. Avanzaron hacia la entrada de un establecimiento. Yo tan solo me acerqué a Lance, aprovechando que se había separado un poco Terence y su montura gigante.

-Oye, Lance. No entiendo nada de lo que pasa aquí. ¿Son de fiar estos dos?

Entramos detrás de estos dos al establecimiento. Tenía un aire extraño. Había una zona de mesas y otra con un mostrador bastante largo, donde unas chicas al final con unos ropajes muy coloridos, aunque claramente insuficientes en épocas de heladas, se alegraron al vernos entrar a los cuatro.

-Cuantas camareras para tan pocas mesas. -Pensé en voz alta mientras íbamos a una de las mesas directamente

Al tomar asiento me quedé mirando, en el interior había muchas zonas cubiertas con telas, la mayoría de tonos rojizos, algunos morados, pero todas parecían telas finas y suaves, similares a la que cubría la mesa. Era muy suave.

Un hombre se nos aproximó para preguntarnos qué íbamos a tomar, a su vez detrás de él aparecieron cuatro de esas camareras se aproximaron y se pusieron cada una detrás de uno de nosotros, me quedé mirando hacia atrás y hacia arriba a la mujer que se había posado tras de mí, tuve que apartar un poco la mirada por que la gran protuberancia de su delantera me impidió un poco fijarme en su rostro. Tras lo cual la saludé amablemente con una sonrisa.

Su reacción me dejó un tanto confuso, no estaba seguro de terminar de entender del todo de qué iba la cosa. Lance estaba a mi lado, por lo que tiré de su mano para acercarme a su oído.

-¿Qué le pasa a esta? ¿Por qué tenemos una para cada uno? ¿Es algo común de este lugar?

Pregunté completamente intrigado, no tenía la más remota idea de lo que ocurría en ese lugar, aunque Hammond parecía muy contento y efusivo con todo lo que parecía haber ahí dentro.
#19
Terence Blackmore
Enigma del East Blue
Mi respuesta causó furor, y tal fue la intensidad de este que, de pronto, el demihumano de amplias proporciones comenzó a alzarme sobre sus hombros de un rápido movimiento como si fuera su jinete.
De manera veloz y casi sin dejarnos al resto tiempo de reaccionar, comenzó a dar grandes zancadas hacia lo que a todas luces gritaba la palabra prostíbulo por todos lados. Las rápidas zancadas del bigardo provocaban un traqueteo ciertamente similar al de un caballo con un trote más lento y pesado, quizá lo que podría llegar a sentirse encima de un elefante o algún animal de semejante envergadura.  Por si fuera poco, no era lo único similar, pues el roce de la piel de su trapecio se sentía curtido, cálido y húmedo. Esto seguramente se debía al calor sofocante que este bucaneer llevaba toda la mañana sintiendo bajo el sol directo mientras vendía pescado, o puede que se debiera al ejercicio que estaba realizando ahora, pero en sendos casos no eran una situación muy cómoda. 

 
En pocos segundos, pasamos por una entrada amortajada por velos y telas de tonalidades púrpura y gules, que colgaban de manera descuidada, creando una suerte de cortina improvisada que apenas permitía adivinar el interior del lugar. La mezcla de luces cálidas y sombras movedizas proyectadas en las paredes insinuaba lo que aguardaba más allá de esas telas: un ambiente saturado de perfumes dulzones, risas forzadas y miradas furtivas.

El demihumano me depositó con sorprendente delicadeza en el suelo, como si en el fondo supiera que su exuberante tamaño contrastaba con una sensibilidad inesperada. A mi alrededor, las figuras comenzaron a desdibujarse. Voces, siluetas y olores se entrelazaban en un torbellino sensorial que me hizo tambalearme por un momento.

Una vez en el suelo, mi primer impulso fue dar unos pasos hacia atrás para recuperar el equilibrio y tratar de recomponerme. Miré alrededor, intentando orientarme en aquel lugar que parecía tener vida propia, con cada rincón impregnado de una extraña energía. Los colores, los sonidos, las sombras… todo se mezclaba, creando una atmósfera envolvente que casi hacía difícil pensar con claridad.

Procedimos a sentarnos y Hammond, el gigantón, seguía a mi lado, observando todo con una sonrisa satisfecha, como si acabara de realizar una hazaña. La verdad, no entendía del todo qué había motivado su repentina efusividad hacia mí. Tal vez mi comentario había resonado de alguna forma en su mente simple pero apasionada, o quizá simplemente necesitaba una excusa para demostrar su fuerza. De cualquier modo, estaba claro que ahora yo era su nuevo "mejor amigo", al menos por un rato.

Pronto, Juuken y Lance acompañaron la mesa a la que nos habíamos encaramado, algo que en cierto modo me reconfortó. No soportaba mucho a las personas impulsivas, y claramente el nórdico lo era.
Mientras trataba de disimular mi incomodidad, una mujer de las pulseras, la que parecía regentar el lugar, se acercó. Esta vez su mirada estaba más enfocada en Hammond que en mí. Parecía evaluarlo, como si conociera su tipo, o tal vez ya había lidiado con otros como él antes. Su sonrisa, apenas perceptible, denotaba una mezcla de astucia y experiencia.

-Veo que traes a nuevos amigos, Hammond- dijo, su voz deslizándose como seda por la estancia. Estaba claro que el enorme tipo que nos había conducido aquí, era asiduo al local. Quizá por ello no tendría dinero... Vaya pícaro estaba hecho este hombre de Elbaf...

Una camarera con un vestido de gasa púrpura se acercó, colocando una bandeja llena de copas de un licor oscuro y aromático sobre la mesa cercana. Las luces parpadeantes hacían que el líquido reflejara destellos rojizos. Sin dudarlo, agarré una de las copas y, con un sorbo precoz pequeño, tratando de dilucidar acerca de los matices de dicha copa y además de saborear si se encontraba algún tipo de veneno, atisbé que simplemente se trataba de un común combinado.

Con un pequeño estiramiento, me orienté entonces en perspectiva al gigante y sin mayor dilación ni titubeo le pregunté.

-¿Qué te separó de tu querida Elbaf?- comenté, quizá con un toque incisivo, sin titubeo, pero disimulado en gran medida por la curiosidad que me aportaba.
#20


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