Kael
El Fantasma del Mar
11-09-2024, 04:13 PM
Día 13 de Verano
Tras 2 días de viaje conseguí atracar en la pequeña isla de Kilombo, sería las 17:00-18:00 de la tarde cuando llegué. Acostumbrado al suelo de tierra del Bajo Oykot, los adoquines del suelo se sentían extraños bajo mis zapatos en comparación. Esta nueva isla según me habían contado en el barco viniendo aquí tenía forma circular. Se extendía ante mi ojo como si fuera un nuevo mundo, pero tenía que tener cuidado. Empezaba a ser buscado en Oykot, y no sabría cuanto tardaría en llegar la noticia de una isla a otra. Sí es cierto que no todo lo que había hecho era malo, pero la imagen que tendrían de mí sólo por ver mi cartel de Se Busca ya traería a la gente en mi contra, pese a que mi intenciones fueran de otra manera, las acciones se podían ver de una manera muy distinta.Había llegado como un polizón en uno de los barcos de piratas Veganos, un variopinto grupo pero la verdad que bastante simpáticos si los conocías lo suficiente. Además, con todo lo ocurrido los días anteriores lo único que sabía era que la Marina había puesto precio a mi cabeza y yo necesitaba una salida de ese reino. Una salida que ellos consiguieron darme. En el reino de Oykot había jugado mal mis cartas, y ahora esperaba que Kilombo fuera el lugar donde pudiera reiniciar mi vida, dejar todo eso atrás, dejar que las aguas se calmen. Y si de paso podía ayudar a los piratas Veganos en todo lo posible, mejor que mejor.
Caminé por las estrechas calles de Rostock con mi capa oscura con capucha puesta mirando a todo el mundo con una mezcla de desconfianza y a la ciudad con una mirada de curiosidad. Podía encontrar patrullas de Marines se podían ver de vez en cuando, pero con la cantidad de gente que había llegado no desentonaba del resto. La vida aquí parecía más despreocupada que la que conocía en el reino, al igual que la geografía de la ciudad era muy distinto a lo que el conocía de una ciudad. Sin embargo, no podía permitirme bajar la guardia. Tomé nota de las miradas furtivas y los murmuros a mi alrededor. No se me daba bien ser demasiado visible, tenía que aprender a no llamar la atención.
Decidí caminar por las calles más vacías del pueblo en busca de una taberna que estuviera poco concurrida a esas horas. Encontré una que me llamó la atención lo suficiente como para atreverme a entrar. Empujé la puerta de madera, y el sonido del crujido al abrirse se mezcló con risas y murmullos. El ambiente era cálido, impregnado de un ligero olor a mar y a cerveza. Sin embargo, apenas había clientes, cerca a la docena, lo que me pareció perfecto.
Me acerqué a la barra, miré todas las botellas de detrás del tabernero y sin encontrar nada que me llamase la atención, no por falta de variedad sino por desconocimiento de la mayoría de ellas, pedí una cerveza. Mientras esperaba mi bebida, me tomé un momento para observar. Las paredes estaban adornadas con viejos mapas de mares y leyendas de piratas, mientras que en una esquina, un grupo de hombres jugaba a las cartas. Ninguno parecía prestarme atención, lo cual era un alivio. Tomé mi botella, dejé las monedas en la barra para que las cogiera y busqué una mesa apartada en el rincón más oscuro de la taberna. Me senté con la espalda contra la pared y la mirada fija en la puerta, consciente de que en cualquier momento podría llegar alguien buscándome si me habían identificado paseando por las calles.
Bebí a sorbos pequeños, sintiendo el amargo sabor de la cerveza recorrer mi garganta. Era solo una bebida, pero me tranquilizaba lo suficiente mientras elaboraba un plan para los días que venían. No podía quedarme aquí por mucho tiempo, pero al menos donde me buscaban era en Oykot. La Marina no tardaría en rastrear los rumores de un fugitivo en la isla, y desde que no me encontraran, empezarían a ampliar la búsqueda en las islas cercanas a Oykot. Necesitaba la forma de desaparecer.
Las horas horas fueron pasando y pedí un par de cervezas más durante la noche y algo de comer, que pagué sobre la marcha. Después de comerme todo y con media bebida por beber, acabé cerrando los ojos por un momento, sintiendo que tal vez, solo tal vez, había encontrado un lugar donde esconderme y vivir, al menos por un tiempo. La Isla de Kilombo me había recibido y de momento no llamaba lo suficiente la atención, eso era una buena señal.
Pronto, o lo que a mí me pareció pronto, me encontré con la cara del tabernero justo delante de la mía. El alcohol y el cansancio del viaje me habían dejado ligeramente atontado, lo suficiente para perder la noción del tiempo y encontrarme de pronto la hora de cerrar la taberna. Charlamos un poco, como había pagado la bebida cuando me la sirvió no me identificó como moroso, sino como un cliente más. Él habló sobre la suerte que tenía de tener el local heredado de su familia y que por suerte tenía pocos gastos o si no tendría que haber cerrado hace mucho, yo en cambio, hablando sobre que había llegado a la isla hace poco y no tenía donde quedarme.
Conseguimos llegar a un acuerdo, yo le ayudaría con la taberna de vez en cuando, limpiando y recogiendo las mesas vacías, así como fregando el local por las mañanas o a las noches al cerrar, y por su parte, me dejaba algo de las sobras del almuerzo y la cena, así como una pequeña habitación que tenía en el ático, no más que una cama y una ventana circular que apenas se abría, pero para mí era más que suficiente.
La taberna sería un buen lugar donde escuchar conversaciones, pasar desapercibido e intentar escuchar información sobre el farero misterioso que buscaban los Piratas Veganos.