Timsy
Timsy
01-08-2024, 01:52 AM
90 de primavera del 724,
Reino de Goa,
Islas Dawn
Reino de Goa,
Islas Dawn
La noche era tranquila y en el cielo brillaba la Luna, quien iluminaba la corteza terrestre allá dónde la civilización todavía no había llegado. El sonido de las olas inundaba el ambiente, al igual que el mar la costa. Las gotas saladas que resbalaban por mi escamosa piel emitían destellos bajo la luz lunar y una suave brisa enfriaba mi acalorado cuerpo. Respiré profundamente la brisa marina, dejando que el salitre inundara mis pulmones. Cerré un instante los ojos para relajarme y exhalé el aire. Con calma reemprendí la salida del mar hacia la arena de la playa. Había estado toda la tarde sumergido, tratando de buscar algo de valor y cazar algún pez por mera diversión. Tan enfrascado estaba en mi tarea que se me había pasado por completo la tarde y me había adentrado en la noche sin percatarme. ¡Era tardísimo! - ¡Nenúfares nepalíes! - Al menos había encontrado una concha extraña, nunca había visto otra igual, y había conseguido un pez que llevaba en la mano derecha. Era uno muy común en el East Blue, pero igualmente me había servido para entrenar y practicar la caza. Sabía que algún día tendría frente a mí a un Rey Marino y ese día yo le daría caza. Ignoraba si sería el primer ser en cazar uno, pero sí estaba seguro que si alguien lo había conseguido antes se podrían contar con los dedos de una mano y mi nombre se añadiría a esa corta lista.
Sentí la arena adherirse a mis palmeados pies. El pez de la mano ya había dejado de moverse hacía unos segundos al haberse asfixiado por completo, supuse. Podría haberme sentido mal por arrancarlo de la protección de Neptuno, pero yo también necesitaba protección en este vasto mundo y ya tenía lecciones suficientes para haber aprendido que si yo no cuidaba de mí mismo, nadie más lo haría. Y eso haría a toda costa. Caminé con calma, dejando las huellas en la arena cada vez más seca a medida que me alejaba de la costa. Del mismo modo, la arena más seca drenaba humedad a la más mojada, haciendo que poco a poco todos los granos se fueran cayendo de mis pies. Además mi piel no era como la de los humanos, por lo que este proceso tomó menos tiempo. Como no podía ser de otra manera, mi piel estaba adaptada al medio acuático. A medida que me alejaba del mar, el rumor de las olas se iba haciendo más tenue, hasta quedar tan solo en un susurro difícil de distinguir del viento acariciando las hojas de los árboles. Con la misma calma que dominaba la noche, me interné en el bosque que tenía frente a mí sin preocuparme de nada.
Antes de darme cuenta ya había cruzado el bosque y las primeras luces de Villa Fusha brillaban entre los troncos de los árboles y hojas de los arbustos. Nada más salir del bosque noté el cambio en el aire. De repente el ambiente se había vuelto algo más cálido y seco. También menos cargado y ligero. La densa vegetación absorbía la radiación solar, impidiendo que la zona se calentase demasiado. Del mismo modo y al mismo tiempo, también impedía que el aire circulase libremente, haciendo que se estancarse y creará una ligera sensación de sofoco. De no haber sido porque ya tenía el alojamiento cubierto esa noche habría dormido en el fondo marino, acurrucado en cualquier recoveco y mecido por las tranquilas y suaves corrientes costeras. Pocos minutos más tarde ya cruzaba el umbral de la posada en la que me había hospedado. En ella prácticamente todo el mundo dormía, salvo los más trasnochadores cuyas luces todavía brillaban en la oscuridad de la noche como las luciérnagas en el bosque.
-Al fin regresas. He de admitir que para ser tan pequeño eres bastante escurridizo.
Ante mí y sentado a los pies de la cama había una silueta oscura. No era demasiado corpulenta, ni intimidante, pero su tono de voz era sombrío y amenazante. Además, esa voz me resultó vagamente familiar, pero no sabía ubicar dónde o porqué.
-¿Quién escamas eres tú? - pregunté antes de girarme al escuchar la puerta cerrarse lentamente.
A mí espalda había otras dos siluetas, estas sí considerablemente corpulentas. Dudaba seriamente que ninguna de ellas hubiera podido entrar de frente por la puerta debido a su estrechez. Como fuera, allí estaban, cortándome el paso.
-El que te hizo un préstamo, el cual vengo a cobrar.
-¿Un préstamo? ¡Yo no he pedido ningún préstamo!
Aquel tipo sonrió burlón.
-¿Y la otra noche en el Baratie? Ya sabes, cuando viniste a preguntarme la hora y de paso hiciste que pagara la cuenta de todos tus amigos.
¡De eso me sonaba! - ¡Ah, eres tú! No me digas que no fue ingenioso… - repliqué algo divertido por la ocurrencia que tuve.
-Sí que lo fue. Lástima que se la hicieras a quién no debieras. No tengo demasiado tiempo así que…
-¿Te mueres? - pregunté interrumpiendole - ¡Auch! - uno de los gorilas de mi espalda me pegó un bofetón en el cogote - ¡Pica! - dije frotándome el lugar para aliviar el picor.
-Como decía, no tengo demasiado tiempo que perder con alguien tan insignificante como tú, así que…
-¿Si soy tan insignificante por qué te has tomado la molestia de buscarme? Además si soy tan escurridizo no te habrá sido sencillo. ¡Ay ay ay ay! - sentí como los pies se me levantaban del suelo. El mismo que me había atizado me levantó del suelo por las aletas de la espalda - ¡Duele, duele, duele! - A pesar de que intenté zafarme no lo conseguí.
-Si vuelves a interrumpirme serás pescado a la brasa. Eso sí, antes él se asegurará que adornes esa insulsa pared durante un rato. ¿Entendido?
Asentí.
-Ya me has hecho perder demasiado tiempo. Mañana a esta hora quiero que me traigas toda la recaudación de la caja del restaurante más grande de la zona industrial del Reino de Goa.
-¿Y cómo se supone que voy a hacerlo?
-Ese es tu problema - dijo encogiéndose de hombros - Pero si no lo haces serás un bonito cuadro de esta habitación. Mañana por la noche, aquí mismo - se levantó, caminó hacia la puerta, la abrió con delicadeza, salió y justo detrás de él sus esbirros cerrando la puerta, no sin antes lanzarme contra la cama con violencia.
A duras penas descansé esa noche. La adrenalina del momento me desveló por completo. ¿Cómo se suponía que iba a conseguir aquello? Desde luego mi aspecto no era precisamente discreto. Tampoco conocía a nadie que me pudiera colar allí así que estaba completamente en blanco. Sin embargo debía pensar algo y rápido. Marcharme de allí sería la mejor opción, sin embargo sería pan para hoy y hambre para mañana, pues si me había encontrado una vez, volvería a hacerlo. Estaba seguro. Siempre podía quedarme en el fondo del mar un tiempo, pero me negaba a vivir exiliado por un mono sin pelo y escamas. A la mañana siguiente emprendí la marcha al Reino de Goa con la esperanza de encontrar alguna forma. A media mañana ya había rodeado todo el restaurante y no tenía ninguna forma de entrar, coger el dinero y salir. Mucho menos sin ser visto y capturado. La tarde avanzó y comencé a ponerme ligeramente nervioso. ¡Tenía que pensar algo!
-¡Eeeeeh! - mis pies se levantaron del suelo en un momento que ya había vivido el día anterior - ¿Podrías parar de hacer eso? - pregunté dolorido.
-¿Y bien? - dijo el hombre.
-Aún no sé como conseguirlo. ¿No te sirve que sea mañanaaaaaaa - el sonido de mi espalda estampádose contra un árbol no fue agradable. Al menos para mí, como tampoco el súbito impacto contra el tronco.
-¿Disculpa? - el gorila volvió a venir a por mí. Sin embargo aquel trance me dio una idea.
-Espera, espera, espera - dije poniendo el árbol entre el hombre y yo - Se me acaba de ocurrir una idea. Pero voy a necesitar vuestra ayuda.
El hombre enarcó una ceja - Te escucho.
-Mira, cuando cierren uno de esos gorilas que controlas - el hombre dio un par de pasos ofendido - me lleva por la parte trasera en una caja como las de pescado. Que diga que es el pedido de última hora para la comida del día siguiente. Yo me haré el muerto y cuando todos se hayan ido, robo el dinero. ¿Qué te parece?
-Que podría funcionar…
-¡Nosotros no hemos pedido esto! ¿Quiénes sois vosotros?
-Somos los que estamos perdiendo el tiempo con un inepto como tú. Pero está bien, ¿no lo quieres? Pues no lo llevamos. Eso sí, mañana no quiero llantos y quejas cuando se lo hayamos vendido a otro restaurante y os hayáis quedado sin esta exquisitez del North Blue.
-Está bien, está bien - dijo el camarero viendo peligrar su trabajo. De golpe había perdido toda gallardía y confianza - Dámelo. Lo pondré en la nevera.
-¡Barbas silúricas! ¡Qué frío hace aquí dentro! ¿Cuándo escamas se van? - susurré para mis adentros. De manera inconsciente comencé a tiritar - Que se vayan ya… Vamos… Venga… - abrí la puerta de la nevera de una patada - ¡Escamas qué frío! - dije ahora que estaba a solas. Comencé a correr por la cocina para entrar en calor durante por lo menos diez minutos - ¡Ahora a trabajar!
Busqué en el restaurante la recaudación del día. No me resultó excesivamente difícil encontrarlo ahora que podía campar a mis anchas por allí - ¡Ualá! - dije al ver la cantidad. Sin pensarlo demasiado tomé todo y me dispuse a salir. ¿Sabrían cuánto había? Tomé una pequeña parte y la puse en una bolsa grande. Llené tres cuartas partes con cáscaras de moluscos y alguna que otra arandela y tornillos. Encima de todo el dinero, creando la ilusión de que toda la bolsa era dinero. El resto la puse en una caja que encontré por allí, la llené con las monedas y billetes y después puse algo de comida encima hasta se tapó por completo el dinero. Tuve la precaución de poner también conchas de moluscos por si aquello se movía justificar el sonido. Cerré la caja y puse rumbo a la taberna en la que me alojaba. Si todo salía bien, en unos días todo aquel dinero sería para mí.
-¿Ya lo tienes? - la voz del tipo me sobresaltó. ¿Por qué siempre aparecía de la nada?
-Sí, mira - moví la bolsa para hacer sonar el dinero.
-¿Y esa caja?
-Comida. No iba a dejar pasar la oportunidad de conseguir un montón de comida gratis. ¿Quieres mirar? - pregunté entreabriendo la caja.
-Por favor…
¡Escamas! -pensé. No contaba con que el tipo quisiera ver el contenido, pero suponía que era normal dados los acontecimientos. El mastodonte se acercó y vió el montón de pescado y sobras.
-¿Eso no es canibalismo? - preguntó dejándome escuchar su voz por primera vez. Era grave. Muy grave. E intimidante.
Me encogí de hombros y asintió al jefe.
-Esta bien. Nos marchamos.
Dijo llevándose consigo la bolsa. De camino a la taberna me detuve un tiempo en el bosque. Busqué varias referencias que más tarde me permitieran regresar a ese mismo punto con exactitud, cavé un agujero profundo y enterré la caja, justo después de sacar algo de dinero y comida para mí. El resto de la comida la tiré por la zona para que los animales dieran buena cuenta de ella. Finalmente, marqué los árboles a nivel del suelo para que fuesen menos reconocibles las marcas, pero me pudieran identificar el lugar exacto y me marché de allí sabiendo que había dejado a buen recaudo un montón de dinero.
Sentí la arena adherirse a mis palmeados pies. El pez de la mano ya había dejado de moverse hacía unos segundos al haberse asfixiado por completo, supuse. Podría haberme sentido mal por arrancarlo de la protección de Neptuno, pero yo también necesitaba protección en este vasto mundo y ya tenía lecciones suficientes para haber aprendido que si yo no cuidaba de mí mismo, nadie más lo haría. Y eso haría a toda costa. Caminé con calma, dejando las huellas en la arena cada vez más seca a medida que me alejaba de la costa. Del mismo modo, la arena más seca drenaba humedad a la más mojada, haciendo que poco a poco todos los granos se fueran cayendo de mis pies. Además mi piel no era como la de los humanos, por lo que este proceso tomó menos tiempo. Como no podía ser de otra manera, mi piel estaba adaptada al medio acuático. A medida que me alejaba del mar, el rumor de las olas se iba haciendo más tenue, hasta quedar tan solo en un susurro difícil de distinguir del viento acariciando las hojas de los árboles. Con la misma calma que dominaba la noche, me interné en el bosque que tenía frente a mí sin preocuparme de nada.
Antes de darme cuenta ya había cruzado el bosque y las primeras luces de Villa Fusha brillaban entre los troncos de los árboles y hojas de los arbustos. Nada más salir del bosque noté el cambio en el aire. De repente el ambiente se había vuelto algo más cálido y seco. También menos cargado y ligero. La densa vegetación absorbía la radiación solar, impidiendo que la zona se calentase demasiado. Del mismo modo y al mismo tiempo, también impedía que el aire circulase libremente, haciendo que se estancarse y creará una ligera sensación de sofoco. De no haber sido porque ya tenía el alojamiento cubierto esa noche habría dormido en el fondo marino, acurrucado en cualquier recoveco y mecido por las tranquilas y suaves corrientes costeras. Pocos minutos más tarde ya cruzaba el umbral de la posada en la que me había hospedado. En ella prácticamente todo el mundo dormía, salvo los más trasnochadores cuyas luces todavía brillaban en la oscuridad de la noche como las luciérnagas en el bosque.
-Al fin regresas. He de admitir que para ser tan pequeño eres bastante escurridizo.
Ante mí y sentado a los pies de la cama había una silueta oscura. No era demasiado corpulenta, ni intimidante, pero su tono de voz era sombrío y amenazante. Además, esa voz me resultó vagamente familiar, pero no sabía ubicar dónde o porqué.
-¿Quién escamas eres tú? - pregunté antes de girarme al escuchar la puerta cerrarse lentamente.
A mí espalda había otras dos siluetas, estas sí considerablemente corpulentas. Dudaba seriamente que ninguna de ellas hubiera podido entrar de frente por la puerta debido a su estrechez. Como fuera, allí estaban, cortándome el paso.
-El que te hizo un préstamo, el cual vengo a cobrar.
-¿Un préstamo? ¡Yo no he pedido ningún préstamo!
Aquel tipo sonrió burlón.
-¿Y la otra noche en el Baratie? Ya sabes, cuando viniste a preguntarme la hora y de paso hiciste que pagara la cuenta de todos tus amigos.
¡De eso me sonaba! - ¡Ah, eres tú! No me digas que no fue ingenioso… - repliqué algo divertido por la ocurrencia que tuve.
-Sí que lo fue. Lástima que se la hicieras a quién no debieras. No tengo demasiado tiempo así que…
-¿Te mueres? - pregunté interrumpiendole - ¡Auch! - uno de los gorilas de mi espalda me pegó un bofetón en el cogote - ¡Pica! - dije frotándome el lugar para aliviar el picor.
-Como decía, no tengo demasiado tiempo que perder con alguien tan insignificante como tú, así que…
-¿Si soy tan insignificante por qué te has tomado la molestia de buscarme? Además si soy tan escurridizo no te habrá sido sencillo. ¡Ay ay ay ay! - sentí como los pies se me levantaban del suelo. El mismo que me había atizado me levantó del suelo por las aletas de la espalda - ¡Duele, duele, duele! - A pesar de que intenté zafarme no lo conseguí.
-Si vuelves a interrumpirme serás pescado a la brasa. Eso sí, antes él se asegurará que adornes esa insulsa pared durante un rato. ¿Entendido?
Asentí.
-Ya me has hecho perder demasiado tiempo. Mañana a esta hora quiero que me traigas toda la recaudación de la caja del restaurante más grande de la zona industrial del Reino de Goa.
-¿Y cómo se supone que voy a hacerlo?
-Ese es tu problema - dijo encogiéndose de hombros - Pero si no lo haces serás un bonito cuadro de esta habitación. Mañana por la noche, aquí mismo - se levantó, caminó hacia la puerta, la abrió con delicadeza, salió y justo detrás de él sus esbirros cerrando la puerta, no sin antes lanzarme contra la cama con violencia.
A duras penas descansé esa noche. La adrenalina del momento me desveló por completo. ¿Cómo se suponía que iba a conseguir aquello? Desde luego mi aspecto no era precisamente discreto. Tampoco conocía a nadie que me pudiera colar allí así que estaba completamente en blanco. Sin embargo debía pensar algo y rápido. Marcharme de allí sería la mejor opción, sin embargo sería pan para hoy y hambre para mañana, pues si me había encontrado una vez, volvería a hacerlo. Estaba seguro. Siempre podía quedarme en el fondo del mar un tiempo, pero me negaba a vivir exiliado por un mono sin pelo y escamas. A la mañana siguiente emprendí la marcha al Reino de Goa con la esperanza de encontrar alguna forma. A media mañana ya había rodeado todo el restaurante y no tenía ninguna forma de entrar, coger el dinero y salir. Mucho menos sin ser visto y capturado. La tarde avanzó y comencé a ponerme ligeramente nervioso. ¡Tenía que pensar algo!
-¡Eeeeeh! - mis pies se levantaron del suelo en un momento que ya había vivido el día anterior - ¿Podrías parar de hacer eso? - pregunté dolorido.
-¿Y bien? - dijo el hombre.
-Aún no sé como conseguirlo. ¿No te sirve que sea mañanaaaaaaa - el sonido de mi espalda estampádose contra un árbol no fue agradable. Al menos para mí, como tampoco el súbito impacto contra el tronco.
-¿Disculpa? - el gorila volvió a venir a por mí. Sin embargo aquel trance me dio una idea.
-Espera, espera, espera - dije poniendo el árbol entre el hombre y yo - Se me acaba de ocurrir una idea. Pero voy a necesitar vuestra ayuda.
El hombre enarcó una ceja - Te escucho.
-Mira, cuando cierren uno de esos gorilas que controlas - el hombre dio un par de pasos ofendido - me lleva por la parte trasera en una caja como las de pescado. Que diga que es el pedido de última hora para la comida del día siguiente. Yo me haré el muerto y cuando todos se hayan ido, robo el dinero. ¿Qué te parece?
-Que podría funcionar…
-¡Nosotros no hemos pedido esto! ¿Quiénes sois vosotros?
-Somos los que estamos perdiendo el tiempo con un inepto como tú. Pero está bien, ¿no lo quieres? Pues no lo llevamos. Eso sí, mañana no quiero llantos y quejas cuando se lo hayamos vendido a otro restaurante y os hayáis quedado sin esta exquisitez del North Blue.
-Está bien, está bien - dijo el camarero viendo peligrar su trabajo. De golpe había perdido toda gallardía y confianza - Dámelo. Lo pondré en la nevera.
-¡Barbas silúricas! ¡Qué frío hace aquí dentro! ¿Cuándo escamas se van? - susurré para mis adentros. De manera inconsciente comencé a tiritar - Que se vayan ya… Vamos… Venga… - abrí la puerta de la nevera de una patada - ¡Escamas qué frío! - dije ahora que estaba a solas. Comencé a correr por la cocina para entrar en calor durante por lo menos diez minutos - ¡Ahora a trabajar!
Busqué en el restaurante la recaudación del día. No me resultó excesivamente difícil encontrarlo ahora que podía campar a mis anchas por allí - ¡Ualá! - dije al ver la cantidad. Sin pensarlo demasiado tomé todo y me dispuse a salir. ¿Sabrían cuánto había? Tomé una pequeña parte y la puse en una bolsa grande. Llené tres cuartas partes con cáscaras de moluscos y alguna que otra arandela y tornillos. Encima de todo el dinero, creando la ilusión de que toda la bolsa era dinero. El resto la puse en una caja que encontré por allí, la llené con las monedas y billetes y después puse algo de comida encima hasta se tapó por completo el dinero. Tuve la precaución de poner también conchas de moluscos por si aquello se movía justificar el sonido. Cerré la caja y puse rumbo a la taberna en la que me alojaba. Si todo salía bien, en unos días todo aquel dinero sería para mí.
-¿Ya lo tienes? - la voz del tipo me sobresaltó. ¿Por qué siempre aparecía de la nada?
-Sí, mira - moví la bolsa para hacer sonar el dinero.
-¿Y esa caja?
-Comida. No iba a dejar pasar la oportunidad de conseguir un montón de comida gratis. ¿Quieres mirar? - pregunté entreabriendo la caja.
-Por favor…
¡Escamas! -pensé. No contaba con que el tipo quisiera ver el contenido, pero suponía que era normal dados los acontecimientos. El mastodonte se acercó y vió el montón de pescado y sobras.
-¿Eso no es canibalismo? - preguntó dejándome escuchar su voz por primera vez. Era grave. Muy grave. E intimidante.
Me encogí de hombros y asintió al jefe.
-Esta bien. Nos marchamos.
Dijo llevándose consigo la bolsa. De camino a la taberna me detuve un tiempo en el bosque. Busqué varias referencias que más tarde me permitieran regresar a ese mismo punto con exactitud, cavé un agujero profundo y enterré la caja, justo después de sacar algo de dinero y comida para mí. El resto de la comida la tiré por la zona para que los animales dieran buena cuenta de ella. Finalmente, marqué los árboles a nivel del suelo para que fuesen menos reconocibles las marcas, pero me pudieran identificar el lugar exacto y me marché de allí sabiendo que había dejado a buen recaudo un montón de dinero.