Jack D. Agnis
Golden Eyes
19-10-2024, 10:08 PM
(Última modificación: 21-10-2024, 01:43 AM por Jack D. Agnis.)
La anoche lentamente estaba avanzando en aquella taberna en aquel asentamiento. Las bebidas jamas se detuvieron y para nada era sorprendente que cada vez que algún barril de alcohol de terminaba, el tabernero, junto a su séquito de alcohólicos anónimos sacaban mas barriles y llenaban las jarras, jarrones o vaso de todo el mundo, permitiendo así seguir la fiesta que se estaba viviendo en ese momento.
-¿Por qué se les llama “Alcohólicos anónimos”? - le pregunté al viejo, quien ya tenia sus mejillas coloradas de tanto beber, pero aun así no se dignaba a dejar de inclinar su codo, y mucho menos a caerse de su taburete.
-Eh? ¿Acaso eres tonto? -Hip- El mismo nombre te lo dice -Hip-. Son alcohólicos que nadie conoce su nombre ni su pasado ni nada -Hip-. Ellos no hablan de si mismos, aunque su sangre sea puro alcohol- dijo el viejo, mientras apoyaba con fuerza, y algo indignado por mi pregunta, su jarro de ron aunque del mismo no cayó ni una sola gota de su preciado alcohol.
-Pues como iba a saber eso viejo de mierda, si sabes que no pertenezco a esta isla- mascullé algo enojado, mientras volví a inclinar mi jarro de ron hacia mi boca.
Por mi parte ya estaba algo ebrio, lo cual significaba que estaba ya algo inhibido, pero podía seguir bebiendo y era lo que iba a hacer, gasta caer rendido o todo vomitado, lo que sucediera primera.
Me mantuve sentado en aquel lugar, hasta que a mitad de la noche, un grupo de piratas comenzó a reñirse entre medio de las mesas.
Por un momento pensé que el tabernero u otras personas intervendrían, pero en vez de hacer eso, simplemente los dejaron pelearse, y hasta se armó una circulo de apuestas.
Aquello no hizo mas hacerme reír a carcajadas y apostar por uno de esos idiotas, pero para mi desgracia terminé perdiendo. Pero hey, las risas no faltaron y tampoco la sangre y los golpes.
-¿Así es todas las noches?- le pregunté al viejo, quien me miró casi sin poder hacerlo y asintió.
-Si… o no… no me acuerdo. No preguntas idioteces- dijo en un vocabulario poco entendible, mientras intentaba llevar nuevamente su jarro hacia su boca, pero al inclinarlo, el contenido del mismo se volcó sobre su ropa, lo que hizo que reclamara por lo bajo.
Sin dudarlo, una risotada salio de mis labios, pero la misma fue apagada por una extraña música que comenzó a sonar por los den den mushis que estaban aposados en diferentes sitios.
La música sonó, llamando la atención de los todos los presentes, mientras que un grupo de mujer, semi desnudas comenzaron a entrar a aquella taberna bailando de manera sensual por todo aquel salón.
Muchos piratas les daban dineros, otros les tocaban los pechos y sus traseros, y ellas solo seguían bailando y sonriendo.
-¿Noches de prostitutas? - le pregunté al viejo, pero al notar que este no contestaba, me giré para ver como este se encontraba en el suelo, vomitado y totalmente dormido.
-Tch, si que eres desagradable- mascullé, mientras que al ver aquel vomito, no pude contener nada en mi estomago y también lancé todo fuera, pero a diferencia del viejo, yo lo hice con entereza y todo mi interior fue a parar al suelo.
Tras terminar de sacar todo lo malo del interior, volví a erguirme sintiéndome mas que nuevo. El mareo que el alcohol había provocado ya se había disipado y mis sentidos habían vuelto a funcionar, aunque no en un cien por ciento.
Me mantuve allí sentado, mirando todo el panorama. Viendo como las mujeres bailaban de aquí para allá, hasta que alguna se detenía frente al hombre que las iba a poseer, mientras que las que estaban siendo forzadas, sacaban algún arma oculta y herían a su abusador, para luego seguir bailando como si nada, dándome a entender como era la situación.
“Al parecer las mujeres son las que eligen” pensé algo decepcionado, ya que tenia intenciones de usar mi arma, pero al parecer no lo haría.
Para mi fortuna, una mujer, de cabello largo y negro, y de tes morena, comenzó a acercarse en mi dirección. Por un momento nuestras miradas se juntaron, lo que hizo que una especie de atracción mutua se diera en ese mismo momento.
Sin dudarlo aquella mujer se acercó bailando y moviendo sus caderas, hasta llegar hacia mi, sentándose en mis piernas.
-¿Estas solo “Sombrero”? - dijo aquella mujer con vos sensual, mientras que su cuerpos aplastaba mi pelvis y hacia que me pusiera cada vez mas duro.
-Lo estoy, pero ¿Cuanto me va a costar esto?- pregunté, mientras me enderezaba y acercaba mis labios hacia los de la mujer, pero no los besaba.
-No lo sé. Tal vez gratis, si me haces disfrutar- la voz de aquella mujer me hacia excitar cada vez mas y mas, pero el sentir su mano sobre mi pantalón, hizo que me decidiera a llevar mis labios hacia su cuello.
-Pues espero no decepcionarte- mascullé tras apartar mis labios de su cuello unos momentos, para luego volver a besarla y morder su cuello con suavidad.
La atmósfera estaba cargada de tensión y energía, pero nadie parecía prestar atención. La música seguía sonando suavemente, envolviendo a todos en un ambiente que ocultaba el bullicio y las conversaciones de aquellos que se perdían en sus propios placeres, mientras otros seguían llenando sus vasos y disfrutando de la bebida hasta caer exhaustos.
Después de un momento de cercanía íntima con aquella mujer, sentí que todo a mi alrededor desaparecía. La incomodidad del taburete en el que estaba sentado era apenas perceptible, eclipsada por la intensidad de la experiencia. Todo lo que empieza tiene que terminar, y tras varios minutos de contacto cercano y constante, ella se alejó suavemente, dejando que el momento llegara a su fin.
El placer fue indescriptible, algo que ni el mejor ron podría igualar. Después de aquello, me dejé llevar por la sensación de agotamiento, rendido ante el magnetismo y la intensidad que ella transmitía con cada gesto.
-¿Por qué se les llama “Alcohólicos anónimos”? - le pregunté al viejo, quien ya tenia sus mejillas coloradas de tanto beber, pero aun así no se dignaba a dejar de inclinar su codo, y mucho menos a caerse de su taburete.
-Eh? ¿Acaso eres tonto? -Hip- El mismo nombre te lo dice -Hip-. Son alcohólicos que nadie conoce su nombre ni su pasado ni nada -Hip-. Ellos no hablan de si mismos, aunque su sangre sea puro alcohol- dijo el viejo, mientras apoyaba con fuerza, y algo indignado por mi pregunta, su jarro de ron aunque del mismo no cayó ni una sola gota de su preciado alcohol.
-Pues como iba a saber eso viejo de mierda, si sabes que no pertenezco a esta isla- mascullé algo enojado, mientras volví a inclinar mi jarro de ron hacia mi boca.
Por mi parte ya estaba algo ebrio, lo cual significaba que estaba ya algo inhibido, pero podía seguir bebiendo y era lo que iba a hacer, gasta caer rendido o todo vomitado, lo que sucediera primera.
Me mantuve sentado en aquel lugar, hasta que a mitad de la noche, un grupo de piratas comenzó a reñirse entre medio de las mesas.
Por un momento pensé que el tabernero u otras personas intervendrían, pero en vez de hacer eso, simplemente los dejaron pelearse, y hasta se armó una circulo de apuestas.
Aquello no hizo mas hacerme reír a carcajadas y apostar por uno de esos idiotas, pero para mi desgracia terminé perdiendo. Pero hey, las risas no faltaron y tampoco la sangre y los golpes.
-¿Así es todas las noches?- le pregunté al viejo, quien me miró casi sin poder hacerlo y asintió.
-Si… o no… no me acuerdo. No preguntas idioteces- dijo en un vocabulario poco entendible, mientras intentaba llevar nuevamente su jarro hacia su boca, pero al inclinarlo, el contenido del mismo se volcó sobre su ropa, lo que hizo que reclamara por lo bajo.
Sin dudarlo, una risotada salio de mis labios, pero la misma fue apagada por una extraña música que comenzó a sonar por los den den mushis que estaban aposados en diferentes sitios.
La música sonó, llamando la atención de los todos los presentes, mientras que un grupo de mujer, semi desnudas comenzaron a entrar a aquella taberna bailando de manera sensual por todo aquel salón.
Muchos piratas les daban dineros, otros les tocaban los pechos y sus traseros, y ellas solo seguían bailando y sonriendo.
-¿Noches de prostitutas? - le pregunté al viejo, pero al notar que este no contestaba, me giré para ver como este se encontraba en el suelo, vomitado y totalmente dormido.
-Tch, si que eres desagradable- mascullé, mientras que al ver aquel vomito, no pude contener nada en mi estomago y también lancé todo fuera, pero a diferencia del viejo, yo lo hice con entereza y todo mi interior fue a parar al suelo.
Tras terminar de sacar todo lo malo del interior, volví a erguirme sintiéndome mas que nuevo. El mareo que el alcohol había provocado ya se había disipado y mis sentidos habían vuelto a funcionar, aunque no en un cien por ciento.
Me mantuve allí sentado, mirando todo el panorama. Viendo como las mujeres bailaban de aquí para allá, hasta que alguna se detenía frente al hombre que las iba a poseer, mientras que las que estaban siendo forzadas, sacaban algún arma oculta y herían a su abusador, para luego seguir bailando como si nada, dándome a entender como era la situación.
“Al parecer las mujeres son las que eligen” pensé algo decepcionado, ya que tenia intenciones de usar mi arma, pero al parecer no lo haría.
Para mi fortuna, una mujer, de cabello largo y negro, y de tes morena, comenzó a acercarse en mi dirección. Por un momento nuestras miradas se juntaron, lo que hizo que una especie de atracción mutua se diera en ese mismo momento.
Sin dudarlo aquella mujer se acercó bailando y moviendo sus caderas, hasta llegar hacia mi, sentándose en mis piernas.
-¿Estas solo “Sombrero”? - dijo aquella mujer con vos sensual, mientras que su cuerpos aplastaba mi pelvis y hacia que me pusiera cada vez mas duro.
-Lo estoy, pero ¿Cuanto me va a costar esto?- pregunté, mientras me enderezaba y acercaba mis labios hacia los de la mujer, pero no los besaba.
-No lo sé. Tal vez gratis, si me haces disfrutar- la voz de aquella mujer me hacia excitar cada vez mas y mas, pero el sentir su mano sobre mi pantalón, hizo que me decidiera a llevar mis labios hacia su cuello.
-Pues espero no decepcionarte- mascullé tras apartar mis labios de su cuello unos momentos, para luego volver a besarla y morder su cuello con suavidad.
La atmósfera estaba cargada de tensión y energía, pero nadie parecía prestar atención. La música seguía sonando suavemente, envolviendo a todos en un ambiente que ocultaba el bullicio y las conversaciones de aquellos que se perdían en sus propios placeres, mientras otros seguían llenando sus vasos y disfrutando de la bebida hasta caer exhaustos.
Después de un momento de cercanía íntima con aquella mujer, sentí que todo a mi alrededor desaparecía. La incomodidad del taburete en el que estaba sentado era apenas perceptible, eclipsada por la intensidad de la experiencia. Todo lo que empieza tiene que terminar, y tras varios minutos de contacto cercano y constante, ella se alejó suavemente, dejando que el momento llegara a su fin.
El placer fue indescriptible, algo que ni el mejor ron podría igualar. Después de aquello, me dejé llevar por la sensación de agotamiento, rendido ante el magnetismo y la intensidad que ella transmitía con cada gesto.