¿Sabías que…?
... un concepto de isla Yotsuba está inspirado en los juegos de Pokemon de tercera generación.
[Común] [Pasado] La expedición de Rudra
Silver D. Syxel
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El calor abrasador de la Isla Rudra se hacía más intenso conforme el sol se alzaba en lo alto del cielo. El volcán Hinokami se erguía amenazante a la distancia, emitiendo finos hilos de humo que serpentaban hacia el horizonte. Un recordatorio constante de la inestabilidad de la tierra bajo los pies del grupo. Silver, con el semblante serio y la mirada aguda, ajustaba al cinturón su espada mientras observaba el grupo de investigadores que se preparaba frenéticamente para la expedición.

Dharkel, por su parte, permanecía en silencio, apoyado contra una de las vigas del Observatorio Sur, con un cigarro entre los labios y la mirada perdida en el volcán. Su mente parecía estar en otro lado, tal vez reflexionando sobre lo que pudieran encontrar en las ruinas que decían estar enterradas cerca de las faldas del Hinokami. Aunque hacía poco que habían aceptado el trabajo, su compañero ya mostraba un ligero atisbo de impaciencia.

Estás más callado de lo habitual —murmuró, sin apartar la vista del volcán.

No es nada —respondió Dharkel, exhalando una bocanada de humo—. Solo me pregunto si lo que encontremos aquí valdrá nuestro tiempo.

Syxel soltó una leve risa, una de esas que apenas escapaban de sus labios.

Con suerte, encontraremos algo que haga que el viaje valga la pena. Si no son las ruinas, que sea al menos una buena paga.

El líder de los investigadores, un hombre delgado con gafas gruesas y una barba que apenas le cubría el mentón, se acercó con paso nervioso. Llevaba un sombrero que claramente no estaba hecho para el calor de la isla y unas botas que parecían más decorativas que funcionales. Aun así, sus ojos brillaban con la emoción de un descubrimiento inminente.

—¿Listos para partir? —preguntó, ajustando sus gafas con manos temblorosas—. He esperado toda mi vida para explorar estas ruinas. ¡Algunos textos mencionan que podría haber artefactos perdidos de una civilización desaparecida!

El pirata levantó una ceja. No terminaba de compartir el entusiasmo del hombre. —Estamos aquí para protegerte, no para emocionarnos. Mantén a tu equipo junto y no os separéis.

El objetivo de la misión era claro: guiar a esos investigadores sin perder a ninguno en el proceso. Por lo que habían podido averiguar, había criaturas en la jungla, gatos monteses y un terreno tan hostil que hacían de este un lugar impredecible.

—No se preocupen, seremos cuidadosos —dijo el líder de la expedición, sin dejar de sonreír.

El grupo se puso en marcha desde el observatorio, adentrándose en la selva tropical que rodeaba el volcán. El aire caliente y denso les envolvía, mientras el sonido de la fauna salvaje llenaba el ambiente. Dharkel caminaba adelante, guiando la expedición, mientras el capitán vigilaba moviéndose entre el grupo y la retaguardia, atento a cualquier movimiento extraño entre los árboles.

Seamos positivos, algo me dice que esta vez tendremos más suerte —murmuró para Dharkel, que parecía seguir enfrascado en sus pensamientos.
#1
Dharkel
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Dharkel no había tenido la oportunidad de pararse un momento a observar la majestuosidad de la Isla Rudra durante el trayecto hasta el observatorio. Desde su actual posición podía observar como se erigía un regio volcán humeante a través de la densa vegetación de la isla. Imponente y presumiblemente amenazando toda forma de vida en un radio de kilómetros. Emulando al enorme cráter que sobresalía de la tierra en la distancia, inconscientemente, soltó una breve nube de humo que salió de entre sus labios.
 
A pesar del ruido de fondo que hacían los investigadores durante sus frenéticas preparaciones, Dharkel estaba absorto en sus pensamientos, rememorando los viejos días en el desierto de Arabasta, las expediciones casi sin recursos, la emoción de ser el primero en décadas o incluso cientos de años en pisar y explorar unas ruinas sumergidas bajo las hermosas y cambiantes dunas. Nadie sabía a día de hoy qué reliquias podrían encontrar en aquella jungla. Tan solo tenían una promesa no muy alentadora. Aunque ya estaba acostumbrado a los resultados decepcionantes.
 
El gran astro estaba cerca de llegar a su punto más álgido del día, algo que no ayudaba al ya de por sí calor natural de aquella isla. Sentía una extraña conexión con él, algo que nunca había podido entender. Siempre lo había asociado a que todos tenían una conexión con algo, como aquellas personas que inexplicablemente, a su juicio, se lanzaban a una vida en el mar sin pensar en las consecuencias, afirmando rotundamente un vínculo inquebrantable con el océano. Para él, el sol en lugar de molestarle le ocasionaba más bien lo contrario. Le daba energía, renovándole las fuerzas.
 
- Estás más callado de lo habitual – murmuró Silver sin apartar la vista del volcán. Sacándole de sus pensamientos.
 
- No es nada. – Exhaló una bocanada de humo. – Me pregunto si lo que encontremos aquí valdrá nuestro tiempo.
 
- Con suerte, encontraremos algo que haga que el viaje valga la pena. Si no son las ruinas, que sea al menos una buena paga.
 
Sonrió levemente ante el comentario de su compañero, volviendo nuevamente a sus pensamientos. El aliciente del dinero nunca había sido algo determinante en sus decisiones más vitales, pues se había criado sin él y en lo últimos años había tenido una vida de vagabundo en las que sólo estafaba o robaba cuando se le acababa el licor. No era una persona ambiciosa en el ámbito económico, aunque entendía el poder que ello podía ejercer sobre las personas y la necesidad del mismo para llegar a su objetivo final. Una conversación a pocos metros de distancia captó su atención, indicando que era el momento de ponerse en marcha.
 
- ¿Listos para partir? He esperado toda mi vida para explorar estas ruinas. ¡Algunos textos mencionan que podría haber artefactos perdidos de una civilización desaparecida!
 
- Estamos aquí para protegerte, no para emocionarnos. Mantén a tu equipo junto y no os separéis.
 
- No se preocupen, seremos cuidadosos.
 
Usando la katana a modo de machete, Dharkel se deshacía de las ramas y la excesiva vegetación, abriendo un camino para el resto de la expedición a través del descuidado camino. Nunca le había gustado ser el niñero de nadie, por muy buena recompensa que tuviese y evitaba siempre hacer este tipo de encargos. Si fuesen solos en lugar de llevar a un grupo de académicos con sus abultados enseres personales e instrumentos de análisis y excavación, el viaje sería mucho más corto y fácil. Ni si quiera sabía si sería capaz de proteger a otras personas llegado el momento. Siempre había mirado por sí mismo, sin preocuparse por la seguridad de otros. También sabía que su tripulación podía cuidarse sola, por lo que tampoco había hecho falta que interviniese. Aunque en este caso era diferente. Compartía la emoción de aquellos sabios y esperaba aprender algo de ellos, pero como bien había indicado Silver, estaban allí para protegerles, no para emocionarse.
 
- Seamos positivos, algo me dice que esta vez tendremos más suerte – murmuró el capitán.
 
- Revisé los escritos rápidamente antes de salir y parecían veraces. – Se encogió de hombros y continuó abriendo camino. – Aunque tampoco puedo asegurarlo. Podría ser una falsificación bien hecha. Recuerdo que yo mismo hice alguna en el pasado a modo de broma para convencer a los encargados del campamento de salir a dar una vuelta por el desierto.
 
Un par de horas más tarde, guiados ocasionalmente por el líder de la expedición, un hombre delgado con gruesas gafas y una barba que apenas le cubría el mentón, ahora con el sombrero atado a la espalda. Tras algún susto con pequeños animales que poblaban la jungla y después de cubrir un buen trecho de jungla llegamos a un caudaloso y violento río. Dharkel se dio la vuelta, alzando la mirada en busca de su capitán.
 
- Deberíamos aprovechar para descansar mientras revisamos los mapas y buscamos otro camino. – Observó a un par de vejestorios sudados, jadeantes y cargados con mochilas que casi les duplicaban el tamaño. – Especialmente si quieres que todos vean otro amanecer.

- Te he visto mirarme jovencito - increpó uno de los ancianos ante el comentario. - Que sepas que yo a tu edad escalaba montañas a pares sin despeinarme y cargando el triple. No, el cuádruple de peso que ahora. Esto es un paseo por el campo.

- Eso eso. - Se sumaron más voces en señal de desaprobación.

- ¡No necesitamos descansar! ¡Mira cuánta energía! - Uno de los ancianos se puso a saltar y a ejercitarse al borde del río, tropezando y casi cayendo a las implacables y feroces aguas. Tuvo que ser rescatado por otro investigador, que le agarró la desabrochada camisa de la pechera a tiempo de evitar una desgracia.

Dharkel se tapó la cara con la mano ante el infantil comportamiento de aquellos señores cuyos genitales podían rozar sin esfuerzo el suelo y, se dirigió nuevamente hacia Silver, encendiéndose otro cigarro.

- Nunca más. Por favor.
#2
Silver D. Syxel
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El calor le seguía resultando difícil de soportar, y a cada paso que daban, la densa jungla de la Isla Rudra parecía estrecharse más a su alrededor. El capitán caminaba con calma pero atento, midiendo cada uno de los movimientos de sus acompañantes. Mientras avanzaban, el ocasional crujido de ramas y las criaturas ocultas entre la maleza le recordaban que no era solo el terreno lo que hacía de esta expedición algo arriesgado. La presencia de las criaturas locales, por más pequeñas que parecieran, podía volverse peligrosa en cualquier momento.

Revisé los escritos rápidamente antes de salir y parecían veraces —le respondió Dharkel con su típico desdén, cortando una rama con su katana—. Aunque tampoco puedo asegurarlo. Podría ser una falsificación bien hecha.

Silver sonrió levemente al recordar la experiencia de Dharkel con falsificaciones y cómo su compañero había estafado a otros en el pasado, pero el comentario también subrayaba la precariedad de su situación. Si esos escritos resultaban ser falsos, el esfuerzo, el calor y, sobre todo, el riesgo no habrían valido la pena. El pago por su trabajo como guías y escoltas estaba bien, pero distaba de ser suficiente.

El grupo continuó caminando durante un par de horas más, guiados por Dharkel y el líder del grupo de expedición. La travesía había sido tranquila hasta el momento, solo marcada por pequeños incidentes con la fauna local. El grupo de estudiosos que, en su mayoría, no habrían vivido mucha práctica más allá de sus bibliotecas, no reaccionaba bien ante la aparición repentina de serpientes o pequeños roedores. Cuando llegaron a la orilla de un caudaloso río, Syxel miró a su alrededor. El terreno era accidentado, y el agua que corría con fuerza advertía de que atravesarlo no sería sencillo.

Dharkel, siempre práctico, propuso una pausa. —Deberíamos aprovechar para descansar mientras revisamos los mapas y buscamos otro camino —dijo, observando a los sudorosos y jadeantes investigadores que apenas podían mantenerse en pie—. Especialmente si quieres que todos vean otro amanecer.

Las palabras del explorador no fueron bien recibidas por los ancianos, quienes, con su orgullo herido, se apresuraron a defender su resistencia. Silver observó la escena sin decir nada, pero no pudo evitar sonreír cuando uno de ellos, con demasiada energía, casi se cae al río tras un torpe salto. La situación fue resuelta rápidamente por otro miembro del grupo, pero él ya había perdido el interés por la escena.

Nunca falta quién sobrestima sus capacidades —comentó en voz baja a Dharkel mientras se acercaba, observando cómo el cigarro del arqueólogo dejaba escapar un hilo de humo—. Aunque algo me dice que pronto van a desear haberte escuchado.

A pesar de la resistencia de algunos, Syxel decidió que era mejor tomar el descanso. El río no iba a desaparecer y no tenía sentido arriesgarse a que alguien se desvaneciera de cansancio en plena selva. Además, con el equipo ya al límite, continuar avanzando sin pausa sería una invitación al desastre. El pirata se cruzó de brazos, mirando a los académicos, que empezaban a dejarse caer con alivio sobre las mochilas o apoyarse en árboles cercanos. Algunos de ellos sacaron mapas y herramientas, mientras otros intentaban tomar aire en medio de la densa humedad del lugar.

Bien, tomad un descanso. Pero no os quedéis demasiado cómodos —dijo, echando una rápida mirada al cielo y luego al río que fluía a su lado.

Fue entonces cuando se acercó a la orilla del río, observando con más atención el curso del mismo. Silver se agachó cerca del agua, mojándose las manos para refrescarse un poco y estudiando el entorno. Si iban a cruzar ese río, necesitaban un plan, porque perder a uno de esos académicos torpes en esas aguas no era parte de la misión.

Busquemos un punto donde el cauce sea más estrecho o las rocas nos ayuden a cruzar —sugirió con voz tranquila pero firme, mientras volvía a incorporarse—. Y mantén un ojo en ellos, no sea que uno decida echarse a nadar.

La jungla no les iba a dar tregua y lo último que necesitaban era lidiar con accidentes innecesarios.
#3
Dharkel
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- Nunca falta quién sobrestima sus capacidades. - Se acercó al explorador y murmuró -. Aunque algo me dice que pronto van a desear haberte escuchado.
 
- Tch. – Fue toda la réplica que el capitán obtuvo de su compañero en señal de desaprobación.
 
Estaba acostumbrado a tener razón. O al menos a creer que la tenía. Contar la misma mentira una y otra vez hizo que en más ocasiones de las que le gustaría reconocer, Dharkel se acabase creyendo sus propias mentiras. Gajes del antiguo oficio. También le molestaba que no se escuchasen sus consejos o indicaciones. Especialmente cuando iban dirigidos a personas que no daban su brazo a torcer, ya fuese porque consideraban que el espadachín no tenía la experiencia necesaria para impartirlos o por simple orgullo. Por suerte Silver era una persona razonable y aparentemente con los pies en la tierra; a veces.
 
- Bien, tomad un descanso. Pero no os quedéis demasiado cómodos. – Se acercó a la orilla del río, se refrescó y estudió el entorno. Dharkel le siguió, mirando de reojo a los investigadores, especialmente al que casi se lo lleva el río. - Busquemos un punto donde el cauce sea más estrecho o las rocas nos ayuden a cruzar. Y mantén un ojo en ellos, no sea que uno decida echarse a nadar.
 
- ¿Hemos acordado mantenerles a salvo de sí mismos? – Una media sonrisa se manifestó en su rostro cuando casi salta un bufido. No pudo evitar pensar en cómo habría reaccionado Balagus ante esa situación y lo fácilmente que la habría resuelto a base de fuerza bruta. – Revisaré los mapas mientras hago de niñera.
 
Se acachó, apagó el cigarro dando unos toques con el mismo a su bota y al igual que su compañero se acercó al río y metió una mano en el agua para intentar calcular la velocidad que tenía la corriente. Al cabo de unos segundos la sacó con algo de agua y bebió, volviendo al improvisado campamento.
 
- ¡Eh, tú! Sí tú, no te hagas el loco. No dejes tus cosas tiradas por ahí si no quieres que haya accidentes innecesarios – reprendió a uno. – No dejes la comida al aire libre a menos que quieras que aparezcan depredadores. – Le dio un toque con la mano a otro que estaba en su camino. Inspiró aire con fuerza y lo exhaló despacio. – Déjame ver ese mapa. – Le quitó prácticamente de las manos un trozo de papel relativamente nuevo a un tercero, lo ojeó por encima y lo guardó en un bolsillo.
 
No tardó en alcanzar nuevamente la linde de la jungla tropical. Contempló los árboles a su disposición y cuando eligió uno basándose en su localización ventajosa y lo escaló. Mientras estaba trepando advirtió una serpiente camuflada entre las ramas, la decapitó con un rápido movimiento y tiró el cuerpo sin cabeza hacia el grupo. No para reírse ni burlarse de ellos, si no para comprobar sus capacidades de reacción. Un par de ellos rápidamente asieron el palo que usaban como apoyo y lo pusieron entre sí mismos y el cadáver, otros tantos se asustaron dando un respingo en el sitio y algunos ni si quiera llegaron a darse cuenta.
 
- Ahí tenéis algo de comida. Estad atentos si lo cocináis y avisadme si veis el más mínimo peligro.
 
- ¿Has perdido la cabeza? ¿Cómo vamos a comernos eso? – increpó el individuo que estuvo a punto de perder la vida.
 
- He oído que si lo mezclas con trufas puedes llegar a conseguir un plato exquisito – dijo uno con ojos brillantes mientras se llevaba una mano a la barbilla, pensativo.
 
- ¿Seguro que es comestible? – Preguntó otro agachado mientras daba tímidos golpecitos con un palo al cuerpo a una distancia prudencial.
 
Dharkel negó con la cabeza y se sentó en una gruesa rama con las piernas cruzadas. Desde esa posición podía vigilar el improvisado campamento y a todos sus integrantes. Sumergió su mirada en el mapa, intentando no perder de vista a los investigadores, los cuales parecían niños pequeños que habían salido a una cómoda y segura excursión, con lo que parecía la percepción de la realidad totalmente alterada. O quizás solo eran un par de ellos jugando a ser insufribles mientras el resto de la clase se comportaba y los había calificado a todos por igual.
 
- ¿Esto es lo que han sentido Balagus y Airok durante todos estos años? No habrá tiempo ni joyas suficientes en el mundo para enmendarlo… – dijo para sus adentros.
 
Siguiendo el curso del río con la mirada y verificando múltiples veces el mapa para cerciorarse de que coincidía, encontró un posible camino. Un estrecho junto a lo que en la distancia parecía ser una caída. Entrecerró los ojos, intentando vislumbrar con mayor claridad la distancia, pero una repentina lluvia obstaculizó tal labor, oscureciendo el cielo, apagando una pequeña hoguera en la que se estaba cocinando algo de carne y reduciendo aun más su rango de visión. Poco a poco la lluvia fue aumentando su intensidad.
 
- ¡Silver! – Saltó de la rama, cayendo al suelo casi de rodillas y se incorporó, buscando a su capitán para darle las noticias. – He encontrado un estrecho en dirección noreste, siguiendo el curso del río a unos pocos kilómetros de distancia. – Hizo una pausa para coger aire. – Me pareció ver una caída junto al estrecho, el río termina abruptamente. Es peligroso, pero salvo que hayas encontrado otro camino parece ser nuestra única opción.
 
Tomasen la decisión que tomasen, solo esperaba que el aguacero pasase rápido, pues complicaba exponencialmente la labor de mantener vivas a aquellas personas en un entorno hostil y presumiblemente lleno de depredadores.
#4
Silver D. Syxel
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La lluvia cayó de forma repentina, como si la misma isla hubiese decidido poner a prueba su paciencia. El capitán levantó la mirada hacia el cielo, dejando que las gotas frías contrastaran con el abrasador calor que habían soportado todo el día. El agua comenzó a empapar rápidamente la ropa de todos, apagando una pequeña hoguera que algunos de los académicos habían intentado encender torpemente para cocinar la serpiente que Dharkel les había lanzado.

Escuchó el golpe seco de su compañero al saltar de la rama y levantar la voz por encima del sonido creciente del aguacero.

¡Silver! —le llamó Dharkel mientras se acercaba rápidamente—. He encontrado un estrecho en dirección noreste, siguiendo el curso del río a unos pocos kilómetros de distancia —informó con rapidez, intentando que su voz fuera clara entre el aguacero—. Me pareció ver una caída junto al estrecho. El río termina abruptamente. Es peligroso, pero salvo que hayas encontrado otro camino, parece ser nuestra única opción.

El pirata escuchó en silencio, asintiendo mientras sus pensamientos se aceleraban. Sus ojos siguieron el curso del río, intentando visualizar el estrecho que su compañero mencionaba. El agua bajaba con suficiente fuerza, y el terreno ya de por sí accidentado no prometía facilitarles las cosas. El riesgo era alto, pero quedarse quietos también implicaba una amenaza: la tormenta podía atraer a depredadores en busca de refugio o incluso provocar deslizamientos de tierra. El grupo no estaba equipado para soportar mucho más.

Entendido —respondió finalmente, cruzando los brazos mientras reflexionaba por unos instantes más—. Es un riesgo, pero no tenemos otra opción. Si nos quedamos aquí, estamos igual de expuestos. Vamos a movernos antes de que las cosas empeoren.

El capitán se giró hacia los investigadores, que ya comenzaban a mostrar signos de incomodidad por la lluvia. Un par de ellos intentaba cubrir sus mochilas con telas, mientras otros se quejaban por la inesperada tormenta. Levantó la voz para asegurarse de que todos lo escucharan.

¡Recoged todo lo más rápido que podáis, vamos a movernos! —ordenó con autoridad—. Seguid a Dharkel, él os guiará por un paso más adelante. Aseguraos de no dejar nada atrás, y mantened los ojos abiertos.

Los académicos, aunque aún algo cansados, se pusieron en marcha de mala gana. La tormenta había caído como un jarro de agua fría, tanto literal como metafóricamente, y el grupo ya no mostraba ni la más mínima alegría que habían tenido al inicio de la expedición. Sin embargo, bajo la firme dirección del pirata, comenzaron a recoger sus cosas y a prepararse para seguir avanzando.

Mientras el resto del grupo terminaba de organizarse, se acercó a su compañero.

Mantente al frente e intenta que no se dispersen —le dijo en voz baja, compartiendo una mirada de entendimiento—. Este camino va a ser complicado, y la lluvia no ayuda. Pero confío en tu criterio.

La lluvia continuaba golpeando con fuerza el suelo, convirtiendo el terreno en una trampa resbaladiza. El agua ya formaba pequeños riachuelos que corrían a través de la maleza, haciéndolo todo más difícil para avanzar. Pero el capitán sabía que la única forma de salir de esa situación era continuar. Mientras su compañero guiaba al grupo hacia el estrecho, él se mantendría en la retaguardia, asegurándose de que nadie se quedara atrás o cometiera alguna imprudencia.

Con un poco de suerte, esta lluvia no durará mucho más —pensó en voz alta.

El grupo comenzó a moverse de nuevo, con Dharkel a la cabeza, cortando ramas y vigilando el camino, mientras el capitán seguía cerrando la fila, muy atento. El rugido de la caída del agua se escuchaba a lo lejos, una señal de que estaban cada vez más cerca del estrecho que su compañero había mencionado.
#5
Dharkel
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- Mantente al frente e intenta que no se dispersen – dijo el capitán en voz baja. Dharkel asintió en silencio y comenzó a liderar al grupo.
 
- ¡Vamos, vamos! ¡No seáis holgazanes! ¡Por aquí antes de que un tigre o algo peor os saque las tripas!
 
Se puso en cabeza de la expedición, y observó con dificultad el cielo, dándoles algo de tiempo para volver a empaquetar los utensilios con los que había estado jugando los últimos minutos. A juzgar por la pinta de las nubes no parecía que fuesen de tormenta, por lo que se internó nuevamente en la jungla. Permanecer en las orillas del río era un peligro innecesario, especialmente si el cauce de éste se veía incrementado por la lluvia. Internarse en la jungla con peligros acechando cada pocos metros también lo era. Hay quienes le hubiesen acusado de insensato, pero no había un peligro inminente de que un rayo cayese sobre un árbol y la frondosidad de los árboles mitigaban enormemente el aguacero. No obstante, los riachuelos que se formaban en la tierra convertida en barro dificultaban a su vez el avance.
 
Siguiendo de memoria el mapa gracias a sus fantásticas dotes orientativas y ayudado por el lejano estruendo de la caída del agua, tras recorrer varios kilómetros sin descanso, llegaron al estrecho. Les hizo una seña a los investigadores para que parasen y permaneciesen alerta mientras él salía a explorar.
 
Salió de la linde de la jungla y con extremo cuidado se fue acercando poco a poco al borde. Una espléndida y aterradora catarata caía cientos de metros hacia el vacío, con toda la violencia que la naturaleza le había otorgado. Reculó un par de pasos y observó el estrecho. Varias piedras se disponían adecuadamente para poder cruzar saltando de una a otra, aunque los riesgos eran demasiado elevados. Volvió junto al grupo para informar a Silver.
 
- ¿Escuchas eso? – Se llevó un dedo al oído y dejó un par de segundos antes de continuar, señalando lo obvio. – Son cientos de metros de caída. El cruce parece estable, pero no con esta lluvia. Podríamos perderlos a todos. Recomiendo esperar a que amaine el temporal, que descansen todo lo que puedan de momento. Cuando la situación esté más tranquila uno de nosotros podrá cruzar primero, asegurando una cuerda a ambos lados del río para ayudar al lastre a pasar de forma segura. - Tapó un cigarro con la mano para evitar que se mojase y lo encendió, esperando las instrucciones de su compañero.
#6


Salto de foro:


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