Hay rumores sobre…
...un hombre con las alas arrancadas que una vez intentó seducir a un elegante gigante y fue rechazado... ¡Pobrecito!
[Aventura] La raza más peligrosa [AutonarradaT1]
Jim
Hmpf
Día 1 de primavera del año 724
Isla Rudra 
Había vivido toda mi vida en la isla Rudra, un paraíso tropical lleno de frondosa vegetación, animales exóticos y el omnipresente volcán que dominaba el horizonte. Desde pequeño, mi familia de suricatos me había enseñado a ser precavido, a mantenerme oculto y a observar sin ser visto. Por eso, cuando los humanos llegaron a la costa de nuestra isla, mi curiosidad fue más fuerte que el miedo.

Desde mi escondite en la espesura, observé cómo una embarcación, más grande que cualquier criatura de la isla, se aproximaba a la playa. Los humanos que descendieron de ella eran diferentes a cualquier otra cosa que había visto antes: llevaban ropas coloridas, adornadas con símbolos que no comprendía, y parecían rebosar de energía y confianza. Eran piratas, eso lo supe casi de inmediato por las historias que los más viejos de mi tribu contaban alrededor de la hoguera.

La tripulación parecía estar buscando provisiones y descanso. Vi cómo encendían fogatas, preparaban alimentos y descargaban barriles y cofres. Mi estómago rugió al ver la abundancia de comida que ellos parecían dar por sentada. Sabía que debía hacer algo. Mi familia no estaba pasando por su mejor momento; las últimas lluvias habían sido escasas y encontrar comida se había vuelto más difícil.Mi madre suricata y mis cinco hermanos pequeños me observaban con ojos esperanzados. Aunque no podían hablar, sus miradas lo decían todo. Tenía que conseguir comida para ellos, y estos humanos podrían ser la respuesta a nuestras necesidades.

Esperé a que la noche cayera, cuando las sombras se volvieran mis aliadas. Me moví sigilosamente entre los árboles, acercándome al campamento. Los piratas, confiados en su superioridad, no habían colocado guardias atentos. Solo un par de ellos rondaban cerca de las fogatas, más ocupados en beber y cantar que en vigilar.

Primero, decidí asegurarme de que tendría un botín valioso. Me deslicé hasta un gran cofre que había sido dejado abierto, rebosante de monedas y joyas. Sabía que ese tesoro podría garantizar la seguridad de mi familia por mucho tiempo. Con una precisión que solo un mink podía tener, usé mis pequeñas manos para tomar un saco de monedas. Lo até firmemente y lo escondí entre los arbustos cercanos para recuperarlo más tarde.
Luego, me dirigí hacia el área donde habían dejado sus provisiones. Los olores de carnes ahumadas, frutas exóticas y panes recién horneados llenaban el aire. Con el estómago gruñendo de hambre, me apresuré a llenar un saco con todo lo que pude encontrar. Cada ruido en la noche me ponía en alerta, pero mi agudo oído me permitió anticipar los movimientos de los piratas y mantenerme fuera de su vista.

Cuando creía haber conseguido suficiente, uno de los piratas se acercó peligrosamente. Me detuve, conteniendo la respiración mientras el humano miraba en mi dirección. Sentí que mi corazón latía con fuerza, pero me mantuve inmóvil, confiando en mi habilidad para pasar desapercibido.El pirata parecía haber notado algo extraño, pues empezó a caminar hacia donde yo estaba. Necesitaba una distracción. Con un rápido movimiento, arrojé una piedra hacia una pila de barriles cercanos. El ruido hizo que el pirata se girara inmediatamente y corriera hacia ese lugar, dándome la oportunidad perfecta para escapar.

Con el saco lleno de comida y monedas a cuestas, regresé al escondite donde había dejado el botín anterior. Satisfecho con mi ingenio y habilidades, me permití un momento para observar el campamento pirata desde la distancia. Sabía que ellos se darían cuenta de la falta de sus provisiones al amanecer, pero para entonces ya estaría lejos de allí, seguro entre la espesa selva de Rudra.

Al llegar a casa, mi madre y mis hermanos me recibieron con sorpresa y alivio. Mis hermanos pequeños, con sus ojitos brillando de emoción, se abalanzaron sobre el saco de comida. Mi madre, con una expresión de agradecimiento, me acarició la cabeza suavemente. Había conseguido asegurar el bienestar de mi familia al menos por una temporada más.

A la mañana siguiente, desde lo alto de un árbol, observé a los piratas. La confusión y la furia eran evidentes en sus rostros mientras descubrían que habían sido robados. Algunos gritaban y maldecían, mientras otros parecían más interesados en buscar al culpable. Pero yo sabía que no encontrarían rastro alguno. Mis pasos eran tan ligeros como el viento y mi presencia tan efímera como un susurro.

En los días que siguieron, los piratas intentaron varias veces adentrarse en la selva, probablemente en busca de sus pertenencias o del ladrón. Pero Rudra es una isla que protege a los suyos, y sus peligros naturales pronto los disuadieron. Los vi enfrentarse a fieras salvajes y a trampas naturales que nosotros, los minks, conocíamos bien cómo evitar.

Con el tiempo, los piratas se marcharon, dejando la isla tal como la habían encontrado, aunque un poco más pobres y mucho más cautelosos. Para mí, aquel encuentro fue una lección valiosa. Había aprendido que, aunque éramos pequeños y aparentemente indefensos, nuestra inteligencia y habilidades nos hacían capaces de grandes cosas.

Desde entonces, mi respeto por los humanos había cambiado. Ya no eran simples criaturas para observar desde la distancia; eran seres complejos, capaces de lo mejor y de lo peor. Y yo, Jim, el mink suricato de Rudra, había probado ser su igual en ingenio y valentía.

Con el botín bien escondido y las provisiones aseguradas, mi madre y mis hermanos podrían vivir tranquilos por un buen tiempo. Pero en el fondo de mi corazón, sabía que ese encuentro con los piratas era solo el comienzo de mis aventuras. El mundo era grande y estaba lleno de misterios por descubrir, y yo estaba más que listo para enfrentar lo que viniera, con la astucia y el coraje que siempre me habían caracterizado. Y así, cada noche, mientras el volcán dormía bajo el cielo estrellado de Rudra, soñaba con las infinitas posibilidades que el futuro me deparaba. Porque si había algo que había aprendido, era que la verdadera fuerza no reside en el tamaño o la ferocidad, sino en el corazón y la mente de quien enfrenta los desafíos con determinación y sabiduría.
#1
Jim
Hmpf
La Deuda de Jim
Día 2
Había vivido toda mi vida en la isla Rudra, un paraíso tropical lleno de frondosa vegetación, animales exóticos y el omnipresente volcán que dominaba el horizonte. Mis únicas preocupaciones eran cuidar de mi madre suricata y mis cinco hermanos pequeños. Pero esa tranquilidad se vio interrumpida cuando un grupo de piratas llegó a nuestras costas. Ya había tenido un encuentro con ellos el día anterior, logrando robarles comida y monedas para asegurar la supervivencia de mi familia. Sin embargo, no me imaginaba que ese sería solo el principio de una nueva y desafiante aventura.

Era el segundo día desde la llegada de los piratas. Aún estaba emocionado por el éxito de mi incursión nocturna. Mi madre y mis hermanos parecían más tranquilos con las provisiones que les había conseguido. La curiosidad me carcomía por dentro, y sentía la necesidad de saber más sobre esos humanos que habían llegado a nuestra costa. Con el corazón latiendo con fuerza, me adentré en la selva, siguiendo el rastro de sus voces.

Al llegar al campamento de los piratas, me mantuve oculto entre los arbustos, observándolos. A diferencia del día anterior, ahora parecían más relajados, charlando y riendo entre ellos. Decidí dar un paso adelante y mostrarme, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción.

"Hola", dije con una voz temblorosa.

Las conversaciones se detuvieron de golpe y todos los ojos se volvieron hacia mí. Por un momento, el silencio fue abrumador. Pero luego, uno de los hombres rompió en carcajadas.

"¡Miren esto! ¡Un suricato que habla!", exclamó, haciendo que los demás se rieran también.

Me acerqué con cautela, pero al ver sus sonrisas y escuchar sus risas, me sentí un poco más seguro. Me presenté y les conté un poco sobre mi vida en la isla. Los hombres parecían fascinados por mi historia, y pronto me sentí como uno más en su grupo.

"Así que te llamas Jim", dijo un hombre alto con barba y un parche en el ojo. "Yo soy Axel. Somos contrabandistas, no piratas. Y esta isla, Rudra, es solo una de muchas en este vasto mar. Hay todo tipo de razas y criaturas allá afuera."

Axel y los demás me contaron historias de sus viajes y aventuras. Me hablaron de islas donde habitaban gigantes, hombres-pez, e incluso otros minks como yo. Cada historia que escuchaba me llenaba de asombro y un deseo creciente de conocer más sobre el mundo exterior.

"¿Nunca has salido de esta isla?", preguntó otro contrabandista llamado Lars.

Negué con la cabeza. "No, nunca. No sabía que había tanto más allá del horizonte."

"Bueno, Jim", dijo Axel con una sonrisa astuta, "tal vez algún día puedas acompañarnos y ver todo eso por ti mismo."

Pasé gran parte del día con ellos, ayudándoles con tareas menores y escuchando sus relatos. Incluso compartieron su comida conmigo, algo que aprecié profundamente. Al caer la noche, sacaron un juego de dados y comenzaron a jugar, invitándome a unirme.

"Vamos, Jim. Es solo un juego amistoso", dijo Axel.

Nunca había jugado a los dados antes, pero la idea me pareció divertida. Nos sentamos alrededor de una fogata y comenzamos a jugar. Me explicaron las reglas rápidamente y empecé a tirar los dados, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.

A medida que avanzaba el juego, me di cuenta de que no estaba teniendo mucha suerte. Perdía ronda tras ronda, pero las risas y bromas de los contrabandistas me hicieron sentir menos mal por mis pérdidas. Finalmente, después de varias rondas, el juego llegó a su fin. Yo había perdido la mayoría de mis partidas.

"Bueno, Jim", dijo Axel con una sonrisa, "parece que has tenido mala suerte. Según nuestras reglas, eso significa que has adquirido una deuda."

"¿Deuda?", pregunté, sintiéndome un poco preocupado.

"Sí, una deuda de... digamos, cinco millones de berries", respondió Axel, lanzándome una mirada que no supe interpretar.

Cinco millones. No tenía idea de cuánto era eso, pero por la forma en que Axel lo dijo, sonaba como una cantidad enorme. Sentí un nudo en el estómago y la preocupación empezó a crecer.

"Pero... yo no tengo ese dinero", balbuceé.

"Tranquilo, Jim", intervino Lars con una sonrisa tranquilizadora. "No esperamos que nos pagues ahora mismo. Puedes trabajar con nosotros y saldar tu deuda con el tiempo."

A pesar de mi creciente incomodidad, asentí. Sentía que les debía algo por su hospitalidad y por permitirme unirme a su juego, aunque la cifra de la deuda me parecía absurdamente desorbitada. Mi falta de experiencia con el mundo humano me hizo aceptar su propuesta sin cuestionarla.

Pasé la noche con ellos, intentando no pensar demasiado en mi deuda. Los contrabandistas siguieron tratándome bien, como si nada hubiera cambiado. Me enseñaron más sobre sus vidas y me dieron consejos sobre cómo manejarme en el mundo exterior. A pesar de mis temores, no podía evitar sentirme emocionado por las posibilidades que se abrían ante mí.

Al día siguiente, cuando los contrabandistas se preparaban para partir, Axel se acercó a mí.

"Jim, hemos decidido llevarte con nosotros en nuestra próxima travesía. Así podrás comenzar a saldar tu deuda y ver el mundo más allá de esta isla."

Mi corazón dio un vuelco. La idea de dejar Rudra y a mi familia me llenaba de tristeza, pero también sentía una fuerte curiosidad y deseo de aventura.

"¿Podré regresar?", pregunté con voz temblorosa.

"Claro, Jim. Una vez que hayas saldado tu deuda, serás libre de regresar o continuar viajando con nosotros. La decisión será tuya", respondió Axel, poniendo una mano en mi hombro.

Me despedí de mi madre y mis hermanos, prometiéndoles que volvería pronto. Con el corazón apesadumbrado, subí al barco de los contrabandistas y comenzamos nuestro viaje hacia lo desconocido.

A bordo, me asignaron varias tareas para mantenerme ocupado y útil. Aprendí rápidamente las rutinas del barco y las responsabilidades que conllevaba la vida en el mar. Los contrabandistas seguían tratándome bien, aunque siempre me recordaban mi deuda y la necesidad de trabajar duro para saldarla.

Durante el viaje, descubrí más sobre las verdaderas intenciones de los contrabandistas. Transportaban mercancías ilegales y evitaban las autoridades a toda costa. A pesar de sus actividades cuestionables, sentía un extraño sentido de lealtad hacia ellos por haberme aceptado y enseñado tanto.

Cada día en el barco me acercaba más a entender el mundo que se extendía más allá de Rudra. Las historias que me contaban y las lecciones que me daban ampliaban mis horizontes, haciéndome ver la vastedad y la diversidad del mundo. Con cada anécdota sobre tierras lejanas y criaturas increíbles, mi deseo de explorar crecía.

Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba, no podía evitar sentir una creciente inquietud. Aunque había aceptado mi situación, una parte de mí empezaba a cuestionar la legitimidad de mi deuda. La cifra que Axel mencionó era increíblemente alta, y la forma en que se había desarrollado el juego de dados me parecía sospechosa en retrospectiva. Pero cada vez que intentaba discutir el tema, los contrabandistas me recordaban que debía trabajar duro para saldar mi deuda, desviando cualquier pregunta con bromas o cambios de tema.

A pesar de todo, me esforzaba por mantener una actitud positiva. Sabía que necesitaba aprender todo lo posible y adaptarme a mi nueva vida. Trabajaba en la cubierta, ayudaba en la cocina y aprendía sobre navegación y comercio. Mis habilidades de supervivencia se mejoraban día a día, y aunque mi vida había cambiado drásticamente, sentía que estaba creciendo y fortaleciéndome con cada desafío que enfrentaba.

Los días se convirtieron en semanas y mi vida en el barco se volvió rutinaria. Me hice amigo de algunos de los contrabandistas y comencé a entender mejor sus personalidades y motivaciones. Aunque no siempre aprobaba sus métodos, reconocía que todos tenían sus propios sueños y metas, y que yo, de alguna manera, ahora formaba parte de esa peculiar familia.

Un día, mientras estábamos en cubierta, Lars se acercó a mí con una sonrisa.

"Jim, estamos cerca de nuestra próxima parada, una isla llamada Cozia. Es un lugar fascinante, lleno de comerciantes y aventureros. Estoy seguro de que te gustará."

La noticia de una nueva isla despertó mi curiosidad y entusiasmo. Aunque todavía tenía dudas sobre mi deuda y mi futuro, no podía negar la emoción de descubrir un nuevo lugar y conocer más sobre el mundo exterior. Con cada día que pasaba, sentía que me estaba preparando para algo más grande, algo que aún no podía definir.

Mientras el barco avanzaba hacia Cozia, me apoyé en la barandilla, mirando el horizonte. Mi vida había cambiado drásticamente en tan solo dos días, llevándome de una existencia tranquila y aislada en Rudra a un viaje lleno de aventuras y descubrimientos. Aunque no sabía qué me deparaba el futuro, estaba decidido a enfrentar cualquier desafío con valentía y determinación.
#2
Moderador Bon Clay
OKAMA WAY
AVENTURA COMPLETADA CON ÉXITO


Al user por una se le entrega:
  • Experiencia: De 111 a 171 [+60]
  • Nikas: De 0 a 2 [+2]
  • Berries: De -4.900.000 a -4.500.000 [+400.000]
  • Reputación: De 0 a 10 (+5 Buena Reputación/+5 mala Reputación) [+10]


Nota: Como las subiste un poco al limite en la frontera del cambio de semana, aunque dentro de la anterior te cuento como el de la esta ya aunque se entregara un poco antes, pero esta semana no mandes nada más Suricata-boy.
#3


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 3 invitado(s)