Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Común] [C - Pasado] TODO POR LA PATRIA
Gautama D. Lovecraft
-
~ Base G-31 de La Marina. Loguetown.
~ Día 17 de Verano. Año 724.


Hacía unos días que escribí una carta sugiriendo al alto mando de la G-23, Murray Arganeo, unas jornadas de convivencia con el resto de compañeros de la otra base del East Blue, la G-31. Aproveché el contacto que tuvimos y el cordial vínculo que se comenzó a entretejer, para que este, solicitara tal acto a su igual de Loguetown. El objetivo de todo esto era, al fin y al cabo, hermanar a la mayor cantidad de marines, era de vital importancia para reforzar el compromiso con la entidad, así como estrechar lazos entre compañeros. Era algo que había meditado desde hacía un tiempo, pues sentía que a pesar de que podíamos pertenecer todos al mismo cuerpo, no dejaba de pensar en las individualidades de cada uno allí dentro, aún más si había quienes pertenecían a otra base y a otro lugar.

Quería que no fuera tan solo un uniforme lo que nos uniera, y pareció tener una buena acogida cuando los responsables de ambas bases alcanzaron un acuerdo para organizar el evento. Así sería como en el patio de cada base, una lista de voluntarios de intercambio irían en un buque oficial para ser mandados a la base hermana. En el momento de inscribir mi nombre, me gustó ver una ferviente lista de interesados, además de algunos nombres que ya me resultaban familiares de la base. Con gusto, rellené con mi nombre completo y mi letra de persona mayor en el siguiente hueco libre de la columna correspondiente, a diferencia del resto de jóvenes reclutas, saltaba a la vista mi caligrafía de otra generación. Cosas de ser mayor supongo.

Justo al día siguiente, antes del alba, nos reunimos algo más de un par de centenas en el patio de la base para partir al puerto, en una marcha ordenada a un paso militar. Llevaba mi particular traje de camiseta blanca con cuello y mangas azules, pantalón azul, mi insignia de Lotus Marine a la espalda, mi rango de Sargento en varios hombros y lo que podía llamar calzado, que era al fin y al cabo, el mismo que utilizaba en el templo pero de color blanco. Algunos de los compañeros portaba el uniforme, otros algunas prendas íntegramente blancas, ya que la naturaleza de aquel evento era en términos generales de ocio, y no se obligaba a llevar el respectivo uniforme de marine.

Nos embarcamos ordenadamente, y el barco zarpó rumbo a Loguetown. Paralelamente, en la otra isla, un mismo buque transportaría a casi el mismo número de compañeros para que pudieran visitar a sus iguales en la base. Por el barco, intenté buscar a Galhard, Anko y a la gran Nagaki, había leído sus nombres en la lista, pero el bullicio en el barco dificultaba dar con ellos, por lo que esperaría a toparme con ellos en el desembarque. El trayecto por mar, como por suerte siempre solía ser con la marina, fue tranquillo y llevadero, sin altercados y disfrutando de esa paz insólita que se gozaba en alta mar. A veces, cometía el pecado de abstraerme tanto que imaginaba estar en la tranquilidad de la alta mar frente al alboroto de Rostock, y aquel tiempo de viaje, siempre era el primero en despertarme y el último en irme a dormir, ya que la meditación de la mañana y la de la noche, me resultaban plenamente gratificantes cuando las hacía a solas en la proa. Era todo un lujo, para aquel que gozara del silencio y la paz, poder relamer cada segundo en aquella calma marina, con su brisa, su oleaje, su estar.

En la llegada a Loguetown, pudimos presenciar desde la cubierta una cálida bienvenida por parte de los compañeros que nos esperaban en su puerto. Parecía como un día especial dedicado a la marina, y alegraba ver la predisposición general que tenían todos para conocernos. Se palpaba un ambiente de comunión y regocijo, interiormente, no cabía en mi gozo poder ver que no éramos un cúmulo de efectivos deshumanizados a disposición del gobierno, sino que había muchos corazones latentes que ansiaban perpetuar la vida y la justicia con sus actos. La ilusión y la fraternidad.

Formamos filas y nos dispusimos a bajar por una gran pasarela hasta el reencuentro, por mi parte, esperaba también a ver a Nagaki, Anko y Galhard, para poder saludarlos y hacer también piña con ellos. Una vez en el puerto, disfruté ver como la nueva generación de marines, con sus más y sus menos, parecían tener una buena sintonía entre todos. Los compañeros de Loguetown pronto fueron al recibimiento y comenzaron a estrechar las manos de todo aquel que dejaba el buque, desde mi posición serena y risueña, las arrugas de mi cara dibujaban un rostro alegre y motivado. ¿Qué nuevos compañeros podríamos conocer allí?
#1
Takahiro
La saeta verde
—Y bien, sargento Takahiro, no hay duda de que estamos metidos en este lío por su culpa —le dijo el recién ascendido teniente comandante Shawn. Se encontraba de pie, junto a una puerta tras la que había varios ciudadanos pidiendo explicaciones por un suceso ocurrido días atrás. 

—Eso es relativo, teniente —le respondió el espadachín, que se encontraba frente a él completamente relajado, con la mano apoyada sutilmente sobre la empuñadura de su espada—. Lo cier….

—¡Teniente comandante! —le interrumpió Shawn, con ese tono pedante que solía tener.

—No se enfade, hombre —le dijo, con voz calmada—. Si me dejaras llamarte por tu nombre de pila no se pillaría esos mosqueos. A lo que iba. Lo cierto es que cumplí con mi deber como marine. Me pidieron que capturara al ladrón y así lo hice.

—Pero no a costa de destrozar la terraza de tres establecimientos distintos.

—¿Qué culpa tengo yo de que el delincuente me disparara? —aclaró—. Tenía que cubrirme de alguna manera, ya fuera con una silla, lanzándole una caja de frutas o impulsándome hacia él para placarlo. Son problemas del directo.

—A ti voy a darte yo problemas del directo… —comentó por lo bajo, mientras la tensión de su cuerpo iba en aumento. El ojo derecho de Shawn comenzó a entrecerrarse en un intervalo de apenas unas milésimas de segundo, como si estuviera enviando un mensaje en un código secreto. Sus fosas nasales se ensancharon, respirando cada vez con más fuera y rapidez. Su mano se cerró y su cuerpo se alzó, colocándose recto e imponente frente a Takahiro. Su rostro se enrojeció y la vena de su frente se inflamó hasta el punto que parecía que iba a estallar—. ¡Voy a decirte una cosa, Takahiro! —alzó la voz, escuchándose fuera de su despacho ¡Estoy cansado de ti y de tus amigos, sobre todo del vago del rubio! —respiró hondo y pareció que se calmaba—. En cuanto vuelvas de la reunión de los novatos vas a estar en la cocina hasta que se me olvide que estás allí.

—Pero si te olvidas que estoy allí, ¿cómo vas a levantarme el castigo? —le pregunto el peliverde, haciendo uso de todo su raciocinio.

No dijeron nada más. Con un ademán de su mano, el recién ascendido teniente comandante le dijo que se fuera. Lo cierto era que al peliverde le encantaba sacar de quicio a Shawn. Era un cretino que parecía que estaba siempre con un palo metido en el culo, siempre buscando cualquier vacío legal para tratar de castigar a los novatos del escuadrón. No lo soportaba.

«Algún tendré un puesto más alto que tú en la jerarquía y dejarás de mirarme por encima del hombro», pensó con determinación.

Al salir al patio central del cuartel de Loguetown miró la hora. Ya no iba a llegar a tiempo al encuentro en el puerto, pero sí a la convivencia que iba a darse en el jardín la zona de entrenamiento Nº3 del cuartel. Se había acondicionado y habilitado para colocar varias mesas largas, sillas y un gran fogón para hacer un plato típico de una isla del Grand Line: paella. No le habían dicho en qué consistía aquel plato, pero no le sonaba muy apetitoso. Apenas quedaban diez minutos para que sus compañeros llegaran, así que puso rumbo hacia la entrada del cuartel y los esperaría allí.
#2
Ray
Ray
Ray se encontraba tumbado sobre la hierba, en un pequeño prado situado dentro del cuartel. El sol a esas horas estaba alto en el cielo, y sus rayos acariciaban la piel del marine con suavidad. Pocas sensaciones había en la vida más placenteras que aquella, el simple hecho de dejar que el astro rey bañara su cuerpo con su luz mientras se relajaba y vaciaba por completo su mente de preocupaciones. O por lo menos fue capaz de hacerlo durante un rato, hasta que unos familiares gritos comenzaron a resonar a escasos metros de allí.

- Ya estamos otra vez... - Dijo para sí, hastiado. - ¿Por qué no irá a meterse en sus asuntos por una vez en vez de estar gritando a la gente todo el tiempo?

Las constantes broncas que el ahora Teniente Comandante Shawn repartía a diestro y siniestro diariamente habían llegado a un punto en el que le resultaban agotadoras. Si bien él había sido su objetivo en alguna ocasión, la mayoría de ellas hasta el momento se habían repartido casi a partes iguales entre Atlas y Takahiro. Y aquella no era una excepción, según pudo comprobar poco después.

El joven mantenía la teoría de que su superior gustaba de reforzar su autoridad mediante aquellos virulentos sermones públicos para compensar algo. Seguramente algún defecto oculto en su cuerpo, alguna zona que no alcanzaba un tamaño considerado aceptable y que le acomplejaba. Tras darle muchas vueltas al tema le parecía el motivo más probable, ya que esas muestras absolutamente innecesarias de excesiva autoridad solían esconder detrás muchas veces conductas compensatorias. Pero tampoco pensaba comprobarlo. Guardara lo que guardara el Teniente Comandante bajo sus pantalones, no era asunto suyo ni le importaba lo más mínimo.

Cuando su superior terminó con su arenga, el marine de pelo blanco se levantó y se dirigió hacia su amigo. Este miraba con expresión de rabia a Shawn mientras abandonaba el lugar.

- No se cansa de tocar las narices, ¿eh? - Dijo a su compañero a modo de saludo mientras señalaba a su jefe. - No hay quien le aguante.

El peliverde entonces le recordó algo que se le había olvidado por completo, como por desgracia era habitual en él. Ese día no tendrían que entrenar como de costumbre, pues al parecer esperaban la llegada de varios marines del Cuartel General del G-23, a los que se esperaba que conocieran en una jornada de convivencias para favorecer la confraternización entre distintos batallones de la Marina.

El joven echó a andar junto a su compañero, pensativo. ¿Qué clase de personas se encontrarían? ¿Serían los marines del G-23 tan peculiares y disparatados como su pequeño grupo? Había que reconocer que Taka, Atlas, Camille, Masao y él mismo formaban un grupo ciertamente extraño, pero por alguna razón sentía que no podía tener mejores compañeros.

- ¿Tienes ganas de conocer a los otros marines? - Preguntó a su amigo.
#3
Atlas
Nowhere
«Ésta es la mía», me había dicho en cuanto había visto el listado en torno al cual se arremolinaba un nutrido grupo de reclutas. Al parecer había llegado una propuesta de hermanamiento entre diferentes bases del East Blue o algo similar. Fuera como fuese, los mandos de Loguetown lo habían aceptado de buen grado y habían situado un listado junto a una de las puertas de salida de la base del G-31. Allí se podía anotar cualquiera que estuviese dispuesto a formar parte del recibimiento de los marines, así como de la experiencia posterior —una suerte de convivencia que tendría lugar después—.

Pero no lo leí todo. Simplemente vi el listado y pensé que era la excusa perfecta para justificar que no me encontrase en un lugar identificable durante el tiempo que durase aquello. En definitiva, puse mi nombre debajo de la larga sucesión de marines que se habían ofrecido voluntarios antes que yo.

Mi plan era tan perfecto que, dando vueltas en torno a dónde debería ocultarme en aquella ocasión, había identificado el escondite perfecto donde nadie esperaría encontrarme. De esa forma, incluso si el recién ascendido Teniente Comandante Shawn se mostraba suspicaz y me buscaba, no podría dar conmigo ni en sus mejores sueños. ¿Dónde? Muy sencillo: en el campo de adiestramiento. Estaba seguro por completo de que si aquella mole se ponía a rastrear la isla en mi busca, antes levantaría una a una todas las piedras de Loguetown que buscarme allí.

Había arrastrado una colchoneta, la menos maltratada que había encontrado, hasta una esquina del campo de adiestramiento para tirarme sobre ella a ver la vida pasar. Y todo iba estupendamente hasta que el estruendo comenzó a aproximarse desde más allá de las puertas que servían de acceso a la zona de entrenamiento. Como si de una estampida se tratase, el ruido caótico de las pisadas se fue haciendo más próximo y potente, sumándose con posterioridad el incomprensible coro de voces que nacía de un sinfín de conversaciones despreocupadas. Prácticamente la totalidad de las puertas se abrieron casi al unísono, irrumpiendo en el área un sinfín de uniformados que se movían en grupos de diferente número de integrantes.

Y yo en medio del área de adiestramiento, solo y tirado en una colchoneta. Si hubiese leído por completo la información anexa al listado habría sabido que después del recibimiento en la zona del puerto la comitiva se desplazaría justo hasta donde me encontraba... y no me habrían pillado con las manos en la masa.

—¡Bienvenidos! —exclamé, sorprendido, tras levantarme de un salto, al tiempo que con una amplia sonrisa abría los brazos en un gesto que señalaba al mismo tiempo a todo el lugar y a ninguna parte.

Entre los marines acerté a ver a Ray y a Taka. ¿Podrían ellos ver la sorpresa en mi rostro? Si habíamos llegado al punto de ser capaces de reconocer emociones ocultas en los demás en base a su lenguaje corporal, seguramente no tendrían demasiados problemas para atar cabos y deducir por qué estaba allí yo solo antes que nadie.
#4
Galhard
Gal
La propuesta de unas jornadas de convivencia entre las bases G-23 y G-31 es un paso significativo para fortalecer los lazos entre los marines de ambas ubicaciones. Galhard, con su firme creencia en una Marina más justa y menos influenciada por la corrupción, verá en esta oportunidad una ocasión perfecta para conectar con otros marines que compartan su visión, o incluso para inspirar a aquellos que aún no han considerado su perspectiva.

El ambiente relajado y la ausencia de una estricta formalidad durante estas jornadas permiten que los marines se conozcan en un contexto más humano. Este tipo de interacción, más allá de las obligaciones estrictamente militares, es vital para formar relaciones genuinas y duraderas. Galhard, con su carácter afable y su disposición a escuchar y compartir, aprovechará este tiempo para establecer nuevas conexiones y, al mismo tiempo, consolidar las ya existentes.

El viaje en barco hacia Loguetown, aunque breve, le ofrecerá a Galhard un momento de reflexión. En la tranquilidad del océano, podrá repasar sus experiencias y pensar en cómo puede contribuir a estas jornadas de convivencia. La calma del mar, la brisa fresca y el sonido rítmico de las olas lo acompañarán mientras medita sobre su propósito dentro de la Marina. Para él, no se trata solo de cumplir con su deber, sino de hacer una diferencia real, de influir en el sistema desde adentro para crear un mundo más justo.

Al llegar a Loguetown, la cálida bienvenida por parte de los marines de la G-31 refuerza en él la idea de que, a pesar de las diferencias y los desafíos, hay una unidad fundamental entre los marines. La visión de tantos compañeros unidos por un objetivo común, aunque sea solo por unos días de convivencia, reafirma su creencia en la posibilidad de un cambio positivo dentro de la organización. Galhard siente un renovado sentido de propósito al ver cómo tantos marines, cada uno con su propia historia y motivaciones, se reúnen en este evento.

Mientras desciende del barco, Galhard observa las caras nuevas que lo rodean. Cada marine es una oportunidad de aprendizaje, un potencial aliado en su lucha por la justicia. Aunque busca a sus compañeros conocidos, como Anko y Nagaki, su mente está abierta a nuevas interacciones. El bullicio del puerto, las risas y las conversaciones animadas le recuerdan que, a pesar de las dificultades que pueda enfrentar, no está solo en su misión.

Con cada paso que da en el puerto de Loguetown, siente que estas jornadas no solo serán una oportunidad para fortalecer lazos, sino también para aprender de otros y compartir su visión de una Marina más justa y humana. El evento es una oportunidad para influir, para plantar semillas de cambio en aquellos que quizás aún no han considerado que otra forma de hacer las cosas es posible.

Mientras el día avanza y los marines comienzan a mezclarse y a conocerse, Galhard se mantiene atento, siempre buscando oportunidades para conectar, aprender y, en su propia manera, hacer una diferencia.
#5
Anko
Médica Militar
Un nuevo día de servicio daba comienzo en la base de Isla Kilombo para Anko, había estado fuera de DemonTooth bastante tiempo, aveces extrañando su hogar, pero el estar sirviendo a la marina le hacía sentir muy orgullosa de que sus esfuerzos habían dado frutos, más de los que esperaba. Mientras transitaba por los pasillos de la base, entregaba algunas indicaciones a los soldados rasos y a los reclutas recién integrados, no eran órdenes extravagantes, solo eran órdenes para mantenerse trabajando y cumpliendo con su labor en la base, pues su rango se lo permitía, un rango que no esperaba conseguir en poco tiempo, si bien no era el más alto, el tenerlo ya era motivo de inmenso orgullo en la marine.

Su andar la llevó finalmente hasta el patio principal de la base, lugar en donde pudo ver algunas listas con nombres, su curiosidad la obligó a acercarse y leer de qué se trataba. Un grupo de voluntarios irían de intercambio hacia la base G-31 de la marina ubicada en Loguetown, al parecer, sería un evento de ocio para incrementar la relación entre los integrantes del grupo militar anti-piratería. No dudó mucho, talvez el resto de sus conocidos irían, así qué escribió su nombre en la lista, con una caligrafía decente, digna de una chica de su edad. Ahora solo tenía que esperar hasta que las horas marcaran un nuevo día, pues el día siguiente era el designado para partir rumbo a Loguetown.

Al día siguiente, siguió los protocolos de formación para abordar el barco que los llevaría a conocer la base G-31. Su vestimenta era la clásica de siempre, no necesitaba portar obligatoriamente el uniforme de la marina, aunque sí llevaba sus tres Katanas en la cintura, nunca se sabe cuando podrían ser llamados a la acción. El viaje en barco fue un poco aburrido y monótono para la joven de gafas, la mayor parte del trayecto se la pasó en la cubierta, con sus antebrazos recargados en el barandal y fumando uno que otro cigarro, después de todo, no podía viajar sin su vicio. En ese momento desconocía si Galhard, Lovecraft o Nagaki asistirían, pero no dudaba en que su presencia estaba en el barco.

Una vez el barco arribó a Loguetown, todos los Marines abordo empezaron a descender de éste de forma ordenada. Siendo recibidos por los compañeros de la G-31 de forma cálida y amigable. Anko no fue la excepción y también bajó del barco, comenzando a dar pequeños pasos en el puerto de Loguetown. Su mirada buscaba a alguno de sus compañeros conocidos, para así, llegar juntos a la base G-31 y comenzar a estrechar lazos con los marines que ahí estuvieran. Esa era una nueva oportunidad de formar vínculos amistosos y eliminar la separación de simplemente conocerse por vestir el mismo uniforme.
#6
Takahiro
La saeta verde
—Yo creo que le encanta sentirse superior al resto —le dijo el peliverde, arqueando los ojos recordando la bronca que le había echado Shawn—. Tengo ganas de ascender tan solo para superarle y darle un par de órdenes —añadió sonriente, pensando en que quizá podía enviarle a limpiar los retretes del cuartel.

El tiempo en la entrada se hizo muy ameno gracias a su compañero Ray. El peliblanco era un tío encantador, aunque no le gustaría tener que batirse en duelo con él, pues el poder de su fruta del diablo le hacía convertirse en una bestia sacada del mismísimo averno. Una vez el peliverde soñó que Ray comandaba un ejército de abejas y zánganos gigantes e intentaba dominar el mundo, convirtiéndose en rey. Fue una pesadilla que no le hizo poder pegar ojo en toda la noche.

En la lejanía podían vislumbrarse los marines que se dirigían hacia la base. Era un grupo bastante numeroso, aunque no tenía claro que clase de marines se iba a encontrar.

—Por un lado, sí —le respondió al peliblanco, cruzándose de brazo bastante relajado—, aunque por otro lado…, no —añadió justo después—. Me explico, ¿vale? Solo tenemos que ver a los nuevos miembros de nuestro escuadrón: Camile, Masao, Atlas, tú y yo. Cada uno somos de nuestro padre y nuestra madre. Cualquiera diría que, por nuestro comportamiento y nuestra forma de ser, en ocasiones, no somos el marine estándar al que estamos acostumbrados a ver. No sé si me entiendes. ¿Y si los que vienen son marines con una forma de ser más cercana a Shawn? —realizó una pausa, en la que en su cara pudo verse un gesto de completo asco—. ¿Te lo imaginas? Me entran escalofríos —respiró hondo, y miró a su amigo a los ojos—. Y dime, ¿tú tienes ganas de conocer a nuevos marines?

Con la llegada a la entrada del resto de marines del G-23, todos se fueron directamente hacia el campo de entrenamiento. Los grupitos ya estaban hechos, como era de esperar. La mayoría se había juntado con las personas con las que tenía más confianza. Sin embargo, algo le decía que eso iba a cambiar más pronto que tarde. Según le habían dicho no todo iba a ser fiesta y jolgorio en aquella reunión, pues casi siempre se hacían dinámicas mezclando a los marines entre ellos.

El peliverde continuó caminando con el resto de marines hasta llegar al campo de entrenamiento. Su vista se posó varias veces en un grupo de marines entre los que había un espadachín de cabellos castaños. No había visto muchos espadachines en la base del G-31, así que conocer a otro en la marina era algo que le gustaba.

«Me encantaría batirme en duelo con él», pensó el peliverde, mientras observaba que Atlas ya estaba esperándolos.

—¿Has tenido riña con nuestro amigo o te has olvidado? —le preguntó al rubio, guiñándole un ojo. Tras su respuesta, el peliverde no dudó en acercarse al espadachín con entusiasmo. ¿Cómo debía presentarse sin ser rarito? Bueno, daba igual.

—¡Hola! —dijo con ímpetu, con un tono de voz bastante alto—. Mi nombre es Takahiro Kenshin, pero podéis llamarme Taka. Un placer conoceros a todos.
#7
Ray
Ray
Su amigo comentó que en parte tenía ganas de ver qué clase de personas eran los marines del G-23, pero que por otro lado temía encontrarse a un grupo de marines convencionales, militares con unos ideales similares a los que el Teniente Comandante Shawn predicaba. Rigidez, rectitud, seriedad... todo lo opuesto al grupo que habían formado, en resumidas cuentas. Y a decir verdad es núcleo duro estaba empezando a convertirse en algo más dada la confianza que sus miembros habían ido adquiriendo rápidamente entre sí en apenas unas pocas semanas. Su forma más desenfadada y flexible de ver tanto la vida como su trabajo les habían unido y, a decir verdad, agradecía enormemente que el destino le hubiera juntado con esos compañeros de entre todas las posibilidades existentes.

- Entiendo lo que dices, y en parte me pasa lo mismo. - Contestó al peliverde. - Tengo curiosidad por conocerles, ya que es posible que sean buena gente y seguramente tendremos que colaborar con ellos tarde o temprano. Pero también soy consciente de que existe la posibilidad de que sean unos muermos fanáticos del orden como Shawn, y simplemente pensar en ello me da una pereza horrible. Pero bueno, quien no arriesga no gana, ¿no?

Poco después Atlas hizo su aparición. El joven de pelo blanco se sorprendió enormemente de ver allí a su amigo, ya que había dado por hecho que aprovecharía aquella actividad extracurricular para escaquearse como intentaba hacer siempre y vaguear un rato. Sin embargo en cuanto le vio la cara su sorpresa desapareció, dejando escapar una sonora carcajada. La expresión del joven dejaba claro que, por algún motivo, aquel era el lugar que había elegido para evitar ser encontrado, decisión que claramente se había vuelto contra él. Era típico del rubio, no enterarse de dónde iba a tener lugar una actividad y aparecer casualmente por allí intentando librarse de realizarla. Resultaba curioso como si no era Shawn eran los propios despistes de Atlas los que acababan evitando que se escaquease.

Mirando a su alrededor el joven marine pudo ver que eran ya varios los compañeros de la otra base del East Blue que habían llegado hasta allí. Por el momento llamaron su atención dos hombre y una mujer. Uno de ellos parecía ser un anciano que triplicaba en edad a cualquiera de ellos, pero que daba la sensación de conservarse en una excelente forma física. Los otros dos eran espadachines, o al menos eso dejaban entrever sus armas.

Taka ya se había dirigido hacia el espadachín, seguramente llevado por la alegría de ver alguien con similares preferencias a las suyas en combate. Así que él se acercó hacia donde se encontraban la mujer y el anciano. Ella medía algo más de una cabeza que el peliblanco, pero poseía una singular y casi siniestra belleza. De ojos casi negros cubiertos por unas enormes gafas y pelo castaño, llamaba la atención por su aspecto serio y casi oscuro. Portaba tres espadas, lo que dado que los seres humanos solo tenían dos manos llamaba considerablemente la atención. Ray no tenía ni idea de para qué le servía el tercer arma, o de si simplemente era un repuesto por si se le rompía una de las otras dos.

El anciano, por su parte, era ligeramente más alto que la mujer, pero bajo su ropa podían intuirse unos músculos cuidados y definidos. Su rostro surcado de arrugas y su pelo completamente cano transmitían la tranquilidad que aportaba la experiencia. Era sutil pero curiosa la diferencia entre los cabellos naturalmente blancos de Ray y el pelo encanecido de aquel hombre, cosa en la que no pudo evitar fijarse el joven marine.

- Bienvenidos al G-31. - Saludó a ambos el peliblanco. - Yo soy Ray, uno de los sargentos del cuartel, y estos dos son mis compañeros Takahiro y Atlas. Me alegro de que hayáis podido venir a conocer nuestras instalaciones y a nosotros. ¿Qué tal ha ido el viaje?

Mientras hablaba el joven tenía una amable y sincera sonrisa en su rostro, dando con honesta alegría la bienvenida a los recién llegados.
#8
Gautama D. Lovecraft
-
Lo primero que se podía ver justo al bajar del barco, era el enorme puerto que tenía Loguetown. Se veía con claridad como la isla era mucho más próspera y cosmopolita que el pueblo de Rostock de donde proveníamos el resto de marines. Sus dimensiones garantizaban poder abarcar bastantes barcos, con muelles y muelles, el lugar ya te indicaba y ofrecía rasgos concretos relativos al tamaño de la ciudad, su base marina o su población. La riqueza que eso generaba a la isla en todos sus aspectos, era sin lugar a dudas de un valor incalculable, y en la carrera del desarrollo que podía tener frente a otras islas de todo el East Blue, Loguetown despuntaba y seguiría despuntando con notoriedad.

Mi curiosidad por ahondar en ella, su cultura, sus gentes y sus calles incrementaba a medida que más detalles veía de esta, sin embargo, empezaba a ser hora de al menos reunir al grupo. Sabía por la lista de voluntarios a la convivencia que tanto Galhard como Anko, se encontrarían bajando el barco, a pesar del gentío que se acumulaba en la zona del desembargo, esperé paciente a ver a alguno de los 2 antes de conocer al resto de compañeros de la base G-31. Alcé mi cabeza hacia varias direcciones, y entre los gorritos blancos que la mayoría de los marines de Rostock portaban, la castaña melena de Galhard resaltaba contrastando con el blanco común, levanté mi brazo mientras con cuidado de no pisar a nadie, me dirigía hacia él. Podría verme fácilmente entre el resto.

Sin embargo, para mi sorpresa, y debido a que los tonos cobrizos del joven marine llamaron mi atención, Anko se encontraba en la trayectoria de mi acercamiento a Galhard. Al toparme con ella, la saludé dando un par de palmadas sobre su hombro más cercano a mí, mientras esperaba que Galhard pudiera también alcanzarnos para estar los 3 reunidos. Una vez lo estuviéramos, les dedicaría a ambos la mejor de mis reverencias en señal de saludo, acompañándola con un grácil gesto risueño.

El trío de Lotus Marin, ya estaba agrupado, y ahora solo faltaba conocer a otro grupo de compañeros de la base G-31, para ello, los 3 casi arrastrados por la muchedumbre marine que se dirigía al interior de la base de Loguetown, avanzamos hasta el interior de esta, donde se suponía que en el campo de entrenamiento nos esperaban nuestros camaradas de la isla.

Aquella base, al igual que el puerto, correspondía con unas mayores dimensiones a comparación de la de Isla Kilombo, la base G-23, a primera vista era mucho más modesta. Su puerta era frondosa y sus muros casi inexpugnables, se palpaba que la autoría y capitanía del East Blue caía por enteros en la responsabilidad del sitio, dejando a las otras bases que hubiera por el mar como subordinadas. Nos internamos hasta su gran patio de entrenamiento, donde el resto de los marines de la G-31 aguardaban recibirnos. Los 3 en línea, formábamos el trío con Galhard a mi izquierda, y Anko a mi derecha.

Un primer marine peliverde, junto a otros 2 compañeros, se animaron a acercarse a nosotros. Yo mantenía una posición neutra y abierta, con los brazos hacia atrás, descansando en mis lumbares y con las manos entrelazadas. La llegada del trío me resultó curiosa dada algunas coincidencias que guardaban respecto a nosotros. Takahiro Kenshin se hizo llamar el primer joven que se nos acercó, presentaba un porte envidiable, y una altura que alcanzaba la mía con la coleta que me coronaba, pero que sobrepasaba la real por varios dedos.

Por otro lado, lo acompañaba otro marine con una estatura casi tan par a Takahiro y con el pelo tan blanco como el mío, resultaba curioso, ya que era todo un veinteañero, sin embargo, aquel rasgo le daba un aspecto particularmente especial, un atributo que cualquiera siempre familiarizaría con él. El tercero y último de cabellos rubios y ruda apariencia, parecía algo más mayor que sus 2 compañeros, y esperó a que su mayor, Ray, hiciera los honores para darnos la bienvenida a la base.

Con las presentaciones realizadas por su parte, lo más cortés sería que nosotros respondiéramos de igual manera, más aún cuando el de mayor edad era yo, y socialmente, recaería sobre mí hacer tal honores. Sabía que tanto Anko como Galhard eran conocedores de mi voto de silencio, y aunque iniciara yo las presentaciones, ambos debían de darme el apoyo comunicativo suficiente para que los 3 jóvenes de la G-31, fueran conocedores de nuestras particularidades. Accedí a tomar la palabra, desenvolví mis manos y con mi palma izquierda señalé a Galhard, con la derecha a Anko y educadamente yo me presentaría en último lugar llevando ambas a mi pecho.

- Galhard... Anko... Lovecraft. -

Dije mientras acompañaba las indicaciones de mis manos. Sabía que era algo escueta la presentación, pero también sabía que los 2 espadachines terminarían de dar la información pertinente al trío de jóvenes de Loguetown. Tras decir mi nombre, junté ambas palmas a la altura de mi plexo solar, y les dediqué una reverencia hacia ellos, inclinando mi tronco unos grados al frente, para luego volver a la verticalidad. Me intrigaba que podíamos llegar a intercambiar con esos 3 jóvenes tan vitales, un gesto fraternal se dibujó en mi rostro, recuerdos de mi juventud colmaron mi mente durante un par de segundos hasta volver de nuevo al presente. Veía en los 5 jóvenes que me rodeaban un potencial enorme. ¿Que podrían llegar a ofrecer todos en favor de la Marina? ¿Una nueva Marina?
#9
Atlas
Nowhere
—La primera —confesé en voz baja cuando Taka me preguntó acerca del motivo de que me encontrase allí. No llevábamos demasiado tiempo en la base, pero allí dentro pasábamos muchas horas y, cuando no tenían algo que hacer, era habitual encontrarnos juntos. Era por ello que poco a poco nos habíamos ido acostumbrando en cierta medida a las expresiones y gestos de los demás. Tal vez lo habíamos hecho más rápido de lo que sería habitual en otro contexto, pero la mayoría de las relaciones humanas se desarrollaban hacia algo como lo que había nacido entre nosotros, ¿no?

Fuera como fuese, no tardé en moverme de mi posición y dirigirme a la posición de mis compañeros, que, tomándose muy en serio la labor que nos había sido encomendada, se habían dirigido a un pintoresco grupo compuesto por un anciano, un espadachín y una espadachina. Ray ya me había presentado para cuando alcancé su posición, llegando justo en el momento para escuchar lo que decía.

—Perdón por el desorden —mentí descaradamente; uno nunca sabía si aquellas personas podrían informar a sus superiores de lo acontecido durante el día, así que debía asegurarme de quedar bien—. Había pensado en montar un pequeño recibimiento por aquí. Ya sabéis, algunas pancartas y demás, pero he calculado mal el tiempo y apenas me ha dado tiempo de empezar.

Por qué una colchoneta en medio del lugar tenía algo que ver con una bienvenida era algo que no iba a explicar No porque no quisiera, sino porque no se me ocurría un motivo convincente. ¿Y qué se hacía cuando no se encontraba una buena excusa? Muy sencillo: desviar la atención hacia otro tema. A la mayoría de personas le encantaba hablar de sí mismas, así que procedí en esa línea.

—¿Qué tal en vuestra base? ¿Hay mucho personal? La verdad es que yo todavía soy incapaz de reconocer a la mayoría de las personas con las que me cruzo a diario. Tenemos bastante rotación, sí, además de quienes usan el G-31 como posta en una ruta más larga... Eso siempre despista. Nunca he visitado el G-23, ¿qué tal por allí?

Las palabras salían atropelladamente de mi boca, casi escupidas, mientras intentaba sepultar bajo una pila de vocablos y preguntas cualquier cuestión que se hubiese materializado en su mente sobre mi estancia allí. Si mi estrategia resultaba efectiva o no era algo que sólo podría saber cuando, efectivamente, me callase y les dejase hablar. Pero ¿debía hacerlo? Sí, casi mejor que sí.

En los alrededores ambos grupos se había mezclado casi por completo, dando lugar a una uniforme marea blanca que ocupaba al completo el área de adiestramiento de la base marine en Loguetown. Según me habían comentado al poco de mi llegada —si es que no me había mentido, claro, que todo podía ser—, la isla en la que nos encontrábamos era la que tenía más presencia de la Marina en todo el East Blue. Era por ello que no era para nada infrecuente encontrar oficiales de distinta graduación, en ocasiones por encima de la de los más altos mandos de la base, que hacían de ella su centro de operaciones para las misiones que tenían asignadas.

Cuando ello sucedía, sobre todo cuando dichas visitas era realizadas por pesos pesados como los vicealmirantes, casi todo el mundo en la base se mostraba mucho más correcto y metódico de lo habitual. Luego la realidad era que en absoluto se inmiscuían en el funcionamiento interno del cuartel. Yo suponía que, por mucho que tuviesen mayor graduación, no era procedente pisotear varias veces al año a la en teoría figura de mayor autoridad del lugar. En una ocasión me habían llegado a decir que incluso un almirante había estado rondando por Loguetown durante unos días, pero jamás había llegado a verle en persona. Entre las dimensiones del recinto militar y mi tira y afloja con Shawn, había sido tarea imposible.

—Bueno, ¿queréis que os enseñemos un poco el lugar? —pregunté cuando las presentaciones y los primeros comentarios de cortesía fueron al fin intercambiados.
#10


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 9 invitado(s)