Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Aventura] [T5] Los Negocios del Capitán...
Percival Höllenstern
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Día 30 del verano de 724

El aroma del salitre del puerto de Loguetown golpeaba las fosas nasales de Byron mientras caminaba a paso firme por los muelles, regresando de hacer el papeleo de atraque al puerto. Era un pirata, sí, pero en una ciudad con una presencia Marine tan imponente, tenía que cumplir las normas, especialmente tras los disturbios que habían acontecido en el G-31 hace no demasiado y que aumentaban la presencia militar del lugar. 

Byron ataviaba una camiseta de hombreras muy ceñida con cuello alto de color negro abierta en su espalda, dejando ver claramente las cicatrices de su espalda. Sobre ella, una camisa blanco sucio o beige, algo deteriorada y que sobrepasa la anchura de su torso, que queda fija debido a su pantalón bombacho de color granate apagado que lleva puesto, el cual se encorseta hasta el ombligo.

Su barco, el infame "Duck Duck Go n.º 1", el que había comandado en breves, pero intensos saqueos y escapadas magistrales, no estaba donde lo había dejado.

A su lado, los murmullos de los marineros y los comerciantes no pasaban desapercibidos. Había algo en el aire, una tensión que parecía volverse más densa con cada paso. Los ojos de Byron barrían el puerto, buscando cualquier rastro de su nave, pero solo encontraba extrañas miradas de reojo y el traqueteo de las cajas siendo descargadas de otros navíos.

No tardó en encontrar la respuesta que necesitaba. Un par de marines, con el pecho inflado y las espadas colgando de sus cinturones, estaban apostados junto a una pila de cajas de suministros. Uno de ellos, un oficial de bigote fino y aire de superioridad, examinaba unos papeles. 

Vestía su uniforme con una pulcritud que delataba su rango, pero no hacía alarde de él. Belmonte, como muchos lo llamaban en voz baja, era conocido por su forma calculadora de actuar. No había grandilocuencias en él, ni amenazas explícitas. Solo un control sutil y frío.
Capitán Belmonte
Su mirada recorría el puerto de forma metódica, pero sin urgencia. Los papeles en su mano parecían una formalidad, un gesto casi mecánico. Sin embargo, las decisiones que escondían eran de un peso mucho mayor. Que su barco no estaba, ya era un hecho, pero ningún gesto de Belmonte lo sugería de manera ostensible. Para cualquiera que lo observara, solo parecía un oficial más supervisando su rutina, pero Byron tenía un pálpito.

Alrededor, los murmullos de los marineros eran apenas perceptibles. Las noticias se filtraban con cuidado entre los muelles, como el propio susurro del viento y de las olas. Algunos sabían lo que había pasado con el barco pirata, pero pocos se atrevían a hablar abiertamente de ello. Belmonte era un hombre que no necesitaba levantar la voz para que su presencia se sintiera, y no por el hecho de su porte físico, sino más bien por su reputación extrema.

Belmonte permanecía inmóvil, con los papeles en mano, mientras sus ojos seguían recorriendo el puerto con una indiferencia estudiada. A simple vista, parecía que solo estaba cumpliendo con su labor, supervisando la actividad de los muelles. Sin embargo, era evidente que algo más se ocultaba tras su mirada calculadora.

Cerca de él, algunos marineros intercambiaban miradas rápidas, como si temieran hablar en voz alta. Uno de ellos, un hombre con el rostro curtido por el sol y las manos llenas de cicatrices, murmuró algo que apenas alcanzaba a oírse, pero que llegaba a oídos atentos. —El barco... no volverá a zarpar hasta que él lo diga—, comentó, aunque rápidamente se viró arrepentido de haber dicho demasiado, y se perdió en la multitud del puerto con cierto disimulo.

El nombre de Belmonte flotaba en el aire como una amenaza tácita para todos, pero no había palabras directas sobre el "Duck Duck Go n.º 1". 

Si algo había sucedido con su barco, nadie daría cuenta de ello. Los papeles que el marine sostenía no contenían detalles específicos, pero algunos presentes sabían que cuando él intervenía, siempre había más que un mero control rutinario. 

Belmonte continuaba su supervisión, impasible, mientras un rumor sutil empezaba a crecer entre los comerciantes y los marineros. —Nada se mueve aquí sin que él lo sepa— alguien susurró, lo suficientemente bajo como para evitar problemas, pero dejando claro que cualquier acción requeriría un enfoque cuidadoso y, sobre todo, el miedo que esta figura de porte desgarbado y rimbombante bigote sugería pese a su apariencia.

¿Qué haría el joven Byron para tornar la situación a su favor?

OFF
#1
Byron
Hizashi
Por fin habían llegado a Logue Town, posiblemente la isla más famosa del mar del Este. El olor de la marea y la sal inundaba sus fosas nasales, así como el ruido del muelle que provocaban los múltiples trabajadores ocupados con sus múltiples tareas. Una amplia sonrisa que poco disimulaba su alegría habitaba en el rostro del intrépido muchacho, la tierra prometida se encontraba una vez más frente a él, y estaba vez, la visitaba acompañado de sus cercanos tripulantes, su viaje, había comenzado. Tenía grabada a fuego la estampa del muelle, por su breve estancia pasada, todo estaba tal y como él recordaba, para su tranquilidad, el ánimo de aquella viva ciudad seguía intacto, a pesar de que el mismo Byron sabía lo que en un futuro podría ocurrir en esas calles.

Como forma de celebración, fue a la cocina, y con ánimo agarró del refrigerador el tentempié que le pidió a Muken que le preparase en cuanto vio la isla a lo lejos del horizonte. No tenía mucho misterio preparar aquel plato, lo más importante es que los ingredientes fuesen de buena calidad, y tener la buena maña como para utilizar un cuchillo dando cortes precisos. Así pues, sentando en un pequeño taburete de la cocina, y con el maravilloso Sashimi Deluxe presidiendo la mesa que tenía enfrente, se limitó a deleitarse con cada bocado y a dejar que sus pupilas se empapasen con el sabor de aquel pescado de alta calidad, totalmente en silencio, como si se tratase de un ritual, un premio que Byron se había dado el capricho de cumplir, si conseguía una tripulación con la que aventurarse al mar.

Tras aquel momento de paz, salió de nuevo a cubierta, vestido con sus habituales galas bombachas, su fiel acero en la cintura y una mochila resistente cargando algunos utensilios que podían venirlos bien si las cosas se torcían, mientras se llevaba a la boca su vieja y desgastada pipa con su habitual tabaco de baja calidad y con una cerilla encendía el interior de la cazoleta. Una profunda calada, para exhalar el denso humo grisáceo, el ritual había sido totalmente completado.

Sintiendo el viento marino en su frente, le informaron en cubierta que Drake iba a encargarse del papeleo por atracar en aquel pulcro puerto. Byron se negó, sería el quien se encargaría de la burocracia, después de todo era el capitán, y quería que ellos no se preocupasen de ese tipo de cosas y disfrutaran de un paseo tranquilo por aquella maravillosa isla, pues él, podía perderse algo de ese disfrute al ya haber estado. Masculló e intentó llevar la contraria el hombre de los brazos largos, pero al ver la decisión de Byron en sus ojos, le cedió el honor, aunque no se libraría de unos cuantos insultos por parte de su mano derecha.

Así fue como el zagal bajó del Duck Duck Go nº1 y deambuló por el puerto, con el sol bendiciendo su espalda, como forma de acompañar la cálida bienvenida que brindaron los ciudadanos que con su mera presencia hacían sentir arropado al chico de cabello violeta. La cordialidad, en aquel momento, se respiraba en allá donde mirase, una ciudad tranquila, que transmitía la esperanza de un nuevo comienzo a aquellos viajeros que deambulaba por sus baldosas cuidadas.

Byron salió de aquella oficina, con unos papeles en su mano, unos cuantos berries menos, y sobre todo la cabeza revuelta, con los ojos en blanco y casi viéndose unos pájaros imaginarios dar vueltas a su cráneo. De haber sabido que aquella tarea iba a tener que hacer aprenderse unas cuantas normas y leyes, se lo hubiese dejado a su camarada, pero ya era tarde, por lo menos la situación le había dado algo de conocimiento.

Volvió sobre sus pasos, y algo había cambiado en el ambiente, aquellos ciudadanos parecían encontrarse violentados, la marea de gente estaba turbulenta, se podía mascar el aura de pesadumbre y tensión que estos desprendían. Circulaba a paso lento, escuchando vagos murmullos de los habitantes en su avance, incluso el viento y las olas parecían revolverse ante los poco informativos comentarios que salían de sus bocas, palabras amedrentadas que impedían captar el mensaje.

Llegó a la ubicación donde habían atracado el Duck Duck Go nº1, en su lugar había un hueco vacío, su querido barco había desaparecido. Alarmado echó la vista a los lados, visiblemente preocupado, y con unas gotas de sudor cayendo por su frente, era imposible que en un intervalo de tiempo tan corto se lo hubiesen robado, y la opción de haber atracado mal estaba totalmente desechada al conocer las habilidades de su navegante.

- Mierda... Mierda... Drake me va a matar... Mierda... Mierda... Me ha dejado al cargo del navío que construyó para mí y lo he perdido es unos miserables minutos... Mierda... Mierda.- Murmuró para sí, mordiendo su puño debido a la impotencia.

Entonces cayó, esa aura revuelta, ese mal augurio que sentía, la gente agitada entre murmullos. Buscó con la mirada una mano amiga, un vistazo cómplice, e intentó prestar atención todo lo que podía para ver si captaba unas palabras más. Y escuchó a un hombre hablar, con una piel claramente tostada, un cuerpo tonificado por el trabajo duro y marcas en sus manos que eran pruebas grabadas de este mismo. Un escalofrío, como un rayo, recorrió la espalda del joven espadachín al escuchar su tímido murmuro, y viéndolo huir entre la multitud masticó esas palabras en su mente, para entender bien a que se refería.

Un giro brusco, que le hizo atisbar en el centro de aquella localización a dos marines, uno claramente destacaba más que el otro, con su peculiar bigote y prominente porte. Las miradas disimuladas de los presentes dejaban en claro, que eran los que habían provocado que aquel malestar entrase en escena, y otro susurro más daba a entender que eran los responsables de lo que le había sucedido a su barco.

Preocupado, y entendiendo la posición de aquellos dos, se acercó con un aura amigable, sin querer ocasionar problemas a no ser que fuese algo totalmente necesario. Lentamente, mientras los saludaba de forma vivaz con el brazo en alto, al final del día eran hombres de ley, y hasta ahora no había hecho nada para saltarse las reglas, así que pensó que no tenía por qué temer.

- ¡Disculpad! ¿Le ha pasado algo a mi barco? Vengo de rellenar el papeleo en la oficina, me gustaría saber si ha habido algún inconveniente.- Preguntó, parando su camino a unos 5 metros de aquellos dos hombres. Tragó saliva, sintiendo la tensión en cuanto los ojos de aquel "bigotes" se fijaron en él.

DATOS
#2
Percival Höllenstern
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El aire del puerto parecía volverse más denso, casi palpable, mientras los murmullos de los marineros se intensificaban a su alrededor. Los ojos de Byron brillaban con una mezcla de inquietud y determinación al acercarse a los marines, especialmente al que se destacaba entre ellos: el Capitán Belmonte. Había algo en la atmósfera, que enrarecía toda la situación, quizá la mirada de reojo a sendos lados del puerto le ofrecía una visión casi mística de la situación, como si el mismo puerto contara secretos que solo unos pocos podían escuchar. Byron, sin embargo, no tenía tiempo para perder en rumores. Su mente estaba fija en el objetivo.

Belmonte, con su porte controlado y su mirada fría, dejó de observar el puerto para centrar su atención en Byron. La expresión en su rostro era impasible, pero había una chispa de interés, como si estuviera evaluando al joven pirata que se atrevía a acercarse. Su bigote, pulido y orgulloso, se movió ligeramente al abrir la boca, preparado para responder. El contraste entre la apariencia del capitán y la del joven pirata era notable; Belmonte, con su uniforme impecable y su actitud autoritaria, parecía una montaña inquebrantable, mientras que Byron, con su cabello alborotado y su mirada desafiante, irradiaba la impulsividad de la juventud.

El marine a su lado, menos imponente, también dirigió su mirada hacia Byron, un tanto confundido por la audacia del joven. Los murmullos a su alrededor comenzaron a cesar, dejando un silencio tenso que se cernía sobre el muelle. El ambiente era un campo de batalla emocional, donde cada palabra y cada gesto podían ser la clave para abrir una puerta o cerrarla de golpe.

La respuesta de Belmonte llegó, clara y metódica, como un reloj que marca su tiempo: —¿Tu barco?— preguntó, su voz suave y calculadora, mientras sus ojos analizaban la reacción del joven. —El "Duck Duck Go n.º 1"... Ha habido un... inconveniente. Necesitamos requisarlo para ver que cumple con la normativa 348.B Artículos 13 y 25— comentó en un tono que claramente marcaba desinterés y una excusa practicada, mientras se giraba levemente al otro marine y comenzaba a reírse en un característico "Nyorohohom". La risa del capitán resonó en el aire como un eco burlón, una burla que dejaba en claro que el joven estaba en una posición de desventaja.

Los murmullos entre los marineros comenzaron de nuevo, ahora un poco más claros. Algunos hablaban en voz baja sobre cómo los marines siempre hacían lo mismo a los marineros y como aprovechaban que estaban en el control para lucrarse. Byron sintió cómo una oleada de indignación le subía por la espalda; no podía permitir que eso siguiera sucediendo. Sabía que los marines eran conocidos por sus prácticas corruptas, siempre buscando una forma de sacar provecho de la situación. Esto no era solo un asunto de barco requisado; era una lucha por la dignidad de todos los hombres y mujeres que vivían y trabajaban en el puerto.

Belmonte, con una calma inquietante, continuó observándolo, viendo una reacción extraña en la cara de Byron. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y desdén. —A veces, los capitanes deben entender que no siempre pueden actuar con libertad en estas aguas. La ley tiene su peso— se limitó a continuar, sonriendo y mirando directamente al hombre de cabellos violetas. Era un comentario que pretendía ser cortés, pero que estaba impregnado de una sutil amenaza.

La tensión era palpable, y Byron sabía que cada segundo contaba. ¿Podría ganarse la confianza de Belmonte, o tendría que encontrar una forma más astuta de manejar esta situación antes de que se descontrolara? La mente de Byron funcionaba a toda velocidad, evaluando sus opciones. Con cada latido de su corazón, su instinto le decía que necesitaba actuar rápido, que dejar que la situación se desarrollara sin intervención podría significar el fin de su sueño de convertirse en un pirata respetado.

Belmonte, observando a Byron con atención, se permitió una sonrisa sardónica. —¿Crees que el hecho de ser joven te da la libertad de desafiar la autoridad? La juventud es un arma de doble filo, muchacho. Puede ser que estés lleno de ímpetu, pero la experiencia siempre tiene un peso en este mundo. Los mares no perdonan la imprudencia.— continuó henchido de descaro.

Mientras el joven se debatía internamente, Belmonte notó cómo otros marineros comenzaban a acercarse, atraídos por la tensión de la escena. Sabía que su presencia debía ser firme, pero no quería dejar de lado la oportunidad de mostrar su dominio. 

Tu barco, chico, es un objeto de interés— continuó el capitán, manteniendo su tono calculador. —No quiero que te lleves una impresión errónea sobre mis intenciones. No soy un villano, aunque algunos de mis hombres puedan pensar diferente. Solo hago mi trabajo, y mi trabajo consiste en garantizar la seguridad de estas aguas. Pero siempre estoy abierto a discutir... términos. — musitó con la calma de un zorro cazando.

Sus palabras flotaron en el aire como un desafío, y los murmullos entre los marineros aumentaron de intensidad. Algunos comenzaron a murmurar sobre la posibilidad de que Byron se sometiera a un trato. Había un aire de expectativa, como si el destino del joven pirata estuviera en juego. Belmonte sabía que la multitud estaba observando, deseando ver si el joven capitán podría salir de esta situación con un poco de dignidad.

Si decides cooperar, tal vez podamos encontrar una solución que funcione para ambos— dijo Belmonte, su mirada fija en Byron. La sonrisa en su rostro era astuta, como si ya estuviera contemplando las posibilidades que podrían surgir de esta interacción. —Imagina, un futuro donde tú y tu tripulación puedan seguir surcando los mares sin problemas sobre su barco, sin el temor constante de que un marine esté a tus puertas. Todo lo que necesitas hacer es cumplir con las normas. Sin embargo, si decides resistir...— dejó que su voz se desvaneciera, dejando en el aire la amenaza implícita de las consecuencias.

Byron, sintiendo el peso de la mirada de Belmonte, se sintió acorralado, pero también motivado. No podía ceder ante las presiones del capitán, no si quería demostrar su valía como pirata. Sabía que tenía que jugar sus cartas con astucia, y cada palabra que eligiera podría cambiar el rumbo de la conversación.
#3


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