Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Común] Sol, revolución y playa
Lemon Stone
MVP
Luego de esa horrorosa experiencia en los barrios bajos del Reino, el que estaba bastante extraño por lo que había sucedido hacía unos días, solicitó vacaciones y se tomó unos días, aunque técnicamente no mandó ningún papel, solo le dijo a su buen amigo Castor que iba a descansar un rato. Por eso, Lemon estaba medio hundido en una tina con hidromasajes. Iba con la máscara, una tanga y calcetines, los pies afuera del agua. Un patito de hule navegaba por las tranquilas aguas de la bañera. Como Lemon se había comido una fruta bien rara hacía un tiempo se sentía débil cada vez que se higienizaba, tanto que ni siquiera podía salir de la tina.
 
A un lado, sonaba el aparato que se había llevado como compensación económica-moral de la posada secreta de los barrios bajos de la ciudad. Normalmente escuchaba música más estridente, poderosa y revolucionaria que le incitaba a la violencia y la destrucción, pero en el último tiempo había adquirido un toque más suave. ¿Estaría entrando en la crisis de los treinta? Nah, imposible.
 
-¡Hasta que me olvides, voy a amarte tanto, tanto! ¡Como fuego entre tus brazos! Hasta que me olvides… ¡Hasta que me olvides! ¡Y me rompas en mil pedazooos! Continuar mi gran teatrooo, hasta que-eh… ¡Me olviiiiiiiiiiiiideeeeees! ¡Hasta que me olvideeeesees! -Cantaba con pasión, los ojos cerrados y el pato como micrófono.
 
Entonces, sonó la alarma: era la hora de tomar sol.
 
Tampoco es como si en el Reino de Oykot hubiera un buen lugar donde broncearse, ni siquiera le gustaba, pero había escuchado que era bueno para la salud mental. Mientras unos quieren ser escuchados una hora por una señora adicta a los gatos, otros atacan la raíz del problema: tener problemas. Por esa razón Lemon se fue de vacaciones a descansar, porque era muy importante para la Causa.
 
Sin embargo, incluso en momentos así era atacado por los problemas…
 
-¡María! ¡María, ven! ¡Ayúdame a salir de la tina, por favor! -gritaba Lemon a la sirvienta que había contratado, una señora de metro ochenta y cinco y brazos de camionera-. ¡Sácame de la tina, no me puedo mover! ¡Soy discapacitado! ¡Help! ¡Help!
 
Después de media hora de insistencias, finalmente Lemon fue rescatado por María.
 
Para respetar el itinerario, pues sabía que no podría descansar eternamente, fue a la playa a tomar sol y descansar. Por supuesto, iba bien vestido para la ocasión: una guayabera, una tanga acorde a la camisa y sandalias.
 
-Solo falta que llegue una sirena a cantarme al oído… Ya verán, malditos Dioses Celestiales. El Ejército Revolucionario confiscará a todas las sirenas que tienen como esclavas y las liberaremos al mar -murmuraba, o más bien deliraba, los ojos protegidos por gafas de sol.
#1
Asradi
Völva
Por fin un poco de descanso. De paz y de tranquilidad.

Oykot era una tremenda caja de sorpresas en todos los sentidos, y después de todo lo acontecido, Asradi agradecía un pequeño descanso de tanto caos. Además, ahora ya no estaba viajando sola, así que era también un aliciente para que su humor mejorase. Aunque el grupo que había conocido, era bastante caótico. No había tenido la oportunidad de conocer bien a todos y era consciente de que tendría que volver a partir. Esperaba que acompañada esta vez.

Fuese como fuese, había decidido madrugar ese día y bajar a la playa. Como muchos amaneceres, siempre realizaba el mismo ritual de agradecimiento y en silencio ante la orilla del mar. Siempre lo hacía cada vez que tenía oportunidad. Era una manera de reconectarse con los suyos, en mayor o menor medida. Inicialmente, todo iba bien, hasta que escuchó pasos acercándose. Para cuando contempló por sobre su hombro, enarcó una ceja. Allí llegaba el estrafalario tipo de la máscara.

¿Cómo era que se llamaba? ¿Limón? ¿Simón? No estaba segura, era terrible para los nombres extranjeros. Bueno, el tipo de la máscara. Asradi le miró de arriba a abajo, con todas esas pintas relajadas y playeras que llevaba.

¿Eso era un tanga?

Lo mejor es el discurso con el que iba acompañado. ¿Decía algo de confiscar a todas las sirenas? Pues iba listo el tipo.

En silencio, Asradi se acercó hacia él, con graciosos saltitos gracias a la fuerza de los músculos de su cola.

Al oído no creo que te vaya a cantar. Y depende de lo que te cante. A lo mejor te vuelves loco. —Medio bromeó, aunque su expresión era terriblemente seria. Incluso entornó los ojos mirando directamente al enmascarado revolucionario.

Aunque acto seguido, esbozó una abierta sonrisa.

Creo que no nos hemos presentado formalmente antes. — Si lo habían hecho, no lo recordaba. Habían pasado demasiadas cosas. Agitó, muy suavemente, la punta de su aleta caudal. — Bonita camisa, por cierto.

¿Era un halago o, simplemente, se estaba metiendo con él? Quizás era un poco de ambas cosas. De hecho, no pudo evitar quedársele mirando un tanto de arriba a abajo. Aunque procuraba no posar la mirada sobre aquel tanga.

Había que tener valor. O desvergüenza. O un poco de ambas cosas, quizás.

¿Has venido también a tomar el sol? — Preguntó.
#2
Lemon Stone
MVP
Tuvo que quitarse los lentes con un gesto raudo y ágil para estar seguro de que sus ojos estaban viendo bien, o si se trataba de una ilusión causada por tantos días de trabajo duro. Pestañeó una, dos y tres veces, tan rápido que sus párpados parecían semáforos mal configurados. Intentó dilucidar si se trataba de un sueño producto de sus fantasías más íntimas, o si todo era tan real como las cartas de embargo del banco que había recibido el otro día.
 
Su mirada se detuvo en esa bien cuidada cabellera negra y larga que contrastaba a la perfección con una tez ligeramente tostada por los rayos del sol, algo que Lemon esperaba conseguir en cosa de minutos. Buscó hacer contacto visual con aquellos penetrantes ojos color cielo, y entonces se fijó en los colmillitos pronunciados de la mandíbula superior. Vaya a saber uno si era de las mordelonas… Puede que lo más llamativo, dejando de lado su contorneada figura y su belleza hegemónica, fuera una cola toda hecha de escamas y cosas de peces. No tenía piernas, lo que era sinónimo de ser deforme, pero a Lemon le gustaban las deformes. Era el revolucionario más inclusivo de la nómina actual de miembros de la Armada, por eso usaba tanga.
 
-No me importaría volverme loco a cambio de un concierto personal en mi oído -respondió Lemon con tono atrevido, medio sorprendido por haber soltado esas palabras sin haber reflexionado antes, pero ya que estamos entre nosotros… Lemon jamás reflexiona antes las cosas.
 
Se quitó la arena de las manos, sacudiéndolas y limpiándose con sus poderosos muslos, y entonces la estiró para apropiadamente a la… ¿Muchacha? ¿Sirenita? ¿Sirenota? ¿Deforme? Como no se le ocurría una forma educada de llamarle, le llamaría Aletas.
 
-Cuando un revolucionario está ocupado de derrocar un gobierno opresor y malvado no tiene tiempo para presentarse -continuó Lemon, y entonces se quitó la máscara de corazón, pues tenía buenos modales y había sido criado con amor y valores bonitos basados en el amor (o puede que no tanto…)-. Soy Lemon, Lemon Stone, hijo de William Stone y Cristal Becker, Soldado Oficial de la Gloriosa Armada Revolucionaria y futuro padre de treinta y tres hijos. Aún no tengo ninguno, pero comenzaré algún día.
 
Se acomodó en su toalla de playa, esperando que los diminutos granos de arena no se le metieran por el culo ni por otros lados, y colocó sus manos tras su cabeza haciendo de reposera, sus grandes bíceps marcados. Era una buena forma de tomar sol, ¿no? La guayabera desabrochada, la tanga en buena posición, ningún calcetín puesto… Con unos pocos minutos parecería un auténtico surfista.
 
-Vengo a tomar sol -contestó con simpleza-. Y a surfear, pero me da un poco de miedo. Últimamente no sé qué me pasa, pero toco el agua y me debilito, me meto al mar y me hundo. ¿Estaré enfermo? Puede que tenga demasiadas piedras en el riñón por tomar mucha cola. Espero que no, es de mis bebidas favoritas. ¿Y tú haces aquí? Espero que no vengas a cobrarme la cuota de la convivencia porque se me quedó la billetera en el hotel.
#3
Asradi
Völva
A ver, las cosas como eran. A pesar del atuendo estrafalario que, a sus ojos, portaba el hombre enmascarado, tenía que reconocer que, al menos físicamente, tenía un algo atractivo. O quizás solo era su forma de hablar y expresarse, que le resultaba llamativa. La cuestión es que, durante unos momentos, Asradi se regaló un poco la vista con aquel tipo en tanga. Los ojos estaban para mirar, ¿no? Y, además, si se aparecía así de repente, en tanga, pues... ¿qué culpa tenía ella? De todas maneras, no pudo evitar sonreír con un deje de gracia e innata coquetería cuando sus ojos se encontraron con otro par de tonalidades celestes, terriblemente expresivos. La sirena sintió como su aliento parecía contenerse durante unos momentos, con cierto calor en sus mejillas, hasta que decidió apartar un instante la mirada, negando divertida con la cabeza.

También algo más le llamó la atención, y eran algunas cicatrice que podían percibirse en algunas zonas de la piel que la camisa de Lemon no cubría. No dijo nada, aunque sintió cierta curiosidad. Y también un silencioso respeto por no preguntar sobre ellas. Ella sabía más que nada lo que era cargar con ese tipo de marcas. Al menos con las suyas propias.

Cuando se estrecharon las manos, a modo de presentación, y después de que Lemon hiciese tamaña afirmación, Asradi enarcó una ceja. Pero no parecía ofendida, sino más bien divertida por el descaro natural que el otro estaba mostrando.

Quizás si te portas bien, algún día puedas tener ese concierto. — Ella también sabía jugar a ese juego, y alzó la comisura de los labios cuando dejó la frase ahí en el aire, mostrando levemente el par de afilados colmillitos que poseía.

En realidad sí podría darle un concierto pero, probablemente, no como él planeaba. O pensaba, quizás.

Bueno, siempre es bueno conocer el nombre de un camarada, al parecer. Aunque podría buscarte un apodo gracioso. — ¿Podía? Quizás, pero no sabía qué tanto podría molestar al contrario. — ¡Ah, Lemon! Ese era el nombre. — Recordaba haberlo escuchado. Así que no era Simón, como había pensado en un principio. O Sifón incluso. — Yo soy Asradi. — Dijo, mientras estrechaba su mano con la contraria.

Mantuvo el contacto un momento, mientras se reía levemente por toda la confianza mostrada por el enmascarado.

Parece que tienes muy claras tus ideas sobre tu futura paternidad. — No sabía si tomárselo a broma o en serio. Aunque la situación le hacía gracia. — Aún así, no son muchos, aunque te animo a ello. — Los tiburones y, en su caso, las sirenas de su subespecie, podían poner una buena cantidad de huevos que luego darían lugar a pequeños y adorables tiburoncitos.

Por fortuna, la pelinegra todavía no estaba por la labor de pensar en la maternidad. Demasiado joven y con demasiadas ganas de libertad como para centrarse en algo como eso.

Luego de eso, le siguió con la mirada mientras el varón extendía la toalla para tomar el sol y se acomodaba en la misma. Se había quitado la máscara y, ahora, la sirena podía contemplar mucho mejor sus facciones. Tenía un rostro expresivo, atractivo de alguna manera. Los ojos azules enmarcados por aquel cabello rubio como el sol que, ahora, calentaba y bañaba con su luz a ambos. Lemon tenía su puntito, eso tenía que reconocerlo abiertamente.

Tenía curiosidad, ahora, por conocerle un poco más, así que se acomodó cerca, “sentándose” un tanto sobre su propia cola. Una de tiburón de escamas plateadas que, gracias a los rayos del sol, arrancaba pequeños y bonitos brillos sutiles. Pero también guardando cierta distancia para no acaparar su espacio.

¿Cómo que te debilitas? — Le miró abiertamente cuando Lemon comenzó a contar su problema con el agua. Eses síntomas... Simplemente le sonaban. ¿No sería qué...? Miró al varón, bastante más alto que ella, con un deje clarísimo de intriga. Lo hizo de arriba a abajo, de hecho. Y también aprovechó para deleitarse la vista un poquito más. — ¿Por algún casual has comido una fruta de aspecto extraño?

Preguntó, tanteando el terreno.

Y no, no te preocupes, no te voy a cobrar nada. — Por ahora. — Solo he venido aquí también a relajarme un poco, y a volver a conectar con el mar. — Como hacía todas las veces en las que, sentía, pasaba demasiado tiempo en tierra.
#4
Lemon Stone
MVP
Soltó una sonrisita nerviosa cuando tocó la mano de Aletas. Era como la de una persona, con esto refiriéndose a que no era viscosa ni gelatinosa. Tampoco olía a mar. Jamás había tocado a una sirena, de hecho, nunca había visto a una. Sabía que existían porque su padre lo había llevado un par de veces a una de esas subastas donde venden gente, gente con aletas y gente grande, muy grande.
 
Y cuando aseguró que, si Lemon se portaba bien tendría “ese” concierto, su corazón dio un vuelco. No lo había sentido de vuelta desde que estuvo con Bea. Soltó otra sonrisa rebosante de confianza: portarse bien era lo que mejor se le daba. Nunca tuvo una anotación negativa en el libro de clases en el colegio, no porque hiciera caso, si no porque su padre financiaba buena parte de la institución educativa y meterse con uno de los Stone aseguraba la quiebra financiera.
 
-Tienes un nombre bonito, aunque soy malo con los nombres -confesó Lemon-. Así que te llamaré por tu nombre encubierto: Aletas. Lo acabo de inventar, ¿te gusta?
 
La conversación iba por buen camino, siempre era así con los camaradas. Había algo más grande y profundo que los unía. Según Lemon, eran las pegatinas de la Causa, hilos imaginarios conectados a cada uno de los miembros de la Armada que los hacían ser un auténtico grupo en contra de la individualidad.
 
-¿Cierto que tampoco son muchos? De acuerdo con el MANUAL, pasarían a ser propiedad del Ejército Revolucionario, pero ¿qué pasa si me encariño y los quiero solo para mí? ¿Eso no me convertiría en un sucio capitalista? -preguntó, su voz reflejando un genuino afligimiento-. En fin, preocupaciones para el Lemon del futuro -decretó con una sonrisa despreocupada.
 
Iba a encender un cigarrillo cuando Aletas preguntó si había comido un fruto de aspecto extraño. Je, se iba a cagar encima cuando supiera todo lo que Lemon se había echado a la boca. Si le gustaban las mujeres sin piernas, era esperable que tuviera gustos exóticos con la comida. Aun así, hizo un esfuerzo por recordar si había tragado una fruta un tanto más raro que las otras… Pero nada.
 
-Puede que haya comido algo en mal estado alguna vez. ¿Eres doctora? Oh, por favor, sáname de este infierno llamado “no puedo surfear sin hundirme” -le pidió, dedicándole una sonrisa amigable-. Y te doy las gracias por no ser del Departamento de Cobros y Relaciones Sociales, que no sé por qué esas dos cosas van juntas en el mismo departamento, pero no soy yo quien los nombra.
 
Guardó silencio por un breve instante, lo que para Lemon era lo mismo que una eternidad, y contempló el mar. Las olas rompían con fuerza en la berma, la espuma sobreviviendo efímeramente en la costa. Lo echaba de menos, en serio. Subirse a la tabla, dejarse deslizar por el movimiento de las olas, estamparse contra la arena y sacarse los granitos pétreos del culo… Ah, era toda una experiencia que no podría volver a vivir. ¿Algún día dejaría de hundirse? ¿Y si se hundía porque estaba gordo y no por tener piedras en los riñones? Puede que esa fuera la razón, este último tiempo había estado comiendo muchas hamburguesas. ¿Se tendría que hacer vegano? Era una posibilidad, pero si quería volver a sentir el viento marino y las olas… Oh, sí: se le había ocurrido una idea mejor.
 
-Oye, Aletas, somos camaradas, ¿cierto? -le dijo, incorporándose para sentarse en la toalla de playa. Entonces, tomaría atrevidamente las manos de Aletas y la miraría directo a los ojos con la pasión de un enamorado-. Necesito que me hagas un favor. Creo que solo tú puedes ayudarme con esto, y por como están las cosas diría que es de vida o muerte-. Tomó silencio, generando cierta tensión en el ambiente, entre Lemon y Aletas-. ¿Me ayudas a darme un chapuzón? Es que si lo hago solito me hundiré y no quiero morir ahogado… Puedo subirme encima de ti o puedo ir debajo, ya sabes, hacemos un Titanic submarino: me agarras de los sobacos y nadamos un rato. ¿Qué me dices?
#5
Asradi
Völva
Bueno, ella también era bastante mala con los nombres extranjeros o a los que no estaba habituada, así que tampoco juzgó a Lemon por aquello. Pero, ¿Aletas? ¿De verdad? No se sentía ofendida, al contrario, le hacía bastante gracia, a juzgar por la risita que se le escapó. Le causaba algo de curiosidad, por otro lado, el hecho de que siempre portase aquella máscara. A lo mejor solo era un elemento decorativo, o para infringir temor a sus enemigos. O porque era tímido.

Sí, me gusta. Creo que es... adecuado. — No había otra palabras para describirlo. Ya tenía su mote encubierto entre los revolucionarios. Y, a decir verdad, no se estaba sintiendo tan incómoda como creía que lo iba a estar en un principio. El que la aceptasen tan abiertamente siendo una sirena. Y que no la mirasen como si solo fuese un pez o una criatura que no valía absolutamente nada. — ¿Prefieres que te llame por tu nombre o prefieres algún mote encubierto en concreto? — Ella era más mala para pensar motes así de buenas a primeras. Aunque estaba abierta a sugerencias.

Luego de que la conversación comenzase de fluir de manera natural, y un tanto bizarra todo sea dicho, Asradi le miraba de vez en cuanto, riéndose en alguna ocasión por sus ocurrencias, como con el tema de los hijos. Ella no se iba a meter en ese embolado. No quería ni pensar en procrear todavía. Demasiado joven y no era muy niñera, todo fuese dicho. Por otro lado, el tema de si Lemon había consumido alguna fruta de aspecto extraño no resultó con la respuesta directa que Asradi esperaba. Pero es que la sospecha estaba ahí. Decía que se hundía, que no podía nadar y que se mareaba si se metía al mar. Blanco y en botella, no había más. Y tal y como el revolucionario lo estaba contando, Asradi estaba segura que el chico no tenía ni la más remota idea de lo que estaba hablando.

Creo que te has comido una Fruta del Diablo. Vamos, es que tienes todos los síntomas. — Le miró con un suspiro resignado. ¿En serio no se había percatado antes? — Yo no las he probado nunca, ni falta que me hace, pero algo he escuchado al respecto. Y según dicen, tienen un sabor terrible. — Eso era lo que se rumoreaba por ahí. No estaba tan loca como para ir mordisqueando frutas raras y que no conocía. — Y sí, soy doctora. Bueno, curandera, más bien. — Primaban los remedios naturales por encima de cualquier químico que pudiese existir. Era el conocimiento que ella tenía. — Así que si en algún momento necesitas algo, solo avísame.

Eso lo decía en el sentido más estrictamente profesional.

Ahora bien, por muchos conocimientos médicos que pueda tener... — Le miró de reojo, esta vez un tanto más seria. — No puedo curarte de ese mal que te aqueja. Me parece que es algo que se te quedará de por vida. — Vale, sonaba alarmista, pero es que era verdad. El que comía una Fruta de esas, se decía que quedaba maldito por el mar durante el resto de su existencia.

Eso pasaba por meterse cosas raras a la boca.

Sonaba desesperanzador, y lo era para quien quisiera volver a sentir la caricia del océano. Pero lo mejor que podía hacer Lemon era asimilarlo y seguir adelante. Lo que Asradi no se esperaba, era que lo asimilase de aquella manera.

¿Perdona? — Aquel movimiento la había tomado de imprevisto. De repente se vió con sus manos refugiadas en las de Lemon, más grandes y acogedoras en cuanto a ese gesto. Un gracioso rubor surcó las mejillas de la sirena. Ahora que lo miraba más de frente, tenía que reconocer que era guapo a su manera. No era un Adonis, pero tenía ese aquel atractivo. Era una pena que se cubriese seguido con aquella máscara. — Sí, somos camaradas, pero... — Asradi no terminó la frase. El como Lemon la estaba mirando comenzaba a ponerla ligeramente nerviosa. ¿Qué tábano le había picado?

Por inercia, su espalda se envaró y estaba a punto de soltarle algo cuando el rubio hizo su petición.

. . . — La expresión de la sirena fue totalmente épica.

Se había quedado por completo descolocada. ¿Un Titanic submarino? ¿Qué diablos era eso? ¿Por qué siempre se le arrimaban los tipos más raros que podía encontrar por ahí? ¿Dónde estaba Airgid cuando la necesitaba? La rubia tenía más... No, a ver, iba a decir más tacto pero el pensamiento no iba por ahí. ¿Experiencia, quizás? No, más desparpajo para este tipo de situaciones, de eso estaba segura. Asradi abrió la boca un par de segundos, para luego volver a cerrarla. Casi casi como un pez fuera del agua.

¿Un chapuzón? — Eso era lo único que había logrado entender de toda la perorata de Lemon. Menos mal que no había quedado mucho en evidencia, porque casi había llegado a pensar cualquier otra cosa menos eso. — Sí, a ver...

Desvió apenas la mirada hacia un lado, pensativa, antes de asentir lentamente. No era tan complicado ni tan raro lo que le estaba pidiendo. Vale, no había entendido lo del Titanic y, mucho menos, iba a subírselo encima. Pero había formas, quizás podría ayudarle de alguna manera.

Asradi miró hacia la orilla. El mar estaba bastante tranquilo en ese momento.

Si quieres podríamos intentarlo ahora. O cuando a ti te apetezca o te sientas preparado. — A lo mejor Lemon necesitaba prepararse mentalmente antes. Fuese como fuese, ya había aceptado a ayudarle.
#6
Lemon Stone
MVP
Cuando Aletas le preguntó por sus preferencias adoptó una postura pensativa, reflexiva, la de alguien que se toma en serio las decisiones fundamentales de la vida, decisiones como elegir un nombre encubierto. Siempre había dado sobrenombres útiles, buenos, revolucionarios. Castor, Canguro, Aletas, Perrito, Sonrisas, Latas… Sin embargo, a él nadie le había dado nada. ¿Tenía que solicitar el nombre encubierto al Departamento de Misiones Encubiertas y Relaciones Sociales? De ser así, nadie le había informado nada. Cuando llegara a Comandante Supremo de la Armada eliminaría tanta burocracia y reduciría el número de Departamentos a la mitad, y fomentaría el sindicalismo.
 
-Pues no tengo ninguno -respondió con sinceridad-, y las leyes universales sentencian que no puedo autobautizarme con un nombre encubierto. Así que llámame como tú quieras.
 
Más tarde, Aletas mencionó algo cuanto menos interesante: aseguraba que Lemon había comido una Fruta del Diablo. Pero qué tonta, ¿en serio creía en esas cosas? Solo los marineros y los ignorantes creen en poderes sobrenaturales, en frutas sacadas de algún árbol que otorgan bendiciones y maldiciones, en… Espera, ¿y si era verdad todo lo que había escuchado? Imposible. No, no podía ser…
 
-¡¿Entonces estoy maldito?! ¡¿Tengo a un demonio en mi interior?! ¡¿He sido analmente ultrajado?! -preguntó, levantándose de golpe de la toalla de playa e inspeccionando con sus manos la parte trasera de su cuerpo, específicamente el ano-. Pues parece estar bien… Vaya susto me has dado. Eres bastante buena con las bromas, ¿eh?
 
Luego, volvió a guardar silencio hasta que se le ocurrió una maravillosa idea para surfear.
 
Las manos de la sirena eran suaves como nubes esponjosas, y el rubor en sus mejillas había provocado un brote de ternura dentro de Lemon. Por un momento, sintió que había mirado algo más que solo un par de ojos hermosos y profundos, sintió que había mirado la promesa de que por fin volvería a surfear, ya no en una tabla, si no en una sirena.
 
Sostuvo con más intensidad las manos de Aletas cuando dio la respuesta positiva, cuando dio la respuesta que había estado esperando con tanta ansiedad. Como el tipo apasionado que era, presa de sus impulsos y la emoción, soltó las manos de Aletas y la rodeó con sus brazos para darle un cálido abrazo de agradecimiento, acercándola a su pecho con una sutil mezcla entre fuerza y cuidado.
 
-¡Eres la mejor sirena que he conocido en mi vida! Aunque es cierto que no he conocido a ninguna otra… ¡Pero eres la mejor! -afirmó con convicción y entonces rompió el abrazo, separándose de ella-. Creo que podría pasar todos los días de mi vida contigo. Estoy maldito, no puedo meterme al agua, pero me gusta mucho. Me encanta el surf, de hecho, pensé en montar un negocio de tablas de surf veganas, pero al final me uní al Ejército Revolucionario. -Lemon pestañeó un par de veces. La había cagado. ¡Se suponía que no debía decir eso!-. Ups, la he cagado -reconoció-, ¿puedes olvidar esto último que te dije?
 
Asumiendo que Aletas era olvidadiza y que no prestaba atención a los detalles, pues de algún lado debió de salir la frase “memoria de pez”, se levantó de la toalla y miró el mar.
 
-No hay mejor momento que el ahora para hacer las cosas -le dijo a Aletas-. ¡Vamos! ¿Prefieres que vaya yo arriba y tú abajo, o yo abajo y tú arriba? A mí me da igual mientras me sostengas para que no me hunda.
#7
Asradi
Völva
Bueno, Lemon tenía razón. Lo suyo es que si iba a tener un apodo, un sobrenombre como el que él le había puesto a ella, fuese Asradi o cualquier otro el que se lo otorgase al llamativo revolucionario. Y, por ahora, parecía que sería a ella quien le tocase ese honor. O ese marrón. Dependía un poco de la vista de cada uno, claro. A decir verdad, la sirena no era nada buena con ese tipo de cosas. Así que le miró de arriba a abajo y solo se le ocurrió lo más obvio. Quizás casi tan obvio como el que Lemon le había puesto a ella.

Caretas. Creo que va contigo. — Aunque también tenía unos ojos llamativos. Podría haberle dicho Ojos Bonitos, pero... No, Caretas era mejor. Y, ahora que lo pensaba, ¿tendría más máscaras que esa? A lo mejor era alguna especie de cómico encubierto y todavía no lo sabían. Fuese como fuese, decidió que ella le llamaría así.

Caretas, o Lemon para los amigos, expresó su incredulidad inicial cuando ella le comentó sobre que podría haberse comido, y con toda seguridad, una Fruta del Diablo. A ver, no le culpaba. No todos las conocían, no todos habían visto alguna. De hecho, se decía que eran bastante raras. Hasta que algo pareció haber hecho clic en el cerebro del mayor y su expresión cambió de golpe a una más preocupada, casi desesperada. Asradi parpadeó.

Bueno, no sé si es un demonio o no, aunque las leyendas dicen eso. — Ella permanecía muy serena mientras el pobre Lemon parecía un pollo sin cabeza. Un pollo mirándose el culo. La mueca de la habitante del mar fue bastante obvia. Una mezcla de incredulidad y desagrado al mismo tiempo. Antes de soltar un ligero suspiro y que una sonrisa algo divertida se dibujase en sus labios. — Aunque lo de que si te han dado por el culo... Bueno, no sé. Tú sabrás a quien se lo ofreces.

Y sí, se lo había soltado así y tan pancha. Ahora bien, no quería tampoco saber más detalles al respecto, a poder ser. Preferiblemente no quería saber, así que esperaba que Lemon fuese un poco discreto en eso. Aunque, a decir verdad, ella tampoco estaba mucho de broma. Que el rubio se lo tomase como tal, tampoco le molestó, al contrario. Parecía bastante entretenida con la forma de ser del tipo.

Ahora bien, cuando terminó luego por aceptar la propuesta de él, y logró que el sonrojo de sus mejillas fuesen desapareciendo lentamente, lo que no se esperó fue que le diese un abrazo así, tan de la nada y tan intenso. Asradi tensó la espalda y solo logró darle un par de palmaditas en la de Caretas, a modo de apoyo y para que se calmase un poco. Algo que no logró del todo porque se puso a hablar de tablas de surf ¿veganas? ¿Eso existía tan siquiera? Pero lo que más le llamó la atención, de forma irremediable, fue lo último. Se separó un poco de él tras el abrazo, lo justo como para poder volver a tener una conversación cómodamente.

Claro que no lo voy a olvidar. Mucho menos cuando lo has dicho a voz en grito. — Se cruzó de brazos, mientras la aleta caudal se movía muy sutilmente. Tenía ganas de meterse en el mar, eso era obvio, y ahora tenía curiosidad por saber cómo saldría aquel experimento. Pero antes de nada...

Es lo justo, ¿no? Yo te ayudo a meterte en el mar y que no te ahogues. — Lo intentaría, al menos. — Y tú me cuentas un poco más sobre el Ejército Revolucionario. — Su índice golpeó, suavemente, un par de veces el pecho de Lemon, con todo el carácter. — Al fin y al cabo, puede que a mis compañeros y a mi nos interese. Así que, soy toda oídos.

Era una pequeña manipuladora cuando se lo proponía. Además, había que sacar tajada también, ¿no? No iba a ser Lemon el único beneficiado en todo eso. Luego miró al mar y asintió, acercándose hacia la orilla a saltitos graciosos, mientras se desperezaba un poco.

Ni arriba ni abajo. Primero vamos a ver que no te debilites mucho. No sirve de nada si te desmayas. — Enarcó una ceja. ¿Le estaba llamando blandito? Quizás, pero solo para picarle un poco.

Fue Asradi quien primero se metió en el agua, dejando que ésta le llegase por la cintura, mientras esperaba a Lemon. No le iba a empujar ni a agobiar, aunque hacer lo primero quizás estaría gracioso al principio. Por el contrario, le tendió la mano, por si necesitaba alguna especie de apoyo.

Yo te sostendré, además, tengo una idea para que flotes un poco. Pero tienes que confiar primero en mi. — Le miró con la seriedad y seguridad que la situación lo ameritaba.
#8
Lemon Stone
MVP
Así que Caretas, ¿eh? Al menos no le había puesto Idiota o Cara de Ano, cualquiera de esos improperios habría estado mal, aunque tampoco habrían afectado a su perfecta autoestima. Por el momento lo aceptaría, pero esperaba que a Aletas se le ocurriera una idea más apropiada una vez viera los verdaderos dotes artísticos de Lemon.
 
Se puso un poco pálido cuando Aletas afirmó que no olvidaría lo que acababa de decir. ¿Era la primera vez que se le salía que era un miembro oficial del Ejército Revolucionario? ¡Por supuesto que no! Se la pasaba alardeando de la justicia, libertad y la Causa. Sin embargo, eso no le eximía de sentir un poquito de culpa por comprometer a sus camaradas. La buena noticia es que Aletas se veía inocente, terriblemente atractiva y seductora, pero inocente.
 
Al cabo de un rato, el rebelde suspiró y se dio por vencido. Tenía muchas ganas de darse un chapuzón, de sentir el mar en su cuerpo, de sentir la adrenalina en su interior. Solo por eso, y también porque le encantaba hablar de cualquier cosa que significara Revolución, hablaría de la Armada. Tampoco iba a dar información privilegiada ni soltar secretos ultra mega confidenciales, pero solo porque no tenía ni lo uno ni lo otro.
 
-Puedo contarte un par de cosas, es verdad, aunque luego tendré que asfixiarte hasta la muerte -respondió con tono serio y la vista clavada en los ojos profundos de Aletas, pero la seriedad duró unos pocos segundos y luego estalló de la risa-. ¡Jajajaja! ¡Es broma, es broma! Como miembro del Ejército Revolucionario lucho por la Causa, lucho contra el orden natural de todas las cosas, contra la opresión y la injusticia. Me gusta quemar banderas, pintar paredes, mear cuarteles… Ya sabes, lo que hace un verdadero revolucionario que busca cambiar el mundo. Y también aplastar los cráneos de las Fuerzas Opresoras, de los que siguen al Gran Capital. Pronto, en algún momento, todo el mundo pertenecerá a los Territorios Libres y el Ejército Revolucionario se coronará como el nuevo máximo gobierno, y para entonces… La Revolución tendrá que continuar, ¿no? Si luchas contra el estatus quo, consigues vencer y te proclamas como el nuevo estatus quo, ¿no tendrías que luchar contra ti mismo? La Revolución es un viaje solo de ida, un viaje que no tiene destino ni fin, algo que llevas contigo para siempre. ¿Y quiénes son tus compañeros? No vaya a ser que tenga que pegarles a ellos también.
 
Estaba a punto de sacar el MANUAL de un lugar físicamente imposible cuando Aletas se acercó a la orilla, así que reservó ese momento para después. Además, no sabía si Aletas se uniría a la Causa después de haber escuchado tremendo discurso de Lemon. Si se unía, pues le daría una copia del MANUAL. Gastaba todas sus impresiones mensuales en sacar copias, copias y más copias del único libro que había leído en su vida. También leía mucho manga y cómics, pero se lo reservaba solo para él porque pensaba que eran cosas de ñoños y nerds.
 
-¿Qué se te ocurre para que pueda flotar? -le preguntó a Aletas con curiosidad genuina. No había intentado muchas formas, la verdad, así que le llamaba la atención.
 
Se acercó a la orilla y sintió el agua en sus pies, sintió su cuerpo débil y cansado, pero todavía podía sostenerse en pie. Caminó hacia el interior hasta que el mar cubrió sus rodillas y luego su cadera. Iba a gritar con orgullo que era todopoderoso, que ni siquiera las maldiciones le afectaban, pero las piernas le traicionaron y  se cayó.
 
-Creo.. Brr… Que… Brr… Me.. Brr… Estoy… Brrr… Ahogando… -intentó decir, mientras el vaivén de las olas le cubría el rostro una y otra vez, haciendo que fuera difícil hablar. Por cada palabra que pronunciaba, otra era callada por las olas que lo tapaban por completo como sábanas frías-. Help… Help… Ayuda… Repito… Ayuda…
#9
Asradi
Völva
Asradi ladeó levemente la cabeza cuando Lemon, o Caretas, le amenazó con asfixiarla hasta la muerte. Entendía que era una broma, en un intento de hacerse el gracioso, pero... ¿Se estaba dando de cuenta que, ahora mismo, iba a ser ella quien tuviese la sartén sujeta por el mango? O, en todo caso, a Lemon metido en agua salada. Podría dejarle ahí flotando, o hundiéndose como un pedrolo, tan panchamente y luego irse. Claro, eso lo haría si no tuviese ningún tipo de empatía. Pero la tenía, y se preocupaba por la gente. Al menos, por aquellos que sí lo merecían. Dejó que Caretas continuase desbarrando mientras se preparaban para meterse en el agua. Asradi procuraría no adentrarse mucho. No por ella, sino por él más bien.

No sé si eso es muy revolucionario, sobre todo lo de mear en lugares ajenos. — Hizo una mueca de desagrado. — Hace un tiempo, me encontré con un chico que me contó que existía un grupo de gente que luchaba contra las injusticias. Alistair, se llamaba. — Miraba a Lemon a medida que decía eso. ¿Se trataría de aquel grupo estrafalario? Aunque el único más estrafalario era, precisamente, el enmascarado. — Al principio me costó creerle, pero luego pensé que si era verdad, me gustaría ayudar. Sé lo que es estar oprimida, y el miedo de no saber si sobreviviría para ver un nuevo día. — Apretó ligeramente los labios cuando los oscuros recuerdos comenzaron a invadir nuevamente su cabeza. Suspiró, obligándose a apartarlos por ahora.

Quiero ayudar, Caretas. No es justo que haya gobiernos o personas que opriman a otros solo por el hecho de tener unos cuantos privilegios más. ¿No deberían compartirse, acaso? — Le miró ceñuda, pero plasmando la seguridad de sus palabras y convicciones no solo en su tono de voz, sino también en sus ojos azules. — En cuanto a mis compañeros... Son más bien mis amigos. Creo que ya los has visto. Uno es el gigantón rubio que habla raro, Ragnheidr. Airgid, la rubia coja... — Solo daba eses detalles, de hecho, para que a Lemon le fuese más fácil identificarlos. — Y Ubben, el moreno que tiene pintas de sisarte los bolsillos. — Lo decía de forma cariñosa para con ellos.

Pero, quizás, ese no era ahora el momento. Aunque era verdad que estaban a solas y nadie les estaba escuchando, supuestamente, la orilla del mar no era el lugar más idóneo. De hecho, ahora estaba más pendiente de los pasos que el Revolucionario daba mientras se iba metiendo, poco a poco, en el agua. Le tendió la mano, y le ayudó con el ingreso al mar mientras le vigilaba.

¡Pero bueno! — En el momento en el que se metió hasta las caderas, pues anteriormente todo había ido bien, Caretas perdió el equilibrio o las fuerzas, y terminó cayendo de plancha al agua. Efectivamente, como quien lanza una piedra. Se acercó rápidamente mientras el rubio boqueaba, y le sujetó por debajo de las axilas para mantenerle a flote. O, al menos, para que su rostro estuviese fuera del agua. — ¡Eres un caso, te apuraste demasiado! — Le regañó sin más, mientras hacía el esfuerzo por mantenerle la cara sobre la superficie.

Después de eso, silbó de una manera un tanto particular. Tuvieron que esperar unos cinco minutos antes de que Lemon sintiese algo bajo sus pies, y también bajo su culo. Era plano y húmedo, no viscoso como tal aunque daba un poco la sensación, también resbaladizo, pero podría subirse sin problemas. Una mantarraya de aspecto grande que fluía bajo el agua, justo debajo de Caretas. Usando su cuerpo a modo de apoyo para elevarlo lo suficiente y que se mantuviese ahí sin aparente peligro.

No hagas movimientos bruscos. Y no grites demasiado o la espantarás. — Fue el primer consejo que Asradi le dió.

La sirena no se subió, aunque permaneció un poco por detrás, de manera cómoda. Lo suficiente como para que, al erguir su cuerpo y, por ende, su cola, pudiese quedar a la misma altura que Lemon, al cual sujetó por la cintura desde detrás de él. Una forma de mantenerle quieto, esperaba, y también por seguridad. El agua, ahora, le daría al varón a la altura de la cintura, sí. Pero ya no se hundiría gracias a la mantarraya y a que Asradi estaba sujetándole por detrás para que no se fuese de lado o hacia delante.

Entonces, ¿qué te parece? — Sonrió, susurrándole cerca del oído únicamente por la posición de ambos.
#10


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