Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[Común] [C-Pasado] Alguien interesante con quién pasar el rato [Priv. Cadmus]
Anmitsu Uguisu
Mitsu- Silencio Nocturno
35 de Primavera (Hace un año)   

 Mitsu se hallaba en las encantadoras islas Gecko, concretamente en la diminuta Isla Manantial, un oasis de lujo donde la naturaleza se unía armónicamente con el alma humana. Era un sitio en el que el tiempo parecía detenerse, como si las inquietudes del mundo exterior no encontraran su lugar entre las altas palmeras que se balanceaban suavemente al compás de la brisa marina. El aire estaba colmado del dulce aroma de flores exóticas que florecían con valentía, entrelazándose con la frondosidad que las rodeaba, como si cada hoja y pétalo quisieran compartir con Mitsu su propia narrativa vital.  

Delante de ella, el océano se desplegaba como una tela interminable, pintada con matices que oscilaban entre profundos azules y verdes esmeralda, una maravilla que cautivaba a cualquiera. Las olas rompían suavemente en la orilla, produciendo un sonido rítmico que parecía susurrar secretos antiguos cada vez que se retiraban, dejando un suave abrazo de espuma blanca y sal. Mitsu sentía que cada ola traía ecos de su historia, recuerdos de días soleados en los que surcaba el agua junto a su madre, cuando el cielo despertaba en un azul vibrante y la brisa traía risas que ahora sonaban lejanas, como murmullos de un pasado que no regresaría.  

Sentada en una roca, envuelta en el suave abrazo de la tela que la mecía con gentileza de un lado a otro, como si estuviera esperando algo, la brisa la acariciaba con dulzura. Cada inspiración la llenaba del aroma marino y floral que la rodeaba, pero también de un anhelo profundo que se alojaba en su pecho, un peso ligero que a veces se volvía pesado. Habían pasado ya un par de años desde que su madre dejó este mundo, dejándola con el eco de sus enseñanzas y el legado de su amor. Aunque el dolor se había suavizado con el tiempo, había un secreto en su corazón, un lazo de sangre con Anko que resonaba en cada latido. Sin embargo, ese día, rodeada de la apacible serenidad de la Isla Manantial, Mitsu solo deseaba disfrutar de esos momentos de desconexión y paz que el lugar prometía.  

El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de matices anaranjados y morados, un espectáculo digno de un artista celestial. Mitsu se sumergió en el paisaje, dejando que el momento la abrazara. Cerró los ojos y se dejó llevar, permitiendo que el murmullo del océano y el susurro del viento le devolvieran algo de la calma que tanto había anhelado. En ese instante, parecía como si las memorias de su madre se entrelazaran con el murmullo de las olas, brindándole destellos de sabiduría, momentos de risa y instantes de ternura que iluminaban la neblina de su tristeza. 

Tras un rato, Mitsu decidió pasear por la playa, sintiendo la arena cálida entre sus dedos descalzos. Cada paso la acercaba más a la serenidad que tanto necesitaba. Se detuvo frente al océano, permitiendo que las pequeñas olas acariciasen sus pies, sintiendo cómo el frío del agua contrastaba con el calor del sol en su piel. En ese momento, sus pensamientos se clareaban, libres del peso del pasado. - Quizás este sea el lugar donde puedo honrar su memoria, donde las lecciones de mi madre resuenan, Nyan- , reflexionó mientras sonreía, como si finalmente encontrara la manera de mantener viva esa conexión.
#1
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
Cadmus pocas veces visitaba la Isla Manantial, un destino turístico en las Islas Gecko. Él no entraba en el complejo turístico, ya que lo consideraba inaccesible e innecesario. Prefería la naturaleza y disfrutar de ella. Mientras el sol descendía y el día llegaba a su fin, Cadmus sentía el impulso de dirigirse a la playa y disfrutar de los últimos momentos del día. Aunque no podía sumergirse en el océano, a veces se tentaba a mojarse los pies, pero no iba más allá. Sabía y entendía perfectamente por qué; era la consecuencia de una fruta que había comido sin saber lo que le depararía, aunque le ofrecía ventajas para sobrevivir en el futuro. Aun así, el hecho de que el mar le estuviera prohibido no hacía más que tentarlo a estar cerca de él.

Caminaría por el borde de la playa, pisando la arena cálida y apenas siendo salpicado por el vaivén de las olas. Era un tramo relativamente corto, así que daría vueltas mientras reflexionaba sobre su futuro incierto, sobre lo que realmente deseaba hacer, lo que le daría propósito a su vida. A medida que caminaba, la playa se vaciaba hasta casi anochecer. No llegaría a ninguna conclusión, así que solo podía seguir caminando.

A lo lejos, en una playa ya desolada, una chica con orejas de gato y un aire melancólico llamaría su atención. Sin embargo, seguiría caminando cerca de su dirección por los bordes de la playa, aunque no tenía intenciones particulares de hablar. Al pasar cerca de ella, escucharía sus palabras:

<<Lecciones de mi madre, Nyan.>>

Se detendría por un segundo, volviendo la mirada hacia ella. No le diría nada, pero su pausa revelaría que había escuchado.

No soy el único entonces que sigue las lecciones de su guardián, al parecer —pensaría. Cadmus recordaba siempre a su abuelo, quién servía como su guía moral incluso años tras su muerte. No dirigiría ninguna palabra hacia ella, no quería interrumpirla, ni tenía ninguna razón para hacerlo. Era tan solo que las palabras que escucharía serían como un eco a su pasado, y a la vez al presente que tanto se cuestionaba.
#2
Anmitsu Uguisu
Mitsu- Silencio Nocturno
La brisa suave del atardecer acariciaba la piel de Mitsu mientras sus ojos observaban la danza de las olas que se rompían suavemente en la orilla de la playa. La luz dorada del sol, al descender lentamente hacia el horizonte, teñía el cielo con matices de naranja y rosa, creando un telón de fondo que jugaba armoniosamente con el paisaje sereno de la Isla Manantial. Era un espectáculo que nunca dejaba de asombrarla, incluso en esos días en que la melancolía se apoderaba de ella.

La atmósfera tranquila que la rodeaba era, para Mitsu, un refugio y una prisión a la vez. En su interior, una voz suave y temerosa susurraba que estaba atrapada entre la nostalgia por las lecciones de su madre y la carga de las expectativas que sentía sobre sus pequeños hombros. Sin embargo, mientras dejaba que sus pensamientos se adentraran en el recuerdo de aquellas enseñanzas, captó un ligero movimiento del rabillo de su ojo.

Un joven estaba caminando por la playa, sus pasos dejaban una estela momentánea en la arena. La curiosidad la impulsó a observarlo con más atención, sintiendo un leve rubor extenderse por sus mejillas al darse cuenta de que su silueta era bastante atractiva. Algo en su manera de caminar, con una serenidad que parecía reflejar el mismo vaivén de las olas, capturó su interés, o quizás simplemente era su timidez de siempre, quien sabe.

Mitsu no sabía bien por qué, pero el chico le transmitía una sensación de vulnerabilidad similar a la que sentía ella misma. Lo observó acercarse, y cuando él pasó a su lado, no pudo evitar que su corazón latiera con fuerza por los nervios. Tenía orejas de gato, un rasgo que la recordaba siempre que no era un chica normal, del todo. Se quedó pensando en cómo podría sentirse en un mundo que parecía tan grande y, a la vez, tan pequeño en esos momentos.

Y fue en ese instante, cuando la brisa cargada de salitre jugaba con sus orejas, que menciono la frase que fluyó de sus propios labios, casi como un susurro: «Lecciones de mi madre, Nyan». Las palabras resonaron en su ser, como si pertenecieran a un confinamiento compartido, una conexión invisible que la unía a recuerdo de confort que ahora desconocía. 

Mientras continuaba caminando, Mitsu se vio atrapada en un maelstrom de pensamientos. Recordaba las tantas veces que su madre le había dicho que debía seguir su propio camino, que su bondad y fortaleza serían sus aliados más fieles. Pero, ¿en verdad podía ser fuerte en un mundo en el que las decisiones parecían tan complicadas? La imagen de su madre la guiaba, pero también deseaba ser vista, ser reconocida por lo que era: una joven que luchaba contra sus propios miedos, una jujin con un corazón grande pero lleno de dudas.

Su mirada seguía a Cadmus mientras se alejaba un poco, pero había algo en él que la llenaba de curiosidad. - Quisiera saber se siente nadar en el agua del mar... Nyan...- murmuro, sabiendo que desde que ingirió la Baku baku no mi, su destino ya no seria el mismo. Habia perdido la capacidad de nadar, simplemente ya no podía hacerlo, simplemente se veía tentada a siempre observar el mar a la distancia, mas allá de navegar en un barco. La tristeza reflejada en su rostro parecía un espejo de su propia melancolía- Estúpida Akuma no mi... Nyan...- murmuro para si misma, quizás aquel joven la escucho, quizás no...

Mientras sus pensamientos giraban alrededor de los recuerdos y las lecciones, sintió un impulso inexplicable de acercarse. Sin embargo, un instinto infantil la retenía. - No sé cómo hablarle. ¿Qué diría? ¿Y si se ríe o no le interesa lo que tengo que decir?... Nyan- sus pensamientos ciertamente eran enredantes.. Era como un juego perpetuo entre la timidez y la valentía, en el que la verdad de su ser quedaba a merced del temor y la inseguridad.

 Mitsu respiró hondo, intentando calmar su agitación interna. Sus orejas se alzaron de repente cuando escuchó el ruido de una ola rompiendo más cerca de ella, como un recordatorio de que la vida continúa, incluso cuando uno se siente paralizado. Decidió que, aunque no pudiera hablar, podría simplemente sonreír. Una sonrisa pequeña, pero sincera, que podría expresar su comprensión, una manera de decir que no estaba sola en esa búsqueda de significado.

Si tuviera la oportunidad de mirar a Cadmus una vez más, tal vez... solo tal vez... seria capaz de hablarle, una chispa que podría encender una conversación o, quizás, simplemente un un instante de mutua comprensión. En el fondo, Mitsu sabía que era posible incluso a la distancia. Se quedó allí, en la arena cuando de repente... - Tonta.. nyan...- murmuro para si misma.
#3


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