Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Común] [C-Pasado] Los primeros brotes del destino
Ragnheidr Grosdttir
The Storm
Cuál caballo marchando hacia su destino, llegaron hasta el prostíbulo. Los hombres entraron, aunque Hammond tuvo que agacharse ligeramente para poder entrar. No había nada construido para alguien como él, estaba comenzando a acostumbrarse. Al entrar los olores dulces golpearon con fuerza las narices de los presentes. El nórdico adoraba este olor, le recordaba a una típica comida que hacía su santa madre, dulce y picante al mismo tiempo "La Mathkch" que consistía en particulares líquidos internos de varios animales. Para cualquiera que se dedicara a la cocina, pensaría que aquella receta era un desperdicio, ya que tan solo extraía pequeñas cosas muy concretas del interior de los animales que necesitaba y después, desechaba todo lo demás. Hammond desconocía la receta como tal, para su desgracia. Pero allí recordaba el sabor, la picor en los labios ... Momentos agradables que pocas veces volvían a su mente. 
Estuvo en tres ocasiones en el local, las tres gastando todo el dinero que le costó almacenar. Pareció ser el único local que ofrecía comidas, bebidas y mujers a un buen precio, en pack, sin moralidades humanas ninguna que se interpusieran en un magnifico desahogo. Era un buen sitio. El Bucanner se frotó las manos al entrar, sabiendo lo que aquel pequeño y fino hombre tendría que abonar al final de la fiesta.

Depositó a Rompetoementas en un cuartito justo al lado de la puerta, donde la gente dejaba los abrigos, bueno, pues el dejo su arma de más de dos metros. Al final incluso Juuken, que parecía algo más paradito entró en la boca del lobo. No pasó desapercibida la maniobra defensiva de él tampoco. Todo el mundo estaba muy tenso. Todo el mundo en un primer momento creyó que todos eran enemigos. Era muy humano tener esa falta de seguridad. — ¡Ajaaa! — Chocó sus gigantescas palmas, una ociosa forma darles a todos la bienvenida y de hacer saber a los presentes en aquel prostíbulo, que estaban allí. Por si alguno tenía cualquier tipo de verguenza a que otros pequeños humanos los vieran, tendrían que enfrentar ese sentimiento. A jugar. 
 
Se sentó en el lugar que los muchachos decidieron. Las mujeres se repartieron con rapidez, colocándose una cerca de cada uno. Bonita forma de marcar una presa. Al ver a Lily, la mujer que había prestado servicio al nórdico en más de una ocasión, se le dibujó una sonrisa en la cara que no pudo borrar, ni quería. Contenerse no formaba parte de su forma de ser, la vida no duraba mucho, no al menos para los patanes que la vivían de una mala forma. Si decidías ser libremente como querías ser, había que serlo en cualquier circunstancia. Hammond alargó el brazo derecho, depositando su palma en la espalda de la chica rubia. Tenía devoción por las rubias. La mano extendida del gigante, llegaba desde la zona alta de su columna hasta casi el trasero. La arrastró hasta colocarse a la misma de buen grado sobre su pierna. —Hoy tenerrr suerrrte. Hassser amigos que invitarrr. — La miró a los ojos, siempre que hablaba con ella no podía hacer otra cosa. Era casi instintivo.

No esperó a que la fémina le respondiera. — ¿Puedes trrraerrr cuatrrrro menús, prinssipales? oh y doss jarrras de ssservessa frrría. — Miró a Terence. Se le veía a leguas que se le caían los billetes por las orejas. — ¿Qué quierrren? — Les preguntó. Claro, todo aquello sería para el, no compartiría. Además, cuando tenía hambre se volvía bastante territorial con los víveres. Que a ver, le estaban invitando, si querían meter la mano no les mordería, pero seguro que estaría reticente a tal acto. Con un grácil movimiento Lily se levantó, rodeando a Hammond, parecía estar esperando a apuntar lo que los demás quisieran pedirle.

Después llegó la pregunta de Terence. — Creeensias. — Respondió directo y al grano. No tenía por qué ocultar nada, era bastante probable que no volviera a ver a aquellos hombres nunca más, algo que le costó de aceptar cuando abandonó Elbaf, pero que comprendió de buen grado ... Las relaciones eran fugaces prácticamente en su totalidad en aquel mundo humano, tomarle cariño a la gente, casi siempre, era perder el tiempo. — En Elbaf tenerrr clarrra fe. Nunca imaginarrr que al pensarrrr diferrrente ... — Y dejó de hablar. — ¿Vosotrrrross? — Alzó una ceja, cambiando radicalmente de tema. — ¿Qué pasarrr? ¿siemprrre estarrr en posisssion defensiva? — Se golpeó el pecho con el puño izquierdo. — Alma no estarrr felisss, segurrro. — Había que cambiar de tema, Hammond no quería indagar en su pasado, ¿para qué? además, tenía la espinita clavada por la forma en como todos tomaron posturas defensivas ante cualquier cosa que Hammond hacía. Sí, era entendible por lo ... ¿Expresivo? que podía llegar a ser. Blandir un arma como Rompetorementas no genera mucha confianza, eso era de admitir. Pero desde luego saltar a la mínima debía tener un motivo detrás.


Defectos a tener en cuenta:
-Adicción:
Tienes auténtica adicción por el levantamiento de peso que causa un síndrome de abstinencia grave. Cada 5 post (llevo 4)
#21
Lance Turner
Shirogami
Las cosas empezaban a desmadrarse más de lo que pensaba que iba a hacerlo, o quizá sería mejor decir que las cosas se habían puesto bastante interesantes. Yo intentaba seguir el paso a esta pequeña locura, pero no podía evitar que una parte de mí estuviera divertida con la situación, aunque... ¿Quién en su sano juicio monta a otro hombre y lo lleva directo a un prostíbulo? Bueno, claramente Hammond no era una persona precisamente normal, y quizá era por eso, que me gustaba tanto. Sin duda, quería que se uniese a nosotros en nuestra aventura de piratería.

Mientras nos acomodábamos en una de las mesas, con esas mujeres rondando como buitres al acecho, no pude evitar soltar una pequeña risa por lo absurdo de todo. Juuken se notaba fuera de contexto por completo, mientras que, por contraste, Hammond no perdía el tiempo. Ya estaba pidiendo comida como si fuera un auténtico rey, y lo mejor de toda esa absurda situación era que él no lo iba a pagar.
- Este hombre, sin duda es una bomba de diversión. - Pensé para mis adentros entre risas.

Lo que no cabe duda, es que el día de hoy no íbamos a olvidarlo fácilmente. Siendo sinceros, aunque tuve mi sospecha de que Terence no pudiese pagarlo, me relajé pronto cuando su rostro se mostraba sin ningún atisbo de preocupación. Seguramente, tendría suficiente en el bolsillo para cubrir esa generosidad desbordante.

Me recosté en la silla, limitándome a observarlos con una sonrisa que probablemente no quitaba desde que entramos. Me gustaban estos tipos, siendo tan particulares a su manera. Terence era lo más parecido a un zorro, astuto pero tranquilo. Por total contraparte estaba Hammond, que era un bruto con corazón, de esos que es mejor tener de tu lado cuando las cosas se ponen feas.

Entre bocado y bocado, no pude evitar pensar en lo que estaba pasando. Quizás... solo quizás, estos dos podrían formar parte de nuestra tripulación algún día, después de todo, no todos los días encuentras gente tan única e interesante como ellos. Claro, que tendríamos que trabajar en la parte en la que Hammond no arruine todos los ahorros cada vez que entramos a un lugar, o que no amenace de muerte a cualquiera, pero eso ya era otro tema que tendríamos que trabajar más adelante. Problema del Lance del futuro.

Me incliné hacia la mesa y, con un tono que intentaba ser persuasivo, le dije a Hammond:
- Oye, mi buen amigo, ¿sabes? Podrías venirte con nosotros de aventuras. - Le solté sin ningún intento de suavizar el mensaje. - Imagina las incontables aventuras que podríamos tener recorriendo el mundo bajo una bandera pirata.

Volví mi mirada hacia Terence, y antes de que pudiese hablar tomé la palabra yo mismo.
- También vendría bien tener alguien astuto. Es la clase de persona a la que siempre hay que tener cerca si quieres que todo salga bien.

Dejé unos segundos de silencio, siendo consciente de la sorpresa que esto causaría y miré a Juuken sonriente.
- ¿Qué te parece? Son personas de fiar, seguras de sí mismas, y  nos ayudarán a conseguir el sueño de todos... ¡Y nosotros a ellos! - Le dije entre risas para luego volver mi mirada a estos dos nuevamente.
- Pensadlo esta noche, y mañana al alba, ¡Me dáis una respuesta! - Exclamé emocionado alzando la copa a modo de brindis.
- ¡Esta va por nosotros!

Le guiñé un ojo a Terence también, sabiendo que leería más allá de mis palabras cargadas de emoción. Había algo en aquel peculiar e improvisado grupo que me hacía pensar que encajaríamos bien, incluso con nuestras diferencias.

La noche continuó entre risas, alcohol, y ese extraño sentimiento de que las cosas estaban a punto de cambiar para nosotros. A veces, todo parece fluir sin que te des cuenta, y en otras, sientes que cada segundo cuenta, como si fuera parte de algo mucho más grande. Y esa noche... esa noche tenía esa sensación. Algo estaba en marcha, aunque no supiera exactamente qué era.

Lo que sucedió después, dentro de aquel sitio... bueno, digamos que es una de esas historias que ni siquiera nosotros volvimos a mencionar. De esas que te dejan pensando, ¿En qué estaba pensando? Pero que al final te hacen llorar de risa sin quererlo.

Extra
#22


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