¿Sabías que…?
... el famoso anime One Piece, del año 1999, está basado en el también famoso manga One Piece. Otra curiosidad es que el autor de ambas obras es Eiichiro Oda.
[Aventura] [T1] Una tarde espumosa
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Pasado el mediodía del 16 del verano del año 724.
Pueblo Rostock - Isla Kilombo - East Blue

El sol brillaba intenso e inclemente sobre las calles de Rostock, pasado el medio día, dando casi las 13:30. La mayoría de los habitantes del pueblo se encontraban en sus hogares o en los bares, aprovechando la hora del almuerzo para descansar de las labores diarias. El calor sofocante del verano parecía calmarse al entrar en "El Espumoso Joe", un bar que hasta hacía pocos días era un lugar modesto, con apenas algunos clientes regulares que buscaban una cerveza fría o una comida barata. Sin embargo, el destino de este establecimiento había dado un giro inesperado tras el violento ataque de la mafia Mink en "La Estrella del Puerto", un reconocido bar cercano. "El Espumoso Joe" había comenzado a llenarse de gente... la tragedia de uno se había convertido en la fortuna de otro, y el pequeño bar ahora disfrutaba de una popularidad inesperada, acogiendo a un público tan variado como los rumores que circulaban sobre el incidente.

Aunque poco se sabía de los detalles del conflicto, todos coincidían en una cosa: había sido un choque entre dos facciones poderosas que gobernaban los bajos fondos de la isla. "La Estrella del Puerto", antaño el lugar preferido por los locales y forasteros, había quedado maltrecho y destrozado, con sus puertas clausuradas por las reparaciones que se extendían sin un fin cercano. Algunos susurraban que las cicatrices de esa pelea irían más allá de las paredes destruidas del bar, afectando incluso el equilibrio de poder en la isla.

Dentro del bar, el ambiente era una mezcla de tranquilidad forzada por la hora y la creciente tensión en el aire gatillada por el reciente incidente de la Mafia Mink, como si el lugar, con sus rincones oscuros y su mobiliario desgastado, estuviera esperando el siguiente movimiento de un juego mucho más grande. Los clientes, en su mayoría, estaban concentrados en sus platos y bebidas. No era el momento de las borracheras estruendosas que llegaban con la caída del sol, pero el murmullo constante de las conversaciones llenaba el espacio. En el fondo del bar, junto a una chimenea apagada y un piano que parecía llevar siglos sin ser tocado, un joven de piel morena y cabello oscuro intentaba atraer la atención de los comensales. Con su guitarra en mano, Rizzo canturreaba melodías que se perdían entre las voces. A pesar de su esfuerzo, parecía invisible para la mayoría. Rizzo era un nombre conocido en la isla, no tanto por su talento musical, sino por su tendencia a meter la nariz donde no debía. Muchos se sorprendieron al descubrir que no había estado presente durante el enfrentamiento mafioso de días atrás. Ahora, mientras sus dedos rasgueaban las cuerdas de su guitarra, el joven intentaba, una vez más, encontrar un espacio en la mente de la gente, aunque, por el momento, su voz apenas resonaba más allá de las mesas cercanas.

La barra, una estructura de madera oscura y desgastada, parecía un vestigio de tiempos mejores. Las grietas y cicatrices que adornaban su superficie eran testigos de innumerables historias, muchas de ellas olvidadas o enterradas bajo el peso del tiempo. Detrás de ella, el dueño del bar, Joe, se movía con la calma, y con la seria y firme expresión de un hombre que había visto demasiado. Su cabeza calva brillaba bajo la luz tenue, y la cicatriz que atravesaba su ojo izquierdo daba cuenta de una vida marcada por la violencia. No era alguien a quien se quisiera molestar, y su fama como hombre gruñón y desesperado por el dinero no ayudaba a mejorar la imagen del lugar. Joe hablaba poco, pero cuando lo hacía, era para negociar, algo que siempre encendía una chispa de agudeza y picardía en su ojo bueno.

Trabajando junto a él había tres jóvenes, apenas mayores de edad, dos chicas y un chico, que corrían de un lado a otro sirviendo las mesas con más diligencia que alegría. Ninguno de ellos parecía estar allí por elección, pero el bullicio constante del bar les mantenía demasiado ocupados para quejarse. Una pequeña puerta junto a la barra daba paso a la cocina, que apenas se vislumbraba cuando alguno de ellos salía cargando platos humeantes. El bar estaba lleno, las mesas a reventar con grupos que hablaban animadamente mientras disfrutaban de la comida y las bebidas. 

En una de las mesas principales, un grupo numeroso conversaba entre risas y murmullos, intercambiando historias y bromas que se perdían entre las paredes del lugar. Más allá, en el flanco derecho, tres mesas se habían convertido en improvisados casinos, donde el sonido de las cartas deslizándose por las manos y el tintineo de las monedas se mezclaban con el susurro de las apuestas. Black Jack y Poker eran los juegos de elección, y los jugadores, con miradas serias y manos temblorosas, parecían más preocupados por no perderlo todo que por disfrutar del ambiente. 

Una escalera en forma de "L" ascendía hacia el segundo piso del bar, donde, según se decía, había habitaciones disponibles para alquilar. Sin embargo, acceder a ellas no era tarea sencilla: la escalera permanecía vigilada y solo los huéspedes tenían derecho a subir, a menos, claro, que alguien supiera encontrar otro modo de colarse. Para muchos, la idea de lo que ocurría en aquellas habitaciones era tan intrigante como el bar en sí.



Bienvenida e Instrucciones


Imagenes
#1
Drake Longspan
[...]
OST
Personaje


Pasado el mediodía del 16 del verano del año 724.
Pueblo Rostock - Isla Kilombo - East Blue


En estos mares, los rumores son como trabajar la madera: se les puede dar forma, pero son susceptibles a las astillas. Aunque puedan parecer inofensivos al principio, son esas astillas las que, sin que te des cuenta, se clavan profundo, generando consecuencias inesperadas y a menudo dolorosas. Las palabras que fluyen de boca en boca no solo afectan a quienes las reciben, sino también a aquellos que son su objetivo, distorsionando la verdad y alterando la percepción de la realidad.

Drake Longspan lo sabía bien. A lo largo de su vida había escuchado infinidad de historias, relatos exagerados o inventados que viajaban más rápido que el viento, y aunque a menudo no les prestaba mucha atención, ciertos rumores eran más difíciles de ignorar. Especialmente aquellos que implicaban un peligro real. El secuestro de MC Duck y su posterior unión a una futura banda pirata era uno de esos rumores que había llegado hasta él. Aunque no los temía, su presencia añadía una complicación innecesaria a sus ya delicados planes.

El carpintero no era un hombre que se dejara intimidar fácilmente. Lejos de amedrentarse por las historias que corrían de boca en boca, aquel día terminó su jornada laboral como cualquier otro, trabajando con precisión y determinación. Se encontraba en los acantilados de la isla, donde, oculto entre las rocas, su barco pirata tomaba forma.

Cada tabla, cada clavija era el resultado de meses de esfuerzo y planificación. Sabía que no podía permitirse el lujo de cometer errores. El Duck Duck Go era su única oportunidad de escapar de la vida que lo había aprisionado, una oportunidad para la libertad que tanto ansiaba.

Con los preparativos casi listos y la satisfacción de un trabajo bien hecho, Drake decidió darse un respiro y celebrar. Con las pocas monedas que le quedaban, se encaminó hacia "El Espumoso Joe", una taberna conocida en el Pueblo de Rostock por su ambiente rústico y su clientela variopinta. No era un lugar lujoso, pero era perfecto para alguien como él, que no buscaba llamar la atención. Lo único que le interesaba en ese momento era saciar su sed con algo lo suficientemente amargo como para borrar, aunque fuera temporalmente, las preocupaciones que rondaban su mente.

El sonido de Rizzo tocando de fondo le hizo sonreír, sacando una nota de su bolsillo junto a un par de berries, revisando rápidamente su contenido:
  • Barco
  • Suministros
  • Herramientas
  • Libros
  • Inventor
  • Carpintero
  • Doctor
  • Historiador
  • Navegante
  • Timonel
  • Músico

Sus ojos se detuvieron en la palabra "músico" justo cuando llegó su pinta. Alzando la mirada, Drake se fijó en el único ojo bueno del camarero, quien, con su apariencia de villano sacado de una fantasía, parecía estar más interesado en lo que pasaba detrás de la barra.

Oye, ¿ese no es Rizzo? — Dijo, señalando con su venda hacia atrás. — Entiendo que te cobra poco por tocar aquí. ¡Rohahaha!

El humano de brazos largo sonrió de lado mientras apuraba la jarra de ale en un solo trago. El líquido amargo bajó por su garganta con la fuerza de una ríada, y cuando la terminó, golpeó la mesa suavemente con la jarra antes de hacer la siguiente pregunta:

¿Tienes habitaciones disponibles? He conseguido algo de dinero y quiero quedarme aquí esta noche. Y quién sabe, tal vez hasta me anime a apostar un poco.

Mientras el camarero respondía, el muchacho no perdió la oportunidad de mirar a su alrededor, inspeccionando cada rincón del lugar. ¿Estaría buscando posibles rutas de escape? ¿Información? ¿O simplemente comprobaba que este tugurio fuera mejor que pasar la noche en la fría intemperie del Pueblo de Rostock? Solo él lo sabía.

Resumen
#2
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Las conversaciones en el bar se detuvieron brevemente, como si el aire se hubiese congelado en el instante en que Drake abrió la puerta y cruzó el umbral de "El Espumoso Joe". Cada cabeza, de manera casi instintiva, giró hacia él, sus miradas llenas de curiosidad, cautela y, en algunos casos, miedo, intentaban descifrar si estaba todo en orden o no. No era algo difícil de entender; después del reciente conflicto con los Mink en "La Estrella del Puerto", la tensión en el ambiente se palpaba. Las heridas aún frescas del ataque no solo habían destrozado un popular bar, sino que también habían sacudido la estructura del poder en los bajos fondos de Rostock. Los rumores corrían como un camino pólvora encendido, y la incertidumbre había convertido cualquier puerta que se abría en una posible amenaza. Sin embargo, no todas las miradas que se dirigieron a Drake estaban teñidas de temor.

Entre los ojos que lo escrutaban, destacaba una mirada particularmente aguda y fría, la de Joe, el dueño del lugar. Su único ojo sano, de un tono avellana opaco, seguía los movimientos de Drake con la precisión de un cazador. El rostro del calvo moreno, marcado por la cicatriz que cruzaba su cuenca vacía, permanecía tan serio y estoico como siempre. Era un hombre acostumbrado a lidiar con gente peligrosa, y la presencia de un brazos largos como Drake no parecía impresionarle en lo absoluto. Sin embargo, su ojo parecía analizar cada detalle del recién llegado, como si estuviese tomando nota de cada gesto, cada paso, cada respiración.

En el lado derecho del bar, dos tipos que jugaban Black Jack también le echaron una mirada rápida, pero a diferencia de los otros clientes, no mostraban signos de miedo. Uno de ellos, un hombre de manos nerviosas y ojos sagaces, le dirigió una rápida evaluación a Drake antes de inclinarse hacia su compañero y susurrar algo. El murmullo de sus voces se perdió en el bar mientras ambos volvían a concentrarse en sus cartas, aunque el ambiente se había vuelto un poco más denso desde la entrada del brazos largos.

Drake avanzó hacia la barra con paso firme, su figura alta y desgarbada destacando entre los demás. Cuando llegó frente a Joe, el cantinero lo recibió con la misma frialdad que le dedicaba a todos los que cruzaban su puerta. Sin esperar a que Drake hablara, el tuerto soltó una pregunta directa, casi rutinaria —¿Qué vas a querer?—  Antes de que Drake pudiera siquiera responder, Joe ya estaba sirviendo una jarra de ale con movimientos prácticos, dejando la bebida sobre la barra con un golpe seco. Sin levantar la mirada, Joe levantó una ceja ante la pregunta de Drake sobre el bardo que tocaba en la esquina.
 
Creo que así se llama— respondió con la misma sequedad con la que había preguntado antes. Su voz, áspera y carente de interés, parecía tan distante como la neblina del puerto por la mañana. Luego, con una ligera sonrisa que distorsionaba su rostro de manera inquietante, añadió —Él me paga por tocar acá.— La sonrisa que asomó en su rostro calvo era breve, apenas una sombra de satisfacción que, lejos de parecer amistosa, resultaba casi macabra, como si disfrutar de la transacción comercial implicara algún oscuro placer. Joe no era un hombre de sonrisas sinceras, y este gesto no hacía más que subrayar el aura sombría y apática que siempre lo envolvía.

Cuando Drake preguntó por las habitaciones disponibles, el rostro de Joe volvió a su habitual expresión neutral.  —Quedan tres habitaciones. Una simple, una para dos personas y una matrimonial. 25.000, 35.000 y 45.000 berries respectivamente— informó con voz monótona, como si estuviera leyendo una lista aburrida. Luego, mientras secaba un vaso con un paño sucio, añadió sin emoción —La casa no se hace responsable de cómo terminen las apuestas, debo decir.—  Mientrastanto en la mesa principal, un grupo de hombres hablaba en voz baja, pero una frase destacó sobre el resto, lo suficiente como para que alcanzara los oídos de Drake. Parecía que uno de ellos mencionaba el nombre de Chester Chettony, alguien que buscaba desesperadamente al "pato" que lo había traicionado. Sin perder tiempo, el grupo se levantó de la mesa y desapareció tras subir por las escaleras en dirección al segundo piso donde se escucho una puerta cerrar, justo sobre la cabeza de Drake.

Cerca de la chimenea, Rizzo, el joven músico que había intentado animar el lugar con su guitarra, abandonaba su actuación. La decepción se dibujaba en su rostro, apenas escondida tras una sonrisa forzada. Sus dedos temblaban levemente al apartar la guitarra de su regazo, y sus ojos, llenos de nostalgia, la observaban como si fuera un recuerdo de algo que nunca llegó a ser. El bar apenas había prestado atención a su música, y ahora, en silencio, el muchacho contemplaba su fracaso, como tantas veces lo había hecho antes.

Un detalle curioso capturó la atención de Drake por un breve instante, cuando un camarero abrió la puerta de la cocina para salir con un plato, un sonido peculiar llegó a sus oídos. Fue apenas un susurro, un gemido distante, pero tenía un inconfundible matiz de agonía. Se escuchó bastante real, sin embargo, podría haber pensado que lo imaginó, pues la puerta se abrió varias veces después sin que se repitiera el sonido

Mientras tanto, uno de los tipos que jugaban Black Jack en el flanco derecho del bar no dejaba de lanzar miradas furtivas en dirección a Drake. Eran observaciones rápidas y disimuladas, pero constantes. Como si quisiera llamar la atención del brazos largos sin hacerlo evidente, sus ojos iban y venían entre las cartas y la figura de Drake, intentando descifrar sus intenciones o, quizás, esperando un momento propicio para acercarse. A pesar de las interminables manos que perdía y ganaba, el hombre no parecía tan interesado en el juego como en su nuevo e inesperado espectador.


Resumen

#3
Drake Longspan
[...]
El carpintero observó el entorno del bar con atención. La tensión flotaba en el aire, esa mezcla de desconfianza y ansiedad que él conocía demasiado bien. El lugar, como tantas tabernas en las que había estado, estaba lleno de detalles que podrían ser clave para sobrevivir en una situación tensa. Las miradas que había recibido al entrar no eran novedad, pero el hombre del rincón, con su juego de cartas, había despertado una ligera alarma en él. El tipo no paraba de lanzar hacia el chico esas miradas furtivas, como si esperara algo. Era el tipo de observación que siempre ponía a Drake en alerta. Como el preaviso de una pelea. Adrenalina por todas partes.

No había mucho que pudiera hacer más que seguir la corriente, por ahora. Si algo estaba por suceder, lo mejor era tener el control de la situación. Se llevó la jarra de ale a los labios una vez más, tomándose su tiempo, evaluando las posibilidades. El grupo que había mencionado el nombre de Chester Chettony ya se había marchado. Había peligro acechando en algún lado, aunque no sabía todavía por dónde llegaría.

Dejó la jarra sobre la barra con un golpe suave, decidió que ya era hora de moverse. No le convenía quedarse mucho tiempo en un solo lugar, especialmente cuando alguien estaba prestando tanta atención a su presencia. Mientras se levantaba de su asiento, ajustó su capa para que ocultara su figura lo suficiente, aunque sin hacerlo demasiado evidente. Caminó hacia la mesa de Black Jack con un paso calculado, sin prisa pero sin parecer que intentaba evitar algo. Solo un hombre más buscando una partida, o eso intentaba proyectar.

Al llegar a la mesa, hizo contacto visual con los jugadores de una manera rápida, sin detenerse demasiado en ninguno. Se detuvo a un lado, su altura y presencia llamando la atención sin esfuerzo, pero sin forzar una interacción directa.

¿Puedo unirme?

Preguntó con tono bajo, apenas audible para los que estaban en la mesa, pero lo suficiente para que lo oyeran claramente. Sin esperar una respuesta inmediata, dejó que sus ojos recorrieran las cartas, las fichas, los pequeños movimientos de los jugadores. Ya estaba dentro del juego, aunque aún no había tocado una carta. Como siempre, cada detalle podría significar algo, y era mejor estar preparado para cualquier movimiento en falso.

Sin embargo, detrás de sus gestos controlados y su rostro imperturbable, Drake Longspan sentía la ligera presión de la paranoia en el fondo de su mente. Su intuición le decía que esto iba más allá de una simple partida de cartas, pero no tenía otra opción más que avanzar.

El humano de los brazos largos asintió, despacio, y, sin preguntar, puso sus cartas sobre la mesa sentándose sin ser invitado:

Juguemos otra mano.

Resumen
#4
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Cuando el rubio vio a Drake acercarse, sin perder la calma, despidió a los otros dos hombres de la mesa tras concluir la ronda. Con un gesto despreocupado y una sonrisa sutil, les indicó que se retiraran, mientras sus ojos verdes, cargados de un interés evidente, seguían al brazos largos. –Adelante. ¿Sabes jugar?– preguntó con una serenidad casi calculada, como si estuviera midiendo cada palabra. Sus ojos no ocultaban la curiosidad, ni intentaban disimular el análisis que hacía de su nuevo contrincante. —Pensé que me equivocaba cuando te vi entrar, pero ya veo que no...— añadió, extendiendo su mano en un gesto que, más que amistoso, parecía una formalidad protocolaria, sin calor ni frialdad. —Fuiste tú quien salvó al pato, ¿cierto?— murmuró en un tono apenas audible, sus palabras deslizándose con la intención de que solo Drake pudiera escuchar, mientras se llevaba el vaso de ron a los labios y bebía con calma.

El aire alrededor del rubio era de absoluta despreocupación, su postura relajada y su expresión tranquila sugerían que no tenía intención alguna de hostilidad. Mi jefe te está muy agradecido, sabes. Digamos que... inclinaste la balanza a su favor.— comentó con una sonrisa perezosa mientras mezclaba y ofrecía la baraja a Drake, esperando que este la cortara. El tono con el que habló, como si mencionara un detalle insignificante, ocultaba algo más profundo. Invitado abre el juego.— declaró, dándole el poder inicial, mientras tomaba otro sorbo de su ron, sus dedos jugando distraídamente con el vaso de cristal.

¿Cuál es tu nombre, chico? preguntó sin levantar mucho la mirada de sus cartas, para luego presentarse con una ligera inclinación de cabeza. —Yo soy Heft.— Aunque las cartas iban y venían, Heft no parecía estar concentrado en la partida; su atención estaba claramente dividida entre el juego y algo más. En ese momento, los hombres que anteriormente habían subido al segundo piso regresaron, bajando por las escaleras con paso lento. Al pasar junto a la mesa, sus ojos se posaron fijamente en Drake, como si estuvieran confirmando su identidad. Heft, notando el intercambio de miradas, lanzó una carcajada baja, dirigiendo su mirada al pelinegro. —Mmm... Bueno... así como inclinaste la balanza a favor de mi jefe, también la pusiste en contra de unos cuantos más, chiquillo.— rió entre dientes, encendiendo un tabaco con gestos metódicos y tranquilos.

Si quieres, puedo ayudarte a perder de vista a esos tipos, como muestra de gratitud de nuestra... "Organización" añadió con un tono más bajo, casi conspiratorio, mientras terminaba su vaso de ron con un trago largo y daba una profunda calada al tabaco recién encendido. La oferta flotó en el aire, cargada de posibilidades. —Y si te interesa... podríamos ofrecerte una oportunidad para ganar un poco de dinero fácil... ¿te parece?



Resumen

Heft
#5
Drake Longspan
[...]
El tipo no era tonto. Sabía cuando alguien le estaba tomando la medida, y este tal Heft, con su aire despreocupado y esas preguntas indirectas, estaba haciendo exactamente eso. Pero en este mundo, a veces tenías que dejar que te leyeran para luego decidir cómo jugar tus cartas. Literal y figuradamente.

Lo suficiente para no perderlo todo a la primera ronda.

El peleador sonrió, cortando la baraja con precisión con una mezcla americana. Sabía jugar, claro, pero en este tipo de juegos no se trataba solo de las cartas. Las verdaderas apuestas estaban en las palabras.

El comentario sobre MC Duck no pasó desapercibido.

«Así que ya me están buscando... Mala suerte para ellos, me voy en dos días.»

No era algo que le sorprendiera, aunque el hecho de que le llegara tan rápido la noticia... eso sí era interesante. Siguió jugando el papel del hombre despreocupado, aunque por dentro ya estaba sopesando la situación. Había inclinado la balanza para alguien, eso era seguro, pero el coste de hacerlo era que la otra parte empezaría a poner precio a su cabeza.

Empezaba bien su aventura pirata.

Salvé más de mi propio culo que al pato, pero si eso le hizo un favor a tu jefe, bien por él.

No iba a vender al pato tan fácil. Al final del día era su nuevo Nakama.

Con una sonrisa apenas perceptible en el borde de sus labios. Aceptó la invitación de Heft para abrir el juego, sus manos moviéndose con calma mientras las cartas caían sobre la mesa.

El nombre del rubio no le decía nada, pero el hecho de que lo soltara tan fácilmente indicaba una cosa: no era un don nadie como Drake. Este tipo tenía conexiones, y no dudaba en demostrarlo.

Drake — dijo simplemente cuando le preguntaron su nombre, sin adornos, sin alardes. Más seco que el desierto de Arabasta.

De algún modo notó cuando los hombres que bajaban las escaleras lo miraron fijamente. No tenía que girarse para saberlo. Las miradas de tipos como esos se sentían en la piel, una quemadura incómoda en la nuca. La risa baja de Heft y sus comentarios sarcásticos le confirmaron lo que ya había empezado a sospechar.

Bueno, parece que hacer amigos nunca ha sido mi fuerte... — murmuró Drake mientras recogía sus cartas, echándole una mirada fugaz a Heft

El rubio fumaba con una tranquilidad pasmosa, como si ya supiera el final de la historia. Eso le jodía un poco al humano, pero también lo intrigaba y preocupaba.
La oferta de ayuda para quitarse a los tipos de encima era tentadora, pero lo que realmente llamó su atención fue lo último que dijo Heft.

DINERO FÁCIL.

Si los berries encendían una chispa en la mente de cualquier pirata, al chico de los brazos largos directamente le quemaban el cuerpo. Pero Drake no era idiota; sabía que el dinero fácil casi siempre venía con un coste que te mordía el culo más adelante. Como acostarse con un Gyojin tiburón.

Dinero fácil, ¿eh? Drake se inclinó hacia adelante ligeramente, dejando que su tono adquiriera una nota más baja, más confidencial. — ¿Qué tipo de dinero fácil? 

Si el humano del País de Kano hubiese sido honesto, le habría dicho que esos cabrones que lo miraban no le hacían perder el sueño, pero también le diría que jamás negaría una buena oportunidad... siempre que el riesgo valga la pena.

Drake Longspan dejó que sus palabras flotaran en el aire por un momento, mientras Heft exhalaba el humo del tabaco en una nube lenta y calculada. Si iba a aceptar el trato, lo haría bajo sus propios términos.


Personaje

Resumen
#6
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Heft esbozó una sonrisa al escuchar la afirmación confiada de Drake sobre saber jugar lo suficiente como para no perderlo todo en un par de manos. Había algo en esa respuesta que le gustaba; una seguridad desenvuelta que no pretendía impresionar, sino más bien indicar que estaba cómodo en la situación. A medida que el juego avanzaba, el rubio de ojos verdes notaba cómo las respuestas del pelinegro eran tan esquivas como vagas, como si deliberadamente dejara ciertos detalles en el aire, sin comprometerse del todo. Para Heft, eso hablaba de una lealtad, no hacia él ni hacia la situación, sino una lealtad que el chico parecía tener consigo mismo, y eso, en un mundo donde la confianza era un bien escaso, resultaba más que interesante.

Dinero fácil, si es que eres hábil– comentó Heft con una voz tranquila, encendiendo un segundo tabaco, cuyos primeros rastros de humo ascendieron lentamente en el ambiente denso del bar. Con un gesto despreocupado, le ofreció uno a Drake. –Es un trabajo sencillo: recuperar un paquete robado durante el altercado de la mafia. Sabemos quién lo tiene, pero el problema es que él sabe quiénes somos nosotros. Si vamos, las cosas se pondrán difíciles... En cambio tú... tú eres un rostro nuevo para él.– Heft pausó un momento, dándole tiempo a Drake para considerar la propuesta. El humo flotaba entre ellos como un fino velo que separaba la charla casual de las intenciones más serias.

El rubio mantuvo su tono relajado, hablando con una tranquilidad que casi parecía invitar a la confianza. –Normalmente no ofrecemos trabajos a gente de fuera de la organización, no nos gusta arriesgarnos. Pero en este caso, necesitamos a alguien que no esté ligado a nosotros. Y si ya nos ayudaste una vez, aunque fuera sin querer, podrías echarnos una mano una segunda vez. Solo que ahora, con una paga para ti... la mitad por adelantado, para que no digas que no somos justos.– Sin mucha ceremonia, Heft deslizó una bolsa de cuero sobre la mesa, lo suficientemente pesada como para que resonara suavemente entre las cartas y el murmullo del bar. Dentro, un par de cientos de miles de berries esperaban ser recogidos. Heft tomó un sorbo más de su ron antes de añadir, con una sonrisa sutil en los labios –Y te aseguro que mi jefe valorará y agradecerá tu buena voluntad más de lo que imaginas.– 


#7
Drake Longspan
[...]
Mientras el rubio hablaba, la mente del carpintero ya estaba trabajando. Un paquete robado durante el altercado de la mafia, algo que aparentemente valía mucho más que unos pocos berries, y la oferta de ser un rostro nuevo. No era tonto, entendía perfectamente lo que aquel tipo estaba sugiriendo. Le estaban pidiendo que se convirtiera en la persona que hacía el trabajo sucio, pero la bolsa que resonaba suavemente sobre la mesa era una motivación poderosa. Ese tipo de dinero podía arreglar muchos problemas, especialmente los relacionados con un barco que necesitaba desesperadamente algunas mejoras y futuras reparaciones.

Drake Lognspan dejó que sus pensamientos se mezclasen en el aire y el tabaco que había entre ambos mientras observaba la bolsa de cuero. No tenía que mirarla mucho tiempo para saber que contenía una suma sustancial. Su mirada regresó a Heft, quien lo miraba con una mezcla de expectativa y calma, como si supiera que el trato estaba a punto de cerrarse.

Tomó una calada del tabaco que le había ofrecido, exhalando el humo lentamente, para luego toser de manera ridícula denotando que no había sido fumador en la vida. Drake Longspan nunca había sido de los que rechazaban una oportunidad como esta, sobre todo cuando se presentaba con tanta conveniencia. "Dinero fácil" sonaba casi siempre demasiado bueno para ser verdad, pero Drake sabía que cada oportunidad llevaba consigo un riesgo. Y si alguien como Heft lo estaba ofreciendo, el riesgo probablemente valía la pena.

Hasta pensó en compartir su dicha con algún tripulante de los Hizashi.

Un rostro nuevo, eh... 

El chico murmuró como si estuviera hablando consigo mismo mientras observaba sus cartas. La peor mano posible en blackjack. Un dos y un tres. No podía evitar una pequeña sonrisa torcida al verlas. Si aquello era una señal del universo, le estaba diciendo que estaba a punto de perder... o de ganar a lo grande.

Sin decir una palabra más, Longspan mostró sus cartas estirando todavía más su brazo, el dos y el tres cayendo sobre la mesa con un leve chasquido. La peor jugada posible, y, sin embargo, la que menos importaba en ese momento. El verdadero juego no estaba en las cartas, sino en el trato que acaba de conseguir sin casi darse cuenta.

Parece que hoy no tengo la mejor suerte... — comentó con una media sonrisa, antes de inclinarse un poco hacia adelante, dirigiendo sus ojos a los de Heft. — Pero en este juego que propones, creo que puedo apostar un poco más.

Levantó una mano y tomó la bolsa de cuero, sintiendo su peso y saboreando la sensación de los berries dentro. No necesitaba contarla para saber que la paga era justa, como había dicho Heft. Y el hecho de que ofrecieran la mitad por adelantado indicaba que lo querían en el trabajo. Eso, y que posiblemente lo que había dentro del paquete robado era mucho más valioso que lo que le estaban pagando, hizo que los ojos rubíes de Drake Longspan brillasen.

En ese momento se dio cuenta; las cartas que importaban ya estaban sobre la mesa.

Ahora dime dónde está la dirección del paquete.

Resumen

Personaje
#8
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Heft se reclinó en su silla, dejando escapar una carcajada sincera cuando Drake, tras revelar un dos y un tres, comentó sobre su mala suerte. —Pues yo tampoco soy el más afortunado, chiquillo— respondió el rubio entre risas, mientras volteaba sus propias cartas, un ocho y un nueve, apenas mejor que las del pelinegro. La sonrisa burlona de Heft no se desvanecía, pero había un matiz de aceptación en su tono, como si el azar no fuera algo que realmente le preocupara. —Entonces, parece que estamos en igualdad de condiciones. Tenemos un trato, chiquillo— concluyó con una seguridad que iba más allá de las cartas en la mesa.

Con un movimiento ágil, Heft se levantó de la silla, dejando caer una pequeña libreta de cuero desgastado sobre la mesa. —Aquí está todo lo que necesitas. Los detalles, los nombres y la ubicación. Sigue esto y todo saldrá bien.— El rubio hizo una pausa, observando a Drake como si intentara leer en su rostro cualquier señal de duda o vacilación. Acto seguido, hizo un gesto de despedida, levantando una mano y asintiendo ligeramente con la cabeza. —Yo me encargaré de esos tipos que te están buscando. No te preocupes por ellos, ahora son asunto mío— dijo con una calma inquietante mientras se giraba para caminar hacia la puerta. En el proceso, el brillo metálico de dos revólveres asomaba por su cinturón, lo que dejaba claro que, además de sus palabras persuasivas, el rubio también sabía cómo defenderse en caso de necesitarlo.

Cuando Heft desapareció por la puerta, Joe, el dueño del bar, comenzó a observar a Drake con especial atención, aunque hacía un esfuerzo evidente por disimularlo. El hombre calvo y tuerto limpiaba la mesa principal, sus movimientos lentos pero constantes. Aunque no cruzaba miradas directas con el pelinegro, su interés en él se percibía en cada uno de sus gestos, como si intentara analizar qué papel jugaría Drake en los eventos que se estaban desarrollando en la isla.


Resumen
#9
Drake Longspan
[...]
El humano de brazos largos observó cómo Heft se alejaba, su sonrisa burlona aún grabada en la mente. La pequeña libreta de cuero desgastado ahora yacía frente a él, tan silenciosa como cargada de posibilidades. Sus dedos se deslizaron hacia el cuaderno sin prisa, como si con ese simple gesto confirmara que estaba comprometido con el trato. Al abrir la tapa de la libreta, se encontró con las fotos y los detalles que Heft le había prometido: nombres, direcciones y descripciones concisas, todo lo que necesitaba para localizar el paquete.

Con un suspiro apenas audible, cerró el cuaderno y lo deslizó en dirección a su bolsillo junto a la bolsa de berries. El peso de ambas cosas sobre su cintura le recordaba que estaba a punto de adentrarse en algo más complicado de lo que aparentaba. Este tipo de trabajos siempre implicaban riesgos, y aunque sabía cómo moverse entre las sombras y lidiar con tipos peligrosos, había algo en la oferta de Heft que lo ponía en alerta. No obstante, el peleador sabía que no podía permitirse el lujo de rechazar una oportunidad que le podría facilitar sus propios objetivos.

Se terminó lo que quedaba de cerveza de un vaso que habían olvidado en aquella mesa, ilusos, dejando algo gratis a manos de Drake. Luego, apagó el tabaco en el cenicero con un gesto decidido, por fin se había acabado el teatro. Observó de reojo al tuerto Joe que seguía sus movimientos con la misma mirada impasible. No era necesario intercambiar palabras con el dueño del bar, pero la tensión en el ambiente era innegable. Drake Longspan sabía que aquel tipo probablemente no confiaba en él, pero eso no era un problema en ese momento. Su único interés estaba en el paquete que tenía que recuperar.

El muchacho se levantó lentamente, tirando de sus vendas para ajustarlas bien antes de echar un último vistazo al lugar. Algunos de los clientes seguían con sus partidas de cartas y conversaciones, pero nadie le prestaba demasiada atención ahora que Heft se había ido. El bar había vuelto a su ritmo habitual, aunque la sensación de ser observado seguía ahí, persistente.

Mientras caminaba hacia la puerta, sintió nuevamente las miradas del tabernero Joe e incluso pudo darse cuenta con el rabillo del ojo de hacia donde eran dirigidas. No era la primera vez que notaba esa vigilancia en lugares como este, pero tampoco era algo a lo que dar demasiada importancia. Era parte del juego. Si querías sobrevivir tanto en estos mares, como en la Isla Kilombo, tenías que acostumbrarte a la constante sensación de que alguien te observaba y juzgaba cada uno de tus movimientos. Lo había comprendido en el mercado, su paranoia era real, se le agotaba el tiempo.

Drake Longspan marchó del lugar, dejando atrás solo el humo del tabaco, malas miradas y promesas de un futuro mejor. A su ahora espalda, "El Espumoso Joe" se hacía cada vez más y más pequeño, como una metáfora de la distancia qué alejaba al chico del País de Kano de su isla de origen. Comentaría la situación a sus nuevos compañeros de tripulación, especialmente con aquellos con un don para el robo y la infiltración. Si algo sabía Drake Longspan es como conseguir las cosas para garantizar la supervivencia.

Sea como sea.

Personaje

Resumen
#10


Salto de foro:


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