Ragnheidr Grosdttir
The Storm
26-09-2024, 10:17 AM
Ragn se tambaleaba a después de abandonar "La Granja", un paisaje hostil de metal retorcido y montañas de basura que se extendían hasta donde la vista alcanzaba. El dolor le laceraba el cuerpo, su torso lleno de heridas abiertas y sangre que se deslizaba en ríos rojos sobre su piel dorada. Era alto como un coloso, pero en ese momento, su tamaño parecía una maldición, cualquier movimiento lo hacía vulnerable, visible, una diana perfecta en la isla de Dawn.
El aire apestaba a descomposición y óxido. Su respiración era pesada, sus pies golpeaban el suelo con un eco sordo que retumbaba entre los escombros. Sus manos, temblorosas, presionaban una de las heridas más profundas en su costado, pero la sangre seguía fluyendo. Sus ojos azules, casi apagados por el dolor, trataban de mantenerse enfocados en un solo objetivo, el mar, que se extendía como una promesa distante más allá de la costa rocosa. Uno de sus captores apareció tras un árbol, de camino a la costa ... Tenía una espada en la mano y se lanzó sin miramientos. La espada falló y Ragn lo agarró con una mano por la cabeza después de golpear su mano para alejar el hierro. Apretó y apretó, tanto, pero tanto, que el cráneo explotó.
Recordaba el incidente. Josis. Y con su amigo, su hermano de guerra, había caído en aquella trampa. El sonido de su cuerpo desplomándose en la basura resonaba aún en su mente como un eco atormentador. La culpa lo devoraba. No había sido capaz de salvarlo. Ragn apretaba los dientes, luchando contra el peso de la culpa, la pérdida, y el dolor físico que lo corroía desde adentro. En su mente, difusa por el cansancio y el sufrimiento, una imagen destellaba de vez en cuando, una mujer de cabello dorado como el suyo. ¿Quién era? Sus ojos, su rostro, todo era un borrón. Apenas podía recordarla, pero una sensación cálida se enredaba en su pecho cada vez que pensaba en ella. ¿Era ella su alma gemela? Esa idea le daba fuerzas, aunque fuera solo una ilusión. Seguía sin saber su nombre, ni si realmente existió, pero algo en lo más profundo de su ser le decía que tenía que encontrarla. O tal vez ya la había perdido también.
Avanzó por la playa pedregosa, las fuerzas abandonándolo, su vista nublándose. A lo lejos, más allá de las olas grises, un barco pesquero se mecía suavemente, apenas una silueta entre la bruma del amanecer. Si tan solo pudiera llegar a él, escapar de Dawn, huir de los cazadores que seguramente lo buscaban tras el caos del incidente. Necesitaba salir de esa isla. La esperanza se apoderaba de él, sin embargo, otro tipo de la granja apareció. Sangraba igual que Ragn, los dos estaban en condiciones pésimas. — ¡No te perdonaremos, monstruo! — Gritó. Realizaría una serie de movimientos que no fueron efectivos. Sus espadazos pasaron a través del cuerpo de Ragn como si fueran de papel. Su logia entraba en acción. Eliminó el oxígeno alrededor de su cabeza y dejó completamente ko en un minuto al tipo, que se ahogó entre sollozos. No había lugar para la piedad. No ese día.
Sintió su cuerpo colapsar sobre las rocas mojadas y frías. Su rostro, ensuciado de sangre y arena, se levantó hacia el horizonte una última vez, viendo las velas del barco balancearse. Alzó una mano, débil, como si pudiera alcanzar la embarcación con solo desearlo. Entonces, el sonido distante de remos cortando el agua llegó a sus oídos. Cerró los ojos, la mente vagando hacia recuerdos incompletos, llenos de destellos dorados. No sabía si sobreviviría a esa noche. Ni si volvería a recordar quién era esa mujer. Pero al menos, el sonido de ese bote le decía que no estaba solo en ese rincón olvidado del mundo. El barco se acercaba. Con toda la fuerza que le quedaba, se aproximó lo máximo posible a la costa. Eso fue lo último que recordaría el gigantón, pues se levantó días después en aquel barco pesquero.
Alf y Mich, eran los integrantes, los pescadores. Ellos tomaron a duras penas el cuerpo del Buccaneer y lo salvaron, alimentaron y cuidaron como buenamente pudieron ambos. Lo cierto es que fue la salvación, otra vez, otra vez los pescadores. El destino no dejaba de recordarle que el mar era su hogar. Que le dieran a la granja maldita, incluso a Josis ... Quería mar, viajar, ese fue el motivo por el que se lanzó a la aventura, por qué cambiar de parecer llegado el momento. La vida de comodidades era el verdadero lastre de cualquiera. Humano, Buccaneer hasta de los malditos gigantes. ¡Nunca más! Nosha sería testigo de ese pensamiento por el resto de sus días, en sangre lo firmaría el vikingo en cuanto despertara de su letargo. ¡Jamás!
El aire apestaba a descomposición y óxido. Su respiración era pesada, sus pies golpeaban el suelo con un eco sordo que retumbaba entre los escombros. Sus manos, temblorosas, presionaban una de las heridas más profundas en su costado, pero la sangre seguía fluyendo. Sus ojos azules, casi apagados por el dolor, trataban de mantenerse enfocados en un solo objetivo, el mar, que se extendía como una promesa distante más allá de la costa rocosa. Uno de sus captores apareció tras un árbol, de camino a la costa ... Tenía una espada en la mano y se lanzó sin miramientos. La espada falló y Ragn lo agarró con una mano por la cabeza después de golpear su mano para alejar el hierro. Apretó y apretó, tanto, pero tanto, que el cráneo explotó.
Recordaba el incidente. Josis. Y con su amigo, su hermano de guerra, había caído en aquella trampa. El sonido de su cuerpo desplomándose en la basura resonaba aún en su mente como un eco atormentador. La culpa lo devoraba. No había sido capaz de salvarlo. Ragn apretaba los dientes, luchando contra el peso de la culpa, la pérdida, y el dolor físico que lo corroía desde adentro. En su mente, difusa por el cansancio y el sufrimiento, una imagen destellaba de vez en cuando, una mujer de cabello dorado como el suyo. ¿Quién era? Sus ojos, su rostro, todo era un borrón. Apenas podía recordarla, pero una sensación cálida se enredaba en su pecho cada vez que pensaba en ella. ¿Era ella su alma gemela? Esa idea le daba fuerzas, aunque fuera solo una ilusión. Seguía sin saber su nombre, ni si realmente existió, pero algo en lo más profundo de su ser le decía que tenía que encontrarla. O tal vez ya la había perdido también.
Avanzó por la playa pedregosa, las fuerzas abandonándolo, su vista nublándose. A lo lejos, más allá de las olas grises, un barco pesquero se mecía suavemente, apenas una silueta entre la bruma del amanecer. Si tan solo pudiera llegar a él, escapar de Dawn, huir de los cazadores que seguramente lo buscaban tras el caos del incidente. Necesitaba salir de esa isla. La esperanza se apoderaba de él, sin embargo, otro tipo de la granja apareció. Sangraba igual que Ragn, los dos estaban en condiciones pésimas. — ¡No te perdonaremos, monstruo! — Gritó. Realizaría una serie de movimientos que no fueron efectivos. Sus espadazos pasaron a través del cuerpo de Ragn como si fueran de papel. Su logia entraba en acción. Eliminó el oxígeno alrededor de su cabeza y dejó completamente ko en un minuto al tipo, que se ahogó entre sollozos. No había lugar para la piedad. No ese día.
Sintió su cuerpo colapsar sobre las rocas mojadas y frías. Su rostro, ensuciado de sangre y arena, se levantó hacia el horizonte una última vez, viendo las velas del barco balancearse. Alzó una mano, débil, como si pudiera alcanzar la embarcación con solo desearlo. Entonces, el sonido distante de remos cortando el agua llegó a sus oídos. Cerró los ojos, la mente vagando hacia recuerdos incompletos, llenos de destellos dorados. No sabía si sobreviviría a esa noche. Ni si volvería a recordar quién era esa mujer. Pero al menos, el sonido de ese bote le decía que no estaba solo en ese rincón olvidado del mundo. El barco se acercaba. Con toda la fuerza que le quedaba, se aproximó lo máximo posible a la costa. Eso fue lo último que recordaría el gigantón, pues se levantó días después en aquel barco pesquero.
Alf y Mich, eran los integrantes, los pescadores. Ellos tomaron a duras penas el cuerpo del Buccaneer y lo salvaron, alimentaron y cuidaron como buenamente pudieron ambos. Lo cierto es que fue la salvación, otra vez, otra vez los pescadores. El destino no dejaba de recordarle que el mar era su hogar. Que le dieran a la granja maldita, incluso a Josis ... Quería mar, viajar, ese fue el motivo por el que se lanzó a la aventura, por qué cambiar de parecer llegado el momento. La vida de comodidades era el verdadero lastre de cualquiera. Humano, Buccaneer hasta de los malditos gigantes. ¡Nunca más! Nosha sería testigo de ese pensamiento por el resto de sus días, en sangre lo firmaría el vikingo en cuanto despertara de su letargo. ¡Jamás!
