Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[Común] [Común] Buscando una nueva hoja.
Galhard
Gal
El Grey Terminal, un caos de basura y escombros, se extendía ante los ojos de Galhard como un laberinto interminable de desperdicios. El olor a quemado y a decadencia impregnaba el aire, y aunque sus pasos eran firmes, sabía que este lugar guardaba más secretos de los que parecía. El marine estaba aquí con un objetivo claro: encontrar una espada de calidad, algo que le diera una ventaja en las futuras batallas, una hoja que pudiera soportar su estilo de combate y, por qué no, reflejar su creciente reputación.

El problema era que todo lo que había encontrado hasta ahora no cumplía con sus expectativas.
Recorrió los puestos del mercado improvisado, donde mercaderes le ofrecían espadas desgastadas por el tiempo, con hojas melladas o empuñaduras rotas. Desestimó cada una de ellas con un rápido vistazo, sabiendo que no soportarían ni una batalla. Cada oferta era peor que la anterior, y comenzaba a preguntarse si su intuición había fallado al llevarlo hasta allí.

Nada aquí vale lo que pidense dijo para sí mismo, mientras pasaba de largo otro puesto lleno de armas viejas. Su paciencia, aunque bien entrenada, comenzaba a desgastarse. Sabía que en algún lugar de este mundo existía la espada que buscaba, pero el Grey Terminal no parecía estar dispuesto a ofrecerle lo que necesitaba... al menos no por ahora.

Frustrado, decidió aventurarse más allá de los puestos, hacia las zonas donde las pilas de basura y restos metálicos se alzaban como montañas. Entre esas ruinas, tal vez, podría encontrar algo más digno. Después de todo, en lugares como estos, a menudo se encontraban piezas que el mundo había olvidado, objetos con historia que podían renacer en las manos adecuadas.

Galhard comenzó a inspeccionar los montones de chatarra, apartando piezas oxidadas y herramientas rotas, sus manos se ensuciaban con el polvo y la grasa acumulada por los años. Sus ojos entrenados buscaban algún destello de metal que indicara la presencia de una hoja decente, pero lo que encontraba no era más que chatarra. Una espada rota aquí, un fragmento de acero allí, pero nada útil.

El crujido de los escombros bajo sus pies lo hacía consciente de lo frágil que era todo este lugar. Cada paso lo llevaba más lejos de la seguridad del mercado y más adentro de los escombros. Pero Galhard no era de los que se rendían con facilidad. Sabía que encontrar algo de calidad no sería sencillo, y este lugar parecía desafiarlo en cada esquina.

Debe haber algo murmuró para él, más como un mantra que como una certeza.
Sin embargo, tras horas de búsqueda infructuosa, Galhard se detuvo por un momento y respiró hondo. La espada que buscaba no estaba aquí. No hoy. Tal vez no en el Grey Terminal. Era frustrante, pero también sabía que la prisa era el enemigo de un buen guerrero. La paciencia, esa virtud que había perfeccionado a lo largo de sus misiones, sería su aliada una vez más.

De pie sobre una montaña de escombros, Galhard miró a su alrededor. El Grey Terminal era un lugar donde los desechos del mundo se acumulaban, pero también un lugar donde las oportunidades podían surgir de los lugares más inesperados. No había encontrado lo que buscaba hoy, pero aún no era el final de su búsqueda.

Con el polvo cubriendo su ropa y las manos manchadas de hollín, comenzó a descender de los montones de basura, alejándose del caos que lo había envuelto durante esas horas. El ruido del mercado volvía a escucharse a lo lejos, y mientras Galhard se dirigía hacia la salida, sabía que tendría que ser más paciente. La espada adecuada aún lo esperaba en algún lugar del mundo, y cuando llegara el momento, estaría listo.
#1
Percival Höllenstern
-
Desde mi rincón oculto entre las ruinas, lo vi buscar entre la chatarra como un niño escarbando entre los restos de un festín ya devorado. El marine, con su porte recto y mirada resuelta, no tenía idea de lo patético que se veía en este lugar. Buscaba una espada, y no una cualquiera, claro. Su actitud dejaba claro que esperaba encontrar algo digno de su creciente fama. Pero aquí, entre la basura, lo único que iba a encontrar era más decepción.


Lo seguí a distancia, lo justo para mantenerme invisible. No era que me importara particularmente su búsqueda, pero la oportunidad se dibujaba sola frente a mí. En mis manos descansaba algo que podría interesarle: una espada de exquisita factura, con un filo tan afilado que parecía cortar el mismo aire. Me la había ganado de manera muy particular... el dueño anterior ya no la necesitaría más... pues se encontraba nadando con peces.

Mientras lo veía frustrarse con las espadas baratas y gastadas de los mercaderes, casi pude sentir su desesperación. Quería algo digno, y eso yo lo tenía. Por supuesto, no era estúpido. Sabía que lidiar con un marine requería precaución. Un paso en falso y podía volverse en mi contra, pero ya había aprendido a usar los deseos de otros a mi favor.

Esperé a que se alejara un poco más de los puestos, adentrándose entre los montones de basura como si allí pudiera encontrar alguna joya perdida. Cuando lo vi detenerse, respirando hondo, cansado, fue mi momento. Me acerqué sin prisa, la espada envuelta en una tela gris, protegiendo su fulgor del polvo y las miradas curiosas.

Parece que lo que buscas no está entre los escombros —le dije, mi voz tranquila, pero con la suficiente insinuación como para captar su atención.

Él viró, mirándome con cierta sorpresa.

Si realmente buscas una espada de calidad, algo que esté a la altura de tu reputación... —le di una rápida mirada de arriba abajo, dejando que el comentario colgara en el aire— puede que te interese lo que tengo aquí.

Desenvolví lentamente la espada, dejando que la hoja brillara por un instante bajo la escasa luz que se filtraba entre los escombros. La hoja tenía una elegancia mortal, con un filo que había probado su letalidad en manos de su anterior dueño. No hacía falta decir más. La calidad hablaba por sí sola.

No es una de esas baratijas que venden en el mercado. Esta tiene historia. Y si lo que buscas es algo que te acompañe en futuras batallas, no encontrarás nada mejor en este lugar... Pero te costará diez millones —dije, midiendo sus reacciones, sabiendo que la codicia haría el trabajo por mí.

Me quedé en silencio, esperando su respuesta.
#2
Galhard
Gal
Galhard levantó la mirada rápidamente al escuchar la voz que rompía el silencio entre los escombros. Su instinto se activó al instante, evaluando la figura que surgía de entre las sombras, pero mantuvo su expresión neutral, aunque su curiosidad creció de inmediato. El individuo, envuelto en una actitud tranquila pero cargada de intenciones, sostenía una espada envuelta en tela gris. Su movimiento fue lento, calculado, y cuando finalmente dejó ver el arma, el destello del metal capturó la atención de Galhard al instante.

La hoja era perfecta. Fina, letal, con un filo que prometía no decepcionar en combate. Galhard no era alguien que se dejara impresionar fácilmente, pero había algo en esa espada que lo llamaba, como si la historia de sus anteriores dueños resonara en sus manos sin haberla tocado aún. La búsqueda infructuosa entre la chatarra ahora parecía irrelevante. Aquí estaba lo que realmente necesitaba, y el ofrecimiento del extraño estaba cargado de esa certeza.


Galhard no vaciló. Sabía que la calidad tenía un precio, y después de lo que había visto en el Grey Terminal, no había dudas de que esta espada era diferente. Pudo haber regateado, tal vez buscar alguna ventaja en la transacción, pero algo en su interior le decía que perder más tiempo sería un error. Esta espada tenía un destino, y estaba claro que ese destino era estar en sus manos.

—Diez millones, dices—repitió, mientras sus ojos volvían a la hoja, como si evaluara por última vez si valía el costo. Sabía que lo valía, y su determinación no flaqueó—. Trato hecho.—

Sacó el dinero con un gesto firme, contando la suma sin prisa, pero sin dejar espacio para que el vendedor dudara de su seriedad. El aire entre ambos se tensó ligeramente, como si ambos entendieran que este intercambio no solo era de bienes materiales, sino de algo más profundo. La espada que Galhard acababa de adquirir no era simplemente una herramienta de guerra; era una extensión de sí mismo, una que, a partir de ese momento, formaría parte de su destino.

Colocó la bolsa llena de billetes en la mano del vendedor, que las recibió con una sonrisa de satisfacción apenas perceptible.

Galhard envolvió la espada en la tela nuevamente, protegiéndola del polvo que se levantaba con el viento, y la aseguró a su cintura. Sabía que este arma lo acompañaría en sus próximas batallas, y sentía que con ella, estaría más que preparado para enfrentar cualquier desafío que se le presentara.

—Estoy seguro que la espada cumplirá con mis expectativas —Añadió Galhard, con la misma determinación con la que había aceptado el trato. Luego, sin más palabras, dio media vuelta y se alejó de aquel rincón del Grey Terminal. La espada estaba en su poder ahora, y con ella, una nueva etapa en su vida como marine.

Mientras el viento levantaba polvo a su alrededor, Galhard sonrió apenas. Sabía que este era solo el comienzo.
 
#3
Galhard
Gal
Galhard levantó la mirada rápidamente al escuchar la voz que rompía el silencio entre los escombros. Su instinto se activó al instante, evaluando la figura que surgía de entre las sombras, pero mantuvo su expresión neutral, aunque su curiosidad creció de inmediato. El individuo, envuelto en una actitud tranquila pero cargada de intenciones, sostenía una espada envuelta en tela gris. Su movimiento fue lento, calculado, y cuando finalmente dejó ver el arma, el destello del metal capturó la atención de Galhard al instante.

La hoja era perfecta. Fina, letal, con un filo que prometía no decepcionar en combate. Galhard no era alguien que se dejara impresionar fácilmente, pero había algo en esa espada que lo llamaba, como si la historia de sus anteriores dueños resonara en sus manos sin haberla tocado aún. La búsqueda infructuosa entre la chatarra ahora parecía irrelevante. Aquí estaba lo que realmente necesitaba, y el ofrecimiento del extraño estaba cargado de esa certeza.


Galhard no vaciló. Sabía que la calidad tenía un precio, y después de lo que había visto en el Grey Terminal, no había dudas de que esta espada era diferente. Pudo haber regateado, tal vez buscar alguna ventaja en la transacción, pero algo en su interior le decía que perder más tiempo sería un error. Esta espada tenía un destino, y estaba claro que ese destino era estar en sus manos.

—Diez millones, dices—repitió, mientras sus ojos volvían a la hoja, como si evaluara por última vez si valía el costo. Sabía que lo valía, y su determinación no flaqueó—. Trato hecho.—

Sacó el dinero con un gesto firme, contando la suma sin prisa, pero sin dejar espacio para que el vendedor dudara de su seriedad. El aire entre ambos se tensó ligeramente, como si ambos entendieran que este intercambio no solo era de bienes materiales, sino de algo más profundo. La espada que Galhard acababa de adquirir no era simplemente una herramienta de guerra; era una extensión de sí mismo, una que, a partir de ese momento, formaría parte de su destino.

Colocó la bolsa llena de billetes en la mano del vendedor, que las recibió con una sonrisa de satisfacción apenas perceptible.

Galhard envolvió la espada en la tela nuevamente, protegiéndola del polvo que se levantaba con el viento, y la aseguró a su cintura. Sabía que este arma lo acompañaría en sus próximas batallas, y sentía que con ella, estaría más que preparado para enfrentar cualquier desafío que se le presentara.

—Estoy seguro que la espada cumplirá con mis expectativas —Añadió Galhard, con la misma determinación con la que había aceptado el trato. Luego, sin más palabras, dio media vuelta y se alejó de aquel rincón del Grey Terminal. La espada estaba en su poder ahora, y con ella, una nueva etapa en su vida como marine.

Mientras el viento levantaba polvo a su alrededor, Galhard sonrió apenas. Sabía que este era solo el comienzo.
 
#4


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