Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Diario] Un nuevo comienzo
Lawliet D. Giorno
El Iceberg de la Marina
Verano 724, Isla Kilombo

El sol de la tarde brillaba intensamente sobre la isla Kilombo, envolviendo todo con un calor que parecía palpitar en el aire. Lawliet D. Giorno, con su característico andar decidido y una mirada afilada, subía por la colina que llevaba a la imponente Base G-23 de la Marina. A lo lejos, la fortaleza se alzaba robusta y dominante, sus paredes de piedra reflejando destellos bajo el sol. A pesar del calor, una ligera brisa del mar mitigaba el ambiente, agitando levemente los mechones rubios de su cabello.

El sonido de las gaviotas resonaba en el aire, acompañando el crujido de la gravilla bajo sus botas. El paisaje a su alrededor era tranquilo: el mar se extendía hasta el horizonte con una calma engañosa, y las colinas verdes daban un aspecto de paz que contrastaba con las tensiones diarias que se vivían en la base.

Mientras subía, su mente no estaba en la vista ni en el clima, sino en lo que le esperaba dentro de aquellas murallas. Aún le resultaba extraño caminar hacia esa estructura que representaba tanto la disciplina como el estilo de vida que tanto conoce de la Marina. Los almacenes, las zonas de entrenamiento y los patios interiores lo aguardaban, llenos de actividad, de gritos de órdenes y del sonido metálico de las armas entrenando a los nuevos reclutas. Giorno, sin embargo, siempre había preferido los momentos de calma como este, antes de sumergirse de lleno en las responsabilidades del día.

A medida que se acercaba a las puertas principales de la base, los guardias apostados en la entrada lo reconocieron como el nuevo invitado, un translado de Loguetown. Su reputación como un Suboficial eficiente y competente lo precedía, pero también esa aura intimidante que mantenía a la mayoría a distancia.

Gracias por permitirme la entrada.

El calor del sol apenas se filtraba en los rincones de la base, donde las sombras de las torres y las murallas proporcionaban un respiro del clima. Pero para Giorno, lo que se avecinaba no era un descanso, sino una nueva historia en el complejo entramado de su deber en la Marina, donde su destino aún permanecía por ser escrito.
#1
Lawliet D. Giorno
El Iceberg de la Marina
La vida en la Base G-23 era distinta, pero para Lawliet D. Giorno, estar en la Marina no era algo nuevo; era lo que siempre había conocido. Desde su infancia en el orfanato patrocinado por la Marina en Loguetown, Giorno había soñado con llevar el uniforme y ser parte de algo más grande. Ahora, con ese sueño realizado, no sentía nervios ni incertidumbre sobre su rol como Marino. Lo que sí estaba empezando a sentir era cómo esta nueva base se iba transformando lentamente en su nuevo hogar.

Paseaba por las barracas con pasos seguros, observando los rostros familiares y nuevos que lo rodeaban. Los marinos de la G-23 ya lo reconocían y lo saludaban con respeto, aunque algunos de los oficiales más veteranos aún parecían evaluarlo con la mirada. Giorno devolvía los saludos con un leve gesto de la cabeza, acostumbrado a la jerarquía y a los formalismos de la vida en la Marina. Aunque la estructura y las rutinas de la base eran similares a las que había conocido en Loguetown, G-23 tenía su propia esencia, una vibra de mayor responsabilidad en el aire.

Esa mañana, frente al espejo, había ajustado su nuevo uniforme de la base. El emblema de la G-23 brillaba en su pecho, un símbolo de que ahora formaba parte de algo más importante que cualquier cosa que hubiera conocido antes. Aunque había llevado el uniforme de la Marina desde hace años, este nuevo distintivo lo hacía sentir una conexión diferente. Mientras se ajustaba el cuello y verificaba que todo estuviera en su lugar, no pudo evitar sonreír levemente. Estaba donde siempre quiso estar, pero eso no significaba que se quedaría quieto. Su ambición por demostrar su valor seguía intacta.

A medida que caminaba por los pasillos, pasando por las áreas comunes donde los marinos entrenaban y compartían momentos de camaradería, Giorno se sentía más cómodo. Sabía cómo funcionaban estos entornos, pero estaba aprendiendo los pequeños matices que diferenciaban la G-23 de su antiguo hogar en Loguetown. Cada saludo, cada interacción con los oficiales y soldados, le recordaba que, aunque ya estaba acostumbrado a la vida como Marino, este era un nuevo capítulo. Uno que lo motivaba a destacarse aún más.

Mientras recorría los patios de entrenamiento, notaba cómo su presencia ya era reconocida entre los suyos. La base, que al principio parecía un lugar distante y un poco ajeno, comenzaba a sentirse como un verdadero hogar. Giorno sabía que había mucho que demostrar, no solo a sus superiores, sino también a sí mismo. Y no podía esperar para hacerlo.
#2
Lawliet D. Giorno
El Iceberg de la Marina
Al día siguiente, Giorno despertaría antes del amanecer. La rutina de la base comenzaba temprano, pero él deseaba llegar antes que nadie al patio de entrenamiento, prepararse ante las circunstancias de un nuevo era clave para superarse a sí mismo. Se colocó su uniforme y salió de su dormitorio mientras el sol apenas asomaba en el horizonte.

Al llegar al patio, encontraría un silencio absoluto. Las luces aún no estarían encendidas, y el frío de la madrugada impregnaba el ambiente. Giorno respiró profundamente, aprovechando la soledad del momento. Comenzó su entrenamiento habitual, corriendo en torno a la pista y practicando movimientos básicos con el bastón que siempre llevaba. La familiaridad de la rutina lo hacía sentir en control, y cada paso que daba parecía fortalecer la convicción de su propósito en la G-23.

No pasó mucho tiempo antes de que otros marinos comenzaran a llegar al patio. Algunos de ellos lo observaron con curiosidad y sorpresa; no esperaban ver a un Suboficial entrenando tan temprano y con tanta dedicación. Entre ellos, se encontraba uno de los oficiales más veteranos, uno de los capitanes de la base. Con una mirada crítica, el Capitán evaluaría el desempeño de Giorno desde lejos. Giorno advertiría su presencia, pero no dejaría que eso lo distrajera; al contrario, puso aún más empeño en cada movimiento, queriendo demostrar que estaba a la altura de cualquier expectativa, aún era muy nuevo en la base.

Al terminar su entrenamiento, se detuvo un momento para recuperar el aliento. En ese instante, el capitán se acercaría. Giorno, ¿verdad? Preguntaría el capitán. Giorno asintiría, enderezándose y haciendo un saludo formal.

Hay una misión de patrullaje en las afueras de la isla. Necesitamos un marino que conozca el terreno y no se detenga ante los primeros obstáculos. Parece que hoy es tu día de suerte.

Giorno tomó la hoja y asintió. Ser asignado misiones de la Marina para él siempre era un honor y una oportunidad para mostrar lo que podía hacer. Mientras el capitán se alejaba, Giorno miró la hoja y se enteró de que la misión consistía en una patrulla de reconocimiento en una zona cercana a un acantilado de la isla, donde se habían reportado movimientos sospechosos. Sin dudarlo, prepararía su equipo y, tras un rápido desayuno, se dirigiría al punto de encuentro.
#3
Lawliet D. Giorno
El Iceberg de la Marina
Otro día comenzaba en la base de la G-23, y, como de costumbre, Giorno se levantaba antes del amanecer. Su rutina diaria ya estaba grabada en su mente: el entrenamiento, el desayuno rápido y luego las tareas asignadas por sus superiores. La vida en la Marina era predecible, pero esa familiaridad era lo que le permitía a Giorno enfocarse en perfeccionar cada detalle de su desempeño. Así que, luego de prepararse y ponerse el uniforme, salió hacia el patio, donde otros marinos ya comenzaban a movilizarse también.

El bullicio matutino se mezclaba con el sonido de las armas de práctica y el murmullo de los grupos que se organizaban para las patrullas del día. A lo lejos, Giorno divisó a sus compañeros de entrenamiento y se unió a ellos para comenzar con los ejercicios de resistencia y combate básico. Los movimientos repetitivos y el sudor que corría le resultaban tranquilizadores. En este entorno, no había nada que temer, solo el compromiso de cada uno con su deber.

Tras el entrenamiento, Giorno y sus compañeros fueron llamados por el suboficial encargado del patrullaje. Sin ceremonia alguna, les entregó una hoja de misión simple: inspeccionar un área cercana al puerto y verificar algunos almacenes de suministros que, según rumores, habían sido visitados por personajes extraños en las últimas noches. Nada fuera de lo normal para ellos; solo otra tarea rutinaria en la vida de un marino. Giorno asintió, manteniendo la compostura, y partió junto a su grupo hacia el sector asignado.

A medida que avanzaban por el área del puerto, los tres marinos se dividieron para cubrir más terreno. Giorno revisó los almacenes con precisión, buscando cualquier señal de entrada forzada o actividad sospechosa. Sin encontrar nada fuera de lo común, anotó los detalles en su reporte y continuó el recorrido hasta reunirse nuevamente con sus compañeros. Al terminar la inspección, regresaron a la base para entregar sus reportes al suboficial.

De vuelta en la base, la jornada se desarrolló sin mayores sobresaltos. Giorno aprovechó el tiempo para pulir su técnica de combate y revisar algunos manuales de navegación en la biblioteca de la base, consciente de que, aunque los días pudieran parecer repetitivos, cada uno de ellos le acercaba un poco más a sus objetivos en la Marina. Para muchos, era solo otro día en la G-23; para Giorno, era otro paso en su interminable camino de superación.
#4
Lawliet D. Giorno
El Iceberg de la Marina
La rutina de Giorno continuaba con su acostumbrada disciplina hasta que, una mañana, un cambio inesperado rompería la monotonía. Mientras se preparaba para el entrenamiento, fue llamado a la oficina de uno de los tenientes más exigentes de la base, conocido por su capacidad para identificar el potencial en los reclutas y ponerlos a prueba.

Al llegar, Giorno saludó con firmeza y aguardó instrucciones. El Teniente, sin mirarlo, le entregó un sobre con el sello oficial de la Marina. Tienes una asignación diferente hoy, Suboficial Lawliet. Necesitamos que supervises a un grupo de marinos novatos en un ejercicio de patrullaje. No es tarea fácil; los chicos no tienen experiencia y necesitarán orientación para mantener el orden. Este entrenamiento será más largo de lo usual, así que asegúrate de que nadie se quede atrás. ¿Entendido?

Giorno asintió sin dudar. La idea de liderar, aunque fuera en una misión menor, lo motivaba. Era una prueba para ver si tenía lo necesario para inspirar y dirigir a otros, y no pensaba desaprovecharla.

Más tarde, en el punto de encuentro, se encontró con un grupo de seis jóvenes marinos que apenas disimulaban su nerviosismo. Algunos parecían no haber dormido bien y otros trataban de parecer más confiados de lo que realmente estaban. Giorno, manteniendo la compostura, los reunió y revisó las instrucciones: realizarían una patrulla completa de la costa norte de la isla, un terreno rocoso y accidentado donde se habían reportado avistamientos de barcos desconocidos en días recientes.

Con un tono firme, Giorno explicaría la ruta y las normas de seguridad. Al iniciar el patrullaje, se aseguraba de mantener el ritmo adecuado, revisando constantemente que todos siguieran el paso y estuvieran atentos al entorno. Uno de los reclutas resbalaría en una pendiente empinada y caería al suelo con un grito ahogado. Giorno, con su rostro serio, lo levantó. Caerte es un error que has cometido que puede costarte la vida y la de tus compañeros. Diría, un poco decepcionado. Pero esto servirá de lección. Levántate soldado. Mejor que ocurra esto aquí que combatiendo contra la escoria pirata. Ya estás advertido, debes ser fuerte para tus compañeros. La actitud firme y severa de Giorno serviría para marcar su tipo de liderazgo. No admitiría debilidad dentro de su grupo, a su vez, entendía que todo era preparación y Giorno se aseguraría de prepararse a sí mismo, y al resto de sus compañeros dentro del a Marina.

El grupo continuó el recorrido con una nueva determinación. Al final de la patrulla, regresaron a la base agotados. Al caer el Teniente le dirigió una breve sonrisa aprobatoria, un gesto que decía más de lo que cualquier palabra podía expresar. Giorno había hecho bien su trabajo.
#5


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