Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
Abismo tormentoso
Byron
Hizashi
Con el ceño fruncido Byron escuchaba atentamente las palabras de aquella chica rubia con coleta alta. Siendo honestos, el joven no había comprendido ni la mitad, no porque aquel texto fuese muy complejo, si no por ser pronunciado con una lengua tan profunda, que cualquier ciudadano de Logue Town quedaría atónito ante esta, pensando que o tenía una tara, o claramente llevaba poco tiempo conociendo el idioma. Un pequeño suspiro salió por sus labios, disimulando el gesto llevándose una mano a su nariz para un leve rascado, y evitando todo contacto visual con aquella madre que cargaba los dos bichitos amarillos restantes. La incomodidad de no entender su forma de tirar las palabras, y el no querer hacerla sentir a ella mal o avergonzada eran el motivo por el que el muchacho evitaba chocar miradas.

Aun así, de lo que entendió, pudo rescatar aquello sobre una ofrenda. Se acercó pensativo hacia el cartel, para leerlo el mismo y llenar los huecos que claramente se había perdido en el aire con esa curiosa narración. Cuando apartó la mirada de aquel cartel, se dio cuenta de que los presentes podían categorizarse en dos grupos, los locos y los despreocupados, aunque Byron no tenía claro a cual pertenecía él.

El profeta se dirigió a él, por sus palabras parecía haber estado presente en la destrucción de aquel helado lugar, era totalmente factible, Byron apenas había explorado el lugar, pues todo se vino abajo a los pocos minutos de su aparición. Le contestó asintiendo dubitativamente, sí, había sido testigo de aquel acontecimiento, pero no estaba tan en sintonía con las conjeturas de aquel pirado que sostenía a un ser amarillo por sus piernas.

-No creo que… bueno, es igual, tampoco parece que sea muy consciente…- Dijo mirando la estupefacta cara bobalicona de aquel inofensivo personajillo.

El ruido de la rubia saltando al lago le hizo apartar la mirada del moño canoso. E increíblemente ese gesto, pareció abrir la veda que experimentar. Ella simplemente parecía disfrutar de un baño refrescante, su compañera hacía lo propio, pero sumergiéndose más, experimentando una transformación en su cuerpo, pasando de tener piernas escamadas a una hermosa cola, y con ella se hundió en las profundidades. El pelo pincho,  intentó empujar al loco profeta para que entrase también al lago, pero fracasó, cayendo él solo, y se unió a la sirena descendiendo rápidamente, Byron no sabía si aquel tipo era de los suyos y estaba haciendo su primer acercamiento o en su defecto huía avergonzado ante la humillación proporcionada por nuestros lunático compañero. Un momento, ¿no conocía Byron ya a este sujeto?

A pesar de todo, el espadachín alado era el que más le desconcertaba, no podía leerle en lo absoluto. Estaba disfrutando tranquilamente de un cigarro y una  cerveza, sentado en la orilla, como si se tratase de un día de playa. Al parecer era el que había pedido la tregua con las chicas, después de intentar atacar a una de ellas por la espalda, un poco bipolar bajo el juicio, y alguien de quien claramente no te podías fiar, y sus alas negras lo delataban.

Y si el anterior era el que no podía leer, a este le leía como un libro abierto, en su cabeza tenía grabadas las letras de la palabra “peligro”. El profeta a su lado había quedado en comparación como un inocente niño muy cuerdo, pues el monstruoso tiburón estaba llegando a unas cotas de locura que ninguno de los presentes había cruzado. Primero hurgó en su herida para ofrecer su sangre, pero, al notarlo insuficiente, se autolesionó, mordió su propia mano haciéndose una nueva herida y se hundió en lo profundo del lago, tiñendo poco a poco el agua cristalina con el rojo de su sangre.

Byron observaba la situación con los ojos abiertos como platos y las cuencas desorbitadas antes los hechos que le estaba tocando presenciar. Entonces, entrando en escena con suma elegancia, a pasitos cortos, hablando con total naturalidad a aquellos que se encontraban en el agua. Esto, era ya demasiado, era lo único que pasaba por su mente, aun manteniéndose sereno en sus pensamientos.

Volvió a repasar el texto, en su cabeza, ofrenda, Norfeo, una ofrenda a Norfeo, ese era el nombre de la figura ensalzada que había visto en el cielo. Buscaba en su mente, que podría complacer a un dios, con el gusto tan retorcido como para haber creado esta especie de juego. Sonrió pícaramente, un juego de recolectar canicas, Byron a pesar de la inicial contaba con otras dos que igual aquella curiosa deidad estaba interesada en masajear.

- Profeta… tú, imagino que será creyente con todas esas bobadas que dice… Te hago una pregunta, ¿Cuál es un acto muy común de los dioses según los mitos y fábulas?.- Dijo quitándose poco a poco la ropa, sin importarle que los presente viesen su cuerpo desnudo.- ¿No existía una donde un dios se transformaba en un cisne para cortejar a una mujer? O algo así, no soy un experto en este tema.- Ya con su última prenda, sonriendo de oreja a oreja.- Pero la seducción es mi especialidad... Por cierto, está feo intentar aprovecharse de la ofrenda del resto. – Dijo al verlo rezar desesperado, él realmente no estaba ofreciendo nada y oraba como si así fuese, menuda cara tenía.

Byron se encontraba erguido, tan solo vestía un calzón ajustado, con la bolsa de las canicas cargada en su hombro, se acercó todavía más a la orilla, mojando la punta de sus dedos. Un profundo suspiro por parte del muchacho, y quitó la prenda que le faltaba, disfrutando la brisa en sus partes íntimas. Antes de entrar, abrió la bolsa y sacó la canica de su interior, apretándola fuertemente en su puño y golpeando con este su pecho con determinación.

Siempre desde su primer recuerdo fue considerado alguien con una belleza casi divina, angelical, la gente caía postrada ante él, sin siquiera intentarlo, era su condición natural, igual había nacido solo para este momento. El conquistar y enamorar a un dios,  si no, ¿para qué había sido bendecido con tal belleza? Cualquiera podría enamorar a un mero mortal, y no era algo de lo que sentirse orgulloso, sin embargo, conseguir que un dios probase la carne… Si era digno de elogio.

Posó su pie sobre el agua teñida bermellón, y como si su psique entendiese la necesidad de su ser, o por conveniencia del guión, su piel se desquebrajó e hizo añicos, cayendo a aquel agua como brillantes cristales de luz, dejando atrás el cuerpo de aquel desconocido rubio como un destello que alumbraba su paso hasta el centro de aquel lago de sangre. Él Solarian había recuperado su cuerpo original, ondeando sus mechones de pelo violeta al viento y mostrando sus resplandecientes ojos amatistas, además de todo lo demás pues seguía en cueros a los presentes.

Como si del elegido se tratase, abrazó la corriente de aire que tenía intención de arrastrarlo por el suelo, elevándolo en el aire unos segundos, iluminando su desnudo cuerpo la luna y las estrellas del despejado cielo nocturno. Siendo precipitado seguidamente, casi en caída libre hacia el centro de aquel lago sanguinolento. Allí, con la canica en su mano, y su mano en su pecho, ¿oró? por primera vez en su vida.

- Oh Norfeo, tres canicas tengo, espero que de tu gratitud sean, alabado seas… Si juegas conmigo… Que sea en mi cama.- Murmuró, todo un poeta.

Resumen
#51
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Personaje


Desde el frescor del agüita, Airgid observaba a sus compañeros de desgracias con una perspectiva ahora bastante más calmada. Todo daba igual. Si moría, reviviría, como ese rubio había dicho. ¿Y si no? Bueno, Airgid nunca había temido a la muerte, no empezaría hoy. El tiburón se cortó a sí mismo en el brazo antes de lanzarse con ella al lago, ofreciéndole así su sangre al tal Norfeo. Luego le dedicó unas palabras dignas de cualquier religioso, pero lo que le llamó la atención es que confesó que se había comido su canica. Airgid no pudo evitar soltar una carcajada al escucharle decir eso con tanta naturalidad, sabía que el apetito de los tiburones era voraz, pero no se imaginaba que tanto. No, si al final el gyojin iba a resultar ser majo. Tsk. Aprovechando que de momento no había nadie más en el agua, nadó un poquito para acercarse a él. Cautelosa, pero decidida. — Oye... perdona por haberte disparao', es que acojonas un poco, ¿sabe? — Sonreía con el par de minions subidos a su espalda. Quizás eso relajara un poco la tensión general del grupo, además le había sorprendido que no tratara de vengarse inmediatamente buscando darle un bocado o algo. Quizás era buena gente. Asradi también se tiró al agua, momento en el que recuperó su cola de sirena-tiburón, esa que recordaba haber visto en... ¿en dónde? Por algún motivo los recuerdos estaban difuminados, borrosos tras una nube de incertidumbre.

Era como si todo el mundo hubiera decidido que era buena idea darse un baño. La verdad es que desde el interior del lago, las ráfagas de viento no eran tan coñazo. El pelirrojo trató de empujar al profeta al agua, pero el tipo fue capaz de esquivarla, llevándose en su lugar por delante al otro bichito amarillo que quedaba. Airgid no podía parar de reír observando lo absurdo que era todo. También apareció un patito que le sonaba muchísimo, juraría que lo había visto antes. El pobre se resbaló, lo que solo incentivó más la risa de la rubia. Y luego preguntó si quizás bajo el agua había algún tipo de construcción. La joven se encogió de hombros. Sí, podría bucear, pero no pensaba hacerlo. Ahí tenían a un gyojin y a una sirena que seguro que se encargaban de esa tarea mejor que ella. Ella estaba demasiado agustito flotando en la superficie.

El tipo alado se fumó un piti, tan tranquilo, y decidió también meterse al agua. Se quitó la camiseta, encendió una llama en su espalda -¿qué?- y se adentró poco a poco, aumentando la temperatura del lago con aquella habilidad tan extraña. El tio se quedó un poco apartado del grupo, pero lo más curioso es que de repente le apareció un barril de cerveza al lado. Y empezó a beber sin invitar a nadie siquiera. Osadía que Airgid no pasaría por alto. Se acercó, nadando un poquito. — ¿No comparte'? — Le guiñó un ojo mientras sonreía, sin querer adelantarse demasiado. Aún se podía oler cierto resquemor. Pero había un dicho, mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca aún.

Sin embargo, se vio incapaz de ignorar los gritos del profeta, estaba montando un show, un escándalo. Pero lo peor es que le estaba pidiendo al tal Norfeo que les tomase a todos ellos como sacrificio para salvarse él el culo. La rubia rodó los ojos, poniéndolos en blanco un momento, solo un instante antes de ver cómo una racha de aire se lo llevaba por delante. — Mira, ji Norfeo quiere' "consumirme", que se ponga a la cola. — Le respondió, haciendo referencia a una frase de su propio discurso. — ¡Norfeo! ¡Mi ofrenda son mi' arma'! Si la' quiere' po' pa' tí. — Dejó que las metralletas se hundieran en el lago mientras pronunciaba esas palabras, dándole cero importancia a lo que pudiera suponer. Quizás una actitud tan pasota no era la más adecuada en una situación así, pero estaba cansada de estar a la defensiva, cansada de buscar respuestas. Solo quería bañarse, beberse una cervecita y disfrutar del fresquito.

Entonces, el rubio adulador empezó a quitarse la ropa como si estuviera en la privacidad de su casa. Con tal tranquilidad, que Airgid tardó unos segundos en reaccionar. A ver, aquel hombre no era su tipo, era demasiado bajito para poder considerarlo atractivo, pero mirar no hacía daño a nadie. Además, no entraba en su cabeza que fuera a quitarse TODA la ropa. Pero así lo hizo. La joven rápidamente le tapó los ojos a sus pequeños hijos amarillos, evitando que perdieran la inocencia demasiado pronto. — ¡Tú! ¡Me va' a traumá a los niño'! — La escena era tan tonta, Airgid no podía dejar de sonreír, soltando una risilla de vez en cuando, pero sin quitarle el ojo de encima, la verdad. La rubia no era para nada una mujer tímida. Aunque lo más sorprendente fue sin duda cuando su piel se... ¿deshizo? De una forma que no acababa de comprender, ya no era el rubio morenito de antes, si no un chico de cabellos violetas, más esbelto, pero igual de bajito. Lástima. — ¡A'radi! ¡Únete! ¡Quítate er top! — Bromeó, dejándose llevar por el buen rollo. Uno que le parecía imposible que no acabara pronto.

Resumen
#52
Octojin
El terror blanco
El aire se llenaba de electricidad y fervor mientras el profeta, en una escena digna de una tragedia griega, clamaba al cielo con sus brazos extendidos evocando a Norfeo, el supuesto dios de aquel extraño y tormentoso lugar. Octojin, empujado por un miedo visceral a lo desconocido y una fascinación casi hipnótica por las palabras del profeta, se encontraba sumergido parcialmente en el lago, con su mente girando en un torbellino de emociones y pensamientos caóticos, y alzando los brazos al igual que lo hacía el humano, que parecía poder leer el futuro con relativa facilidad.

Había algo en la ferviente devoción del auto-proclamado profeta que resonaba profundamente en Octojin. Aunque siempre se había considerado un ser racional, las circunstancias surrealistas y el poder del discurso del propio profeta habían abierto una brecha en su usual escepticismo. El gyojin no podía evitar sentir que, de alguna manera, las acciones que estaba presenciando eran parte de un designio superior, un plan divino que aún no comprendía del todo. Pero que haría por comprender.

El miedo, un acompañante poco frecuente en la vida de Octojin, comenzaba a asentarse en su pecho. No era el temor a la muerte lo que lo perturbaba, sino la posibilidad de estar ante una entidad cuyos motivos y métodos trascendían la comprensión mortal. Con la imagen del profeta lanzado brutalmente por el viento fresco en su mente, Octojin no pudo más que simpatizar con su dolor y su misión.

En el tenue reflejo de las aguas turbias del lago, Octojin observó cómo la rubia, cuya bala había mordido su carne en un encuentro anterior, se acercaba con una expresión que él no había visto en su rostro antes: el remordimiento. Ella nadó hasta detener sus brazos a una distancia respetuosa, sus ojos recorrieron la figura del gyojin con una mezcla de cautela y algo que podía interpretarse como sincera contrición. Y tras ello, lanzó unas disculpas con el característico acento que tenía, argumentando que el imponente porte del escualo le había hecho actuar así.

La sorpresa inicial paralizó a Octojin por un momento. No estaba acostumbrado a que los humanos admitieran sus errores, mucho menos que buscaran su perdón. Su primera reacción fue de incredulidad, pero al mirar en los ojos de la rubia, vio un destello de honestidad que no pudo ignorar. Después de un largo suspiro, Octojin asintió lentamente, la tensión en sus hombros disminuyó un poco.

—No te preocupes, te perdono, aunque el dolor fue real y el peligro, inminente —respondió con voz grave, pero no desprovista de calidez a la par que miraba a su alrededor, por si algo nuevo estaba pasando—. De verdá, to' tá bien. Cuida de eza' bolica' amarilla', caora vo' a charlá un ratito con er Norfeo—Octojin carraspeó un par de veces y se llevó la mano a la garganta. ¿Qué cojones? ¿Se le había pegado el acento aquél?—Perdonada.—finalizó con cierta angustia.

Su aceptación del perdón no fue solo una muestra de magnanimidad, sino también un reconocimiento de su propia necesidad de cerrar ese capítulo y avanzar. En el fondo, el encuentro con la rubia y su posterior disculpa le permitieron a Octojin reafirmar su fe en la posibilidad de entendimiento y paz, incluso entre especies tan diferentes. Era un paso pequeño, pero significativo, en su largo viaje hacia la reconciliación y la comprensión.

Entonces, el tiburón vio algo que pensó que tampoco era posible, y que se unía a la lista de cosas extrañas que estaban pasando en aquella isla remota. El humano que había expresado deseos lujuriosos con las dos mujeres del grupo, se desquebrajó por completo. Durante un instante Octojin se llevó la mano al corazón por instinto, pero pronto se dio cuenta de que ese hombre no había muerto, sino que se había transformado. De repente ascendió como si se tratase de un ángel, y su cuerpo desnudo fue un escaparate que todos, o casi todos, se vieron obligados a ver ante la incredulidad de la situación. Tras ello, cayó al agua de nuevo y empezó a orar.

El escualo reflexionó unos segundos... ¿Acaso era porque se había desnudado? El gyojin agachó la mirada, y se llevó la mano a los pantalones, y por un instante no tenía dudas de quitárselos. Pero en el último momento negó con la cabeza y volvió la mirada al resto de los allí presentes. La tranquilidad no era una opción, por lo visto. Y aquello provocó que la incertidumbre volviese a la mente del tiburón.

Impulsado por un deseo vehemente de participar y contribuir a la causa que el profeta había proclamado, Octojin tomó una decisión que resonaría con sus propias creencias y miedos. Con una mirada decidida al cada vez más rojizo lago, que estaba siendo considerado un altar sagrado, el gyojin se volvió a morder la mano en la misma zona en la que lo había hecho antes, esta vez con algo menos de fuerza, sintiendo el sabor metálico de su propia sangre mezclándose con el aire que los rodeaba. Sin dudarlo, dibujó con su sangre una cruz en su frente y otra más grande en su pecho, un gesto simbólico que sentía adecuado para la ocasión.

—¡Oh, Norfeo! —exclamó Octojin con voz poderosa, lanzando su propia plegaria al viento a la par que agitaba los brazos e intentaba imitar los gestos que anteriormente había hecho el profeta, buscando que así aquella deidad fuera capaz de oírlo—. Acepto este destino, sea cual sea tu voluntad. Si mi sacrificio es necesario, que así sea. Que mi sangre sirva como ofrenda para aplacar tu ira y proteger a estos seres que me acompañan en este extraño y terrorífico lugar.

Sin más preámbulos, y con un último suspiro de resolución, Octojin se sumergió en el agua del lago, permitiendo que la mezcla de líquidos lo envolvieran por completo. Bajo la superficie, abrió sus ojos para enfrentarse a cualquier destino que Norfeo tuviera reservado para él, esperando que su ofrenda fuera suficiente para ganar la clemencia del dios o, al menos, un signo de su presencia.

Mientras estaba sumergido, sus pensamientos se volvían hacia la vida que había llevado, las batallas que había enfrentado, y las verdades que había buscado. En ese momento de completa vulnerabilidad, Octojin confesó en silencio todas sus faltas y errores, las veces que había dejado que su orgullo lo guiara más que su sabiduría. Y, en definitiva, todos los momentos en los que había ejercido algún tipo de maldad a ojos de lo que podía ser aquella deidad.

Emergiendo lentamente de las aguas, Octojin esperaba cualquier señal, cualquier respuesta a su sacrificio. Miró hacia el cielo, buscando en las nubes alguna indicación, un cambio, un susurro del viento que confirmara que su acto de fe había sido observado. En el silencio que siguió, solo el sonido del viento y las pequeñas olas del lago le respondieron, dejando al gyojin en un estado de expectativa y profunda reflexión sobre su lugar en el universo y el verdadero costo de la fe.

resumen
#53
Yoshi
Yoshi
Bueno, Yoshiro había fallado en su intento de tumbar al profeta dentro del lago y a cambio se zambulló con el pequeño hombrecito amarillo que parecía no saber nadar así que Yoshiro lo subió a la superficie.

Tranquilo amigo, te tengo-el muchacho admitía estar sorprendido por la capacidad de reacción de aquel lunático hombre y bueno, sin mas que hacer decidió poner al hombrecito en su espalda y nadar un poco en aquel lago que se había puesto ligeramente caliente cuando el viejo con alas entró en él.

A partir de ese momento ocurrieron muchas cosas raras. Primero la tipa con armas se disculpa del hombre tiburón y este después de aceptar sus disculpas se mordió la mano y siguió con su ritual... Ya estaba re loco también.

El tipo rubio se quitó toda la ropa y tras cambiar su físico por completo a alguien que Yoshiro sentía haber conocido se sumergió en el agua también orando por misericordia divina y... ¿Sexo?

Si... Tal vez todos ya andaban perdiendo la cabeza. Yoshiro empezó a nadar quería llevar al hombrecito con sus compañeros, en eso miró como un hombre pato muy elegante se tropezaba y pedia que investigaran el fondo del lago por si había algún altar, no era mala idea pero no podia hacerlo con ese hombre amarillo dependiendo de él para mantenerse a frote.

Al fin llegó hasta la rubia que había dejado hundir sus armas para que el viejo con alas le diera algo de cerveza ¿De dónde la había sacado? Al parecer había logrado dominar ese mundo de ensueño-Entrega especial. Ya que te gustan tanto, aquí tienes al tercero-mencionó mientras veía como los hombrecitos celebraban su reencuentro.

Oye, si le dices a tu amiga de quitarse el top. Deberías dar el ejemplo ¿No?-diría el chico de forma coqueta, sería la primera vez que estuviera en un baño mixto ¡No había nada mejor que un sueño erótico! 

Yoshiro decidió que esa sería su ofrenda al Dios raro, se quitó su ropa dentro del agua y dejó que se mantuviera a frote o fuese tragada misteriosamente por el agua. Lo que ocurriera primero.
#54
Asradi
Völva
El agua continuaba tiñéndose de sangre debido a que Octojin parecía en un trance ritualístico un tanto perturbador. A ver no es que a ella le molestase, ni mucho menos, pero le daba un poco de repelús esa actitud sectaria. Como un sacrificio a ofrecerse. ¡Por todos los océanos! Era como ver una bandeja de sushi ofreciéndose a un comensal especialmente caprichoso y malencarado. Asradi sacudió ligeramente la cabeza, intentando borrar esa imagen de su cabeza. Yoshiro se había sumergido también, junto con ella y la sirena le sonrió de manera sutil bajo el agua. Era claramente un mestizo, pero eso no parecía preocuparle. Era uno de los suyos, al fin y al cabo. Fuese como fuese, el aroma de la sangre de Octojin le hizo prestar más atención al gyojin tiburón. O, más bien, los ojos claros de Asradi se oscurecieron unos segundos, antes de apretar la mandíbula y sacudir ligeramente la cabeza.

No, no debía dejarse llevar por sus instintos, aunque era algo demasiado tentador. El aroma de la sangre en el agua era algo que le hacia perder los estribos y entrar en su faceta de caza. Pero no, no se iba a comer a Octojin. Quizás podría darle un mordisco pero... No, todavía no.

No parece que haya nada extraño por aquí debajo. — Decidió centrar su atención en Yoshiro, que continuaba bajo al agua con ella. El resto se había metido en el lago o, al menos, unos cuantos.

Distinguía el culo de Airgid que se habia metido a nadar con eses bichos amarillos, a Octojin flotando cual besugo sacrificado a la brasa. Y a alguno más. Espera, ¿había alguien que directamente se habia metido en bolas? ¿En serio?

El ceño de Asradi se frunció ligeramente, miro un momento a Yoshi y luego coleteó hasta ascender. Su cabeza y parte de su clavícula asomó por la superficie y miró a su alrededor. Justo cuando lo hizo, escuchó al Profeta. ¿¡Ese desgraciado les estaba ofreciendo en sacrificio!?

¡En sacrificio te voy a ofrecer yo a ti, descarado! — Le gritó, sin contemplaciones. ¿Cómo se atrevía? Había que tener morro.

Luego Yoshi también emergió del agua, dirigiéndose a Airgid. Y lo peor no fue eso, sino que su amiga le estaba proponiendo que se quitase la única prenda de ropa que llevaba encima. Mientras el resto ya comenzaba a encuerarse. Bueno, no todos, pero algunos.

Asradi miró de reojo a Byron durante unos segundos, que se había unido a las estrafalarias oraciones. La sirena entornó ligeramente los ojos cuando escuchó algo que sí le interesó. ¿Había dicho tres canicas?

Nadó gracilmente hasta donde Byron se encontraba, y le dedicó una sonrisa suave, encantadora, con los ojos azules puestos en él.

Quizás Norfeo te haya escuchado. — Lentamente comenzó a desabrocharse el top que cubría sus pechos. Aflojando lentamente la tela. Para ese momento, ya tenía el cabello suelto, mojado y que se le pegaba a la piel. — Te dejaré ver a cambio de las tres canicas que llevas. Una ofrenda a cambio de otra ofrenda, ¿qué me dices?

La prenda fue deslizándose muy poco a poco, con lentitud premeditada. Asradi controlaba ese proceso, mientras dirigía una mirada brillante hacia Byron, dejando ver, de momento y por ahora, solo la parte superior de sus encantos femeninos.

Dependía de Byron si quería deleitarse la vista en su totalidad.

Resumen
#55
Panda
JANAI
Panda estaba atento a todo lo que sucedía, pero cada vez la situación se ponía más rara. Luego de levantar al profeta, algo muy extraño paso. Unos llamativos personajes amarillos llegaron volando y crearon una cascada y no solo eso, decían que un tal Norfeo el Magno exigía una ofrenda. Pero quien era aquel sujeto, ¿acaso era el dios del que aquel anciano venia proclamando hacia rato?

Asradi acepto incluir a panda en el grupo y le hizo unos mimitos que le gustaron mucho, pero al mismo tiempo panda sintió un leve escalofrió al ver la mirada de la muchacha y la baba que le caía, ¿acaso estaba pensando en comérselo?
-Ohh no...- Pensaba panda, viendo sus peores temores volverse realidad.

El peludo se quedo duditativo un rato, mientras el resto comenzó a reaccionar de diferentes maneras, pero la mayoría decidió tirarse al lago, algunos sin ropa incluso. Comenzaron a dar sus ofrendas en el lago, la rubia ofrecía sus armas, el tiburon su sangre, el anciano ofrecía a los que nadaban,
El rubio se metió al lago para finalmente transformarse en Byron! pero claro aquel sujeto que le resultaba familiar a panda, ahora todo tenia más sentido. ¿Pero como hacia para transformarse?

El panda dudo un segundo si meterse al lago o no.. después de todo si era agua de mar estaría en problemas, por su akuma pero después dijo bueno una probadita y metió sus suaves patitas delanteras pero sin sumergirse del todo.
Algunos incluso estaban tan cómodos que ya se desnudaban como aquel pelirrojo, parecía un baño mixto..
Y la chica tiburón estaba seduciendo a Byron con sus encantos.

-Fuaa, que atrevidas las chicas de ahora-
Decia panda. Mientras ofrecía algo de bambu al lago y comía la otra parte. Luego simplemente se tiro panza arriba y se fue durmiendo.. siempre le daba modorra a esa hora del día.

Resumen
#56
Illyasbabel
cuervo de tiburón
Nunca esta de más relajarse un poco, eran como unas vacaciones de ensueño, el tiempo no pasaba y aparentemente tendría un buen rato en aquel lugar, por lo que solo quedaría disfrutar. Con una sonrisa de lado a lado y ciertamente entonado, Illyasbabel convidó amablemente del barril, al cual lo hizo flotar hasta la mujer, que al igual que él, parecía sedienta, - ¡Claro! He he - dijo mientras, de un empujón, enviaba flotando el barril. - Debo admitir que esta algo fuerte - dijo al mismo tiempo que un eructó salía de su boca - ¡Oh? - Se tapó la boca.

Dio otra pitada a su cigarro y observó la escena nuevamente, - Pediré más cerveza - dijo mientras hacía un esfuerzo por concentrarse, quizá el método del pensamiento volvía a funcionar, -Más cerveza, otrooo barrilll...porfavorrr- se decía así mismo y fruncía el seño. Acto seguido, tras unos segundos, otro barril aparecía desde las profundidades. Illya festejo su increíble habilidad y se dispuso a abrirlo.

- ¡Que va! si ya estamos muertos ¿no? dejemos que los muchachos se diviertan... - exclamó, ¿producto de la embriaguez? O quizá simplemente se había resignado a tan extraño lugar. Siguió sonriendo y bebiendo del barril sin demasiado problema. - Aunque pensándolo bien, me gustaría quedarme un poco más - murmuró. ¿ Que otras sorpresas escondería tan alucinante lugar?}

- ¡Hey! ¿ y ese panda? - lo miró desde la distancia sorprendido, nuevamente Illyasbabel caía resignado ante tanta extrañeza, nada que el alcohol no pueda solucionar. Continuo relajándose y mirando el cielo, buscando respuestas del suceso anterior, que poco a poco se desvanecían en su mente, todo era extraño, con el pasar del tiempo sus pensamientos se hacían borrosos, inclusive a tal punto de olvidar que había hecho antes de estar allí, no había respuesta certera más que sus propias y vagas ideas.
#57
Airgid Vanaidiam
Metalhead
El tiburón no solo la absolvió de toda culpa, perdonándola por haberle disparado anteriormente, si no que además, ¿imitó su acento? Airgid no sabía si había sido a propósito, como para burlarse de ella, o si había sido fruto de escucharla tanto que se le había acabado pegando un poco, pues no sería la primera vez que le pasa. Se echó una carcajada que los bichitos amarillos correspondieron también, como si ver a aquel gyojin hablar así les hubiera hecho muchísima gracia, o quizás solo por acompañar a su madre. — ¡Ahí, ahí! Résale al Norfeo, a vé ji no' saca daquí. — Con su bendición, se vio capaz de poder disfrutar de la bebida que el alado había accedido a compartir con ella. Le dio un buen trago directamente del barril, ignorando su advertencia acerca de la dureza del alcohol. La mujer tenía buen aguante, además, todo era un sueño, ¿no? No es como que pudiera pasarle algo malo de verdad por beber demasiado. — Grasia, colega, ta' riquísima. — Quizás ese "Dios" no era tan malo, les había dado un lago precioso, un poco de bebida, compañía rara pero agradable... y unas mini personitas amarillas muy graciosas.

Hablando de los seres amarillos, el pelirrojo puntiagudo se acercó a ella y le entregó el tercer y último bichito, reuniéndolo en un bonito reencuentro con sus hermanos. — ¡Oleeee! — Exclamó ella, viendo aquella escena tan graciosa y adorable. Con solo pensarlo, del interior del lago salieron a la superficie tres flotadores del tamaño de los minions que se colocaron perfectamente alrededor de sus cuerpecitos. Ya no necesitarían a su mamá para seguir a flote, pero aún así el vínculo que les unía era tal que se negaban a nadar demasiado lejos de ella y su aura protectora. Entonces cayó en que aún no les había puesto nombre, qué madre más desconsiderada. — Tú te va a llamá Carlito. — Le dijo al de un solo ojo. — Tú Manolo. — Nombró al mas alto de los tres. — Y tú Benito. — Finalizó con el más pequeñín. Los tres parecían contentísimos con sus nuevos nombres, y comenzaron a jugar entre ellos, salpicándose con el agua. Pero el pelirrojo no se quedó ahí, si no que insinuó que ya que ella le había pedido a Asradi que se despelotase, la rubia debería seguir el mismo ejemplo. Frunció el ceño ligeramente, aquí el que no corre vuela, ¿eh? — ¿Qué ejemplo taría dándole a mi niño' si me despeloto aquín medio? Anda tira pa'llá. — Dijo sin sentirse realmente ofendida, más bien divertida.

Lo que no se esperaba es que Asradi se tomase sus palabras de forma tan literal. Le había ofrecido al pelimorado enseñarte las tetas a cambio de sus canicas. ¿No se había dado cuenta de que se estaba refiriendo a sus...? — ¡Enseña a las nenas! ¡Las tetas, las domingas, las ubres, las tetorras, las bufas, los melones, las pechugas, las gemelas, las perolas! — Comenzó a animar a su compañera, gritando formas coloquiales a las que referirse alos "pechos", y podría seguir así durante horas, siendo sincera. Definitivamente aún le quedaban muchas cosas por conocer de Asradi, la tenía por una chica mucho más modosita y vergonzosa, jamás apostaría a que fuera capaz de hacer un movimiento como ese. Pero todo era un sueño, así que todo perdía la importancia y el significado. ¿Qué más daba? De hecho, empezó a pensar que era una idea de puta madre para reunir canicas. Aún no se le terminaba de olvidar ese deseo inconsciente por conseguir más, por aprovecharse del momento de calma y aparente buen rollo para darle una vuelta al asunto y tratar de robar las canicas a todo quisqui, pero... había ofrecido sus metralletas a Norfeo. Estaba desarmada completamente.

Entonces, como si realmente aquellas ofrendas hubieran servido para algo, uno a uno, los miembros de aquel variopinto grupo fueron recibiendo bendiciones, a cada cual más extraña y maravillosa. El primero en ser envuelto con su halo fue el pelirrojo, siguiendo por nada más y nada menos que CARLITOS, ¡uno de sus hijos! Norfeo había interpretado que fue el profeta quién lo había ofrecido en el lago, y el aspecto de Carlitos comenzó a cambiar de repente, volviéndose mucho más grande, con la piel agrietada, como si fuera una roca. Por suerte el flotador aguantó y no se vio arrastrado al fondo del lago. — ¡Carlito! — Gritó Airgid, preocupada por su hijo, pero en ese momento se dio cuenta de que ya había dejado de ser su hijo. Ahora estaba bajo el control del profeta, hacia el cual nadó rápidamente, alejándose del abrazo maternal de la rubia. Una furtiva lagrimilla se le escapó por el rabillo del ojo. — E pajarillo abandona er nío... — Qué rápido se independizaban, qué rápido ignoraban a su madre. También cambió el tiburón, su aspecto se volvió más temible, y cuando pensó que todo había acabado, un nuevo arma apareció ante sus ojos. Era un exquisito rifle, con detallitos de color dorado y en unas condiciones perfectas. Alrededor de su cabeza, Norfeo colocó una corona de laurel bañada en oro, y por si fuera poco, Airgid de repente se sintió más... fuerte, más poderosa, más rápida, más enérgica. Más potente.

Norfeo existía, y no solo sus dudas se despejaron, si no que sintió que había sido elegida, bendecida. Sintió que le estaba mandando un mensaje, "toma este arma, este poder, y acaba con todos en mi nombre". — Así se hará. — Pronunció con una extraña perfección. Entonces la mujer apuró el nado, saliendo del agua acompañada por los dos hijos que aún no se habían desprendido de su madre. — ¡NORFEO, OH, NORFEO! ¡He entendío' tu mensaje! ¡Haré cumplí tu voluntá', mal rayo me caiga ji digo mentira'! — Empuñó su nuevo rifle, nunca se había sentido tan completa, tan llena de vida. Sabía que el viento no tardaría en actuar en su contra si estaba fuera del agua, pero no le importaba. ¿Norfeo quería canicas? ¿Quería ofrendas? Las tendría. Eso sí, Airgid no planeaba atacar a sus compañeros bendecidos, pues esa no era la gracia de Norfeo, todos ellos peleaban en su nombre y enfrentarse entre ellos sería una ofensa. — ¡¡Tenemo' que í a por lo' infiele' a Norfeo! ¿Quién je viene conmigo? — Desconocía si el resto de sus compis compartirían opinión con ella, pero desde luego, la rubia lo tenía clarinete.

OFF
#58
Yoshi
Yoshi
El muchacho le había entregado el último hombrecito amarillo a la rubia para que los tres estuvieran juntos, festejaron reencontrarse y la rubia les dió nombres bastante divertidos después de ponerlos en unos frotadores. Yoshiro estaba interesado con la idea de que todos se quitarán la ropa, así que le mencionó a la rubia que debía hacerlo, la chica se negó a quitarse las prendas pero eso no evitó que los hombrecitos se quitaran sus ropas y festejaran por la divertida idea de Byron que Yoshiro había seguido.

Oh, si, hablando de Byron y desnudos, la sirena se acercó a él proponiendo quitarse su ropa en cambio de las canicas que él poseía así que rápidamente la rubia empezó a pedirle que mostrara sus melones. Los sujetos amarillos se miraron interesados por esa palabra-¿Melon? Papaya-y así empezaron a corear ¡Papaya, papaya, papaya! 

¡Papaya, papaya, papaya!-Yoshiro le divertía su cantico así que se unió a ellos. Por alguna razón a todos les apareció una papaya al frente... Parecía que Norfeo era alguien bondadoso.
Musica de evolución

Hablando de ser bondadoso... Yoshiro de pronto sintió una extraña energía brotando desde cada uno de sus poros. De pronto su piel empezó a endurecerse, chisporroteando mientras empezaba a cambiar su apariencia, Yoshiro poco a poco empezó a obtener una nueva apariencia donde cada arte de su cuerpo se endurecía a un nivel un tanto grotesco, sus dedos ahora parecían garras, sus dientes eran mucho más afilados y puntiagudos, su cabello parecía haberse endurecido también y sus ojos también adquirieron un cambio quebradizo.
Piel Tosca
U33001
ÚNICA
Pasiva
Tier 1
2/8/2024
La piel del usuario es tosca al contacto y aunque caricias suaves no provocarían daños a quienes los toquen si podría hacerle daño a quien intentara golpearlos al cortarse ligeramente. Esto causa que el daño final causado por un golpe o técnica de Cuerpo a Cuerpo aumentara un +5 de Daño. Y siempre que el usuario reciba un daño de una ofensiva Cuerpo a Cuerpo, el agresor sufrirá 5 de [Daño Verdadero]

¡GRRRRAAAAAAAAHH!-el mitad tiburón pegó un grito de emoción al sentir su cuerpo evolucionado con una fuerza y energía que parecía haber roto todos sus límites.

El siguiente en evolucionar sería Carlitos, el hombrecito amarillo que Yoshiro le había entregado a la rubia, al igual que el muchacho su cuerpo creció y se endureció hasta parecer una mole pero a diferencia de Yoshiro, cuando evolucionó pareció perder su mente ya que en vez de seguir al lado de la rubia y sus hermanos se apuró a ir junto al loco "profeta"

Una voz en la cabeza de Yoshiro le hablaba, lo halagaba, le decía que era fuerte y ahora el Karate Gyojin sería su forma de comunicarse, obviamente insinuando que debía luchar contra todo aquel. 

El siguiente en evolucionar sería aquel tiburón que se había ofrecido en cuerpo y alma al Dios, aquel tiburón también aumentaría su musculatura y ferocidad poseyendo ahora un ropaje primitivo. El resto de personas dentro del lago serían coronadas y bendecidas con una energía extrema y un arma dorada.

¡AJAJAJAJA! ¡QUE PODER!-Yoshiro se sentía tan lleno de energía que le gritó al cielo en agradecimiento a su Dios. Lo raro fue que Byron desapareció ante los ojos de todos y en su lugar apareció un niño bien feo que olía espantoso.

La rubia había salido del agua y ofreció a sus compañeros matar a todos aquellos que no estuvieran bendecidos por su amable Dios así que Yoshiro aceptó la idea, se hundió en el lago y salió nadando a por el niño feo, su idea era simplemente hacer lo mismo que un tiburón blanco. Subir rápidamente y morderlo, elevarlo en su gran salto y estrellarlo contra el agua para ver si podía comerselo.
Unami
kgy602
GYOJIN KARATE
Utilidad Mantenida
Tier 6
1/11/2024
64
Costo de Energía
46
Costo de Energía por Turno
3
Enfriamiento
Siempre que el usuario se encuentre bajo el agua puede aprovechar su gran fuerza para impulsarse con mayor [Agilidad] y golpear más fuerte. Si estuviera bajo la lluvia o en un entorno que el agua le cubra medio cuerpo puede obtener la mitad de los efectos por la mitad de la energía.
+10 [Agilidad] y +85 de [Daño]
Resumen

nuevas stats
#59
Octojin
El terror blanco
Personaje

Sumergido en el agua tintada de su propia sangre, Octojin sentía cómo la pesadez de su cuerpo empezaba a aligerarse. Cada gota que desprendía se mezclaba con el agua clara del lago, creando un efecto carmesí que se expandía a su alrededor. Los ojos del gyojin, cargados de una devoción ferviente, no se apartaban del cielo, como esperando un signo. Un signo de aquello que empezaba a adorar hasta tal punto que nada le importaba más.
 
Entonces, sin previo aviso, un fulgor deslumbrante iluminó el espacio sobre el lago, y una voz profunda y resonante llenó el aire, proclamando a Octojin como el máximo adepto de los Norfeicos. Desde las profundidades del agua, se elevó una canica, brillante y pulsante con un resplandor rojo intermitente que hacía ver que era algo importante. Al tomarla en sus manos, la luz se intensificó, tocando cada escama, cada parte de su ser, imbuyéndolo de un poder desconocido. Con reverencia y un impulso instintivo, Octojin llevó la canica a su boca y la consumió, como ya había hecho con la anterior, creyendo que era una ofrenda divina que no podía rechazar.
 
La luz aún envolvía al tiburón de tal manera que era incapaz de ver nada más. No tenía ni idea si desde fuera podrían verle, pero lo que era seguro es que la multitud formada por aquellos que habían sido testigos de su sacrificio y su devoción, estarían atentos de lo que allí pasase, aunque quizá la luz no ayudase a que viesen nada. Octojin ascendió un par de metros, como si estuviese flotando en el aire, y con él lo hizo la luz que irradiaba su aura. Y, de repente, la luz empezó a desbanecerse y el tiburón cayó al agua. Desde allí, salió a la superficie con una corona de laurel de oro resplandeciendo en su cabeza como símbolo de su nueva investidura, se sintió transformado, no solo espiritualmente sino físicamente.
 
Y es que, su mandíbula lucía imponente llena de dientes afilados como cuchillas, capaces de desgarrar la carne más dura con facilidad. Los ojos, oscuros y penetrantes, miraban desde los costados de su cabeza, observando todo lo que se movía a su alrededor. Cada mirada suya parecía contener la furia de las tormentas y la calma profunda de los abismos.
 
Sus músculos poderosos se movían bajo una piel azulada y lisa, que recordaba a las criaturas más letales del océano. Sus brazos, fuertes y terminados en garras, serían capaces de destrozar a sus enemigos con suma facilidad. Cada garra era larga y afilada, un recordatorio de que, pese al cambio, sus cualidades de depredador se mantenían intactas.
Pero aquel cambio también incluía una serie de ropajes y adornos y podía infundir terror en quienes lo encontraran. Octojin llevaba adornos hechos de los restos de aquellos que Norfeo no había considerados aptos para cumplir su misión. Un collar de huesos colgaba de su cuello, tintineando con cada movimiento que hacía. Sus brazos, envueltos en bandas que parecían estar hechas de corales y algas, mantenían su conexión con los misterios del océano intacta.
Sus piernas, aunque humanas en forma, se transforman en algo más conforme descienden, culminando en una poderosa aleta caudal que le permite moverse con una velocidad y gracia insospechadas en las profundidades.
 
—¡Gracias, Norfeo! ¡Por esta bendición y por la sabiduría que me otorgas! He visto el camino gracias a ti —exclamó Octojin, con una voz que resonó como una nueva autoridad que emanaba de su ser transformado.
 
Al volver a la orilla del lago, la rubia, con su mirada fiera y decidida, le propuso un pacto a todos los allí presentes; ir juntos contra aquellos que se atrevieran a desafiar o blasfemar contra Norfeo. Octojin, con el fervor de un converso y la lealtad de un guardián celestial, aceptó sin dudar. Se autoproclamó la voz terrenal de Norfeo, el defensor de su fe y su voluntad.
 
—Desde este momento, no permitiré que ninguna voz hereje mancille el nombre de Norfeo. Aquellos que osen desafiar su magnificencia, encontrarán en mí a su juez y verdugo. —Su declaración fue firme, y su tono, inquebrantable.
 
De momento, la rubia y él formarían un frente unido, defendiendo la causa de Norfeo contra cualquier blasfemia o desafío. Seguramente alguien más se uniese, pero en cualquier caso, eso no importaba. Daba igual si eran dos o veinte, el fin era el mismo, y estaba seguro de que lo acabarían cumpliendo con la voluntad de Norfeo.
 
El gyojin, ahora un ser de estatus casi divino, caminó junto a la rubia con su corona centelleante en la luz del día que empezaba a caer. Su figura, imponente y transformada, era un faro para los fieles y una advertencia para los detractores. Octojin sabía que su camino no sería fácil, que desafíos y tentaciones surgirían, pero con Norfeo como su guía y su nueva aliada a su lado, se sentía invencible.
 
Mientras avanzaban, el eco de sus palabras de bendición resonaba entre los árboles y las aguas, un mantra de devoción y protección que sellaba su compromiso no solo con un dios, sino con un destino que había aceptado plenamente. La isla, con sus misterios y tribulaciones, era ahora el escenario de una nueva era para Octojin, una era de poder, fe y conquista espiritual.
 
—Sólo lo diré una vez —exclamó ante todos los presentes—. Quien dude de nuestro venerado Norfeo, que hable ahora o lo callaré para siempre —sentenció, tornando su mirada en una acusadora con cada miembro allí presente.
 
Resumen

Aspecto actual Octojin

 
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#60


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