¿Sabías que…?
... el concepto de isla Demontooth hace referencia a una rivalidad legendaria en la obra.
Tema cerrado 
Como sirena en el mar
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
La sirena de oscuros cabellos se movió rápidamente hacia el bribón de ojos dorados en cuanto este le indicó su falta de aire. Sintiendo una mezcla de urgencia y confianza, Ubben se sujetó firmemente a ella, mientras una parte de él luchaba contra el miedo de perder la conciencia durante el ascenso. Asradi comenzó a emerger a una velocidad prudente, cuidando cada movimiento para evitar cualquier cambio brusco de presión que pudiera afectar al peliblanco. Durante el ascenso, Ubben exhalaba lentamente las burbujas restantes de aire, tratando de mantener una descompresión segura. Su visión, nublada al principio, poco a poco se aclaró. Quizás había subestimado los efectos del tiempo que había pasado bajo el agua. Sin embargo, al cabo de unos segundos, sus ojos dorados captaron con claridad la cálida sonrisa de la sirena.

Me desmayo— bromeó Ubben con una sonrisa débil, dejándose flotar de espaldas frente a Asradi, como si realmente fuese a perder la conciencia. La broma era simple, quizá incluso una tontería, pero para él tenía su encanto. Sentía la necesidad de aligerar el ambiente, de convertir ese momento en algo más liviano aún de lo que ya era. ¿Era una mala broma? Tal vez, pero a Ubben no le importaba; en su mundo, donde las bromas y las risas sinceras eran un lujo escaso, aquella pequeña actuación le parecía un momento de pura diversión.

Después de unos segundos flotando boca arriba, permitiendo que las olas lo mecieran suavemente, Ubben se giró hacia la pelinegra. —Me tomaría una semana de flotar en el mar si pudiera tener esta paz más seguido— confesó, con una sonrisa sincera. Las palabras salieron sin pensar demasiado, un raro momento de honestidad que brotó desde lo más profundo de su ser. Dentro del laberinto de mentiras y engaños que solía tejer, había un deseo genuino de encontrar momentos de calma, de alejarse de las interminables persecuciones de la marina y de los cazadores de recompensas. Y por alguna razón, las sonrisas de Asradi le producían una sensación extraña pero reconfortante, como si estuviera conectando con ella de una forma sincera. Se preguntó, con cierta inquietud, si tal conexión era siquiera posible. Después de todo, no estaba acostumbrado a hacer amigos, solo a utilizar a las personas. Pero desde que había saltado al mar, algo había cambiado; había pasado de intentar ganar el favor de la sirena a no poder imaginarse utilizándola.

Un nudo de emoción se formó en su garganta cuando la sirena le afirmó que lo había hecho bien, pillándolo por sorpresa en un momento de vulnerabilidad. Casi sintió que las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos dorados, pero logró contenerlas, luchando por recuperar sus defensas y su habitual fachada de indiferencia. —Bueno, ¿queda pescar, cierto?— dijo Ubben, intentando desviar la conversación y su propia mente de aquella conmoción interna que lo había invadido. Con un movimiento ágil, se hundió en el agua y acomodó su mojada cabellera hacia atrás. Comenzó a nadar hacia la cuerda que había arrojado desde el barco antes de entrar al agua, consciente de que necesitaría ayudar a Asradi a subir; sin pies para afirmarse, podría ser complicado para la sirena volver a bordo. —Yo te ayudo— añadió con una sonrisa, extendiendo la mano hacia ella.

Una vez en el barco, Ubben se puso a vaciar sus bolsillos llenos de algas y a desenredar las que se habían enrollado alrededor de su torso. Por primera vez, le dio la espalda a Asradi de manera deliberada, una muestra tácita de confianza que rara vez ofrecía. Esto permitió que la sirena viera su espalda tal como era... un mapa de cicatrices y heridas mal curadas, testigos mudos de las numerosas desventuras y enfrentamientos que había sufrido en los últimos doce años de huida constante. De repente, un graznido rompió la tranquilidad del momento. Unas gaviotas se acercaban, llevando consigo periódicos, carteles de "Se busca" e informaciones importantes para los marineros en alta mar.

Ubben pagó por una copia y la tomó del pico de la avezada mensajera. Al desplegar el periódico, sus ojos se encontraron con una noticia que lo dejó helado. Su recompensa había sido actualizada. En un instante, el papel cayó de sus manos, su rostro quedó petrificado mientras murmuraba entre dientes palabras inconexas llenas de rabia, impotencia y miedo. El número no era menor... había pasado de valer 10 millones de berris a 30 millones. ¿De dónde habían salido esos 20 millones extra? —Cómo... mierda... que... quién lo... y si... pero... no... tengo que...— balbuceó, incapaz de formular frases coherentes, completamente en shock. En la página, había un pequeño apartado que enumeraba los crímenes que le atribuían, crímenes que no alcanzó a leer en su estado de pánico. Entre ellos se encontraban faltas a la moral y buenas costumbres en Villa Shimotsuki, daños mayores a propiedad privada, piratería, robo, agresión a oficiales de la marina, venta de sustancias ilícitas y hasta la organización de apuestas ilegales en Logue Town. Pero el peor de todos, era su presunta vinculación con un esquema de corrupción dentro de la Marina y el Gobierno Mundial. Aunque no se daban detalles, se mencionaba que Roblen Sangrenegra y Ubben Sangrenegra, padre e hijo, habían sido descubiertos durante las fases de planeación para instaurar su red de corrupción.
#11
Asradi
Völva
El ver a Ubben flotando en la superficie del agua, y bien, le hizo sonreír de manera suave. Relajada incluso. Ella misma se dejó llevar, sutilmente, por el vaivén de las mareas. También, al mismo tiempo, vigilaba que el pícaro de ojos dorados no se alejase demasiado. O que la corriente se lo llevase. Pero le animó el verle tan relajado, incluso bromeando al respecto. No, claro que no se desmayaría y, de hacerlo, ella estaba ahi para socorrerle. Le dejó unos momentos más, a su aire, mientras Asradi vigilaba los alrededores. Por desgracia, aunque era perceptiva, no era consciente del sentimiento que parecía haber despertado en el chico humano.

Bueno... Quizás si terminamos viajando juntos, puedas hacerlo más a menudo. — Le dijo, acercándose un poco y mirándole con más confianza.

Era verdad que, de buenas a primeras, no solía confiar en la gente. Ya bastantes malas experiencias había tenido, pero tampoco quería meter a todo el mundo en el mismo saco. Poco a poco ese grupo iba pareciéndole genuino, en el buen sentido. Todavía tenia que conocerles más, aún así. Y ellos a ella. Estuvo unos minutos en silencio, tan solo disfrutando de la compañía contraria y del vaivén de las olas, del murmullo del mar alrededor de ellos. Era un ambiente idóneo y relajante. Incluso se permitió bajar la guardia y cerrar los ojos, dejándose arrullar unos largos segundos. Al menos hasta que Ubben se sumergió un par de momentos para luego emerger y nadar hacia el barco.

Gracias. — Le sonrió la sirena, cuando él le echó una mano, literalmente, para volver a subir al barco. Le agarró con fuerza y se dejó llevar hasta la cubierta. Una vez allí, Ubben comenzó a vaciarse los bolsillos. La sirena no pudo evitar una ligera risa. — Parece que has hecho una buena recolección.

Y era verdad, el chico iba cargadito de algas y de musgo marino.

Ven, te ayudo. — Con un par de saltitos graciosos se aproximó al moreno, y le ayudó a retirarse las plantas marinas en sí. Las juntó con las que ella también había conseguido y, al menos las algas, las puso a secar al sol en la misma cubierta del barco. Tras eso, le acomodó un poco el pelo empapado, en un gesto suave, antes de apartar ligeramente la mano. — Sí, toca pescar.

Aunque ella iba a dejarle descansar un poco, parecía que Ubben aún tenía cuerda para rato.

Iban a ponerse a ello cuando no pudo evitar ver la espalda marcada del chico. Repleta de viejas cicatrices y heridas ya cerradas. La pelinegra apretó los labios, en un gesto preocupado e indignado al mismo tiempo. No hacia Ubben como tal, sino hacia quien le pudiese haber hecho eso. Tenía curiosidad, pero... No se atrevía a preguntar. Sentía que, quizás, era algo demasiado personal.

Fue entonces cuando un graznido la quitó de sus pensamientos. Atisbó a las gaviotas de la redacción de noticias, y se acercó un poco cuando Ubben se hizo con uno de los periódicos.

Ubben... ¿Estás bien? — Se mostró genuinamente preocupada cuando lo vió empalidecer y comenzar a balbucear.

Fue ella misma quien se aproximó, un tanto alarmada al principio, hasta que vió lo que tenia al chico tan nervioso.

Un cartel de Se Busca.

¿¡Treinta millones!? — No pudo evitar exclamar, abriendo los ojos como platos. ¿Cómo era eso posible? Sobre todo al leer los cargos por los que su, ahora, compañero era acusado. Intercambió una mirada breve y alternativa entre cartel y moreno. Entre moreno y cartel.

Menuda joyita. — Dijo al final, con un pequeño tono burlón para aligerar el ambiente que se había quedado.
#12
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
La paz y la tranquilidad que la sirena de oscuros cabellos brindaba al bribón de ojos dorados eran como un oasis de cerveza negra en medio de un desierto abrasador lleno de arañas. ¿Exagerado? Tal vez, pero así se sentía ese momento compartido entre ambos, un respiro fresco y bienvenido en su vida caótica. Ubben no pudo evitar sonreírle de vuelta cuando Asradi se acercó, asegurándole que si viajaban juntos podrían disfrutar de más instantes de serenidad como aquel. Por algún motivo que no alcanzaba a comprender, sus personalidades encajaban sorprendentemente bien, quizás porque ambos compartían una desconfianza innata hacia el mundo.

Tan cómodo se sentía el peliblanco junto a la sirena que, una vez a bordo del barco, no le preocupó en absoluto que ella se acercara a su espalda, aun sabiendo que portaba un cuchillo que había visto brillar mientras recolectaban algas y musgo. Los pequeños saltos que Asradi daba en la cubierta mojada le parecían una vista bastante divertida, sin embargo, la idea de que pudiera resbalar en la cubierta mojada le llevó a extender la mano casi instintivamente hacia ella, sin pensarlo demasiado. Le sorprendió lo natural que le resultó ese gesto, como si de repente un instinto protector que no sabía que existía hubiera emergido sin previo aviso. Se sentía bien ofrecerle ayuda, un sentimiento inusual en alguien acostumbrado a valerse solo y a mantener a los demás a distancia.

Mientras el bribón de blancos cabellos se dedicaba a desenredar las algas que se habían enredado en su torso, Asradi se acercó para ayudarlo. Su toque era delicado y suave, pero cuando terminó, hizo un gesto sutil que provocó en Ubben una reacción instintiva. Al ver la mano de la sirena acercarse a su rostro, sus ojos se cerraron fuertemente, esperando un golpe que nunca llegó. Un recuerdo fugaz invadió su mente, pues, hacía un par de años, lo habían capturado y llevado en un barco de la marina hacia una base cercana al lugar donde le atraparon. Durante ese viaje, una mujer infiltrada del bajo mundo que trabajaba para el mismo capo que él, se encontraba en él navío y se encargó de cumplir el rol de celadora durante el traslado. Cada vez que Ubben abría la boca sin ser requerido, ella, con movimientos suaves y delicados acercaba su mano al rostro del peliblanco y susurraba un tenue "perdón" antes de abofetearlo con fuerza suficiente para aturdirlo. Aquello era prueba de la fuerza de aquella mujer, capaz de aturdirlo desde tan solo un par de centimetro antes de su rostro; Aquella mujer fue la que le ayudó a escapar del barco una noche, sin embargo las semanas de golpes habían quedado grabadas en él.

Pero esta vez no hubo golpe alguno, al contrario, la mano de Asradi pasó suavemente desde su rostro hacia su cabello, acomodándolo con una calidez que contrastaba con su recuerdo. El peliblanco abrió los ojos lentamente, sintiendo el contacto cálido y cuidadoso. Cuando la sirena retiró su mano, Ubben se sorprendió a sí mismo sujetándola con suavidad, como si no quisiera que ese contacto se rompiera. Apoyó su mejilla en la palma de Asradi y esbozó una sonrisa contenida, pero sincera. No estaba acostumbrado a dejar salir sus emociones; usualmente las reprimía detrás de una máscara de arrogancia y desdén, cubriéndolas con sus habilidades de actor y mentiroso. Pero ese gesto, aunque inesperado y un tanto extraño, era la forma en que el bribón de cabellos blancos agradecía ese momento de paz y los pequeños detalles que nunca antes había permitido para sí mismo.

Lamentablemente, la calma fue breve. Después de descubrir que su cartel de recompensa había sido actualizado, la voz de la sirena le llegó lejana, como un eco que entraba por un oído y salía por el otro. Su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos y miedos frente a la brutal subida de su recompensa, que se había triplicado de un golpe. No fue hasta que Asradi se acercó y tomó el cartel que el peliblanco dejó caer que el grito estridente de la sirena lo devolvió a la realidad. El chico de ojos dorados se giró hacia ella, extendiendo su mano izquierda. —Apriétala lo más fuerte que puedas...—pidió con la voz apagada, necesitando un dolor intenso que lo ayudara a despejar su mente. 

Ubben dejó escapar un grito ahogado, cubriendo su boca con la mano libre mientras sentía el dolor irradiarse por todo su cuerpo. Apenas terminó de soltar aquél desgarrador grito, el peliblanco dejó caer las algas que aún tenía en los bolsillos y saltó hacia una trampilla en la cubierta que daba paso a un camarote extenso, lleno de colchones y mantas desordenadas. Revolvió entre ellas frenéticamente hasta que encontró lo que buscaba: un den den mushi. Regresó corriendo hasta Asradi con el caracol transmisor en la mano. —Intenta llamar a Airgid— ordenó con voz firme, entregándole el den den mushi a la chica de cabellos oscuros. En cuestión de segundos, ya estaba recogiendo el ancla y ajustando la vela principal. —Que corran al muelle. Las provisiones las conseguiremos en el camino... tengo que largarme ahora del puerto— le indicó a Asradi para que transmitiera el mensaje a sus compañeros. Luego añadió rápidamente —Yo contactaré a Gavyn después de eso, no debería tardar mucho en volar.

Una vez que los preparativos estuvieron listos, el peliblanco se lanzó a toda velocidad desde la proa hasta la cabina de navegante. Se detuvo brevemente al lado de Asradi y mirandola preguntó —¿Te llevo a la cabina?— Su mente estaba completamente concentrada en llegar hasta el faro, pero era conciente de que su compañera tenía problemas para moverse fuera del agua. Dependiendo de la respuesta de la sirena la tomaría en brazos o la dejaría en el lugar, para luego dirigirse a la cabida de navegante y advertir. —Sujetate fuerte, daré un golpe de timón a contra marea...— Y luego de dar unos segundos a la Sirena, cambiaría bruscamente el el timón de dirección para tomar rumbo al faro.
#13
Asradi
Völva
Vale, a pesar de haber hecho la chanza para aligerar un poco el ambiente y, sobre todo la impresión que aquel cartel había provocado en Ubben, eso no pareció funcionar. Asradi ya se estaba preocupando seriamente al ver que el bribón moreno no reaccionaba todavía. Sentía que le hablaba pero que él no estaba ahí. Sí físicamente, pero no en espíritu, como quien dice.

¿Ubben? — Asradi parpadeó cuando, tras unos segundos, el susodicho reaccionó. Estaba realmente alterado, se le notaba, e incluso extendió su mano hacia ella. ¿Que la apretase? La sirena miró dicha extremidad. A ver, no tenía mucha fuerza física, las cosas como eran, pero tenía otro método si lo que Ubben necesitaba era dolor para espabilarse.

No es que le hiciese mucha gracia, todo sea dicho. El provocarle daño. Pero parecía que el chico lo necesitaba con urgencia. Asradi suspiró y tomó la mano del varón entre las suyas, más pequeñas y delicadas. Pareció mirar los dedos morenos casi pensativa. Antes de llevar dicha mano a la altura de su boca... Y pegarle un mordisco notorio. Había dejado que sus dientes de tiburón se mostrasen ligeramente. Afilados. Clavándose notoriamente en la carne, rasgando un poco la piel. No iba con afán de desgarrar, sino con lo que Ubben le había pedido.

La sirena frunció un poco el ceño con el grito ahogado de él. ¿Se habría pasado? Pero era lo que Ubben había pedido. Fuese como fuese, le soltó a los pocos segundos, esperando que él se tranquilizase. Aunque fuese un poco.

Recogió las algas que Ubben había soltado, y vió como éste comenzaba a corretear de un lado a otro.

¡Te va a dar un paro cardíaco! Relájate. — Aunque podía más o menos dilucidar y entender que estuviese así. Treinta millones era algo notorio. Ahora Ubben estaba en busca y captura. ¿Qué diantres había hecho?

Tenía mucha curiosidad por preguntarle, pero era obvio que ese no era el mejor momento. Dió unos cuantos saltos más fuertes para acercarse cuando él comenzó a revolver. Sin más, Asradi se encontró con un den den mushi en sus manos. Su mirada se cruzó con la del pobre caracol. Y asintió.

Tenían el código de Airgid, así que se apresuró en llamar.

Una vez tuvo respuesta al otro lado, la sirena tomó aire.

¿Airgid? Soy yo, Asradi. — Anunció, mientras contemplaba el frenético ir y venir de Ubben. — Escucha, tenemos que zarpar ya. — Hubo un par de segundos de silencio. — Sí, han pasado cosas. Las provisiones ya las conseguiremos durante el camino. ¿Está el grandullon o los demás contigo?

Unos segundos más. Asradi suspiró ligeramente mientras continuaba siguiendo a Ubben con la mirada.

Corred al muelle, nosotros vamos ya de camino con el barco. Cuando estemos reunidos os contaremos todo.

Tampoco era plan de contar lo de la recompensa de treinta millones a través de un den den mushi. No se sabía quien más podría estar escuchando y no pretendía arriesgarse a saberlo.

Después de unos segundos más de charla, Asradi colgó y soltó un largo suspiro.

Ya les he avisado, Ubben. Relájate, todo va a salir bien. Además, mírale el lado bueno. — Intentó aligerar el ambiente.

¿Había lado bueno? No estaba segura, a decir verdad. Pero le daba cosita ver al peliblanco tan taquicárdico.

¿Qué? — La pelinegra parpadeó con el aviso. No le daba tiempo a refugiarse dentro, así que hizo lo más sensato en ese momento. Agarrarse con fuerza a uno de los bordes del barco cuando el barco se sacudió con fuerza a causa del repentino golpe de timón. — ¡Ubben, maldita sea!

Le regañó, aunque no le culpaba. Él había avisado.

Cuando el barco se enderezó nuevamente, la sirena ahora sí se acercó a donde estaba el susodicho, en el timón. Le miró largamente y luego negó un poco con la cabeza.

Relájate, ¿quieres? Sé que es un número notorio. Y seguramente tendrás que explicarnos unas cuantas cosas... — Sobre todo si iban a viajar juntos. — Pero seguro que es algo que tiene solución, de alguna manera.

O, al menos, eso esperaba.
#14
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
La sirena de cabellos oscuros tomó la mano del bribón de ojos dorados entre las suyas, envolviéndola con un tacto cálido que le brindó una breve sensación de calma. Sin embargo, aquella tranquilidad fue efímera. Ubben observó con curiosidad y un atisbo de esperanza cómo Asradi acercaba la mano hacia su rostro, imaginando que tal vez ella haría lo mismo que él había hecho antes... apoyar su mejilla en la palma de su mano, en un gesto de complicidad. Esa idea le pareció extrañamente reconfortante, y por un momento, deseó que así fuera. Sin embargo, pronto descubrió cuán equivocado estaba.

Asradi abrió la boca lentamente, y lo que se reveló ante los ojos dorados de Ubben fue una hilera de dientes afilados, serrados como los de un tiburón. Antes de que pudiera reaccionar, aquellos dientes se clavaron profundamente en la carne de su mano, arrancándole un grito de dolor que rápidamente sofocó con su mano libre. No era ni lo que había pedido ni lo que esperaba, pero el dolor agudo que sintió recorriéndole la mano fue suficiente para liberar su mente de los pensamientos intrusivos que lo mantenían casi paralizado. El sufrimiento físico, en su forma más cruda, tenía el poder de traerlo de vuelta al presente, de hacerle olvidar por un instante el abismo de incertidumbre que lo rodeaba.

Cuando Asradi finalmente le soltó, el peliblanco miró su mano, notando las marcas profundas que los dientes de la sirena habían dejado en su piel, junto a su meñique. Un líquido carmesí y espeso comenzó a brotar de la mordida, manchando su mano y goteando lentamente al suelo. Sin embargo, aquella herida y el sangrado eran problemas para el Ubben del futuro. En ese momento, necesitaba concentrarse en lo que debía hacer a continuación. Mientras Asradi se enfocaba en contactar a la rubia y al musculoso, el peliblanco mantenía su mente ocupada realizando las preparaciones necesarias, luchando contra el torbellino de pensamientos que amenazaba con abrumarlo.

¿Lado bueno? — preguntó incrédulo, girando la cabeza hacia Asradi con una expresión de impotencia, enojo y tristeza en sus ojos dorados, la sirena no tenía la culpa de nada, y el peliblanco lo sabía, pero aquellas palabras se sintieron como una burla, aunque no lo fuesen. La luz reflejaba un brillo opaco, como si la esperanza que alguna vez tuvo se hubiera desvanecido hace mucho tiempo. —Llevo doce años de mi vida escapando de la marina... Hace tiempo dejé de ver el lado bueno en este tipo de cosas— confesó con una voz apagada y desanimada, cargada de un cansancio que parecía más profundo que el mero agotamiento físico.

Tras el golpe de timón brusco, la queja de la sirena de cabellos negros llegó hasta sus oídos, pero él no dijo nada. Su mente estaba demasiado ocupada con la realidad de su situación. Había avisado del movimiento brusco, pero en el fondo sabía que no tenía tiempo para ser considerado en medio del caos que enfrentaba dentro de si. Asradi llegó hasta la cabina del timón, donde Ubben la esperaba con una expresión de preocupación que tensaba su mandíbula. —Asradi... treinta millones es una locura para estar en los Blues — dijo, fijando la vista en la dirección del barco y ajustando el timón para corregir el rumbo. —Marinos y cazarrecompensas se van a pelear por mi cabeza... No hay muchas formas de librarse de una recompensa tan alta; te arrestan o te matan...— continuó, mordiendo su labio inferior con fuerza, dejando salir la frustración y el miedo que lo invadían.

Tú debes entenderlo... ¿no? — preguntó, volviéndose hacia ella con el rostro moreno enrojecido por el cúmulo de emociones que se agitaban en su interior. —Lo horrible que es no poder confiar en nadie... Porque cualquiera podría venderte al mejor postor... o, en mi caso, entregarme a la marina, vivo o muerto.— Sus palabras eran sombrías, llenas de un resentimiento que nacía de la traición y la desesperanza. Para el peliblanco, tener una recompensa por su cabeza no era motivo de orgullo ni de regocijo. No se dedicaba a la piratería por gusto; era una vida que le había sido impuesta por un mundo que ya lo había condenado como un criminal.

¿Aún crees que podríamos viajar juntos? — le preguntó a la sirena, mirándola fijamente a los ojos, buscando en ellos una respuesta que no sabía si deseaba escuchar. —¿Crees estar dispuesta a compartir barco con alguien que en cualquier momento puede ser abordado por marinos, cazarrecompensas o piratas?— En el fondo, Ubben esperaba que Asradi le respondiera que no, que decidiera apartarse de su vida antes de que las cosas se complicaran aún más. Sería más fácil así, dejar ese breve momento de paz como un recuerdo fugaz, enterrado junto a tantos otros en el baúl de su mente. Prefería arrancar el parche de la herida de una vez por todas; dilatar las cosas solo traería más dolor y complicaciones.

En ese momento, el peliblanco sintió un ardor punzante en su mano y bajó la mirada para ver cómo el timón y el suelo estaban manchados de sangre por la herida que Asradi le había infligido. Esa visión de su mano herida lo devolvió mentalmente al instante en que había deseado que la sirena hubiera apoyado su rostro en su palma como un gesto de confianza. Se sintió estúpido por haberse permitido un deseo tan ingenuo; apenas se conocían, y ya estaba fantaseando con una cercanía que quizás nunca existiera... en el fondo añoraba conseguir una amistad sincera, pero sabía que no pasaría, pues el mismo lo sabotearía. —No es el tipo de mordidas que me gustan, pero podría acostumbrarme —bromeó para si mismo, ignorando la presencia de Asradi durante unos segundos, como si con ello pudiera escapar de la realidad de sus propios sentimientos. Luego, recordó que la sirena seguía allí, frente a él, y se sintió incómodo. Una vez más, su boca se movía sin pensar... siempre le traía problemas, pero no podía evitarlo. Era su manera de lidiar con el caos que siempre parecía rodearlo.
#15
Asradi
Völva
La mirada que Ubben le dedico le golpeó con fuerza cuando sus ojos azules se entrecruzaron con los del pícaro moreno, haciendo que Asradi frunciese un poco el ceño de inmediato, generando una graciosa y adorable arruga en el entrecejo. Pero no lo hacía porque le hubiese molestado el reclamo, sino porque le entendía. Y, aún así, no pudo evitar que se le escapase un breve suspiro. Para ese entonces, la sirena ya había colgado el den den mushi y, tras el “volantazo”, ahora permanecía sentada cerca de donde Ubben se encontraba manejando el barco, a través del timón. Doce años escapando de la Marina, decía.

Asradi desvió un poco la mirada. Los recuerdos no tardaron en fluír en su cabeza. ¿Cuánto tiempo llevaba ella viajando sola desde que se escapó? Ni por asomo tanto como Ubben, eso estaba claro. Pero sí conocía ese sentimiento. Ese que, ahora, el peliblanco describía con resignada amargura y que ella conocía tan bien.

Provengo de otra zona marítima, pero si tú dices que treinta millones es demasiado en un Blue... — Entonces le creería. No tenía motivo alguno, ahora, para creer que mentía. Ni tampoco para impresionarla.

Si es que solo había que mirarle a la cara para ver el manojo de estrés que era el pobre chico ahora. Asradi se tomó unos momentos de silencio, dejando que él se desahogase. Ella aprovechó para analizarle con la mirada durante eses segundos. Sus gestos, sus expresiones sobre todo. Y, lo más importante: sus ojos. Se decía que los ojos eran el reflejo del alma. Asradi era una fiel seguidora de eso.

Sí, lo entiendo. Quizás no he estado tanto tiempo como tú huyendo. Pero sí sé lo que es que te miren como si fueses basura o un simple objeto decorativo. — Era algo que detestaba abiertamente. — Ojalá quemasen a todos los esclavistas. — Expresó, con sentida sinceridad. Aunque pronto negó con la cabeza. — Disculpa, no tendría que haber dicho eso. No me diferenciaría demasiado de esa gente.

Lo peor de todo es que algunos sí se lo merecían.

Asradi se guardó unos momentos sus pensamientos cuando, de repente, el moreno le hizo aquella pregunta. ¿Podía confiar en él? ¿Todo se limitaba a cuánto tenía de recompensa o no? ¿Un trozo de papel, impreso por la supuesta justicia y ley mundial, debía dirigir tu destino? La sirena se levantó del pequeño sofá donde había estado sentada y acomodada hasta ahora y, con expresión seria, acortó distancias con Ubben en un par de graciosos y llamativos saltitos. Era inevitable, no era capaz de moverse en tierra de otra forma que no fuese esa. Al menos, hasta que tuviese la experiencia suficiente como para que su cola se fortaleciese como para poder dividirse.

¿Sabes porqué te dije que le mirases el lado bueno, Ubben? — La sirena se plantó a un costado de él, para no molestarle con el manejo del timón, pero sí lo suficientemente cómoda como para poder mirarle con seriedad.

Porque, a pesar de todo eso, ya no estamos solos. — Poco a poco, fue dibujándose una pequeña sonrisa que le regaló, completamente, a su ahora acompañante. — Ya no estás solo, Ubben.

Quizás sonaba demasiado poético. O demasiado esperanzador para algo que recién estaba comenzando y nadie sabía si iba a termina bien o mal. Pero la sirena quería tener ese pequeño rayito de esperanza.

Que vengan los marines si quieren. — Le dió, más amistosamente, una palmadita en el hombro. — Que los echamos a los tiburones.

La pelinegra le guiñó un ojo, con confianza. Ya con esas palabras, Ubben tenía también su respuesta a la pregunta que había formulado. Ya estaban compartiendo barco, y ella se notaba la mar de cómoda en él. En un momento dado, siguió la mirada del moreno. Y ahí vió la sangre.

Creo que mordí con demasiada fuerza. — Musitó para sí, muy quitada de la pena. Mientras, se hizo con la mochila y de ahí rebuscó un par de cosas. Un ungüento cicatrizante y antiséptico que había preparado, y unas telas limpias que podía usar. — A ver, deja que te limpie esa herida. — Extendió la mano, esperando que Ubben correspondiese el gesto. Lo hizo de manera natural.

Aunque pronto sonrió con algo de pillería.

Y mientras me vas contando cuál es el tipo de mordidas que te gustan. — Sí, le había escuchado plenamente. Y no iba a perder la oportunidad de meterse un poco con él.
#16
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Asradi había llegado a la cabina del timón y se sentó junto al bribón de cabellos blancos, exactamente como lo había hecho unas horas atrás cuando zarparon. La brisa del mar agitaba sus oscuros cabellos, y sus ojos azules reflejaban una calma que contrastaba con la tormenta que se desataba en el interior del peliblanco. Él la observó con atención, notando cada uno de sus movimientos, mientras su mente, siempre calculadora, procesaba la información. Asradi había afirmado venir de otra zona marítima, lo que le resultó intrigante, pues recordaba claramente que durante su encuentro en el bar, mientras compartían unas copas junto a Airgid y Ragn, la sirena había mencionado que provenía del North Blue, igual que el gigante gaseoso y él mismo, el bribón de ojos dorados.

Que los quemen a todos― reafirmó Ubben con voz firme, mientras sus ojos dorados se clavaban en los orbes azules y profundos como el mar en una noche sin luna de Asradi. ―No te disculpes, que ardan… lo merecen.― Las palabras salieron de sus labios con una mezcla de dureza y autocompasión, consciente de la hipocresía que escondían. El moreno sabía muy bien que su deseo de condenar a aquellos que traficaban con personas no era más que un reflejo de sus propios pecados, aquellos que en algún momento lo habían llevado por el camino oscuro de la esclavitud y la trata de blancas. En lo más profundo de su ser, Ubben también sentía que merecía arder en el infierno. ―Si arden, solo estarías haciendo justicia, y eso no te hace igual que ellos. Incluso si quisieras venganza, no me parecería descabellado…― añadió, reafirmando los sentimientos de la sirena, pues realmente compartía su odio hacia aquellos que habían cometido atrocidades similares a las suyas. Su voz adquirió un tono sombrío mientras continuaba ―No se trata de cuánto tiempo se ha estado huyendo… nadie debería vivir escapando…― dijo, dejando que la oscuridad de sus pensamientos se reflejara en sus palabras. ―Entendemos lo que ha pasado el otro, creo que quizá por eso nos llevamos bien desde un principio― confesó con un susurro, cargado de tristeza y un toque de vergüenza.

La mente del peliblanco era un caos en ese momento, una tormenta furiosa que lo arrastraba entre recuerdos y emociones que había mantenido enterradas durante años. Las palabras de Asradi habían abierto puertas que jamás pensó que se abrirían, puertas que revelaban deseos que había reprimido durante más de una década. El simple anhelo de amistad, el deseo de un contacto físico más allá del mero desahogo sexual, como una caricia amistosa… eran cosas que había olvidado, enterradas bajo capas de cinismo y desconfianza. Por eso, cuando la sirena se acercó a él tras su pregunta sobre si aún podían viajar juntos, Ubben sintió una taquicardia que casi lo llevó a una crisis de ansiedad y a un colapso nervioso. Estaba completamente contrariado, atrapado entre quien fue y quien se había convertido con el paso de los años, un hombre endurecido por la soledad.

Asradi rompió el silencio con un cuestionamiento que rápidamente aclaró, sus ojos azules fijos en los dorados del bribón, como si intentara penetrar la fachada de mentiras que él había construido a su alrededor. Aquellas palabras fueron un golpe directo a la coraza que Ubben había erigido, no solo por lo que dijo, sino por cómo lo dijo, en plural… Fue como si un deseo reprimido, una fantasía oculta, se hubiera hecho realidad... había encontrado a alguien que compartía la misma soledad abrasadora, y juntos podían enfrentarse a ella. Pero luego, con su remate directo, reafirmando el hecho de que el bribón de ojos dorados ya no estaba solo, causó que su fachada comenzara a resquebrajarse, dejando su alma desnuda ante la tormenta de emociones reprimidas, las mismas que el peliblanco reflejaba en sus ojos. Los ojos de la sirena, aunque solo fuera por unos segundos, parecían calmar el caos interno de Ubben.

La sonrisa de Asradi era preciosa, llena de sinceridad, y Ubben deseaba con todo su corazón responderle, devolverle esa calidez, pero estaba demasiado ocupado luchando por contener las lágrimas que intentaban brotar de sus ojos, ese llanto ahogado y reprimido por tanto tiempo que ahora, en ese instante de vulnerabilidad, intentaba escapar como una brutal estampida. Mordió su labio con fuerza, tanto que llegó a sangrar un poco, mientras intentaba contener el llanto que amenazaba con desbordarse. Escuchó a la sirena decir que echarían a los Marines a los tiburones, acompañando sus palabras con una palmadita en el hombro y un guiño de ojo. Sentía que no merecía tanta reafirmación y apoyo, sabía que era una alimaña rastrera y traicionera, y no quería arrastrarla en la espiral de caos y sangre que era su vida.

Al cabo de unos segundos Asradi también notó la herida sangrante en su mano y se ofreció a limpiarla, pero el peliblanco aún estaba un poco fuera de sí por la broma sobre el tipo de mordidas que le gustaban. La sirena, con su ingenio rápido, aprovechó la situación para preguntarle con una sonrisa pícara qué tipo de mordidas prefería. Ubben dudó por un segundo, pero si ella podía encontrar diversión en medio del caos, él también podría intentarlo. Con una calma que contradijo su agitado interior, Ubben llevó su mano sana al hombro de la mujer de cabellos oscuros, mientras con la otra mano, la herida, le indicaba que se acercara. Recuperando por un breve segundo su característica mirada pícara, se inclinó hacia el oído de la sirena y, con una voz lasciva y deseosa, susurró ―Algunas de las mordidas que me gustan son estas― Luego, con suavidad, mordió el lóbulo de la oreja de Asradi, seguido de un mordisco fugaz en su cuello. Retrocedió como si nada, sabiendo que aquello no fue más que una broma en respuesta a la picardía de la sirena.

Aunque también me gustan los mordiscos aquí― añadió el bribón de ojos dorados, mientras con sorprendente agilidad sujetaba los labios de la pelinegra con su mano sana, moviéndolos hacia arriba y abajo suavemente, jugueteando de forma infantil, con una leve sonrisa dibujándose en su rostro. Finalmente, extendió su mano herida hacia Asradi, aceptando su oferta de ayuda. ―Gracias por animarme― dijo, más tranquilo por dentro y por fuera, aunque su mente seguía luchando con las emociones que había mantenido a raya durante tanto tiempo.
#17
Asradi
Völva
Las palabras de Ubben, apoyando sobre su proceder en cuanto a los esclavistas, mantuvieron a Asradi en un profundo silencio. Lo había dicho parcialmente, ese sentimiento que tenía al respecto, y con el que también estaba de acuerdo. Pero sentía que estaba mal tenerlo, que eso la iba a hacer igual a esa clase de personas, si es que les podían llamar así. De todas maneras, los ánimos de Ubben, al respecto, la hicieron sonreír de manera suave. Sí, en ese aspecto se entendían.

Es bueno encontrar a alguien que, aunque no se lo deseo a nadie, haya vivido la misma experiencia. En mayor o menor medida. ― Le confesó, con un brillo nostálgico y entristecido en la mirada. Aún así, negó con la cabeza.

No era plan de pinchar más la herida. Lo que sí no se esperaba fue la reacción tan sentimental que Ubben había tenido cuando Asradi le dijo que ya no estaba solo. La sirena pasó de la inicial incredulidad a la ternura cuando esbozó una suave sonrisa de la misma índole. Acarició un tanto la mano del chico, que aún permanecía entre las suyas mientras comenzaba a revisarle.

A pesar de la fachada que el moreno parecía querer mostrar siempre, en el fondo era un alma sensible. Solo había que mirarle a los ojos durante un rato y tratar de comprender, de ser empático. Ella no lo consideraba tan complicado, pero sí era consciente que a mucha gente eso le era casi imposible. O no le importaba, más bien. No le dijo nada, tampoco le instó a llorar si lo creía necesario. Aunque estaría bien que se desahogase de vez en cuando, pues bien podría ser en privado si le daba apuro a su orgullo hacerlo delante de otras personas.

No seas bruto, Ubben. ― No fue un regaño en toda regla, sino más bien un suspiro cuando el chico se mordió el labio y comenzó a sangrar suavemente por el mismo. ― No es algo de lo que avergonzarse, ¿sabes? A veces uno solo necesita soltarlo todo.

Le dijo, mientras se hacía con un trozo de venda de tela y lo dejaba colgando de su hombro, solo para mantenerlo ahí, a mano, y que no se ensuciase.

Asradi no era consciente de los pensamientos con los que Ubben se autoflagelaba, no sabía exactamente todo lo que el chico había vivido, aunque podía imaginar que nada había sido fácil, todo el peso que, silencioso, el bribón de ojos dorados cargaba sobre sus hombros. La sirena se sumió en tales pensamientos, recordando también su situación, lo que ella había vivido.

Lo que había dejado atrás. Estaba distraída en eses amargos recuerdos que ni se percató, tras la pulla que le había lanzado a su ahora compañero, de como éste se había aproximado más a ella con otras intenciones. Para cuando se dió de cuenta, ya pudo sentir el cálido aliento de Ubben sobre su cuello. Esa cercanía cosquilleante la hizo estremecer sin que pudiese evitarlo. Y un furioso sonrojo se apropió de sus mejillas cuando sintió ese ataque en el lóbulo de su oreja. Tuvo que ahogar un suspiro de sorpresa y no pudo evitar que su espalda se envarase por lo repentino del asunto. El corazón de ella latiendo a mil por hora. No quería pensar que lo había medido tan mal y ahora ese desgraciado se fuese a intentar aprovechar de ella. De hecho, sus dientes ya se estaban afilando nuevamente, en un acto reflejo cuando, sin previo aviso, su boca fue “invadida” de esa manera tan infantil, haciéndole salir algún que otro sonidito gracioso e inintencionado.

Poco a poco, el ceño de Asradi se fue frunciendo.

Eres un idiota. No vuelvas a hacer eso. ― Masculló cuando, segundos después, Ubben dejó de jugar con ella. ― La próxima vez te juro que te arranco la mano.

Fue refunfuñando de manera adorable, todavía con ese intenso sonrojo en las mejillas. De hecho, a modo de castigo, le dió un pequeño apretón en la mano lastimada. No fuerte, solo para darle un pequeño aviso. Acto seguido, suspiró con resignación y procedió a hacer las curas pertinentes. Con dedos suaves, extendió el antiséptico que ella misma preparaba a base de algas y otras plantas marinas. Luego tendría que hacer más con las que habían conseguido unos momentos atrás. De todas maneras, cuando Ubben le agradeció, la expresión de Asradi pareció relajarse unos momentos.

No tienes por qué darlas. ― Le miró alzando la mirada un tanto hacia arriba. Ubben era más alto que ella, al fin y al cabo. ― Ahora, espabila, tenemos que buscar a los demás. ― Le instó, vendándole finalmente la extremidad. De hecho, señaló la misma. ― Procura no mojarte la herida el día de hoy.

Al menos, para que fuese curándose bien.
#18
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Las palabras de la sirena de ojos azules resonaban en lo más profundo del peliblanco. Aquella confesión, tan visceral y sincera, se reflejaba con dolorosa claridad en su mirada. Ubben, observándola, sintió como si estuviera mirándose en un espejo que proyectaba sus propias emociones, esas que tanto tiempo había mantenido encerradas en los rincones más oscuros de su mente. La nostalgia y tristeza que emanaban de la sirena eran un reflejo casi perfecto de los sentimientos que él mismo había sepultado bajo capas de desconfianza y cinismo.

Cuando Asradi lo regañó por morderse el labio hasta hacerlo sangrar, el bribón dejó de hacerlo. No fue tanto el regaño, sino el toque de humanidad en su gesto, que lo hizo detenerse. Ella le aseguraba que no había nada de qué avergonzarse, que las emociones no eran signo de debilidad, pero para Ubben, el miedo a mostrarse vulnerable era más fuerte que cualquier vergüenza. Recordaba demasiadas noches en las que aquellos que fingían ser sus aliados terminaban por traicionarlo, tratando de entregarlo a la marina o a algún cazador de recompensas. Para él, exponer sus emociones era como dejar la puerta abierta para un ataque que ni sus agujas ni su astucia podrían detener.

Pero la sirena... ella era diferente. Tenía gestos y detalles que hacía tiempo nadie tenía con él. Algo tan simple como ofrecerle un trozo de tela para limpiar una herida, un acto de cortesía que para la mayoría sería natural, pero para Ubben era casi ajeno. Había viajado solo durante tanto tiempo que esos pequeños gestos de bondad se habían vuelto extraños... desconcertantes incluso.

El control que tanto necesitaba sobre la situación se había desvanecido hacía rato, y eso lo ponía nervioso. Su vida había sido un constante esfuerzo por estar un paso adelante, por manipular cada encuentro para asegurar su supervivencia. Sin embargo, en este momento, frente a Asradi, sentía que había perdido ese control. La broma que hizo al morderle el lóbulo y el cuello no fue solo una respuesta juguetona a su provocación, sino un intento desesperado de recuperar, aunque fuera por un instante, el control de la interacción. La reacción de la sirena, sonrojándose y refunfuñando, le trajo un alivio inesperado. Verla fruncir el ceño y oír los pequeños ruidos que hacía sin querer cuando él le sujetó los labios fue casi terapéutico para el bribón, quien se permitió una risa sincera, algo que hacía mucho tiempo no experimentaba.

Ey, ya hiciste la mitad del trabajo— dijo entre risas, señalando la mordida en su mano —Bajo esa regla, debería poder hacerlo de nuevo sin consecuencias, ¿no?— bromeó, disfrutando de la forma en que Asradi refunfuñaba adorablemente, a ojos del bribón; lo que le arrancó una sonrisa cálida que apenas se dio cuenta que había mostrado. Pero su sonrisa desapareció tan rápido como había llegado cuando la sirena, en venganza, apretó su herida mano, no demasiado fuerte, pero lo suficente como para que el peliblanco sintiese el dolor. —¡Aaaah!— exclamó con una voz perfectamente proyectada y timbrada, exagerando el dolor del apretón —Mentira, no dolió tanto— agregó con una sonrisa traviesa, sacándole la lengua de manera infantil, como si por un momento pudiera permitirse olvidar las sombras que le perseguían.

Finalmente, Asradi limpió, desinfectó y vendó su mano con delicadeza, sin reproches, casi como si fuera un acto cotidiano para ella. Cuando le dijo que no necesitaba agradecer, Ubben se quedó mirándola, desconcertado. Sus palabras no hacían más que reforzar la extraña sensación de que estaba atravesando un terreno desconocido. La miró mientras el viento soplaba suavemente sobre el barco, ahora casi en silencio, y dijo —El barco ya está en posición, pero el viento no es favorable... demoraremos al menos treinta minutos en llegar a puerto.— Luego, trabó el timón y añadió con un tono más serio —Voy a darme un minuto de sinceridad, ¿de acuerdo?— Aquello no era algo que Ubben hiciera a menudo, pero sentía que, después de todo lo que había pasado, necesitaba aligerar el peso que llevaba sobre los hombros. Observó la expresión de la sirena, como si buscara su aprobación antes de continuar.  

No puedo no agradecerte... llevo meses sin estar acompañado sin tener que mirar por encima del hombro, temiendo que alguien me apuñale en la espalda.— Una melancólica sonrisa se dibujó en su rostro, mientras sus dorados ojos reflejaban algo más que simple cansancio —No recuerdo la última vez que alguien trató mis heridas con tanta delicadeza.— Su voz temblaba levemente, cargada de emociones que había intentado reprimir durante demasiado tiempo —Es más... no recuerdo la última vez que alguien me dijo que no estaba solo.

Las lágrimas finalmente rompieron el dique que había construido en su interior, corriendo por sus mejillas. No fueron muchas, pero cada una de ellas llevaba el peso de años de soledad y desconfianza. Con rapidez, se las limpió, como si quisiera borrar cualquier rastro de vulnerabilidad, y con una sonrisa burlesca agregó —Si le dices a alguien que me viste llorar, te hago sashimi, ¿eh?— Esa última broma intentó aligerar la atmósfera, pero la verdad era que en ese momento se sentía expuesto de una manera que no había sentido en mucho tiempo. Miró a la sirena, aún con los ojos ligeramente húmedos, y continuó con voz más suave —No hay mucho más que hacer aquí. Me iré a recostar al camarote. Hay varias camas... ¿te llevo?— Extendió su mano sana hacia ella, ofreciéndole su ayuda para levantarse. Estaba dispuesto a llevarla en brazos hasta el camarote si ella aceptaba, o simplemente retirarse solo si prefería quedarse en cubierta.

Con o sin ella, el peliblanco se dirigió a la cubierta del barco, donde recogió su ropa y caminó hacia una trampilla en el suelo que daba paso al camarote. Cuando finalmente descendió por la trampilla hacia el camarote, se tumbó en una de las camas, soltando un suspiro de agotamiento mientras sus pensamientos aún se arremolinaban en su mente, pero, por primera vez en mucho tiempo, no estaba solo.

Camarote
#19
Asradi
Völva
Quizás había sido un poco mala habiéndole dado ese apretón en la mano herida, pero tampoco había sido demasiado fuerte y solo se trataba de una pequeña broma-castigo. De hecho, las mejillas de Asradi todavía continuaban un tanto coloreadas por lo que el pícaro moreno había hecho momentos atrás. Por fortuna, no lo había vuelto a intentar. Le dejó en paz después de haberle vendado la mano y dedicarle una sonrisa mucho más suave y tranquila, aunque asintió hacia la información en cuanto a lo que tardarían en llegar.

Treinta minutos no es mucho. Al menos les dará tiempo para prepararse. Sea lo que sea que estén haciendo. — Airgid, al menos, ya estaba avisada. Y Ubben había también hecho lo mismo con Gavyn, según tenía entendido.

Asradi siguió con la mirada a Ubben cuando éste trabó el timón. Pero la expresión de la sirena se tornó a uno mucho más serio cuando el de cabellera alba le pidió ese minuto de sinceridad. Por el tono de voz empleado por él y por cómo le miraba, la pelinegra asintió, prestándole atención. Sintió que algo de tensión se cernía en el lugar, pero no lo sentí tampoco como algo desagradable o incómodo. Era, simplemente, algo esperado. Y que confirmó cuando Ubben comenzó a decirle eso. A abrirse con ella en ese sentido.

Asradi no le interrumpió, dejando que Ubben se desahogase, se explayase. Dejando que sacase todo lo que tenía dentro o, al menos, todo lo que él considerase. Por el contrario, ella permaneció ante él, contemplando sus gestos, empatizando en silencio. Porque ella también se había visto en situaciones similares a las que el pícaro describía. El tener que guardarse las espaldas cada vez que llegaba a un lugar nuevo o que no conocía, el cual era la mayoría del tiempo. El no poder volver a su casa, aunque esta última era casi una decisión propia. El no saber en quien podía confiar o en quien no.

Era terriblemente agotador. Y, a veces, se sentía tan cansada emocionalmente que no tenía ganas de lidiar con nadie. Había momentos así, de oscuridad. Pero también había luz, y eso era lo único que le motivaba para continuar adelante. Había rayitos de esperanza que le demostraban que el mundo no estaba del todo podrido.

Ubben, quizás, era uno de eses rayitos también. A su manera.

No pudo evitar sonreír suavemente cuando notó como el chico lagrimeaba, en una expresión harto adorable pero que era obvio que le hacía falta. Soltar esa carga que llevaba, seguramente, tiempo aguantando.

No te preocupes, te prometo que no se lo diré a nadie. — Básicamente, porque ella también se había emocionado al respecto. El que alguien que apenas conocía confiase en ella hasta el punto de abrirse de esa manera. — No me apetece que me hagan sashimi, aunque no sé si tendré buen sabor.

Bromeó ligeramente, también buscando aligerar el ambiente y que Ubben pudiese secarse las lágrimas. Pero esta vez fue ella la que llevó una mano al frente y apartó algunos mechones albos de la frente del chico.

Pero te ves adorable. — Era una pequeña broma también, con una media verdad. Al final, el chico dijo que iba a descansar a los camarotes. Asradi negó suavemente el ofrecimiento de llevarla. — Aunque no me mueva tan ágilmente por tierra como por el mar, puedo valerme sola. — Entendía que Ubben no lo hacía por mal, así que tampoco se sentía ofendida.

De todas formas, prefiero quedarme fuera. Ve tú a descansar. — Entendía que le hiciese falta después de varios momentos de emociones a flor de piel. Asradi le dedicó una nueva sonrisa, dulce y tranquilizadora. En contraste con el mordisco que le había dado antes.

Vigilaré el rumbo y aprovecharé para pescar algo. — Así también iban consiguiendo algo de comida por si necesitaban. Además, prefería estar fuera, en contacto con el océano.

Solo cuando Ubben se fue, ella regresó a cubierta, dejando que la brisa marina hiciese ondear un poco su cabello, todavía recogido en una frugal trenza y con eses graciosos saltitos que ya la caracterizaban cuando se movía fuera del agua. Se desperezó, y luego suspiró. Todo había sucedido demasiado rápido, y ahora estaba embarcada en alguna especie de aventura que ella no había buscado como tal. Pero ahí estaba.

Quizás, por fin, había conocido buena gente con la que viajar. Al menos durante algún tiempo. Corto o largo, eso todavía no lo sabía.

Los minutos posteriores no fueron silenciosos, sino que el cántico que brotó de su garganta, suave y melódico pudo escucharse por el resto del barco y del lugar. Una forma, una oda con la que comenzar una nueva travesía.

#20
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