Hay rumores sobre…
... una bestia enorme y terrible atemoriza a cualquier infeliz que se acerque a la Isla Momobami.
[Común] [C-Pasado] Trapicheos casi legales
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Resultaba curioso la forma que tenía aquel hombre de beber. Era como ver a alguien que acababa de cruzar el desierto, privándose del agua durante días y noches. Si todavía fuera cerveza o algún refresco bien a reventar de gas, lo entendería un poco más, ¿pero simple agua? A ver, era lo más saludable que podía meterse en el cuerpo, pero a quién le importaba lo que era saludable y lo que no. Airgid se desayunaba casi un litro de cola para cargarse de cafeína antes de ponerse a entrenar. Cualquier adulto "funcional" escogería un café, o varios, pero a ella nunca le había agradado ese amargo sabor. De hecho, estaba convencida de que la gente solo fingía que le gustaba el café porque así se sentían más distinguidos y formales, más elegantes. Una tontería como una casa, vaya.

Estaba a punto de comenzar a contar su historia cuando Byron la interrumpió con un gesto de la mano. Airgid se quedó un instante con la boca abierta pero sin soltar palabra alguna por ella, cerrándola solo cuando fue consciente de lo ridícula que debía parecer desde fuera. Simplemente se dedicó a observarle mientras intentaba no darle demasiada importancia. Pero joder, era como si te interrumpieran ya no a mitad de un polvo, si no antes de empezar incluso, quedándose con todas las ganas. Pensar en esa comparación le hizo sonreír un pelín y quitarle hierro al asunto. Además, estaba interesada por lo que quería hacer. Finalmente sacó una pipa de uno de sus bolsillos y la llenó de tabaco, apurándose en prenderla. Le dio una gran calada y el humo llegó hasta ella cuando lo soltó por la boca. Sí, la verdad es que era curioso, Airgid no conocía a nadie que fumara con pipa. Era como una cosa muy de señorito, ¿no? Al menos a sus ojos así parecía.

Se disculpó, aunque tampoco es como si hiciera falta, a Airgid las formalidades no le iban demasiado. Pero ahora sí, pudo contarle su historia. No dio demasiados detalles, ni sobre el estilo de vida que solía llevar en aquella época ni sobre quién fue el que le disparó en la pierna, un rostro que fue capaz de ver mientras ella misma disparaba también. Harían falta más horas y algo de alcohol de por medio si quería abrirse más en profundidad con aquel hombre. Todavía no era el caso. Algo que Airgid odiaba era la autocompasión, motivo por el que no solía hablar de su vida. A veces contar tus desgracias se solía confundir con querer ir dando pena a la gente, y es que pocas cosas había que aborreciera más que pudieran pensar eso de ella. Ya suficiente pena sentía la gente en ocasiones por ella cuando la veían sin pierna como para encima regodearse en su propia mierda. No, no, ni hablar.

Le dolió un poco la cicatriz de la pierna cuando terminó de contar el relato, y por un momento sintió lo que se llamaba el "miembro fantasma". Por un momento sintió los dedos de su pie izquierdo moverse. Que escalofrío, que paranoia era cuando sucedía eso. Su sonrisa se torció un poco, aunque trató de disimularla para no levantar preguntas. Tampoco es como si hubiera hecho falta, Byron le pasó la pipa a la rubia y la animó a que le diera un par de caladitas. Una oferta que no rechazaría, desde luego. — ¿Esto va aliñao? — Preguntó en broma, guiñándole un ojo. Soltó una carcajada y se apresuró a darle ese par de caladas a las que le había invitado mientras él se dedicaba a pedir los postres. Fueron unas caladitas largas, expulsó el aire por la nariz y volvió a tragarlo por la boca. — Joder, nunca había probao una pipa antes. Está cañón. — Dijo con una sonrisilla mientras se la devolvía de nuevo. La verdad es que hacía tiempo que no fumaba, nunca había estado del todo enganchada, pero en la adolescencia... se probaban todo tipo de cosas.

¿Quién diría que lo más difícil de la conversación sería aceptar y saber encajar los halagos de aquel hombre? No era algo que a Airgid se le diera del todo bien. No estaba acostumbrada, sin más, a que nadie halagara su físico o su forma de actuar. Muchas veces, de hecho, intentaban meterse con ella diciéndole que estando tan fuerte parecía un tío en lugar de una mujer, que no resultaba nada femenina, sumado además a esa manera de hablar que tenía. Sintió algo de vergüenza, pero trató que no se le notara, adoptando una postura más relajada, despreocupada, acomodándose sobre la silla. — No, la venganza no es lo que me mueve. Ademá, ese tío murió, lo vi con mis propios ojos. — Sí, claro que había un motivo detrás de aquel entrenamiento físico, de aquella constancia y disciplina. Pero quizás sería demasiado intenso como para soltarlo en ese momento. Tampoco quería monopolizar toda la conversación. Notó una chispa encenderse en su cabeza cuando Byron mencionó el tema de las prótesis mecánicas. De repente, esbozó una enormísima sonrisa. — ¿Mas leído la mente? — Soltó una risilla. — ¡Estoy trabajando en un implante de esos! — Bueno, ese era su tema favorito, ahora sí que le costaría frenar. — Pero es un puto coñazo, te lo digo, es... más difícil que ná que haya hecho antes. Por que no es solo hacer algo que parezca una pierna, es que tiene que moverse como si FUERA una pierna de verdá. Tiene que responder a tus impulsos nerviosos, igualar tu velocidad... tiene que tené un peso parecido a la otra pierna, para que sea algo equilibrao, pero a la vé tiene que ser robusta, dura, coño, que no se rompa a la mínima... ¿acero? No me gusta... ¿titanio? — Empezaba a desvariar, por suerte el camarero no tardó más en llegar a la mesa.

Depositó delante de ellos unos cuantos dulces de los que Airgid había comido toda la vida. Pero eso no evitó que se le hiciera la boca agua. Sobre todo cuando reparó en la tarta de queso que presidía la mesa. Byron y ella compartieron en ese momento una conexión puramente golosa, deleitándose con el aspecto brillante y apetitoso de la tarta. Se mordió suavemente la lengua, sin poder evitarlo. La buena comida era una de sus perdiciones, y aquel dulce... estaba tan bueno, era simplemente como si lo hubiera inventado un dios o un ángel, algo de eso. La rubia aceptó la cucharilla que el hombre le ofreció y ambos la hundieron sobre el postre con una sincronía perfecta, recogiendo una pequeña porción con el utensilio y llevándoselo a la boca. Joooder. Menudo orgasmo sensorial. Era la primera vez que Airgid comía en ese restaurante y ya acababa de entrar en su lista mental de lugares top donde tenía que volver a repetir próximamente.

Los dos se quedaron un momento en silencio, disfrutando de ese manjar tan delicioso, cuando Byron propuso algo que Airgid no esperaba para nada. Coño, casi se atragantaba con la tarta al escuchar lo que le estaba ofreciendo. Por suerte bebió un poquito de refresco y se le pasó antes de que su sorpresa fuera evidente. Aunque tampoco es que lo hubiera disimulado demasiado. ¿Irse? ¿Ahora? ¿A Logue Town? ¿Y encima le daría el arma totalmente gratis? La mujer necesitó un segundo antes de decir nada. — Yo... eh... joder... — Se mordió un poco el labio, claramente dubitativa. Sin encontrar las palabras y con un millar de ideas revoloteando por su cabeza. Claro que quería, se moría por ver mundo, por salir de aquella puta isla. Pero a la vez era un tema demasiado complicado, con demasiadas capas. Quizás resultaba absurdo, pero Airgid se sentía aún en deuda con aquella isla. Y no solo con la isla, si no con la gente que la habitaba. Tenía allí amigos de su infancia, amigos que dependían de ella. De hecho, eran más que amigos para ella, eran su familia. ¿Cómo saber cuándo se estaba preparada para abandonar a la familia? Probablemente uno nunca lo estaba del todo. También recordó la única vez que salió de la isla hacía ya diez años, cómo casi no lo contaba para volver, casi la mataban esa vez. Le miró a los ojos, con una intensidad que hasta ahora no había demostrado, ni cuando le estaba contando la historia de su pierna. — Byron... me fliparía decirte que sí, de verdá. — Soltó la cucharilla, al menos de momento. — Pero tengo deudas que saldá, asuntos que resolver... no puedo salir al mar con una pierna menos. No puedo. — Esa era también una razón de peso, una que había estado intentando ignorar mucho tiempo. Se mordió la lengua un poco más fuerte. Odiaba tener que decirle que no. Pero quizás no tenía que ser un no rotundo. — No puedo abandoná esta isla aún, no de forma permanente. Aunque quisá sí podría hacer una visitilla a Logue Town, una que no durase má que una semana... y dejamos el arma a trescientos mil. — ¿Estaba regateándole su propia amabilidad? Menuda cara, la tía. Pero la verdad es que sí, tenía ganas de salir, aunque solo fueran unos días. Aunque solo fuera por conocerle mejor. Y por conseguir una oferta de la hostia de paso.
#11
Byron
Que me lo otorguen
"¿Esto va aliñao?" ¿Qué narices significaba eso? El muchacho puso una cara inconexa con cualquier tipo de sentimiento existente, no tenía ni idea de a que se refería. Era un experto en la noche si, pero en la sección del cortejo, no en el pasillo de drogas y diversión, podría decirse que ni siquiera sabía que era un estupefaciente, salvo por un par de sustancias, y ninguna de ellas se consumía fumándola. ¿A lo mejor se refería a echarle un poco de aceite de oliva? Para que pillase los matices de su sabor y estuviese más húmeda, en aquel momento, francamente podía ser cualquier cosa debido a su desconocimiento y tampoco era un tema al que le dedicase la atención suficiente como para ponerle remedio.

Le devolvió la pipa, por un momento no pudo evitar recordar como se hubiese sentido de más joven al compartir con una damisela algo así. Seguro que se hubiese puesto nervioso al pensar que se trataba de un beso indirecto, que los labios de la joven se habían posado sobre la boquilla. Quizás fue ese aire y ambiente distendido, esa sensación de tranquilidad familiar que se encontraba en aquellas ajetreadas calles, pues a pesar de abundar la muchedumbre y el ruido, en su mayoría eran locales pasando un buen rato, disfrutando de su día a día, como él pasando su adolescencia compartiendo pipa con su maestro en la tranquila bahía de Jaya.

Cuando le habló de piernas biónicas, la chica rubia no pudo evitar entusiasmarse, pudo ver como las cuencas de sus ojos se abrían y las pupilas se dilataban llenas de emoción. Se puso hablar animadamente, de golpe, como cuando habló de aquella arma de fuego, las palabras no paraban de salir de sus bonitos labios, llegando hasta casi balbucear, no debido a su extraño acento, sino por la cantidad de palabras que quería meter en un segundo de pronunciación. Byron se limitó a mirarla sin interrumpirla, es más tampoco tenía mucho que aportar, hablando de forma sincera, no tenía ni idea de lo que mascullaba tan alegre la mujer. ¿Tornillos y tipos de metal? Sí, podía entenderlo, pero ¿Conexiones nerviosas? ¿Acaso eso se podía hacer? Él mismo había dicho que los implantes habían avanzado, pero no se imaginaba que tanto, es más estaba afirmando que ella misma estaba creando uno. Una imagen vino a su mente, ella manchada de resbaladizo aceite en su taller, no podía negar que se le caía la baba con aquel pensamiento, pero no era el momento ni el lugar.

Rechazó su oferta educadamente, ante sus primeras palabras Byron simplemente asintió con sinceridad comprendiendo la difícil de aceptar oferta que la había propuesto, brindando el gesto como muestra de apoyo para que no se sintiese mal o tensa ante su respuesta. No todos podían elegir libremente ignorando sus circunstancias y deberes, por lo general, todo individuo tenía sus responsabilidades que atender, sus problemas que solventar, y no podía tomar una decisión tan importante a la ligera aunque quisieran, muchos tenían unas raíces que, por desgracia para él, no podía cortar. Incluso contaban con sus inseguridades, ya fueran grandes o pequeñas, que les impedían dar el paso, nunca mejor dicho en este caso. Aunque siendo honestos, también entendía a aquellos que simplemente rechazaban por no querer, por no ser la vida que querían vivir, pues eran libres de elegir en mayor o menor medida sobre lo que hacer con sus vidas. Él no iba a obligar a nadie a seguirlo en el camino que el destino había elegido para el muchacho.

- Tranquila mujer, es entendible, no te sientas mal, incluso aunque no tuvieses nada que te atase, aceptaría tu respuesta, es una lástima ni con el cebo en el mar he conseguido pescarte.- Dijo refiriéndose al rifle que guardaba en su caja.- Me quedo con tener una compañera de comidas cuando vuelva por aquí, te hablaré de las mejores tartas de queso que encuentre por las islas que visite.- Sonrió apoyándose con el codo sobre la mesa y soportando el peso de su cabeza con su mano, y con la cuchara en su mano sobrante señalando el postre.- De todas formas, si en algún momento cambias de opinión y quieres encontrarme, seguramente te sea fácil, no tardarás en escuchar noticias mías en todos los periódicos.- Comentó con seguridad.

Volvió a hablar, sobre hacerle una visitilla de una semana en Logue Town, bajando el precio del arma por ello a 300.000. Como un relámpago una idea recorrió su mente, iluminándola por completo con el tipo de pensamientos que un adolescente hasta arriba de hormonas solía tener de forma continua ¿Estaba entendiendo mal? ¿Era "eso" lo que le estaba ofreciendo? Tragó saliva sorprendido ante aquella suposición alejada totalmente de la realidad, no podía ser, simplemente no era posible. Apartó la idea y aquellas imágenes en cuanto pudo, intentando mantenerse sereno, no quería pensar así de ella por mucho que le atrajese aquel encuentro. Le caía bien, era una mujer magnética, incluso se había ganado su ligero aprecio con su forma de ser, simplemente un caballero no trataba o pensaba así de sus amigas.

- ¡Como esa visita no incluya que compartas la cama conmigo el premio no variará! Así que no te pases de lista jajaja.- Bromeó mientras golpeaba la cuchara de su mano, acentuando cada una de sus palabras. - ¡400.000 es una gran oferta, no me hagas subir a 500.000!

Terminó de reír conservando el ambiente juguetón de aquel encuentro. Suspiró profundamente y haciendo hueco en la mesa, colocó la caja de madera en ella, abriéndola lentamente, pausada, como seduciendo su mente con la idea de que aquella arma que relucía dentro de esa cavidad estaba a punto de ser suya. La abrió finalmente ante sus ojos que seguramente se encontraban deseosos de asegurar que ese rifle era suyo, para que volviese a ver todos los detalles que tenía, un segundo vistazo para deleitarse con aquel premio que el fabuloso destino le había otorgado.

- ¿Y bien querida Airgid? ¿Tienes a mano esos suculentos berries?
#12
Airgid Vanaidiam
Metalhead
¿Quién le iba a decir a Airgid que aquel día conocería a alguien tan curioso? Alguien que le despertaría el gusanillo. Y le habría encantado seguir conociéndole durante más tiempo, más días. Airgid solía ser una mujer muy lanzada, extrovertida, abierta... aparentemente despreocupada. Pero en el fondo aún tenía unas ataduras muy arraigadas a aquella isla y a su gente. Sus amigos le habían dicho en muchas ocasiones que tenía que seguir avanzando, que tenía que perseguir sus sueños en lugar de pensar tanto en los demás, pero aún no era capaz de hacerlo. Simplemente no era el momento.

Byron lo aceptó sin problema, se le notaba que no era una persona que sintiera rencor por asuntos de ese tipo, de hecho parecía ser bastante comprensivo con ella. Todo el rato que llevaban conociéndose le había parecido un hombre... cómo decirlo, caballeroso. Quizás dicha actitud se debía a los intentos de ronear con ella, pero fuera como fuese, le había demostrado ser gentil, amable. Y con sentido del humor. La mujer sonrió al escucharle decir que había encontrado en ella a una compañera de comidas con la que poder compartir las reseñas de las diferentes tartas de queso que se iba a dedicar a comer por todo el mar. En aquel momento supo que tenía un amigo. Más aún cuando le dijo que si quería en algún momento ir a buscarle, encontraría noticias suyas en el periódico. En aquel momento arqueó ligeramente la ceja, con un gesto de curiosidad en la cara. — ¿Sí? No me diga que ere famoso. — Se llevó otro trocito de tarta de queso a la boca. Aún no le conocía mucho, Airgid se dejaba llevar por las vibraciones que le transmitía la gente para saber si seguir acercándose a alguien o no, pero con cada cosa nueva que aprendía se quedaba más prendada de aquella conversación.

Ante su pequeña propuesta de regateo, Byron se quedó aparentemente mudo por un momento. Airgid no sabía en qué clase de idea estaba pasando por aquella cabeza morada suya, pero solo el silencio y el sonido que hizo al tragar saliva hizo que se le escapara una risilla. Tampoco es que fuera muy difícil, Airgid era una mujer bastante risueña. Al menos le dejó claro que no, que no iba a aceptar ningún tipo de regateo, a no ser que hubiera algo más íntimo de por medio. La sonrisa de Airgid se afiló, en un gesto pícaro. — Tenía que intentarlo, ¿no? — Se encogió de hombros, dándose por vencida. Ya le había hecho un buen precio y le había ofrecido una agradable comida. No iba a seguir tentando su propia suerte.

Una vez se terminaron el postre, Byron hizo un poco de hueco en la mesa para dejar encima la caja con el arma en su interior. La abrió con tranquilidad, generando unos segundos de expectación que inevitablemente se le contagió a la rubia. Una vez pudo volver a verla de cerca, corroboró de nuevo que aquel arma se trataba de un ejemplar excelente. La verdad es que las largas distancias no era lo suyo, pero desaprovechar aquella ocasión habría sido terriblemente estúpido. Y nunca se sabía del todo cuando iba a hacerte falta disparar a alguien desde más de cincuenta metros de distancia, ¿no? Era mejor ir siempre bien provista. Sin perder más el tiempo, Byron le preguntó directamente por los berries.

La rubia le guiñó un ojo y procedió a sacar un pequeño monedero del interior de su escote, entre sus pechos. Puede que no fuera un lugar muy cómodo donde guardar el dinero, pero desde luego sí que era seguro. Nadie tocaría en ese sitio sin que Airgid le arrancara la mano de cuajo en el intento. ¿Cómo era posible que cuatrocientos mil berries cupieran en aquel monedero tan modesto? Misterios de mujer, supongo. Lo dejó caer sobre la mesa y las monedas de su interior resonaron al chocar entre ellas. — Puede contarlo si quiere. — Ahí se iban una buena parte de sus ahorros... pero qué coño, Airgid no era tacaña. La compra merecía la pena. No pensaba darle más vueltas. — Aún no te he perdío de vista y ya tengo gana de que nos volvamo a ver... — Reflexionó en voz alta. — Quizá la próxima vez tengas algo más que ofrecerme. O quizá sea al revés. No estaría mal, ¿no? — Se anticipaba que pronto vendría el momento de despedirse. Ella tenía cosas que hacer y seguramente él también, parecía ser alguien bastante ocupado. Pero la promesa de que no sería la última vez que coincidieran fue suficiente como para sentirse tremendamente optimista.
#13
Byron
Que me lo otorguen
Por un momento Byron no supo como reaccionar, no sabía si aquella mujer le estaba vacilando o no había pillado el comentario cargado de ego por el muchacho. Ante su inocente mirada de curiosidad pudo darse cuenta, esa pregunta era sincera, había interpretado su comentario literalmente, no vio que el muchacho solo estaba alardeando de sus habilidades dando por hecho lo rápido que se haría un nombre en el mar. Con una cara incrédula ante aquella afirmación, quiso explicarle el matiz y el significado de su comentario, pero aquello lo sacó tanto de su zona de confort que simplemente murmuró unas pequeñas palabras para dejar correr el momento, y no volver a hacer mención, después de todo, era innegable que sintiese vergüenza, igual se había venido muy arriba.

- Em, no, no quería, bueno, da igual, déjalo jeje.- El pálido rostro del chico contrastaba enormemente con sus orejas estaban totalmente coloradas.

Una vez dispersó aquella vergüenza siguió mirándola tranquilamente, como saboreaba la deliciosa tarta de queso. Agarró con firmeza su cuchara y la acompañó, comiendo otro pequeño pedazo de cielo, desde luego era la mejor que había comido en su vida. La dejó el último trozo como gesto de amabilidad, después de todo, la había prometido contarle sobre los diferentes manjares que probaría a lo largo de este basto mundo, incluso podía traerle algunas muestras, y si se decidía a salir al mar una vez cumplidas las obligaciones que a esta pequeña isla la ataban, invitarla a alguna ruta gourmet golosa. Le gustaba esa idea, la verdad que, aunque no fuese con él, deseaba que aquella mujer mojase sus pies con el agua fresca del mar, aunque uno de ellos fuese una prótesis, que viviese en todo su ser la llamada de la aventura. Encontrarse con ella en otra isla, sería algo que alegraría si ególatra corazón de forma sincera.

Ante su contestación a la bajada de precio, no pudo evitar reírse a carcajadas, definitivamente aquella mujer era de armas tomar. Aunque una pequeña desilusión lo invadió, no quería pensar así de ella, pero aún tenía la pequeña esperanza de que aceptase esa "proposición" indebida, el muchacho se hubiese visto henchido de emoción al saber que tendría una pequeña oportunidad con ella. Lastimosamente, no fue así, así que tímidamente olvidó la idea, al menos tenía su amistad e iba a poder disfrutar de este tipo de momentos con ella. Acabó su risa con lágrimas en los ojos provocados por esta, y mientras las limpiaba con elegancia la respondió.

- Y, un buen intento, todo sea dicho.- Aquella tierna escena, le hizo olvidarse de su dolor de cabeza.

Cuando sacó el arma, pudo ver de nuevo como sus ojos se encendían, como una niña recibiendo un regalo, claramente era la persona exacta a la que vender algo de este tipo. La sacó con mimo y delicadeza, para no sufrir un percance y dañarla por accidente, la posó sobre sus manos cuidadas, aunque tenían alguna que otra marca, seguramente, de trabajar en sus metálicas creaciones. Ya era suya, el intercambio estaba prácticamente hecho, así que no tenía por qué tratarla como una pertenencia suya. Pasó sus dedos sobre esta, volviendo a analizarla al detalle, le transmitió con sus sutiles gestos la devoción con la que trataba este tipo de artefactos. Sonrió cálidamente disfrutando la escena que le brindaba a sus ojos, por un momento el tiempo pareció detenerse, y no era un mal momento para hacerlo, le gustaba lo que veía, y disfrutarlo un rato más era algo que agradecía al destino, por darle aquella oportunidad.

Finalmente, la mujer sacó de su pecho un monedero, Byron se deleitó con las vistas, un buen servicio bajo su punto de vista, igual aquella bajada de precio que propuso no era tan alocada. Lo abrió frente a sus ojos, volcándolo desde las alturas a la mesa de madera, increíblemente en aquel compartimento cabían más monedas de lo esperado. Tintinearon chocando unas contra otras al caer, como confeti dorado, quedaron amontonadas encima de esta, si no lo hubiese visto, no habría creído a quien le contase la anécdota de que tal cantidad se encontraba dentro de un pequeño monedero. "Puedes contarlo" dijo mientras estas caían, tremenda labor le estaba proponiendo, si se pusiese a contar seguramente no acabaría hasta bien entrada la noche.

- No hace falta, no quiero tirarme toda la noche, y me fio de ti, así que.- Dijo mientras negaba repetidamente con la cabeza.- ¡Camarero! ¡Tráigame un saco de patatas para guardar esto por favor!- Gritó para tener alguna forma de llevárselo. Al pobre hombre a estas alturas, todo lo que pasase en nuestra mesa le parecía normal.

Una vez lo trajo se quedó allí abriéndolo para ofrecer una ayuda, no pudo evitar sacarle el dedo pulgar y una resplandeciente sonrisa como forma de darle las gracias. Apartó los platos que se encontraban en su camino, y arrastrando el brazo por la mesa como si fuese una pala, echó todas las monedas en este. Alguna mancha quedó sobre su camino, aunque no se dio cuenta hasta haber celebrado el recolectar sus ganancias.

- ¡Pa la saca!- Dijo haciendo una pose de victoria, y dejando ver la macha de salsa de arándanos y frutos del bosque sobre su camisa.- Mierda, me toca ir de lavandería.

Se levantó, agarrando el saco que aquel hombre mantenía sujeto, y lo cargó a su hombro. Miró a Airgid para despedirse, formando con sus labios una amplia sonrisa, escuchando las bonitas palabras que esta le dedicaba, no pudo sentir un poco de tristeza por tener que despedirse, pero así era la vida de los que vivían bajo los designios de su alma libre. Se acercó a su asiento, se arrodilló cogiéndola de la mano, y dándole un pequeño beso en esta, como si fuese su recién nombrado caballero. Una vez hecho, alzó el rostro mirando con sus enormes ojos amatistas a los suyos y respondió sus palabras.

- My lady, gracias por este día, ha sido todo un placer hacer negocios con usted, si algún día encuentro un arma de estas características, me plantaré en la puerta de tu casa con la mejor oferta que podrás encontrar. - Dijo alegremente. - Espero que nuestro reencuentro sea lo más pronto posible, y que, aunque no sea conmigo, cumplas todos tus propósitos y puedas salir al mar. No dudes que el destino volverá a encontrarnos, puedo leer las líneas que despliega frente a mí, y sé a ciencia cierta, que nuestros caminos se volverán a cruzar... Y esa vez, serás todavía más asombrosa de lo que ya eres. Espero ver tu bonito cabello ondeando con la brisa del mar.- Se levantó soltando su mano con una ligera caricia y se dirigió a la puerta del local, dejando paga la cuenta antes de salir al final fue él el que invitó, como forma de agradecerla la bonita velada. Y con una última mirada a su persona, y un leve gesto de mano, salió del establecimiento con una sonrisa.
#14


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