Hay rumores sobre…
... que en una isla del East Blue puedes asistir a una función cirquense.
[Diario] Bajo el Viento de Rostock (Pasado)
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
Verano, Año 724, Día 16

El viento salado del mar soplaba por todo el puerto, acariciando el rostro del joven Mayura, agitando su pelo con gracia y sutileza mientras desembarcaba en el pueblo de Rostock. El elegante pirata había disfrutado de una noche exquisita bajo la luna llena de la noche anterior, sintiéndose fresco y renovado, aunque al mismo tiempo desbancado pues había tenido que gastar casi todos sus últimos berries en el viaje hacia esta isla. No obstante, debilidad es algo que nunca mostraría, por lo que, con su característico andar seguro y la habitual sonrisa encantadora en sus labios, bajó del barco sin prisa.
 
Tras haber tocado tierra luego de varios días, se paró en medio de una de las calles dejando que su vista se perdiera por completo en el pueblo y las siluetas que se veían en la lejanía. Este era uno de sus primeros destinos tras abandonar su hogar, y aunque las responsabilidades de su nueva vida como pirata comenzaban a pesar sobre sus hombros, estaba cien por ciento seguro de que este pueblo prometía un respiro temporal, y al mismo tiempo, tenía fe de que le ofreciera un cambio inesperado a su destino.
 
El bullicio del puerto le servía como recordatorio de las fiestas de alta sociedad a las que alguna vez asistió, pero sin la presión de tener que cumplir con las expectativas familiares. En esta remota isla de uno de los mares más tranquilos, el joven fugitivo era libre de ser quien quería ser, sin restricciones ni ojos críticos, ni mucho menos bocas flojas que difundieran veneno sobre su persona, o por lo menos en esta isla no existía ninguno que le importara. Su mirada gris se paseó por las pequeñas embarcaciones amarradas, las casas de tejados de madera y las tabernas que ofrecían risas y licor barato. Barato, una palabra que le con solo pensarla destruye su ego.
 
"Hora de relajarme un poco", pensó mientras ajustaba su túnica de tonos púrpura y verde azulado, adornada con plumas de pavo real. Inicio rumbo hacia la taberna más cercana que pudo avistar. Sentía la necesidad de un buen trago, algo fuerte y directo, para calmar el remolino de pensamientos que lo envolvía. No fue hasta que cruzo frente a un mercante que vociferaba los precios de sus productos en oferta que recordó revisar sus bolsillos y confirmar que los pocos berries que le sobraban aun le acompañaban.  
 
– Demonios… – musitó con enojo al sentir sus bolsillos vacíos, sus últimos berries perdidos. ¿Se había caído mientras disfrutaba la luna? ¿Algún tripulante se aprovechó de sus pertenencias mientras dormía? La respuesta era sencilla, no. Un ladronzuelo había utilizado sus tácticas para carterear al visitante mientras este se asombraba con el pueblo. Lamentablemente, Mayura no fue capaz de notarlo y nadie parecía aproximarse para ayudarle o indicarle lo que había pasado, a fin de cuentas, no tuvo otra opción que disimular su desanimo mientras se orillaba para quitarse del medio y pensar con angustia como podría ganar dinero rápido, claro, siempre disimulando sus sentimientos, escudándolos con su porte y expresión de vanidad y orgullo.
#1
Sowon
Luna Sangrienta
A veces las rutinas se hacían tediosas, más cuando involucraban repetir el mismo trabajo día tras día, la isla destacaba por tener una relativa seguridad que salvo algunos crímenes menores no castigables por la muerte no se veía perturbada. En un lugar así, la justicia era cosa de la marina y mercenarios como ella misma se categorizaba servían de otras maneras. La más destacada y popular dado su altura era podar árboles o salvar a gatos de los mismos. Y es que con un edificio andante de cuatro metros poco se podía discutir, además tenía un don natural para convencer a los mismos e incluso la inocencia para jugar con estos o dejarlos dormir en lugares como su cabeza.

Un gato negro dormía acurrucado entre sus dos cuernos negros, la figura de la Oni seguía imponiendo respeto desde que se conoció que ella acompañada de un reducido grupo de mercenarios habían acabado con una rebelde colmena de bandidos de las sierras. La mujer avanzaba por las calles, comiendo unas frituras de una bolsa mientras que a su espalda llevaba envuelto en telas el enorme espadón. Incluso parecía un tronco con el grosor de las telas y el enorme tamaño que duplicaba en parte su tamaño pero un arma más corta sería a sus ojos una daga y no una espada.

—¿Qué hace un pajarraco en medio de la calle? Si lo llevo al corral puede que me paguen bien, a esa viejita se le escapan muy seguido...—

Rascó con su dedo al gato que reposaba en su cabeza, quien en respuesta solo se estiró en otra posición, últimamente muchos gallos se escapaban de los corrales y pagaban bien por encontrar a los más gordos. A la distancia este parecia bastante grandote, la mujer masticaba con emoción las frituras mientras se acercaba paso a paso. Su sombra se proyectó imponente sobre el sujeto, y es que no fué hasta estar muy cerca que pudo notar que aquello frente a ella no era un gallo si no un humano con gustos peculiares. ¿Quizás trabajaba con pájaros?

—Oh, no eras uno de esos gallos fugados, te veías prometedor pagan bien por los gordinflones. ¿Qué sucede? Te noto algo cabizbajo, mis ojos están aqui arriba.—

Señaló al notar cierta inquietud en ese humano, no parecía a simple vista tener problema alguno pero estaba en medio de la avenida sin tomar un rumbo. Y es que era habitual en ese lugar que hubiera ladronzuelos, el puerto estaba cerca y era un buen punto para canjear el dinero por objetos  poco legales. A lo mejor el excentrico humano era uno de esos ladrones, vigilando los movimientos para marcar alguna víctima, a la forma de verlo de la Oni era mejor no sacarle el ojo de encima.
#2
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
El ruido de las pisadas se detuvo justo detrás de él. Una sombra larga y dominante cubrió su figura, algo que rápidamente sirvió como cereza sobre el pastel para irritar al ex-noble, quien prefería ser el centro de atención sin ser eclipsado por nadie. Lentamente, con su habitual elegancia, giró su cabeza para encontrarse con una figura que claramente no había esperado. Frente a él estaba una mujer imponente, sus cuernos coronados por un gato negro que descansaba plácidamente sin importarle lo más mínimo la situación actual. El hecho de que lo hubiera confundido con un gallo le resultaba una completa ofensa, y el tono familiar con el que hablaba solo añadía a su desdén interno que dio inicio a una avalancha emocional incapaz de frenar.

"¿Gallo? ¿Yo, un gallo?..." pensó sin siquiera saber si debía sentirse ofendido o halagado, pero siempre ocultando la molestia tras una sonrisa perfecta pues en su situación actual lo último que necesitaba era problemas. A pesar de que la enorme mujer de apariencia peculiar no parecía tener malas intenciones, el elegante pirata consideraba este descuido era una falta de respeto intolerable. Mayura levantó una ceja, midiendo a su interlocutora con su mirada gris, intentando mantener su compostura mientras la analizaba de reojo pies a cabeza culminando con una mirada directa al rosto.

Oh, querida... respondió el chico, con su tono suave y melodioso, mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante en un gesto de cortesía, aunque sus ojos brillaban con una mezcla de burla y arrogancia. — Me temo que te has confundido. No soy uno de esos... animales de corral. Aunque entiendo la confusión; después de todo, mi presencia puede ser difícil de clasificar. No todos los días encuentras a alguien tan... exquisito. — Sin perder el porte, sacudió un poco las mangas de su túnica púrpura adornada con plumas de pavo real y continuó hablando, asegurándose de que cada palabra sonara cuidadosamente calculada, como una nota en una canción que disfrazaba aquella necesidad por dinero que se despertó con la idea de alguien estaba pagando bien por “gallos”, o al menos así los definía la extraña mujer.

¿Cabizbajo? No, no... Solo estaba contemplando la mejor forma de continuar mi día en este pueblo, buscando un lugar que ofrezca una buena bebida, ya sabes, algo digno de mi paladar. — continuó con una sonrisa encantadora, antes de agregar. — Sin embargo, parece que este encuentro fortuito podría haber cambiado mis planes. Dime, ¿acaso necesitas ayuda buscando algún gallo fugado? Podría ayudarte… — extendió su mano derecha, con una gentil sonrisa igualando su tono. — Después de todo, parece que se te dificulta ver en la lejanía. — se la estaba jugando, pero confiaba en su belleza, su voz y actitud para tratar de convencer a trabajar en equipo a lo que parecía un ser de mentalidad inferior y capacidades visuales inferior a él.

Después de todo, el joven pavo real sabía que debía mantener la conversación ligera, sin perder de vista su objetivo: encontrar alguna forma de solucionar su situación financiera sin comprometer su imagen. Pero al mismo tiempo, el hecho de haber sido confundido con un animal le resultaba lo suficientemente molesto como para que quisiera ser más sutil o si quiera indagar más sobre su potencial acompañante. Tal vez, solo tal vez, esa mujer podría serle útil.
#3
Sowon
Luna Sangrienta
La mujer tan solo abrió sus ojos, el sujeto era peculiar, no todos los humanos se ofrecían como comida como primer reacción. Y es que el primer pensamiento que se le vino a la mente al escuchar la palabra "exquisito" fue el de la carne ahumada, negó suavemente con la cabeza mientras volvía a mirar de arriba a abajo al sujeto. Parecía algo más alto que la media de ese pueblo, a lo mejor por ese motivo había destacado en su andar de entre las multitudes, aunque claro no era nada a comparación de la mujer que le triplicaba en tamaño y ahora se cruzaba de brazos masticando la respuesta a la primera cuestión.

—Bueno en lo que a mí respecta no sabrías mejor que otra carne, la carne humana es similar a la vacuna... depende de otros factores puede ser incluso más deliciosa. Aunque es la primera vez que un humano disfruta consumir su propia carne y la publicita de tal manera. Supongo que cada quien tiene sus gustos, me caes bien, alguien con tanto valor para cortarse a sí mismo no puede ser malo...—

Comentó con un aire desinteresado, casi como si estuviera dudando de que aquel humano compartiese ciertos rasgos alimenticios provenientes de una cultura Oni alejada de ese pueblo. Por lo que había aprendido algunos humanos detestaban que se hable del consumo de la propia estirpe, para otros era un deseo prohibido y otros lo empleaban en un momento de necesidad que luego escondían por vergüenza. El hombre siguió hablando, el contraste era evidente, su voz y manierismos eran delicados a diferencia de la rubia cuya única muestra de delicadeza era no sacudir su cabeza para no molestar al gato que dormía entre sus cuernos.

—No creo que vendan carne humana ni sangre en esa taberna, pero si quieres una cerveza bien helada no conozco mejor lugar aunque es algo apretado para mi gusto. ¿Gallos fugados? Diría que puedo encargarme, pero si quieres divertirte un poco no me molesta que me sigas. Aunque no estoy ciega plumitas, solo que todas las hormigas se ven parecidas desde la cima.—

Bromeó con una estruendosa risa, el chico había esquivado por poco la bala, su humor era bastante cambiante y pese a que en ese instante respondió con un chiste en otro momento podía responder con un simple corte de su espada. Señaló el camino al norte con su pulgar, un camino que quedaba justo a sus espaldas, no era un camino asfaltado e incluso podían verse algunos charcos sin secar. No llegaba a ser un lodazal pero tampoco era el paraíso para los bichos de ciudad.

—Siguiendo este camino se llega a la granja del aviso, según me comentaron se escaparon la noche de la tormenta y hasta entonces no regresaron. La marina tiene cosas más importantes y pagan bien por criatura, unos trescientos por los machos y el doble si son hembras. No tengo idea como distinguirlos, para mi son iguales y ponen huevos supongo. Pero es mas sencillo que encontrar un ladrón y cobrar su cabeza. Y antes de que los intentes detener por la fuerza, los quieren vivos.—

Se arremangó el kimono mostrando sus brazos, una muestra de que su altura no era lo único grande, iniciando su travesía a lo largo y ancho del camino. Si había algún gallo por ahí solo deberían atraparlo, además ella tenía buena mano con los animales y quizás mucho mejor que con las personas, a veces no pagaban dinero por llevar solo la cabeza y lo peor era cuando le obligaban a mantenerlos vivos. Eran tan frágiles que incluso cortando con suavidad podían llegar muertos, todo un fastidio.
#4
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
El elegante pirata mantuvo su sonrisa, aunque el comentario sobre la carne humana le había dejado ligeramente perturbado y desconcertado, pues no comprendía qué le había hecho pensar a la enorme mujer que hablaba de canibalismo y mucho menos de comerse a sí mismo. Este malentendido, aunque grotesco, reforzaba su corazonada de que aquella enorme mujer podría ser útil y, mejor aún, manipulable. "Con suerte, esta corpulenta descuidada no se daría cuenta de las verdaderas intenciones detrás de mis encantos. En su ingenuidad, podía ser una herramienta útil para sacarme de apuros." Pensó tras haber evaluado la situación y decidir un plan poco comprometedor, pero provechoso para si mismo.
 
No era la primera vez que se encontraba con seres de apetitos peculiares, pero escucharla hablar de carne con tanta indiferencia le recordaba que no todo el mundo compartía su refinado gusto, lo que elevaba aún más su ya alta percepción de sí mismo. A pesar de todo, como buen actor que era, no dejó que su desagrado se reflejara en su rostro ni en ningún ademan. No, eso sería un error fatal considerando su condición actual. "Después de todo, el auto canibalismo no suena tan descabellado cuando los bolsillos están vacíos." pensó, reprimiendo una risa interna. En su lugar, soltó una pequeña risa musical y agradable, con el sonido fluyendo tan suavemente como el agua de un río en su mejor momento, esperando agradar a la imponente figura frente a él.
 
Ah, querida, aunque mis encantos puedan parecer apetecibles, temo que el sabor de mi carne no se compara para nada con mi presencia. —dijo, con tono juguetón, y al mismo tiempo con una sutileza que sugería que no estaba realmente interesado en descubrir si la comparación con la carne vacuna era cierta o simplemente un chiste. — Pero agradezco que me tengas en tan alta estima. En cuanto a mi oferta, me refería a otra clase de diversión… aunque, si cazar gallos te parece entretenido, supongo que podría hacer una excepción solo por esta vez y ayudarte con tu búsqueda.
 
El Pavo Real del Océano no era de aquellos que se ensuciaban las manos, y mucho menos por algo tan mundano como cazar gallos. Cada segundo que pensaba en ensuciarse por una caza tan mundana sentía que apuñalaban su orgullo. Pero a veces, había que sacrificarse por las berries... por ahora. No obstante, la promesa de una recompensa era lo suficientemente tentadora como para pasarla desapercibida y tragarse su ego. La compañía de una Oni con un peculiar sentido del humor y aparente inferioridad psicológica era garantía de que el resto del día no sería nada aburrido. Dejaría que la mujer pensara que tenía la ventaja en esta aventura rústica, pero ya estaba trazando una estrategia para maximizar su beneficio con el menor esfuerzo posible.
 
Observó cómo la mujer señalaba el camino y notó los charcos que adornaban el sendero hacia la granja, suspirando internamente. No era fanático del lodo ni de ensuciar su vestimenta cuidadosamente seleccionada, pero sabía que, a veces, había que sacrificar el glamour por algo más… tangible, como las berries que le faltaban para la cerveza helada que mencionaba la enorme mujer.
 
Trescientos por los machos, el doble por las hembras... — murmuró para sí mismo, calculando rápidamente las cifras en su cabeza. No era una suma espectacular, pero tal vez suficiente para poder disfrutar de la noche o al menos conseguir un lugar para dormir. Se enderezó y ajustó su túnica con un movimiento elegante, dejando claro que, aunque estaba dispuesto a seguirla, no iba a perder su compostura. — Muy bien, mi imponente compañera. Te seguiré en esta... aventura rústica, después de todo, tengo la delicadeza necesaria para que podamos capturarlos vivos y puedo distinguir los machos de las hembras con facilidad. Además, con tus habilidades físicas y aparente conocimiento de la zona, podemos capturarlos en un santiamén. — dijo, con palabras entusiastas, aunque cargadas de ironía, su sonrisa y tono seguían siendo tan encantadores como siempre.
 
Pero te advierto, si algún gallo toca mi túnica, tendré que cobrarte extra. Hay que mantener los estándares, después de todo. Pero no te preocupes, con mi ayuda podemos trabajar y capturar el doble de lo que estuvieras esperando. — Mayura dio un paso atrás e incitó a la Oni a iniciar el camino, haciendo una pequeña reverencia como cual actor que terminaba su obra, esperando que su idea fuera bien recibida. Definitivamente, su llegada a la isla Kilombo se distanciaba de lo que esperaba, pero al menos la promesa de una recompensa le hacía seguir adelante para recuperar una parte de lo poco que había perdido.
#5
Sowon
Luna Sangrienta
La mujer seguía algo confundida por las palabras de aquel plumifero humano, no llegaba a entender si halagaba por demás el sabor de su carne o si realmente había llegado buscando ser cocinado, fuera como fuese algo en esa confianza despertaba una sonrisa en la rubia que para evitar entrar en debates o peleas innecesarias prefirió centrar su atención en la tarea que había comentado. Suspiró al escuchar el interrogante o más bien la certeza de que aquello le era entretenido o divertido, el trabajo era trabajo, no reparaba en lo divertido o no siempre que hubiera dinero de por medio. El trabajo como diversión era una utopía para muchos humanos, si bien algo que encajaba en esa descripción era el hecho de exterminar a bandidos o dar una lección a alguien ya que involucraba el uso de su espada y no había nada más reconfortante que el sonido del acero cortando la carne de un oponente digno. De solo pensarlo, sus ojos se iluminaron, apenas había dado unos pasos pero se detuvo sin girar la cabeza con su vista clavada en el horizonte.

—No considero esto divertido, es solo un trabajo para poder estar unos días sin preocuparme por el dinero, una tarea divertida sería cortar en dos a algunos bandidos o ir a luchar a algún club clandestino. Aunque la última vez que hice eso, terminé por destrozar el lugar y desde entonces creo que se esconden al escuchar que busco uno... Un club ilegal que se asusta de unos daños colaterales no es tan oscuro como querían hacerlo ver.—

Bromeó mientras comenzaba a girar su cabeza, en busca de algún gallo o gallina por la zona, pudo notar a un grupo de sujetos que les seguían el paso. Pero no les tomó importancia para no preocupar a plumitas, después de todo solo estaban a lo lejos, mirando y murmurando entre ellos no era común que le atacasen dado su imponente tamaño. La mujer se había labrado una pequeña reputación, todavía quedaban frescos los recuerdos de sus acciones en contra de criminales y la fiereza que podía estallar en caso de molestarle entre los civiles de la isla. Por tal motivo, los extraños como la hormiga que ahora hablaba a su lado eran su frecuente compañía, pocos se atrevían a quedarse cerca luego de verle en acción.

—¿Cobrarme? A mis ojos la que está cuidando que no aplasten a una hormiga soy yo. Te advierto que no trabajo gratis por lo que si alguien te ataca y me pides ayuda me quedaré con el ochenta porciento de lo que te hubiera correspondido. ¿Qué tiene esa túnica que tanto presumes? No le veo nada especial, pero si tanto quieres cuidarla no te recomiendo vestirla por estos lugares, solo llamas la atención y no de la buena.—

Gruñó un poco girando su cabeza, seguían ahí, detrás de unas cajas y estaba segura que era por la vestimenta tan curiosa de su acompañante. Claro que no se le pasaba por la cabeza que una mujer de cuatro metros con dos cuernos enormes llamaba la atención, eso era parte de ella y en la isla estaban bastante acostumbrados a verle tomar trabajos. Caminó un rato por el camino, marcando una distancia prudente entre ella y el humano, una distancia no por disgusto aunque lo pareciera. Si debía desenvainar era prudencial establecer un rango adecuado o de lo contrario podía partir a la mitad al pobre enano por el mero hecho de maniobrar un corte defensivo. El sujeto parecía un actor o un noble perdido en el mundo, algo que en cierta manera no le agradaba, nunca se le dio bien hacer de niñera.

—Plumitas, ¿Sabes hacer algo además de hablar? Me refiero a matar gente, defenderte, el mundo no es lugar para andar haciendo favores a cualquiera e incluso las lenguas más filosas no son efectivas contra una espada que la corte...—

Su voz era casual, había encontrado a dos gallos que puso sobre sus hombros, el don natural con los animales era evidente cuando las aves lejos de huir o salir corriendo se dejaban tomar y se quedaban en sus puestos como dos estatuas. Era como ese gato en su cabeza, relajado y buscando entre los cuernos el mejor lugar para seguir roncando, en cambio otros gallos que no eran detenidos a tiempo por la Oni se dedicaban a corretear en medio de la calle inundada y salpicar agua por todos lados. Pese a lo cotidiano de la situación y a que su espada seguía perfectamente envainada simulando una bolsa grande, la pregunta era bastante seria, en la situación actual de la Isla con los piratas siendo una visita habitual y la tasa de criminalidad en ascenso era más valiosa un arma que una lengua. A lo mejor, en alguna otra isla el pequeño plumitas podría desplumar a algunos nobles, pero en esa región donde la violencia era tan común como un resfriado lo tendría muy complicado por la vía diplomática.
#6
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
Era difícil, pero el pirata logró mantener su compostura mientras la mujer de cuernos continuaba con su discurso. Sus comentarios, aunque rudos y directos, lo hicieron reír internamente debido a las curiosas comparaciones y forma de expresarse. La mujer seguía pensando que él era una simple “hormiga…” que necesitaba ser protegida, pero este ex-noble confiaba bastante en que sus verdaderas armas no requerían de esfuerzo físico, sino intelectual. Exactamente, él era un maestro en el arte de manipular, engañar y, si era necesario, escapar por cualquier medio, pero jamás le demostraría esto a lo que parecía haberse convertido en su compañera atrapa gallos.
 
Alzó una ceja y ajustó su túnica con un movimiento elegante, sin dejar de caminar a su lado, aunque manteniendo esa distancia prudente que claramente ella había marcado desde un inicio, el peliverde-azulado ni siquiera se preguntó por qué, ahora solo le importaba que había sido aceptado y que los márgenes de ganancia eran tan variables como la situación. En absoluto, el aire de seguridad que exudaba no se veía afectado por las palabras de su acompañante, parecer un debilucho indefenso no era opción.
 
Mi querida gigante compañera. — dijo, mientras dibujaba una leve sonrisa en su rostro y mantenía el ritmo inicial del trayecto. — El mundo está lleno de brutos que creen que solo con la espada se resuelven los problemas. No me malinterpretes, puedo defenderme cuando es necesario, pero prefiero evitar la sangre en mi túnica. — continuó con un tono muy musical y energético, aunque siempre cargado de ironía y vanidad. — Y en cuanto a lo de mi túnica… Bueno, quizá no entiendas de estilo, pero te aseguro que esta prenda ha sido testigo de situaciones más interesantes que unas simples aves perdidas.
 
Mientras caminaba, su mirada gris detectó al grupo de hombres que seguían sus pasos a lo lejos desde hace ya mucho rato. No era la primera vez que se encontraba bajo el escrutinio de miradas curiosas o peligrosas, y sabía que su apariencia llamativa no ayudaba a pasar desapercibido. Sin embargo, en lugar de preocuparse, vio una oportunidad. Después de todo, si había algo que sabía hacer era desviar la atención y sacar provecho de las situaciones más incómodas, aunque ahora debía preocuparse porque aquellas personas no les estuvieran siguiendo para buscar problemas que terminen ahuyentando a los gallos, o peor aún tratar de quitarles los gallos y al final terminar con un daño colateral no deseado.
 
Mayura dejó que una pequeña risa escapara de sus labios antes de responder a la pregunta final de su compañera, utilizaría sus palabras y el tema de conversación para crear preocupación a sus seguidores, la oni quizás iba muy adelantada en el camino y centrada en los gallos como para notarlos. No obstante, él que iba detrás, utilizaría sus siguientes palabras con aun más cautela para preocupar a sus no deseados fanáticos. — ¿Matar gente? Mi estilo, querida, es algo más... refinado. No siempre necesitas una espada para derrotar a tus enemigos. A veces, basta con una palabra en el oído adecuado o un buen engaño. — Detuvo su paso por un momento, mirando a los gallos a su alrededor y los charcos de agua sucia, evitando caer en alguno y manchar su ropa.

Pero si realmente te preocupa mi capacidad de defenderme, te invito a que mires más allá de mi apariencia. Las lenguas filosas, como las espadas, pueden ser letales, si sabes cómo manejarlas. Sobre todo, cuando andas con una daga igual de filosa. — Su tono de voz fue mucho más elevado, quería asegurar de que lo estuvieran escuchando. Al mismo tiempo, no pudo evitar jugar con la situación un poco más. Evidentemente podía notar que la enorme chica estaba acostumbrada a la fuerza bruta o resolver cualquier situación a la fuerza, pero era claro que estaba subestimando lo que un pirata astuto como el pavo real del océano podía llegar a hacer.
 
Con suerte la alza en su tono haría girar a la chica. En caso de conseguirlo, señalaría discretamente con un leve gesto a las personas que iban metros detrás de él, escondiéndose detrás de cajas, roca, paredes, a medida que avanzaban. Quería dejar claro el grupo que los observaba desde las sombras, confiando en que bandidos de ese nivel no comprenderían el juego de palabra y que tampoco podrían percatarse de señas discretas con el rostro pues no podían verlo desde sus espaldas.

Se detuvo repentinamente, fingiendo que se caería, solo para desenvainar discretamente el tanto que llevaba atado a la cintura por debajo de la túnica y esconderlo discretamente bajo el mango derecho. — ¡Rayos mi túnica! — exclamo al ver que con tal movimiento se le había ensuciado. "Con suerte, estos bandidos caerán en mi trampa antes de que mi querida compañera lo arruine con su 'enfoque directo'. Además, si la gigante es considerada podré cobrarle más debido a mi túnica sucia." Pensó maquinando rápidamente el resto del plan para las situaciones que esperaba que sucedieran. No esperaba ser salvado y mucho menos esperaba ser ayudado por la oni para derrotar a tres miserables bandidos.

¡Sera, que esos curiosos a lo lejos...podrían ayudarme! ¿O acaso están aquí solo para deleitarse a lo lejos? Vamos, ya no tienen dieciséis pervertidos. — Dijo, con una ligera sonrisa a modo de invitación, listo para cualquier cosa que pudiera pasar, aun a medio parar sin siquiera voltear la mirada hacia quienes les estaban siguiendo. — No te preocupes, si quieren problemas, podré demostrarte de lo que un pirata tan único como yo puede ser capaz. — respondió con seriedad ahora alzando su mirada hacia su compañera, sacando un poco su daga debajo de la manga desde un ángulo en que los indeseables visitantes no pudieran verla y que el sol reflejara un poco sobre ella para que su compañera pudiera notarla ya que sabía que a lo lejos se le dificultaría ver. Procedió a guardarla rápidamente y esperar a la respuesta o acercamiento de los asechadores antes de dar su próximo paso.  

"¿De verdad creen que un grupo de bandidos tan patéticos puede intimidar a alguien como yo? Qué desperdicio de tiempo. Es una pena que mi túnica sea el daño colateral de mi distracción, solo espero que esta bárbara me entregue la porción cuando terminemos con los gallos." Pensaba despreocupado mientras esperaba al desenlace de sus acciones.
#7
Sowon
Luna Sangrienta
La mujer mostró cierto desagrado ante la mención de brutos, no era un insulto pero sí mostraba bastante ingenuidad al creer que por empuñar un arma los guerreros eran meros desperdicios sin ninguna estrategia, incluso los más débiles podían resultar un fastidio si tenían un buen cerebro y por ese motivo ella jamás subestimaba a un oponente. La arrogancia del hombre de plumas no llegaba a irritarle, simplemente le veía como un polluelo recién salido de un cascarón, uno que lo pasaría realmente mal si seguía subestimando sus alrededores. Aunque si algo le irritó e hizo cambiar su semblante fue la mención del engaño, incluso el gato en su cabeza erizó su pelaje como mero reflejo ante lo que había sucedido. La mujer se había detenido, su rostro de apacible se convirtió en una sonrisa desencajada a la que incluso algunas venas decoraban en la frente y su mirada pasó de ser un hermoso oasis a un infierno que incluso tomaba algo de fuego para manifestarse. Imponente, intimidante, como si hubieran hecho cosquillas a un dragón dormido y ahora simplemente bastase un soplido para terminar como carne de cañón. Sowon no había dicho ninguna palabra, pero su apariencia bastaba para reflejar un fuerte repudio y una profunda desaprobación a las palabras que habían llegado hasta sus oídos, finalmente rugió en una voz mucho menos amable que la que tuvo hasta esos momentos.

—Plumitas, por tu bien espero que nunca te atrevas a usar esos "métodos" conmigo, porque si llego a enterarme que me has intentado utilizar de alguna manera o decides mentirme sobre algo tu túnica será el menor de tus problemas cuando esa cabeza caiga al suelo. Soy alguien bastante amable, pero los mentirosos son un caso especial...—

Masculló con cierto desagrado antes de volver a su tarea, ignorando lo que su compañero decidiera hacer, después de todo necesitaba relajarse antes de que un impulso le obligase a desenfundar. No tuvo que aguardar mucho para que algo sucediese, en especial porque su compañero hacía tanto drama por aquella túnica que incluso si los bandidos hubieran salido huyendo ya estarían regresando. Levantó sus hombros despreocupada, mientras presenciaba la escena, si algo tenía Sowon era poder juzgar bastante bien a los mentirosos y supuso que aquello era parte de algún plan.

—No seré parte de esto plumitas, simplemente voy a mirar... Tsch, espero que no sean solo mentiras lo que sale de tu boca porque en este lugar de nada sirve saber hablar o ser un pirata. En estas tierras, la ley es inexistente y la justicia es lo que tu propia mano pueda realizar, al menos mientras la marina tenga cosas más importantes.—

Comentó mientras se sentaba sobre unas cajas y comenzaba a jugar con el gato en su cabeza, ignorando por completo que los bandidos que les habían estado siguiendo se habían acercado. Sutilmente analizó a ambos, uno parecía tener una lanza y el otro al menos tenía un cuchillo en la cintura, pero juzgando su apariencia eran simples hormigas lejos de su nivel. A lo mejor eran dos bandidos solitarios, de aquellos que desertaban tras la muerte o captura de algún jefe que les organizaba, sin un cerebro que coordinase sus acciones eran simples esbirros buscando su muerte. Una vida que solo merecían los cobardes, incapaces de labrar un futuro lejos de una vida que otros les había impuesto.

—Parece que solo son dos hormigas, espero ver un buen show, si no tuviera que supervisar esta escena ya estaría cobrando por los cinco gallos que hay detrás de estos barriles. Dales una paliza plumitas y hazme sentir orgullosa por no haberte roto la cabeza cuando tuve oportunidad...—

Bromeó con su habitual lenguaje, no le había perdonado por ser un manipulador pero tampoco tenía una razón visible para eliminarle, no le importaba si era un manipulador con otros siempre que tuviera la decencia de serle honesto a ella. A la Oni nunca le había importado si alguien mentía a otra persona, incluso si lo hacían frente a ella, el problema era cuando se lo hacían a ella o buscaban abusar de su aparente buena predisposición.
#8
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
Era inevitable no sentir el cambio de tono en el ambiente ante la transformación de la actitud y temperamento de la oni, que brindaba un poco de relajación al poner su condicional de no mentirle a ella, haciendo que el pirata se detuviera por un breve momento. Aunque las amenazas no eran nada nuevo para él, no dejaba de ser impresionante cómo algunas personas reaccionaban ante la más mínima mención de manipulación o engaño, estrategias comunes entre piratas que se valían de su astucia para poder sobrevivir en el día a día de sus aventuras.
 
"Vaya, parece que he tocado un nervio... deberé tener cuidado" pensó mientras su sonrisa casi permanente. Estaba fascinado con el cambio que provoco en la mujer, la sonrisa desencajada, el fuego en sus ojos... todo aquello lo habría hecho retroceder si no fuera por el hecho de que ya había visto ese tipo de ira antes. Lo había provocado muchas veces, y sabía cómo esquivarlo sin que se convirtiera en su problema directo. Además, si algo había aprendido en su vida, era que cuando el enojo brotaba de esa manera, también podía ser una herramienta.
 
Su mente ya maquinaba cómo evitar que la situación se le fuera de las manos. El Pavo Real del Océano sabía que tenía que manejar esto con delicadeza; la enorme mujer era alguien con quien no quería perder la paciencia. Al menos no tan pronto pues podría serle útil por el resto de sus aventuras si lograba mantenerla como compañera, siempre dejándola que se sintiera la protagonista de la historia y la que llevara el mando de todo.
 
Mi querida compañera... — su tono suave y melódico, pero con un toque de seriedad, como quien intenta calmar las aguas antes de que se conviertan en una tormenta. — No he llegado tan lejos en la vida por usar métodos tan burdos con personas como tú. Te aseguro que no tengo ninguna intención de subestimarte ni mucho menos engañarte. Mi estilo, como ves, es... más flexible. Los respetos deben mantenerse entre... compañeros de negocios. Además, tu honestidad y fortaleza son... refrescantes, en este mundo lleno de engaños. — Una sonrisa afilada acompañó su declaración, pero esta vez sin el tono burlón de antes. Por supuesto, no había ninguna garantía de que sus palabras fueran creídas, pero sabía que no tenía sentido intentar calmar completamente su furia. Algunos fuegos simplemente debían dejarse arder por un tiempo, para luego ser aprovechados en el momento adecuado. Pero sin perderle el ritmo a los tres bandidos que ya empezaban a movilizarse hacia él.
 
Mientras la mujer volvía a se sentaba sobre las cajas, claramente decidida a dejar que él manejara a los bandidos, Mayura no pudo evitar sentirse extasiado ante la situación. — Bueno, parece que tendré que ensuciarme las manos después de todo. — murmuró para sí mismo con entusiasmo en, mientras volteaba para quedar de frente y ver a dos de los bandidos acercarse, uno con una lanza y otro con un cuchillo. Cualquiera con el mínimo instinto de combate podía notar que solo eran rufianes que no sabían realmente en lo que se estaban metiendo.
 
"Dales una paliza", dice... — murmuró con una pequeña sonrisa en los labios, repitiendo las palabras de su compañera para sí mismo. La situación era más delicada de lo que aparentaba. No solo tenía que encargarse de los bandidos, sino que ahora también estaba siendo observado y juzgado por su compañera. No podía parecer débil, pero tampoco podía dejar que su túnica o su orgullo salieran más dañados de lo necesario.
 
El elegante pirata se enderezó, dejando que su postura hablara por él. Los bandidos se detuvieron a unos metros, midiendo al pirata con miradas codiciosas. El pirata sabía que no era su destreza física lo que intimidaba, sino su actitud, su confianza inquebrantable que inundaba lo que ahora se había convertido en un campo de batalla.
 
Su mano derecha se deslizó bajo su túnica, acariciando suavemente la empuñadura del tanto que había desenvainado antes y que ahora mantenía oculto. La oportunidad de impresionar le resultaba un incentivo tentador. No por respeto, claro, sino por la ventaja que esto podría otorgarle más adelante.
 
Cuando los bandidos estuvieron lo suficientemente cerca, Mayura se movió con una fluidez sorprendente. No era un guerrero convencional, pero había aprendido a moverse con rapidez y precisión, especialmente cuando se trataba de ataques calculados. El primero de los bandidos, el que llevaba una lanza, avanzó con torpeza, creyendo que la ventaja numérica y su arma larga lo protegerían. Mayura hizo un movimiento rápido, esquivando el ataque con un giro elegante, lo suficientemente cerca como para sentir el viento de la lanza al pasar.
 
Con una sonrisa apenas perceptible, giró su cuerpo y, usando el peso del bandido en su favor, se colocó detrás de él. El tanto que había ocultado bajo su túnica brilló con un destello cuando la deslizó sobre los tendones de las rodillas del hombre, finalizando con un leve empujón para hacerlo tambalearse y caer al suelo. — Vaya, parece que el tamaño si importa. Te falta algo de... equilibrio, amigo. — comentó con su tono ligeramente burlón haciendo alusión al arma que poseía el bandido mientras observaba al segundo bandido acercarse con un cuchillo.
 
Este segundo oponente parecía más cauteloso, tal vez al haber visto cómo su compañero había sido reducido tan rápidamente. Mayura mantuvo la compostura, fingiendo una ligera desventaja para que el bandido creyera que tenía alguna oportunidad. Su mirada buscaba cruzarse con la de su compañera por un segundo, para ver si aún estaba pendiente al espectáculo que esperaba que estuviese disfrutando.
 
No te preocupes, querida. Aún no he terminado... — murmuró, justo antes de esquivar un ataque del segundo bandido, moviéndose con una gracia calculada mientras la daga de su enemigo pasaba a centímetros de su rostro. Con una torsión rápida, usó su codo para golpear al bandido en el costado, desarmándolo antes de darle deslizar su tanto sobre el ojo derecho del maleante y darle una patada en la pierna, que le hizo perder el equilibrio.
 
El joven fue capaz de mantener su postura elegante y calculadora mientras lidiaba con los dos primeros bandidos. Su destreza, aunque no la de un guerrero brutal como aparentaba su compañera, le permitió desarmar y derribar a sus oponentes con una precisión medida. Pero mientras se preparaba para terminar el espectáculo, notó algo que lo hizo arquear una ceja. Un tercer bandido, más escurridizo, se había adelantado en la confusión.
 
”¿Es que acaso se cree invisible?” pensó con cierto desdén al notar al hombre alejándose de la dirección de los barriles donde se escondían los gallos. Este último, más astuto o simplemente más cobarde, había decidido que su mejor jugada sería llevarse la verdadera mercancía: un saco ahora lleno de gallos que logró capturar mientras sus compañeros mantenían al pirata ocupado. Con su sonrisa burlona habitual, evaluó la situación. No podía dejar que ese tercero arruinara el pequeño trato que, en su mente, ya había cerrado. Su mirada se posó en la red que el hombre sostenía, y por un instante, calculó cómo podría interceptarlo sin tener que acercarse demasiado.
 
Qué lástima... tendre que cargar ese mugroso saco. — murmuró antes de lanzar su tanto.  La hoja cortó el aire con un silbido agudo. Lo que Mayura no había previsto, sin embargo, era la torpeza del bandido al intentar esquivar el ataque en combinación con la terrible puntería del pirata. La hoja debía haber fallado, pero como siempre, la torpeza ajena resultó más letal de lo que habría imaginado. El bandido tropezó en el peor momento, y antes de que pudiera siquiera reaccionar, el filo se hundió en su cuello abriendo sus ojos de par en par antes de que soltara la red y cayera al suelo.
 
Mayura parpadeó una vez, sorprendido por el giro de los acontecimientos, pero su expresión no tardó en volver a su serenidad habitual. Suspiró mientras se acercaba al cuerpo del hombre, observando cómo la vida se le escapaba rápidamente. Un accidente, pero un accidente útil, al fin y al cabo. Con su elegante porte se acercó hacia el saco de gallos revoltosos que yacía tirado en el suelo junto al cadáver y con una suave inclinación, recogió la red llena de gallos y sacó su Tanto del cuerpo inerte con un movimiento fluido.
 
Qué molesto, todo esto por unos gallos. — Sus palabras fueron más para sí mismo que para cualquier otro. Satisfecho con el resultado, se giró hacia la oni, la red con una mano y limpiando su Tanto con la otra mano utilizando la misma tela del saco como servilleta, Mayura se acercó a ella, con una sonrisa que ahora era tanto de satisfacción como de ligera excitación. — Aquí tienes, querida. Cinco gallos, tal como dijiste. — Colocó la red a sus pies y luego señaló su túnica, claramente manchada tras la pequeña "caída" de antes. — Sinceramente, no sé qué es más molesto: que mi Tanto haya acabado con él o que esta mancha haya arruinado completamente mi vestimenta. Espero que la compensación valga la pena. No quisiera que este pequeño inconveniente empañe nuestro trato, y ya que somos "compañeros"  me presento...  — Su tono, aunque educado y encantador como siempre, dejaba claro que esperaba recibir algo por su esfuerzo sin sobrepasarse pues estaba claro del peligro que presentaba enfrentarse directamente con la oni. Aunque esperaba una respuesta positiva, se conformaría con cualquiera que la mujer le diera, después de todo, actualmente no contaba con un solo Berry ni para una jarra de cerveza de la peor calidad. — Mayura... Mayura Pavone. — finalizó, soltando el saco a los pies de la gigante y haciendo una leve reverencia de respeto para nuevamente enderezarse y guardar su ya limpio Tanto en la funda que llevaba escondida debajo de la tunica.
#9
Sowon
Luna Sangrienta
Levantó una ceja frente a sus palabras, la confianza en la Oni era algo que costaba ganarse pero más aún costaba mantener. Podía ser relativamente sencillo adornarle el mundo e incluso mantener un engaño por un tiempo relativamente extenso aunque tarde o temprano terminaba por romperse si se intentaba alargar una mentira. Una vez rota la confianza y en muchas ocasiones la vida eran imposibles de recuperar, pese a esto se llevó una mano al mentón para meditar las palabras. Era extraño pero lo que decía tenía cierto sentido, un mentiroso no admitía abiertamente serlo, quizás era una especie de comediante como esos que interpretaban algún personaje para entretener a la audiencia. 

—Tienes un punto, un mentiroso que admite serlo es un idiota o simplemente está mintiendo, pero no logro detectar algún intento de mentirme y hasta ahora te has comportado. ¡Si sigues así puede que te ganes una oportunidad!—

Comentó con una media sonrisa, sus ojos ahora se clavaron en el combate que estaba por presentarse. Si bien podía apreciar esos halagos por un tiempo, ella no buscaba aduladores si no más bien gente de acción, que pudiera darse maña o ser de utilidad incluso para algún trabajo. Si bien su honestidad era una cualidad que le enorgullecía, había adquirido más cosas por su eespada que por ser honesta y más en territorio de hormigas miedosas que poco o nada se paraban a escuchar a alguien tan grande y exótico.

—Hmm, puedo ver que de cierta manera nos parecemos, aunque no pareces el típico espadachín...—

Murmuró pensando en voz alta, era un estilo mucho menos directo que el suyo pero diseñado para hormigas. Una gigante como ella, pese a intentar imitar esos movimientos, simplementee haría el ridículo. Pero, visto en acción, se trataba de una forma peculiar derivado de la sensación de empuñar un arma. Aunque había algo, no los remataba y ese algo se confirmó con las palabras finales al tener que matar a alguien lo que en principio vio como un buen tiro. Plumitas no parecía contento e incluso se quejaba de haber tenido que matar, a lo mejor era la sensación de eliminar a alguien inferior.

—¿Molestia? Te han atacado, te has defendido y lo has matado, es un riesgo que todo guerrero asume al iniciar un combate de esta magnitud. Si tu no lo hacías otro más lo mataría, en unas horas o un mes, la vida de un ladrón es más corta que las patas de una mentira. No te recomendaría ser tan blando, esos dos que dejaste con vida podrían acusarte con los marines y prefiero ahorrarnos problemas. A lo mejor paguen bien en el pueblo por entregarlos con vida...—

La Oni tomó la red en la que se encontraban los gallos y tras liberarlos la enroscó como una soga para atar a los dos ladrones espalda con espalda y colgarselos al hombro como si fuesen un saco de patatas. Acomodó a los gallos entre su brazo y su cintura para luego comenzar a caminar en dirección a la granja. Su voz se tornó algo serena, al conocer el nombre del mentiroso sentía que las palabras de este no eran mentiras, quizás no todo el tiempo.

—Shinozaki Sowon, no creas que no te estoy vigilando, eres bastante extraño pero puedes blandir un arma y eso me es suficiente. Primero iremos a entregar los animales y luego a estos dos, debo preguntarte si los dejaste vivos por piedad o simplemente no te agrada hacerlo, cuando luchabas pudiste cortarles la garganta e incluso apuñalar sin resistencia. Te limitaste a herir y cuando creí ver un ataque certero, vienes y te quejas de haber matado... Es como si temieras al ciclo natural de las cosas, si estos dos hubieran estado en tu posición... ¿Crees que seguiriamos hablando?—

Observó con genuina intriga, era curioso ver a alguien piadoso en un mundo salvaje y más cuando ella no tenía reparos en emplear todos sus recursos a la hora de castigar o hacer su trabajo, ese trabajo más divertido. Era una regla de vida que le habían inculcado, nunca dejar cabos sueltos y siempre que se tuviera la posibilidad eliminar cualquier testigo para evitar venganzas futuras. Las luchas entre clanes y las guerras de poder nunca le fueron ajenas, si bien parecía que mataba por placer simplemente lo hacía porque su trabajo lo había determinado desde la primera misión.

Dividió la recompensa como prometió, dejando al gato con su dueña de camino y brindando la compensación a su compañero plumifero solo para evitarse el dolor de cabeza que podía ser tener que aguantar su voz reclamando dinero. Suspiró mientras caminaban de regreso a la zona urbana de la ciudad, consciente de que solo faltaba entregar a los ladrones a alguna autoridad y luego...¿Luego? 

—Bien, ya he hablado con los que se encargan, no valían mucho pero aqui tienes los diez mil de su recompensa. ¿Quieres ir a esa taberna? Ahora que tienes los bolsillos llenos de billetes espero que sepas gestionarlo y no vengas llorando a los diez minutos de que necesitas más. ¡Bwahahaha! Y ten cuidado con las hormigas que chocan, esos suelen robar los bolsillos, yo suelo meter mi dinero aquí... nadie llega.—

Señaló su escote mientras seguía riendo, nunca habían intentado robarle y costaría mucho hacerlo, en especial porque solo un ninja podría trepar hasta su escote sin que esta se diese cuenta. Casi por inercia decidió guiar a su compañero a la taberna que ella frecuentaba, la única con una puerta lo bastante alta como para no tener que entrar gateando.
#10


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