Hay rumores sobre…
... una isla que aparece y desaparece en el horizonte, muchos la han intentado buscar atraídos por rumores y mitos sobre riquezas ocultas en ella, pero nunca nadie ha estado en ella, o ha vuelto para contarlo...
[Común] [Pasado] Oportunidades entre la basura
Silver D. Syxel
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El hedor del basurero invadía cada resquicio del lugar, intensificándose a medida que uno se adentraba más en el corazón de Gray Terminal. Una amalgama de residuos industriales, restos de la opulencia del Reino de Goa y desechos de toda clase de mercancías se acumulaban en enormes montañas que parecían querer devorar la tierra. Al fondo, la silueta de las fábricas y edificios de la capital se vislumbraba lejana, como una burla silenciosa para los que vivían en los márgenes de esa civilización.

El capitán pirata caminaba entre las calles improvisadas del vertedero, mostrando una expresión sombría apenas disimulada tras un semblante confiado. Había estado buscando una pista durante días, y aquel rincón olvidado del mundo parecía ser lugar donde encontrarla. La situación era peor de lo que esperaba. No solo la deuda que cargaba seguía aplastándolo como una maldita condena, sino que alguien había decidido aprovecharse de su mala suerte y huir con una pequeña suma que había "invertido" en un acuerdo reciente. Ese idiota no llegaría lejos, y se aseguraría de que no volviera a estafar a nadie. La única forma de mantener el respeto en este mundo era dar ejemplo, y esta sería una excelente oportunidad.

Desvió su camino, zigzagueando entre chozas de metal oxidado y fogatas que quemaban lo poco que la gente había podido salvar de entre los desperdicios. Los habitantes del lugar lo miraban con desconfianza, pero nadie se atrevía a hacerle frente. Incluso aquí, entre la escoria, su reputación le precedía. Había rumores corriendo sobre los trabajos que había tomado en los últimos meses, y más de uno ya había oído de la facilidad con la que aquel pirata de sonrisa traviesa se deshacía de los obstáculos en su camino.

Pero por el momento no necesitaba más problemas. Su verdadero objetivo, un tal Boran, le debía una jugosa cantidad. El muy cobarde había conseguido esconderse entre los parias del Gray Terminal, pero la miseria no era excusa suficiente para dejar pasar la deuda. Si no pagaba, el capitán tenía maneras de sacarle algo más valioso que el dinero. Lo que no contaba, sin embargo, era la posibilidad de necesitar refuerzos. Pues según había escuchado su objetivo podría tener refuerzos en la ciudad de chatarra. Frunció el ceño, dandole vueltas a sus pensamientos mientras echaba mano de su petaca, la cual siempre llevaba a su costado. Un sorbo de licor caliente bajó por su garganta, calmando brevemente su impaciencia.

Con ese pensamiento, el pirata se dirigió a uno de los pocos bares improvisados que había encontrado en las entrañas del lugar. Allí, sentado en una mesa desvencijada, pidió una jarra de cerveza y se dedicó a observar, aguardando el momento perfecto para moverse.
#1
Octojin
El terror blanco
El habitante del mar caminaba por Gray Terminal, entre montañas de chatarra y restos que parecían contar historias olvidadas. Había cogido ya la costumbre de perderse entre aquellos montones, y ciertamente era algo que le relajaba y le hacía olvidar todo problema que pudiese tener. Como casi todos los días, su objetivo era claro: encontrar madera donde fuera. Aunque podría parecer extraño para cualquiera que lo viera, su búsqueda de piezas de madera no era más que el resultado de una habilidad que había desarrollado gracias a la ayuda de Airgid. O Airgid la estúpida, como le gustaba llamarle. La rubia le había enseñado que cada trozo de madera, por pequeño o insignificante que pareciera, podía ser transformado en algo útil y adoptar así una nueva vida. Y desde entonces, la vida de Octojin había girado en torno a encontrar esos "tesoros" de madera y darles una nueva vida. Quizá visto desde fuera no fuese nada atractivo, pero en su interior el escualo notaba que realmente estaba sintiéndose realizado. Hay gente que se siente realizado con poco, parece ser.

Sin embargo, aquél día no parecía ser su día de suerte. A pesar de todo su esfuerzo, solo había encontrado una pata de lo que parecía una silla rota, algo insuficiente para cualquier trabajo importante. Había cargado lo poco que había encontrado en su improvisado carro, hecho también con materiales encontrados allí. Y, después de pasarse un buen rato buscando entre montones de chatarra sin éxito, decidió que sería mejor dejar de perder el tiempo y dirigirse a la taberna de Karol. Aquél sitio era su refugio, un lugar donde pasaba el tiempo cuando no tenía trabajo o simplemente cuando necesitaba relajarse. Además, muchos de sus encargos habían salido de allí, así que podría decirse que era un dos por uno.

Al llegar, Octojin abrió la puerta del local y fue recibido por el familiar murmullo de los clientes y el suave sonido de la madera que crujía bajo sus pies. El olor a alcohol y comida —sobre todo al primero— llenaba el ambiente, y Karol, el tabernero okama, estaba detrás de la barra atendiendo a los clientes. Octojin lo saludó con un amigable gesto de cabeza y se dirigió a una mesa vacía. Al pasar junto a la barra, chocó el puño con Karol, quien le agradeció por la reparación que había hecho la última vez. La barra del bar, que había estado bastante deteriorada, ahora lucía impecable gracias a los arreglos que Octojin había hecho. No había sido fácil, pero mereció la pena, sobre todo al ver la cara de todos los clientes que entraban a la taberna y se veían sorprendidos. Después de ese trabajo, el tabernero le había mandado varios más, pero aún se encontraba buscando madera para afrontarlos. Tenía varias mesas en mal estado, y las sillas empezaban a estar al borde de romperse, así que cualquier ayuda sería bienvenida.

—Gracias otra vez por la barra, Octo —dijo Karol, sonriendo—. Me has ahorrado un buen dolor de cabeza.

Octojin esbozó una leve sonrisa, una que parecía casi oculta detrás de su gran figura y su presencia imponente.

—No hay problema —respondió brevemente, mientras se acomodaba en su asiento y pedía comida y bebida.

Mientras esperaba, Octojin notó a un tipo que no había visto antes. Un hombre de porte llamativo y de aspecto claramente extranjero. No le prestó mucha atención al principio, ocupado en sus propios pensamientos sobre las reparaciones que tenía que hacer, palpando las mesas, tanto la parte superior como las patas, algo que después repetiría en las sillas. Pero, poco a poco, el tipo comenzó a captar su atención. Era difícil ignorarlo, con esa actitud confiada y una especie de aura que sugería que no era alguien común.

Aquél hombre tenía ese tipo de presencia que hacía que la gente lo mirara dos veces. Quizá era su apariencia, o el aura que desprendía. Algo en su mirada gris y en la manera en que se movía le resultaba extraño al habitante del mar. Había algo oculto detrás de su comportamiento relajado, como si estuviera esperando algo... o a alguien.

La comida llegó, y Octojin comenzó a degustarla agarrándola con las manos mientras seguía observando de reojo al hombre. El trozo de carne estaba demasiado pasado a su gusto, pero ya había tenido varias conversaciones con Karol sobre el punto de la carne y llegó a la conclusión de que no sabía prepararla mejor.

No podía evitar pensar que, aunque estaba acostumbrado a ver todo tipo de gente en Gray Terminal, ese tipo era diferente. Había algo en él que lo destacaba, aunque no podía identificar exactamente qué era. Había pensado y repensado qué podía ser, pero no terminaba de dar con ello. Eran como pequeños matices lo que le hacían pensar aquello.

—¿Nuevo por aquí? —preguntó finalmente Octojin, rompiendo el silencio que había entre ellos e intentando averiguar quién era aquél tipo.

No esperaba una respuesta inmediata, pero su instinto le decía que no estaba allí solo para relajarse.
#2
Silver D. Syxel
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El pirata dio un trago largo a su cerveza mientras examinaba la taberna, percibiendo los susurros de las conversaciones a su alrededor. Las mesas, viejas y maltrechas, chirriaban cada vez que alguien se acomodaba en ellas. Aunque el lugar no era precisamente lo que él llamaría un sitio decente, servía para lo que necesitaba en ese momento: un respiro antes de moverse. Las cosas en Gray Terminal se cocían a fuego lento, y si no era cuidadoso, las oportunidades podrían escapársele entre los dedos.

Mientras estaba absorto en sus pensamientos, notó algo curioso. Un tipo grande, extremadamante grande, entraba en la taberna. Sus movimientos, aunque cuidadosos, hacían crujir el suelo de madera bajo su peso, y la atmósfera pareció volverse más densa con su presencia. A simple vista, el recién llegado era claramente un gyojin, un hombre tiburón que destacaba como una montaña blanca entre las mesas desvencijadas.

El capitán siguió bebiendo mientras lo observaba de reojo. El habitante del mar pasó junto a la barra, intercambiando saludos con el tabernero, y después se sentó en una mesa cercana. El tipo parecía estar a gusto en el ambiente, como si fuera un visitante habitual de este antro, aunque su aspecto lo hacía difícil de pasar desapercibido. Desde su asiento, el gyojin comenzó a revisar las mesas, palpando su estado como si estuviera calculando cuánto tiempo más podrían resistir antes de romperse.

La mirada del gigante se posó varias veces en el capitán pirata, y no pasó mucho tiempo antes de que la curiosidad del tiburón rompiera el silencio.

¿Nuevo por aquí? —preguntó el gyojin, observándolo detenidamente.

El pirata sonrió por lo bajo, aún con la jarra en la mano. Aquella pregunta, tan simple como directa, lo sacó momentáneamente de sus pensamientos. El grandullón también había llamado su atención, así que la pregunta le brindaba una oportunidad, la cual decidió aprovechar.

Depende... ¿Qué te hace pensar que soy nuevo? —respondió, levantando una ceja mientras hacía girar la cerveza en su mano—. Aunque, si te interesa tanto, puedes invitarme a un trago y mirar más de cerca —bromeó con un tono desenfadado, mientras sus ojos grises se clavaban en los del gyojin. Estaba claro que ambos se habían estado observando desde que aquel tiburón entró al lugar.

Después de un momento y esperar su respuesta, el capitán decidió continuar la conversación. La apariencia del hombre pez no pasaba desapercibida, y si alguien como él pasaba tanto tiempo en Gray Terminal, debía conocer bien el terreno. Y quizá, con algo de suerte, hasta le sería de utilidad en su búsqueda.

Estoy buscando a alguien que se ha metido en un buen lío... Un tal Boran. —declaró directamente. No solía andar con rodeos cuando se trataba de negocios—. Me debe algo de dinero, y digamos que no tiene muchas ganas de saldar la cuenta. Es una rata escurridiza y me vendría bien alguna indicación para encontrarle. —El capitán se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando los codos en la mesa mientras lo miraba con una sonrisa relajada—. ¿Eres de por aquí? Quizá hayas oído su nombre... o quizás lo hayas visto.
#3
Octojin
El terror blanco
Octojin dejó que el silencio entre él y el misterioso tipo se asentara mientras seguía observando al extraño pirata. Su mirada, curiosa pero calculadora no era la típica que solía recibir. La mayoría de las veces la gente lo evitaba o simplemente sentía incómoda en su presencia. Pero el hombre parecía diferente; había algo en él que no encajaba del todo con los seres comunes que frecuentaban Gray Terminal. Ni ningún lugar que hubiese pisado el habitante del mar, en general.

Cuando el tipo respondió a su pregunta, lo hizo con un tono desenfadado y con una sonrisa que parecía cargada de confianza. Además, bromeó sobre que lo invitara a un trago, algo que sacó una breve carcajada de Octojin, aunque era más bien un sonido gutural, casi inaudible.

— No pierdes el tiempo, ¿verdad? Invitarte a un trago... —murmuró Octojin mientras daba un sorbo a su bebida— Quizá. —La simple idea de que aquel tipo bromeara con tanta facilidad mientras estaba en un sitio como ese no dejaba de sorprenderle.

El ambiente entre ellos cambió ligeramente cuando el hombre mencionó a un tal Boran. Octojin frunció el ceño, tratando de recordar si había escuchado ese nombre antes. No era raro que se mencionaran nombres en Gray Terminal —gente que estaba en problemas, deudas, o líos de cualquier tipo—, puesto que era un sitio perfecto para perderse o esconderse durante un tiempo. Pero lo cierto era que aquel nombre no le sonaba. Aún así, el gyojin sabía que ese tipo de conversaciones solían ser complicadas y, por lo tanto, pensó sus palabras con cuidado mientras ponía un semblante serio y hacía como que pensaba. Si algo había aprendido el escualo, es que las paredes parecían tener oídos hasta en el más recóndito lugar en el que estuvieras. Puede que ese tipo fuese peligroso, o que estuviera bajo los mandos de alguien más grande. Lo único que tenía claro el tiburón es que ese tipo de conversaciones no solían traer nada bueno si no medías bien tu respuesta.

— Boran, ¿eh? —repitió Octojin, en parte para ganar tiempo mientras sus pensamientos se alineaban— No me suena, pero aquí en el Gray Terminal la gente va y viene como el viento — Respondió mientras su mirada seguía enfocada en el pirata, midiendo cada gesto—. ¿Qué clase de lío tiene tu amigo? Porque aquí... si te metes en problemas, no siempre sales entero.

Octojin no se apresuró en ofrecer ayuda. Había aprendido con el tiempo que, aunque conocía a la mayoría de las personas que frecuentaban aquel lugar, confiar en alguien nuevo era otra historia. Sin embargo, la mención de una deuda y la forma directa de Silver le hacían pensar que, si bien no confiaba aún en él, podría ser alguien con quien al menos podría establecer una relación temporal basada en algún beneficio mutuo.

— Gray Terminal no es lugar para deudas, amigo —continuó el gyojin, con una ligera sonrisa en los labios—. Aquí o pagas lo que debes o... te desaparecen. Si Boran está aquí, probablemente esté escondido o peor. Pero puedo preguntar a la gente que conozco. Quizás alguien sepa dónde encontrarlo. Pero claro, todo tiene un precio — finalizó a la par que cogía la jarra de cerveza y daba un gran trago.

El escualo observó al tipo de nuevo, esta vez con algo más de detenimiento. Si alguien como él estaba buscando a ese tal Boran, entonces debía estar metido en problemas serios. Pero al mismo tiempo, el tiburón no era un tipo que se echaba atrás ante una oportunidad de ayudar y, tal vez, ganar algo en el proceso.

— Dime, pirata —dijo Octojin, esta vez con más confianza en su tono—, ¿qué pasa si encuentras a tu hombre? ¿Qué harás con él?

La intuición, por alguna razón, le decía que era un pirata. Quizá era su forma de hablar o la seguridad con la que parecía trasmitir sus planes. O puede que porque solo un pirata llegaría hasta aquél lugar buscando a otro maleante por... Lo que parecía ser un tema de dinero.

El gyojin hizo un gesto al camarero para que le sirviera un par de copas y con ello invitar a su nuevo acompañante. Quizá con ese gesto hablase algo más. O puede que lo aceptase y se fuera, pero sin contactos en la isla, seguramente las probabilidades de encontrar a alguien que se estuviese escondiendo fuesen cercanas a cero.
#4
Silver D. Syxel
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Syxel mantuvo su sonrisa ladeada mientras escuchaba la respuesta de Octojin. Aunque la carcajada del gyojin había sido breve, aquella interacción parecía haber roto parte del hielo entre ellos. Lo observó mientras respondía, notando su forma de medir cada palabra con cuidado. El habitante del mar no parecía el tipo de persona que ofrecía ayuda sin más, pero tampoco daba la impresión de alguien que rechazara una oportunidad si se le presentaba.

No pierdo el tiempo cuando hay algo que me interesa, —replicó el capitán, aún con tono desenfadado, mientras tomaba otro trago de su jarra. Gray Terminal no era precisamente un lugar para tonterías, y con el tiempo había aprendido que la acción directa, acompañada de un poco de humor, solía funcionar mejor en esos ambientes cargados de tensión.

Cuando Octojin mencionó que Boran no le sonaba, Silver no pareció demasiado sorprendido. Era un basurero gigante, un laberinto de chatarra y escoria. Gray Terminal no era un lugar fácil para rastrear a alguien, y menos si ese alguien tenía el suficiente ingenio como para mantenerse escondido.

Un lío simple: me debe dinero, —respondió sin rodeos, recostándose ligeramente en su silla mientras jugaba con la jarra—. Y por lo que he averiguado, no soy el único. Ese malnacido ha estafado a más gente de lo que parece, así que no me extrañaría que se haya refugiado aquí, entre las sombras, pensando que nadie lo encontraría.

Los ojos grises del capitán brillaron con una mezcla de determinación y diversión mientras explicaba el panorama. Boran había sido listo en esconderse, pero no lo suficiente.

La mención de un precio por la ayuda hizo que el pirata soltara una risa baja. Era de esperarse, nadie en este lugar hacía nada gratis, y mucho menos alguien como aquel gyojin.

Oh, estoy seguro de que podemos llegar a un entendimiento, —dijo mientras sacaba de su chaqueta un trozo de papel doblado con cuidado. Lo desplegó sobre la mesa con un movimiento rápido, dejando a la vista un cartel de Wanted algo ajado. En la imagen, un hombre de aspecto nervioso y desaliñado miraba al frente, con una expresión que ya le resultaba odiosa al capitán. Debajo, la recompensa, pequeña pero existente, relucía como un recordatorio de que el cobarde de Boran no solo le debía a él, sino también a la justicia.

Este bastardo tiene una pequeña recompensa por su cabeza. Así que además de cobrar mi deuda y darle su merecido, podríamos hacer un buen negocio.

El pirata sonrió de nuevo, esta vez con una mezcla de astucia y satisfacción. Si el tiburón tenía el instinto para oler una oportunidad, sabría que aquello era más que una simple búsqueda. Cuando Octojin le preguntó qué pensaba hacer con Boran una vez lo encontrara, el capitán se inclinó ligeramente hacia adelante, entrelazando los dedos mientras lo miraba fijamente, sin perder la sonrisa.

Una vez que le saque lo que me debe y le dé una lección que no olvidará, no tendré mayor interés en él. —Luego, añadió con un tono más oscuro, casi juguetón— Si sigue vivo, claro.

No era una amenaza directa, pero el mensaje estaba claro. En el mundo en el que ambos se movían, sobrevivir después de haber estafado a la persona equivocada no era precisamente una garantía.

Terminó su cerveza y dejó la jarra sobre la mesa con un golpe seco, como si con ese sonido cerrara el trato de una conversación que comenzaba a tomar forma. Ahora, todo dependía de cómo Octojin quisiera moverse.
#5
Octojin
El terror blanco
Octojin observaba con atención al tipo que tenía enfrente, calibrando cada palabra que salía de su boca. El tiburón había aprendido, a lo largo de su vida, que en el mundo de los humanos y piratas, las palabras podían ser tan afiladas como los dientes de su propia especie. Silver parecía ser el tipo de hombre que podía usar tanto la astucia como la fuerza bruta para conseguir lo que quería, una combinación peligrosa.

Al escuchar la razón por la que Silver buscaba a ese tal Boran, Octojin asintió lentamente. No era la primera vez que escuchaba hablar de un estafador que intentaba esconderse en el caos de Gray Terminal. Aquél lugar, un vertedero gigante lleno de chatarra y desechos, también era un refugio perfecto para los despojos de la sociedad. Boran, por lo visto, había jugado mal sus cartas, y ahora los tiburones estaban detrás de él, y no solo los del mar. Aquello le hizo pensar dónde se escondería una rata como aquella. ¿Qué sentido tenía estafar, robar o lo que fuese a cambio de vivir el resto de su vida escondido de la civilización por miedo? Ninguno, a los ojos del tiburón.

Cuando Silver sacó el cartel de Wanted y lo desplegó sobre la mesa, Octojin se inclinó hacia adelante, observando la imagen del hombre. Su mirada afilada recorrió el rostro nervioso y desaliñado de Boran. Era un tipo que encajaba perfectamente en la descripción de un cobarde. Octojin sabía que los tipos como él solían ser escurridizos, siempre buscando el siguiente lugar donde esconderse, pero también sabía que, eventualmente, todos cometían errores. Y aquello era lo que tenían que buscar, un error, una pista, algo que les condujese hasta él.

El tiburón esbozó una leve sonrisa, apenas mostrando sus afilados dientes, cuando Silver habló de "hacer un buen negocio". La mención de la recompensa por la cabeza de Boran le hizo pensar en el precio que podría obtener, no solo en términos monetarios, sino también en información. Al fin y al cabo, Gray Terminal no era un lugar donde alguien se quedara mucho tiempo sin hacer contactos o, al menos, sin oír algo que podría ser útil más adelante.

En la mente del escualo se empezaron a conectar ideas difusas, que poco a poco fueron cogiendo forma. Si quería llegar hasta él, había tres personas a las que podía preguntar, aunque realmente solo creía poder fiarse de dos, ya que la tercera era demasiado introvertida y no sabía de qué pie cojeaba. Con el semblante serio se rascó la barbilla, pensativo, mientras intentaba crear un camino en su mente.

—Un buen negocio, ¿eh? —murmuró Octojin, mientras sus ojos iban del cartel de Wanted a la mirada astuta de Silver —Dinero y justicia en una sola jugada. No suena mal. Nada mal.

El tiburón levantó la vista, clavando sus ojos en los de Silver. Las palabras del humano, aunque desenfadadas, llevaban una carga peligrosa. No era una sorpresa que el destino de Boran no estuviera garantizado. El tipo no tenía muchas oportunidades de salir de aquello con vida, al menos no si Silver conseguía ponerle las manos encima primero. Y, aunque Octojin no solía preocuparse por los detalles de la vida y la muerte en su cacería, el tono oscuro y juguetón de Silver le dejó claro que no habría piedad para el estafador.

Y lo cierto es que el habitante del mar no le podía juzgar. Él mismo pensaría algo muy similar si le hubieran estafado a él. Y puede que estuviese mucho más furioso y no tan calmado como aquél humano. De cualquier manera, el escualo sabía que lo difícil empezaba en ese momento. Las preguntas sin respuesta, los ojos acusadores y las pistas a seguir estaban apunto de llegar. Y ojalá que llegasen.

Octojin tomó una decisión rápida, aunque premeditada. Silver parecía ser un hombre que entendía de negocios y, al menos en aquella ocasión, había sido directo en sus intenciones. Eso lo hacía más fácil de manejar en comparación con muchos otros que se dedicaban a los rodeos y las traiciones. Si iban a trabajar juntos, prefería que fuera con alguien cuyo objetivo estuviera claro.

—Está bien —respondió finalmente Octojin, en tono firme. —Puedo ayudarte a encontrar a esa rata llamada Boran, pero mi precio sigue en pie. No soy un cazador que se mueva sin nada a cambio. Si este tipo tiene contactos útiles o información que pueda serme útil, también la quiero. Una vez consiga eso, será todo tuyo.

El gyojin agarró el cartel de Wanted que Silver había depositado sobre la mesa para verlo y memorizar su cara, y tras ello, lo pasó de vuelta hacia el humano. A pesar de que el tiburón no trabajaba para otros, no al menos de la manera en que los humanos solían hacerlo, aquella vez trabajaría con alguien más, y no en solitario. Y ya que iba a hacerlo, Octojin se aseguraría de que también tuviera algo que ganar.

Luego, se acomodó en la silla, apoyando uno de sus brazos sobre la mesa con fuerza controlada, causando un leve crujido en la madera bajo su peso.

—Así que, ¿por dónde empezamos a buscar a esta rata? —preguntó Octojin con voz grave, mientras sus ojos volvían a recorrer el rostro de Silver, buscando algún rastro de duda o engaño —Yo tengo un par de contactos que visitaré ahora. ¿Cuál era tu idea? ¿Quieres que nos veamos aquí en unos minutos?
#6
Silver D. Syxel
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Silver aceptó la condición del tiburón con una sonrisa tranquila. Boran no le preocupaba tanto por el dinero en sí, pues no le debía una suma tan grande. No, lo que realmente le importaba al capitán pirata era mantener su reputación intacta. Permitir que un estafador como Boran se le escapara sin pagar por sus engaños, era una afrenta personal. Su reputación, como pirata y como hombre de palabra, estaba en juego, y no iba a dejar que eso sucediera. En un mundo como el suyo, la reputación lo era todo. Permitirse mostrar debilidad o dejar escapar a un mentiroso no solo dañaba la imagen que otros tenían de él, sino que abriría la puerta a más traiciones en el futuro. Si dejaba que alguien como Boran se saliera con la suya, pronto habría más ratas intentándolo. Y esa era una puerta que no pensaba abrir.

Tu precio no será un problema, —respondió el capitán, manteniendo el mismo aire confiado de siempre. Era su manera de dejar claro que las condiciones de Octojin no lo inquietaban en absoluto. Mientras sus objetivos se alinearan, no tendría inconveniente en compartir información o lo que fuese necesario. —Puedes sacar a esa rata toda la información que quieras, mientras yo obtenga lo mío.— No había titubeo en sus palabras, la seguridad en su tono era tal que hasta un forastero podría entender que el pirata no aceptaría burlas ni vacilaciones.

El tiburón parecía estar reflexionando aún sobre los detalles del trato, observándolo en silencio, pero la pregunta sobre el plan a seguir llegó poco después. Silver soltó una risa suave, casi divertida, cuando la cuestión sobre el plan fue presentada. Sus planes no siempre eran meticulosos ni llenos de estrategias elaboradas. A veces, la mejor jugada era simplemente dejar que las cosas sucedieran, y eso solía funcionar bastante bien.

Normalmente empiezo dejándome ver. Ya sabes, llamar la atención y esperar a que alguien se acerque, —dijo con tono ligero, como si se tratara de la cosa más natural del mundo. Sabía cómo moverse entre las calles y los lugares más oscuros, y su presencia generaba suficiente interés o recelo en la gente como para provocar que los chismorreos empezaran a fluir solos. Era una táctica simple pero eficaz; las ratas siempre sentían el peligro antes de que llegara. Se inclinó levemente hacia adelante con una sonrisa astuta—Y me ha vuelto a funcionar en esta ocasión, —añadió, haciendo una clara alusión a su reciente encuentro con el propio Octojin. Después de todo, el tiburón había sido atraído por su presencia en la taberna, lo cual probaba que su método seguía siendo tan efectivo como siempre. Los más curiosos, o aquellos con algo que temer, solían dar el primer paso, y eso ahorraba mucho trabajo.

Casi siempre hay alguien interesado en conocer el por qué de mi presencia. Y en el peor de los casos, llamo lo suficiente la atención para que el tipo que busco se entere y se ponga nervioso.— La mención de poner nervioso a Boran le hizo pensar en lo fácil que sería hacerle salir de su escondite si jugaba bien sus cartas. A los estafadores como él, les encantaba tener el control, pero ese control se esfumaba tan pronto como sentían la presión. Y ahí es donde el capitán entraba, para apretar la soga y ver cómo los traidores comenzaban a sudar.

Syxel se levantó con calma de la mesa, sacudiendo ligeramente su chaqueta y asegurándose de que todo estaba en su sitio. Miró a Octojin con un brillo travieso en los ojos. A pesar de la naturaleza informal de su encuentro, no estaba subestimando al tiburón. Asumía que su nuevo aliado tenía su propio código de conducta, y por eso la colaboración entre ambos podía resultar útil. Una alianza temporal, basada en intereses comunes.

Si no te importa, te acompañaré a ver a esos contactos, —comentó, mientras ajustaba la chaqueta sobre sus hombros—. Me vendría bien conocer a más gente en la ciudad de la chatarra.

El capitán observó el entorno de la taberna con una mirada rápida, tomando nota mental de los rostros que ya lo habían observado. Los rumores sobre su presencia probablemente ya estaban corriendo por las cloacas de Gray Terminal. Pronto, si todo salía como esperaba, alguien se pondría nervioso.

¿Quién sabe? Puede que hasta les caiga en gracia.— terminó con una sonrisa burlona.

Mientras esperaban ponerse en marcha, Syxel reflexionó sobre la posibilidad de que los contactos de Octojin pudieran ofrecer más de lo que parecía a simple vista. Gray Terminal estaba lleno de rumores, pero también de secretos bien guardados. Si había alguien que supiera algo de Boran, podría estar entre esos personajes que el tiburón conocía, o tal vez entre los recolectores de chatarra que siempre estaban en el lugar adecuado para oír los comentarios equivocados.
#7
Octojin
El terror blanco
La decisión estaba tomada. Las palabras de aquél tipo de la barra resonaban con determinación, y aunque su seguridad era evidente, Octojin valoraba mucho la franqueza. La situación con Boran era complicada, y aquel pirata tenía claro lo que quería. Se levantó de su asiento, haciendo un ademán al camarero para pagar la cuenta de ambos.

—Yo me encargo —dijo con la calma habitual en su voz, mientras depositaba el dinero sobre la barra. El tiburón tenía su propio código de honor; una alianza debía empezar con el pie derecho.

Con Silver siguiéndolo de cerca, Octojin salió de la taberna hacia el caos de Gray Terminal. Los caminos de chatarra y desperdicios se abrían en todas las direcciones, una verdadera maraña de metal oxidado y polvo que parecía un laberinto que, a veces, no tenía final. Si no sabías moverte por allí, con total seguridad te perderías un sin fín de veces antes de alcanzar tu objetivo. Eso si lo alcanzabas. La basura tenía muchos problemas, y uno de ellos era que no le prestabas la suficiente atención, y eras capaz de pasar veinte veces por el mismo sitio sin ser totalmente consciente de ello.

—Empezaremos por Tom, un tipo que recoge chatarra. Me ayudó a encontrar madera para reparar la taberna. Y como todos los días recoge algo... Suele ver a la gente por ahí —le explicó a Silver mientras ambos caminaban. Sabía que era un contacto que no le fallaría; si alguien sabía algo, ese sería Tom.

El lugar donde solía estar Tom era fácil de encontrar: una pequeña explanada repleta de montañas de chatarra y metales mezclados con todo tipo de desechos. La estructura caótica de cables y tubos retorcidos se levantaba hacia el cielo en un desorden que solo los expertos en la basura como Tom sabían desentrañar. A medida que se acercaban, Octojin levantó la mano para saludar a un hombre delgado, con una gorra de visera rota, quien al verlo le devolvió el gesto.

—Octojin, qué sorpresa verte por aquí —dijo Tom, rascándose la barba mientras observaba al tiburón y su inusual acompañante, en el que no reparó mucho y lo aceptó con una sonrisa. — ¿Qué se les ofrece? No estarás buscando más madera, ¿verdad?

El gyojin negó con la cabeza, y se inclinó levemente hacia el chatarrero.

—De la madera ya hablaremos, estoy pensando en hacer alguna cosilla, pero ahora mismo vengo por otra cosa. Estamos buscando a alguien, un tipo llamado Boran. Dicen que podría estar por aquí, y quería saber si has visto algo raro últimamente. Este tipo tiene una foto suya, por si te vale para identificarlo.

Tom se quedó pensativo unos segundos, golpeando suavemente el suelo con el pie mientras removía su memoria. Si Silver le ofrecía la foto la miraría con cierta parsimonia.

—Boran, Boran... No me suena, pero puede que se esté escondiendo por aquí. Este lugar es grande y se meten todo tipo de bichos... Mira, no te lo puedo asegurar, pero podrías hablar con Kwen. Él suele buscar pepitas de oro entre la chatarra, y siempre está metido en líos. Puede que sepa algo. Desde luego es el que más se mueve de nosotros.

Octojin agradeció a Tom y se despidió. Siguió caminando por el mar de basura junto con Silver, buscando a Kwen. Sabía que si estaba allí, probablemente lo encontrarían en lo más alto de una montaña de metales, escudriñando entre los restos como un buitre en busca de carroña. Y efectivamente, después de unos minutos de búsqueda, Octojin levantó la vista y allí estaba: un hombre de pequeña complexión, subido en la cúspide de una pila de chatarra, mirando intensamente algo que sostenía en la mano.

—¡Eh, Kwen! ¡Aquí abajo! — gritó Octojin, haciéndole señas.

Kwen, sobresaltado por el llamado, dejó caer lo que tenía en la mano y se giró hacia ellos, con una expresión de sorpresa y alivio.

—¡Octojin! Menos mal que estás aquí. He subido hasta arriba porque me pareció ver una pepita de oro... pero nada, solo era un trozo de metal dorado. Eh, hazme un favor, ¿sí? Voy a saltar, agárrame, que me la pego si no.

El tiburón se preparó, plantando firmemente sus pies en el suelo. Kwen se lanzó al vacío y Octojin lo atrapó sin esfuerzo, sujetándolo por la espalda y bajándolo con suavidad.

—Gracias, amigo, me has salvado —dijo Kwen mientras se sacudía el polvo con una gran sonrisa. —Oye, ¿y este tipo? —añadió, mirando a Silver con curiosidad— No se ven muchas caras nuevas por aquí.

—Es un conocido mío. Estamos buscando a un hombre llamado Boran —dijo el escualo, sin perder tiempo—. Tom dice que tú podrías saber algo.

Kwen se rascó la cabeza, como si intentara sacar algo de su memoria. Durante unos segundos dejó la mirada perdida entre la chatarra. El gyojin pensó que había visto una de esas pepitas que lo tenían obsesionado, pero no. Simplemente estaba pensando.

— Boran... Me suena, sí. Creo haber visto a alguien así por el sector este, hace unos días. Iba con varias personas, no estaba solo. Pero no te puedo asegurar nada, solo me pareció ver un grupo algo sospechoso, y no conocía a nadie de ellos. Si se escondieron, probablemente estén dando vueltas por esa zona. Podría ser un buen lugar para empezar a buscar. Justo hace una o dos semanas el refugio de Glen cerró porque no podían arreglar las tuberías. Puede ser un buen sitio donde refugiarse.

Silver y Octojin intercambiaron una mirada cómplice. Parecía que estaban más cerca de encontrar lo que buscaban.

—Gracias, Kwen  —dijo Octojin, dándole una palmada amistosa en el hombro —.Nos has dado una pista. Vamos a ver qué encontramos en el sector este. Mucha suerte en la búsqueda de pepitas! Recuerda que nos conocemos si encuentras una grande y te haces rico.

Con el nuevo objetivo en mente, Octojin y Silver se pusieron en marcha hacia el sector este, la parte más escondida y desordenada de Gray Terminal. La búsqueda continuaba, y con cada paso, sentían que se acercaban más al escurridizo Boran.

—El refugio de Glen era una casa de madera que levantaron hace años y se hizo básicamente para que los sintecho pudieran refugiarse del frío. Pero dejó de tener agua hace unos meses, y han estado intentando arreglar las tuberías pero no han sido capaces. Parece que hay algún tipo de tapón que no pueden quitar. Yo no entiendo de fontanería, así que no te puedo decir más.
#8
Silver D. Syxel
-
Syxel observaba en silencio mientras Octojin interactuaba con los chatarreros. Era evidente que el tiburón tenía buena relación con esa gente, y su presencia facilitaba las cosas. Tom y Kwen no se detuvieron mucho en preguntar quién era el acompañante, lo cual le convenía al capitán. Mientras el gyojin hablaba con Tom, el pirata sacó un par de monedas de su bolsillo y las dejó en la mesa de chatarra del recolector como muestra de agradecimiento. Mantener contentos a los locales siempre era una buena inversión, por si en el futuro necesitaban seguir tirando de los hilos en ese caos de hierro oxidado.

La información proporcionada por Kwen sobre el refugio de Glen resultó ser una buena pista. Si Boran estaba escondido en algún lugar, un refugio en mal estado sonaba como el lugar perfecto para un hombre en apuros. Además, el hecho de que no estuviera solo hacía la situación mucho más interesante. El pirata ya estaba acostumbrado a que las ratas como Boran se rodearan de cómplices, aferrándose a los márgenes más oscuros de la sociedad.

El capitán no mostró mucho en su expresión cuando Kwen les dio la pista que necesitaban. Apenas una ligera sonrisa se dibujó en su rostro, lo justo para hacerle saber al chatarrero que su ayuda era apreciada. Mientras Octojin ayudaba a Kwen a bajar de la montaña de chatarra, Silver dejó caer otro puñado de monedas en la mano sucia del hombre, asegurándose de que la información fluyera siempre en la dirección correcta. El sonido metálico de las monedas contra los dedos callosos fue lo último que escucharon antes de seguir su camino.

Cuando ambos se encaminaron hacia el sector este, el capitán permaneció en silencio unos momentos, evaluando las posibilidades. Esa parte de Gray Terminal era una de las más ocultas y caóticas, perfecta para alguien que buscaba desaparecer. Si Boran y su grupo estaban realmente allí, la siguiente fase del plan sería sacarlos de su escondite. Syxel dio un trago a su petaca mientras caminaban y luego volvió a guardarla en su chaqueta. Desvió la mirada hacia el tiburón que lo acompañaba.

Un refugio en el sector este, ¿eh? —comentó, con su tono despreocupado—. Es justo el tipo de agujero donde una rata como Boran se escondería. Y si realmente no está solo, esto podría ponerse interesante.

El pirata tendía a preparse para el peor de los escenarios. Si el objetivo tenía aliados, podrían enfrentarse a algo más que simples estafadores, y eso significaba que debía estar alerta. Mientras avanzaban entre las montañas de chatarra, su mirada, aunque relajada, no dejaba de examinar cada rincón, como si cada sombra pudiera ocultar un peligro inesperado. El lugar era traicionero, pues los más desesperados siempre resultaban ser los más peligrosos.

Tras caminar un buen rato, las estructuras de metal y desechos comenzaron a volverse más caóticas, lo que les indicaba que estaban cerca de su destino. Syxel se detuvo un momento, observando los alrededores. Frente a ellos, una estructura semiderruida destacaba entre los montones de basura. Aunque llena de escombros, era evidente que había sido una casa en algún momento. El pirata esbozó una sonrisa. Era un buen sitio para que alguien como Boran se escondiera. Tras prepararse mentalmente para lo que estaba por venir, y con una sonrisa burlona en los labios, miró al gyojin.

¿Qué dices, amigo? ¿Llamamos a la puerta o la echamos abajo? —bromeó, aunque la chispa en sus ojos dejaba claro que estaba listo para cualquier cosa que pudiera salir de aquella estructura medio en ruinas.
#9
Octojin
El terror blanco
Octojin avanzaba en silencio junto a Silver, observando y reflexionando sobre cómo el pirata había dejado caer monedas cada vez que conseguían información o ayuda. Incluso por el simple hecho de haber respondido la pregunta en una ocasión. El tiburón no sabía si aquello era una costumbre peculiar de Syxel o, por el contrario, estaba extendido en el mundo de los humanos. ¿Hasta qué punto era aquello normal? Dar dinero a cambio de esfuerzo o información, o a modo de agregar un tipo de recompensa. ¿Estaba intentando comprar lealtades, o simplemente era agradecido? Aunque no comprendía del todo el motivo detrás de esa generosidad, una cosa estaba clara: funcionaba. La gente parecía más dispuesta a colaborar cuando había monedas de por medio, y en un lugar como el Gray Terminal, eso era esencial para mantenerse con vida.

Aunque en su interior el tiburón agradecía ese gesto, ya que no tenían ninguna obligación de ayudarle, no terminaba de comprenderlo. Pero aquello era lo de menos. La sonrisa de los lugareños al recibir unas monedas era suficiente para que el tiburón dejase de darle importancia a aquello. Si realmente el pirata buscaba aprovecharse de ellos, al menos que lo hiciera con unas monedas de por medio.

Caminaron entre montañas de chatarra, mientras la conversación sobre el posible escondite de Boran revoloteaba en la mente de Octojin. Un tipo que parecía escurridizo se debía de ocultar en una ratonera, estaba claro. La estructura que les habían descrito no tardó en aparecer frente a ellos: una casa semiderruida, medio oculta entre los restos de lo que alguna vez fue un sector poblado y que ya tenía pocas señales de ser frecuentado. A primera vista, parecía el tipo de lugar donde cualquier persona desesperada podría esconderse, y si Boran estaba allí, seguramente no estaría solo. O puede que si, en caso de que no fuese demasiado listo.

Cuando Silver le preguntó si prefería tocar la puerta o derribarla, Octojin dejó escapar una leve sonrisa.

—Mi estilo es a la fuerza —respondió con naturalidad, mientras daba un paso al frente, colocándose frente a la puerta. Observó a Silver y le hizo una señal, indicándole que él, siendo más rápido y ligero, debía entrar primero. Octojin tomaría el segundo lugar para asegurarse de que nada escapara de su alcance.

Con un solo golpe de su potente pierna, el habitante del mar lanzó una patada directa contra la puerta. La madera, vieja y podrida, no ofreció resistencia y se partió en dos con un estruendo. Sin perder el ritmo, el gyojin extendió sus enormes brazos, arrancando los restos de la puerta de cuajo, despejando por completo la entrada para Silver.

El sonido del impacto resonó en la estructura, alertando a cualquiera que estuviera dentro de la casa, por lo que de haber alguien, estaría ya alertado, así que debían ser rápidos. Octojin permanecía alerta, con sus sentidos de tiburón activados, oliendo el aire mientras su mirada escudriñaba la penumbra del interior. Había movimiento más adelante, aunque aún no podía distinguir cuántas personas se encontraban allí. Su instinto predador se activó, y una parte de él deseaba un enfrentamiento directo, algo que le permitiera liberar esa energía contenida y atrapar a su objetivo, pero algo le decía que era posible que no fuese tan fácil.

Una vez Silver se deslizó hacia el interior, Octojin lo seguiría, llenando la entrada con su imponente figura y obligándose a agacharse para no golpearse con la cabeza en el bajo techo de la estructura semi-derruida. El ambiente dentro era denso y oscuro, y el olor a humedad y metal oxidado llenaba el aire. También había una mezcla a orín y comida. Sus ojos se movían rápidamente, buscando cualquier señal de Boran o sus posibles aliados. Cualquier víctima a grandes rasgos. Este era el tipo de lugar donde las ratas de ciudad como Boran se escondían, y Octojin estaba listo para lo que viniera.

—No creo que tengamos que esperar mucho —dijo en voz baja, con un tono que mezclaba determinación y expectativa.

Estaban en el lugar correcto, lo sabía. Ahora solo quedaba ver quién estaba lo suficientemente desesperado como para enfrentarse a ellos, o si Boran se rendiría al ver que ya no tenía escapatoria.
#10


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