Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
04-10-2024, 06:58 AM
~ La Venganza de los Pluma Negra ~
Isla Kilombo
~ Día 21, Verano del año 724.
Lionhart D. Cadmus estaba sentado en el pequeño comedor de la base de la Marina, con una sensación de déjà vu que le pesaba en la mente. Solo había pasado un día desde su último enfrentamiento con la pandilla local, Los Pluma Negra, y ahora un superior se acercaba nuevamente a su mesa. La frustración comenzaba a hacerse palpable entre los marinos, ya que, a pesar de haber dispersado al grupo el día anterior, los bandidos habían vuelto a causar problemas en las granjas.
Cadmus, tenemos una situación. Parece que Los Pluma Negra no entendieron el mensaje de ayer. Han regresado y los robos de gallinas continúan. Los granjeros están furiosos, y las autoridades nos están exigiendo una solución inmediata. Necesitamos que vayas de nuevo al molino abandonado y termines con esto de una vez por todas. El oficial le entregaría una hoja con los detalles actualizados.
Cadmus tomaría la hoja y la revisaría con calma. La misión era casi la misma que la anterior: investigar, detener a los culpables y recuperar las gallinas robadas. Pero esta vez, la situación parecía más tensa. Sabía que si no lograba intimidar a los bandidos lo suficiente, podrían volverse más agresivos.
Se levantaría de la mesa, dirigiéndose a la salida de la base. Cadmus había subestimado a los Pluma Negra, y aunque no fue difícil derrotarlos, claramente no les había dado una lección suficientemente fuerte como para que desistieran de sus actos criminales. Cadmus no era partidario de la violencia innecesaria, pero en esta ocasión, entendía que tendría que actuar con más firmeza.
Con el sol en su punto más alto, Cadmus recorrió el camino hacia el molino abandonado. Las granjas estaban más tranquilas que de costumbre, un silencio tenso colgaba en el aire. Los granjeros evitaban salir de sus casas, cansados de los robos constantes. Aunque el crimen en sí no parecía grave, las consecuencias de la repetición de estos actos estaban empezando a desgastar la confianza de la comunidad.
Al llegar al molino, la escena era inquietantemente similar a la del día anterior. La estructura deteriorada seguía en pie, y desde las sombras se escuchaban nuevamente las risas de los bandidos. Cadmus supo de inmediato que Los Pluma Negra no solo no habían aprendido su lección, sino que también se sentían lo suficientemente confiados como para regresar tan pronto.
Esta vez no había intención de hablar primero. Cadmus caminó directamente hacia la entrada del molino, con su mirada fija en el grupo de tres hombres que ya conocía. El líder de la pandilla, el mismo que había huido con el rabo entre las piernas el día anterior, lo vio acercarse y frunció el ceño.
Tú otra vez... ¿No te basta con la paliza que nos diste ayer? ¿Vienes a buscarnos de nuevo? Diría el líder, con un tono entre irritado y desafiante
Los otros dos bandidos se echaron a reír, aunque la risa era nerviosa. Claramente no habían olvidado lo que pasó el día anterior.
Les di una oportunidad para que dejaran a los granjeros en paz. Su voz baja pero cargada de advertencia. No la aprovecharon, así que no habrá una tercera vez.
El líder se rió, pero su risa sonaba forzada. Sacó una pequeña daga de su cinturón y la sostuvo con falsa confianza.
Somos Los Pluma Negra, este es nuestro territorio. No importa cuántas veces vengas, no nos vamos a ir tan fácil. Tú estás solo y nosotros no tenemos miedo de un solo marino.
Cadmus no respondió. El viento comenzó a soplar a su alrededor, levantando polvo y haciendo que las aspas del molino, aunque deterioradas, comenzaran a moverse ligeramente. Los bandidos intercambiaron miradas, confundidos por el cambio en el ambiente.
Váyanse. Esta es su última advertencia.
El líder apretó los dientes y, sin decir nada más, hizo un gesto a los otros dos para que lo rodearan. Parecía que esta vez estaban dispuestos a luchar con más seriedad, convencidos de que podían superarlo si trabajaban juntos. Cadmus inhaló profundamente, estaba impacientándose y fastidiándose, no quería volver a verlos y sabía que si no los amedrentaba, no se detendrían. En cuestión de segundos, liberaría la presión invisible que había mantenido contenida. El aire alrededor de él se volvió denso, casi asfixiante, y una presencia imponente cayó sobre los bandidos. Los Pluma Negra sintieron el cambio inmediato. Sus risas nerviosas se apagaron y fueron reemplazadas por una expresión de terror puro. El líder, que había estado tan seguro de sí mismo, dio un paso atrás, tambaleándose mientras trataba de mantener el equilibrio. Su daga temblaba en su mano, como si de repente pesara más de lo que podía sostener.
¿Qué… qué demonios es esto? El líder balbucearía con sudor recorriéndole la frente.
Los otros dos bandidos estaban paralizados de miedo, sus cuerpos rígidos, incapaces de moverse. Era el poder del Haki de Cadmus, que aún no controlaba del todo su poder; los envolvía, haciendo que cada fibra de su ser quisiera huir. Y eso fue exactamente lo que hicieron.
Sin decir una palabra más, el líder soltó la daga y salió corriendo, seguido de sus compañeros. No miraron atrás ni un solo momento, corriendo como si sus vidas dependieran de ello.
Cadmus los vio desaparecer entre los árboles. No había sido necesario un segundo enfrentamiento físico; la nueva habilidad que Cadmus descubriría había sido suficiente para acabar con su determinación. Esta vez, sabía que Los Pluma Negra no regresarían.
Tras la huida de los bandidos, Cadmus entraría al molino para inspeccionar el lugar. Encontraría varias jaulas con gallinas, las cuales liberaría eventualmente tras pedir ayuda a otros Marinos para transportarlas. Algunas de las aves parecían asustadas, pero estaban sanas. Poco tiempo después tras el socorro de otros, las gallinitas estarían reunidas con sus granjeros.
El día anterior, Cadmus había creído que su presencia sería suficiente para disuadir a los bandidos. Pero la repetición de los hechos le había mostrado que, a veces, había que actuar con más contundencia para restaurar la paz. No siempre se trataba de usar la fuerza física, sino de imponer la autoridad de manera más decisiva. Con las gallinas a salvo y el pueblo de Rostock libre de la amenaza de Los Pluma Negra, Cadmus regresaría a la base, con otro día más de trabajo realizado.