19 de Verano
A veces las situaciones más cotidianas pueden desembocar en los conflictos menos pensados, quien diría que el hecho de equivocarse entre una cerveza y un licor pudiese generar semejante desenlace. Todo ocurrió en la taberna, cuando el grupo de piratas comandados por La Barbilla de Bronce, un rudo capitán que perdió su barbilla por luchar contra un demonio del mar o eso contaba a sus allegados había pedido una jarra de cerveza pero ante la falta de la bebida le sirvieron licor en su lugar. El colérico pirata partió de la taberna con sus hombres y juró volver para arrasar con todos los comercios inclusive los puestos dado semejante ofensa. Los pueblerinos comenzaron a correr la voz, necesitaban encontrar a alguien lo suficientemente valiente y a lo mejor demente para enfrentar a una banda pirata tan amenazante como pintaban esos rudos hombres, solo tenían unos días hasta su regreso dado que regresarían con más hombres sedientos de vengarse del tabernero. En el primer lugar donde se corrió la noticia fue en la plaza central, donde los puesteros recordaron a una mujer algo iracunda pero con bastante paciencia que les había ayudado en el caso de los ladronzuelos de la marina.
―Era grande, medía unos cuatro metros y llevaba una espada gigante, tenía cuernos pero era una buena chica. A lo mejor puedan contratarla, no creo que haga nada si no le ofrecen una paga, podría intentar convencerla pero no esperen mucho.―
Vociferaba una anciana mientras vendía sus telas, los rumores siguieron expandiéndose como una epidemia a lo largo de la isla, llegando a oídos de un par de comerciantes. Los dueños de un pub nocturno, quienes reafirmaron los rumores de la misteriosa mujer gigante que ayudaba por una buena paga, realzando incluso más su figura a la hora de describir sus hazañas. Pese a que la palabra de un anciano podía valer poco, dado sus antecedentes de ver cosas que nadie más podía, su hijo más joven prestaba declaraciones ante el tabernero local.
―Esa mujer es un peligro, pero nos defendió de un gigantesco rey marino, peleó con su espadón durante toda la noche y lo sometió al cortar su mandíbula. No sé que sería capaz de hacerle a unos piratas tras lo que vi, si la contratan intenten que sea en el momento indicado, no se toma bien las impuntualidades o si cree que no le darán lo que prometieron.―
Por último, otra taberna se enteró de los eventos y recordó la vez que la mujer había ayudado con una urgencia local, una banda de ladrones que se estaba descontrolando y acabó con ellos gracias a su espada en menos de una noche. Los rumores ayudaban, pasaban de pueblerino en pueblerino y de necesitado en necesitado. La leyenda de una mujer gigante que ayudaba en las granjas, rescataba animales y destrozaba monstruos se agigantaba a medida que el desesperado tabernero buscaba por todos lados a la misteriosa figura. ¿La Marina? Un ataque pirata podía ser importante, pero tras los daños de una tormenta las fuerzas de la ley estaban desperdigadas por el lugar y solo quedaba contar con una mercenaria.
―¿Piratas? ¿Me dejan matarlos? Hmm, entiendo... Creo que tenemos un buen trato.―
Fueron las palabras que Sowon acompañó de una sonrisa salvaje mientras blandía su espadón contra un tronco que había estado usando últimamente para entrenar. Había comprado una armadura lo suficientemente funcional con el dinero de las últimas misiones, mientras que su cuerpo se había fortalecido tras los últimos encuentros. Ya no era esa mujer que debía recurrir a la ayuda de otros para derrotar por su cuenta a una banda local de bandidos, aunque apreció que los pueblerinos se ofrecieran a ser una cobertura para que ella pudiera encargarse en el menor tiempo posible de eliminar al capitán y con ello desperdigar a los revoltosos piratas de regreso al mar.
En el día pactado el barco pirata llegó, el pueblo estaba preparado refugiado en sus edificios y con varios barriles de aceite hirviendo preparados, al principio lo que se produjo fueron escaramuzas entre piratas y civiles. Los piratas caían en los puntos de las ciudades donde eran rociados por aceite hirviendo y obligados a retroceder, todo un plan trazado para que el capitán no tuviera más opción que pasar al ataque al ver que sus subordinados eran en efecto un desastre como actores individuales. Fue cuando Barbilla de Bronce decidió poner pie en la isla, que sintieron un estallido proveniente de una de las calles, la cabeza de dos piratas rodó colina abajo hasta llegar a los pies del capitán que las pateó sin remordimientos al mar.
―¿Eres tú el que tengo que matar? Yo que esperaba algo grande y solo me dan una hormiga...―
La voz de Sowon resultaba en una alteración perturbadora para los oídos del capitán, nunca había visto criatura de tal tamaño, la armadura de plata con detalles que rememoraban la sangre llegó a cegarle mientras que aquel espadón que todavía goteaba la sangre de sus camaradas le despertó un escalofrío por la espalda. Los piratas que aún no habían desembarcado se lanzaron al ataque pero la espada de la mujer era una serpiente que se movía con cizaña alrededor de su cuerpo y el impacto entre los piratas y la mujer resultó en sus cuerpos volando por los aires. El pueblo se mostró en silencio, la brutalidad de la Oni era algo que intimidaba pero reconfortaba en partes iguales, era alguien que les estaba protegiendo y destrozando el terror de los piratas con solamente su espada.
Pese a los intentos de los villanos por cortarle, los cortes rebotaban en la armadura y aquellos que llegaban a rozar su piel simplemente causaban que su emoción y furia incrementase, la Oni avanzaba cual berserker contra los cuerpos de sus oponentes. Las calles pronto se vieron teñidas del rojo combinado de los hombres y la Oni, de las entrañas y los cuerpos de piratas que caían rendidos a sus pies. El aroma a muerte solo incrementaba su tamaño a ojos del sorprendido capitán, ante él ya no había algo que pudiera comparar con los humanos, era un monstruo que había salido del mismo infierno para reclamar su carne y la de sus camaradas.
―¿Que ocurre? ¿No te has enfrentado a demonios más allá del mar? ¿Por qué no te acercas? ¿Acaso estás asustado?―
El espadón descendió contra el capitán quien tuvo que usar ambas espadas en su cintura para intentar frenar el impacto, sus ojos se sobresaltaron al notar como sus manos sangraban dado la presión que debía mantener para que el trozo gigante de hierro no terminase por dividir su cabeza en dos mitades. Milagrosamente logró deslizarse hacía atrás antes de que la presión fuese demasiado grande como para soportarla, uno de sus brazos había sufrido un desgarro a la altura del hombro y al sentir el pinchazo su mano soltó el sable. Era impensado como un par de pueblerinos hubiese podido contratar a semejante demonio, sus hombres morían sin oportunidad de acercarse y su brazo izquierdo se había destrozado de solo un intercambio. Muy en el fondo sabía que la historia de su fraude se había terminado, se había partido la barbilla dado una tormenta en altamar y lo que tenía implantado ni siquiera era bronce, pero ahora tenía la oportunidad de derrotar a una bestia verdadera y aumentar su reputación.
La adrenalina se impulsó en su cuerpo mientras avanzaba hasta la mujer, sentía que el mundo se movía más lento, podía sentir su espada cerca de la cabeza de la rubia y una sonrisa maniática apareció en su rostro. Pero... muchas veces la realidad golpea tan duro como el más pesado de los espadones, el hombre apenas tuvo tiempo de bajar su mirada a su costado cuando el enorme monstruo de acero se incrustó a la altura de su cadera y se hundió arrasando con la carne y los huesos hasta arrojarlo violentamente contra un muro. La Oni respondió aquella sonrisa con una de su autoría personal, estaba buscando un combate de un hombre sin miedo a morir y en ese pequeño instante lo había sentido, por ese motivo aquel golpe había ido con todas sus fuerzas buscando el choque contra la ofensiva de su rival quien no tuvo tanta suerte y ahora se aferraba a la vida con mitad de su cuerpo colgando de una fina hilera de tendones.
―Esa sonrisa no estuvo mal, pero... para ser un pirata que tanto presumía me he encontrado con una hormiga que abusaba de su apariencia...
El espadón descendió sobre el cuello del antiguo capitán, poniendo fin a un día donde los pueblerinos lograron repeler la invasión de una banda pirata, a lo mejor las historias rumorearían como una gigantesca mujer apareció para brindar su apoyo a la valentía de los civiles, lo cierto era que esa mujer había derrotado a varios de los piratas que intentaron huir o robar dentro del pueblo mientras llegaba al puerto. ¿Y que ocurrió con la cabeza de Barbilla de Bronce? Era una pregunta que se repetía entre los niños del lugar cuando alguien compartía la historia.
―Las malas lenguas dicen que el tabernero que inició aquel ataque la tiene expuesta en la pared como parte de la imitación de una Jolly Roger, otros dicen que cayó al mar con las cabezas de sus subordinados, lo que es seguro es que murió de un corte limpio de esa gigantesca monstruosidad de hierro...―
Respondían los adultos, observando el cielo y recordando la valentía de la gigantesca mujer que había expuesto su integridad para hacer frente a una de las amenazas más peligrosas al menos en el imaginario popular. Sowon había luchado con fiereza aquel día, derribando piratas y haciendo frente a los ladrones que quisieron aprovecharse de la situación, su pelea con Barbilla de Bronce le había mostrado que en el mundo todavía había mentirosos que buscaban hacerse pasar por héroes y esto solo incrementó sus ansias de superarse a sí misma. Ya que si un mentiroso podía por unos segundos creerse capaz de vencerle, entonces más allá de los mares existirían infinidad de enemigos buscando derribarla.