Aspirante
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Perfil
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Silver
-
03-10-2024, 12:54 AM
La luna se alzaba sobre el Reino de Oykot, reflejando su pálida luz sobre el imponente río que dividía la isla en dos. La zona Este, mucho más oscura y decadente, estaba llena de vida a esas horas. Pescadores y maleantes se mezclaban en las callejuelas empedradas, bajo la tenue luz de las linternas colgantes que oscilaban con la brisa marina.
Syxel estaba sentado en una mesa de una de las tabernas más notorias de la zona, un refugio perfecto para aquellos que buscaban celebrar sin preguntas incómodas. Era el tipo de lugar donde el ruido de las conversaciones y el choque de las jarras de cerveza se mezclaban con las risas roncas y los gritos de discusiones acaloradas. Olía a mar, salitre y tabaco rancio, pero también a promesas rotas y oportunidades perdidas. Silver no se inmutaba; había estado en sitios peores, mucho peores. Una jarra medio vacía descansaba sobre la mesa delante de él, mientras Spack, su inquieto compañero, trepaba por la parte trasera de la silla, lanzando ocasionales miradas curiosas a los borrachos cercanos.
El capitán inclinó la cabeza hacia atrás, dejando que el licor ardiera suavemente en su garganta. Sentía el calor de la bebida mezclarse con la satisfacción de la reciente victoria. El Hope, su nuevo barco, estaba asegurado en el puerto cercano, con las bodegas llenas y sus deudas finalmente liquidadas. Todo lo que había costado llegar hasta aquí parecía, por un breve momento, valer la pena. Un leve sonido de vidrios chocando atrajo su atención hacia la barra, donde un par de hombres de aspecto duro discutían por lo que parecía ser una mano de cartas mal jugada.
—No armes escándalo, Spack... —murmuró el capitán, intentando que el pequeño mono no llamara demasiado la atención. La taberna no era el lugar más amistoso del mundo, y aunque no le supondría mayor problema meterse en otra pelea, prefería evitar conflictos innecesarios esta noche.
Syxel suspiró, observando la mugrienta ventana a su lado. Podía ver, a lo lejos, las luces de la zona Oeste, donde la clase alta dormía cómodamente, completamente ajena a la vida dura que se vivía del otro lado del río. El contraste entre las dos mitades de Oykot siempre le había resultado interesante, por decirlo de alguna forma. Una división que reflejaba las luchas internas de la isla: riqueza y poder frente a pobreza y desesperación.
Mientras la noche avanzaba, la música del lugar subió de tono, y el bullicio aumentó. Las conversaciones se hicieron más ruidosas, y las miradas de algunos comenzaban a desviarse hacia él. Después de todo, no era difícil destacar con su porte llamativo y su aire de capitán veterano. Syxel permanecía tranquilo, apoyado en el respaldo de la silla con una confianza que había ganado a través de incontables batallas y mares agitados.
El peso del silencio entre las explosiones de risa ajena le permitía reflexionar. La libertad estaba a su alcance. Ya no había cadenas invisibles de deudas atándolo a este lugar. Sin embargo, una parte de él no podía evitar preguntarse qué clase de desafíos le esperaban una vez que dejara Oykot. Aún había muchas islas que explorar, muchas batallas por pelear y, claro, muchos enemigos por enfrentar. Silver sonrió para sí, consciente de que ese era el único camino que conocía: adelante, siempre adelante.
—Una más, para el camino —se dijo mientras alzaba la jarra, mirando de reojo al mono juguetón que trataba de robarse un pedazo de fruta de una mesa cercana. La tripulación se había retirado, dejando que su capitán disfrutara en soledad de la noche, pero sabía que pronto estarían de vuelta, listos para zarpar hacia lo desconocido. Por ahora, solo quedaba disfrutar de la calma antes de la tormenta.
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Airgid Vanaidiam
Metalhead
11-10-2024, 03:14 PM
Airgid apenas acababa de llegar a la isla del reino de Oykot esa misma mañana, tan bebida que no sabía si estaba borracha o arrastrando la resaca del día anterior. Y es que el viaje en alta mar había sido de todo menos aburrido. Una mezcla entre luna de miel, celebración por hacerse por fin a la mar y en los pocos momentos que tenían de lucidez, tratar de organizar un plan para ayudar a los balleneros a derrocar la monarquía. Todo esto con un tipo a bordo que podía crear alcohol en cualquier momento. Airgid nunca se había llegado a imaginar que ser revolucionaria podía llegar a ser tan divertido y caótico, ni que fuera a conocer a personas tan dispares, únicas y especiales para ella. La verdad es que todos los miedos e inquietudes que pudo haber experimentado antes de abandonar su isla natal se desvanecieron rápidamente al zarpar. Sentía que estaba por fin tomando el rumbo y el timón de su propia vida, dejando de pensar tanto en los demás, priorizando su sueño y su curiosidad por el mundo.
El reparto de misiones estaba claro, a pesar del alcohol que se había visto involucrado de por medio, Airgid sabía qué era lo que tenía que hacer: mezclarse con la gente de a pie del reino de Oykot, específicamente con los balleneros. Y es que Airgid no solo tenía buenas habilidades en cuanto al combate se refería, uno de sus fuertes más fuertes era que resultaba ser una mujer tremendamente maja, por un motivo o por otro, le era muy fácil llevarse bien con la gente, incluso con los que empezaba con mal pie. Puede que su belleza tuviera algo que ver, no lo negaría, pero la verdad es que la rubia emanaba carisma por los cuatro costados. Y debía hacer uso de esa característica suya para ganarse la confianza de los balleneros, para que la vieran como una más de los suyos con el objetivo de conseguir algo de información y para convencerles de que se unieran a su misión. ¿Y qué lugar frecuentaban mucho los balleneros? Exacto, los bares, las tabernas, los locales.
La rubia tardó unas horas en prepararse, en refrescarse, darse una ducha, adecentarse en general. La resaca la había dejado k.o., pero más o menos se iba recuperando con el paso de la tarde, sus refrescos con cafeína y algún remedio natural que Asradi le había hecho. El brebaje en cuestión sabía a lo que te podrías imaginar que sabe el culo de un elefante. De hecho, sería más agradable saborear el culo de un elefante que beberse ese potinge de algas y demás ingredientes del inframundo. Sin embargo, parecía que había funcionado. Así que encontrándose ya bastante mejor, se vistió con un body negro ceñido y sin mangas, luciendo aquellos fuertes bíceps, acompañado por unos pantalones largos, holgados y con infinidad de bolsillos por toda la pierna. En el pie derecho se colocó una de sus botas militares, mientras que a la pierna izquierda le hizo un nudo con el pantalón, tapando así su amputación y recogiendo el sobrante de tela para que no incordiase. Sabía que le esperaba enfrentarse a muchas miradas raras acerca de la falta de su pierna izquierda. En Kilombo ya todos estaban acostumbrados a ella y pocas eran las veces que las miradas la incomodaban. Pero estaba en un entorno completamente nuevo, allí nadie la conocía, y tampoco les culpaba por su sorpresa o su curiosidad. Ya estaba acostumbrada. Así que a base de saltitos, salió del barco, recorriendo Oykot por primera vez.
La noche acabó cayendo más rápido de lo que se había esperado. El tiempo pasó volando, más entretenida de lo que había imaginado. Seguía en su ruta, visitando diferentes bares, sentándose a entablar conversaciones con la gente de la forma más natural posible, y se lo estaba pasando sorprendentemente bien. Los civiles de Oykot habían resultado ser... cerrados, al menos al principio, se notaba que eran lobos de mar, una clase trabajadora y sufridora, cabreados. La simpatía de Airgid conseguía en buena medida calmar el ambiente y los ánimos de los más tozudos, pero saltaba a la vista que los balleneros estaban cerca de explotar. Incluso habían cuchicheado acerca de un plan. El pueblo maquinando su propia revolución a escondidas de todo el mundo. Puede que finalmente, sí que pudieran hacer algo para ayudar a la gente. Entró a la siguiente taberna, abriendo las puertas de esta con una energía desbordantey ya, de primeras, llamando la atención de la gente. Bien por sus hermosos rasgos, por que iba dando saltitos, o por su fuerte físico que además lucía con bastante orgullo. O puede que por una amalgama de todo lo anterior.
La mujer se hizo paso hasta la barra, las miradas siguiendo su estela. Se respiraba un ambiente tenso, poco amigable, todo lo contrario al que Airgid destilaba, con aquella enorme sonrisa en el rostro. Se arrimó finalmente contra la barra. — ¡Buenas! ¿Qué se suele beber aquí? — Preguntó la rubia en un tono encantador. El hombre tras la barra era grande, con cara de pocos amigos, cicatrices y barba de tres días, le faltaba un cacho de oreja y tenía la ropa guarrísima, como si nunca hubiera conocido el agua limpia. Aunque sí el agua del mar. — Solo tengo absenta y ron. Es mejor que te vayas a otra taberna, esto es demasiado fuerte para ti. — Le explicó, dejando salir de entre sus labios una voz ronca y castigada, rasgada. Era mentira, había más bebidas en la carta, pero estaba claro que no quería la presencia de una desconocida en su establecimiento. — ¿Qué dices? Si me flipa la absenta, de pequeña, en vez de leche, ¡bebía absenta! Pon una por aquí. — Insistió Airgid, dando un suave golpecito contra la madera de la barra. El hombre la miró alzando una de sus toscas y pobladas cejas, con incredulidad, pero a la vez con un matiz de curiosidad. Una que compartían varios que también se habían fijado en ella. Sin mediar más palabra, el tabernero sacó un vaso de cristal, la botella de absenta y sirvió la copa. A palo seco. Airgid tuvo la mirada afilada y pudo ver en la etiqueta la graduación que esa bebida tenía, una demasiado alta, pero ahora no podía echarse atrás. Sostuvo la mirada del tabernero, como si estuvieran echando un pulso silencioso, y sin pensárselo un segundo más, la rubia tomó el vaso y se metió el líquido entero en la boca, de un solo trago. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no arrugar el rostro, estaba claramente demasiado fuerte. Pero supo mantener el tipo, lo que provocó una leve y sutilísima sonrisa en el hombre. — ¿Lo ves? ¡Me encanta! ¡Invito a una ronda para todos! — Gritó Airgid, alzando su copa vacía. Todo el mundo a su alrededor imitó el mismo gesto, gritando y celebrando que iban a beber una más de forma totalmente gratuita. Así era fácil ganarse a la gente. ¿Eso de la mesa era un mono? Airgid se quedó mirándolo un segundo. ¡Qué monada!
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Silver
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11-10-2024, 07:44 PM
El capitán permanecía en su lugar, reclinado en la silla, mientras el bullicio de la taberna llenaba el aire con una mezcla de risas roncas, conversaciones arrastradas por el alcohol y el ocasional choque de jarras. Desde su rincón, observaba el lugar con la mirada tranquila de quien ya ha visto todo lo que hay por ver. Sin embargo, algo diferente captó su atención cuando, entre las sombras de la entrada, una figura enérgica irrumpió en el local. La puerta se abrió de par en par, y el movimiento de una mujer rubia, musculosa y visiblemente enérgica, rompió momentáneamente el ambiente pesado de la taberna. Había algo en ella que irradiaba vitalidad, como si su agotamiento no pudiera con su energía desbordante, lo que generó un contraste marcado con la atmósfera opresiva de la taberna.
Desde su sitio, Syxel observó con una mezcla de curiosidad y diversión. No era común ver a alguien entrar con tanta confianza en un lugar como ese, y menos aún a una mujer que, lejos de intimidarse por las miradas de los pescadores y maleantes, parecía decidida a ganarse el espacio. El tabernero, un tipo hosco que intimidaba a la mayoría de los clientes con su presencia taciturna y su semblante marcado por cicatrices, reaccionó de manera inusual. En lugar de espantarla con su habitual tono rudo, se mostró sorprendido, casi impresionado por la seguridad con la que la recién llegada pidió absenta.
Silver dejó que una leve sonrisa cínica asomara en su rostro. "Vaya forma de presentarse", pensó, mientras la mujer, con una facilidad desconcertante, lograba convencer al tabernero de servirle la bebida. No cualquiera podía soportar la absenta de ese lugar, y mucho menos de un solo trago. El capitán sabía bien que esa bebida solía tumbar a los más experimentados, pero ella lo había hecho con tal naturalidad que hasta el gruñón del tabernero parecía intrigado.
Mientras tanto, Spack, que hasta ese momento había estado entretenido robando un trozo de fruta de una mesa cercana, se detuvo en seco. Sus ojos pequeños y brillantes se clavaron en la rubia, que ahora alzaba su copa con entusiasmo, proclamando una ronda para todos los presentes. El mono, movido por la curiosidad, no pudo resistirlo y, en un salto ágil, se posó sobre la barra, a escasos centímetros de la mujer. Spack, con su descaro habitual, comenzó a imitar los gestos de la recién llegada, levantando una botella vacía en una cómica réplica de su brindis.
—Tsk, te has ganado al mono en un segundo —murmuró Syxel, más divertido que molesto, mientras observaba la escena desde su mesa. El pequeño mono seguía haciendo de las suyas, desatando algunas risas entre los presentes, aunque el capitán sabía que no tardaría en atraer más miradas de las que quería.
La rubia, por su parte, aún parecía ajena a su presencia. Estaba concentrada en ganarse a la multitud, algo que no era precisamente sencillo en una taberna como esa. Sin embargo, lo estaba logrando con sorprendente facilidad. Los pescadores y maleantes, tipos duros y desconfiados por naturaleza, ahora reían y brindaban con ella, como si fuera una conocida de toda la vida. Silver observaba con interés. No era solo la absenta gratis la que había relajado el ambiente. Esa mujer tenía una energía especial, una chispa que lograba desarmar incluso a los más recelosos. Algo en su forma de moverse y de hablar transmitía una naturalidad que no se veía todos los días.
El pirata tomó su jarra y, con calma, terminó lo que quedaba de su bebida. No tenía intenciones de interferir, pero la actitud de la recién llegada despertaba su curiosidad. Las personas no solían llegar a la zona Este de Oykot sin un propósito. Sabía que esa parte de la isla no era un destino para quienes simplemente buscaban diversión, y esa mujer, por mucho que pareciera estar disfrutando, no estaba allí solo para brindar.
Con una sonrisa torcida dibujándose en sus labios, Syxel decidió levantarse de su asiento. Spack, como si lo presintiera, volvió rápidamente a su hombro, dejándose caer con un movimiento ágil. El capitán cruzó la sala con paso firme, moviéndose entre las mesas abarrotadas con la misma calma que solía emplear al caminar sobre la cubierta de su barco. Al llegar a la barra, se apoyó en ella con un gesto relajado, justo cuando el tabernero servía otra ronda de absenta para los clientes.
—No pareces de por aquí —comentó en tono tranquilo, levantando ligeramente la botella que el tabernero había dejado sobre la barra—. ¿Celebrando algo o sólo probando suerte con la absenta?
Su voz, aunque serena, estaba cargada de ese tono perspicaz que surgía cada vez que algo fuera de lo común se cruzaba en su camino. La mayoría de los presentes seguían ocupados en sus propias celebraciones, sin percatarse del intercambio. Sin embargo, el pirata intuía que esa conversación tendría más interés de lo que la situación inicial dejaba entrever. Spack, mientras tanto, seguía jugando en su hombro, observando a la mujer con la misma curiosidad que brillaba en los ojos de su dueño.
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