Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[Aventura] Dos gigantes muy pequeños
Jim
Hmpf
Personaje


Me estiré en mi cama de hojas bostezando perezosamente, me giré hacia un lado y entrecerré los ojos, era momento de estirarse de nuevo. Me rasqué el sobaco mientras me restregaba la pata derecha con las hojas, me volví a girar mientras comencé a mover la mandíbula extendiendo la saliva del interior de mi boca. El rey astro se colaba entre las hojas iluminando parcialmente mi cuerpo así que me giré para recibir toda su magnificencia. Poco a poco me di cuenta de que era medio día, por eso el sol iluminaba esa parte de mi improvisado habitáculo, es lo que tiene vivir allí desde hace años. Y entonces, lo recordé.

¡No! No, no, no, no...

Salí corriendo a toda velocidad, tropezando y rodando por el suelo, volviendo a tropezar con una raiz y chocándome de morros contra el suelo para, sin dudarlo, continuar mi carrera. ¡Había quedado a primera hora con los contrabandistas! Yo no sabía nadar hasta otra isla, ni navegar y me aterrorizaba tener que enfrentar esos peligros solo. Ellos habían afirmado que me llevarían si me plantaba en la playa a primera hora. Corrí como si una suricata en celo me estuviese llamando, a lo lejos vi el reflejo de la luz del sol en el mar, estaba ya ahí, jadeaba. Y por fin, salí de la selva llegando a la caliente arena en la que mis rodillas se hundieron dando paso a la desesperación, muy a lo lejos se podía ver la diminuta figura del barco alejándose para abandonar Isla Rudra. Frente a mi los restos de un campamento, cajas vacías, unas telas y una hoguera apagada que desprendía un fino hilo de humo gris. En la noche anterior, junto a esa hoguera, había perdido unas partidas amistosas a los dados adquiriendo una deuda, no me gustaba tener deudas. Al parecer era una deuda de 5 Millones de Berries que era el equivalente a... ¡La verdad que no tenía ni idea! Estaba desnudo, con mi mochila de flechas a modo de carcaja, en la que ocultaba la supuesta foto de mi padre y mi arco al hombro.
Dejé caer mis codos contra la arena. ¿Qué iba a hacer ahora? Tenía que estar en una luna en la Isla de Cozia, no sabía ni dónde estaba, ni como era, ni que se esperaba de mi. ¿Qué iba a hacer con la deuda? ¿Cómo iba a meterme en el agua? Si para lo único que me había metido en el agua en mi vida era para lavarme una vez al mes y cuando las crías de caimán se acercaban a la desembocadura del rio para jugar. Estaba bien jodido, en la desesperación me puse en pie y continué corriendo hacia la orilla con torpeza.

¡Esperadme! ¡Esperadme por favor! ¡Aquí!

Salté un par de veces agitando los brazos con poca esperanza de que tan desorganizada estrategia fuese a dar sus frutos.
#1
Timsy
Timsy
Día 3 de verano del año 724.
11:53 am
Isla de Rudra

Levanté el rostro de la arena - ¡Puaj! – escupí - ¡Malditos bípedos desescamados! – con las manos me quité los restos de arena de la lengua - ¡Escamas! – no me había dado cuenta que tenía las manos llenas de arena, por lo que la maniobra de limpieza había tenido un resultado totalmente contrario al esperado. Algo frustrado por la situación y furioso, me levanté por completo y me sumergí en el mar a mi espalda. Una vez estuve completamente sumergido, llené la boca con el agua salada para limpiar por completo la boca y la lengua de la molesta arena. ¡Mi elemento era el agua, no aquella pegajosa, áspera y seca arena! Aunque debía admitir que para exfoliar las escamas secas pocas cosas había mejor que la arena de la playa. Al César lo que es del César. Segundos más tarde salía de nuevo y volvía al punto de origen, pero esta vez ya sin arena y un pez en mi mano derecha que haría de arma. Miré al sol, estaba casi en su cénit, por lo que debía ser medio día aproximadamente.

A lo lejos el barco que me había llevado hasta allí se marchaba. Había pensado en robarlo la anoche anterior, pero fui descubierto y terminé allí tirado – Supongo que una tercera vez era demasiado… - pensé. La primera vez había conseguido que aquel tipo pagara la cuenta de toda la mesa en el Baratie. La segunda había escapado con el botín que me había mandado robar. Pedir escapar una tercera igual era demasiado – En fin…

Comencé a caminar siguiendo la orilla. Según me habían dicho tenía que conseguir un objeto de una tribu que habitaba en esa isla. No es que hubieran sido muy explícitos y generoso en los datos, pero podía entender que no quisieran facilitarme la vida dada nuestra relación y que buscasen cualquier excusa para intentar matarme. Sabía que si no lo habían hecho era porque si lo hacían se quedaban sin lo que les debía. Una parte de mí estaba orgulloso de haber llegado a este punto, otra quería recriminarme lo hecho, pero lo cierto era que no podía. Solo pensar en la cara que se les tendría que haber quedado era suficiente compensación. Caminé sin rumbo, más por explorar y familiarizarme con la isla, que por empezar con mi misión y objetivo. Algo me decía que sí todo iba bien necesitaría conocer la isla y orientarme. Si todo iba mal… sería pescado a la brasa esa misma noche.

Llegué a lo que parecía un campamento abandonado minutos más tarde. Cajas vacías, telas rasgadas, una fogata recién apagada a juzgar por el hilillo de humo que aún desprendía y… ¿qué escamas era eso? - ¡Por las ancas de mi tía! ¿Qué eres tú? - exclamé al ver a aquel animal saltando y gritando mientras gritaba. No había venido con nosotros en el barco, eso desde luego. ¿Sería nakama de esos desescamados? Si era así, quizás pudiera ayudarme o servirme de utilidad.
Personaje

Inventario

#2
Jim
Hmpf
- ¡La madre del cordero mayor! - Salté como un resorte gritando a la vez que aquel... aquel... ¿Renacuajo? Eché la mano al arco dando un paso hacia detrás y con una ágil coordinación tensé la cuerda (sin flecha, se me había olvidado.) - ¡Yo soy Jimbo! ¿Y tu que carajo eres? - Nunca había visto un ser similar y eso que había visto muchos seres. ¿Era un pescado? Media el doble que yo, casi tapaba el sol con su porte, sus escamas relucientes reflejaban la luz de este astro rey reflejándose en mi rostro. Di otro salto hacia atrás destensando el arco, no me acaba de fiar pero no parecía ser hostil. - ¡UN PEZ QUE HABLA! - Acababa de reflexionar sobre ese echó y mi exaltación fue inevitable. Me acerqué a el corriendo y comencé a caminar a cuatro patas dando vueltas a su alrededor, que curioso era. - ¿Eres como yo pero en pez? Yo hablo y soy un suricato. Mi familia de suricatos no habla. - Después de caminar de un lado a otro me detuve frente a el y metí la mano en mi carcaja de flechas para sacar la foto de mi supuesto padre.
- Por casualidad... ¿No conocerás a este tipo no? Creo que se llama Guybrush. - Le extendí la foto y me senté en la arena inquieto, casi se me había olvidado que mi deuda había partido ya dejándome abandonado en esa isla con una serie de problemas sin solucionar, a cada cual peor que el anterior. La tristeza se apoderó de mi y mi espíritu natural y sincero habló por mi. - Esos contrabandistas se han ido sin mi. Tengo una deuda con ellos, perdí a no se que juego. 5 millones de berries ¿Tu sabes si eso es mucho? ¿Los berries que son... como conchas o algo así? - Me detuve en silencio y me rasqué la cabeza, estaba hablando mucho. ¿Le haría sentir incomodo? Era una inercia, no podía evitarlo. - Tengo que viajar hasta una isla al norte de aquí. ¿Tu sabias que existen mas islas que esta? Al parecer tengo que pagar mi deuda al ir allí. - Decidí detenerme, aquel tipo también tendría historias que contar, no podía monopolizar la conversación. Por un momento se paso por mi cabeza la idea de hacer que aquel tipo adquiriese una deuda conmigo y así, que el tuviese directamente la deuda con los contrabandistas. Pero claro, no sabía como endeudar a alguien.

Foto de Guybrush
#3
Timsy
Timsy
Lo que fuera aquella cosa saltó al escucharme. Hasta ese momento no parecía haberse percatado de mi presencia, supuse al estar enfrascado en su petición de auxilio. En su retroceso tensó su arco, ¿tiene un arco?, pero sin llegar a cargar ninguna flecha. Aquella cosa parecía mucho más sorprendida de verme a mí, que yo de verla a él - ¿Cómo tú? – pregunté extrañado. ¡Seguía sin saber qué escamas era esa cosa! Fue entonces cuando dijo que era un suricato y que hablaba, pero que su familia no hablaba. ¿Era a causa de una akuma no mi? Si es que esas cosas existían en realidad, pues para mí no eran más que leyendas y cuentos de vieja… ¡o de ciegos para conseguir comida! En otro momento habría sonreído al recordar al viejo, pero hacía muchos años que nuestros caminos se habían separado y la sorpresa y el desconcierto era demasiado grande en aquel momento. Aquel ser, Jimbo había dicho llamarse, siguió haciendo gala de una incontinencia verbal que asustaba. ¡Ni yo hablaba tanto, ni tan rápido! Prosiguió contándome su historia y que les debía ¡cinco millones de berries a los contrabandistas! - ¿Cómo que qué son los berries? – pregunté ahora sí completa y visiblemente extrañado y desconcertado. Pero mi desconcierto alcanzó su cénit cuando preguntó si yo sabía que si existían más islas además de aquella - ¡Pues claro que sí! – exclamé con contundencia.

Durante toda su verborrea no había parado de girar a mi alrededor. En el momento que se acercó corriendo, adelanté ligeramente la pierna izquierda y eché atrás el brazo derecho, en el que llevaba el pez. Si se acercaba demás le atizaría con él en toda la cara. A diferencia de lo que me ocurría con los humanos, a aquel bicho podría atizarle en todo el cráneo y estampárselo contra la arena. Pero no hizo falta, porque mantuvo la distancia prudentemente y se puso a corretear a mi alrededor como si fuera un compás, haciendo que yo fuera girando la cabeza para no perderlo de vista en ningún momento. Todavía seguía sin fiarme. Aquel bicho o era un cateto y un completo ignorante o trataba de engañarme para Poseidón sabría qué.

-Por partes. Yo soy un Gyojin. Me llamo Timsy – respondí finalmente cuando se calló - Claro que existen más islas que estas. ¡Existen cientos de islas más! Y cinco millones de berries… sí, son muchos berries la verdad. Yo también les debo dinero. Un millón de berries. ¡Oh, cierto! Los berries son monedas. Sirven para pagar cosas – expliqué. Todavía dudaba de la veracidad de su ignorancia, así que opté por lo más lógico explicarle todo para que si era verdad ilustrarlo y sino, seguirle el juego. De todas maneras no parecía estar fingiendo. Es más, me parecía absurdo que alguien pudiera fingir una historia como esa ¡y mira que había vivido e inventado cosas con el viejo! No. Debía ser verdad – Tengo que conseguir para esa gente una cosa de una tribu que vive por aquí. ¿Sabes algo al respecto? – guardé un instante de silencio - ¿Nunca has salido de esta isla, Jimbo? Y no, nunca he visto al tipo de la foto – añadí recordando súbitamente la pregunta.
#4
Jim
Hmpf
La información fluyó como lo hacia el rió principal de la isla, aquel bichejo hablaba con mas soltura y calma que yo, cosa de la que sin duda debía de tomar nota. Decía ser un Gyojin. ¿Que era eso? -  ¿Qué es un Gyojin? ¿Un pez que habla? - Dije sorprendido sin ocultar mi sorpresa. - Cientos de miles... - Musite boquiabierto ante las afirmaciones de ese extraño ser. También aseguró que los berries eran monedas y que la deuda que había obtenido era bastante grande, me entristecí de nuevo, no sabía ni por donde empezar. Tampoco había visto al tipo de la foto de perfil.
- ¡Los Wandara! ¡Claro! Son amigos mios. Bueno, tanto como amigos... La última vez que me acerqué a su zona me lanzaron piedras pero son gente agradable. - En realidad nunca había interactuado con ellos más que para huir, pero ahora que Misty parecía necesitar ayuda quería activarme y ser de utilidad. - Yo te puedo llevar hasta allí, tienen objetos y... ¡Tienen barcazas! ¿Con una de esas puedo ir al norte? Bueno, vamos. -

Si Misty seguía a Jimbo emprenderían un viaje que primero atravesaría las playas de la zona, después se metería por la vegetación pero bordeando la costa ofreciendo a la pareja unas vistas envidiables, tendrían zonas mas despejadas y otras en las que había que cruzar pequeños riachuelos y apartar todo tipo de plantas para poder cruzar. Durante este trayecto Jimbo le contaría parte de su vida a Misty, el había sido un Suricato que desde el comienzo tenía capacidades diferente a sus hermanos y a su madre, además podía aprender lenguajes sin dificultad, también tenía otras características que lo hacían mas fuerte y ágil que los de su especie. Había nacido allí, se había criado entre animales y a cierta edad el resto de razas le habían generado tanta curiosidad que había decidido observarlas para entenderlas e imitar sus maneras de hablar o de expresar emociones. Gracias a eso se había convertido en el ser que hoy era, también le explicó lo de la foto de Guybrush, como había aprendido a utilizar el arco gracias a fijarse en las tribus de la isla y como el gran volcán de Isla Rudra a veces escupía lava permitiendo solo a los animales mas adaptados a vivir en sus inmediaciones.

Mas o menos cuando acabó la charla llegaron a una zona, a unos 300 metros del observatorio sur, desde la que podían observar este y sus inmediaciones. Era un observatorio con una población reducida, una gran torre vigia en la parte alta, una muralla a su alrededor y fuera de esta un pequeño embarcadero en una playa bajo el acantilado de la torre vigía. - Esos son los barcos que yo decía. - Dije achinando la vista.
#5
Timsy
Timsy
-Ehm… sí, algo así - respondí para cerrar el tema de mi especie - Oye Jimbo, ¿nunca has salido de esta isla? ¿No conoces nada de más allá de estas costas? - su ingenuidad era la misma que la de un niño de 5 años. Menos quizás. El hecho de que a pesar de ser maltratado los considerase gente agradable lo conformaba. Al igual que los niños no sabía diferenciar la maldad cuando alguien a quien consideraba amigo se comportaba de una manera inaceptable. Poco a poco comenzaba a sentir ternura por el suricato - ¿Qué edad tienes? ¿Barcazas? - Aquella palabra llamó por completo mi atención. Sí conseguía un barco podría salir de allí y perder de vista para siempre a los… ¿Wandara había dicho? La verdad era que hasta ese momento no me había parado a pensar quiénes coño eran esos tipos o si pertenecían a alguna banda y en cuyo caso, a cual. Tampoco me importaba demasiado la verdad, al menos por ahora - Tendría que verlas pero si alguien puede llevarte al norte en un barco ¡ese soy yo! - concluí dándome aires de importancia y un golpecito en el pecho con el dedo pulgar.

Seguí al suricato parlanchín escuchando su historia y pregúntale alguna que otra cosa. Intercaladame a su narración, le fui contando mi vida. Que era originario de una isla sumergida en el mar, pero que había llegado al East Blue, le dije que así se llamaba el mar en el que nos encontrábamos, por haberme perdido, mi tiempo junto al viejo ciego y como había estado de aquí para allá desde que decidió pasar a mejor vida. Le resumí mi historia con los tipos esos y de cómo los había engañado ¡dos veces! En ese punto no pude evitar reírme y soltar alguna carcajada a pesar de mi precaria situación actual. ¡Y más que lo hice al pensar que me iba a escapar una tercera vez!

-Tienen buena pinta. ¿Crees que nos descubrirán si subimos y robamos un barco? Lo primero sería desamarrarlos. Voy a ver - dije sumergiendome en el agua - Espera aquí. Vuelvo en seguida - nadé por debajo de la superficie del agua para evitar ser visto. Minutos más tarde regresé - Vale, he soltado un barco. ¿Sabes nadar? - interrogué. Nuestra libertad estaba al alcance de nuestras manos… Sí nada se torcía antes, claro.
#6
Jim
Hmpf
- ¡No! Hasta ayer no sabía que había nada mas que esta isla. - Contesté a las declaraciones de mi nuevo mejor amigo. - ¿Edad? Hm... Tendré unos 15 veranos. ¿Y tu? - El viaje continuó y disfrute como ningún otro ser de las aventuras e historias que el pez me contaba. Cuando llegamos al lugar deseado el pequeño Misty localizó su objetivo, la barcaza que yo había comentado estaba a una distancia atacable. El pez me dejó con la palabra en la boca, cuando me quise dar cuenta se zambulló e iba manos a la obra, nadaba como una flecha, llegó junto a la barcaza, la desato y volvió en un periquete. - E... A... - Estaba con la boca abierta, no sabía si debía piropearlo por su velocidad nado, agité la cabeza con fuerza produciendo un extraño ruido con la boca. - Si, no soy tan buen nadador como tu pero puedo hacer algo. Déjame crear una distracción y saltamos. - Me subí a un árbol cercano y comencé a escanear la zona en busca de algún objeto, guardia o idea que se me viniese a la mente con el objetivo de distraer, con una orientación opuesta a la barcaza, a los vigías.

Mientras lo hacia una extraña sensación comenzó a invadir mi cuerpo. Si continuaba con aquello abandonaría la isla, era una realidad, ya no estaba imaginando. ¿Y si cogía aquella barcaza? ¿A dónde iria? ¿Llegaría a otra isla? ¿Volvería a ver a mi familia? ¿Al resto de animales con los que jugaba desde pequeño? ¿Me fiaba de Misty? Bueno si, me fiaba de Misty, eso era un hecho, lo conocía desde hace minutos como no me iba a fiar. Y entonces como si interrumpiese mis pensamientos dándome una respuesta, lo encontré, junto a la entrada de el puesto de vigías, un nido de abejas en una de las ramas de los árboles cercanos. Le indiqué a Misty que tuviese un poco de paciencia y me acerque entre los arbustos hasta llegar a una distancia aproximada de 20 metros. Me chupé un dedo, lo alcé con timidez y pude ver como soplaba un viento de sur, algo que confirmaba también algunas de las telas que tenían colgadas en el campamento los Wandara. Saqué una flecha, la tensé y apunté con paciencia, cerré los ojos recordando a mi familia, a mi madre, a mis hermanos y en general, diciendo a dios a mi hogar.

Solté la flecha y corrí, corrí sin mirar atrás, pensando que si lo hacia no soportaría marcharme dejando atrás todo aquello. Tampoco necesitaba girarme para confirmar el impacto, tenía esa ligera intuición que se tiene algunas veces cuando lanzas un objeto y estas seguro de que va a dar en el blanco. Instantes después la flecha se clavó en el nido de abejas y este se desplomó sobre el suelo partiéndose en mil añicos. Los ruidos de los guardias y el barullo confirmaron mi diana, le hice una señal a Misty con la mano de avanzar mientras me escabullía hacia el mar sin ser visto. Salté hacia el gran azul con lágrimas en los ojos, lágrimas que pronto se mezclarían con el conservando así el gran recuerdo de Isla Rudra.

Nade todo lo rápido que pude hasta subirme a la barcaza, Misty podría percibirme triste, echaría la vista atrás a mi antiguo hogar pero obedecería en todo lo que el pez me ordenase, el era el que sabía manejarse en alta mar. Debíamos de ser rápidos, era mejor que los Wandara no tuviesen idea alguna de quien les había robado su barco, creo que era la primera vez que les robaba algo y no me lanzaban piedras o flechas.
#7
Timsy
Timsy
Las palabras de Jimbo no me tomaron por sorpresa, más bien lo contrario. Lo que sí me sorprendió fue su edad. ¡Creía que era mayor! Aunque… - Oye, Jimbo… ¿cuánto viven los suricatos? - igual no era más que un crio, quizás un preadolescente como era mi caso o igual era un anciano al borde de reunirse con la Muerte – Yo tengo doce años – comenté orgulloso. No eran muchos años, pero dadas mis circunstancias era una auténtica proeza.

Tras comunicarme que sí sabía nadar, subió a un arbol, tensó su arco para generar una distracción. ¿Para qué? Si total solo teníamos que subir al barco y marcharnos de allí sin hacer ruido. Sin embargo tuve que admitir que su jugada resultaría tremendamente efectiva. La flecha voló hasta impactar contra una colmena de abejas y pocos segundos después los gritos de los guardias confirmarían la distracción. Para ese momento nosotros ya corríamos, o mejor dicho nadábamos, hacia nuestra libertad. Los alaridos de pánico y dolor trajeron a mi mente pensamientos que peleé valientemente por desterrar. Aquel hombre que vigilaba tranquilamente se había levantando y pasado su día sin esperar el apocalipsis con el que tendría que lidiar. ¿Estarían acostumbrados a estas cosas? ¿Tendría hijos? Súbitamente se me apareció una familia. Aquel hombre tenía mujer y tres hijos, dos de ellos bebés de año y medio. Quise convencerme de que todo quedaría en una simple anécdota que contar a sus nietos y que no pasaría nada grave.

Minutos más tarde estábamos a bordo de la barcaza. Jimbo parecía triste y apenado - ¿Estás bien? - quise saber. El agua camuflaba las lágrimas que había soltado en la huída y de las que nada había notado. Traté de empatizar con el suricato. Hasta el día anterior no sabía que el mundo era un lugar vasto y casi infinito. No había conocido nada más que la seguridad y hostilidad de isla Rudra y ahora estaba a punto de lanzarse a una aventura en un mundo del que no sabía nada. Ni siquiera el más mínimo conocimiento de nada. No me fue dificil. Recordé aquella sensación, jamás se me olvidaría, de cuando llegué al East Blue. La total desesperanza de no entender nada, de no saber dónde estás y la completa y desoladora incertidumbre de qué es lo que habría más allá. Me acerqué hasta él, le rodeé los hombros con el brazo derecho y – Tranquilo. ¡Todo estará bien!
#8
Jim
Hmpf
¿Cuánto viven los suricatos? ¿Y que sabía yo? Nunca había visto morir a uno. ¿Yo era realmente como un suricato? ¿Es decir, durábamos lo mismo? ¿Moríamos todos a la vez? ¿O moríamos cuando nos cazaban? Tenía muchas dudas al respecto, dudas que le plantearía al pez en otro momento, si el sabía detalles sobre la muerte quería que los compartiese conmigo. - Pues no lo se la verdad... - Dije encogiéndome de hombros, tenía doce años. ¿Eso era menos que yo? ¿O el tiempo para ellos funcionaba diferente? Nuevamente me encogí de hombros.

La huida y robo fue un éxito, logramos salir de escena perdiéndonos en el gran azul. - Si, si, si. - Dije fingiendo decisión, comencé a agitarme y a quitarme todo el agua que se había adherido a mi pelaje, no era precisamente poco. No me gustaba mucho estar mojado, era algo que podía soportar pero desde luego si era posible lo evitaba. "Todo estará bien" fue el pilar que sostendría el viaje y mi nuevo comienzo, sonreí mirando al pez, parecía un buen tipo. Encontraba similitudes entre ambos, parecía bastante activo y decidido a la hora de llevar algo a cabo, era curioso sin duda y parecía arriesgarse sin temer las consecuencias. Pero claro, tenía escamas y respiraba debajo del agua.

- ¿Sabes que Misty? Creo que eres mi primer conocido con la capacidad de hablar y, se siente diferente. Allí, en la isla, era amigo de mi familia de suricatos y de un armadillo, se llamaba Timy, era un majete. Pero lo de comunicarse se siente diferente. Nos entendemos mas fácil, con menos palabras, con menos tiempo juntos. Me hace gracia que seamos parecidos. Que te parece si... ¿Somos amigos? - Extendí la mano para ofrecérsela, un gesto que había aprendido de los humanos que habían visitado mi isla hace un día. - Misty y Jimbo. Vamos a descubrir el mundo. - Dije con solemnidad mirando al horizonte, estaba feliz y emocionado, dejar atrás mi hogar ya no me daba pena, al menos en ese momento. El afán de descubrimiento y las ganas de sentirme libre explorando una inmensidad de terreno que ni si quiera había soñado con su existencia era el mayor motor que podía tener.
#9
Timsy
Timsy
Jimbo tenía la misma idea que yo acerca de su esperanza de vida. ¿De verdad? El desconocimiento y la ingenuidad de aquel ser parecía no conocer límites. ¿Nunca había visto morir a nadie de viejo? ¿O es que no sabía contar? Dadas las circunstancias me parecía muy plausible, aunque me había dicho que tenía quince años. En esta ocasión fui yo quien se encogió de hombros a causa de mis propios pensamientos, pues no había pronunciado palabra alguna. No iba a conseguir nada dándole vueltas al asunto, ni valorando todas y cada una de las posibilidades.

Mis palabras parecieron surtir el efecto deseado. En una réplica que sin duda era parte del autoconvencimiento Jimbo comenzó a sacudir todo su cuerpo para salpicar todo alrededor con el agua que se había quedado en su cuerpo. ¡Qué animales tan primitivos! Mi cuerpo era completamente impermeable, por lo que aún habiendo estado dentro del agua toda ella resbalaba por las escamas al momento quedando prácticamente seco en un instante. Recibí con entereza el baño. O bueno, con toda la entereza que se podía, pues la situación vista desde fuera seguramente hubiera sido bastante cómica.

Pasado el momento dramático, tocó el momento sincero. El suricato confesó algo que jamás se me había pasado por la cabeza. ¿Cómo sería comunicarse durante toda una vida con alguien con el que no podías hablar? Nunca había tenido tal problema, pues siempre había estado con seres con los que podía hablar sin problemas. Ni siquiera en mis días de soledad y peregrinación por el Calm Belt había estado sin hablar al poder comunicarme con el resto de peces de mi especie - ¡Pues claro que sí! ¡Yo ya lo daba por hecho! - A pesar de conocernos desde hacía tan solo un rato, había sentido afinidad por el mink casi de inmediato. Su particular forma de ser y personalidad congeniaba a las mil maravillas con mi forma de ser y había pasado a considerarlo amigo casi desde el momento que había empezado a corretear en círculos usándome a mí de eje central.

-No perdamos más tiempo. ¡Vamos a conquistar el mundo y a doblegar el vasto mar que lo sustenta! - salí corriendo hacia el timón para poner rumbo al horizonte.

#10


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