¿Sabías que…?
... el famoso anime One Piece, del año 1999, está basado en el también famoso manga One Piece. Otra curiosidad es que el autor de ambas obras es Eiichiro Oda.
[Común] [C - Pasado] Se puede ser elegante y ordinario al mismo tiempo
King Kazma
Shiromimi
21 Primavera del 724

Al final no había encontrado ningún lugar donde quedarse. Hacer mucho ruido en esa ciudad era peligroso debido a la elevada presencia marine, así que no podía simplemente colarse en una casa y pelear con los dueños o con los empleados de un hotel para que lo dejaran en paz. Si llamaban a la Marina, alertarían sobre su presencia, y siendo un mink era fácilmente identificable, ya no podría ir tranquilo por ahí. Así que se tuvo que conformar con un hueco que encontró en un tejado. En otra época se habría preocupado por la temperatura, ya que no era agradable pasar frío o calor, pero ahora ya no le importaba si hacía frío como para nevar o si se tumbaba contra una chimenea encendida, simplemente no sentía los cambios de temperatura. Bueno, sí los sentía, pero no los notaba como antes, no tiritaba de frío ni se quemaba de calor, simplemente sabía si algo estaba frío o caliente. Era una sensación extraña, pero le permitiría dormir al raso sin preocuparse por la hipotermia. Su única preocupación entonces era la lluvia, y no llovió nada en toda la noche.

Eso sí, aunque no llovió, sí que se despertó cubierto por una fina capa de gotas de agua que se condensaron sobre su cuerpo. El rocío de la mañana era molesto pero… Probó a calentar todo su cuerpo un poco, nada como para provocar un incendio, pero sí suficiente para evaporar esa fina capa de agua. Seguía encontrando más usos útiles a esa fruta conforme avanzaba el tiempo. Teniendo en cuenta las historias que había sobre esas frutas, había tenido suerte de que le tocara algo a lo que podía sacar partido. Una vez había oído una historia sobre una fruta que daba el poder de producir muchos mocos, lo que sonaba asqueroso y tremendamente inútil, pero tampoco sabía si podía fiarse de esas historias sobre poderes absurdos, las había muy detalladas como para pensar que eran simples bromas.

A pesar de que no había amanecido todavía, se levantó y bajó del tejado que había sido su cama esa noche. Una cama dura y para nada cómoda y que le obligó a estirarse bien antes de ponerse a caminar para desentumecer los músculos. Pese a lo intempestivo de la hora, las tiendas ya estaban abriendo sus puertas y los puestos de las calles ya estaban llenándose de mercancía para vender. No le vendría nada mal algo para desayunar, así que birló una manzana mientras la dueña del puesto no miraba para alzar una cesta de otras frutas que colocar. Fue lo suficientemente listo como para no empezar a comerla hasta doblar una esquina, guardándola en el bolsillo de su chaleco, no fuera a verle. Pero mientras le daba un segundo mordisco a la pieza de fruta, chocó con dos tipos. Uno de ellos se puso todo alborotado porque la manzana, que había acabado en el suelo, le manchó un zapato, y le exigía una compensación. – Deberíais ser vosotros los que me compraseis una manzana nueva, ¡si no miráis por dónde vais acabaréis con mucho más que los zapatos sucios! -
#1
Lemon Stone
-
-¡Que llooooro por ti! ¡Que llooooro sin ti! ¡Que ya lo entendí! ¡Que no eras para mí! Y lloro…  
 
Lemon cantaba a vivo pulmón, una botella de ron a medio vaciar en su mano derecha. Le daba igual que hubiera gente que se despertaba temprano por la madrugada para ir a trabajar. Era deber de un revolucionario interferir en la cotidianidad de los civiles. Además, tenía una buena razón para cantar canciones de desamor a esas horas de la madrugada. Bea, la muchacha que había conocido el otro día, se iba a casar… ¡Y ni más ni menos que con un campesino! ¿Acaso los poemas de amor, las entregas de amor y las caricias de un joven apuesto, rubio y adinerado, no fueron suficientes?
 
Esperaba que el alcohol sanara su maltrecho corazón, pero desde niño que tenía una gran tolerancia a los destilados. Por lo mismo, deseaba que el tabaco que se fumaba fuera a matarle antes de que lo hiciera la tristeza. Sin embargo, no sucedía ni la una ni la otra. La vida era cruel, sobre todo para los jóvenes esforzados y desvalidos como Lemon Stone.
 
Una escena prometedora le sacó de su depresión, avivando las cenizas del rebelde que se hospedaban en su interior. Podía oler una batalla, y una de las buenas. No había nada más revolucionario que salir de la cantina en la madrugada y pegarse con unos matones de mierda. Bueno, puede que detener el tránsito y dejarse crecer los vellos de la axila fuera más trascendental, pero una pelea era un buen comienzo.
 
Lemon aguzó la mirada como si le costara ver lo que tenía en frente, o más bien del otro lado del callejón. Había dos hombres, de eso no tenía ninguna duda. No obstante, ¿quién o qué era esa cosa que se les paraba con tanta determinación? Blanco, peludo y tierno. No había ninguna duda. ¡Había encontrado al primo de Castor! Jamás pensó que acabaría encontrándose a un marsupial en mitad de Loguetown, y encima uno adicto a las batallas. Había escuchado que a los canguros les gustaba pelearse contra humanos, aunque hasta ese momento creía que solo se trataba de un mito para ahuyentar a los turistas indeseables (gente de piel color barro, básicamente).
 
Infló el pecho y los pectorales, como si fuera cierto personaje adicto a la espinaca, y atravesó el callejón. Nadie se metía con los canguros: nadie.
 
-¡Alto ahí, gente de color humilde! -gritó, el viento sacudiendo sus hermosos cabellos rubios-. ¡Acabo de llamar a los derechos internacionales de los animales! ¡Pronto habrá un centenar de mujeres apestosas y veganas listas para cancelarlos!
 
Creía que sus palabras perfectamente escogidas iban a tener un impacto más significativo, pero en cambio recibió un puñetazo directo a la cara.
#2
King Kazma
Shiromimi
Obviamente había sido tanto culpa suya como de aquellos tipos, ninguno iba mirando bien por dónde iba y acabaron chocando. El zapato tenía una solución bien rápida, le pasaba un trapo y como nuevo. Pero su manzana se había contaminado al caer al suelo, llenándose de pequeñas piedritas, tierra y una rama diminuta. Además, a saber quién había pisado por ahí, o si algún perro había meado… No, esa manzana ya era irrecuperable. Cierto que no le costó nada, pero el robo fue un riesgo, un riesgo que asumió y al final no obtuvo más que dos mordiscos como beneficio. No era suficiente beneficio por el riesgo a que lo pillaran robando y empezaran a buscarle los marines. No, definitivamente iban a compensarle por aquella pérdida o iban a tener problemas, sin importar si por ello llamaba la atención y acababan persiguiéndole marines por toda la ciudad.

Pero antes de que pudieran replicarle, una cuarta persona intervino. Era un tipo extraño que empezó a hablar con unas palabras todavía más extrañas. ¿Gente de color humilde? ¿A qué se refería ese tipo? Y luego derechos internacionales de los animales… Sabía que su aspecto era el de un conejo humanoide, pero no era un animal en el sentido feral de la palabra. Aunque podía intuir que estaba de su parte, no pudo evitar sentir repelús ante un comportamiento y unas palabras tan… peculiares. Es decir, King llamaba la atención allá dónde fuera porque era un mink y su vestimenta contrastaba mucho con su color natural, pero aquel tipo actuaba deliberadamente de forma que hacía sonar todas las alarmas. O al menos quería creer que era deliberadamente, porque la alternativa era que aquel hombre actuaba así todo el tiempo porque era su forma de ser.

No tuvo mucho tiempo a decir nada más, pues uno de los que le estaban reclamando por el zapato sucio le propinó un puñetazo en la cara. Aquello debía doler… Por mucha grima que le diera, lo cierto era que aquel hombre había acudido a ayudarle… fueran cuales fueran sus motivos, así que lo mejor que podía hacer era devolverle el favor y así quedar en paz. – No sé quién eres, pero acabando pronto no vendrá la Marina a tiempo. – Dijo, pisando el pie del tipo del zapato con el talón y luego propinando un puñetazo hacia arriba a su mentón, provocando que cayera al suelo de espaldas. El otro se giró y gruñó al ver a su compañero en el suelo, frotándose la barbilla y la nuca, ya que debió haberse golpeado la cabeza. Entonces, de un movimiento más rápido de lo que había previsto, cerró su mano alrededor del cuello de King.
#3
Lemon Stone
-
El puñetazo le molestaba casi tanto más que las ganas de vomitar encima de esos abusadores. ¿Acaso no se daban cuenta de que meterse con un pequeño canguro estaba mal? Dentro del estatuto interno del Ejército Revolucionario, y haciéndole caso a la Supervisora de Mascotas Rebeldes, ningún rebelde podía permitir el maltrato animal.
 
El canguro actuó raudo, como si de pronto hubiera sido poseído por un rayo o algo así, cualquier metáfora cool es válida aquí. Sin embargo, uno de los contrincantes respondió como se esperaría de una pelea callejera donde no había reglas ni códigos. Lemon hizo a un lado al hombre que tenía en frente con la fuerza de un padre que toma a su bebé en brazos, y avanzó con paso firme hacia el matón que había cerrado su mano alrededor de cuello del canguro.
 
Haciendo gala de una fuerza sobrehumana, cogió el antebrazo del matón y le miró con cara de pocos amigos.
 
-Escúchame, cara de ano sin afeitar, porque no me gusta repetir las cosas. Le pedirás disculpas al canguro y nos dejarás tranquilos a él y a mí, de lo contrario, no dudaré en usar mi rompenueces en tus testículos. -La amenaza sonaba bien y un tipo alto y fornido se ve intimidante, muy intimidante-. Ahora, quiero… Quiero… que…
 
El puñetazo de antes había revuelto algo más que las infinitas neuronas dentro del magistral cerebro de Lemon, y siendo incapaz de evitar el trágico futuro que le deparaba a todos los allí presentes, se dejó llevar por las misteriosas fuerzas del destino.
 
Una arcada, de esas asquerosas, fue sucedida por un chorro de vómito amarillo y con trozos de carnecita a medio moler. El líquido semiconsolidado inundó al matón, ensuciándole el bonito traje que seguramente había comprado en una tienda de empeño. El tipo estuvo anonadado por los primeros tres segundos, intentando entender por qué Lemon había hecho eso, y entonces reaccionó como se esperaría de alguien que acababa de ser vomitado: con más vómito.
 
El matón expulsó un chorro medio candente, proveniente de lo más profundo de sus fétidas entrañas, y manchó la exclusiva camisa de Lemon.
 
-¡Maldito imbécil! ¡Me acabas de vomitar encima! ¡Acabas de arruinar mi camisa! ¿Sabes cuánto cuesta? ¡Tu madre tendría que ser prostituta por 10 vidas para recién pagar una décima parte de esta tela! -se quejó Lemon, cerrando los puños para golpear al idiota que le acababa de vomitar, pero el asco le ganó.
 
Y lo que comenzó como una riña entre idiotas, acabó como una batalla de vómitos.
#4
King Kazma
Shiromimi
Llevaba dos años defendiéndose de gente como aquella y peor. Que le agarrara el cuello y apretara para impedirle respirar y que pasase la sangre a la cabeza no iba a convertirlo en un ser indefenso de golpe y sopetón. ¡Pero dolía! Sus pulmones ardían por la falta de aire, ya que el tipo lo pilló desprevenido justo antes de inspirar para renovar el aire. Y el escaso riego que le llegaba al cerebro sólo estaba acelerando las cosas para el tipo del traje. Desde luego no eran unos simples banqueros. Llevó sus manos a agarrar el antebrazo del hombre que pretendía dejarlo inconsciente a base de cortarle el riego sanguíneo y apretó con fuerza, tratando de romperle los huesos a base de ejercer presión.

Pero no fue necesario. El hombre que decía cosas raras intervino diciendo cosas todavía más raras. ¿Cómo que canguro? Lo único que tenía similar a un canguro era que saltaba, ya está. No sabía de dónde había salido un sujeto tan irritante como aquel, pero si quería acabar allí antes de que apareciera la Marina alertada por la gente de alrededor, debería hacer equipo con él. Cosa que resultó ser incluso más difícil de lo que imaginó en primera instancia, pues se puso a vomitar por encima al del traje, arruinándolo por completo. Si se ponían hechos unas fieras por una mancha de manzana en unos zapatos que se iba con una pasada de un paño húmedo, ¿qué pasaría con eso?

El vomitón número uno consiguió su objetivo, pues el otro lo soltó, haciendo que se llevara la mano al cuello y respirara a bocanadas. Eso sí, se alejó unos pasos de las fuentes de comida a medio digerir y bilis pues no quería que le salpicara. El otro hombre, el del zapato, los miraba tan incrédulo como él. En un momento se miraron y ambos parecieron pensar lo mismo y asintieron. No merecía la pena pelear con ellos en medio, así que se alejaron para continuar resolviendo sus diferencias. – No… No quiero tener nada que ver con ellos. Se me han ido hasta las ganas de pegarte… - Dijo el hombre, tratando de no mirar a la guerra de vómitos pero no pudiendo resistir la tentación de vez en cuando. King, por su lado, también había perdido un poco las ganas de pelear al ver algo tan… raro.
#5
Lemon Stone
-
Había hecho un gran trabajo. Puede que sus métodos no fueran los más tradicionales ni moralmente correctos, pero nadie podía dudar de sus resultados puesto que había detenido una pelea que, de no ser por su intervención, habría terminado con un canguro maltratado y unos cuantos extras tras las rejas. Gracias a ello, ahora se sentía un poco mejor y ya no tenía ganas de vomitar. Eso sí, necesitaba cuanto antes un nuevo traje porque el que llevaba puesto olía un poco… mal. Y digamos un poco para no detallar el hecho de que apestaba a vagabundo con sarna.
 
Miró a su compañero, a la criatura peluda y parlanchina que había jurado internamente proteger, y le levantó el pulgar en señal de victoria.
 
-Lo hemos logrado, compañero -le dijo al canguro-. Estamos a salvo, por ahora. Los inadaptados sociales nunca se cansan de traernos problemas a la gente de bien. Una vez, un pobretón cualquiera entró a una de las fincas de papá porque “quería algo para comer”. Mi hermano mayor lo alimentó bastante bien con tres riflazos en el pecho.
 
Quizás su historia no cayera demasiado bien a alguien que, por lo visto, carecía del dinero suficiente para comprarse prendas adecuadas. Sin embargo, Lemon formaba parte del Ejército Revolucionario y estaba aprendiendo a no juzgar a los demás por la cantidad de billetes que tuvieran en sus billeteras, o con la ropa que vestían, o con las veces que iban por año a resorts de lujos… Todo eso había quedado en el pasado. Ahora era un hombre nuevo -que sufría de corazón roto- y esperaba mejorar.
 
Una vez todo se calmó y el callejón apestaba a vómito y a otras… fragancias para nada apetecibles, Lemon se volteó a su nuevo camarada, a su nuevo compañero. ¿Querría unirse al Ejército Revolucionario si se lo preguntaba con educación y humildad? Era mejor que trabajar en el circo como… Espera, no. ¿En qué quedamos sobre no juzgar a los demás por su apariencia?
 
-Creo que te hecho pasar un mal momento con todo esto, ¿por qué no vamos a un bar y me dejas compensarte como corresponde? -le preguntó, pensando en lo mucho que le gustaría zamparse un kilo de carne de res con una buena y costosa copa de vino.
#6
King Kazma
Shiromimi
La situación era ridícula, sinceramente. Ya no sabía si atraerían a los marines por violencia pública, indecencia o por ensuciar las calles. Hasta se le había quitado el hambre, ya no quería una manzana. El compañero del que estuvo vomitando se largó sin querer saber nada de su amigo, poniendo cara de asco y tratando de contener sus propias arcadas. El otro directamente se marchó mientras el estómago no se le llenaba de bilis, aprovechando ya que así no podía vomitar. Suponía que iría a lavarse, aunque fuera tirándose al mar. Por su parte, King había visto ya unas cuantas veces cosas que harían vomitar a cualquiera, algunas causadas por él mismo, así que tenía cierto aguante… pero seguía sin ser agradable una escena como aquella.

Sintiendo el estómago revuelto, se alejó del tipo que le ayudó cuando se volvió hacia él. Era el humano más raro que había conocido, y casi todos los que había conocido en su vida eran humanos, así que eso hablaba mucho de aquel hombre. Y la forma en que contó aquella historia sobre su hermano mayor… En serio. ¿Qué pasaba con él? Veía normal meterle tres tiros a alguien que iba pidiendo ayuda. A ver, él mismo dependiendo de lo pesado que fuera el vagabundo tal vez lo noquearía, pero no acabaría con su vida sólo por intentar conseguir dinero sin robarlo. Y lo peor de todo es que quería invitarle a algo en un bar… después de semejante espectáculo grotesco.

-Será mejor si te das una ducha primero… con la ropa incluida. Pero… ¿en serio tienes ganas de comer o beber tras vomitar tanto? – Uno normalmente se quedaba con mal cuerpo tras vomitar. Dolor de garganta, mal sabor de boca, el estómago revuelto… Ir a comer justo después de eso no podía ser bueno… ¿verdad? Él no era médico, pero el sentido común podía adivinar muchas cosas. Lo cierto allí era que aunque realmente no le debía nada, pues habría podido él solo con aquellos dos mindundis, sí que le había ayudado, y era un humano. No podía simplemente dejar que un humano así se fuera sin hablar un poco con él, por tarumba que estuviera. Tan raro como era y tan mal de la cabeza como estaba, también era una persona inusual en el sentido de que no le trataba distinto por ser un mink… un canguro como decía él. – Y no soy un canguro. ¿Nunca has visto a un conejo? – Sí, ambos saltaban, pero el canguro tenía una cola que usaba como tercera pata mientras que la suya era un pompón de pelaje.
#7
Lemon Stone
-
Las sugerencias del canguro fueron apropiadas e inteligentes, incluso mostró cierto grado de preocupación por el héroe que lo había salvado. Era una criatura considerada y humilde, razón suficiente para estar en contra del maltrato animal y los zoológicos. ¿Acaso no es más fácil tomarse vacaciones, viajar por el mundo y conocer a los animales en su hábitat natural? Eso de verlos tras las rejas como delincuentes…
 
-No he vomitado tanto, ha sido lo normal -respondió Lemon, una sonrisa despreocupada en su rostro-. Y soy fuerte como una montaña, puedo resistir unos cuantos chorros más, pero me da hambre enseguida. Podré ducharme y cambiarme de ropa en el hotel que me estoy quedando, y ahí mismo hay un buen restaurante. Pasemos una buena mañana para luego irme a dormir, que estoy algo cansado.
 
Después de unos breves segundos, Canguro dijo algo gracioso que le sacó una sonrisa a Lemon. Había visto muchísimos conejos en su vida, tantos como puede ver alguien cuya familia se dedica, en parte, a la agronomía. En los fundos de su padre había cazado un montón de esos bonitos roedores, tiernos como lo son los pompones blanquitos.
 
-¡Claro que he visto conejos! Solía comer con mi familia los fines de semana. De repente éramos quince hombrones cazando conejos en los bosques del fundo de papá, y el que menos cazara se quedaba sin cena. Era divertido, aunque me enojaba mucho cuando perdía -contaba Lemon-. Los conejos no hablan ni van en dos patas, los canguros sí. En fin, ¿acaso importa? Todos somos mamíferos después de todo, unos con más pelo que otros, pero todos tenemos de estas cosas -terminó, apuntándose los pezones.
 
Unos minutos más tarde…
 
Por fin era un hombre limpio, ordenado y decente. Ya no parecía uno de esos vagabundos que piden dinero excusándose con que dejaron todo atrás en su país natal. No, por fin era Lemon Stone, un hermoso galán de dos metros, cabellera rubia y unos hombros monumentalmente anchos y fuertes.
 
El revolucionario iba vestido como agente inmobiliario, no como alguien preparado y dispuesto a quemar banderas y asaltar fuertes militares para quedarse con los rifles. Usaba una camisa de terciopelo blanca, una chaqueta que le quedaba inevitablemente ajustada por el tamaño de sus músculos, y unos pantalones anchos y de color negro. Su cuello, orejas y dedos iban adornados con collares y anillos, respectivamente. Parecía un hombre renovado, y encima la ducha había ayudado un montón.
 
El interior del restaurante era precioso, como no podía ser de otra manera. Los murallones eran amplios y altos, lo suficiente como para que cupiera un semigigante de pie. Las mesas en su mayoría eran redondas, todas hechas de madera, y sobre las cuales había servilletas y los cubiertos apropiados para un buen desayuno, cena o lo que fuera necesario. Las ventanas rectangulares daban hacia la calle y filtraban los cálidos rayos del sol mañanero. Además, el olor a pan recién horneado y a especias exóticas le daba un toque… único.
 
-Creo que no me he presentado… ¿Dónde habrán quedado mis modales? Supongo que se me fueron con el vómito -bromeó, una sonrisa amigable dibujada en su rostro-. Soy Lemon. Lemon Stone, futuro Comandante Supremo. Me gusta la rebeldía, ser diferente, luchar contra el sistema, ¿sabes? Por cierto, puedes pedirte lo que quieras. No tengo idea de qué come un canguro, pero si te autopercibes conejo puedes comenzar por unas zanahorias. Yo no juzgo a los pobres ni a la gente de color humilde, mucho menos a los raros, así que siéntete libre de ser quien quiera que seas.
#8
King Kazma
Shiromimi
Aquel tipo seguía empeñado en que era un canguro. Y encima le contó una historieta sobre su familia y cómo cazaban conejos en su finca… Definitivamente era alguien a quién prefería no haber conocido, ni siquiera en aquella situación, ni siquiera después de que le hubiera ayudado. Lo peor de todo aquello ya no era que se confundiese, si no que incluso aunque él mismo le hubiera dicho que no era un canguro seguía sin creérselo. Era para pegarle un puñetazo en toda la cara y hundirle la nariz en la misma. Lo mismo de la conmoción cerebral se le arreglaba la cabeza y empezaba a pensar como una persona normal. Viniendo de cualquier otra persona King habría pensado que con la historia sobre cazar conejos era una provocación, pero saltaba a la legua que aquel tipo lo decía como si fuera una anécdota más… Y le había ayudado, no debería tener motivos para querer provocarlo.

Finalmente el humano se había dado una ducha rápida y cambiado la ropa. ¿Por qué le había esperado en lugar de marcharse para no volver a verlo nunca? Ni idea, podían ser muchas cosas. Podía simplemente considerar que no era de recibo abandonarlo cuando le había ayudado y esperaba tener una charla tomando algo. También podía ser que King todavía estaba en shock debido al funcionamiento de la mente de ese señor. O tal vez era porque, muy en el fondo, le divertía tratar con alguien tan único para variar. Eso último era tan poco probable como que tuviera factor del linaje de canguro, pero lo cierto era que ese hombre era distinto a los demás humanos que había conocido en una cosa. En lugar de atacarle por ser un mink, le había defendido. En ese sentido era todo un polo opuesto al resto de humanos y, quisiera que no, eso causaba una impresión.

Ya en el restaurante, el humano se presentó como Lemon Stone. El apellido le iba como un guante ya que tenía la mollera más dura que una piedra. – King Kazma. Y no soy un canguro. No importa cómo lo mires, tengo orejas largas y no tengo una cola grande que usar como punto de apoyo. – Ni siquiera era la hora de comer, así que cuando pasó la camarera para tomarles nota pidió un vaso de ron y una tapa de embutidos variados.
#9
Lemon Stone
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Canguro, quien más tarde se presentó como King Kazma, estaba empeñado en demostrar que no era un canguro, que no era un marsupial, sino un conejo. Había una sola forma de estar seguros: sacarlo de un sombrero. A Lemon le encantaba la magia tanto como los cigarros, o quizás esto fuera una exageración, pero el hecho es que le gusta muchísimo. Desde pequeño sus hermanos mayores lo llevaban al circo a ver espectáculos de magia y veía a los magos sacar conejos de sus sombreros. Si algún mago puede sacar a Canguro de su sombrero, le daría la razón y luego se disculparía, pero si no…
 
-Eres un canguro científico, ¿sabes? Te fijas en la anatomía, pero puede que los rasgos geomorfológicos superficiales no sean argumentos taxonómicos para… ¡Ah, te la creíste! No tengo idea de lo que estoy hablando, solo sé que, si puedes salir de un sombrero, eres oficialmente un conejo -le respondió Lemon entre carcajadas.
 
Vio que Canguro pidió un vaso de ron, bastante sensato para comenzar un buen día. En particular, Lemon prefería la cerveza porque su sabor era más suave y envolvente, además tenía menos grados de alcohol, lo que equivalía a beber más jarras. Por otra parte, el revolucionario se decantó por cinco sándwiches de carne y verduras, unas pastas y también un par de hamburguesas.
 
-¿Y a fhe te fedicwas? -le preguntó con la boca llena, entonces se atragantó y pidió disculpas-. Perdón, perdón, ser rebelde se me confunde a veces con ser maleducado. Te quería preguntar a qué te dedicas. Hace unos años yo trabajaba en las empresas de mi papá con algunos de mis hermanos, pero tuve una… visión, ¿sabes? Ahora soy diferente, una persona que no se somete al sistema ni a los prejuicios de la sociedad. Soy un hombre completamente libre.
 
Pues sí, Lemon era un hombre libre al que no le importaba lo que el resto del mundo pudiera decir de él. Además, se consideraba a sí mismo una buena persona. Había defendido a un desconocido y por supuesto que continuaría defendiendo a quien creyese que estuviera en desventaja, peligro o acechado por las deudas.
#10


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