Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
Tema cerrado 
[C-Presente] IFBB Mr. Universe de peso Sirena / Privado Ragnheidr
Asradi
Völva
Como quien levanta una rama con un par de dedos, Ragnheidr se aproximó a la carreta, la alzó y la volvió a colocar debidamente en medio del camino. El medio de transporte, por fortuna, no hbía sufrido más daños que unos cuantos arañazos en la madera. Ahora solo bastaba con recoger la mercancía que se había desperdigado por la zona y ya estaba. Aunque la mayoría permanecía en el interior del vehiculo de ruedas.

Es verdad. A veces cuando uno es demasiado bueno, lo toman por tonto. — Correspondió a las palabras del grandullón al cual acompañaba. Era verdad. A veces se daba por sentado que por hacer una buena obra, eso no merecía recompensa. Aunque fuese un agradecimiento o una simple invitación a una copa. Tampoco pedía tanto.

Aunque a veces también había que saber a quien cobrarle la ayuda. No le iba a pedir dinero a unos niños o a alguien que ni siquiera tenía una moneda para sí mismo. Pero ese par podían, y los favores que tanto ella como el rubio les habían pedido tampoco conllevaban una gran pérdida o sacrificio para ellos. Por otro lado, menos mal que no estaba dentro de la cabeza de Ragn con respecto al tema sexual. Ya se la habría arrancado de un tajazo, si pudiese.

Oye, oye... — Protestó un poco cuando fue acomodada sobre unos sacos de frutas. Asradi frunció el ceño y arrugó apenas la puntita de la nariz de manera adorable. Uno de los mercaderes, el más joven, le sonrió de manera bobalicona, lo que extrajo un suspiro resignado por parte de la pelinegra.

No le molestaba eso tanto como estar sentada sobre fruta. Menos mal que no eran piñas, o tendrían un serio problema. Sobre todo ella.

Pero... — El otro, el que parecía más experimentado contempló el camino que se extendía ante ellos. Era angosto y poco a poco iba estrechándose, por lo que dificultaría el trayecto. Eso sin contar los baches, subidas y bajadas que pudiese haber. Pero después de eso, no les quedaba más remedio. — Está bien. Fuisteis los únicos que nos habéis ayudado, es lo menos que puedo hacer.

Y también porque no quería que aquel gigantón se enfadase y volviese a tirarlos a la cuneta o algo peor. Una vez estuvo todo acomodado y listo, ambos hombres se posicionaron al frente para ir tirando del carro. Y, con ello, tanto de la mercancía como de la sirena.

¿Y qué os trae por aquí? — Preguntó el mayor, con un deje de curiosidad a medida que iban avanzando. Por ahora Asradi solo tendría que aguantar algunos bamboleos de algunos baches. Algo llevadero.

Mi amigo y yo vamos a una competición que hay por ahí. — No recordaba ni cómo era el nombre de dicho evento. — Algo de músculos.

La mujer se encogió de hombros. Ni estaba puesta en eso, ni le causaba mucho entusiasmo. Pero una promesa era una promesa. Lo único por lo que estaba yendo era por Ragn y por ver si podía encontrar algo de su interés.
#11
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Personaje


Ejercitarse de camino no era una mala idea, de hecho, era bastante buena. Mucho no podría hacer, pero iba dando saltitos, haciendo flexiones y en general, calentando motores mientras avanzaba e intentaba estar al tanto. La mujer trató con los pequeños humanos. Uno de ellos vestía bastante ... ¿Hogareño? Ropajes de pieles de animal, le recordó a Ragn inmediatamente a su gente, por un instante. Quiso preguntar, ya que estaba, pero no pudo hacerlo.

Oh, vamos, vamos. ¡En serio creías que podías escapar! — En mitad del camino un total de cuatro personas les abordaron. Uno de los tipos a los que habían ayudado el vikingo y la sirena, se asustó y de qué manera. Las gotas de sudor le recorrían la sien ... El tipo tenía una extensa sonrisa que generaba cierto temor. — ¡¡El tributooo!! — Alzó las manos, excéntrico. — Sabéis lo que toca. Soltad el dinero. — Comentaría otro hombre, este con un aspecto más sereno. De hecho, despertaba más atención, el aura que emanaba era de peligrosidad y al parecer, efectivamente era el jefe del grupo. — Huir de nosotros no ha funcionado nunca. — Escupió al suelo.

Ragn se puso de pie, ya que estaba haciendo flexiones al tiempo que esto sucedía. Sus manos cubiertas de arena atusaron su cabello, como si no tuviera nada en las mismas, manchándose el rostro de arenilla. Le daba igual. — ¡Eh! — Les señaló con un dedo. — Fuerrra. — La tensión se mascaba. Dos de los cuatro hombres comenzaron a desplegarse por los laterales, cada uno por uno. Ellos tenían ballestas y estos dos, los principales, que se comprendían especiales debido a sus estéticas, tenían particulares armas. El "jefe" una espada de casi un metro, es decir, no muy larga. El loquillo manejaba una especie de hilo metálico que movía con gracia.

Ragn fue a llevarse la mano a la empuñadura de Rompetormentas, pero no había nada. — Dette er din greie, er det ikke Nohsa? Ok, jeg skal øve med akumaen.— Se colocó delante del carruaje, abriendo aquellos eternos brazos musculosos. — No poderrr defenderrr todos los cossstados. — Advirtió, especialmente por su compañera. De ella conocía sus habilidades de curación, pero no de combate. Ni si quiera sabía si tenía de eso segundo.

Te has buscado seguridad personal, bien, lo comprendo. Pero eso solo hará más difícil esta situación, Browl. Con lo fácil que podría ser. Nos das el dinero y nos vamos. ¡Como siempre! — Sentenció aquel líder de grupo, avanzando lentamente. El cuerpo de Ragn ... ¿Parecía estar aumentando de tamaño?
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#12
Asradi
Völva
Personaje


Bueno, quizás ir en el carro no era tan malo, si no se tenía en cuenta que iba sentada sobre un saco lleno de frutas. Esperaba que fuesen naranjas o algo parecido, era lo menos malo que le podía pasar. Iba dando algún que otro brinquito gracioso a medida que el carro iba comiéndose algún que otro bache, en lo que durante el trayecto iba charlando con Ragn, quien iba ejercitándose a su manera, y con los dos hombres dueños de toda esa mercancía. Vamos, que todo iba bien hasta que un grupo de cuatro tipos les abordaron a mitad del camino.

Asradi frunció levemente el ceño, quedándose por ahora en un segundo plano mientras escuchaba y analizaba la situación. ¿Tributo, habían dicho? Ah, no, eso sí que no. Tributo sus escamas, pensaría de forma malsonante. Eses eran unos ladronzuelos de tres al cuarto y su dinero era sagrado. Como no, Ragnheidr fue el primero que se adelantó, de forma imponente y llevándose las manos a la cara y al pelo... Solo para impregnárselos de arena o tierra.

El grandullón se puso al frente del carro, con los dos brazos abiertos como si fuesen dos troncos que imposibilitasen el paso.

Ya lo sé. — Fue lo único que respondió a Ragn.

De hecho, pareció que le diese sed de repente, porque abrió uno de los odres de agua que transportaban y le dió un buen trago. Tras cerrar con tranquilidad dicho objeto, y con los mofletes llenos, Asradi miró de reojo.

Uno se aproximaba por el frente, donde Ragn estaba. Los otros dos por los costados. Y ella ahí en medio, sentada cual princesita en el carro sin moverse. Casi se le dibujó una “sonrisa” en la mirada. Se movió ligeramente solo para apoyarse en un borde lateral del carro. Y soltó el agua que tenía almacenada en la boca.

Lo que vendría siendo un escupitajo directo al tipo que se aproximaba por la derecha. Un escupitajo de agua que iba a la maldita velocidad de un proyectil, demasiado fino y demasiado punzante. Era como si le hubiese lanzado una bala o una aguja capaz de perforar.

De momento no cantaría. Prefería tantear el terreno y, además, Ragn necesitaba un apoyo ofensivo en ese instante. Sin mencionar que no le iba a dejar toda la diversión a él, claro.

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#13
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El aire se tensaba, cargado con la violencia recién desatada. Asradi lanzó un escupitajo que parecía de ácido, pues había sido devastador, atravesando el cráneo de uno de los asaltantes con precisión mortal. El cadáver aún humeaba en el suelo, mientras el segundo hombre, completamente aterrorizado, decidía que enfrentarse a esos dos guerreros no valía su vida. Ragn permanecía de pie, inmóvil, con su colosal figura proyectando una sombra que parecía devorar todo a su alrededor. Aunque no había movido un solo músculo durante el ataque de Asradi, el estaba alucinando igual que los demás ante las habilidades de la sirena. Su cabello rubio ondeaba con el viento, y sus ojos fríos, como el acero, observaban al hombre que gobernaba ese grupo, Mix Helpy, el líder de aquel grupo que había tenido la mala idea de enfrentarse a ellos.

Mix Helpy no era un hombre ordinario. A pesar de estar claramente superado en número y poder, mantenía una postura firme, con una mano sobre el mango de su espada. Sus ojos mostraban una mezcla de miedo y determinación, pero también una chispa de arrogancia, la de alguien que no estaba acostumbrado a ceder tan fácilmente. Su armadura ligera, de cuero y acero, estaba desgastada, pero aún tenía restos de lo que alguna vez fue una insignia de algún grupo mercenario de renombre. Sorrurss, mientras tanto, daba pequeños pasos hacia él, balanceándose con la fluidez. ¿Qué hacía? Era un hombre con extrañas reacciones a juego con su físico. El hombre apretó la mandíbula, sus dedos tensándose sobre su espada. Sabía que su situación era desesperada, pero tampoco era un cobarde. Lentamente, desenvainó el arma, y el sonido del acero resonó en el silencio. No respondió a las palabras de la sirena, pues sabía que cualquier diálogo con ellos no cambiaría lo que estaba por venir.

Ragn sacó un aparatejo que marcaba la hora con precisión. Ante la incertidumbre que tenían aquellos tipos por las habilidades de Asradi, tuvo tiempo de mirar con calma. — ¡COMPETISSIÓN! — Gritó, exaltado. Estaban llegando tarde, la competición comenzaría en diez minutos y estaban todavía algo lejos. Por un instante se le pasó la idea de abandonar a la mujer, pero se le quitó rápido de la cabeza. La competición no era tan importante, ¿No? Alrededor de Ragn se comenzó a formar pequeñas pompas de gas que rodearon su cuerpo. Si estaba usando la akuma, quería decir que necesitaba terminar ya el combate. — Asrrradi. Serrr cuestión de vida o muerrrte. — Exageró. — Tenerrr que escaparrrr. — Los enemigos darían varios pasos atrás, todavía menos seguros que antes por lo que estaba pasando.

Parecían asustados, ¿atacarían?
#14
Asradi
Völva
Uno de ellos había caído fulminado. Al que le había lanzado el escupitajo. No era el método más femenino, todo sea dicho, pero era útil cuando la concentración de agua a su alrededor era mínima o casi nula. Y podía hacer un buen daño si lograba apuntar a zonas vitales. Como el cráneo, por ejemplo.

El resto había parecido retroceder, sorprendidos, por lo que acababa de pasar, y la expresión de la sirena se había tornado más seria con la situación que se estaba dando. ¿Por qué no podían tener un momento de paz sin que algún idiota se les metiese por medio? Incluso Ragn había tenido tiempo de mirar un... ¿qué era eso? ¿Era un reloj? Bueno, lo que fuese. Y escuchó su exclamación apresurada. Sí, llegaban tarde.

¡Ya lo sé! Vamos malditamente tarde. ¡Y estes idiotas...! — Exclamó, de mal humor, señalando a los bandidos que se les habían puesto en medio. — … ¡No ayudan!

O se marchaban corriendo dejando al par de mercaderes a su suerte o, simplemente, terminaban rápido con todo aquel trabajo. De hecho, no tardó en ver como, alrededor de Ragnheidr, comenzaban a brotar algunas pompas de gas. Asradi arrugó la nariz de inmediato. Ya conocía esa habilidad, para bien o para mal.

Así que o corremos... — Lo que significaría que Ragn tendría que cargarla de nuevo al hombro para correr y llegar a tiempo. — O nos los llevamos antes por delante. O simplemente pasamos por encima de ellos...

Lo último tampoco sonaba tan, tan mal. Incluso se le dibujó una breve sonrisa traviesa al respecto. Pero no tenía la cantidad de agua suficiente como para hacer un ataque de ese calibre. O, quizás...

¡Ragn, nos vamos! ¡Que les jodan! Nos los llevamos por delante. ¡No vamos a llegar a la competición! — Iban terriblemente justos de tiempo.

Y no quería que su amigo se perdiese el evento por el que tantas ganas tenía.

De hecho, volvió a la carga, bajándose de la carreta al mismo tiempo. Un nuevo par de escupitajos rápidos y certeros que dirigió hacia el otro hombre que quedaba, en dirección a los hombros contrarios.

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#15
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Asradi atacó de nuevo, pero esta vez el líder de los bandidos logró que no acertara mortalmente, cubriendo a su compañero con su arma, desplazandose previamente a gran velocidad. Ragn asintió con su rostro duro y decidido. Sin decir una palabra, comenzó a transformar la mitad inferior de su cuerpo. Desde la cintura hacia abajo, su carne y huesos comenzaron a disolverse lentamente en una neblina grisácea. Como una ola de humo, su forma corpórea se desvanecía en un gas espeso que se movía con la fluidez de un viento atrapado en un espacio cerrado. Las piernas del gigante desaparecieron por completo, y su torso quedó suspendido en el aire, sostenido únicamente por la niebla que se arremolinaba a su alrededor. El vikingo agarró a la mujer rápidamente. Ragn y Asradi ascendían por el aire, su forma conjunta dibujando una figura fantasmal sobre el campo de batalla. El cuerpo de Ragn, disuelto en niebla desde la cintura, se movía suavemente entre las corrientes del viento. Asradi, aferrada con fuerza a su brazo, probablemente mantendría su mirada fija en el caos que dejaban atrás. Los mercaderes, que antes habían sido compañeros de viaje (por llamarlo de alguna forma), ahora estaban rodeados por los bandidos, su destino sellado por la decisión de Ragn de escapar. ¡Así era la vida!

Abajo, las armas de los bandidos pasaban inútilmente a través de la niebla que formaba la parte baja de Ragn. Los hombres, frustrados, lanzaban proyectiles que se desvanecían al contacto con el aire brumoso. Uno de los mercaderes caía, aplastado por un golpe, mientras otro corría hacia el carro volcado, tropezando en su desesperación. Hubo un momento de tensión incómoda. Estaban a punto de descubrir, si es que lo habían olvidado, que la vida es tan cruda como el campo de batalla, si no más. Ragn, mientras tanto, continuaba elevándose, el viento desplazándose a su alrededor, su rostro imperturbable. Su foco estaba en la supervivencia. De su cuerpo neblinoso surgían remolinos oscuros, llevándolos a mayor velocidad, alejándose del campo de batalla mientras se acercaba ya el medio día. Era increíble la de tiempo que habían gastado allí.

A lo lejos, los gritos y golpes se desvanecían en el silencio. La incomodidad del momento se agrandaba por momentos. Pero peor fue al llegar al punto acordado, el lugar de la competición. Pasaron veinte minutos, tan solo eso. Llegaron gracias al vuelo, pero fueron más lentos que corriendo o en algún vehículo. Al llegar la competición estaba terminando y el acceso, completamente cerrado. — Esto ... No serrr justo ... ¡NO! — Gritó, golpeando tierra firme. No quiso mirar a Asradi. ¿Cómo hacerlo? Después de haber abandonado a los comerciantes ... De escuchar sus gritos en la lejanía ...
#16
Asradi
Völva
Todo había pasado terriblemente rápido. De un momento a otro, Asradi se había visto sujeta nuevamente por Ragn. Y éste había hecho uso de la habilidad de su fruta del diablo para que la mitad inferior de su cuero simplemente se disolviese como el gas que era. Habían emprendido la huída, literalmente. Mientras, a sus espaldas, todavía podían escucharse los gritos de terror de los comerciantes que habían dejado atrás. La sirena se había obligado a apartar la mirada. No era justo, y quizás era una guarrada lo que estaban haciendo. Pero ella estaba habituada a defenderse por sí misma. La ley del más fuerte, eso era lo que le habían enseñado desde que apenas era una cría.

Pero no era justo tampoco. No lo estaban haciendo bien. Y el remordimiento se hizo más fuerte cuando, por fin, llegaron al lugar donde se celebraba la competición. Una que ya había comenzado y, por ende, el acceso ya estaba cerrado. Los labios de la sirena se apretaron en un gesto de frustración.

Al final no habían conseguido nada. Ni llegar a la competición, ni poder salvar a aquel par de comerciantes. Se bajó del hombro de Ragnheidr en silencio, mirando hacia la entrada de dicho lugar, la cual seguía firmemente cerrada. Asradi no estaba pensando en eso, sino que estaba intentando canalizar esa frustración de otra manera. En silencio, le puso una mano al grandullón en el costado, allí donde llegaba por la diferencia de altura. Era un gesto suave y simple. Un mudo apoyo.

Asradi suspiró de manera suave.

Ya no se puede hacer nada, Ragn. — Tanto por un lado, como por el otro.

La sirena relajó un poco la cola en la que se apoyaba para erguirse, casi como si se estuviese sentando, aunque no fuese tan así.

Quizás la próxima vez deberíamos pararnos a pensar mejor las cosas. O a salir con tiempo. — Intentó destensar el ambiente con la última frase, aunque era una situación un poco dura. Al menos para ella.

No quería pasar de nuevo por aquel camino, por el hecho de lo que se podrían llegar a encontrar. Estaba segura que no sería nada agradable.
#17
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragn y Asradi llegaron al lugar de la competición de culturismo, pero el silencio y la quietud del recinto indicaban algo que los enfureció de inmediato, el evento había terminado. Las gradas vacías, los pesados aparatos abandonados y los restos de carteles rasgados lo confirmaban. El viaje, la lucha, el esfuerzo… todo para nada. Los competidores ya se habían ido, las luces se apagaban, y el aroma de la victoria ajena aún flotaba en el aire. Ragn se detuvo en seco, su gigantesca figura rígida como una montaña a punto de desmoronarse. Su mandíbula se tensó, los músculos de su cuello se marcaron como si estuvieran a punto de explotar, y sus ojos, normalmente calmados, brillaban con una furia incontrolable. Un rugido se gestaba en lo más profundo de su ser, una tormenta contenida a punto de desatarse. Su pecho subió y bajó de manera pesada, el aire alrededor de él parecía vibrar por la energía que comenzaba a acumular. Su cuerpo, de pie sobre las ruinas de sus expectativas, ya no era el de un hombre, sino el de una bestia a punto de liberarse.

De repente, la transformación comenzó. Desde su torso hacia abajo, Ragn se disolvió en una niebla oscura y densa, pero esta vez no era una simple bruma inofensiva. Era un gas nocivo de un color mostaza, venenoso, cargado de su rabia y furia reprimida. El gas se extendió con rapidez, como una marea tóxica que se arrastraba por el suelo, envolviendo todo lo que encontraba a su paso. Los pocos espectadores rezagados que aún estaban recogiendo sus cosas, sintieron el cambio en el aire. Un forzudo hombre, despreocupado, que recogía sus pertenencias cerca de las gradas, inhaló el gas antes de darse cuenta de lo que sucedía. De inmediato, su rostro se contrajo en una mueca de dolor, llevándose las manos al cuello mientras caía de rodillas, tosiendo y ahogándose. Otro hombre, que intentaba alejarse al ver la nube, fue alcanzado rápidamente por el gas corrosivo. Sus ojos se llenaron de lágrimas, su piel comenzó a arder, y, en cuestión de segundos, se desplomó, retorciéndose en el suelo.Ragn no mostraba piedad. Su rabia no conocía fronteras. La nube de gas, espesa y peligrosa, se expandía más y más, envolviendo a cualquiera que estuviera demasiado cerca. El aire se llenaba de gritos sofocados, de cuerpos que caían al suelo, impotentes ante la furia de un gigante descontrolado. La atmósfera se volvía irrespirable, cargada con el veneno de su ira. — ¡Nooooo! — Gritó, desesperado.

El aire alrededor de Asradi estaba saturado de una densa neblina de gas mostaza. Cada partícula de aquel vapor venenoso serpenteaba cerca de ella, formando un remolino peligroso que envolvía la escena, pero sin llegar a tocar su dulce piel. Ella permanecía firme, observando en silencio cómo Ragn, consumido por la rabia, destruía a quienes tuvieron la mala fortuna de estar cerca. Él, completamente transformado en una masa gaseosa de furia, derribó a cuatro, cinco personas, sus cuerpos cayendo al suelo, retorciéndose bajo el poder letal de su gas tóxico. De repente, el gas empezó a replegarse. La neblina venenosa, densa y sofocante, comenzó a concentrarse, girando sobre sí misma hasta adoptar una forma más definida. Los remolinos de humo venenoso se condensaban rápidamente, hasta que Ragn, imponente y colosal, emergió de nuevo frente a Asradi, con el torso desnudo, sus músculos tensos y el rostro aún marcado por la ira. Su cuerpo había vuelto casi por completo a su forma humana, pero la mano derecha seguía siendo una extensión del gas mostaza, una nube densa que sujetaba por el cuello a un hombre que se agitaba desesperado. El desafortunado luchaba por liberarse, pero la garra gaseosa apretaba cada vez más, impidiéndole respirar, drenando sus fuerzas mientras sus ojos se iban nublando. La particularidad de aquel gas es que quemaba al contacto directo.

Ragn, con la mandíbula apretada y los ojos fríos, levantó al hombre un poco más, haciendo que sus pies colgaran en el aire. La expresión de Ragn era una mezcla de rabia contenida y una crueldad fría, distante. El gas se arremolinaba en su mano, envolviendo el cuello del hombre con más fuerza, y el sonido seco de su respiración entrecortada era lo único que se oía en medio del silencio aplastante. Los ojos del Buccaneer chocaron con los de Asradi. En los del vikingo podría ver ira ... La rabia de aquel al que nada le sale bien. Pero también melancolía, tristeza. En el fondo, le dolía haber dejado aquellos tipos abandonados a su suerte. Era una masa de músculos completamente desorientada. Sin embargo, su cuerpo le pedía liberar la tensión de aquella manera. Nadie había muerto, si acaso, desmayado, quemados, eso sí, pero de momento no mató a nadie, de momento.
#18
Asradi
Völva
Asradi se mantuvo en silencio, contemplando el lugar mientras su mirada se iba arrastrando por cada esquina, visualizando cada aparato abandonado y la gente que ya se estaba yendo al haberse terminado la competición. Por unos segundos echó un vistazo de reojo a Ragnheidr y luego no pudo evitar soltar un suspiro. Habían llegado tarde. Y, no solo eso, sino que se habían perdido vidas por el camino Por decisión de ellos. No habían conseguido ni una cosa ni la otra. Lo mejor que podían hacer ahora, a ojos de la sirena, era irse y pensar en todo lo que había sucedido. Para que no se volviese a repetir, al menos.

Lo que Asradi no se esperó, bajo ningún concepto, fue la repentina reacción que tuvo el grandullón. Aunque había notado esa ira silente en los ojos del rubio, la sirena creyó que se contendría. Que lo entendería de alguna manera. Pero no fue así.

¡Ragn! — Llamó, intentando contenerle. Pero ya era tarde.

Demasiado tarde.

Para cuando Asradi intentó acortar distancias, no pudo hacerlo. De inmediato el gas emanado por el hombre de cinco metros la rodeó a ella también. No la estaba tocando, ni tan siquiera rozando, pero la estaba conteniendo ahí, como una jaula peligrosa e invisible al mismo tiempo. En su fuero interno, la pelinegra era consciente de que Ragn jamás le haría daño. No de manera voluntaria o consciente. Y de que esa era su forma, quizás errada, de protegerla de lo que sí le estaba haciendo al resto de la gente.

¡Ragn, detente, ellos no tienen la culpa! — Había guardado silencio al principio, pero no podía aprobar aquello. No cuando veía como su amigo se estaba perdiendo. O, al menos, esa era la sensación que le estaba dando.

Ya solo veía a la gente caer inconsciente al suelo. Asradi esperaba que, al menos, no estuviesen muertos. Que, dentro de ese momento de locura, Ragn estuviese teniendo un poco de piedad, por decirlo de alguna manera. La sirena seguía con la mirada todo lo que estaba sucediendo, con una mezcla de preocupación y temor. No porque algo le sucediese a ella, sino por esa gente que no tenía culpa.

Y todavía más por Ragn.

Solo cuando todo terminó, y todo quedó en silencio, fue que decidió arriesgarse a aproximarse, ahora que el rubio había tomado ya una forma más consistente. La que ella conocía. Cuando cruzaron las miradas, Asradi pudo contemplar toda la ira que embargaba a su amigo, pero también algo más. Esa nostalgia, esa tristeza. Y ese sentimiento de no saber como gestionar esas emociones. Podría regañarle, podría decirle que eso había sido exagerado e innecesario.

Y lo era en verdad.

Los ojos azules de ella barrieron el lugar, contemplando a los cuerpos caídos. No estaban muertos, por suerte. Sí inconscientes, algunos algo quemados por el tipo de gas, pero vivos al fin y al cabo.

Ragn... — Murmuró, cuando su mirada volvió a cruzarse con la del mencionado.

Podría decirle mil y una cosas. Pero no lo hizo.

En silencio se acercó a él, quedando justo al frente del imponente hombre. Asradi no le miraba con miedo. Le miraba con comprensión. Ni tan siquiera con lástima. Un suspiro se escapó de entre sus labios.

Y le abrazó. Rodeó la cintura de Ragn apoyando la frente en el abdomen del mismo. Por la diferencia de alturas, era hasta donde le llegaba. Pero esperaba que, con eso, supiese que no estaba solo.
#19
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragn sintió el abrazo de Asradi como un ancla, una súbita e inesperada calma en medio de la tempestad que había desatado. Al sentir sus brazos alrededor de su cintura y su frente apoyada contra su abdomen, el gigante se quedó inmóvil, su respiración profunda y agitada comenzó a aquietarse. La nube tóxica que aún rodeaba sus extremidades comenzó a disiparse lentamente, como si el veneno de su furia se hubiera agotado. El contacto con Asradi lo trajo de vuelta, le recordó su propia humanidad. Sus ojos, que aún reflejaban la intensidad de su ira, buscaron los de ella, con una mezcla de vergüenza y desesperación. Sabía que lo que había hecho no era justo, que había dejado salir a la bestia en el momento equivocado y, a pesar de la satisfacción momentánea, un nudo de arrepentimiento comenzaba a formarse en su pecho. Era consciente de que había cruzado una línea, que se había dejado llevar por el lado oscuro que tanto intentaba contener. Y, en ese instante, entendió que lo que más le dolía no era el hecho de haber destruido, sino el haberlo hecho frente a ella, la única persona que lograba calmar su tormenta interna. Ragn bajó la mirada hacia Asradi, sintiendo el calor de su abrazo como un bálsamo en la herida abierta de su alma. Había palabras que debían ser dichas, disculpas que debería expresar, pero no encontró la voz. En lugar de hablar, llevó una mano (ya transformada de nuevo en carne y hueso) hacia la cabeza de Asradi y dejó que sus dedos se enredaran con suavidad en su cabello, como un silencioso agradecimiento.

Por un instante, el gigante fue pequeño. Por un instante, se permitió ser vulnerable. La fiereza y la rabia cedieron paso a un profundo sentimiento de pérdida, de un camino que había errado. Y supo, en ese momento, que Asradi no solo había estado ahí para detenerlo, sino para sostenerlo, incluso cuando el peso de su propia oscuridad lo superaba. Se inclinó levemente, devolviéndole el abrazo con más suavidad de la que nunca hubiera creído posible en sus brazos colosales. La abrazó como quien se aferra a una salvación inesperada, su pecho aún vibrando con los ecos de la tormenta que lo sacudió. Dejarse llevar así ... Hacía mucho tiempo que no lo hacía.Y así, en medio de ese silencio, Ragn comprendió que aunque había fallado en muchas cosas, todavía tenía una esperanza. Una esperanza en ella, en sus nuevos amigos. Una esperanza de poder encontrar, alguna vez, la paz que tanto anhelaba.

Mientras Ragn y Asradi permanecían en ese abrazo silencioso, el aire cambió súbitamente, volviéndose más tenso, como si una amenaza invisible se cerniera sobre ellos. Ragn levantó la mirada, alerta, y fue entonces cuando vio a cinco figuras que se acercaban desde la penumbra del recinto. Estos no eran los mismos bandidos a los que habían dejado atrás antes, sus pasos eran firmes, seguros, y sus miradas, despiadadas. Cada uno de ellos tenía una presencia imponente, cargada de un peligro palpable. Los nuevos intrusos parecían diferentes. No llevaban las ropas raídas y el aspecto desaliñado de los bandidos que Ragn y Asradi habían enfrentado anteriormente. Estos eran más organizados, con atuendos oscuros y tácticos, preparados para el combate. El líder, un hombre robusto con una cicatriz cruzando su rostro, se detuvo al frente, y su mirada se posó en Ragn y Asradi con una frialdad calculada. A su lado, otros cuatro hombres, cada uno con un aura de experiencia, observaban con una mezcla de curiosidad y desprecio. Eran hombres de la banda ... Los líderes reales habían dado la voz de alarma y se estaba corriendo la voz.

Ragn se tensó al instante, sintiendo un golpe de adrenalina recorrer su cuerpo. No se trataba de meros delincuentes comunes. No. Estos hombres habían sido enviados para un propósito, para buscarlo a él y a Asradi específicamente. El "líder" dio un paso al frente, y su voz profunda y áspera resonó en el silencio. — Así que ustedes dos son los que han causado tanto alboroto. Mis muchachos no se equivocaron cuando describieron a un gigante furioso y a una mujer misteriosa. Pero su diversión ha llegado a su fin.— Comentó con una sonrisa en los labios. Los ojos de Ragn se estrecharon, y con un rápido vistazo a Asradi, ambos entendieron que no había tiempo que perder. Aunque aún llevaba consigo el peso de su reciente arrebato, Ragn sintió la necesidad de proteger a Asradi, de mantenerla a salvo de estos nuevos enemigos. Los cinco hombres se posicionaron en semicírculo, rodeándolos, con una evidente intención de cazar, no de capturar. Asradi, a su lado, sentiría lo mismo probablemente también.
#20
Tema cerrado 


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