¿Sabías que…?
... Robin y Ussop son los encargados de cortarles el pelo a su tripulación, ya que después de todo, es algo que alguien debe hacer.
[Común] [C-Pasado] El Halcón y el Cuervo.
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
La mente del bribón de ojos dorados estaba ligeramente nublada por el alcohol que corría por su sangre, una sensación que normalmente no le afectaba tanto. Sin embargo, tras haber pasado gran parte del día escapando de la marina, el agotamiento físico lo había llevado rápidamente al borde preciso en el que su lado más seductor se desataba, mostrándose descarado y directo, una actitud que solo se detenía frente a un no rotundo. El rubio frente a él era guapo, con una actitud apática y distante, casi inalcanzable. Sin embargo, Ubben veía más allá de esa fachada frágil, pues él mismo proyectaba constantemente una barrera similar. Aunque el bribón de cabellos blancos no se consideraba gay ni bisexual, no sentía atracción romántica hacia los hombres, en el ámbito sexual era completamente abierto. Gavyn le resultaba atractivo, pero eso era solo un factor secundario en toda la situación. El verdadero motivo por el que se le había acercado era más sencillo y, a la vez, más profundo.

Aquel rubio, con alas blancas como la nieve y ojos atrapantes como el ámbar, había capturado su atención desde antes. Ubben lo había visto y escuchado durante el día, cuando, en su huida de la marina, se coló sin ser visto en el barco donde Gavyn cumplía funciones de navegante. Había oído la discusión entre el rubio y el capitán mientras se ocultaba en el pasillo, fingiendo limpiar. El hecho de que Gavyn fuese navegante ya lo hacía interesante para Ubben, ya que él mismo se consideraba uno y siempre buscaba conocer las experiencias y perspectivas de otros en su profesión, con el fin de mejorar en su propio oficio. Además, el segundo punto a favor del Solarian de labios suaves era su actitud; tenía la determinación de exigir lo que le correspondía y la capacidad de argumentar de manera sólida y sagaz, una combinación que podía ser tan útil como problemática.

El rubio había dejado caer comentarios interesantes antes de que ambos se decidieran a cruzar la posada y subir al techo desde la ventana de la habitación de Ubben en el segundo piso. Sin embargo, el bribón de ojos dorados se mordió la lengua, esperando estar completamente solos para responder. Recostado sobre el techo, la figura del lunarian y sus angelicales alas extendidas en vuelo, iluminadas por la luna amarilla que se alzaba tras él, resultaba tan imponente que un escalofrío recorrió la espalda de Ubben, desde la nuca hasta la base. –Los que dicen que es demasiado grande, probablemente no saben con qué pueden llenarla– dijo, mirando directamente a los ojos del rubio con una expresión completamente lasciva, tan intensa que, si esos ojos pudieran hablar, solo habrían dejado escapar ahogados gemidos. Al escuchar que aquella boca que tantos problemas le causaba lo había llevado a un buen lugar, el peliblanco, completamente inmerso en el ambiente de seducción y en el juego de poder que ambos mantenían, no pudo más que sonreír, compartiendo el mismo pensamiento. –En eso concuerdo, nuestras bocas nos trajeron a un buen lugar, y espero nos lleven a uno mejor incluso.– dijo, observando cómo el rubio se recostaba sobre su lado derecho.

Ubben se acercó un poco más, el calor corporal era siempre bienvenido durante la noche, y en este caso, deseado. Las palabras que Gavyn dejó escapar de su boca fueron curiosas, ambos sabían que inicialmente todo había sido un juego, pero también era evidente que la multitud estorbaba, y que las estrellas y la luna eran una compañía mucho mejor y menos ruidosa. La burda imitación de su voz fue algo que le resultó divertido. –No– dijo tajante, rodando hacia su lado izquierdo para quedar frente al pecho del rubio ángel. Inclinó su rostro hacia arriba, enfocando sus ojos en los labios de Gavyn. –Simplemente quería un poco de privacidad y una buena vista– añadió, imitando la voz del rubio de la misma manera en que él lo había hecho segundos antes. Luego, subió un poco más, quedando cara a cara con el rubio y, mirándolo a los ojos, le dio un beso corto y fugaz antes de preguntar, con una voz cargada de curiosidad genuina, –Dime... esos jugueteos con tus plumas y alas, ¿son solo para pavonearte, una especie de baile de apareamiento? ¿O estabas comunicando algo más?– Sabía que su pregunta podía resultar incómoda, incluso insultante, pero no podía evitarlo.

Volvió a recostarse sobre su espalda, contemplando la luna y las estrellas. Quería disfrutar de la noche junto al rubio, pero tampoco deseaba pasarla toda en un constante tira y afloja. Así que decidió dar el primer paso, mientras decía con naturalidad, –¿Hace cuánto te dedicas a navegar?– Giró su rostro, fijando su mirada en los labios del rubio y rápidamente aclaró, –Estaba en el barco cuando discutías con el capitán, yo también soy navegante... No imagines nada raro, solo lo escuché de casualidad.– Consciente de que el rubio podría entrar en pánico si no hacía alguna aclaración, intentó calmarlo, ya que se parecían bastante y el escurridizo bribón de ojos dorados y cabellos blancos habría reaccionado de la misma manera si alguien aparecido de la nada le hacía una pregunta directamente relacionada con su profesión. –Yo llevo casi doce años navegando– comentó, abriendo un poco sobre sí mismo, para luego cambiar el tema durante un segundo, –¿Y si en lugar de hacerte recordar mi nombre, como mencionaste abajo, te hago recordar mi sabor?– finalizó con una mirada lujuriosa, esperando que el rubio diera el siguiente paso. Definitivamente, deseaba otro beso.
#11
Gavyn Peregrino
Horus il Tessitore
La comodidad es algo que no encuentro con muchas personas, de hecho, estaba más a gusto solo que acompañado, pero, en escasas ocasiones, podía sentir a algo de confort con otros que se acercaban para hablar conmigo, o a los que me acercaba por iniciativa propia, cuando me sentía lo suficientemente seguro o tranquilo para hacerlo, pero, como dije, la mayor parte del tiempo estaba dentro de mis planes no pasar demasiado tiempo con nadie, inclusive si me agradaban. Estaba cerrado a los vínculos, las relaciones, cuando los establecía la debilidad se filtraba en mis huesos, los recuerdos en mi mente, tal como el agua a través de las grietas, la cual busca una salida por alguna parte, por decirlo de algún modo sencillo. Porque una relación de cualquier tipo implica sentimientos fuertes por las personas, querer velar por su bienestar, y yo no deseaba estar atado a ese tipo de responsabilidad, hace tiempo había perdido el deseo de dejar al descubierto ese tipo de vulnerabilidades. Si estaba solo entonces…

Detuve ese tren de pensamiento, observando a Ubben con detenimiento, estudiando sus expresiones, sus gestos, sus palabras, el tono de su voz, recordándome, que por mucho que me sintiera cómodo con él, seguía siendo un desconocido que estaba buscando algo, que tenía interés en mí por algún motivo que, obviamente, no sacaría a la luz tan fácilmente, aunque… Tampoco había preguntado, pero, hasta ahora, las pocas preguntas que elaboré no fueron contestadas por él, sino que las había acabado deduciendo en algún punto. Aunque habíamos estado jugando este juego, yendo y viniendo, como un partido de ping pong, sin detenernos demasiado, brindábamos información rápidamente y continuamos con la contienda. Era divertido, sinceramente, quería que me siguieran el ritmo, algo me decía que Ubben también.

Fruncí los labios, evitando reírme, porque no esperaba esa contestación, también sentía que un sonrojo podría abrirse paso en mi rostro, y solo “podría” porque, después de amasar suficiente experiencia en contra de mi voluntad, había aprendido a habituarme a esos comentarios. Esos ojos provocaban que me estremezca en mi lugar, había mucha lujuria concentrada en ellos, demasiado deseo, demasiada sensualidad, tanto que la ropa se volvió algo ajustada cuando me recosté a su lado. Sabiendo que la negación solo lleva a tener más pensamientos problemáticos, fui franco, al ser deseados, los elogios me agradaban, por eso no pude evitar resoplar, desviando la mirada hacia el material del techo antes de mirar al bribón con una ceja en alto.

. – Oh vaya, y me imagino que tu sabrás con qué llenarla, o tendrás en mente con que quieres llenarla. –Entorné los ojos brevemente, sonriendo de lado mientras tamborileaba los dedos encima del techo– Quizás… Quizás quieras darme tu… –Me incliné ligeramente más cerca de él, rozando sus labios– ¿Pollo?

Me aparté suavemente, dibujando esta vez una sonrisa juguetona mientras lo miraba con una calma de la que realmente no disponía interiormente, porque, si iba a ser sincero conmigo mismo, entonces lo sería al cien por cien, y lo cierto es que jugar de esta forma era peligroso, el peligro me gusta, pero zambullirse sin ningún seguro era suicida y, si hay algo por lo que no me caracterizo es por ser tonto.

A fin de cuentas mastico vidrio, pero no me lo trago.

. – ¿Y esperas que la tuya te lleve al sol? Esa es una apuesta grande, una moneda tiene dos caras, pero eso no significa que sean iguales, o que quieras ver que hay al otro lado.

Alcé ligeramente el ala, proyectando una sombra sobre mi rostro, los iris ámbar se volvieron planos por un momento, sin el brillo que hace unos segundos los caracterizaba, sabía que no estaba seguro de querer ver mucho más adentro ¿O quizás sí? Y yo no quería que se adentrara más, lo mantuve fuera con soltura y estiraría esa capacidad del mismo modo que se estiraba el caramelo… Aun así, la expresión se disolvió en segundos y moví a un lado el ala, parpadeando rápidamente, como si la oscuridad del ala me hubiese molestado a la hora de verlo. El ruede y la atención sobre mis labios me distrajo lo suficiente para observar los suyos, correspondí al beso fugaz, probando su sabor por un momento. Quería sujetarlo y atraerlo para que deje de juguetear, pero era consciente de que era lo que él quería, y no estaba en pie de darle el placer.

Estiré mi mano hacia su chaleco para acomodar las solapas lentamente, alisando con suavidad la tela. Me reí abiertamente ante la imitación de mi voz, moviendo mi meñique hacia los botones de su camisa para jugar con ellos sutilmente, sin rozar la piel del hombre a mi lado.

. – Aunque el techo puede ser un lugar bastante público, pero las vistas sin duda compensan eso.

Mis pupilas adelgazaron por un momento mientras lo observaba, sin dejar de mover mis dedos tentativamente.

. – Para alguien que tiene muchas dudas acerca del comportamiento no verbal, no respondes mucho acerca de ti ¿Hm? –Arrojé la manta que traje sobre él cuando se recostó sobre su espalda– Deberías leer más acerca de las aves, aunque no soy una. Quizás si hubiese más información sobre los solarian o los skypean.

Las pistas, ahora mismo, eran suficientes para satisfacer su curiosidad, sino daba nada a cambio no podría presionar por más, al menos desde mi perspectiva, estaba seguro que tenía muchas manos para jugar y sorprenderme. De por sí me sorprendía que supiera, relativamente, que el movimiento de las alas, lo esponjosas que se debían, en esta situación, fueran una demostración, una señal de apareamiento, especialmente entre las aves. Que luciera mis plumas como un pájaro exótico y colorido me avergonzaba lo suficiente como para evitar, sobre mi tumba, que lo supiera a corto plazo.

Parpadeé lentamente antes de fruncir profundamente el ceño, no tener mi chaqueta cerca significaba que las armas se habían quedado dentro, una tontería, pero lo cierto es que esperaba no cruzarme con nadie mientras comía. Craso error. Antes de que pudiera reaccionar para saltar sobre él y estrangularlo genuinamente, escuchar que se había colado en el barco hizo que mis músculos se relajaran significativamente, no me había dado cuenta de que los había tensado. Que trate de suavizar las cosas mencionando el tiempo que llevaba navegando ayudó apenas, aún tenía preguntas en mente que deseaba hacerle, aunque algunas eran simplemente por confirmación. Esta vez las distracciones no fueron tan efectivas, sus ojos en mis labios, el tono y la mirada lasciva, si, me atraían, pero era un hombre con una misión también. Al igual que él.

. – Llevo navegando la mitad de tiempo que tú, desde los diecinueve, tengo veinticinco. Se nota que tienes experiencia… –Esta vez mi parpadeo fue más lento de forma deliberada, mis labios apenas se crisparon– ¿Estar tanto tiempo navegando te dio habilidades de escape? ¿O escalar edificios es lo que haces en tu tiempo libre?

Levanté mi ala lentamente, rozando su lateral, solo para dejar que las plumas se arrastren sobre su torso.

. – ¿Quieres que lo recuerde? ¿Puedes hacer que lo recuerde? Son palabras mayores ¿No crees?
#12
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Ubben lamió sus labios, su lengua apenas rozando la superficie mientras absorbía cada una de las provocativas palabras que el rubio soltaba con un tono entre juguetón y desafiante. Había algo en la forma en que Gavyn hablaba, en esa cadencia segura y seductora, que encendía algo profundo en el bribón de ojos dorados. Un fuego lento y ardiente que quemaba en sus entrañas, un hambre voraz que no se podía saciar con palabras simples. No era solo lo que Gavyn decía, sino cómo lo decía; la promesa implícita de algo más, algo prohibido y tentador. Ubben se sintió atrapado en el magnetismo lascivo que destilaban las palabras del rubio, como si estuviera hipnotizado por ese juego de atracción y repulsión.

Tengo un par de ideas de cosas con las que me gustaría llenarla... pero no puedo adelantarte mucho... le quitaría diversión a la sorpresa, ¿no crees?— murmuró Ubben con una voz cargada de lujuria, cada palabra impregnada de un deseo tan palpable que casi se podía tocar en el aire que los rodeaba. Cuando Gavyn se acercó, Ubben sintió el roce de sus labios, un toque tan ligero como una pluma, pero que electrificó su piel al instante. Sin pensarlo, sin poder evitarlo, mordió suavemente esos labios, probando su sabor, deleitándose en la sensación de ese breve contacto. Una chispa de placer recorrió su cuerpo, provocando una sonrisa juguetona en sus labios mientras se apartaba ligeramente, manteniendo su mirada fija en los ojos del rubio. Esa sonrisa no era solo una simple curvatura de los labios; era una promesa, un desafío, una declaración de intenciones. Una parte de él, una parte más oscura y profunda, quería devorarlo por completo, perderse en el calor de su cuerpo y olvidarse de todo lo demás. Las palabras de Gavyn eran como un dulce veneno, deslizándose suavemente en su mente, despertando una curiosidad insaciable en el peliblanco, una necesidad de descubrir más, de saber más, de experimentar más.

Cuando vio cómo Gavyn utilizaba su ala blanca para proyectar sombra sobre su rostro, un brillo de comprensión pasó por los ojos dorados de Ubben. Ya no se trataba solo de un simple juego de coqueteo. No, esto era algo más, algo mucho más profundo. Un tira y afloja de voluntades, una lucha por el control que ambos estaban dispuestos a ganar. Pero Ubben sabía que, en ese momento, el rubio ya estaba a su merced. Por más que intentara esconder quién era o quién creía ser, Ubben veía a través de su fachada. Todo era parte del juego, un juego que el peliblanco estaba decidido a ganar.

Las manos de Gavyn se acercaron a la ropa de Ubben, y el peliblanco, sin apartar la mirada de los ojos del contrario, le permitió acomodarlas y juguetear con ellas. El contacto, aunque ligero, envió una corriente de anticipación por su espina dorsal, haciendo que sus músculos se tensaran ligeramente bajo la tela de su ropa. Ubben sabía que cada movimiento, cada gesto, era una provocación, una invitación a seguir adelante, a explorar los límites de lo que estaba permitido. —Puede serlo, sí. Pero si nos cubres con tus alas, no habrá testigo alguno— dijo, su voz un susurro seductor que se mezclaba con el viento suave que soplaba alrededor de ellos. Atrajo a Gavyn hacia él, sus manos sujetando firmemente la ropa del rubio, y lo acercó más, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo contra el suyo. —¿No es el mismo juego que estás jugando tú, acaso?— La pregunta era retórica, claro, pero Ubben no pudo evitar la sonrisa altanera que se formó en sus labios. Gavyn estaba jugando el mismo juego que él, un juego de secretos y mentiras, de seducción y manipulación. Y Ubben no podía evitar sentirse atraído por eso. Había algo en esa resistencia, en ese desafío constante, que hacía que su sangre hirviera de emoción.

Si tienes un buen libro que recomendarme, lo agradecería. Aunque si se trata de leer, prefiero hacerlo en braille...— continuó, su tono lleno de insinuaciones mientras llevaba sus manos directamente a la cara de Gavyn, acariciando suavemente sus facciones con un toque que era a la vez suave y posesivo. Sentía que la resistencia de Gavyn a sus avances comenzaba a desvanecerse, pero al mismo tiempo, esa resistencia era lo que lo mantenía interesado. Ubben no podía evitar sentirse intrigado por el misterio que rodeaba al rubio, por la forma en que parecía querer mantener el control, a pesar de que claramente ya no lo tenía. Era un juego peligroso, uno que podía terminar en cualquier momento, pero Ubben estaba dispuesto a jugarlo hasta el final.

Cuando Gavyn mencionó su edad, una chispa de sorpresa pasó por los ojos de Ubben. El rubio era más joven de lo que había pensado, un hecho que lo hizo sonreír con una mezcla de diversión y desafío. —Yo navego desde los diecisiete... y tengo veintinueve... eres un polluelo aún, ¿no?— bromeó, disfrutando de la ligera ventaja que su experiencia le daba. Pero antes de que pudiera profundizar más en la conversación, Gavyn soltó otra pregunta afilada, una que hizo que el ego de Ubben se disparara. El peliblanco lo miró, su expresión cambiando sutilmente a una de seriedad mezclada con deseo. Podía sentir el peso de las palabras de Gavyn, la carga de la verdad que escondían, y decidió que era el momento de ser honesto, de abrirse un poco más.

¿Me permites un momento de honestidad?— dijo, su voz baja y grave mientras empujaba suavemente el hombro de Gavyn para montarse sobre él. Ubben se sentó a la altura de la pelvis del rubio, sus movimientos lentos y deliberados mientras sus caderas se movían de forma casi involuntaria, frotándose contra Gavyn con una desesperación apenas contenida. El contacto, a pesar de que ambos estaban completamente vestidos, era increíblemente estimulante, enviando ondas de placer por su cuerpo mientras se inclinaba hacia adelante, apoyando sus manos en el tejado a los lados de la cabeza de Gavyn.

Sí, quiero que me recuerdes— dijo, su voz firme y decidida, pero cargada de una emoción cruda que apenas podía controlar. Una sonrisa apareció en sus labios, un rubor subiendo a sus mejillas mientras continuaba moviéndose sobre Gavyn, cada roce enviando nuevas olas de placer por su cuerpo. —Y sé que no me olvidarás... será imposible para ti olvidarte de mí...— Se inclinó hacia adelante, capturando los labios de Gavyn en un beso hambriento, devorándolo con una pasión que no podía contener. Se separó por un breve segundo, su respiración pesada mientras hablaba de nuevo.

¿Sabes por qué no podrás olvidarte de mí?— preguntó, su tono burlón mientras llevaba su mano derecha frente a su propio rostro, deslizándola lentamente desde su frente hasta su mentón. A medida que su mano se movía, Ubben cambió su expresión, su rostro transformándose de uno de lujuria a uno de pura determinación. Sus ojos dorados brillaban con una intensidad feroz, una chispa peligrosa que no se podía ignorar, y su sonrisa se volvió oscura, un reflejo de la naturaleza depredadora que escondía debajo de su fachada juguetona. —No podrás olvidarme porque sabes que desde el primer momento estuviste en mi juego... pero me subestimaste, pensando que esto era un tira y afloja, cuando el único que realmente reveló cosas de sí fuiste tú. Hasta subiste desarmado al techo, ¿no?— dijo luego de frotarse contra él y no haber sentido nada extraño en su cuerpo, con una expresión de estar divertiendose y acercándose al oído de Gavyn y mordiendo suavemente su lóbulo, sus palabras apenas un susurro contra su piel. —¿O acaso creíste eso de tener miedo a encontrarme?
Una risa descarada escapó de sus labios, sus ojos brillando con un malicioso deleite mientras hablaba.

Navegar no me dio habilidades de escape, mi esponjoso pavo real... Me dio la habilidad de llevar a mis presas hasta mi trampa haciéndoles creer que tenían el control de la situación... y aprendí a escalar trepándome en aquellos que consideraba útiles... tal como tú lo haces.— Posó su mano sobre el cuello de Gavyn, no de forma amenazante, sino con una suavidad seductora que insinuaba más de lo que decía. Había algo en esa conexión, en ese juego de poder y control, que le resultaba increíblemente intoxicante. Ubben podía sentir el latido del corazón de Gavyn contra su palma, la vida pulsando bajo su piel, y eso solo lo hacía querer más, desear más, necesitar más.

¿No te parece divertido? Somos un podrido reflejo del otro... pero por podridos que estemos, sabemos tan bien para el otro, que la lujuria y el deseo son lo único que importa en este momento.—Ubben dejó escapar esas palabras con una risa entrecortada, disfrutando de la reacción de Gavyn, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía bajo el suyo. A medida que hablaba, Ubben podía notar el efecto que sus palabras tenían sobre Gavyn. Era una mezcla embriagadora de poder y deseo, una combinación peligrosa que siempre lo había atraído hacia el borde de lo que consideraba seguro. Pero con Gavyn, las líneas se difuminaban, y la seguridad era un concepto tan abstracto como el mismo control.

Ubben podía sentir su propio corazón latir con fuerza en su pecho, cada pulsación enviando una descarga de adrenalina por su cuerpo. El peliblanco sabía que estaba jugando con fuego, pero eso era parte del atractivo. Había algo en el peligro, en la posibilidad de ser quemado, que lo hacía sentir más vivo que nunca. —Admítelo, Gavyn— murmuró, su voz ahora más suave, casi un ronroneo mientras se inclinaba para susurrar en su oído. —Te encanta este juego tanto como a mí... te encanta la sensación de no saber qué va a pasar después... porque dentro de todo, tienes claro que si yo hubiese querido hacerte daño, ya lo habría hecho...— El bribón se apartó solo lo suficiente para mirar al rubio a los ojos, sus miradas entrelazadas en un tenso intercambio que parecía durar una eternidad. En ese momento, todo lo demás se desvaneció... el ruido del puerto, el murmullo lejano de las olas, incluso el frío de la noche. Solo quedaban ellos dos, atrapados en un momento intenso que parecía trascender todo lo demás.
#13
Gavyn Peregrino
Horus il Tessitore
Una sonrisa lenta y perezosa llenó mi rostro, me agradaba, realmente me agradaba esa sensación electrizante que sube por mi columna de forma satisfactoria, ser testigo de lo que provocaba en él, aunque fuese tan… Superficial en algunos aspectos y profundo en otros, tan superficial como puede ser el tensar los músculos de una persona, provocar que su sonrisa y sus ojos se cargue con un brillo de lascivia constante, hacer que se estremezca ante las atenciones, los gestos, los ademanes, tan llenos de deseo como sus reacciones. Y tan profundo como generar en otra persona un sentimiento pasional, un subidón de libido, un subidón del… Yo. Hace rato veía en el espejo de sus ojos que queríamos lo mismo, en los muchos sentidos y acepciones de la frase. Que ese roce de labios pecaminoso y travieso no era más que el preludio ¿De qué? Ah, lo cierto es que dispersarme en el placer del momento me resultaba fácil habitualmente, no disponía de un juego previo con tamaña complejidad.

Y tan obvio al mismo tiempo.

Disfruté del rocé en los labios, de las mordidas cuidadosas, se sentía como si estuviera saboreando algo que no debía probar, como una manzana, aunque no estaba seguro de que manzana, y, sin embargo, tampoco sentía que hubiera mucha diferencia entre las manzanas de los cuentos y las manzanas de los textos religiosos, tantas son las que hoy y mañana se van a cruzar, en alguna de ellas debe encontrarse la felicidad ¿No? O un facsímil de la felicidad, pero eso es suficiente para mí, de momento, hasta que decidiera que necesitaba algo permanente, algo… Algo más. Claro que se quedaría en una idea por ahora. Me reí entre dientes de la réplica de Ubben, el hombre realmente sabe lo que quiere y como lo quiere, después de todo está realmente ansioso por conseguir aquello que anhela.

. – Si… Y me gustan las sorpresas. –La comisura de mis labios se crispó.

Contemplé detalladamente su rostro, sonriendo suavemente en respuesta a su expresión y su reacción, la idea de cubrirnos a ambos con mis alas. y la posibilidad de ser descubiertos in fraganti era… Emocionante, debía admitirlo. Nunca lo había intentado, a pesar de mi tendencia a deambular en los techos de las casas para evitar a las multitudes molestas, esquivar perseguidores o solo por el placer de estar más cerca del cielo, no compartía mis estancias en esos lugares con muchas personas, pero el lugar que menos prefería compartir era otro, otro que los que estaban desposeídos de alas no alcanzaban tan fácilmente, e incluso si tenía la oportunidad de elevarlos conmigo, no lo hacía. Había demasiada intimidad en ese acto, y se quedaba como una mera idea. El agarre sobre las solapas de mi chaqueta de aviador era solo un medio para acercarme a él, me dejé hacer, sin deseo de rechazar la cercanía que buscábamos desde hace rato.

. – Hmm, creo que a ti te gustan más las cartas y a mi me atrae más el ajedrez. –Incliné la cabeza a un lado y solté una risa divertida después de la petición– Uno de misterio, que te atrae y te atrapa en las tinieblas de su caso…

Me acomodé contra su cuerpo, disfrutando de la sensación cálida, de la contracción y relajación de los músculos, del jugueteo carnal separado por la tela de la ropa, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo… Permití que lleve las manos a mi rostro, respirando profundamente, la presión de los dedos sobre la piel se sentía extraña, deliberada, casi como si estuviera apreciando un objeto por su hechura, sus acabados, sus filigranas, como la insaciable codicia de un dragón que se regocija en agregar algo a su preciado tesoro. O como una urraca aprisionando algo centelleante en sus garras. Se trataba de un sentimiento extraño, era casi como lo que sentí cuando nos conocimos hace unos minutos, un impulso prácticamente irrefrenable de golpearlo en la cara o de besarlo de forma ávida, voraz.

La sorpresa en su rostro fue honesta y cómica, me preguntaba exactamente ¿Cuántos años creyó que tenía? Habitualmente suelen decirme que parezco más joven de lo que soy, sin embargo, aparentemente, para la percepción de Ubben era un “Polluelo”. Si, la gente tenía la costumbre de decirme que aún estaba dando mis primeros pasos en el mar. Lo cierto es que tenía otra perspectiva sobre el asunto, pero no iba a discutir sobre mi juventud con un tipo que ni siquiera me dobla la edad, quizás la experiencia, pero no la edad.

. – Bueno, más sabe el diablo por diablo que por viejo. Aunque si eres de esos que piensan que no se le puede enseñar trucos a un perro viejo, supongo que se ajustará a ti, si la bota te queda.

No podría ver claramente su reacción, porque la repentina seriedad en su rostro atrajo mi atención, no tenía un buen presentimiento acerca del cambio abrupto, la honestidad… No parecía ser algo que fuese capaz de conceptualizar, al menos no en esta situación, no siendo consciente de que, a pesar del jugueteo, la picardía, las insinuaciones, a pesar del tira y afloja, esto se trataba de un juego que ninguno quería perder, y que el espejo se volvía borroso en estas situaciones. Sin condecirse, el empuje en mi hombro fue esperado, al igual que el peso del moreno en mi regazo, rozaba y presionaba mi ingle de forma descarada, mientras me acomodaba, presionando mis pies sobre el tejado y flexionando las rodillas hasta pegarlas en su espalda, deslizando mi pie junto al lateral libre de su tobillo izquierdo para impulsarme.

. – Adelante, ilumíname.

Pasé la lengua por la parte posterior de mis dientes, arqueando ligeramente la espalda cuando Ubben presionó su pelvis contra la mía, restregándose de forma tortuosa. La fricción estimulante me motivó, hizo que el fuego en mi bajo vientre subiera por todo mi cuerpo, encendiéndose lo suficiente como para mover mis caderas, siguiendo la cadencia del bribón. Sus palabras me atraparon y sus brazos me enjaularon, ah, entonces realmente quería que lo recuerde, las caricias que esa idea prodigaban a su ego, creciente con cada segundo que pasaba, parecían alentarlo a hablar. Sujeté su rostro tan pronto sus labios tocaron los míos, subiendo los dedos a su cabello y derribando sin contemplaciones el tricornio que traía para aferrarme al cabello blanco del cual tiré solo por el deseo de hacerlo y no para apartarlo. Devoré con voracidad sus labios hasta que se separó, solo entonces contuve un sonido de insatisfacción, mirándolo con las pupilas tan dilatadas que podrían engullir mis iris ámbar en una imitación del abismo.

Entrecerré los ojos cuando se llevó una mano a la cara, expectante de ver aquello que quería ver, que no me aterraba, que estaba esperando con ansias desde que lo descubrí, desde que lo vi, desde que mi percepción acerca de este hombre que conocí hace solo unos minutos se esclareció. Relamí mis labios, repasando cada detalle de su expresión cambiante, desde los ojos feroces hasta el brillo de peligro, de amenaza que representaba para mí. Abrí los ojos hasta el límite, asombrado, como un búho que contempla con atención en la noche, esperando que se presente aquello que desea cazar. Permití que deslice su mano en mi cuello, sintiendo mi corazón comenzando a desbocarse, mi respiración entrecortarse, la idea de dejar que alguien esté tan cerca de una parte tan importante de mi cuerpo, sus dedos presionados en mi pulso errático, tan errático como sus emociones, como la vorágine de sentimientos que estaba, no, que estábamos experimentando.

Con su última pregunta separé mis labios temblorosos y… Dibujé una sonrisa ladina, inclinando la cabeza a un lado.

. – Lo admito, te subestimé un poco, adoro el juego tanto como tú, adoro la incertidumbre del ir y venir, de los juegos de palabras, del coqueteo… –Estiré mi mano hacia su rostro, rozando el brazo que me sujetaba el cuello con los dedos, y acaricié su pómulo, el filo de su mandíbula con el dorso de mis dedos– Me encanta poder mirar por tanto tiempo al abismo, y que me devuelva la mirada. Poder probar, saborear y jugar con alguien igual de maltrecho y desagradable como yo.

Bajé las caricias por su brazo hasta el reverso de su mano, delineando las venas, los tendones.

. – Pero ¿Sabes? Creo que si tienes miedo, Ubben. Tienes tanto miedo como yo de que mire profundo dentro de ti y te descubra. Creo que tienes miedo de mirar profundo dentro de mí, dentro de tu reflejo en el espejo, y encontrar algo que te haga perder el control. –Envolví mis dedos en su muñeca de forma lenta y deliberada, haciendo círculos en el interior de esta con mi pulgar– Entonces sí, realmente creo que tienes miedo a encontrarme, porque es más fácil ignorar el reflejo del espejo si no lo tienes delante.

Subí mi otra mano desde su cadera, por su torso, hasta su pecho, presionando uno de sus pezones con una sonrisa juguetona, depredadora, hambrienta. Quería hundir mis garras en su piel, tanto como él deseaba grabar a fuego el recuerdo de esta situación en mi memoria. Sujeté su mano, arrancándola hacia un lado de mi cuello y, en un rápido movimiento apreté el tobillo que tenía atrapado con mi pie y elevé la cadera, rodando hacia un lado para dejarlo debajo de mi. Atrapé su otro brazo al girar, en el momento de desorientación, y los presioné contra el techo, a los lados de su cabeza.

. – Y también pienso que me subestimaste, vamos Ubben ¿De verdad crees que solo porque no tengo armas encima estoy indefenso? –Elevé una ceja emplumada, mis ojos mostraron un fulgor de resolución y lujuria– Si, sabía que estaba dentro del juego desde un principio, igual que tú lo sabías, los dos fuimos y somos conscientes de eso. No subí sin nada solo porque me hayas atraído a una trampa, sino porque tengo suficiente confianza en mí mismo para defenderme y adaptarme a pesar de ello.

Alcé las alas por detrás de mi espalda, estirándolas, ampliándolas, proyectando dos sombras a cada lado del bribón.

. – Además ¿Qué revelé? Nada, lo mismo que tú, mi nombre, mi edad, mis años navegando, mi gusto por el pollo, mi interés por los hombres, mi aprecio por mis plumas, parte de mi personalidad ¿Mi raza? Sabes tanto de mí como yo sé de ti. –Reí entre dientes, inclinándome apenas hacia su cara, sin poder probar aún el sabor de sus labios o el roce de su aliento– Y revelar la verdad de forma honesta, no hace de este juego más que un empate, o un tira y afloja aun sin vencedor.

Me aparté, fijando mis ojos de pupilas delgadas como una aguja e iris de un dorado vibrante como el oro en las perlas gemelas del moreno.

. – Admítelo Ubben, por un momento perdiste, aunque fuese ínfimamente, el control ahí, y esta también es una táctica desesperada por recuperarlo. Pero te encantó de todos modos ¿No?

Bajé el tono de mi voz en un ronroneo similar al que utilizó antes,
#14
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
El bribón de ojos dorados esbozó una sonrisa sutil al sentir la cercanía de Gavyn, cuando este se dejó llevar por el tirón que lo atraía hacia él, con la mano del moreno aferrada a su chaqueta. Había algo en la fluidez con la que el rubio Solarian se movía en este juego de poder y seducción que provocaba una leve fricción en la mente del moreno, una disonancia entre la atracción y el instinto de defensa, pero también despertaba en él una chispa de deseo innegable, ardiente, que lo impulsaba a seguir jugando. Las palabras de Gavyn, sobre su preferencia por el ajedrez y la comparación entre ambos juegos, provocaron una risa ligera en Ubben, un sonido que desprendía más diversión que burla. El rubio jugaba bien, pero él también tenía sus propios trucos, guardados, listos para desplegarse en el momento exacto.

No te lo niego, soy de cartas...— respondió el peliblanco, su tono impregnado de coquetería y sarcasmo, una mezcla peligrosa que flotaba entre la provocación y el desafío —Pero eso no cambia nada; tú prevees y planeas los movimientos, yo sé contar las cartas y planeo cuándo jugarlas... La única diferencia es que siempre tengo varias cartas escondidas bajo las mangas, listas para jugarlas a mi favor cuando menos lo esperas.

Mientras hablaba, sus ojos dorados brillaban con una intensidad hipnótica, reflejando la luz de la luna y dejando entrever una malicia que se deslizaba en su sonrisa. Había una tensión palpable en el aire, una mezcla de competencia y deseo que se manifestaba en cada gesto, en cada palabra. Este tira y afloja con el solarian sacaba a relucir el lado más agresivo de Ubben al coquetear; cada movimiento era una pieza más en el tablero, pero mientras Gavyn lo veía como un juego metódico, el peliblanco lo entendía como una partida donde siempre quedaba una carta secreta por jugar. —Y dime...— continuó el moreno, acercándose aún más, sus labios apenas a unos centímetros de los de Gavyn, hasta que sus respiraciones se mezclasen al respirar —¿Qué harás cuando juegue una de esas cartas que no esperas? Porque, querido, siempre hay más de lo que parece a simple vista.— La provocación estaba ahí, flotando en sus palabras como una promesa de lo que vendría.

Ubben ignoró deliberadamente el comentario de Gavyn sobre que más sabe el diablo por viejo que por diablo; no tenía interés en caer en esas trivialidades, no cuando el fuego entre ellos se intensificaba rápidamente. Ambos tenían mejores armas escondidas, y el peliblanco no pensaba ser el primero en desenfundarlas todas. El rubio lo siguió en el juego cuando le pidió un momento de honestidad, y mientras hablaba, el moreno observaba cada sutil reacción de Gavyn, cada ligero movimiento de su cuerpo. El rubio arqueaba su espalda, presionando sus cuerpos en una danza lenta pero cargada de electricidad, pelvis contra pelvis, un vaivén que parecía diseñado para torturar y provocar el deseo al límite de lo soportable. Sentía la respiración de Gavyn acelerarse, las caderas moverse al ritmo de las suyas en un baile lento y seductor que encendía cada fibra de su ser.

De repente, las manos de Gavyn subieron a su rostro, aferrándose a su cabello blanco con una voracidad que electrizó a Ubben, haciendo que su tricornio cayera al suelo. En lugar de apartarlo, el solarian profundizó el contacto, devorando sus labios con una intensidad feroz que sacudió al moreno hasta el núcleo. La cercanía seguía siendo casi insoportable, sus cuerpos aún alineados, las respiraciones agitadas, como si en cualquier momento este juego de poder pudiera desbordarse en un frenesí incontrolable. Pero cuando Ubben notó un ligero temblor en los labios de Gavyn, una pequeña vulnerabilidad oculta bajo la fachada del rubio, supo que era el momento perfecto para retomar el control. —No había terminado de hablar— murmuró con una sonrisa coqueta, sus ojos clavados en los de Gavyn, brillando con un destello peligroso de dominancia. Volvió a besarle, esta vez con más fuerza y voracidad, invadiendo su boca con una lengua exigente, hasta que el rubio quedó sin aliento. Solo entonces, retirándose apenas unos centímetros, Ubben añadió —Ahora sí, continúa.

El rubio respiraba acelerado, su pulso latía bajo la mano del moreno que descansaba en su cuello, una clara señal de que las palabras del peliblanco habían logrado exactamente el efecto deseado. Cada insinuación, Era un desarme, que, poco a poco buscaba que Gavyn cediese a sus impulsos. Ubben sintió como el rubio apretaba su muñeca, sus dedos jugando de manera circular, una señal de su creciente frustración. Cuando Gavyn, con voz cargada de sarcasmo y altanería, mencionó que temía enfrentarse a él porque eran más parecidos de lo que creía, algo en los ojos dorados del peliblanco cambió. Sus pupilas se dilataron, y antes de que pudiera reaccionar, el solarian, en un movimiento ágil, cambió las tornas, volteando la situación para quedar sobre él, sujetando sus brazos contra el tejado.

El moreno no iba a darle la satisfacción de caer en su juego tan fácilmente. Escuchó con atención mientras Gavyn le acusaba de haberlo subestimado, manteniendo una expresión de aparente preocupación, como si realmente estuviera atrapado sin salida. Pero esto no era más que una máscara, una actuación para alimentar el ego del rubio, y el siguiente movimiento de Ubben demostraría que aún tenía el control. Con una mirada de depredador en los ojos, el peliblanco se impulsó con fuerza, flexionando las rodillas y utilizando sus talones como tracción en el tejado, utilizando el suave forro interno de su abrigo para deslizarse fuera del agarre de Gavyn con la misma agilidad que un felino. En un movimiento rápido, escapó entre las piernas del rubio, empujando con fuerza los muslos del solarian, para derribarlo boca abajo sobre el techo.

En cuestión de segundos, Ubben se trepó sobre el cuerpo de Gavyn, bloqueando sus piernas con las propias y recostándose sobre su espalda, cuidando de no dañar las alas del rubio. Rió deliberadamente, un sonido que resonó como una risa de villano disfrutando de su victoria, y entonces susurró con satisfacción —Y yo no habría comenzado un juego que no tuviera ganado desde el principio...— Presionó la cabeza de Gavyn contra el tejado mientras llevaba su boca hasta su cuello. —Revelaste tus puntos débiles, tu ego desbocado... y tu miedo inherente a  que alguien llegue a conocerte...— Lamió el cuello del solarian con lentitud, antes de darle una mordida suave.

Ninguna mesa se gana con todas las manos a favor, Gavyn... pero al final, mi pozo fue el único que no bajó.— añadió con una sonrisa satisfecha, haciendo referencia a las palabras previas del rubio sobre haber perdido. —Te lo dije, siempre tengo cartas bajo la manga.— Empujó su pelvis contra el trasero de Gavyn, frotándose con deseo mientras continuaba lamiendo su cuello. Finalmente, ofreció una tregua —Te propongo algo... vamos a la habitación, saciemos estas ganas de una vez, y luego te haré una oferta de trabajo que podría interesarte.— Ubben se levantó, liberando las piernas del rubio, esperando su respuesta.
#15
Gavyn Peregrino
Horus il Tessitore
La risa fue… Inesperada, una risa así de jovial, así de sincera y abierta ¿Cómo esperar que lo fuera? Si hasta ahora recorríamos un laberinto de movimientos entre casillas y cartas, era como armar un castillo de naipes, al menos desde mi perspectiva, y no me gustaban los juegos de ese estilo, sin duda, pero al parecer al bribón sí, y sabía apilar correctamente cada carta del modo que prefería, sacándolas de sus mangas, sus bolsillos, de cualquier lugar donde pudiera ocultarlas. Tenía la incuestionable certeza de que las mostraría a su debido tiempo, como lo había hecho hace un momento al ponerme en esta posición, a sabiendas de que no llevaba armas encima ¿No decía eso mucho de él? Pero poco se podía hacer ante lo que él prefería revelar, creyéndome en la inconsciencia ¿No éramos los dos igual de egocéntricos en ese caso? Suponiendo que el otro estaba en desventaja de forma constante, pensando que lo que mostraba el otro tenía un valor incalculable.

Ah, me encantaba, este vaivén seductor que bailábamos.

Seguir los ojos dorados que coincidían fácilmente con los míos fue casi un instinto, la malicia que rezumaba de ellos no hacía más que atraerme, no me gustaba jugar con fuego, obviamente, pero crearlo era otra historia, aunque se podía salir de control de todos modos, aun disfrutaría de la calidez que emanaba, hasta que me quemase las manos, por supuesto. Su pregunta me dejó pensativo, las distracción de sus labios suaves, carnosos, su aliento cálido y húmedo, no hacían más que ensimismarme, mis pensamientos iban y venían entre el deseo y la lógica, pero podía sostener ambos, podía suponer que su próximo juego me sorprendería, me irritaría y luego me adaptaría ¿No era eso lo que hacía desde el principio? Adaptarme a la situación con rapidez, intentando no dejarme llevar por la marea salvaje.

Decidí no responder, él realmente no necesitaba que se lo dijera, era consciente de cómo respondería, lo había estado viendo desde el principio, así como yo lo observé y aún observaba, siguiéndolo paso a paso con mis intensos ojos ámbar, que no rezumaban de malicia, pero si de deseo, deseo de saber más aún, de ver más, es escuchar más, no solo deseo carnal. Deseaba quitar capa por capa las máscaras, los engaños, las tretas, sabía que era completamente irracional e imposible, no en poco tiempo, ni siquiera en largo tiempo ¿Cómo sostener una rosa del tallo, sabiendo que tiene espinas? Inclusive la tela de los guantes podía ser traspasada si se sostiene de manera incorrecta.

Esbocé una sonrisa lenta, ladina, que transmitía lo que no era necesario poner en palabras.

Disfruté de la situación, de decir lo que pensaba, esperar que la gente me tome en serio era algo complejo, claro que pediría lo que deseaba sin pelos en la lengua, pero aún así mis deseos, mis palabras muchas veces caían en el vacío de la intrascendencia, en el mejor de los casos claro, en el peor de los casos acababan siendo un medio para un fin. Y yo acababa conociendo mejor cómo encubrir correctamente una escena del crimen, es decir, si las cosas se iban a los extremos, lo cual no solía suceder, pero siempre existía la posibilidad. No creía que este fuese el último caso, pero con las creencias, las atribuciones y las suposiciones no podía hacer nada, sin embargo, era con eso con lo que trabajaba de forma constante. Perseverar era parte de mí. Así que, cuando el bribón se deslizó hacia abajo sin previo aviso y con premura, supe que no tendría suficiente tiempo para reaccionar. Caer boca abajo no fue precisamente agradable, logré colocar las manos en el techo ante de golpearme el mentón contra la dureza del concreto, pero no pude ponerme de pie antes de que Ubben subiera a mi espalda, atrapando mis piernas con las suyas, con suficiente fuerza para que no pudiera moverme y volver a invertir la situación. Apreté los dientes, la posición era… Dolorosa,

El esfuerzo que puse al agitar las alas no fue suficiente para quitarlo de encima, no cuando presionó su torso contra mi espalda, cuidando no aplastar las alas, eso fue suficiente para sosegarme, suficiente para fingir que la quietud se convertía en sosiego. Fue un instante, pero la sensación pasó de ser cálida a ardiente, la presión en mi nuca no era para nada bienvenida, pero encubría aquello que no quería mostrar, aquello que probablemente había estado buscando durante todo este juego, este baile, y que no podría ver. Por un lado sentía satisfacción, por el otro quería conectar un puñetazo contra el filo de su mandíbula, porque no me sentía lo suficientemente cruel para algo más. La sensación de la piel de sus labios contra mi cuello, o contra la tela que cubría mi cuello, fue suficiente para atraerme, para hacerme olvidar y mantenerme en el presente.

Esbocé una sonrisa, tensa, pero divertida, y me estremecí al sentir como el músculo caliente y húmedo se deslizaba por el único parche de piel visible en mi cuello. Estaba tan cerca…

. – Me… Me alegro de satisfacer tu necesidad de control, Ubben. –Reí entre dientes– Pero simplemente estoy siendo el espejo de tus ojos.

Crucé suavemente los antebrazos bajo de mi barbilla, deseando probar más de él, sentir la presión de su pelvis contra mi trasero no hizo más que tentarme y desviarme de la discusión, sin embargo… No me consideraba lo suficientemente fuerte para resistirme, y en las manzanas se puede encontrar la felicidad, aunque sea efímera. Empujé mi trasero hacia su entrepierna, sin borrar la sonrisa en mi rostro, y me mantuve un momento en el suelo cuando se levantó, solo unos segundos antes de ponerme de pie sin esfuerzo, acomodé mis alas, moviéndolas para apenas plegarlas, y lo miré por encima del hombro con los ojos entornados, evaluando si el pedido era real, fijando mis iris ámbar atrapantes en él, intentando atravesar la piel, la carne y el hueso para encontrarme con su alma.

. – Esa idea me gusta más que observar las estrellas, evidentemente es una actividad peligrosa. –Resoplé divertido, girándome para encontrarme frente a frente con él– Pero que sea en mi habitación, no es un lujo, pero apretar las alas se vuelve cansador.

Sentí la necesidad de poner los ojos en blanco al saber cómo interpretaría la invitación, pero ahora mismo solo deseaba poder relajarme, aunque sea por un rato largo. Desvié mi mirada hacia donde estaba su habitación, recordando la escalera y comencé a caminar con paso felino hacia el otro extremo del edificio, allí donde estaría mi habitación. Me incliné en el borde del edificio y batí las alas para poder flotar en un movimiento practicado, casi familiar, hacia la ventana correcta, estaba algo más abajo que el techo, por eso, tras descender, me asomé, aleteando de forma suave, fluida para poder verlo.

. – Ven, quiero ver esas habilidades de montañismo en acción nuevamente.

Bajé para abrir la ventana, a pesar de que estaba cerrada desde dentro, desbloquearla no fue para nada complicado. Me alejé lo suficiente para que él pudiera meterse sin problemas mientras vigilaba no llamar la atención de ningún transeúnte indiscreto.

. – Tu frenesí fue… Realmente atractivo ¿Sabes? ¿Lo mantendrás cuando estemos dentro? ¿O debo descubrirlo?
#16


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