¿Sabías que…?
... este sabías qué no tiene ningún contenido y solo busca despistar al usuario.
[Aventura] [T5] Las malas compañías.
Atlas
Nowhere | Fénix
Loguetown, la principal base de la Marina en todo el East Blue, la puerta que conduce más allá del muro desde uno de los mares que más leyendas ha regalado a la historia. Sí, lo cierto es que no son pocos los habitantes de Loguetown que se sienten especialmente orgullosos de su origen. Se levantan en las mañanas soleadas y se asoman al balcón, buscando en el horizonte la silueta recortada de la base del G-31 como pétreo garante de la seguridad de la zona. No es raro ver voluminosas capas blancas de gruesas hombreras con el kanji —sea lo que sea eso— Justicia bordado a la espalda. Ondean al viento incluso los días en los que ni una sola hoja se mueve, ajenas a la realidad que transcurre en el ambiente a su alrededor.

Y es que, de hecho, esa aparente perezosa perspicacia de la supuesta —mal llamada según algunos— Justicia no sólo aplica para las autónomas capas ondeantes. No, quienes de verdad sabéis cómo funciona el mundo, lo que no se ve, sois conscientes de que una gran bandera de la Marina cubre toda la isla de Loguetown. Sí, la tapa por completo, pero cuanto más grande y amplia es la alfombra más cosas se pueden esconder debajo sin que abulten demasiado. En efecto, en Loguetown, al margen de la mirada de las autoridades o con la interesada connivencia de las mismas, las actividades delictivas se desarrollan igual que en cualquier otro lado. Bueno, a decir verdad ese juicio no es del todo justo. Los métodos desarrollados en un lugar como Loguetown son más exquisitos, elaborados y productivos que en lugares donde los uniformados no tienen tanta presencia.

¿Pero qué te voy a contar a ti, Syxel, que no sepas ya? Ambos sabemos que no es la primera vez que metes el hocico en según qué ambientes. La compraventa clandestina, pese a no ser un negocio fácil, puede aportar grandes beneficios económicos y ayudarte a establecer una serie de contactos e influencias que te sean de ayuda en algún momento. Toda esta parte suena muy bien, claro que sí, pero lo que nadie cuenta es la parte de obtener la mercancía. También está el tema de encontrar alguien de fiar a quien vendérsela, claro, pero eso es otro tema que viene después del primero.

—Sí, pasado mañana —te dice Argus a media voz, medio escondido detrás de su jarra de cerveza en una mesa apartada del Trago del Marinero—. Pasado mañana habrá un encuentro selecto, solo para gente de confianza, en una de los salones reservados del Casino Missile. No conozco a quiénes van ni sé sus nombres, pero me han dicho que son personas con mucho dinero y poder algunas, y que otras tienen objetivos más... a gran escala, por decirlo así. Todos ellos necesitan mercancía... de todo tipo, ya sabes. Drogas, armas, cuadros... Lo que sea.

Habla contigo con evidente nerviosismo, intentando ocultarse bajo el cuello subido de su cazadora consumida por la humedad y el olor a tabaco malo. Argus es un confidente con el que llevas trabajando desde hace poco. Cualquiera que conozca un poco de las cloacas de Loguetown sabe quién es, un tipo tan escurridizo como traicionero y bien informado. Le debe favores a todo el mundo y todo el mundo le debe favores a él. De hecho, ahora mismo te debe la que va a ser su quinta jarra de cerveza, aunque supongo que se la perdonarás cuando acabe de hablar contigo.

—Según dicen, lo han mantenido todo en secreto hasta el último momento para que la Marina no les pueda cazar. El requisito para acceder, además de que se fíen de ti, es que muestres algo que represente la mercancía que quieres vender y que eso le interese a alguno de los que está allí. No tengo demasiado claro cómo lo van a hacer, la verdad, pero es lo que me han dicho. Me dijeron que sólo se lo comentase a gente de confianza... De confianza para ellos, claro, que no es tu caso, pero he pensado que te podía interesar. Además, mañana por la noche llegan al menos dos barcos durante la madrugada. Me lo ha dicho Marie, una amiga que se tira a uno de los guardias del muelle por las noches a cambio de un puñado de berries. Por lo visto, al acabar al tipo se le puede sacar cualquier información que se te ocurra. Viene un barco de la Marina camuflado como mercante con cañones con su munición, armas de fuego y de todo. También llega un barco algo más pequeño que según dicen lleva varias esculturas de valor. No tengo ni puta idea de arte, pero tengo entendido que se paga bien. Además, y esto lo sé por mí, no por nadie, un grupito local que se está intentando hacer un hueco va a recibir algo de mercancía a eso de las tres de la mañana en el muelle dos. Tengo entendido que es mierda de la buena, pero no lo sé seguro —culmina, dándose unos toques disimulados en la nariz.

Puedes hacerle las preguntas que quieras a Argus y él te las responderá si sabe la respuesta. Si has tenido suficiente con esto, con que le pagues las rondas y le des lo suficiente como para un par de dosis se irá satisfecho. Al margen de que la conversación haya terminado, parece que tienes como unas veinticuatro horas para decidir si te interesa intentar participar de algún modo en ese encuentro o lo que sea, así como para obtener alguna mercancía que pueda resultar atractiva. ¿Qué me dices?
Off
#1
Silver
-
Personaje

Información Adicional

El Trago del Marinero era un lugar típico para intercambios como aquel: humo de tabaco flotando en el aire, las mesas de madera vieja y una atmósfera cargada con el eco de murmullos. Sentado en la penumbra de una de las mesas más apartadas, el capitán pirata mantenía la mirada fija en Argus, quien parecía encogerse más con cada sorbo de su cerveza. Escuchaba en silencio, asimilando la información.

Mmm… —musitó Syxel para sí, observando cómo su interlocutor se tocaba disimuladamente la nariz tras mencionar el "producto". La mención de las drogas y su supuesta calidad no le causó más que desdén. "Ese tipo de mercancía no es lo mío", pensó. Los riesgos eran muchos, y aunque los bajos fondos clamaban por ella, prefería mercancías menos problemáticas y, sobre todo, más respetables para su creciente red de contactos.

Sin embargo, lo del cargamento de armas captó su atención. Armas de la Marina, municiones, cañones... Un golpe grande y arriesgado. Su instinto casi lo empujaba hacia esa opción. Pero la sola idea de tener que transportar semejante botín él solo, al no poder incluir en el golpe a su tripulación, lo hizo replantearse la situación. Más problemas que ganancias. Y muy complicado de gestionar.

Se recostó en su silla, cruzando los brazos mientras evaluaba la tercera opción: las esculturas que venían en el barco más pequeño. Esa mercancía sonaba como justo lo que necesitaba: algo valioso, manejable y de fácil transportar. Con algunas de esas piezas de arte en su poder, las puertas del Casino Missile podrían abrirse sin problemas.

Miró de nuevo a Argus, mientras su mente ya estaba trazando un plan preliminar. Pero antes de actuar, necesitaba más detalles.

Dime, amigo —dijo el capitán en tono tranquilo, inclinándose un poco hacia adelante—, el barco que trae las esculturas... ¿sabes algo más sobre él? ¿Cuántos hombres lo vigilan o qué tipo de seguridad tiene? Tal vez Marie pudo sacarle algún otro detalle al guardia.

El hombre se agitó ligeramente al ser interpelado de nuevo. Parecía dudar por un momento, manteniendo su mirada fija en la jarra vacía que sostenía en las manos. Syxel esperó, observando con paciencia mientras su confidente reflexionaba. Los segundos pasaban y el pirata no presionó, sabiendo que la información, cuando viniera, sería más valiosa si fluía naturalmente. Si tenía algo más que compartir, Syxel lo escucharía con atención, evaluando cada palabra con cuidado.

Una vez la conversación llegó a su fin, el capitán asintió, procesando toda la información. Si los vigilantes de ese barco eran mercenarios o guardias contratados, habría menos riesgo de que la Marina interviniese. Aunque eso no necesariamente implicaba que fuesen más fáciles de manejar. La idea de hacerse con algunas de esas esculturas ya se solidificaba en su mente.

Sacó unas monedas del bolsillo interior de su chaqueta, las cuales tintinearon ligeramente antes de caer en la mesa, junto a un par de billetes bien doblados. Argus las miró de reojo, aunque sus manos ya se acercaban con agilidad, retirando el pago sin demora.

Para tus bebidas y algún que otro vicio, te lo has ganado. —Le lanzó una mirada fugaz, mostrando una leve sonrisa de satisfacción—. Tu información ha sido útil.

Syxel se inclinó ligeramente hacia atrás en la silla, como si estuviera preparándose para levantarse. Si no había más que discutir, estaba listo para marcharse, aunque no daría el primer paso hasta estar seguro de que no quedaba nada pendiente en la conversación. Se mantenía atento, a la espera de cualquier señal o comentario adicional que pudiera requerir su atención antes de irse.

Resumen

Inventario
#2
Atlas
Nowhere | Fénix
—Sólo sé que es un balandro y que viene del South Blue. Si le dijo algo más sobre los detalles del barco, desde luego no me lo ha contado. Lo que sí sé es que el dueño, por lo visto, tiene mucho dinero y se codea con gente importante, así que no me extrañaría que la mercancía venga custodiada. También es cierto que Marie tiene más... amigos como yo. Ya sabes, ella necesita favores y nosotros también. La última vez no le pude pagar tanto como otras, así que no sé si se guardaría alguna información para otro amigo.

Recopilamos información entonces: barco con armas propiedad de la Marina y droga, no nos interesa. El balandro con esculturas procedente del South Blue parece ser el objetivo. Tienes algo más de información de la que te había dado al principio, pero más que información parece que Argus te ha dejado una poco agradable duda sembrada: no sabe si alguien más puede estar al tanto de que ahí hay un buen negocio. En fin, ya veremos cómo se desarrollan los acontecimientos, porque tienes hasta la noche de mañana para, si quieres, preparar el golpe. Siempre puedes sentarte en el puerto a esperar y tirarte de cabeza a por el barco cuando llegue, ¿no? Para gustos, colores.

Mientras tanto...

Hall principal del Casino Missile

Un hombre trajeado de espeso bigote negro salpicado por canas aguarda en el centro del recibidor. Hace años que perdió la cuenta de a cuántas personalidades ha dado la bienvenida en esa misma posición y, aunque ya no se le note porque ha aprendido a disimularlo, se sigue poniendo nervioso los últimos minutos antes del momento crucial. Un joven muchacho ataviado con el uniforme típico de botones, en el que destaca un pequeño gorrito carmesí a juego con el chaleco, espera a su derecha y un par de pasos por detrás de él.

Boniface, uno de los empleados más veteranos del Casino, ha vivido todo tipo de experiencias allí. Ha recibido a importantes aristócratas provenientes de más allá de la Red Line, le han dado propinas que superaban ampliamente su sueldo anual y ha sido encañonado por delincuentes de la más baja calaña. Forrados, eso sí, porque ése es el requisito indispensable para que se te dispense un buen trato en el casino en el que ha desarrollado su actividad profesional. Sabe que espera a alguien que en los próximos días tendrá una reunión en los salones reservados. Ésas son una lotería, ya que acude gente de lo más variopinto. El último que le encañonó, de hecho, iba a una de ellas. No obstante, la propina más alta que jamás ha recibido se dio en un contexto similar. ¿Qué le tocará hoy?

Como si un ser superior leyese su mente, las puertas giratorias del casino se mueven y sus columnas marmóreas, impolutas paredes y moquetas color carmín reciben a una pareja de hombres. Uno de ellos camina un poco por delante del otro, empleando un traje de tres piezas color burdeos, camisa blanca, corbata amarilla con plumas estilográficas como motivos decorativos y mocasines negros. Usa un bombín a juego con los zapatos. Su bigote, mucho más fino y castaño, está mejor cuidado que el de Boniface.

Es el tipo que le acompaña, ataviado con la indumentaria más tópica de un mayordomo, quien da un paso hacia delante.

—Don Leroy von Doi tiene el sumo placer de saludarle, caballero —dice al tiempo que le tiende la mano a Boniface, que no sabe demasiado bien qué hacer inicialmente. Nunca se ha topado con nadie que hable a través de otro, como si de un ventrílocuo se tratase.

—Bienvenido, señor —arranca a decir por fin, haciendo un gesto con la mano para que le sigan sin saber muy bien a quién de los dos mirar.
#3
Silver
-
El capitán se inclinó hacia atrás en la silla, procesando las últimas palabras de Argus. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar en su mente, pero había un cabo suelto que requería atención. El balandro y su procedencia del South Blue tenían sentido, pero algo en la mención sobre la tendencia de Marie a vender la información le generaba cierta intriga. Si ella había compartido esa información con otros, significaba que más ojos estaban puestos en el mismo objetivo, y no era prudente subestimar a otros posibles interesados. Necesitaba aclarar eso cuanto antes.

¿Dónde puedo encontrar a Marie ahora? —preguntó con la misma calma de siempre, aunque su mente ya comenzaba a planear los próximos movimientos. Argus levantó la mirada con un gesto nervioso, rascándose el cuello, como si no estuviese muy convencido. Pero finalmente cedió.

Tras recibir la respuesta, el capitán se levantó lentamente de la silla. El tintineo metálico de las monedas pagadas hacía eco en el ambiente mientras se despedía de Argus con un leve gesto de cabeza. Sus pasos resonaron al salir del Trago del Marinero, y cuando empujó la puerta, una bocanada de aire salado le golpeó el rostro. Afuera, el aire estaba denso, cargado de humedad marina y el inconfundible olor a salitre. Las luces amarillentas de los faroles, tambaleándose con la brisa, proyectaban sombras inquietas en las calles adoquinadas mientras Syxel se deslizaba entre los callejones hacia el puerto, con cierto sigilo y determinación.

Finalmente, llegó al lugar que Argus había descrito: un prostíbulo de mala muerte, apenas distinguible entre los edificios maltratados por el tiempo. Los tablones de madera que cubrían las ventanas vibraban con la brisa marina y la luz interior apenas escapaba por las rendijas. La puerta mal pintada chirrió con un sonido seco cuando el pirata la empujó. Dentro, el ambiente era opresivo, con una tenue música que apenas disfrazaba el murmullo de conversaciones cargadas de alcohol. Los rostros cansados y desgastados por la vida giraron para mirarlo, pero su paso firme y decidido evitaba cualquier confrontación. Silver avanzó, con la vista fija en el fondo del local, buscando a la mujer que necesitaba ver.

Después de intercambiar algunas palabras rápidas con una de las trabajadoras, Marie apareció. Tenía una mirada afilada, astuta, y se movía con la precisión de alguien acostumbrado a manejar todo tipo de situaciones. No era su primera vez tratando con personajes peligrosos, y Syxel lo notó de inmediato. No se anduvo con rodeos.

He oído que tienes información sobre un balandro del South Blue. ¿Qué me puedes decir sobre el barco y su llegada? —dijo con un tono bajo pero firme, mientras colocaba un puñado de berries sobre la mesa, apilando moneda a moneda. Tenía claro lo que necesitaba y lo que debía ofrecer a cambio, así que no iba a perder mucho tiempo. El tintineo de captó la atención de la mujer, quien esbozó una sonrisa ladeada, ávida de negocios.

Sin decir una palabra, Marie recogió las monedas, dejándolas deslizarse entre sus dedos antes de guardarlas en un pequeño bolsillo oculto. Luego, se inclinó hacia adelante, acercándose al capitán para hablar en un susurro. Tal como Argus había insinuado, el balandro estaba programado para atracar en el muelle 6, justo al lado del barco encubierto de la Marina. Aquello le incomodaba un poco, pero según lo que Marie sabía, la Marina no estaba implicada en el barco de las esculturas. El problema era la escolta privada que lo acompañaba. Podía ser un detalle menor o un obstáculo serio, según la situación. Además, Marie confirmó algo que Silver ya temía: otros también habían pagado por la misma información. No era el único jugador sentado a la mesa.

El capitán asintió lentamente, manteniendo la calma exterior, aunque su mente volvía a trabajar a toda velocidad. Había competencia, y eso siempre traía complicaciones. Aunque también podía suponer más diversión o, según se presentase la situación, alguna oportunidad que pudiese aprovechar. Se forzó a controlar su expresión y no mostrar ninguna preocupación visible. Después de recibir la información que necesitaba, agradeció a Marie con una breve inclinación de cabeza y abandonó el local con la misma determinación con la que había entrado.

Una vez de nuevo en las oscuras calles del puerto, Syxel dirigió sus pasos hacia el muelle indicado. No le gustaba la cercanía con el barco de la Marina, pero a estas alturas no había vuelta atrás. Si quería que el plan funcionara, necesitaba conocer el terreno mejor que cualquiera. Las sombras de los callejones se entrelazaban con los reflejos del agua mientras avanzaba, tomando rutas apartadas y vigilando los alrededores con ojo crítico. El bullicio del puerto era el mismo de siempre: trabajadores cargando cajas, grúas chirriando mientras levantaban cargamentos, y el constante eco de voces entre las embarcaciones.

Cuando llegó al muelle 6, se detuvo en las sombras, con su figura fundiéndose con el entorno mientras observaba detenidamente el lugar. Las luces del puerto iluminaban de manera suficiente para que pudiera distinguir a los trabajadores y la actividad constante de los muelles. "Hora de estudiar el terreno", se dijo a sí mismo mientras sus ojos recorrían cada detalle, cada rincón, cada ruta de escape potencial y cada punto ciego que podría usar cuando llegara el momento. La clave estaría en actuar rápido y con precisión. Pero por ahora, el pirata se mantuvo en silencio, observando, esperando que el escenario se desplegara frente a él. El éxito de su golpe dependería de cuán bien preparado estuviera para cuando llegara la hora de actuar.

Resumen
#4
Atlas
Nowhere | Fénix
Parece que con la información de la que dispones te puedes hacer una idea bastante aproximada de por dónde pueden ir los tiros en las próximas horas. Sabiendo el punto en el que se desarrollará tu próximo golpe, decides ponerte en marcha para sondear la zona y ver si puedes planificar o llevar a cabo alguna estrategia que te ayude —supongo—.

Efectivamente, la actividad en el puerto de una ciudad del calibre e importancia de Loguetown no entiende de horas. Los turnos de los trabajadores se suceden uno tras otro a intervalos de ocho horas, de manera que los que entran continúan el trabajo de los que se van como si fuesen piezas perfectamente engrasadas del mismo mecanismo. El muelle número seis asiste ante tus ojos al atraque y la partida de dos barcos distintos en este tiempo, siendo uno de ellos un velero que parece recreacional y el otro un barco pesquero que está el tiempo justo y necesario; no es barato eso de ocupar una de esas posiciones.

Ante tus ojos la actividad es frenética durante las veinticuatro horas que debes aguardar hasta que llegue el momento decisivo. No son pocas las personas que, sin ser trabajadoras de la zona, también deambulan por allí. Hay de todo: personas con no muy buen aspecto que te hacen sospechar que pueden ser de tu gremio, gente bien vestida que porta maletines y parece que tienen sus puestos de trabajo por allí, familias que dan un paseo sin más por la zona, hombres y mujeres que van a comprar pescado en los negocios aledaños, etc. Sí, entre ellos también hay personas armadas. Muchas se detienen a observar los barcos y los alrededores. No obstante, en medio de esa marabunta no puedes distinguir nada que te haga sospechar que alguno de ellos puede estar al tanto de las mercancías que van a llegar por la noche. Lo cierto es que más allá de ver el gentío y analizar la distribución de los edificios y demás en la zona, poco puedes hacer de entrada a tu llegada.

En cuanto a lo que es el área, los muelles cinco, seis y siete están uno al lado del otro, surgiendo de una suerte de plaza rectangular de unos ciento cincuenta metros de lado largo y treinta de lado corto. Los edificios que la delimitan son de dos o tres plantas, bastante estrechos y no demasiado bien conservados, la verdad. En algunos bajos hay negocios que se benefician del tipo de actividad que se desarrolla allí: pescaderías, tiendas con aparejos de pesca y redes, tabernas, etc. Un total de trece callejones llegan serpenteando entre los edificios, desembocando en esa suerte de plaza rectangular que es empleada por los trabajadores del puerto para organizar las mercancías que deben cargar o descargar durante la jornada. El objetivo para un correcto funcionamiento y organización, por supuesto —de esto te puedes dar cuenta con facilidad al ver cómo los encargados latiguean con sus palabras a los operarios—, es que las cajas y demás elementos que se apilan y recogen constantemente estén en medio el mínimo tiempo posible.

Al mismo tiempo...

Hall principal del Casino Missile

Boniface está un poco cansado de la tarea tan poco gratificante que le han asignado hoy. Normalmente, como es de los más veteranos, tiene el privilegio de poder escoger con qué puesto quedarse cada día y él procura buscarse un sitio en el que haya el menor trato posible con el cliente. Sabe que por norma general el cliente es imbécil con quien le atiende —o tiende a serlo— y, después de tanto tiempo, comienza a resultarle pesado ponerle buena cara a una panda de gilipollas. El "para eso estoy pagando" se ha convertido en una pesadilla para él. No obstante, sus jefes confían bastante en su capacidad de agradar hasta al estirado más insoportable, de ahí que de nuevo esté en la misma posición, junto al mismo botones, esperando a otro de los flamantes invitados a los salones reservados del casino.

En esta ocasión quien hace girar el cristal de la puerta giratoria son tres personas: dos mujeres y un hombre. En cuanto la puerta se detiene, un crío se abalanza sobre la misma con un bote de limpiacristales y un trapo para eliminar cualquier rastro que hayan podido dejar los dedos. Una mujer regia y con cierto aire marcial ocupa la posición central, llevando rapado el lateral izquierdo de la cabeza y recogiendo el cabello del lado derecho en pequeñas trenzas. Por detrás de ella y a su derecha Boniface puede ver a una mujer de pelo naranja y media melena, con gafas gruesas y expresión de inseguridad permanente, que abraza una carpeta muy gruesa contra su pecho. Justo al lado de ésta, un chico de aproximadamente dos metros diez y aire de galán termina de componer el trío. Boniface ha reparado en que su botones se ha puesto un poco tenso al verlo. Todos ellos visten ropa cómoda y usan una túnica color arena.

—Todo un placer, señoras, caballero —dice Boniface al tiempo que inclina la cabeza en su dirección—. Les esperábamos un poco más tarde, pero sus habitaciones ya están listas. Si me acompañan.

Off
#5
Silver
-
El sol comenzaba a descender en el horizonte, proyectando una luz anaranjada sobre las aguas del puerto. Silver se mantuvo en las sombras, observando con detenimiento la actividad en los alrededores del muelle 6. La rutina de los trabajadores del puerto seguía su curso habitual, pero lo importante no era lo que se veía a simple vista, sino lo que permanecía oculto o pasaba desapercibido. Si quería asegurarse de que el golpe saliera bien, debía conocer ese lugar mejor que cualquier otra persona.

Se deslizó con cuidado entre los callejones cercanos. Sus botas apenas resonaban en el adoquinado. El muelle 6, junto a los muelles 5 y 7, estaba justo en el borde de una especie de plaza rectangular, rodeada de edificios que, aunque maltrechos, ofrecían una ventaja táctica. Las azoteas de esos edificios, aparentemente poco vigiladas, parecían puntos de observación ideales. Desde lo alto, podría controlar la llegada del balandro, vigilar la actividad de la Marina y anticipar cualquier movimiento de otras bandas interesadas en la mercancía.

Mientras caminaba, sus ojos analizaban cada rincón de la zona: los callejones estrechos que serpenteaban entre los edificios; los puntos ciegos donde moverse sin ser visto sería más fácil; y sobre todo, las posibles rutas de escape. En caso de que el plan se torciera, tendría que salir rápido y sin ser detectado. Observó cómo los trabajadores descargaban y organizaban las mercancías en la plaza central, supervisados por sus capataces que, con gritos o látigos verbales, mantenían el ritmo frenético del puerto. No había muchos guardias armados a simple vista, pero eso no significaba que no fuesen a aparecen en el momento menos oportuno.

El resto de la tarde lo pasó inspeccionando cada rincón con detenimiento. Encontró un par de puntos elevados que, aunque desgastados, ofrecían una buena vista sin mucho esfuerzo. Uno de los edificios más altos, aunque en mal estado, tenía un par de ventanas rotas que daban acceso al techo. Si lograba subir sin ser visto, tendría una vista completa de los tres muelles y la plaza, con varias rutas de escape en caso de emergencia. Perfecto para la fase de observación.

Mientras la luz del día se desvanecía y el bullicio en los muelles comenzaba a calmarse, decidió que era momento de cambiar de enfoque. La actividad nocturna traía nuevas oportunidades. Si había otras bandas interesadas en el mismo golpe, algunos lo verían como una amenaza, pero el capitán lo consideraba una buena oportunidad, o al menos una posible ventaja. Encontrar a esos interesados, convencerlos de unirse a su causa o incluso someterlos a su control, podría brindarle más recursos para asegurarse su objetivo. Dirigió entonces sus pasos hacia una de las tabernas cercanas al puerto. La más activa que pudiese encontrar, con música y un constante ir y venir de clientes.

Al entrar en la taberna, el murmullo de las conversaciones y el estruendo de las risas lo recibieron. Sin embargo, su presencia no pasaría desapercibida. El capitán tenía una forma de atraer miradas, no solo por su apariencia, sino también por su forma de moverse y actuar, esa aura de carisma que irradiaba. Había aprendido a usar eso a su favor, y esta vez no sería diferente. Mientras cruzaba el salón con paso firme, notó cómo algunos de los presentes se volvían ligeramente para observarlo. Carisma y presencia eran sus armas, y sabía manejarlas con destreza. Sus ojos pasaron de un rostro a otro, buscando signos de posibles aliados: hombres y mujeres armados, con cicatrices o miradas curtidas. Gente que claramente no pertenecía a la clase trabajadora común, sino al submundo en el que él mismo se movía. Si otras bandas estaban interesadas en el cargamento, era probable que algunos de ellos estuvieran allí.

Silver eligió una mesa en una esquina del local, con buena visibilidad hacia la entrada y el salón principal. No haría el primer movimiento abiertamente, pero el objetivo era claro: detectar a los líderes o miembros de alguna banda interesada en el cargamento. Quizás no tardaría mucho en que alguien se le acercara, fuera por curiosidad o con intenciones más agresivas. En ambos casos, consideraba que la suerte estaba de su lado.

Observó con paciencia, manteniendo una postura relajada pero alerta. Aguardaba el momento oportuno para actuar, esperando la aparición de alguien que valiera la pena o simplemente la chispa de una conversación que le diera la oportunidad de controlar la situación. Si las cosas salían como planeaba, pronto estaría negociando con una banda o incluso tomando el control de aquellos que pretendían hacerse con el botín. Y si fuera necesario, estaba dispuesto a recurrir a la fuerza para lograrlo.

La noche aún era joven, y Syxel estaba en su ambiente. Con cada minuto que pasaba, las piezas del plan se colocaban en su lugar. O ganaba aliados o aplastaba rivales, todo dependía de quién apareciera primero.

Resumen
#6
Atlas
Nowhere | Fénix
Tu observación minuciosa del lugar plantea tantas posibles alternativas como motivos de desconfianza. ¿Acaso puede haber alguien observándote sin que lo sepas desde las sombras de los callejones? ¿Podría ser posible que el plan de algún otro interesado ya esté en marcha sin que lo sepas? ¿Serán seguros los tejados o alguien habrá pensado lo mismo que tú y habrá dejado alguna sorpresa en lo alto por si una mirada indiscreta osa acercarse? Son tantas preguntas y posibilidades que, la verdad, no tienes tiempo material de cubrirlas todas.

Por otro lado, la verdad es que tienes razón: no hay muchos guardias armados. Ves alguna patrulla que otra de la Marina deambulando por allí y cómo de varios barcos bajan lo que sin dudas son grupos de seguridad privada contratados por los comerciantes. De cualquier modo, el grueso de fuerzas armadas en la zona lo componen los integrantes de los barcos de la Marina que de vez en cuando atracan en los muelles de la isla. Como podrás imaginar, como principal base de la Marina en el East Blue tiene bastante trasiego de uniformados. Ahora bien, ¿se mantendrá esa actividad durante la noche? Te lo voy avisando: si te quedas a averiguarlo, comprobarás que no. Normalmente los navíos llegan de día y por la noche el puerto está mucho más tranquilo.

Al margen de eso, y planteando la idea de abordar amenazas o contratiempos antes de que llegue el momento crítico, te introduces en la taberna que más grita "se buscan delincuentes". En efecto, te recibe un intenso olor a garrafón, instrumento desafinado tocado por algún pobre diablo ebrio y aroma a marinero que lleva dos semanas sin tirarse al mar. Muchos de ellos juegan a las cartas o a los dados. A veces ríen y a veces se sacan los dientes a golpe de nudillo, pasando de un tipo de reacción al otro en menos que canta un gallo. Si no fuese porque sé que estás acostumbrado a moverte en ese tipo de ambientes cuando es necesario, te diría que lo que transmite el antro es intranquilidad y ganas de salir de ahí cuanto antes.

Al margen de risas, peleas cortas y juegos, puedes ver cómo en varias mesas hay algunos grupos que, más tranquilos pero igualmente borrachos, charlan en voz baja. Para ser más concreto, hay tres. Uno de ellos está compuesto por tres hombres, pero si te fijas uno de ellos le está pasando a otro algo por debajo de la mesa. Tiene pinta de que el motivo por el que hablan bajito es otro, ¿no? Hay también, justo a tu lado, un grupo de tres hombres y tres mujeres que dialogan en un tono inaudible. ¿Sospechoso? Sí, pero en el momento en que ves que todos se levantan al unísono y ponen rumbo por parejas a las escaleras que nacen junto a la barra te haces una idea de sus próximos pasos.

Es el grupo más numeroso, uno compuesto por siete personas entre hombres y mujeres —cuatro y tres respectivamente— el que te queda como única opción. Uno de sus integrantes, un tipo que usa un tricornio y guantes sin dedos, mueve las jarras vacías de los demás en la mesa en un intento de representar algo. La verdad es que el tipo deshace y hace movimientos sin parar, como si pretendiese cubrir un montón de hipotéticas posibilidades con sus aparentes estrategias. Aunque habla en voz baja y no escuchas lo que dices, puedes ver en sus facciones que está entusiasmado en cierto modo, aunque lo intenta contener sin demasiado éxito.

—¿Algún problema, amigo? —te interpela entonces una voz de mujer. Llámame loco, pero a lo mejor te has quedado mirando fijamente demasiado tiempo al tipo. No te culpo, yo habría hecho lo mismo sin lugar a dudas, porque es de lo más sospechoso. En cualquier caso, el tono que emplea no es necesariamente hostil, sólo suspicaz.

A poco que sigas la dirección de la voz verás que se trata de la integrante del grupo situada justo frente al hombre, que, por otro lado, se ha detenido y te mira junto al resto de su grupo. Ella recoge su pelo en una larga trenza pelirroja y usa un pañuelo burdeos en la cabeza, un chaleco sin mangas marrón y... va descalza. Sí, tiene los pies encima de la mesa y destacan por dos cosas: no tener zapatos que los cubran y lo tremendamente limpios que están a pesar de, con toda seguridad, haberlos arrastrado por el suelo lleno de mugre de la taberna. ¿Recuerdas cómo se quedaban pegadas tus suelas mientras te dirigías a sentarte? Qué asco; a saber cuánto llevan sin pasar un mocho.
#7
Silver
-
Silver mantuvo la mirada fija en el hombre del tricornio, observando con detalle cada uno de sus movimientos mientras organizaba las jarras vacías sobre la mesa. Era obvio que había algún tipo de estrategia en juego, y aunque los susurros entre ellos no llegaban hasta sus oídos, el lenguaje corporal del grupo hablaba por sí solo. Un ambiente de planificación se percibía entre los integrantes, especialmente en aquel hombre que parecía inmerso en su propio mundo de planes y posibilidades.

Pero una voz interrumpió sus pensamientos.

—¿Algún problema, amigo? —dijo una mujer con una nota de suspicacia en el tono, pero sin llegar a sonar abiertamente hostil.

El capitán giró la cabeza lentamente, encontrando a la dueña de esa voz. Frente a él, una mujer de larga trenza pelirroja y un pañuelo burdeos lo miraba con los pies descalzos sobre la mesa, algo sorprendente teniendo en cuenta el estado mugriento del suelo del local. Syxel no se sorprendió por la pregunta, quizás se había quedado mirando más de la cuenta. Pero si algo le había enseñado la experiencia era que, cuando te enfrentas a este tipo de situaciones, ir de frente con confianza y carisma siempre era la mejor opción.

No hay ningún problema, señorita —respondió con calma, esbozando una leve sonrisa mientras se levantaba de su asiento. Silver no perdió tiempo. Cogió una silla de una mesa cercana, sin siquiera pedir permiso, y la arrastró hasta colocarse en frente del grupo. Mientras lo hacía, levantó la mano para llamar la atención de una camarera—. ¡Una jarra por aquí! —pidió con naturalidad, como si ya formara parte de la reunión.

La mujer de la trenza lo observaba con atención, probablemente al igual que los otros miembros del grupo. Las miradas iban y venían entre ellos, y aunque la tensión era palpable, el pirata no mostró ni un atisbo de duda. Al sentarse, apoyó un brazo sobre la mesa, relajado, pero con una energía contenida en sus movimientos, como quien sabe que domina la situación.

Parece que tenéis algo interesante entre manos —dijo sin perder la sonrisa—. Y yo soy de naturaliza curiosa... Así que permitidme deciros que habéis llamado mi atención.

El silencio momentáneo que siguió fue roto por la llegada de la camarera con la jarra de cerveza. Syxel le lanzó un par de berries que tintinearon sobre la bandeja, sin desviar la mirada del grupo.

¿Qué puedo decir? Me gusta rodearme de gente con buen ojo para los negocios... y tengo el presentimiento de que vosotros encajáis en esa definición —continuó, dejando que sus palabras resonaran en el aire antes de dar un sorbo a su jarra.

El capitán escogía sus palabras con cuidado, eligiendo el tono perfecto para sembrar la semilla de interés y confianza en el grupo. Sabía cómo manejar estas situaciones. Su carisma y su natural habilidad para liderar lo convertían en alguien difícil de ignorar, o al menos alguien al que pocos se atreverían a rechazar tan fácilmente.

Entonces, ¿me equivoco? O quizás tenéis algo mejor que hacer que compartir una buena propuesta. —dijo, levantando una ceja mientras volvía a dejar la jarra sobre la mesa.

Sus ojos recorrieron una vez más a cada uno de los integrantes, buscando cualquier reacción, por mínima que fuera. Su cuerpo, aunque relajado, estaba completamente en sintonía con el ambiente, listo para adaptarse a lo que viniera a continuación. El hombre del tricornio seguía observando sus movimientos, aunque había dejado de reordenar las jarras, quizás interesado en lo que estaba ocurriendo. La mujer pelirroja, aún con los pies descalzos sobre la mesa, lo miraba fijamente, como evaluándolo.

Silver sonrió internamente. Era el momento perfecto para obtener más información. Se concentró un instante, activando su Kenbunshoku Haki, expandiendo su percepción para sentir las presencias de los que lo rodeaban. El grupo, los otros presentes en la taberna, cualquier cosa que pudiese llamar la atención y que escapara a la vista ordinaria. Las emociones fuertes o los signos de peligro estarían ahí, y él se aseguraría de no perderse ni un solo detalle. El ambiente en la taberna seguía siendo bullicioso, pero Syxel aguardaba con paciencia, sabiendo que las piezas del juego ya estaban en movimiento.

Percepción II
KENB401
KENBUNSHOKU
Haki básico
Tier 4
1/10/2024
7
Costo de Haki por Turno
2
Enfriamiento
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones muy fuertes que exterioricen como un sufrimiento fuerte o un gran instinto asesino, etc. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +5 [Reflejos].
Área: [VOLx12] metros. +5 [REF]

Resumen
#8
Atlas
Nowhere | Fénix
No hay duda de que tu reacción deja a la mesa al completo con los ojos como platos. No es habitual encontrar personas con tanto desparpajo a la hora de relacionarse con gente... normal. Los tipos con los que te acabas de sentar tienen pinta de todo menos de eso. Seguramente no estén acostumbrados ni a que les hablen —en general—, mucho menos a que se sienten con ellos así de buenas a primeras.

Tanto es así que el tipo que se sienta justo a tu derecha comienza, digamos, a desarrollar una actitud hostil hacia ti. Sí, puedes percibirlo, pero antes de que nada suceda la mujer de la trenza hace un gesto distraído con la mano en su dirección. El sujeto, que estaba comenzando a llevar su mano derecha al arma corta que lleva para encañonarte la sien, detiene su movimiento al instante.

Bueno, ya tenemos a la que manda, al cerebrito y al impulsivo del grupo. Los demás por el momento no se mueven —puedes describirlos a tu gusto si quieres; son todos hombres menos la de la trenza—, pero mantienen toda su atención en ti. Es en ese momento cuando la mujer retoma la palabra.

—¿Nunca has escuchado que la curiosidad mató al gato? —pregunta ella distraídamente, sin bajar los pies de la mesa y dando un largo trago de la jarra que ya tenía. Hay que ver qué limpios están esos pies. En cualquier caso, la mujer no se queda callada conforme van transcurriendo los acontecimientos—: Normalmente no tenemos problemas en llegar a acuerdos, pero los solemos hacer con socios que conocemos de antes, con los que ya hemos trabajado o de los que tenemos referencias. Las... empresas de quienes no eligen con cuidado a las personas con las que trabajar no tardan en irse a pique, ¿no te parece? Hay mucha competencia desleal, infiltrados de... otro tipo de empresas poco afines y, a fin de cuentas, muchas cosas que no parecen lo que son al final. Somos precavidos con nuestras alianzas y nos ha ido bien hasta el momento.

Bueno, parece que ese [Carisma] tuyo ha conseguido captar la atención de la mandamás del grupo. No te han expuesto el plan ni mucho menos, ni te han dicho qué tienen entre manos siquiera, pero parece dispuesta a escucharte. Como denotaba su mirada al principio, es una mujer precavida y de lo más suspicaz; bastante capaz como líder en apariencia si preguntas mi opinión. Se te queda mirando con una serenidad que contrasta con la aparente ira contenida de algunos de sus subalternos. A lo mejor podrías intentar convencerla de que te cuente un poco más de lo que está planeando y, si te interesa, incluso de que te permita formar parte de ello. Sin embargo, algo me dice que vas a tener que dar motivos de peso para que confíe en ti más allá de tu magnetismo natural. Si estuvieses en su lugar harías algo parecido, ¿no?

Mientras tanto...

Hall principal del Casino Missile

Ya es el último, o eso le han dicho a Boniface cuando ha ido a quejarse a los jefes de la cantidad de trabajo que le están dando ese día. Ellos están bastante tranquilos. No es la primera vez que sirven de anfitriones para encuentros como el que va a tener lugar, pero al mismo tiempo se muestran en cierto modo impacientes porque todo salga bien. Sí, esa dualidad del que tiene experiencia en algo y sabe que se puede torcer por mil sitios diferentes.

En cualquier caso, le han vuelto a mandar a recibir a un invitado. Le han dicho que no es un estirado como ése que ni siquiera le habló y que no le han metido un palo por el culo como a la cabecilla de esos tres que llegaron después. Más tarde ha continuado llegando gente bastante más normal por lo general, pero ya está harto de tensar la sonrisa una y otra vez ante gente que ni le va ni le viene.

Por última vez, el sonido de la puerta giratoria al moverse le saca de su ensimismamiento. A su espalda puede notar cómo el botones se tensa un poco para prepararse para el servicio. Frente a él, un señor que fácilmente puede rondar los dos metros setenta y cinco entra con paso decidido. Él mismo se aproxima al encargado de limpiar los cristales y quita las huellas que han dejado sus dedos en la puerta. Acto seguido, se dirige a Boniface e inclina levemente la cabeza en señal de respeto.

—Mi nombre es Lu Xin y vengo a una reunión. Me han dicho que me estarían esperando. Entiendo que es usted el encargado de guiarme, ¿no?

La amabilidad del tipo dejan un poco desconcertado a Boniface. Menos mal que tiene mucha experiencia en enfrentar todo tipo de situaciones y se rehace rápido, indicándole que, efectivamente, así es. Al menos parece que el último no se lo va a poner difícil.

Lleva el largo pelo negro recogido en una larga trenza que le cae hasta las corvas. Del mismo modo, hace gala de unos ojos tremendamente rasgados que prácticamente impiden distinguir el iris y viste una indumentaria de lo más exótica de color celeste —un hanfu, vaya—.
#9
Silver
-
Silver dejó que una ligera sonrisa apareciera en su rostro mientras las palabras de la mujer flotaban en el aire. Había algo intrigante en ella, una mezcla calculada de liderazgo y precaución. Sin embargo, no tenía prisa. En situaciones como esa, lo que importaba no era solo lo que se decía, sino cómo se decía.

Claro, te entiendo. La precaución es clave en estos... negocios —respondió con la misma calma que había mostrado hasta el momento, llevándose la jarra a los labios—. He visto muchas veces cómo los que se apresuran o confían en la gente equivocada acaban mal... o con la Marina pisándoles los talones.

Dejó que sus palabras flotaran un instante, observando cómo se asentaban en las mentes de quienes lo rodeaban. La pelirroja, con esos llamativos pies descalzos aún sobre la mesa, no le quitaba el ojo de encima, atenta a cada uno de sus movimientos, buscando cualquier indicio de engaño. Pero el capitán no mentía. Ser sincero con lo que se pretende conseguir y lo que se ofrece a cambio era una, quizás no más rápida, pero si mucho más eficaz para convencer a otros.

He estado en situaciones donde la confianza lo es todo —continuó, dejando caer la frase con una seguridad que demostraba su experiencia—. Digamos que tengo una cierta afinidad por los trabajos poco convencionales. Y también experiencia encargándome de los problemas antes de que se conviertan en algo más grave. Y, como he dicho, me enorgullezco de tener buen ojo para escoger a mis socios..

Syxel tenía claro que, para ganarse la confianza del grupo, tendría que ofrecer algo concreto, pero al mismo tiempo, guardarse algún as bajo la manga. Mantener el misterio era una parte clave del juego. No era cuestión de impresionar con detalles, sino de dejarles claro que contar con él sería una ventaja para ellos.

Lo cierto es que mi presencia en este puerto no es una coincidencia —agregó, dejando que su tono adquiriera un matiz casual pero cargado de intención—. Digamos que tengo mis propios planes, y no me refiero solo a disfrutar de una buena jarra de cerveza —rió suavemente, midiendo las reacciones del grupo—. Y si no me equivoco, parece que vosotros también tenéis algo entre manos. ¿Quién sabe? Puede que nuestros intereses se crucen más de lo que creáis.

A medida que hablaba, se aseguraba de utilizar su carisma natural. No bastaba con palabras; debía transmitir confianza y capacidad. La líder del grupo lo evaluaba en silencio, pero las piezas del rompecabezas empezaban a encajar poco a poco. La dinámica de poder podía inclinarse a su favor.

Lo importante aquí es que, cuando las oportunidades se presentan, es mejor aprovecharlas en nuestro beneficio —dijo, con un tono que adquirió un matiz más serio—. ¿Qué les parece si intercambiamos ideas? Tal vez pueda aportar algo a su plan... o quién sabe, quizás este sea el inicio de una colaboración provechosa para todos.

La sonrisa del capitán permanecía en su rostro, pero sus ojos ahora transmitían algo más profundo: la seguridad de alguien que tenía mucho que ofrecer. Mientras mantenía su haki activo, se enfocaba en captar las emociones del grupo, atento a cualquier señal de duda, interés o tensión. Cualquier cambio en las emociones que pudiese percibir y que le ayudase a conducir la conversación o adaptar su actitud a lo que su público esperaba. Había logrado despertar su curiosidad, pero no podía confiarse. Aún necesitaba mover las piezas con cuidado.

Percepción II
KENB401
KENBUNSHOKU
Haki básico
Tier 4
1/10/2024
7
Costo de Haki por Turno
2
Enfriamiento
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones muy fuertes que exterioricen como un sufrimiento fuerte o un gran instinto asesino, etc. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +5 [Reflejos].
Área: [VOLx12] metros. +5 [REF]

Resumen
#10


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 7 invitado(s)