Hay rumores sobre…
... un algún lugar del East Blue los Revolucionarios han establecido una base de operaciones, aunque nadie la ha encontrado aun.
[Común] [Entrenamiento] El más rápido de la base.
Takahiro
La saeta verde
Cuartel del G-31 de Loguetown.
Verano del año 724.

Se trataba de un día como otro cualquiera de verano en Loguetown, tan húmedo y caluroso que hasta la más leve brisa parecía tener peso. Takahiro despertó con de golpe y porrazo, tras caerse de la cama tras un sueño movido que era incapaz de recordar, aunque había sido tan real que sentía como si un látigo le hubiera golpeado en la espalda.

¿Estás bien? —le preguntó un recluta nuevo que estaba por los barracones.

Sí, sí —le respondió el peliverde, levantándose con somnolencia—. No te preocupes.

El resto de la mañana continuó como todos los demás en el cuartel de la marina del g-31. Primero se reunió con sus amigos para desayunar en la cantina, unos huevos revueltos con una tostada, verduras, un café y una pieza de fruta. Tras ello, se dividieron para sus quehaceres. Luego, Takahiro tuvo que asistir junto al resto de suboficiales a un curso sobre estrategias y métodos de acción en situaciones con rehenes. Lo cierto era que fue una charla bastante interesante, aunque quien la impartía dejaba mucho que desear en sus formas al no aceptar preguntas por parte de los asistentes. Algo que molestó de sobremanera al peliverde.

Apenas habían dado las doce del medio día cuando el sol comenzaba a amenazar con aumentar su temperatura exponencialmente. Se encontraban a treinta grados y aún faltaban un par de horas para llegar al pico de temperatura de ese día. A Takahiro le daba igual el calor, pero era incapaz de soportar la humedad, sobre todo con el uniforme de la marina puesto. Ese día iba a ir superiores del Cuartel General, por lo que tenía que cumplir el reglamento a rajatabla.

Fue en ese momento, cuando Takahiro estaba buscando alguna forma de escaquearse al más puro estilo Atlas, que los suboficiales fueron llamados al campo de entrenamiento número dos para realizar unas pruebas. Aquello era una especie de carrera de obstáculos bastante dura alrededor de toda la base. Takahiro no sabía en que momento habían arreglado la base para crear dichos obstáculos, pero le parecía interesante participar.

Quien quede primero podrá elegir entre librar todos los fines de semana del próximo mes o un mes entero sin guardias, es decir, librarse del turno de noche —dijo Buchanan, tratando de incentivar el espíritu competitivo de los suboficiales de la base—.  Os recuerdo que queda completamente prohibido usar armas durante esta prueba, ¿entendido? —aclaró el comandante, aunque tampoco era que nadie fuera a desenfundar una espada o disparar con un subfusil.

No tan mal, ¿verdad, Ray? —le comentó a su amigo, mientras realizaba algunos estiramientos.

La primera prueba era trepar por una cuerda vertical con una altura de diez metros, la segunda era arrastrarse por un barrizal cubierto por una red muy tensa encima, haciendo que el espacio fuera muy reducido. La tercera era una prueba que consistía en lanzar una bola de metal lo más lejos posible. La cuarta era recorrer una distancia de unos veinte metros, marcadas por unas barras horizontales en las que solo se podían usar las manos. Y, por último, un terreno repleto de trampas de todo tipo: boquetes, minas lanza bolas de goma, entre otros engaños para impedirles avanzar

Con diferencia los más aventajados fueron Ray y él, quienes iban a la par en casi todas las pruebas. Al principio fue toda una sana competencia, pero a medida que avanzaban las pruebas Takahiro sentía cierta competitividad con su amigo peliblanco, experimentando una rivalidad que no había sentido nunca desde que llegó al cuartel de la marina.

Sin la fruta no eres tan rápido —comentó el peliverde, mientras se dedicaba a esquivar trampas en el suelo y bloquear bolas de goma usando las manos—. ¿verdad, abejita? —terminó diciéndole con cierta picardía, guiñándole un ojo y mostrando una sonrisa en la cara.
#1
Ray
Kuroi Ya
El día había empezado bastante tranquilo. Una ducha, un desayuno como el de todos los días junto a sus amigos y compañeros de brigada y después un rato para hacer tareas atrasadas. Pero a mitad de la mañana había una actividad diferente a lo habitual. Al menos para los suboficiales del Cuartel General, quienes tuvieron que asistir a un curso teórico sobre situaciones con rehenes y cómo comportarse en ellas. Era un buen momento para algo así, dados los últimos sucesos provocados por el hombre trajeado, que habían acabado en el incendio de un ala entera de la base. Sabiendo que había un grupo terrorista como el dirigido por aquel tipo suelto en algún lugar de la isla, era buena idea prepararles para posibles situaciones de riesgo como aquellas.

A decir verdad la sesión fue ciertamente interesante. El tema era complejo y podía abordarse desde multitud de diferentes puntos de vista, siempre eso sí sin perder el foco y centrándose en la liberación de cuantos rehenes hubiera como prioridad número uno. No obstante hubo un detalle que molestó profundamente al peliblanco, y fue que el ponente se negó a aceptar preguntas respecto a los temas expuestos. El joven se quedó con ganas de saber más y de poder resolver un par de cuestiones técnicas que habían surgido en su mente mientras escuchaba la presentación.

Cuando terminaron era ya mediodía, y el sol brillaba en el cielo en su punto álgido. Las altas temperaturas se dejaban notar, provocando que algunos de los marines menos habituados a ellas sufrieran sus desagradables consecuencias. Ray, acostumbrado como estaba al calor y siendo un enamorado del tacto de los rayos del astro rey sobre su piel, se quitó la camiseta cuando llegaron al campo de entrenamiento. Allí les explicaron que ese día se iban a enfrentar a una carrera de obstáculos, aunque tal vez pudiera incluso calificarse como gymkhana dada la variedad de distintos retos que deberían afrontar. Eso sí, el premio era tremendamente jugoso, pues el ganador podría elegir el próximo mes entre no hacer turnos de vigilancia nocturnos o no trabajar ningún fin de semana. Aquello era música para sus oídos. Además, el peliblanco sabía que la velocidad era una de sus grandes virtudes, por lo que contaba con ser uno de los favoritos para vencer.

Y cuando la prueba empezó sus sospechas se confirmaron, haciéndose pronto evidente que el triunfo iba a estar disputado únicamente entre dos personas, Takahiro y él mismo. Su amigo de pelo verde era también una persona tremendamente veloz, lo suficiente como para en ciertas condiciones igualar su rapidez. Durante toda la prueba ambos avanzaron casi a la par, y cuando estaban ya en el último tramo su compañero le dedicó una pequeña burla sin maldad, simplemente con intención de aumentar el pique entre ambos, insinuando que sin transformarse el joven de cabellos plateados no era tan rápido como siempre se vanagloriaba de ser. A lo que este, con una media sonrisa de suficiencia, respondió:

- No necesito transformarme para correr más que tú, cabeza de alga.

Utilizar el mote con el que Camille siempre se mofaba de Taka era algo que había hecho a propósito para enardecer aún más los ánimos de su amigo. Había que decir que entre ambos siempre había existido una sana rivalidad. Al fin y al cabo habían llegado al Cuartel General casi al mismo tiempo, y habían seguido trayectorias paralelas, ascendiendo a una enorme velocidad en el escalafón hasta llegar a suboficiales. Y se rumoreaba que ambos estaban en las quinielas para promocionar más pronto que tarde de nuevo y convertirse en oficiales. Además sus estilos de combate, basados ambos en la velocidad y el movimiento continuo, eran en cierto modo similares. Esto desde el principio les había hecho verse como alguien con el que compararse y al que utilizar para motivarse y mejorar aún más rápido, tratando mutuamente de superarse cada día.

Y cuando llegaron al final, ambos atravesaron la línea de meta al mismo tiempo. Había que reconocer que su velocidad era muy similar, al menos cuando Ray se encontraba en su forma humana, pero le daba rabia no haber conseguido vencer a su amigo. Con la respiración aún agitada sonrió con determinación y le dijo mientras apoyaba su mano en su hombro derecho:

- Has tenido suerte, Taka. Si me llegan a permitir transformarme no habrías tenido nada que hacer. En mi forma de abeja nadie en Cuartel General puede competir con mi velocidad.

Con esto pretendía encender aún más a su amigo, pues aquellos piques ya se habían convertido en un habitual entre ellos. Además de considerarle uno de sus amigos más cercanos, respetaba enormemente las capacidades físicas de Takahiro, pero eso no quería decir que fuera a reconocérselo. Entre ellos en ese sentido era cuestión de orgullo. Algo de lo que ambos iban bastante sobrados a decir verdad.
#2
Takahiro
La saeta verde
Personaje

Intentario

El gen competitivo que tenía Takahiro afloró en ese preciso instante, llegando incluso a llevar la mano hacia el lugar donde debería estar su espada, mas no había nada. Era cierto, estaban en una carrera de obstáculos. Miraba a Ray con una extraña mezcla de nervios y emoción. ¿Proponerle otra carrera sin límites en lo que valía todo? Era algo demasiado simple, incluso el peliverde era consciente que no podía competir con el poder físico que te otorgaba una fruta del diablo. Sin embargo, era alguien orgulloso, así que no podía quedarse callado.

Cuando quieras, socio —le dijo, colocándose justo frente a él—. Tú en tu forma de zángano y yo usando mis desplazamientos, a ver quién gana.

Hasta ese momento no se había fijado tan meticulosamente en la complexión física de Ray y, como decía el dicho, las apariencias engañaban. Si bien parecía alguien con un físico y unas capacidades estándar, como las suyas, era alguien que guardaba un gran poder su interior, sin contar que tenía una inteligencia superior a la media del cuartel —aunque tampoco era muy difícil eso—. Takahiro notaba tensión en el ambiente, pero no fue hasta que apareció el comandante Buchanan que desapareció.

Bien —dijo, llamando la atención de todos. Buchanan tenía una voz imponente, incluso cuando estaba calmado, al menos para Takahiro—. Si lo que queréis en medir vuestras habilidades, ¿por qué no os medís en un combate? —preguntó—. En mi época era la manera en la que se resolvían esos asuntos. ¿Quién es más rápido? ¿Quién aprovecha mejor sus capacidades? Hacedlo de esa forma. Eso sí, luego no quiero rencores. Lo que ocurra en el campo, se queda en el campo.

Por mi no hay problema —dijo Takahiro—. Depende de si Ray se atreve a combatir contra mí.

Aquellas palabras fueron seguidas de un guiño y una sonrisa vacilona. La intención del espadachín era intentar provocar a su amigo, tratando de evocar un sentimiento de competitividad que terminara desembocando en un combate. Realmente, luchar contra alguien como Raimond podía ser una buena forma de testear todos los entrenamientos que había realizado en solitario durante las últimas semanas. ¿Sería capaz de igualar a alguien a quien consideraba diestro en combate? Era posible, aunque cabría la posibilidad de que no.

Tras la respuesta de Ray —algo ya hablado Offrol para contextualizar todo—, Takahiro se dirigió hacia a los barracones a por Samidare, su katana, además de para ponerse un atuendo con el que se encontrara más cómodo. Tras ello, fue directo hacia el campo de entrenamiento número ocho. Se encontraba en la parte trasera del cuartel del G-31. Era un lugar pequeño en comparación con otros, de apenas unos seiscientos metros cuadrados, de treinta de largo por veinte de ancho. Su suelo era de césped natural, como los que usaban en los deportes de pelota. Había varias rocas grandes en una esquina, una especie de grada en uno de los laterales y algo de maleza sin cortar. Un lugar bastante simple.

El comandante Buchanan ya se encontraba allí, justo en el epicentro de aquel campo. En las gradas había algunas personas que habían ido a cotillear el combate, a fin de cuentas no todos los días dos de los bautizados por muchos como promesas de la marina iban a batirse en duelo «oficial», por llamarlo de alguna manera.

Espero que sea un combate limpio, caballeros —dijo Buchanan—. Os daré la señal cuando estéis listos.

¿Por quien nos tomas? —preguntó el marine, agachándose y arrancando unas hojas del cesped—. Nosotros somos gente con pundonor.

La mano de Takahiro ya estaba aferrada a la empuñadura de su katana, ansioso por ver de que estaba hecho su compañero. Respiraba con calma y, en el momento en el que Buchanan golpeó el suelo, haciendo que temblara todo durante un breve instante, y desapareció el combate había comenzado.

«Quien golpea primero, golpea dos veces»

Esa frase siempre había acompañado a Takahiro, que durante su infancia se había metido en más de algún lío en Nanohana. Es por ello que, tras lanzar las hojas hacia el frente a modo de distracción [truco de manos, mirar spoiler], se abalanzó sobre Ray a gran velocidad, impulsándose con el pie derecho que tenía ligeramente retrasado hasta situarse justo frente a él, en un abrir y cerrar de ojos, desenfundando su espada y trazando un corte diagonal ascendente, buscando realizarle una herida en el torso.

Battojutsu: Destello gláuco —diría justo después, volviendo a enfundar su arma para prepararse para una respuesta de su contrincante.



Números y cosas


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Cosas usadas
#3
Ray
Kuroi Ya
El joven peliblanco juraría haber visto cómo su amigo hacía involuntariamente ademán de llevarse la mano a la empuñadura de su espada, pero su arma no estaba allí, puesto que acababan de enfrentarse a una carrera de obstáculos en la que solo le habría estorbado. Aún así, resultaba curioso ver cómo los instintos de su compañero estaban a flor de piel, encendidos aún más por la sana pero intensa rivalidad entre ambos. De hecho respondió a su provocación aceptando su propuesta de echar una nueva carrera pero con Ray teniendo permitido transformarse si él a cambio podía utilizar sus desplazamientos. Este se disponía a darle la mano, para sellar la aceptación del reto cuando una voz conocida les interrumpió.

El Comandante Buchanan, con su potente tono de voz que irremediablemente imponía respeto, indicó que lo más adecuado para zanjar aquello sería medirse en un combate. Al fin y al cabo, como bien expresó, de nada servía ser el que más rápido corría de toda la Marina si no se sabía aplicar esa ventaja en la práctica. Tenía sentido, y el joven de cabellos plateados no pudo sino asentir. Eso sí, su superior aclaró una cosa que para Ray resultaba obvia. Aquello, por muy en serio que se lo tomaran, no era más que una prueba. Pasara lo que pasara en el campo de batalla y ganara quien ganara no podía haber después ningún rencor ni rencilla.

Takahiro, tan poco prudente como de costumbre, lanzó un último reto con una nueva bravuconada, dejando implícito que si el zángano se negaba era por falta de la valentía necesaria para enfrentarse a él. Ray sonrió con confianza y miró a su amigo a los ojos:

- Espero que seas capaz de seguirme el ritmo. - Le dijo con un tono ligeramente burlón en su voz. Aquello le estaba resultando enormemente divertido y estimulante, así como una de las mejores maneras que se le ocurrían para probar sus habilidades ante otro de los mayores valores emergentes de la Marina que, además de todo eso, resultaba ser uno de sus compañeros de brigada y uno de sus amigos más cercanos.

Mientras Takahiro iba a por su katana el luchador aprovechó para correr suavemente hasta el campo de entrenamiento numero ocho, el lugar elegido para su enfrentamiento, y para una vez allí realizar algunos ejercicios que le permitieran mantener la activación de sus músculos conseguida durante la carrera de forma que pudiera empezar el combate en mejores condiciones. Alternó series de flexiones con otras de saltos llevándose las rodillas al pecho y de sentadillas. De esa forma todos los músculos de su cuerpo terminaron de entrar en calor, quedando en perfectas condiciones para cuando el peliverde estuvo de vuelta.

Las facciones del joven comenzaron a cambiar cuando se situó en uno de los lados del campo, dejando de ser totalmente humanas para convertirse en algo más. Unas alas brotaron a su espalda, y unas antenas emergieron en lo más alto de su cabeza mientras su cuerpo se tornaba amarillo y negro. Adoptó una postura de guardia, con las rodillas ligeramente flexionadas y los puños levantados protegiendo su rostro. Al otro lado, Takahiro tenía su mano en torno a la empuñadura de su espada, también listo para que la contienda diera comienzo.

Entonces Buchanan, situado en el centro del escenario, recordó que debía de ser un combate limpio, a lo que el peliblanco asintió. Tenía muchos trucos, y no todos ellos considerados honorables por según qué clase de personas, pero no había necesidad de utilizar ninguna de sus artimañas más elaboradas peleando contra un amigo. Al menos por el momento.

Cuando su superior dio la señal el joven activó su Haki, tratando de leer las intenciones del peliverde. Este amagó con lanzar su arma para, acto seguido, acelerar bruscamente para recortar la distancia entre ambos y tratar de alcanzarle, pero el usuario de fruta del diablo fue más rápido. Antes de que Taka llegase a su posición dio una voltereta hacia delante y hacia su derecha, con intención de terminar en una posición oblicua respecto de él en la que este estuviera dándole la espalda parcialmente para, desde ahí rotar su cuerpo a gran velocidad y dislocar parcialmente su hombro para ganar alcance y tratar golpear con tanta dureza y rapidez como fue capaz el antebrazo de su compañero con el objetivo tanto de dañarle como de desarmarle. Su brazo se había tornado de un brillante color negro que reflejaba toda la fuerza de voluntad del militar, todo el esfuerzo y las ganas que estaba poniendo en ese enfrentamiento que, aunque pudiera parecer inocente, no lo era ni mucho menos. No pensaba guardarse nada. Pensaba demostrarle a Takahiro quién era de verdad el más veloz del Cuartel General. Iba a aprender lo que era la auténtica rapidez.

Resumen


Personaje


Mates y cosas


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#4


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