Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Común] [C-Pasado] En busca de un maestro
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Día 20 de Invierno del año 723

La villa Shimotsuki... un lugar de incomparable belleza y profunda tradición, donde la estética oriental se mezcla con la historia de algunos de los más renombrados espadachines. Este enclave, con su aire de serenidad, parece congelado en el tiempo, conservando la esencia de una era pasada. Entre los templos de madera y los jardines zen, el bribón de ojos dorados y cabellos blancos había encontrado un refugio temporal, ocultándose de la marina que lo perseguía sin descanso. Había llegado a la isla de Demonthoot hace menos de una semana, y en su afán por mantenerse fuera de la vista, decidió adentrarse en las profundidades de la isla, hasta llegar a la tranquila y enigmática villa Shimotsuki.

Ubben no tenía otro propósito en mente más que el de mejorar sus habilidades en el lanzamiento de agujas. Estaba decidido a encontrar un maestro que pudiera enseñarle el arte con una precisión letal, pero hasta ahora, la suerte no había estado de su lado. Las sombras comenzaban a alargarse cuando decidió buscar refugio en una posada casi vacía, cuyas luces cálidas brillaban como un faro en la noche que ya empezaba a caer. La oscuridad no era propicia para seguir su búsqueda, y Ubben sabía que sería inútil continuar en esas condiciones. Al entrar en la taberna, sus ojos se adaptaron rápidamente a la tenue iluminación, y se dirigió hacia una pequeña barra en el fondo del local, donde un hombre calvo, de ojos rasgados y piel pálida, que evidentemente había vivido muchas lunas, lo recibió con una sonrisa amable.

Buenas noches, joven. ¿En qué puedo ayudarle?— saludó el anciano con una voz que emanaba hospitalidad y sabiduría. Ubben, agradecido por la cordialidad en aquel lugar remoto, respondió con un tono igualmente educado, —Necesito alquilar una habitación para la noche, y me gustaría poder comer algo también.— Su voz, aunque cargada con un tono de cansancio, mantenía la cortesía que el entorno exigía. El hombre tras la barra asintió con una sonrisa y replicó, —Por supuesto, joven. Tengo habitaciones disponibles. No son muy grandes, pero cumplen con su función; eso sí, espero que no le moleste dormir sobre un tatami.

Aquella mención del tatami despertó una curiosidad latente en Ubben. Hasta entonces, jamás había tenido la experiencia de dormir en uno, y no podía evitar preguntarse si sería más cómodo que el duro suelo al que estaba acostumbrado en sus jornadas más duras. Sin embargo, esperaba que la experiencia fuese más placentera, pues de lo contrario, sentiría que le habían timado de una manera sutil, pero efectiva.

El anciano lo condujo por un largo y estrecho pasillo en el lateral de la posada, donde la estética oriental, con sus puertas corredizas y suelos de madera pulida, continuaba fascinando al albino. Cada detalle de la construcción era un recordatorio del lugar en el que se encontraba, uno cargado de historia y tradiciones ancestrales. Al llegar a la habitación asignada, Ubben dejó sus pocas pertenencias con cuidado, observando el modesto espacio, antes de regresar al cuarto principal, donde el amable anciano lo invitó a sentarse en un kotatsu, una mesa baja con un futón que cubría las piernas, proporcionando un calor acogedor que rápidamente relajó al forastero.

Ubben, emocionado por la novedad, se sentó en el kotatsu, sintiendo una calidez que no esperaba. Después de unos minutos, el anciano regresó con una bandeja cuidadosamente preparada, que contenía un bowl de arroz perfectamente cocido, verduras frescas y coloridas, un pequeño trozo de pollo asado a la perfección, y un humeante plato de sopa que llenaba el ambiente con su aroma reconfortante. —Muchas gracias, señor— dijo Ubben, sinceramente agradecido. El hambre acumulada tras un largo día de exploración en Shimotsuki lo había dejado exhausto, y la comida que ahora tenía ante él parecía un verdadero banquete.
#1
Qazan
Qazan
Fugu me había dicho que me pasase por el dojo de Taekwondo, según él, eso ayudaría a que mi cuerpo asimilase mejor el karate. Su consejo fue que aprendiese de todas las artes marciales, de esa manera podría acabar desarrollando mis artes propias. -Muy bonito el consejo pero la villa está a tomar por saco-. Dije quejándome del camino tan largo que tenía que hacer. La cabaña de Fugu se encontraba casi en la playa más al norte de DemonTooth, así que el camino hasta Villa Shimotsuku llevaría horas. Por si acaso me daba hambre me llevé de casa un zurrón a modo de mochila repleto de manzanas, el camino era largo y suelo tener hambre con facilidad. 

- Debí salir antes de casa-. Dije para mi mismo, ya había caído la noche y para mi desgracia cuando llegué al dojo de artes marciales, éste ya había cerrado. -Esto ya es mala suerte...-. Y la cosa no había hecho más que comenzarPara colmo, la noche estaba muy cerrada y apenas unos segundos después de llegar a las puertas del Dojo, comenzó a chispear. Como Gyojin me sentía muy a gusto al fin, y al cabo me encontraba en mi elemento, sin embargo, y por desgracia, iba a tener que hacer noche en alguna posada. Comencé a deambular por la villa en busca de algún lugar donde hacer noche con toda la mala suerte de que al ser ya tan tarde, tanto la taberna como la posada, ya habían echado el cierre.

-Esta suerte mía, es increíble si algo puede salirme mal lo va a hacer-. Dije mientras me apoyaba con ambas manos en la pared de la posada. - supongo que no pierdo nada por tocar a la puerta, total que puede ser lo peor, ¿tener que pasar la noche bajo un árbol?-. no tenía demasiadas esperanzas, pero hay que intentarlo.

Toque la puerta y al cabo de unos minutos, un anciano, abrió la ornamentada puerta. -Buenas noches joven, en qué puedo ayudarte? -. Me preguntó el anciano con un tono muy amigable. -¿Sería usted tan amable de darme un techo donde poder pasar la noche?-. Era consciente de que por mi tamaño era improbable que tuviesen una cama disponible, sin embargo, no era ninguna locura pensar que me podrían dejar pasar la noche en el suelo de una alguna estancia grande. -Vaya esta debe ser la noche de los peregrinos de última hora, hace apenas unos minutos un chico ha venido buscando también un techo donde cobijarse. Pasa y veamos qué puedo hacer.

La hospitalidad de que el anciano era cuanto menos sorprendente, no tenía porque dejarme pasar al fin y al cabo, tenía un horario en la puerta y yo había tocado su puerta pasada la medianoche. Además, tampoco es común que los humanos sean tan hospitalarios con los que somos algo voluminosos. Seguí al anciano por los pasillos de su posada. El lugar se encontraba decorado con el más fino arte oriental tradicional, daba igual a donde dirigiese la vista la más mínima vasija decorativa parecía digna de estar expuesta en un museo-. Le ha tenido que llevar mucho tiempo reunir tanta artesanía, tiene usted una posada espectacular-. Le dije mientras tenía cara de embobado, observando tantas piezas de arte. en ancianos, se echó a reír casi parecía que se burlaba de mí,- Al final me lo voy a creer, justo el chico que te mencioné antes, hizo el mismo comentario-. Aquello me sorprendió. Yo me ganaba la vida haciendo pequeñas piezas de madera y sabía la absurda cantidad de horas que habían dedicado a cada minúsculo detalle de aquella decoración. Sin duda, aquel chico debía ser alguien muy avispado.

Luego de varios giros llegamos a una amplia estancia, esta estaba totalmente vacía salvo por una puerta corredera, que daba a un jardín interior. -Perdona chico que no pueda ofrecerte nada mejor, me avergüenza decirte que no tengo ninguna cama ni futón de tu tamaño, en compensación que te parece si preparo un té para que disfrutes mejor de nuestro jardín?-. Para mí el simple hecho de que tuviese un lugar donde poder tirarme tumbado ya era casi un regalo así que con toda la educación del mundo acepté el té.

Mientras esperaba que el anciano llegase, salí fuera al jardín a pasear, tenía un estanque con una pequeña cascada y un puente que lo atravesaba de lado a lado, sin duda el broche de oro, aquella decoración tan preciosa. -De verdad que este es un lugar maravilloso-.
#2
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
El bribón de ojos dorados y cabellos blancos se dio un festín con la comida ofrecida por el anciano. Cada bocado era un deleite, como si hubiese pasado semanas sin comer. Había visitado DemonThoot antes, pero era la primera vez que se encontraba en Shimotsuki y, además, tenía tiempo para disfrutar de la comida típica de la región. Los sabores eran únicos, diferentes a todo lo que había probado anteriormente. El arroz, con su textura ligeramente húmeda, permitía que los granos se tomaran fácilmente con los palillos sin desmoronarse; el pollo, asado a la perfección, tenía un leve toque picante que combinaba de manera exquisita con el arroz. Por otro lado, la sopa de pescado tenía un sabor intenso, pero estaba equilibrado por las verduras, creando una mezcla armoniosa que sorprendió al peliblanco. Acostumbrado a comer en cualquier puerto donde se encontrara, rara vez tenía la oportunidad de disfrutar una comida de tan alta calidad.

Después de una hora disfrutando de la comida y reposando, la ansiedad comenzó a apoderarse de él, recordándole su necesidad de calmarse con un poco de tabaco. Se levantó de la cálida mesa, estiró su cuerpo y, tras colocarse el abrigo y su tricornio, se dirigió a la recepción. Allí encontró al anciano tranquilamente preparando té junto a una tetera. El anciano, con una sonrisa amable, preguntó —¿Todo en orden, joven?— El peliblanco asintió agradecido y respondió —Todo en orden, muchas gracias por la comida, estaba realmente exquisita. ¿Dónde puedo dejar la vajilla?— Con una sonrisa aún más amplia, el anciano le indicó una habitación. El peliblanco, en señal de agradecimiento por la hospitalidad recibida, aprovechó la oportunidad para lavar la vajilla que había utilizado.

Una vez terminó con la tarea, regresó a la recepción y, observando al anciano, le preguntó —¿Hay algún lugar donde pueda fumar un poco de tabaco?— El dueño del lugar asintió y lo guió hacia un hermoso patio interno. Sin notar la presencia de otra persona en el lugar, el peliblanco salió en silencio. Con calma, sacó una pequeña bolsa oscura llena de tabaco y otras hierbas aromáticas de su bolsillo, junto con una libreta de hojas finas y alargadas. Desprendió una hoja, la rellenó con la mezcla de tabaco y hierbas, y luego tomó un cartoncillo, doblándolo en forma de "W" para crear un filtro. Tras frotar una cerilla contra su tricornio, la encendió y luego prendió el cigarrillo, dando una larga calada mientras se sumergía en sus pensamientos, observando la noche estrellada que se extendía sobre él.
#3
Muzen Kibutsuji
Raiden
Muzen había estado realizando algunos negocios de índole submundo en ese lugar tenía que ganarse el puesto como agente del mundo bajo para eso a veces tenía que hacer algunos encargos que para nada le gustan, años atrás había ordenado a uno de sus lacayos hacerlo pero cuando se pierde toda la influencia que se tiene no hay otra que empezar a hacer las cosas con sus propias manos, llevaba puesto una capucha junto con un ropaje negro que buscaba ocultar su llamativa caballera sus ojos estaban cubiertos con unos googlees que aseguraban que no fueran revelados también estos, no se apresuró el joven para poder encaminarse hacia la taberna donde se estaba hospedando, como sabía que el anciano a veces se dormía temprano tenía una llave dada por el mismo para poder ingresar a la misma cuando quisiera y las veces que fuera necesaria, la única condición que el viejo le había impuesto era que no fuera seguido por nadie para evitar claramente algunos problemas. El había tenido ese cuidado todos los días que había estado en la taberna, más cada vez se complicaba ya que la gente comenzaba a querer saber de dónde había salido el albino. 
 
Llegando a la taberna se sorprendió por un momento viendo que había luces encendidas en el edificio al parecer había movimiento dentro del lugar y se escuchaban algunas voces, aprovechando su llave abrió la puerta principal para escuchar la conversación del anciano con algo más grande que un ser humano, para el Muzen aquello no era una sorpresa ya que en el nuevo mundo había visto los chicos animales y también conocía algo sobre las razas provenientes del fondo del mar, aquellos que tenían apariencia de animales acuáticos este se encamino pasando por su lado escuchando también la voz de alguien más, este miro de reojo buscando analizar el otro chico que estaba hablando. No resultaban ninguno de los dos de momento una amenaza, pero era cierto que él no se esperaba ese detalle encontrarse con más gente justo en ese día donde las cosas no habían salido tan perfectas como a le gustaría. Se acerco al anciano dejando la llave de la posada en su mostrar.

-Muchas gracias, será la última noche que pase por aquí no hay necesidad de guardar esto más, el pago como prometido lo tendrá mañana antes de que abandone las instalaciones...
 
El anciano miro por la puerta por un momento como esperando que algo se asomara por la puerta, un grupo seguramente de matones detrás de Muzen por que había salido algún trabajo mal, si bien las cosas no habían salido perfectas el joven esperaba no involucrar la taberna pero no estaba del todo seguro por eso decidido abandonarla y moverse hacia otro punto de la isla, esa noche sería la más complicada para todos el anciano no tenía otra más que suspirar el sabia a quien le había dado cobijo ya que Muzen había llegado varias veces ensangrentado hasta lastimado a veces y el anciano le había ayudado con las heridas, por eso en parte el albino no quería quedarse más tiempo allí que lo rastrearan a otro lugar se encamino sin mediar otra palabra hacia su dormitorio subiendo al mismo empezó a preparar sus cosas para abandonar si fuera necesario esa misma noche el edificio para no traerle problemas al anciano.
#4
Qazan
Qazan
Mientras caminaba por el jardín apareció desde otra habitación un hombre de cabello blanco como la nieve. Se pasó una cerilla por el tricornio para encenderla y seguido se encendió el cigarro que sostenía con los labios. - Será mejor que haga algo de ruido-. Dije para mi mismo al darme cuenta que en el jardín no había demasiada iluminación y que el color negro de mi piel podía hacer que me camuflase en la penumbra de la noche. Con el pensamiento en mente, seguí mi paseo nocturno pero haciendo fuerza al pisar, de esta manera aunque no me distinguiese completamente al menos podría advertir mi presencia sin que fuese muy cantoso. - Lo que hay que hacer para que no te disparen...-. En el pasado ya me había ocurrido algo similar precisamente por esto mismo, el tono oscuro de mi piel hacía que sin yo quererlo fuese muy sencillo ocultarme en lugares con poca luminosidad.

Seguí caminando hasta pasar por delante de aquel hombre mientras éste disfrutaba de su cigarrillo. -Buenas noches-. Le dije al chico sin detenerme, seguía mi camino disfrutando de la penumbra de la noche y la espectacularidad del jardín que el anciano había cuidado con tanto esmero tanto tiempo. Pronto me di cuenta de que había pasado bastante tiempo desde que había estado con el anciano - ¿Le habrá pasado algo?-. Empezaba a estar algo preocupado por el buen señor, su amabilidad no tenía comparación en este mundo y sabía que no se tardaba tanto en hacer un té. Con la preocupación en el cuerpo decidí entrar dentro a buscarle, daba por hecho que sabía cuidarse solo pero nunca se sabe. Encontré una puerta corredera que llevaba directamente al interior de la los pasillos de la posada y me dirigí a la puerta principal.

Por fin había encontrado al anciano, parecía estar hablando o atendiendo a alguien aunque la cara de preocupación de éste me hacía sospechar que estaba sucediendo algo más. - Jefe, ¿Todo bien?-. Le pregunté con tono preocupado, aquel hombre había sido muy amable conmigo y si podía echarle una mano en algo no iba a dudar en hacerlo. Con paso más apresurado me acerqué hasta él cuando de pronto abrió la puerta, del otro lado apareció nuevamente un chico albino. Aquello me sorprendió bastante, ¿Era el mismo que el que estaba en el jardín? No me había fijado demasiado en el primero ya que parecía estar tranquilo con su cigarro, pero encontrarme una segunda persona peliblanca me llamaba mucho la atención. Ambos pasaron dentro. -Tranquilo muchacho, es un huésped recurrente-. Me dijo el anciano a la vez que me tocaba en el brazo tratando de reconfortarme. Algo me daba mala espina, como si de un momento a otro esto fuese a convertirse en un campo de batalla.
#5


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