¿Sabías que…?
... Eiichiro Oda empezó la serie con la idea de terminarla en 5 años, pero se dio cuenta de que en esos 5 años que la trama ni siquiera llegaba al 50%.
[Común] [C - Pasado] TODO POR LA PATRIA
Galhard
Gal
La reunión de Galhard con Lovecraft y Anko en el puerto de Loguetown fue un momento reconfortante para el marine. Aunque era un hombre sociable y siempre dispuesto a entablar nuevas relaciones, la familiaridad de sus compañeros de la base G-23 le proporcionaba una sensación de estabilidad en medio del bullicio del puerto. Estar rodeado de caras conocidas le daba la confianza necesaria para afrontar el desafío de presentarse ante los marines de la base G-31, una tarea que, aunque sencilla en apariencia, tenía una importancia simbólica en su misión de fortalecer los lazos entre ambos destacamentos.

El puerto de Loguetown, con su inmensidad y actividad incesante, era un reflejo de la importancia estratégica y económica de la isla. Para Galhard, acostumbrado a la tranquilidad de Rostock, este entorno representaba una oportunidad única de aprendizaje y expansión personal. Mientras avanzaban hacia el interior de la base, las diferencias entre las dos ciudades se hacían cada vez más evidentes. Loguetown era un lugar vibrante, con una energía palpable en el aire, una energía que Galhard estaba ansioso por canalizar en sus interacciones con los marines locales.

Al llegar al patio de entrenamiento de la base G-31, el trío de la G-23 fue recibido por un grupo de marines locales. La primera impresión de Galhard sobre Takahiro Kenshin y sus compañeros fue positiva. La postura envidiable de Takahiro, junto con la peculiar apariencia del joven de cabello blanco, despertó en él una mezcla de curiosidad y respeto. El tercer miembro del grupo, de aspecto más rudo y experimentado, completaba un trío que parecía bien equilibrado y competente.

Lovecraft, con su habitual serenidad, tomó la inciativa en las presentaciones, señalando a Galhard y Anko antes de presentarse a sí mismo aún con sus escasas palabras dado el voto de silencio que parecía tener su compañero más veterano. Galhard, sabiendo que la responsabilidad de continuar la presentación recaía en él, dio un paso adelante con una sonrisa amistosa.

—Es un placer conoceros ne he he —dijo con su voz enérgica y amistosa —Como ya habéis oído, soy Galhard. Venimos de la base G-23, una instalación más modesta que la vuestra, pero donde cada día trabajamos duro para mantener la paz en nuestra zona. Estamos muy contentos de estar aquí y aprender de vosotros.—
La mención de su base como "modesta" no era un comentario despectivo, sino una forma de resaltar la humildad y la dedicación de sus compañeros. Para Galhard, cada marine, independientemente de su rango o de las instalaciones donde servía, tenía un papel crucial en la preservación de la justicia y el orden.
Anko, con su habitual energía, siguió la introducción de Galhard con una breve pero cálida presentación. Una vez hechas las formalidades, el grupo de la G-31, liderado por Takahiro, los invitó a explorar la base. Galhard, siempre deseoso de aprender y conocer nuevos entornos, aceptó con entusiasmo la oferta.

—Nos encantaría conocer mejor este lugar y fortalecer la confianza entre nosotros, ya que vamos a compartir los mares si nos coordinamos nuestro trabajo será aun mejor—Añadió Galhard, notando cómo los marines de ambas bases comenzaban a mezclarse y a compartir experiencias. El ambiente, aunque informal, era cargado de potencial para forjar alianzas duraderas y aprender unos de otros. Cada conversación, cada gesto, era una oportunidad para fortalecer los lazos que habían venido a construir.

A medida que avanzaban por el patio de entrenamiento, Galhard no podía evitar sentir una creciente sensación de propósito. Esta experiencia no solo era una oportunidad para él y sus compañeros de la G-23 de aprender de la G-31, sino también para compartir su propia visión de una Marina más justa y unida. Para él, estos días de convivencia serían clave para sembrar semillas de cambio y fortalecer la camaradería que tanto valoraba en su carrera como marine.
#11
Lionhart D. Cadmus
El Tigre Blanco
Al enterarse de un evento de intercambio entre la Base G-23 de la Isla Kilombo y su base hermana en Loguetown, Cadmus no quiso perder la oportunidad de participar. Desde que ingresó a la Marina, había deseado visitar Loguetown, un lugar que su abuelo Sypher, quien fue Capitán en esa base antes de retirarse, solía mencionar con cariño. Aunque sus recuerdos de una visita a la base con su abuelo hace más de una década eran vagos, la idea de seguir los pasos de su abuelo lo emocionaba por dentro.

Temprano al día siguiente, Cadmus se unió a otros marines en el patio de la base, listos para zarpar en el buque oficial. A pesar de que el evento tenía un enfoque más relajado, decidió vestirse de manera formal, con su uniforme de Marine y la insignia de Sargento bien visible. Aunque compartía el entusiasmo de sus compañeros, Cadmus se mantuvo en silencio durante el viaje, prefiriendo contemplar las olas del mar y reflexionar sobre su lugar en la Marina. Todavía no se acostumbraba a la libertad del mar, habiendo pasado la mayor parte de su vida en islas.

Al llegar a Loguetown, la cálida bienvenida que recibirían desde la cubierta avivaría un sentimiento interno de conexión con el legado de su abuelo. Aunque aún no comprendía completamente lo que significaba ser un Marine o abrazar la justicia que la Marina defendía, sentía que este viaje lo acercaba un poco más a esa respuesta. Con suerte, durante el evento, conocería a compañeros que lo ayudarían a solidificar sus convicciones.

Al bajar por la pasarela, Cadmus siguió el ritmo de un grupo de marines que no conocía, caminando por el puerto hasta ser recibido por miembros de la base G-31. Aunque los saludó con cortesía, no se involucraría todavía en muchas conversaciones. Y mientras le hacían un tour por el patio de entrenamiento de la base G-31, se encontraría con un rostro familiar: el monje Gautama D. Lovecraft, un Sargento de la base G-23. Aunque no habían intercambiado muchas palabras en el pasado -particularmente por parte de Lovecraft-, Cadmus sentiría la necesidad de saludarlo.

Excusándose cordialmente del grupo que lo habría llevado hasta el patio de la base, se apartaría para acercarse a Lovecraft, quien estaba reunido con otros marines. Con una expresión seria pero respetuosa, Cadmus se llevaría la mano a la frente en el típico gesto de saludo de la Marina.

Buenos días. Diría con formalidad. Mi nombre es Lionhart D. Cadmus, Sargento, estacionado en la Base G-23 de la Marina. Disculpen la interrupción, pero es un placer conocerlos.

Luego, dirigiendo la mirada a Lovecraft, le ofrecería una reverencia juntando sus palmas, un gesto que reflejaba tanto respeto como admiración hacia el anciano marine. Aunque rara vez le importaba la aceptación de los demás, Cadmus deseaba generar una impresión positiva en sus compañeros y hermanos de la marina.
#12
Anko
Médica Militar
Los ojos de la marine buscaban y buscaban por todos lados a alguno de sus conocidos, el plan no era ir ella sola hasta la base de Loguetown, pues aún tenía esa dificultad para presentarse estando sola y sin nadie conocido cerca. Para su buena suerte, entre la multitud de marines, una figura alta y ágil se movilizó entre todos los presentes, al igual que ella, buscando a sus conocidos. El hombro de Anko fue rozado por unas suaves palmadas que provenían de aquel adulto mayor, la cabeza de la chica se giró levemente para atender a quien sea que estuviera tocando su hombro, y en cuanto lo vio, una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro. No tardó mucho en unirse al sargento Lovecraft en su búsqueda para encontrar a Galhard.

El grupo ya reunido fue llevado casi a rastras por todos los marines ahí reunidos, en dirección a la base G-31. Anko caminaba con ambas manos guardadas en los bolsillos de su gabardina marrón, el silencio del grupo creaba un ambiente tenso para cualquiera que no los conociera, para ellos, esa situación era prácticamente normal. Algunas personas de Loguetown observaban con curiosidad la cantidad de soldados de la marina que avanzaban con paso firme hasta la propia base de la isla. Loguetown era un lugar más bullicioso y grande que DemonTooth, obviando en su infraestructura más urbanizada, muy diferente a lo selvático que llegaba a ser la isla natal de Anko.

Por otro lado, la base G-31 era un lugar mucho más grande y preparada que la base G-23 de donde ellos provenían. Como de costumbre, la mirada de la peli marrón daba un vistazo al lugar, memorizando la zona, pues nunca se sabe cuándo pueda ser de utilidad. El trío formado en línea fue recibido por un grupo de marines un tanto peculiar y que, sin duda, destacaban bastante entre el resto de integrantes de su base. Primero, un joven de cabellos verdosos se acercó hacía el trío, pero se enfocó en Galhard de forma muy animada, aunque su presentación fue amable y para todo el grupo. El segundo fue otro joven, pero de cabellos plateados y brillantes, su aspecto físico era llamativo, se trataba de un hombre apuesto pero intimidante a la vez, una característica que compartía con la marine castaña y ella lo sabía.

Este chico se presentó a sí mismo, así como también, a al tercer marine que se encontraba con ellos, un hombre rubio que rápidamente alcanzó la reunión entre los marines del G-31 y el G-23 para escuchar el intercambio de palabras entre ellos. Pero antes de que Galhard o Anko pudieran decir algo, el líder del movimiento Lotus Marine habló, indicando los nombres de cada uno de ellos para después callar y no mencionar una palabra más, dejando ver una serenidad pocas veces vista en las personas. A esto, el marine de cabellos castaños siguió la presentación y luego de unos segundos, era el turno de la propia Anko, en ella recaía la responsabilidad de indicar la razón del porqué, Lovecraft no era tan hablador como otros. — Y bueno… Como ya se mencionó, yo soy Anko, sargento de la base G-23, al igual que mis dos compañeros aquí presentes. Disculpen a Lovecraft, él no es muy hablador que digamos, no quiere ser grosero, pero decidió guardar la mayor parte de su voz al mundo —. Dijo la marine de forma amable y una sutil sonrisa.

– Como dijo Galhard, G-23 es algo más modesta que su base, y el personal es algo más reducido, aunque debo decir que al igual que tú, sigo sin reconocer todos los rostros de allá —. Respondió al comentario de Atlas. Parecía que las presentaciones habían terminado ahí y podían tomarles la palabra a los marines de la G-31 para ser guiados por la base y conocerla, pero un último integrante se unió al grupo, presentándose de forma amable y haciendo una pequeña reverencia, Anko pudo notar que aquel gesto iba especialmente dirigido al sargento Lovecraft, aparentemente, Lionhart tenía cierto respeto por el mayor, al igual que Anko. 

— Un gusto en conocerte también, Lionhart. Yo soy Anko, sargento de la G-23 al igual que tú, creo que no habíamos tenido el gusto de conocernos por allá —. Con eso, el grupo estaba listo para partir con la guía de los integrantes del G-31. Pero algo hizo eco en la mente de Anko, algo que si bien no era tan importante; en ese momento, sí le picaba un poco la curiosidad. ¿Qué significaba la “D” en el nombre de Lionhart? Eran escasos, pero juraba que ya había escuchado esa singular inicial en otras personas, pero nunca se había detenido a preguntar, posiblemente, esa era una buena oportunidad.
#13
Ray
Ray
Los recién llegados se presentaron, siendo inicialmente introducidos de forma muy escueta por el anciano, que parecía ser una especie de oficioso líder del grupo. Lovecraft era su nombre, y daba la sensación de que por algún motivo no podía extenderse demasiado hablando. Algo que llamó profundamente la atención de Ray y despertó enormemente su curiosidad.

Sus dos acompañantes se mostraron mucho más comunicativos. El espadachín les habló un poco acerca de su base y de que era más humilde que el G-31, cosa que no sorprendió al joven de cabellos plateados, ya que aquel lugar era inmenso y albergaba un número realmente elevado de marines. Además Loguetown se encontraba en un enclave perfecto, justo en el punto de entrada y salida del East Blue a través de la Montaña Reverso. Teniendo esto en cuenta era lógico pensar que el Gobierno Mundial hubiera situado su base más grande dentro de aquel mar en esa isla.

Anko, como se llamaba la mujer de la gabardina, disculpó al anciano ante ellos aduciendo que había decidido guardar la mayor parte de su voz. Esta frase aumentó aún más la curiosidad del joven marine al respecto. ¿Qué le habría sucedido? ¿Alguna clase de trauma del pasado le atormentaba y hacía que se negara a comunicarse verbalmente? ¿O sería algún otro el motivo que le llevaba a comportarse de esa forma? Fuera como fuese, Ray encontraba aquel enigma tremendamente interesante.

Mientras hablaban otro marine, al parecer también proveniente del G-23, entró en escena. Se presentó como Cadmus, y al igual que él llevaba aquella extraña letra "D" en su apellido. De escasa estatura y complexión delgada, sus ojos verdes tenían una expresión seria y ligeramente distante.

Atlas no tardó en sugerir enseñarles el lugar, algo que a sus huéspedes les pareció buena idea. Así los tres anfitriones fueron guiando al grupo por los distintos lugares importantes del Cuartel General. El edificio de mando, los cinco campos de entrenamiento, el patio de la bandera, el almacén... Aquel recorrido le recordó inevitablemente a cuando Camille les hizo de guía turística tanto por la base militar como por la ciudad el día que habían conocido tanto a la Oni como a Masao. Resultaba increíble pensar lo poco que había pasado desde entonces y lo mucho que se habían ido uniendo todos los componentes de aquel particular grupo. En el Cuartel General todo el mundo les conocía, para bien o para mal. Tanto sus excentricidades y peculiares comportamientos para los estándares habituales de la Marina a su eficacia en las misiones que se les habían asignado y la velocidad con la que habían dejado atrás en los entrenamientos a la gran mayoría de sus compañeros de promoción. Caóticos y brillantes, una combinación que desde luego les auguraba acontecimientos interesantes en el futuro.

Finalmente llegaron a los barracones, lugar donde se encontraban las habitaciones de los militares, los baños, y también el comedor principal. Allí se habían acomodado también unos cuartos para que descansaran los recién llegados, lo que el peliblanco les indicó cuando se acercaron a la entrada a los mismos.

- ¿Tenéis hambre? - Les preguntó poco después, cuando se acercaban al comedor. Suponía que el viaje habría sido largo y estarían deseosos de llevarse algo caliente a la boca. - Si queréis podemos comer algo antes de continuar.

La amable sonrisa de Ray se transmitía también a sus ojos, que miraban radiantes a los visitantes. Desconocía qué actividades habían preparado sus superiores para favorecer la confraternización entre ambas bases, pero sin duda requerirían esfuerzo físico. Así que llenar el depósito antes de tener que gastarlo le pareció una idea excelente.
#14
Atlas
Nowhere
—Y lo más importante de todo: nunca, jamás, bajo ningún concepto pidáis las gachas si hay alguna otra opción —sentencié con seriedad en la cola del comedor. Éramos tantos los uniformados que habíamos decidido comer a la vez que la cola salía del comedor y llegaba a la zona de barracones. Como si de refuerzos para una batalla se tratase, no eran pocas las personas que habían engrosado las filas de quienes servían la comida. Por detrás de ellos, encargados tan concentrados como sudorosos daban órdenes a diestro y siniestro. Sólo faltaban disparos y explosiones para que la cara que exhibían fuese la de un soldado en medio de la guerra. Bueno, en cierto modo era su guerra, ¿no?

Había aprovechado la larga espera para amenizar la estancia de nuestros visitantes con una intelectualmente nutritiva disertación sobre la comida que nos servían. A mi gusto, por supuesto, una bazofia en la mayoría de ocasiones. No era algo personal contra los cocineros, pero cuando se cocinaba en masa para tanta gente era difícil obtener un gran resultado.

—¿Y allí? ¿Está rica la comida? —pregunté cuando no quedaba demasiado ya para nuestro turno. AL tiempo que preguntaba hice unos gestos con la cabeza hacia la izquierda, como si señalase algo, pero lo cierto y verdad era que no tenía la menor de idea de hacia dónde estaba Isla Kilombo—. Al ser menos personas a lo mejor se pueden esmerar un poco, ¿no?

En aquella ocasión escogí ensalada, estofado y una pieza de fruta. Aquel día ofertaban también costillas, pero no las había probado nunca. Si algo había descubierto en las últimas semanas era que los inventos en raras ocasiones salían bien. La ensalada y el estofado eran apuestas seguras. En cuanto a la fruta... Bueno, digamos que me gustaba el riesgo.

—Me imagino que habrán organizado algún tipo de actividad, ¿no? —comenté con aire distraído mientras sumergía por primera vez la cuchara en el estofado—. Sólo espero que no sea algo demasiado sacrificado. Hoy no me apetece para nada arrastrarme por el barro ni nada así. Eso ensucia mucho y favorece poco la hermandad, ¿no os parece?

Intentaba plasmas mis ideas como algo que había deducido cuando en realidad era la expresión de un profundo anhelo. Si algo bueno tenía que aquel día me hubiese visto envuelto en la actividad programada desde el primer momento era que Shawn no tendría excusa alguna para someterme a una de sus sesiones disciplinarias. Sin embargo, aquello sólo era positivo si aquel condenado tipo no estaba involucrado en modo alguno en la planificación del día. ¿La probabilidad? Cincuenta, cincuenta, diría yo. ¿A quién quería engañar? Estaría metido hasta las trancas, como todo lo que me involucraba.

Alcé la cabeza del plato y miré hacia la mesa de mandos y oficiales. El corpulento calvo se sentaba cerca de uno de los extremos, hablando con varios de sus compañeros con su habitual expresión seria y la espalda recta como el palo de una escoba. ¿Y si era  un cyborg? Eso explicaría muchas cosas, como que no pareciese tener emoción alguna y que disfrutase tanto haciendo que las normas se cumpliera a pies juntillas.

—Aunque la verdad es que tiene mala pinta, me temo. Al menos espero que podamos formar equipos entre las bases, porque si no esto no tendría ningún sentido. Si la cosa tratase de coger una bandera sólo hay que coger a Ray y tirarlo con fuerza. Él puede encargarse del resto, os lo aseguro.
#15
Gautama D. Lovecraft
-
Una vez conformado el grupo, la conexión con el trío de la G-31 no tardó en empezar a fraguarse, haciendo que de aquello, germinara los primeros brotes de una fructífera relación. Tras mi escueta presentación, pronto comprobé que los refuerzos venían en camino y tanto Galhard como especialmente Anko, reforzaron los preliminares que yo no pude abordar como socialmente debía de haberlo hecho. El primero, Galhard, dedicó su turno de palabra a contarles a los nuevos compañeros como era la vida en la G-23, llamando mi atención cuando la clasificó de modesta, pues bien cierto era si se establecía una comparación a todos los efectos respecto a la que nos encontrábamos, pues como ya contemplé, las dimensiones de la G-31 hacían honor a su referencia en aquel mar, siendo como tal, el principal bastión marine en el que la mayor parte de las gestiones surgían. 

Entre tanto, un nuevo integrante cuya cara me resultaba especialmente familiar se sumó al grupo. Una estatura media, complexión delgada, cabellos castaños como los de Galhard y unos ojos que guardaban los tonos celestes de un océano. ¿Cadmus? Efectivamente, el joven que una vez conocí en pueblo Rostock, parecía haber recalado en La Marina y ahora lucía bajo la bandera de la justicia el grado de sargento. La sorpresa me cautivó, pues no esperaba bajo ningún medio encontrármelo allí, ya que tampoco lo diferencié en la lista de apuntados del patio de la base para el evento. Le dediqué una sonrisa fraternal tras presentarse, no obstante y para colmo, parecía estar bastante familiarizado con las conductas de respeto que solía adoptar en los demás, y cuanto de perdidas estaban hoy en día a la hora de dirigirse a desconocidos, cercanos, amigos o familiares, por eso, le correspondí igualmente con afecto y una reverencia que inclinaría de nuevo mi torso con las palmas pegadas a la altura de mi pecho. Me sentí complacido de verle y sentirle allí. Por otro lado Anko, me echó un cable detallando un parecer importante sobre mí, que pude apoyar concretándolo una vez terminara de justificar el modo de presentarles.

- Voto de silencio. -

Dije para todos los presentes, apoyando la mano más cercana a ella sobre su hombro en señal de agradecimiento, mientras que con la otra en un acto reflejo para referirme a mí mismo, dirigí la yema de mis dedos índice, corazón, anular y meñique hacia mi garganta, todos podrían comprender el porqué de mi poca capacidad comunicativa, sobre todo, de los 3 jóvenes residentes. Ya si podíamos tener más tiempo, intentaría explicarles como pudiera el porqué de tal voto, porque hacerlo allí con tanto ambiente, murmullo y alboroto, no era la mejor de las condiciones. La joven marine del G-23 continuó con su turno de palabra, reafirmando al marine rubio de Loguetown y devolviéndole el saludo a Cadmus.

Tras la intervención del compañero rubio y la confirmación de su sargento, me dediqué a asentir con la cabeza para que nos enseñaran las instalaciones del lugar. Guiados por ellos, fuimos viendo a modo de turistas el gran edificio de mando, que casi triplicaba el de Isla Kilombo, los 5 campos de entrenamiento, el patio donde una enorme bandera blanca con el símbolo de la marina ondeaba radiante y los almacenes, hasta acabar en los barracones de la base donde el grueso de los efectivos de Loguetown reposaban en sus respectivas literas y habitaciones. Pasamos y un gigantesco comedor nos aguardaba, sin dudar, acepté la invitación de Ray para picar algo, a pesar de la estricta dieta que llevaba, tampoco estaría de más compartir algo con ellos para reforzar las relaciones.

Atlas con un tono jocoso, parecía indicarnos que las gachas de allí no era el sustento más apetecible para pedir, guardando bastantes similitudes con la cocina de la base del G-23, y era una verdadera pena, pues como tal, era un suplemento alimenticio muy beneficioso a pesar de su aspecto y textura, nada que ver con las que solíamos comer en el templo, cuyo uso de especias y el resto de ingredientes, la volvían un plato exquisito en términos nutricionales así como apetecible. Sinceramente, le reí la gracia por la curiosa coincidencia que tenía con nuestra base, si algún día pudiera tener la capacidad de cambiar eso dentro de la marina, las haría mucho más deseables para los soldados. Oscilé la cabeza lateralmente cuando esté preguntó por la comida en la base de Rostock, esperaba que entendiera que eran prácticamente iguales tras su insinuación, y la verdad que, personalmente, tras estar acostumbrado durante tantos años a la comida del templo elaborada con mimo, temple, destreza e ingredientes sanos, la de la base me resultaba un gran detrimento. 

Pasamos de uno en uno con la respectiva bandeja para servirnos, no solía comer mucha carne, recordé que tipo de comida me tocaba hoy pero no alcancé a visualizar el programa que seguía mi régimen. Divisé arroz al vapor y un mix de verduras a la brasa 2 fuentes más allá, parecían aderezadas con alguna salsa o aliño, por lo que acompañaría el arroz con ellas, me serví agua del tiempo, y acompañé a Atlas siguiéndole hasta sentarme al lado suyo. La idea era que nos mezclásemos unos con otros y pudiéramos intercambiar pareceres, aunque por mi parte poco podría, pero esperaba que me ayudase algunos de los compañeros de la G-23.

Negué con la cabeza levemente mientras encogí los hombros, desconocía si los superiores nos tendrían guardado algún tipo de actividad para que estrechásemos lazos entre todos. Probé el arroz, guardaba una cocción idónea, sin embargo, las verduras estaban algo pasadas para mi gusto, pues estaba acostumbrado a tomarlas más al dente, guardando más propiedades tras su respectivo cocinado, en cambio, el aliño que llevaban resultaba estimulante para el paladar, identifiqué soja, ajo y un picante ahumado que realzaba el braseado. La verdad, que no me disgustó para nada la comida de allí, al menos lo que yo me serví.

Intentaría integrarme en la conversación de todo el grupo de jóvenes, allí presente, podría ser el abuelito de todos ellos perfectamente, pero sin embargo, era uno más del grupo, alguien con un sentido de la justicia y una percepción de la marina algo peculiar, que distaba un poco de lo que se podía concebir actualmente con ella. ¿Exteriorizarían ese tipo de reflexiones los tres jóvenes del G-31 mientras estuviéramos allí en el comedor? Era algo que sin duda llamaba principalmente mi atención de ellos, conocerlos y saber su visión sobre la entidad militar.
#16
Galhard
Gal
Galhard observó con una sonrisa relajada cómo se desarrollaba la conversación mientras el grupo se desplazaba por la base G-31, siguiendo a sus anfitriones con curiosidad y respeto. El recorrido por las instalaciones le había impresionado, sobre todo las dimensiones del edificio de mando, era evidente que la importancia estratégica de Loguetown estaba reflejada en cada rincón de la base, mucho más amplia y equipada que la modesta G-23.

Cuando finalmente llegaron al comedor, Galhard escuchó las advertencias de Atlas sobre las gachas, y no pudo evitar reírse. El comentario le recordó las experiencias en su propia base, donde las gachas también eran vistas como un último recurso entre los marines. Asintiendo con complicidad hacia Atlas, decidió aprovechar la ocasión para compartir una observación mientras se colocaba en la cola para servirse.

—Parece que la insipidez de las gachas es universal en la Marina, nehehehe—dijo Galhard con con una risa ahogada —En la G-23 también tenemos ese tipo de advertencias sobre las gachas. Creo que todos preferimos cualquier otra opción cuando están en el menú.— Añadió, quitándose una lagrima que había salido de su ojo por la risa.

Mientras avanzaba en la fila, echó un vistazo a las opciones disponibles. A pesar de la broma sobre las gachas, el resto de la comida no parecía nada mal, y Galhard optó por una porción de estofado con una guarnición de ensalada, acompañado de agua. Sabía que la comida era fundamental antes de cualquier actividad física, y después de un viaje largo, no había mejor oportunidad para cargar energía.

Cuando se sentaron juntos en una de las mesas del comedor, Galhard aprovechó la oportunidad para integrarse más en la conversación. A pesar de las diferencias entre las bases, sentía que momentos como este, sentados compartiendo una comida, creaban un ambiente de camaradería que era difícil de lograr en otros contextos.

—Dicen que nada une más que compartir una comida— comentó Galhard mientras levantaba su vaso para un brindis improvisado con sus nuevos compañeros de la G-31 —Además, estas reuniones, no solo son para intercambiar técnicas de combate o estrategias, sino para conocernos de verdad. Y no hay mejor forma de hacerlo que en la mesa.— Añadió alegre mientras miraba el plato de estofado que parecía tener buen sabor.

El joven marine observaba las reacciones de sus compañeros mientras comían. Sentía que, a través de esas pequeñas interacciones y bromas, se estaban formando los cimientos de una relación más sólida entre las dos bases. Aunque no estaba seguro de lo que vendría después en términos de actividades, confiaba en que todos estaban aquí con un propósito común: fortalecer los lazos entre compañeros y aumentar la eficiencia del trabajo en equipo.

Con una mirada dirigida a Atlas, continuó la conversación sobre las posibles actividades que les esperarían.
—No sé qué tendrán preparado, pero me imagino que algo habrá para ponernos a prueba— dijo, antes de tomar un bocado del estofado —Y estoy de acuerdo contigo, no me molestaría que fuera algo más... tranquilo. Aunque dudo que nos libremos de ensuciarnos un poco... Ya sabemos como les gusta a los altos mandos que nos manchemos el uniforme—Finalizó Galhard saboreando el estofado con alegría, la recomendación había sido muy buena
#17


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