Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
[A -T1] [Autonarrada] Iniciando el viaje
Juuken
Juuken
Dia 56 de invierno del año 722

Las semanas, los meses y hasta los años. Todos ellos habían pasado demasiado rápido. Todavía recordaba aquél primer momento en el que me encontré con ellos. Mi primer impulso fue intentar atacarles, pero en ese momento no tenía fuerza alguna. Había caído inconsciente en aquellas ruinas.

Fue entonces cuando debí haber comprendido que ellos no eran quienes buscaban hacerme daño. Más bien al contrario. Me rescataron y me cuidaron. Sanaron mis heridas, incluso aquellas que desconocía que tenían. Esos dos resultaron ser los padres de Juuni. Cuyo verdadero nombre, resultó ser Layla.

Durante unos dos años había viajado con ellos. No tenía clara la noción del tiempo, en alta mar todos los días eran iguales, y siempre íbamos viajando de un lugar a otro. Hasta donde tenía entendido, Tom era comerciante, y se dedicaba a transportar mercancía entre una isla y otra, ganando berries por esos transportes. Yo no lo entendía muy bien, pero tampoco era algo que me interesara demasiado.

Si había algo que sí llamase mi atención, era la propia navegación. Cada dos por tres, Marin daba órdenes a todo el mundo; asegurar las jarcias, desplegar velas, soltar cabos, subir a las vergas y atar las telas... todos ellos eran conceptos que me fascinaban, puesto que cuando ella se ponía al timón, todo el barco trabajaba para ella, y era quien decidía el rumbo, quien navegaba y trazaba su propio camino. Ella misma guiaba su vida hasta el próximo destino.

Pero si algo aprendí, era que todo lo que empezaba tenía un final. No quería seguir encasillado allí. Había algo que quería hacer, y que veía difícil lograr en esa situación. Durante muchos años se me había privado de la elección, y de la libertad. No sabía cuántas cosas desconocía de ese mundo, no sabía absolutamente nada, tan solo lo que había aprendido de los libros de navegación de Marin. Quería ver mundo, conocer otras culturas. Y no podía hacer eso mientras continuase con Tom y Marin.

La despedida no fué sencilla, si hubiera sido por Tom, no habría abandonado ese barco. Al final cedió, no sin antes obsequiarme con una de sus propias armas. Un magnífico sable de batalla. Tom me contó que su abuelo fue marine, y que esa era un arma que le había pasado a él. Parecía algo muy personal cuando me lo contó, y no estuve dispuesto a aceptarla. Sólo le faltó rogarme de rodillas para que aceptada quedármela. Posiblemente jamás entendería esa obsesión con que yo la obtuviera.

La marina. Según me contó Tom, son siempre los buenos, aquellos que dan apoyo a los ciudadanos cuando están en peligro, quien se encarga de protegerlos. Aunque nunca le vi convencido de sus propias palabras, siempre citaba que se trataban de palabras de su abuelo. Tom se encargó de que tuviera muy presente que si alguna vez tuviera un problema, debía intentar toparme con un marine para que me ayudase. Posiblemente no se esperaba que acabara dejando su barco y navegando por mi cuenta.

Había pasado ya dos días desde que su barco había zarpado. Me habían dado tanto que me sentía mal de dejarles, sobre todo cuando les ví alejarse con los ojos llenos de lágrimas, pero conteniendo el llanto. Esa tarde había sido un poco emotiva, habían dejado su trabajo de lado, decidiendo quedarse un día más allí, solo para estar 100% conmigo. Realmente habían sido como los padres que nunca sé si realmente tuve.

Me quedé en el puerto, observando el barco alejarse. Por primera vez, en toda mi vida. Estaba realmente solo, y así lo sentía. Con ese arma atada a la cintura comencé a avanzar por el puerto, decidí salir a la aventura, pasaría algunos días por allí y después buscaría otro barco mercante para continuar viendo mundo. El destino sería incierto, pero era la vida que había elegido. Veía gente por todas partes, ya no tenía ese temor de que volviesen a encerrarme, y más con el poder que tenía ahora, serían incapaces de hacerme daño de nuevo. Por lo menos ahora comenzaba a controlarlo con mayor soltura, esa akuma no mi.

Un grupo de hombres llamó mi atención, aunque más bien fue al revés, se quedaron mirándome mientras se reían por lo bajo entre ellos. No le di mayor importancia, por lo que avancé sin fijarme en ellos. Unos metros más adelante me di cuenta de que me seguían mientras continuaban cuchicheando. Traté de perderles de vista, pero acabaron arrinconándome en un callejón. Me rodearon y me quedé completamente expuesto a ellos. No sabía que pretendían, pero estaba claro que nada bueno.

-Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? Un niño con un juguete muy caro.

Ese hombre parecía ser el que los lideraba. Un tipo alto, cerca de dos metros, vestía unas ropas muy oscuras y algo desarrapadas. Su pelo, de tono verdoso, tal vez por la mugre que les cubría a todos, le tapaba media cara, por lo que solo podía ver su ojo derecho. Se acercaba a mí con las manos en los bolsillos, era muy alto y bastante imponente. Detrás de él dos de sus secuaces, detrás de mí, al otro lado del callejón, dos más. Si quería salir de allí, probablemente solo tenía una alternativa.

-¿A quién le has robado esa hoja chico?

No sabía ni de qué hablaban, pero no había robado nada. Me puse en guardia, esperando el momento oportuno. Ese tipo llegó a estar justo frente a mí. Posó una de sus manos en mi cabeza, instantáneamente me quedé preparado para cubrirla con mi poder, pero no lo hice todavía.

-Vamos muchacho, dámela, yo te la cuidaré mejor.
-Eso niño, de lo contrario alguien podría robarte ese precioso sable -inquirió uno a mi espalda.
-Exacto. Nosotros cuidaremos de ella para que nadie la robe. ¿Qué te parece chico?

Sonrió con un gesto de superioridad. Había prometido a Tom que nunca dejaría que nadie me la arrebatase. Ese arma había sido muy importante para él, y no dejaría que nadie que no fuera yo le pusiera un dedo encima. Les veía esperando una respuesta, sin embargo notaba su impaciencia. La mano sobre mi cabello parecía estar reprimiéndose de apretar, sentía ese instinto y esas ganas de destrozarme la cabeza si me negaba. Tal vez incluso si tardaba en responder más de la cuenta. No les hice esperar más

Sonreí mirándole, podría considerarse un gesto de confianza, tal vez pensaran que me habían convencido, al estar en desventaja me debería sentir en un peligro inminente. Completamente rodeado y superado en número. Esos tipos no contaban con algo. Estaba acostumbrado a estar superado.

Cubrí mi brazo derecho con ese elemento cristalino, increíblemente duro. Al momento mi puño se dirigió directamente a la entrepierna del peliverde. Un fuerte golpe seco que provocó un tremendo espasmo en su cuerpo, lo que hizo que se agachase llevando sus manos a cubrir sus partes. Ahora era él quien tenía la cabeza más baja que yo. Ahora veía claramente que el color de ese pelo, evidentemente era de suciedad.

-Maldito hijo de... -farfulló un breve instante.

Un segundo golpe ascendente, con el mismo brazo cubierto, cortó su frase. Mi puño chocó con su barbilla. Su espalda volvió a ponerse recta, pero fué más allá, salió despedida hacia atrás, chocando con la nuca en la pared del edificio de aquél callejón. Con un sonoro golpe cayo al suelo, sangrando por la cabeza, los ojos completamente en blanco ¿Acaso lo habia matado?

-¡JEFE! -gritaron los otros cuatro al unísono.

Al momento comenzaron a lanzarse los cuatro a la vez. Eso sí podría implicar un buen problema. Desenfundé el arma, saqué el sable a la par que llegaban dos de ellos ejecutando un corte horizontal. El grito de dolor fue estremecedor, la sangre salpicó en las paredes de aquel callejón, unos dedos eran seccionados de una mano por ese corte, y su compañero solamente caía al suelo, queriendo gritar tan fuerte que su garganta simplemente no emitía sonido alguno.

Con dos prácticamente fuera de juego quedaban los otros dos. Bloqueé con mi brazo a uno de ellos, a la par que ejecutaba ese tajo. Una punzada me recorrió el brazo derecho. A la altura casi del hombro me habían dado un corte con un cuchillo. Retrocedí, tenía un lado libre, el hombre sin dedos había salido despavorido del lugar, movido por el dolor. Cambié mi arma de mano, con la diestra era más habilidoso. Cubrí el brazo izquierdo con mi poder. Me preparé para el ataque de nuevo.

A esos dos ya no los cogía por sorpresa, pero por fortuna el corte en mi brazo no había sido muy profundo. Uno iba armado con un cuchillo, mientras que el otro iba desarmado.

-Te arrepentirás de esto, mocoso -dijo el tipo del cuchillo, confiado de sí mismo.

Se lanzaron a por mí los dos, bloqueé sus ataques, no me daban opción a contraatacar, por lo que tendría que pensar en algo. Tal vez fuera arriesgado, pero era la única opción que se me ocurría, y no tenía mucho tiempo que pensar. El cuchillo apuntaba directo hacia mi. Dirigí un puñetazo directo hacia ese mismo cuchillo. No era la primera vez que gracias a ese poder había podido bloquear cuchillas, lo comprobé entrenando con Tom, quien nunca había ido en serio conmigo, pero se asustó cuando vio que me golpeó, sin querer, con el filo del arma. Era una posibilidad a tener en cuenta.

Mi puño impactó directamente contra la hoja, la cual acabó partiéndose, una parte quedó un poco clavada entre mis dedos, que continuaban hacia adelante, directo al rostro de aquél bandido. Su propia hoja se le clavó atravesándolo el ojo derecho. Cayó al instante, con la cara ida. Inerte. El último que quedaba retrocedió un par de pasos. No iba a dejarle escapar.

Salte hacia adelante, golpeandole y haciéndole caer al suelo de culo. Pisé sus brazos para cortarle todo movimiento y amenace su garganta con la punta de mi arma.

-¿A dónde vas? -pregunte con una sonrisa- Si estás dispuesto a matar. Debes estar dispuesto a morir -hice una pequeña incisión en su cuello, del cual comenzó a brotar sangre. Pude ver el terror en su expresión.
-No. Por favor, para -comenzó a rogar-. No volveré a hacerlo, lo juro.
-Buscáis gente fácil a quien robar. Matáis sin pensar a gente inocente que os planta cara -no estaba seguro de eso último, pero estaban dispuestos a hacerlo conmigo-. ¿Por qué debería creerte?
-Lo juro -extendió las palmas hacia arriba en muestra de redención-. Era culpa de Jon -dijo señalando al peliverde con la cabeza-. Fué él quien se encaprichó con tu espada. Yo solo le seguí porque era mi primo, pero he aprendido la lección. Por favor, yo no he hecho nada.

Pude ver como sus ojos comenzaban a humedecerse, iba a llorar. Tal vez tan solo fue un pobre tipo que se dejo influenciar por otra persona. Se leía un claro arrepentimiento en ese tipo. No parecía mala gente. Aparté el sable, levanté los pies liberando sus brazos. Se levantó con miedo mientras continuaba sosteniendo el arma de forma amenazante, aguardando por si se le ocurría cometer alguna segunda imprudencia a ese hombre

Me quedé mirándolo directamente, su cara era de profundo terror. Le lancé una sonrisa tratando de calmarle.

-Vete -dije sin titubear.

Él salió despavorido, tropezando y gimiendo mientras se llevaba una mano a la herida de su cuello. Mire a mi alrededor, había tres cuerpos sin vida. Uno con un fuerte golpe en la cabeza, y parecía que hasta el cuello se le había roto. El segundo tenía un corte bastante profundo en el abdomen, del cual aún salía sangre de su cuerpo, así como algo de sus vísceras. El último tenía un trozo de metal roto clavado en un ojo. Nada de eso era lo que había buscado, pero tampoco me arrepentía, tan solo eran maleantes, criminales sin corazón ni sentimientos que poco les importaba arrebatar una vida por cometer un robo.

Limpié la hoja con la camiseta del líder de aquellos tipos, realmente no estaba seguro de si estaba muerto o inconsciente, solo le había pegado dos puñetazos, no había sido para tanto. Lo moví con una pierna, no se movía. Dudaba que nadie llorase la pérdida de alguien como él, por lo que tampoco me importó mucho realmente.

Salí de aquél callejón, no había mucha gente alrededor, y las calles parecían frívolas y bastante oscuras, ahora que nadie me seguía me daba cuenta de ello. Busqué un lugar donde hospedarme aquella noche. Marin me había dejado unos berries para poder pasar estos primeros días, desde ese punto ya todo dependería única y exclusivamente de mi. Una aventura arriesgada, pero a la vez emocionante.

No podía esperar a ver que me deparaba la vida.
#1
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