Hay rumores sobre…
... una bestia enorme y terrible atemoriza a cualquier infeliz que se acerque a la Isla Momobami.
[Aventura] [Aventura T.3.] La reconstrucción del pueblo
Lemon Stone
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En el horizonte ves un hilillo oscuro y más o menos fino que se pierde en lo alto del cielo despejado y soleado, como si de pequeñas pintas ennegrecidas o manchas terribles se tratase. Sabes lo que ha sucedido allí, puedes sentir indignación o rabia, pero nada cambiará el pasado. Uno de tus superiores a bordo del buque de la Marina te leyó el reporte del ataque pirata temprano por la mañana y, por si se te ha olvidado algún detalle, puedes revisar el trozo de papel que descansa en algún bolsillo de tu uniforme. Si decides leerlo para refrescar los detalles, te encontrarás con lo siguiente:
 
“Reporte de la Marina – Incidente en el pueblo costero
 
Fecha del incidente estimada: Hace 2 días
Ubicación: Pueblo costero de Ushu
Atacante: Piratas de Sentis
 
Descripción del incidente:
 
El pueblo costero de Ushu fue atacado hace dos días por los Piratas de Sentis. El ataque resultó en la destrucción significativa de la infraestructura del lugar. Los piratas quemaron varias viviendas y demolieron los monumentos rústicos que adornaban la zona central del pueblo. Además, secuestraron a Emma, esposa de Xavier, el alcalde local.
 
Durante el ataque, los Piratas de Sentis emitieron una amenaza clara: planean regresar en los próximos días para reclamar lo que les pertenece. Si el alcalde no cumple con sus demandas a tiempo, han prometido ejecutar a Emma frente a todos los habitantes del pueblo, degollándola públicamente.
 
Pérdidas materiales:
 
  • Casas destruidas: número aún sin confirmar, pero se estima una pérdida significativa.
  • Monumentos locales derribados. 
 
Pérdidas humanas:
 
  • No se han reportado muertes adicionales durante el ataque, pero el secuestro de Emma ha causado gran conmoción entre los aldeanos.
 
Medidas tomadas:
 
  • Escuadrones marines enviados para vigilar el pueblo costero y prepararse para un eventual ataque de los piratas.
  • Escuadrones marines con equipamiento apropiado para ayudar en la reconstrucción del pueblo.
.”
 
Puedes seguir leyendo el reporte, aunque no encontrarás información relevante. Ahora mismo, y por como pinta la cosa, todo parece indicar que tendrás que ayudar en la reconstrucción del pueblo hasta que lleguen los piratas… Si es que deciden aparecer. Cargar cajas de herramientas, remover escombros, martillar… Puede que estas tareas físicas no sean de tu agrado, puede que ni siquiera supongan una diferencia entre la batalla contra la piratería, pero la gente del pueblo estará realmente agradecida.
 
Luego de unos largos 30 minutos, el buque por fin arriba en la isla y tú y tus compañeros están preparados para ponerse a trabajar. Has escuchado bien: trabajar. Tu superior al menos te da la opción de elegir el escuadrón al que te gustaría unirte. Un grupo estará encargado de remover y apilar escombros, y otro levantará barricadas y cualquier estructura que fuera a ser útil para enfrentar a los piratas en tierra. Igual y se te ocurre un plan para que los Piratas de Sentis no ejecuten a Emma nada más ver a los marines.
 
Por supuesto, estas solo son sugerencias y tienes absoluta libertad para hablar con la gente del pueblo, descubrir lo que el alcalde esconde o irte a descansar bajo la sombra de una palmera, aunque todo tiene consecuencias, ¿cierto?
 
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#1
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Personaje


Día 27 de Verano del 724

La voz de Shawn aún resonaba en mi cabeza, aunque hacía al menos quince minutos que su discurso informativo había llegado a su fin. La situación era bastante irregular, puesto que todos los que nos encontrábamos en aquel buque de la Marina habíamos embarcado con prisa y escaso tiempo para prepararnos. Tomé el papel que el oficial nos había dado al concluir su explicación, el cual había arrugado y guardado en un bolsillo. Miré las letras sin verlas, sin leer qué decían, porque las palabras de mi superior aún resonaban en mis oídos. El muy condenado de Shawn se las había ingeniado para ascender al mismo tiempo que nosotros, de forma que siempre se mantenía un par de escalafones por encima y, por tanto, en disposición de continuar dándonos órdenes y persiguiéndonos a su manera. Yo era el único del escuadrón que habían asignado a aquella misión al encontrarse los demás destinados en otros puntos de la geografía del East Blue. En consecuencia, el calvo estaba especialmente atento a mí y, por tanto, había decididi subirme al punto más alto de la vela mayor, donde no me viese con facilidad.

Me había pensado seriamente intentar escaquearme de aquella misión, pero algunos datos de la misma habían pesado más que cualquier pereza o desidia; ambas actitudes muy propias de mí. Y es que resultaba que esa panda de desgraciados no sólo habían destrozado lo que les había parecido en Ushu, sino que, considerando que no era suficiente, usaban a una pobre inocente, la mujer del alcalde, para extorsionar al pueblo e intentar exprimirles aún más.

Ushu... Nunca había escuchado hablar de ese lugar. Desde luego, no llegaba en el mejor momento para contemplarlo en todo su esplendor. Al menos eso indicaba la lejana columna de humo que esos desgraciados habían dejado como rastro del camino que seguían.

***

Respiré hondo antes de desplegar la lona del puesto de mando que Shawn había mandado montar. En los treinta minutos que el navío había tardado en llegar a puerto había tenido tiempo de pensar en alguna que otra cosa. Desde luego, gritar a los cuatro vientos que los marines se habían movilizado para que los secuestradores lo supiesen no era una de las cosas que se me habían ocurrido. Sin embargo, allí nadie parecía darse cuenta de la estupidez que estábamos haciendo al tirar por tierra el factor sorpresa —si es que aún disponíamos de él, claro—. En cualquier caso, por poco que me gustase mi única alternativa era dirigirme a Shawn para compartir con él mis inquietudes.

—Creo que deberíamos desmontar el campamento, quitarnos los uniformes y esconder el barco en el extremo de la isla opuesto al lugar por el que se fueron los piratas —diría en cuanto se me permitiese hablar—. Nada nos garantiza que no vayan a degollar a la rehén en cuanto sospechan algo para darse a la fuga después... señor. Creo que deberíamos camuflarnos entre los lugareños. Como somos muchos, tal vez la mayoría de nosotros debería esperar dentro de las casas. Podemos empezar los trabajos de reconstrucción, pero no avanzarlos demasiado para que no sospechen que ha habido más manos de las que ven —continuaría, haciendo una pausa para ver si mi mensaje calaría en quienes me escuchasen—. Les citaría a través del alcalde en la plaza principal del pueblo para ceder a sus demandas, donde podemos cercarles, y aprovecharía los efectivos que tenemos para construir barricada o empalizadas con las que rodearles una vez hayan accedido y hayamos podido rescatar a la rehén. Yo mismo me ofrezco a transportar un cofre, maletín o lo que sea, falso, que intercambiar por la mujer del alcalde. Tal vez pueda aprovechar la ocasión para arrebatársela, ¿qué le parece?

En caso de que aceptase mi idea, me vestiría como los vecinos de la zona y, encargándome de un pelotón de reclutas y soldados, marcharía en busca de madera con la que dar forma a las empalizadas. ¿Cómo esconderlas? Tal vez se pudiesen colocar a espaldas de las casas que formaban el límite de la plaza principal y,  a la hora de la verdad, movilizarlas hasta unos hoyos previamente excavados y cubiertos tal vez con mantas y tierra. Tendría que darle una vuelta al asunto mientras los chavales talaban, afilaban y empalmaban segmentos de empalizada. ¿Que si no pensaba coger un hacha? Agradezco el ofrecimiento, pero no, muchas gracias.

Inventario y otros
#2
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Tu idea tiene una buena acogida por parte de tu superior. Utilizar el factor sorpresa, esconder parte de la tripulación en las casas del pueblo, montar un escenario para engañar a los piratas… Has hecho un buen planteamiento y solo cabría de esperar que los piratas se creyesen el cuento, a menos que sean moderadamente inteligentes o astutos.
 
Te dispones a conseguir las prendas adecuadas para hacerte pasar por uno de aquellos pueblerinos cuando te encuentras con un hombre nativo, puede que de unos cuarenta y tantos años. Tiene mechones de cabello gris, ojos desenfocados y de color caramelo, y una sonrisa… perturbadora. Está sonriendo. Lo hace mientras retira los escombros que, seguramente, alguna vez conformaron su casa. Si decides observarlo con detención -que te recomiendo encarecidamente que lo hagas-, te darás cuenta de que, cada tanto, le da un mordisco salvaje a lo que parece ser una planta de tono marrón. Curioso cuanto menos, ¿no?
 
Puedes acercarte a él e intentar entablar una conversación, preguntarle qué está haciendo o qué está mascando, aunque no recibirás respuestas específicas por parte de él. Más bien, contestará con palabras preocupantes y siniestras, como si fuera una especie de lunático. ¿Sufrirá de estrés postraumático? Es una posibilidad. Recuerda que esta gente sufrió un ataque violento y despiadado que acabó con casas completas y con un secuestro, mostrándole a la gente lo vulnerable que realmente es.
 
Como sigas explorando el pueblo en búsqueda de madera útil, que no esté húmeda ni carbonizada, verás a un grupo de mujeres de mediana edad (entre treinta y cuarenta) vestidas con ropas holgadas y negras, bailando en torno al cadáver de un perro mientras sostienen flores en sus manos. Flores rosadas. Igual te parece entre raro y espeluznante, así que puede que no tengas ganas de hablar con ellas.
 
Entre tanto paseo y orden que das para que los muchachos monten las empalizadas, acabas encontrándote con un hombre fornido y alto, bastante más que tú, que solo te ofrece un hacha. Da igual si le hablas o no, él no te contestará. Parece que es momento de ensuciar tus bonitas manos y montar empalizadas, reparar casas o lo que sea que puedas hacer con un hacha.
 
O la curiosidad comienza a crecer dentro de ti y decides hacer algo más que solo reparar cosas.
#3
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No tardé en darme cuenta de que algo no iba bien en el pueblo. Sí, estaba claro que habían sufrido un violento ataque capaz de acabar con la fortaleza mental del más pintado. De eso no había duda, pero la actitud de los habitantes del pueblo era extraña incluso para alguien que se había visto sometido a semejante suceso.

Mi idea había tenido un buen recibimiento por parte de quien tomaba las decisiones en aquella expedición —y menos mal—. En consecuencia, al disponerme a prepararlo todo me había ido cruzando con numerosos lugareños y, hasta el momento, ni uno solo de ellos había demostrado una actitud mínimamente normal. Sin ir más lejos, el primero de los sujetos mascaba algo que no tenía claro si quería saber qué era sin apenas relacionarse conmigo o con el medio que le rodeaba. Quitaba escombros con la parsimonia de quien lo hace como algo rutinario. No vi lágrimas en sus ojos, angustia o desesperación.

Tampoco las había en los rostros de las mujeres que homenajeaban el cadáver del perro de una forma tan extraña. Ejecutaban un rito que a mis ojos estaba fuera de lugar viendo el estado en el que se encontraba el pueblo y el chantaje al que estaban sometidos. A decir verdad, la actitud tan fuera de lo común que pude ver en las mujeres me heló la sangre en cierto modo. ¿Qué demonios estaba pasando allí?

Por último, el tipo que me tendió el hacha tampoco se dignó a dirigirse a mí con una mísera palabra. Era como si todos estuviesen drogados o bajo los efectos de una hipnosis; al menos las personas con las que me había cruzado hasta el momento. Por otro lado, parecían ser conscientes de lo que sucedía y lo que les decíamos. A pesar de mis dudas iniciales, el hecho de que el último sujeto me hubiera proporcionado un hacha señalaba que conocía a la perfección lo que había que hacer a continuación.

Me cambié de ropa sin dejar de darle vueltas a todos aquellos asuntos, cada cual más inquietante. Tal vez tuviese algo que ver con lo que masticaba el primer tipo, que era —suponía— alguna especie vegetal que era incapaz de identificar... Aunque tampoco es que tuviese yo demasiados conocimientos de botánica. Más bien ninguno.

No, si pretendían que me pusiese a talar árboles y corriese un tupido velo iban listos. Cualquiera que me conociese habría podido pensar que simplemente estaba buscando un camino paralelo que me permitiese no doblar el lomo en la construcción de las empalizadas, una excusa al fin y al cabo, pero nada más lejos de la realidad —o sí, nunca lo sabremos—. Allí estaba pasando algo más allá de lo que podíamos ver a simple vista y era crucial averiguarlo.

En consecuencia, inicié la búsqueda de la única persona del pueblo que por el momento había demostrado tener la capacidad de comunicarse de manera coherente, aunque fuera por escrito: el alcalde del pueblo. Suponía que él debía haber sido quien diese la voz de alarma a la Marina para que nos enviasen hasta allí, así que tal vez él pudiese iluminarme un poco. Si era necesario usar una pizarra para poder hablar con él, lo haría sin dudarlo.

En caso de encontrarle le preguntaría por la actitud de los lugareños. Si no pudiese localizarle, preguntaría a los marines de la zona si le habían visto o dónde podía dar con él, dirigiéndome a continuación a dicha posición —en caso de averiguarla— para plantearle mis disquisiciones internas. Allí había manos de sobre para construir empalizadas para doce plazas como la que queríamos rodear.
#4
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Comienzas tu búsqueda del alcalde mientras tus compañeros montan empalizadas, lo que seguramente ha llamado la atención de más de alguno. El pueblo es pequeño y no tardas en encontrar la casa del alcalde, un edificio ubicado lejos de la playa. Es más grande que las demás construcciones, levantada con dos grandes pilares de roca gris que mantiene una fachada de madera labrada con detalle. ¿Tocas la puerta o…? Como sea, eres recibido por una mujer entrada en los sesenta, cabello canoso y de baja estatura. Te ofrece algo de beber mientras sugiere que esperes en la sala de espera, una habitación amplia y cuidadosamente adornada.
 
Luego de unos pocos minutos de espera, puede que cinco o algo así, la mujer te lleva a la oficina, que está al fondo del pasillo. Dentro, puedes notar una figura delgada sentada frente a un enorme escritorio meticulosamente ordenado. En la oficina hay estantes con un montón de libros, seguramente muchos de ellos ya leídos. La señora anuncia tu llegada en un susurro, pero el hombre no presta atención y continúa con lo que está escribiendo. Te mira, nerviosa, y cierra la puerta con cuidado. El sutil chirrido de esta llama la atención del alcalde y sus ojos se posan en ti, luego sobre la señora y vuelven hacia ti.
 
El alcalde es un hombre delgado que está entrando a los cincuenta. Lleva su cabello azabache en una melena por sobre las orejas y hasta los hombros, unas patillas largas y acabadas en un abrupto corte recto cruzan sus mejillas. Sobre sus ojos marrones puedes ver unas cejas tupidas y con canas incipientes, las que van a juego con las arrugas distribuidas en su rostro alargado y acabado en un mentón cuadrado. Una nariz grande ocupa una buena parte de su rostro, tampoco tanto, pero sí lo suficiente para afear su cara.
 
-Así que tú también lo has notado. Balbucean, deliran, atacan. Los piratas trajeron esa maldita planta que mi gente mastica. -Su voz es grave, seca, opaca. Poco puedes notar más allá de sus expresiones vacías. El alcalde se levanta de su asiento y notas que le sacas casi una cabeza, es un hombre bajo pero se siente… imponente-. Soy el doctor Lautaro, alcalde y médico de este pequeño pueblo -se presentó, estirando su mano hacia ti-. Ya le pregunté a tu superior si saben algo de mi esposa y si están pensando en un rescate o no. También le mencioné el estado de algunos vecinos, pero veo que no ha transmitido toda la información a sus subordinados. Como pareces genuinamente preocupado te lo diré: estoy trabajando en una cura, pero necesito unos días.  
 
Eres libre de estirar un tanto más la conversación con el alcalde y doctor Lautaro por si quieres descubrir más cosas sobre él, o abandonar la habitación y dirigirte hacia cualquier otro lugar, pues parece que en todos sitios hay cosas que hacer… o donde investigar. Qué bien funcionan las personas perezosas cuando algo les pica la curiosidad, ¿verdad?
#5
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La verdad es que el recibimiento no fue demasiado cálido o agradable. De hecho, dudaba que aquello pudiese considerarse un saludo siquiera. Tampoco podía culpar a aquel hombre, que en un breve periodo de tiempo había asistido al descorazonador espectáculo de ver su vida poniéndose patas arriba. Su pueblo, asediado por unos criminales y con unos habitantes que iban de un lado a otro sin pena ni gloria. Su mujer, secuestrada por los mismos criminales. El hombre tardó unos segundos en decidir que había llegado el momento de cederme temporalmente su atención. En cierto modo, me pareció percibir una interacción en la que él me obsequiaba con algo valioso. Aquello me sentó bastante mal, para qué mentir, pero no dije nada. Al fin y al cabo, era simplemente una percepción subjetiva y podría estar completamente equivocado. Allí había cosas mucho más importantes que tratar.

No obstante, en cuanto comenté mis inquietudes acerca del estado de los habitantes del pueblo, su atención y su actitud hacia mí se volvieron mucho más... ¿amigables? No sé si ésa sería la palabra más indicada para lo que quiero expresar, pero me pareció percibir que mis dudas me hacían más interesante a sus ojos. Tal vez, en un mundo donde la mayoría se ponía la orejeras y seguía al rebaño, alguien que se molestase en ver más allá de donde le señalaban pudiese resultar, al menos, de utilidad. Lautaro se presentó como alcalde, médico y, sobre todo, suspicaz. Sospechaba que eran esas extrañas plantas las que estaban detrás de la actitud tan rara de los vecinos de la zona. Asimismo, llamaba la atención que no se hubiese informado a la partida de marines enviada para llevar a cabo la misión de detalles como aquél. Ya estaba trabajando en una cura y, si bien no transmitía demasiada amabilidad, sí que rezumaba seguridad y aparente experiencia. No dudaba de que aquel tipo sería capaz de dar forma a una cura más pronto que tarde, pero había más asunto que resolver. ¿Cuáles? Vamos a ello.

En primer lugar, resultaba tremendamente conveniente que aquellas plantas capaces de, aparentemente, modificar la actitud de las personas hasta ese semejante punto hubiesen aparecido poco antes de que el lugar fuese atacado. Sólo un estúpido no se plantearía la posibilidad —a menos plantearla y, por tanto, descartarla— de que hubiese sido introducida en la isla por los mismos malhechores para allanarse el camino. De ser así, debía haber alguien en el pueblo que se encargase de recibir y repartir el material a cuantos más mejor. Podía ser bien algún miembro del grupo que se hubiese infiltrado o alguien que ya fuese de allí a quien hubiesen sobornado o amenazado. De un modo u otro, era prioritario seguir el rastro, buscar a esa persona y arrestarla para obtener información.

Del mismo modo, llamaba la atención que justo información tan crucial como las sospechas y teorías de alguien inteligente como Lautaro no hubiese llegado al grueso de marines implicados en la operación. En situaciones como aquélla, hasta el más mínimo detalle podía resultar decisivo y cuantas más cabezas pensasen en torno a lo mismo más fácil sería encajar las piezas del rompecabezas. ¿Que podía tratarse de una negligencia o un despiste? Por supuesto. De hecho, casi que era lo más probable. Aun así, había que ponerse en lo peor y abordar la posibilidad de que hubiese alguien en la Marina que convenientemente estuviese filtrando la información de la que disponíamos.

Con esa y mil preguntas más flotando en mi mente, me despedí de Lautaro con educación y me dirigí al exterior de la vivienda. Desde allí, emprendí el camino hacia el lugar donde estaba el hombre que había encontrado mascando hierba. Antes de hacerlo, me detuve en el centro de mando para informar a mis superiores al respecto. Por el momento procuré no advertir de cuál sería mi siguiente paso, cabeceando afirmativamente cuando me mandaron de nuevo a construir empalizadas. El que tiene la idea no dobla el lomo, ¿no? Al menos en mi barrio siempre había sido así.

Una vez hube explicado mis disquisiciones internas y sospechas a los mandos, me fui en busca del sujeto que mascaba el dichoso vegetal. ¿Que qué pretendía? Abordarle e insistirle para que me dijera de dónde había sacado esa cosa o quien se la había regalado o vendido —sospechaba que la segunda, salvo que la estuviese probando por primera vez—. En caso de que no me respondiese, reformularía la pregunta de la manera más sencilla posible para que su mente aparentemente aturdida pudiese trabajar con ella. Fuera como fuese, no dejaría de insistir hasta obtener alguna respuesta. En caso de encontrar un hilo del que tirar, me dirigiría a la zona que se me revelase o en busca del sujeto potencialmente desenmascarado.
#6
Lemon Stone
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Abandonas el edificio del alcalde sin ninguna complicación, aunque la señora te queda mirando a medida que te alejas de la casa. Hay algo en ella que no te termina de gustar, pero me pregunto qué será… En cualquier caso, has montado un escenario hipotético plausible, sin embargo… Necesitas más información, bastante más. ¿Desde cuándo los piratas están entregando las plantas a los habitantes del pueblo? ¿Cuál es su propósito? ¿Únicamente desean clientes? Y de ser así, ¿por qué atacar al pueblo y destruir sus casas? Si lo que desean son riquezas, les conviene que los pueblerinos prosperen para tener más dinero y así gastar más… ¿Acaso se te ha escapado un detalle?
 
Ya verás tú si decides regresar a la casa del alcalde a hacerle más preguntas o, quién sabe, investigar a la señora. Lo que sí sabemos es que, luego de unos escasos minutos, consigues encontrar al hombre que estaba masticando esa extraña hoja, mientras el pueblo parece más agitado de lo “normal”. Sigue donde mismo, buscando algo entre los escombros, su mirada lunática y difícil de comprender. Le haces la pregunta, pero no te responde. Insistes de un modo más… sutil, incluso manipulador, pero tampoco te da una respuesta. Al menos no la que tú estás buscando.
 
-¡Vete! -te gruñe como un perro furioso-. ¡Largo de aquí! El alcalde dijo que no habláramos sobre esto…
 
¿Por qué el alcalde querría que su gente no hablase de la planta? Los políticos suelen esconder sus errores para continuar en el podio, para seguir siendo el popular del salón. Sin embargo, ¿será este el caso…?
 
Puedes insistir y preguntarle más cosas al hombre, pero no te responderá. Como si fuera el personaje de un videojuego programado con unas pocas líneas de diálogo, te dirá una y otra vez lo mismo.
 
Entre las preguntas y las respuestas, las insistencias y las desilusiones, notas una presencia escondida entre las casas. Sientes que alguien, o puede que algo, te observa. Al elevar la mirada descubres una figura femenina, cabello negro y nariz gruesa y grande. Sus rizos le cubren parte del rostro y lleva unos harapos medio sucios, aunque tampoco tanto. Hay dos cuestiones que te llaman la atención: sus ojos increíblemente perturbados, como si dentro de ellos vivieran nubes tormentosas y caóticas, y que sus dedos no paran de rascar la madera de la casa tras la cual te vigila.
 
Antes de que puedas acercarte a ella, ves a dos hombres grandes y robustos tomándola de los brazos y llevándosela a… ¿Hacia dónde?
 
Eres libre de irte a dormir, construir más empalizadas y esperar a los piratas, o seguir a la misteriosa figura que acaba de aparecer. ¿Hay más opciones? Por supuesto, tú decides qué línea seguir. Eso sí, comienza a anochecer…
#7
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Había tantas preguntas e incógnitas en todo lo que sucedía allí que ni siquiera tenía claro por dónde empezar. Había decidido confiar sin más en las palabras del alcalde y dar por hecho que no había nada oculto detrás de lo que decía. Incluso había ignorado la forma en la que el ama de llaves, si es que eso era, me dirigía miradas de lo más sospechosas. A fin de cuentas, ¿quién querría engañar a quien tenía como objetivo rescatar a su mujer?

No, era algo que no me entraba en la cabeza. Sin embargo, las turbadas palabras del hombre que mascaba hierba dejaron claro que había sido un estúpido. Con la inocencia y la sinceridad de quien habla en este mundo con la mente perdida en otro, reveló que el alcalde les había ordenado que no hablasen con nadie deos vegetales o su origen. ¿Por qué querría el alcalde engañarme de ese modo? Tal vez estuviera siendo amenazado con la vida de su mujer para conducirnos por caminos equivocados o guiarnos hasta alguna trampa. También cabía la posibilidad, claro estaba, de que realmente fuese un tipo malvado o incluso alguien que estuviese suplantando al alcalde. Sin embargo, de momento era una posibilidad que no quería contemplar con seriedad. Instalarme en la suspicacia podría separarme de mi objetivo... Ahora bien, la intención inicial había sido librarme de la faena y entre una cosa y otra me iba a recorrer varias veces toda la aldea.

Tal vez lo adecuado fuese regresar con el alcalde. Con algo de suerte podría, esta vez sí, abordar a la asistenta para intentar sonsacarle el por qué de sus gestos y expresiones. Del mismo modo, quizás pudiese acorralar o presionar un poco al alcalde para que me revelase los motivos de sus mentiras. Sí, había muchas posibilidades válidas, pero ninguna lo era tanto como la que se materializó ante mis ojos.

Allí, parcialmente oculta en las sombras de unas de las casas del pueblo, la locura encarnada me miraba con poco o ningún disimulo. Sus facciones eran casi tan tétricas como el modo en que arañaba la madera, pero estaban muy lejos de la perturbada mirada que lanzaban sus ojos. ¿Quién era esa mujer? Dejando de lado al tipo que máscara hierba, alcé la mano en dirección a la señora para llamar su atención. No obstante, no me había dado tiempo de abrir la boca cuando la desconocida fue arrastrada hasta las sombras.

No me lo pensé. De un rápido salto, me dirigí a toda velocidad hacia la zona en la que había desaparecido. ¿Dónde estaba? Si alguien estaba interesado en que no viésemos a esa mujer, en que no se pusiese en contacto con nosotros, algún motivo de peso debía haber.
#8
Lemon Stone
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Te diriges raudo hacia el lugar donde acabas de ver a la extraña figura que tanta curiosidad ha despertado en ti. ¿Qué te parece el pueblo hasta ahora? A mí parecer es una bonita mezcla entre drogadictos y sectarios, pero ya juzgarás tú. Allí, junto a la casa de madera, puedes ver los arañones en las tablas y las pisadas en el suelo alejándose. Como está oscureciendo, necesitas de luz artificial para iluminar el lodoso piso, pero como buen soldado que eres pues ahí vas con tu equipo.
 
Te das cuenta de que los secuestradores están intentando desviar la ruta original, como si lo hubieran hecho varias veces antes, o como si supieran que alguien los persigue. En cualquier caso, eres más listo que ellos y acabas en un pequeño bosque al norte del pueblo. Allí todo es verde. Hay flores por montones y, al explorar un poco, notas algo similar en una de las hojas de los árboles. ¿No es parecida a la que estaba mordiendo el hombre que viste hace unas horas…?
 
El rastro termina en un murallón de varios metros de alto, tapado completamente por enredaderas. Curioso como lo has sido hasta el momento, te percatas de que hay unas marcas en el suelo rocoso, marcas de que algo se ha movido recientemente encima de estas. Consigues descubrir una puerta oculta tras las enredaderas y, más allá, un pasadizo oscuro que se dirige hacia el sur. Si decides cruzarlo, que es lo que te recomiendo que hagas, acabarás en una puerta de madera que da hacia un salón subterráneo y húmedo.
 
Puedes continuar explorando el subterráneo del pueblo, o volver a la casa del alcalde a hacerle las preguntas que estimes convenientes. Eso sí, debo advertirte algo: tus compañeros no han pasado por alto que has estado rehuyendo de tus obligaciones como soldado, pasándote de un lado a otro como si fueras el loco del pueblo que está intentando resolver el misterio. Tal vez esto te traiga problemas… O puede que no.

Off
#9
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La zona por la que había desaparecido la misteriosa mujer —o por donde la habían arrastrado, mejor dicho— distaba mucho de ser tranquilizadora. La oscuridad de la noche comenzaba a difuminar los alrededores y el paisaje. EL rastro del camino que parecían haber seguido estaba ahí, pero intentaba ocultarse ante mis ojos. ¿Seguirlo o no? A mis espaldas el resto de marines se afanaban por llevar a cabo un plan que en el fondo había concebido yo. ¿No resultaba un tanto incongruente que mientras ellos trabajaban en mi estrategia yo desapareciese? Tal vez, y puede que ese hecho me granjease alguna enemistad entre mis compañeros de viaje, pero seguir aquella pista era algo que sólo yo de entre todos ellos podía hacer —porque sólo yo conocía de su existencia, vaya—. Ya vería cómo gestionar el asunto en el futuro si surgía algún problema.

Con la decisión tomada, seguí un rastro que torpemente había intentado ocultar. No era el mejor rastreador ni de lejos, pero había cosas que resultaban evidentes hasta para un niño pequeño. Claro que, ¿quién me decía que la trampa no consistía precisamente en hacerme creer que estaba siguiendo a unos inexpertos principiantes? Me hallaba en un entorno completamente hostil y desconocido, en medio de la naturaleza y sin saber nada acerca del terreno. Todo lo que no fuese andarse con pies de plomo estaba fuera de lugar y sería un acto estúpido.

Terminé por alcanzar una suerte de muralla en medio del bosque, no sin antes detenerme a mirar unas hojas que eran sospechosamente similares a las que mascaba el tipo que parecía tan trastornado. ¿Qué podía perder? Cogí una muestra de las mismas y me la guardé en el bolsillo. Si todo iba bien podría explicarles a los demás qué había sucedido y enviar las hojas para que fuesen analizadas por alguien listo y con unos conocimientos en botánica y química de los que yo carecía por completo.

Pero mi camino no terminaba en la muralla, no. En el suelo se podía apreciar que en una zona cercana al muro había habido movimiento hacía poco. Detrás de las enredaderas que lo tapaban por completo, una puerta oculta conducía a saber adónde. Una vez más me encontraba ante una disyuntiva: ¿qué hacer? Podía continuar hacia delante sin regresar para informar de los hallazgos y arriesgarme a perder la pista de la mujer y sus supuestos captores, así como dejar pasar la oportunidad de atrapar a saber a quién con las manos en la masa. Del mismo modo, me exponía a un riesgo mucho mayor que se vería considerablemente reducido si volvía, informaba y regresaba con refuerzos.

De perdidos, al río. No tendría sentido no haberme dado la vuelta al salir del pueblo para hacerlo allí. Antes de internarme en el pasillo registré cada palmo de la muralla, movilizando las enredaderas en busca de cualquier elemento que pudiese aportar información sobre dónde demonios me iba a meter. ¿Quién sabía? Tal vez allí hubiese alguna pista escondida que me ayudase a resolver el misterio del pueblo amenazado, así como de su alcalde médico.

Una vez hube revisado la muralla y la zona aledaña a la misma, me introduje en el subterráneo y recorrí sus pasillos. Intenté explorar cada rincón que vi hasta que me topé con una vieja y desvencijada puerta de madera. Pintaba mal, muy mal, tan mal que algo en mí me gritaba que me diese la vuelta y buscase refuerzos con los que retornar con mayor seguridad. Pero no lo hice. Después de coger aire profundamente un par de veces y calmarme, empujé la puerta con la intención de introducirme en la sala o lo que fuera que hubiese tras la madera.
Resumen
#10


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