¿Sabías que…?
... Este foro se abrió el día de One Piece?
[Autonarrada] Tofun el aguafiestas [Cuatro tomos]
Tofun
El Largo
Día 35 de Verano del año 724
Zona sur de la isla

El viento traía consigo el inconfundible olor a selva húmeda, mezclado con algo más... un rastro metálico en el aire que no podía ignorar. ¿Sangre? Mis piernas avanzaban con rapidez, esquivando raíces, ramas y maleza espesa mientras el sonido de mi respiración se fundía con los ruidos de la isla. Había dejado a mis compañeros revolucionarios en el campamento, tomando la decisión de adentrarme solo en la jungla. Momobami, con su exótica fauna y espesa vegetación, parecía un lugar tranquilo a primera vista, pero había algo más oscuro acechando. No tardé en encontrarlo.

Los rumores hablaban de piratas acampados en el oeste de la isla, cazando a las criaturas locales. Lo que no me imaginaba era la crueldad que los movía. Al llegar a un claro, me escondí tras un tronco caído y observé. Eran cinco piratas, acompañados por un hombre que no parecía el líder de la banda completa, pero claramente estaba a cargo de esa patrulla. Su aspecto era despreciable: un hombre delgado, con una barba desordenada y una espada curva en la mano, sentado en un tronco con arrogancia, como si el lugar le perteneciera. Se relamía mientras daba órdenes a los demás.

Uno de sus subordinados, un tipo gordo con el torso descubierto y una cicatriz que le cruzaba el pecho, tenía a un pequeño ciervo agarrado del cuello. El pobre animal, indefenso, pateaba en el aire intentando liberarse, mientras el pirata soltaba una carcajada gutural.

— ¡Mira cómo se retuerce, el bicho asqueroso! —dijo el pirata gordo, apretando más fuerte, y entonces lo soltó, arrojándolo al suelo. El ciervo cayó torpemente, y una herida en su costado comenzó a sangrar, empapando su pelaje. La escena era repulsiva. El líder de patrulla, desde su asiento improvisado, dio una palmada.
¡Buen trabajo! Este será nuestro cebo. Estas bestias son más idiotas que un marinero borracho. En cuanto vean a uno de los suyos herido, se acercarán, y nosotros nos haremos con un buen botín de pieles y carne. ¿Por qué cazar uno cuando puedes cazar una familia entera, eh? — Dijo, riéndose con una mueca cruel, como si hubiera contado el mejor chiste del mundo.

Me quedé en silencio, oculto, observando cómo los otros cuatro piratas obedecían sin cuestionarlo. Prepararon una trampa simple: el ciervo herido fue dejado en el centro del claro, desangrándose poco a poco, mientras los piratas se escondían entre los árboles. A lo lejos, ya podía ver cómo otras criaturas, alarmadas por el dolor de su compañero, comenzaban a aparecer entre la maleza, cautelosas pero visiblemente preocupadas.

Malditos cabrones. —murmuré entre dientes, sintiendo el ardor de la rabia en el pecho. No era caza por necesidad, ni siquiera por deporte. Era pura maldad, disfrute del sufrimiento ajeno. Estos tipos no tenían nada de cazadores, eran un montón de sádicos.

Uno de los piratas, un tipo bajo y nervioso, no pudo contener su risa mientras veía cómo los animales comenzaban a acercarse al ciervo herido. Se llevó una mano a la boca para tratar de no hacer ruido, pero su risa era tan asquerosa como sus intenciones.

¡¿Viste cómo chillaba?! — Dijo, regodeándose, mientras el gordo le respondía con un codazo.

Bah, qué importa. En cuanto se acerquen un poco más, ¡los reventamos a todos! ¿Para qué dejar sobrevivir a estos inútiles? Además, el capitán quiere un par de pieles para decorar la choza en el campamento.

Eso fue suficiente para mí. Sabía que esos animales no tenían forma de defenderse, y esos piratas no iban a detenerse. Con la rapidez que mi pequeño cuerpo me permitía, me deslicé entre las sombras de los árboles hasta situarme detrás del líder de patrulla. Había terminado su cigarrillo y estaba tirando la colilla al suelo con una sonrisa de satisfacción cuando, sin previo aviso, mi puño lo impactó directamente en la mandíbula. El tipo voló hacia atrás, chocando contra un árbol antes de caer al suelo como un saco de patatas.

¡¿Qué carajo fue eso?! — Gritó uno de los piratas mientras miraba a su líder inconsciente en el suelo.

¡Es un maldito enano! — Gritó otro, desenfundando su espada, pero no tuvo tiempo de reaccionar.

Usé mi velocidad para correr hacia el gordo, el que había herido al ciervo. Salté hacia él, propinándole una patada en el estómago que lo hizo doblarse de dolor. Antes de que pudiera recuperar el aliento, lo rematé con un golpe en la nuca, dejándolo fuera de combate.

¡¿Quién más quiere probar?! — Dije, dando un tambaleante paso hacia adelante, fingiendo un ligero tambaleo, como si estuviera más borracho de lo que realmente estaba.

Los tres piratas restantes me miraron, pero uno de ellos, un tipo de aspecto aún más miserable que los demás, escupió al suelo y desenvainó su espada.

¡Voy a cortarte en pedacitos, enano de mierda! — Gritó, lanzándose hacia mí. Me agaché fácilmente, y cuando pasó a mi lado, aproveché para golpearlo con el codo en la espalda, enviándolo de bruces contra el suelo. Antes de que pudiera levantarse, le di una patada en el costado, dejándolo fuera de combate.

Los dos que quedaban decidieron que no podían dejar que un tontatta les robara la gloria, así que ambos se lanzaron a la vez. Uno de ellos llevaba una pequeña maza, mientras que el otro iba con un cuchillo en cada mano. Pero para mí, que ya estaba en "mi zona", era pan comido. Esquivando sus ataques con facilidad, golpeé al de las dagas primero, atrapando su brazo y lanzándolo hacia su compañero con la fuerza suficiente para que ambos cayeran al suelo.

¡Hip! — Solté, mirando a los piratas inconscientes a mi alrededor. Fue demasiado fácil. Aunque lo verdaderamente difícil no era derrotarlos, sino contener mi ira.
Me acerqué al ciervo herido y lo observé con cuidado. Estaba mal, pero aún respiraba. Con mi botella de licor en mano, me agaché junto a él, murmurando en voz baja:

Tranquilo, amigo. Ya no te harán más daño. — Le di un suave toque en la cabeza y, como si entendiera, el ciervo se relajó un poco.

Otros animales se acercaron poco a poco, libres de la amenaza de los piratas. Les había dado una pequeña victoria, pero sabía que el asentamiento seguía allí, en el oeste, esperando para ser destruido. "Esto fue solo el principio", pensé.
#1
Tofun
El Largo
Tofun avanzaba sigiloso entre la maleza, atento a no hacer el más mínimo ruido. Había dejado atrás a los piratas que maltrataban a los animales y ahora se acercaba al verdadero objetivo: el asentamiento pirata. Desde el sur de la isla, bordeando los árboles más densos, fue capaz de llegar hasta una pequeña colina con una buena vista del oeste, donde los piratas habían establecido su base.

A lo lejos, el asentamiento pirata se erguía a la orilla del mar, construido parcialmente sobre el agua. La estructura principal parecía una especie de fortaleza improvisada hecha de madera y metal oxidado, rodeada por una empalizada de troncos clavados en la arena. Las chozas y barracas de los piratas se esparcían a lo largo de la playa, extendiéndose hacia el mar con varias plataformas flotantes, tal vez para guardar sus barcos.

Tofun se agachó detrás de un arbusto, observando el campamento con atención. A simple vista, el asentamiento parecía bien defendido. A lo largo de la empalizada, varios piratas caminaban en ronda, vigilando el horizonte y los alrededores. Tofun contó al menos treinta hombres visibles, sin mencionar los que probablemente estarían dentro de las barracas o en las torres de vigilancia improvisadas.

Lo que más llamó su atención fue que el campamento no se adentraba en la selva. Parecía que los piratas habían optado por quedarse en la zona costera y no arriesgarse a penetrar el interior de la isla, donde la vegetación era mucho más espesa y peligrosa. Esto corroboraba los rumores que había oído sobre una misteriosa criatura, el "Relámpago Verde", que supuestamente acechaba en el centro de la isla y que los piratas temían.

"Interesante..." pensó Tofun. Sabía que esa información podría ser crucial para el ataque que estaban planeando con el resto de los revolucionarios. Tenía que regresar cuanto antes y compartir lo que había descubierto, pero justo cuando estaba a punto de levantarse, algo llamó su atención.
Un pirata, un poco apartado del resto, salió del campamento caminando por la playa. Era un tipo alto y corpulento, con una barba descuidada y una cicatriz en la mejilla que le daba un aspecto aún más intimidante. Llevaba una bolsa al hombro, y por la dirección en la que caminaba, parecía que se dirigía a la selva, lejos de los demás.
Tofun dudó por un segundo, evaluando sus opciones. "Podría seguirlo y atraparlo. Quizás pueda sacarle más información..." No podía dejar pasar la oportunidad. Si lograba capturarlo sin alertar al resto del campamento, podría obtener detalles valiosos sobre la organización interna de los piratas, e incluso sobre su líder, Jack Fuel.
Sin perder tiempo, Tofun se deslizó entre las sombras, moviéndose con la agilidad y el sigilo que lo caracterizaban. El pirata avanzaba sin prisa, ajeno a la presencia del enano que lo seguía de cerca. Cuando se adentró lo suficiente en la vegetación, lejos de la vista del asentamiento, Tofun decidió que era el momento de actuar.
En un abrir y cerrar de ojos, Tofun apareció frente al pirata, moviéndose con la rapidez de un rayo. Antes de que el hombre pudiera reaccionar, el revolucionario lo tenía inmovilizado, con una rodilla en su pecho y el filo de un cuchillo rozándole la garganta.

No hagas ruido. — Susurró Tofun, con una sonrisa tranquila pero amenazante. — No te pasará nada si colaboras.

El pirata abrió los ojos desorbitados, intentando luchar, pero se dio cuenta rápidamente de que estaba completamente dominado. La fuerza de Tofun, aunque no era lo que uno esperaría de un enano, era abrumadora.

¡No me mates, por favor! — Rogó el hombre, con el rostro sudoroso. — ¡No diré nada, lo juro!

Eso espero, porque si intentas gritar, esto terminará mal para ti. — Respondió Tofun con serenidad. — Ahora, dime. ¿Por qué habéis montado vuestro campamento en la costa y no en el interior de la isla?

El pirata tragó saliva, dudando por un momento. Pero ante la presión de la situación, comenzó a soltar la lengua.

¡Es por el Relámpago Verde! ¡Esa maldita bestia no nos deja adentrarnos en la isla! — Exclamó, con un tono de desesperación. — Los hombres que lo han intentado han acabado muertos o han vuelto tan aterrorizados que se negaron a regresar. Por eso construimos el campamento cerca de la playa, es la única zona segura.

Tofun arqueó una ceja. "Relámpago Verde..." Así que los piratas realmente temían a esa criatura. Eso explicaba por qué no habían expandido su control al resto de la isla.

¿Y qué me puedes decir de vuestro capitán? — Preguntó Tofun, sin aflojar la presión sobre el hombre. — ¿Por qué estáis aquí?

Jack… Jack ha decidido que esta isla es el escondite perfecto. — Respondió el pirata con voz temblorosa. — Se ha acomodado aquí y no tiene intención de marcharse. Dice que desde Momobami podrá controlar las rutas de comercio cercanas sin que la Marina lo detecte. Piensa que esta isla está fuera del radar.´´
Tofun lo observó detenidamente. Jack Fuel parecía ser un tipo inteligente y cauteloso. Utilizar la isla como base para asaltar barcos mercantes era una estrategia astuta, pero el capitán no contaba con la intervención de los revolucionarios.

Muy bien, me has sido útil. — Dijo Tofun, levantándose de un salto y colocando al pirata en pie de un empujón. — Pero aún no hemos terminado. Vas a venir conmigo, por si necesitamos saber algo más.

El pirata intentó protestar, pero una mirada de Tofun lo hizo callarse al instante. Ató las manos del hombre y lo empujó hacia adelante, guiándolo por el mismo camino por el que había venido. "Con esto, tenemos lo necesario para planificar un ataque efectivo."
#2
Tofun
El Largo
La escena estaba lista. Habíamos capturado al pirata y ahora se encontraba sentado frente a nosotros, atado de manos y pies a una silla que parecía incómoda incluso para alguien como él. Su mirada intentaba parecer desafiante, pero el sudor en su frente lo delataba. Sabía que su situación era delicada. Mis compañeros, apostados en los rincones de la habitación, observaban en silencio, con la misma expectación que yo.

Me acerqué lentamente, con una botella de ron en una mano y un vaso en la otra, jugando con ellos, como si no le diera importancia a lo que estaba a punto de hacer. Sabía que el interrogatorio no iba a ser fácil, pero estaba preparado. No buscaba intimidarlo de forma burda, sino encontrar el punto débil, ese momento en que un hombre comienza a ceder.

Sabes por qué estás aquí, ¿verdad? — Pregunté, sirviendo el ron en el vaso. El pirata desvió la mirada por un momento, pero no respondió. Una táctica clásica: hacerse el duro, como si no le importara nada de lo que ocurriera a su alrededor. Pero vi un leve temblor en sus manos.

Levanté el vaso y lo puse frente a su cara. — ¡Hip! Esto es lo que te mantiene cuerdo, ¿verdad? El ron, el alcohol, como a todos los de tu banda. —Dejé que el silencio llenara la habitación antes de continuar. — Sé que no tienes motivos para decirnos nada, pero aquí está el tema: nosotros ya sabemos mucho. No tienes nada que ganar al callar. — Era un farol.

Me di la vuelta, dándole un respiro, y me apoyé contra la pared mientras bebía un trago del ron. Exageré el sonido del vaso al golpear la mesa cuando lo dejé caer de nuevo. Eso pareció molestarle. Sabía que había tocado un nervio.

Hablemos de los guardias de tu campamento. — dije al fin, inclinándome hacia él. Sus ojos se entrecerraron, tratando de ocultar cualquier reacción. — Sabemos que algunos de ellos no son precisamente los mejores, unos borrachos. Lo hemos visto, y me apuesto lo que quieras a que tú también lo sabes.

El pirata soltó una leve carcajada, seca y forzada. — ¿Y qué con eso? — dijo finalmente, rompiendo el silencio. Su voz era rasposa, como si cada palabra le costara.

Lo que quiero saber... —continué, ignorando su intento de mostrarse despreocupado. — Es cuándo esos idiotas están de guardia. ¡Hip! Sabes, a veces el destino de un hombre depende de quién está vigilando y cuándo. Podría hacer una gran diferencia para ti, o para ellos.

No hay patrón — Murmuró al fin. — Es un desmadre. Algunos días vigilan más, otros menos. Nunca sabemos a ciencia cierta quién se encarga de la entrada.

Me crucé de brazos, procesando la información. La falta de un patrón en los turnos de guardia no era algo que facilitara las cosas, pero confirmaba lo que habíamos sospechado. Sería difícil planear una incursión precisa si no podíamos predecir cuándo los guardias estarían más vulnerables, pero al menos teníamos una idea general. El caos a veces era tan útil como la información organizada.

Interesante... —murmuré, pero no estaba del todo satisfecho. Quedaba mucho por rascar aún. — ¿Qué más sabes sobre vuestras costumbres? —pregunté, cambiando de tema. El ron jugaba un papel importante en su vida diaria, más allá del simple placer.

El pirata soltó un bufido. — ¿Costumbres? — Respondió con desdén. — No tenemos ni una mierda de medicinas. Lo que hacemos es mezclar el ron con agua y azúcar. Le llaman grog, y dicen que ayuda con los malestares, pero es pura basura. La gente solo quiere una excusa para beber. Eso es todo. Nos creemos nuestras propias mentiras, y ya ves cómo estamos.

Así que el grog no es más que una excusa para seguir borrachos... — Murmuré, con una media sonrisa. Aquello no era exactamente una sorpresa, pero cada pieza del rompecabezas iba encajando.

El pirata asintió, aunque su mirada aún conservaba un destello de desafío. Tal vez se daba cuenta de que la información que estaba compartiendo no era suficiente para salvar su pellejo, pero ya estaba hablando, y eso era todo lo que necesitaba.

¿Y qué me dices del capitán? —pregunté, inclinándome un poco hacia él. — Hemos oído que tiene sus... peculiaridades. ¿Le tiene miedo a la isla?

El prisionero soltó una risa amarga. — Ese cabrón huele a mierda, eso es lo que sé. — Respondió con amargura. — Sí, es cierto, no sé qué le pasa por la cabeza, pero cada luna llena decide darse un baño en el mar. El resto del mes apesta como si nunca hubiera visto el agua. Los muchachos se burlan de él a sus espaldas, pero nadie se atreve a decírselo en la cara. Es un maldito loco.

Esa pequeña revelación era más interesante de lo que parecía a simple vista. Si el capitán tenía esa rutina, podríamos aprovechar su distracción en una de esas noches para planear algo, por desgracia, intentar clavar el asalto en luna llena seria una tarea complicada. Pero más allá de la información práctica, había algo que me decía que el pirata estaba a punto de romperse del todo.

Decidí darle un último empujón.

Mira, sé que no eres más que una pieza en este juego. Quizá ni siquiera te importe lo que pase con tu capitán o tus compañeros. Lo único que quiero saber es esto: ¿hay algo más que debamos saber? Algo que pueda hacer tu vida más fácil si decides cooperar.

El pirata levantó la cabeza y me miró directamente a los ojos, como si estuviera decidiendo si valía la pena decir algo más. Al final, suspiró, resignado.

No sé nada más que os sirva. El campamento es un caos, el capitán está loco y los guardias no siguen reglas. Solo quieren beber y sobrevivir otro día en esta maldita isla. Pero si vais a hacer algo, hacedlo rápido. Esta gente no tiene piedad.

Me levanté lentamente, procesando sus palabras. No era mucho, pero era suficiente. Habíamos confirmado algunas sospechas, y aunque la información no era del todo útil para planificar un ataque inmediato, conocíamos mejor a nuestro enemigo.

Gracias por tu cooperación — Dije con un tono neutral. — Pero no pienses que esto te libra de las consecuencias.

Dejé que mis compañeros se ocuparan del resto. Había mucho que discutir y planear, pero una cosa era segura: este enfrentamiento aún estaba lejos de terminar.
#3
Tofun
El Largo
La noche era oscura y densa, casi pegajosa, como si el aire mismo supiera que se tramaba algo más grande. Con la información obtenida tras el interrogatorio, aunque no fuese tan útil como esperaba, decidí volver a las inmediaciones del campamento pirata. Había mucho que confirmar, observar, y, sobre todo, comprender. Si algo había aprendido con los años era que, aunque la información pueda parecer fragmentada o inútil, en la oscuridad de la estrategia, cualquier destello puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso.

Me moví con sigilo entre la vegetación que bordeaba la costa, intentando no dejar rastro. El campamento pirata estaba ahí, siempre presente, siempre vigilante, pero sabía que también era un caos. Lo había visto en los ojos del pirata capturado: la indisciplina y el desorden reinaban en esas plataformas, lo que ofrecía una ventaja si lograba aprovechar sus debilidades.

A medida que me acercaba, comencé a notar los indicios de vida en el campamento. El sonido del agua rompiendo contra las plataformas de madera, el eco distante de voces, algunas carcajadas y, por supuesto, el ronco murmullo del viento que se filtraba entre las estructuras. Sabía que algunos de esos guardias, según lo que habíamos descubierto, no eran más que un puñado de borrachos sin mucha idea de lo que estaban haciendo. "Serán borrachos, pero eso no los hace inofensivos, mirame a mi." Me repetí mentalmente, recordando que, incluso en su estado de embriaguez, la imprevisibilidad era su aliada.

Desde mi escondite, comencé a observar con atención. Las plataformas de madera crujían bajo los pasos de los guardias, que deambulaban sin un patrón claro. Eso lo confirmé rápidamente. No había una lógica fija en sus movimientos ni en los turnos. "Será imposible saber quién vigila en qué momento," pensé, recordando las palabras del pirata cautivo. Era evidente que no seguían una rutina específica, lo que complicaba las cosas. Si bien esto les hacía vulnerables en ciertos momentos, también significaba que cualquier intento de infiltración sería un juego de azar.

A lo lejos, vi a un par de guardias sentados, recostados contra unos barriles. Sus voces eran fuertes y se escuchaban a través del aire húmedo, arrastradas por el viento. Incluso a esta distancia, pude notar que uno de ellos sostenía una botella. "El ron...", murmuré para mí mismo, pensando en lo que el pirata había revelado sobre el uso del alcohol. No solo lo usaban para emborracharse, sino que era su solución para curar malestares, una excusa para justificar su adicción. Una peligrosa combinación que, en teoría, podría servir a mi favor si lograba explotar su exceso de confianza. Sin embargo, el hecho de que no existiera un patrón fijo en sus hábitos de vigilancia me inquietaba. Todo era demasiado caótico para prever, y eso lo hacía peligroso.

Al continuar mi exploración, me aseguré de no acercarme demasiado a las plataformas. Sabía que, aunque algunos estuvieran borrachos, un paso en falso, un sonido demasiado fuerte, podría alertarlos. No podía subestimar su capacidad de reaccionar, sobre todo si el caos estaba tan enraizado en su forma de operar.

Había otro detalle importante que tenía que confirmar: el capitán. Recordaba la mueca de disgusto en el rostro del prisionero cuando lo mencionó. "Maloliente," había dicho. Y aunque no era una información directamente útil, a veces los detalles más triviales podían ofrecer pistas más adelante. El dato más interesante era su extraña costumbre de bañarse solo en noches de luna llena. "Es probable que esta noche no sea la indicada, pero estaré atento." Aquel pequeño hábito podría abrir una ventana de oportunidad en el futuro, y yo estaba dispuesto a esperar hasta que llegara ese momento.

En las siguientes horas, me dediqué a observar los movimientos en el campamento desde diferentes ángulos. No me quedaba mucho por descubrir que no supiera ya: desorganización, borrachos y una constante fluctuación en los guardias. A veces parecían vigilantes y alertas, y en otras ocasiones se relajaban más de lo debido, confiando en que la amenaza del terror verde, la bestia de Momobani, mantendría a cualquier intruso a raya. "La bestia...". Esa criatura invisible era una sombra constante en las mentes de los piratas. Aunque no la había visto, su reputación había calado hondo en todos los que pisaban esta isla.

No tenía intención de arriesgarme más de lo necesario, así que decidí retirarme una vez que hube recopilado suficiente información para consolidar lo que ya sabía. Había encontrado los puntos débiles en su seguridad, pero también había detectado las fortalezas que harían de cualquier intento de ataque una maniobra compleja. El caos podía jugar en mi contra tanto como a mi favor.

Volviendo por el mismo camino, repasé mentalmente lo que había observado. El uso constante del alcohol seguía siendo clave, no solo para debilitarlos, sino para aprovechar sus descuidos. Los guardias bebían sin cesar, sin ningún tipo de autocontrol, y aunque esto les daba una falsa sensación de invulnerabilidad, también los hacía impredecibles. Y el hecho de que no tuvieran un patrón en sus turnos de vigilancia confirmaba lo que habíamos aprendido en el interrogatorio: atacar en el momento adecuado sería un riesgo. Podría tener suerte y encontrar a un grupo completamente borracho o, por el contrario, toparme con piratas en plena alerta.

Llegué al punto de encuentro con los demás, compartiendo lo que había visto, confirmando nuestras sospechas y añadiendo algunos detalles nuevos. — No va a ser fácil — Dije, mientras me dejaba caer sobre una roca cercana — No tienen ni idea de lo que hacen, pero eso los vuelve peligrosos.

Al final, no se trataba solo de lo que sabíamos o de lo que había visto. Era cuestión de aprovechar cada momento de debilidad que mostraran. El caos, el desorden y su dependencia del alcohol eran nuestras armas, pero también podían volverse contra nosotros si no actuábamos con cuidado.

Ahora, con todo lo que habíamos aprendido, solo quedaba esperar el momento oportuno. Y cuando ese momento llegara, estaríamos listos.
#4


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