Hay rumores sobre…
... una bestia enorme y terrible atemoriza a cualquier infeliz que se acerque a la Isla Momobami.
[Diario] La Subasta Oculta de Rostock (parte 1)
Silver
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El sol empezaba a caer sobre el horizonte, pintando el cielo con tonos anaranjados y dorados mientras la pequeña isla de Kilombo comenzaba a adormecerse en su rutinario vaivén. Sin embargo, entre los callejones del Pueblo de Rostock, había un hombre que no compartía la serenidad de la escena. Syxel caminaba con paso decidido, sus botas resonando suavemente contra los adoquines desgastados del camino.

La información le había llegado esa misma mañana, casi por casualidad, mientras se tomaba un respiro en uno de los sucios bares del puerto. Entre bocados de pescado salado y tragos de ron, un viejo marinero, ebrio y deslenguado, había soltado la lengua acerca de una subasta que se llevaría a cabo en las profundidades del mercado negro de Rostock. El objeto en cuestión: una caja confiscada por la Marina en el G-23. ¿Su contenido? Eso era lo que había captado su atención. El rumor hablaba de una reliquia valiosa, algo lo suficientemente importante como para que tanto comerciantes como contrabandistas estuvieran dispuestos a vaciar sus bolsillos.

El capitán no era ajeno a los mercados clandestinos, pero sabía que lugares como ese atraían a todo tipo de escoria. Rostock, aunque pequeño y aparentemente inofensivo, sería otro nido de víboras cuando se trataba de negocios turbios.

Mientras se adentraba en uno de los callejones más angostos, se detuvo para comprobar el pequeño mapa dibujado en el trozo de papel que había conseguido. Era la ruta hacia una antigua bodega, el lugar que servía de sede a la subasta. No podía fallar.

Esta será fácil —murmuró para sí mismo, guardando el mapa en su chaqueta y continuando su marcha.

Al llegar, la bodega no era más que un edificio en ruinas, pero por dentro, el ambiente era muy distinto. Antorchas parpadeantes iluminaban las paredes de piedra, mientras varios hombres de aspecto sombrío se arremolinaban alrededor de una larga mesa de madera. Todos llevaban bolsas llenas de oro, dispuestos a pujar por lo que sea que la noche ofreciera.

Syxel observó la escena desde la penumbra, tomando nota de los rostros y las armas que portaban algunos de los asistentes. La seguridad era notable, al menos tres hombres robustos, claramente armados, vigilaban las entradas. Eso significaba que el capitán tendría que ser más astuto que nunca si quería salir de allí con algo de valor. No podía permitirse un enfrentamiento directo... no esta vez.

Se deslizó entre los compradores, manteniendo la cabeza baja pero con la mirada fija en el estrado improvisado. Finalmente, el subastador, un hombre con una túnica negra y una sonrisa ladina, hizo su aparición.

Señoras y señores, lo que tenemos aquí no es una simple barajita... es una reliquia con más poder del que cualquiera de ustedes podría imaginar —anunció, levantando una pequeña caja de metal con inscripciones desgastadas por el tiempo.

Syxel sintió que el ambiente cambiaba. Los ojos de los presentes se encendieron con codicia, y el silencio fue roto por las primeras ofertas que resonaron en el aire. Los números subieron rápidamente, pero el pirata no se inmutó. Sabía que no iba a competir con esas sumas.

No vine a gastar lo que no tengo... —susurró, sonriendo mientras sus dedos se enredaban en el mango de su espada, oculta bajo la capa.

Esperó el momento adecuado. Las pujas alcanzaron un punto crítico, los compradores comenzaron a tensarse y la tensión se volvió palpable. Justo cuando parecía que la subasta estaba a punto de concluir, Syxel hizo su movimiento.

Con un rápido y calculado paso, avanzó hasta la plataforma y, con una velocidad que sorprendió a todos, desenfundó su espada. Cortó el aire en un tajo preciso, buscando abrir una brecha entre el subastador y la caja.

¡Lo siento, señores! Parece que esta reliquia ha encontrado un nuevo dueño —exclamó con una sonrisa arrogante mientras se hacía con la caja.

El caos estalló en la sala. Los compradores gritaron de sorpresa y algunos intentaron desenfundar sus armas, pero Syxel ya había calculado su huida. Con un salto ágil, se dirigió hacia una de las ventanas del fondo. La caja de metal bajo el brazo, esquivó a los guardias que intentaban cerrarle el paso.

¡Demasiado lentos!

Saltó a través del ventanal, aterrizando en un callejón oscuro y húmedo. Las luces de la bodega aún brillaban detrás de él, pero no tenía tiempo para mirar atrás. Tenía lo que había venido a buscar.

Corrió por las callejuelas, zigzagueando entre los estrechos pasajes hasta que estuvo seguro de que nadie lo seguía. Solo entonces se permitió detenerse y abrir la caja que tanto esfuerzo le había costado.

Dentro, envuelta en un fino paño de terciopelo, yacía una extraña piedra, pulida y con inscripciones que no entendía.

Esto... no es lo que esperaba —murmuró, frunciendo el ceño.

No era oro, ni joyas, pero algo le decía que había algo más en aquella piedra de lo que parecía a simple vista. Algo que quizás podría tener un valor mayor del esperado. Dedicó una última mirada a su botín, antes de guardarlo mientras sonreía y desaparecer en la oscuridad de la noche.
#1


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