Hay rumores sobre…
... un algún lugar del East Blue los Revolucionarios han establecido una base de operaciones, aunque nadie la ha encontrado aun.
[Misión de Temporada] El Gato y el Ratón - Grupo B
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Todo estaba ocurriendo a una velocidad endiablada. Aquel tipo no era un cualquiera y lo haría notar de manera completamente inmediata. Airgid hizo de las suyas, utilizando sus nuevos poderes para quitarle aquella maza como el que le quita un juguete a un niño. Pero este niño podía partirles por la mitad. Sin embargo, el general, lejos de mostrar sorpresa, siguió atacando, viéndose Ragn en la tesitura de tener que defenderse de manera inmediata. — ¿Sabe lo que soy? — Era lento, el viejo era lento, Ragn pudo contemplar bien su movimiento, pero decidió otra cosa. Con cierto alo de sorpresa, frente al enemigo se formaron dos brazos de una tonalidad oscura, negruzca. Sin embargo ... La tonalidad interior no era ... ¿piel? Más bien los brazos materializados de Ragn tenían un color violeta. Fue un golpe seco, pero que el vikingo pudo detener antes de volver a ocultar su cuerpo con aquel gas invisible. Lo detuvo cambiando momentáneamente el gas al arsénico antes de que saltara, aplicándole el daño directo sin miramientos. Fue un abrir y cerrar de ojos, al saltar el tipo a por otras presas, Ragn volvió a cambiar su gas y a volverse nuevamente invisible. Por no decir que claro, al tenerlo delante uno podía intuir donde estaba, ¿pero ahora se estaba movilizando? era hora de jugar con eso de no tener presencia.

¿Era normal sentir esa emoción? Acababa de recibir un poderoso golpe, pero el Buccaneer estaba completamente emocionado. El canto de sirena (nunca mejor dicho) de su querida compañera se filtraba por sus oídos, llenando su energía por encima de la media. ¡Vamos joder! En el momento en el que Kudthrow se desplaza hacia las chicas, Ragn, aun en su estado elemental en el que nadie podía verlo, se elevó en el aire unos cinco metros. Lo haría destilando monóxido de Carbono, dejando cero rastros a su paso. Avanzó por el aire hasta quedarse justo sobre el cuerpo del general. La mole de gas inadvertido se posó a cinco metros sobre la cabeza de aquel enemigo y entonces comenzó la magia. Acompañaía la situación, un aumento de la intensidad en el cantar de Asradi, que tan solo ameritaba que llegase un golpe final sin miramientos. Ragn se movilizó rápido, todo lo que pudo para estar justo a tiempo ante la acción de Airgid. Buscaría combinar con la misma, usando un poderoso gas para ello.

El cuerpo de Rag comenzó a formarse (por defecto) al cubrir una de sus manos, la que se encontraba libre de daño, con un gas bastante llamativo. Era de un color amarillento. Era una esfera que lanzó sin pensarlo dos veces sobre la testa de su adversario, buscando, de esta manera, que chocara contra ella. ¿Qué peculiaridad había en aquello? bueno, Ragn era un avanzado usuario de logia, dentro de un perímetro determinado, era capaz de manejar el gas de formas bastante rebuscadas, como hiciera con anterioridad cambiando de uno a otro con soltura. Aquel ataque buscaría combinarse con la bestial ofensiva de su compañera rubia. Aquellos tres eran un gran equipo. La esfera al chocar sobre la cabeza, atraparía la misma en una nube de gas que duraría relativamente poco, pero suficiente para ser toca pelotas de narices. Era gas mostaza y al contacto con la piel producía quemaduras muy jodidas. ¿Qué lugar había peor para quemarse que la maldita cara? con aquello buscaría, además de provocarle daños, producir algún tipo de ceguera en el hombre (ya que no ve de donde viene el ataque, en principio). Por el momento, el ambiente áspero del lugar ... Aquel gas era perfecto.

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#41
Ubben Sangrenegra
Loki
El trayecto desde la destruida represa hasta el pueblo transcurrió en un inesperado momento de calma. Umibozu avanzaba con paso firme, cargando al resto del grupo en su enorme espalda. Para Ubben, esa breve pausa en medio de la batalla le permitió recoger sus pensamientos, aunque el dolor punzante en su hombro izquierdo no dejaba de recordarle el disparo que casi lo sorprende por completo.

Encendió un cigarrillo con dedos temblorosos, intentando disimular la creciente frustración. El humo ascendía en espirales lentas, como si en ese pequeño acto pudiera encontrar algo de paz. No era la primera vez que se encontraba herido en medio de un trabajo, pero la bala que atravesó en su hombro comenzaba a causar más que molestias. El movimiento de Umibozu dificultaba cualquier intento de vendarse la herida, y el peliblanco gruñía por lo bajo, con sus dedos nerviosamente digitando contra su pulgar, una y otra vez, incapaz de encontrar alivio. Su mente, inquieta como siempre, revolvía el recuerdo del maldito tipo que lo había disparado por la espalda. No había tenido tiempo de acabar con él antes de la retirada, y eso le corroía por dentro. Ubben odiaba dejar cabos sueltos. Su pierna no dejaba de moverse ansiosa, levantando y bajando el talón repetidamente, como si quisiera huir de la situación o mejor aún, volver y terminar lo que había comenzado.

La voz de Umibozu rompió el silencio que había comenzado a instalarse en su mente. —Cambio de planes, lurk. El que quiera ir al castillo ahora es el momento-lurk. Vamos camino al pueblo-lurk— anunció con su usual muletilla. La parada había llegado. Ubben bajó del lomo del wootan, aunque el impacto contra el suelo le hizo apretar los dientes... ese maldito hombro seguía molestando. Miró a su alrededor, tratando de ubicarse. Percival también descendió, avanzando en una dirección que parecía ser hacia el palacio. El peliblanco optó por seguirlo, aunque mantuvo una distancia prudente. No quería que notaran que estaban juntos, al menos no de manera tan evidente, sin embargo, en el proceso de mantener las apariencias, perdió de vista a Percival.

Chasqueando la lengua con disgusto, Ubben sacó su den den mushi. —Völva, aquí Loki. Voy en camino hacia ustedes— comunicó con voz serena, y al colgar, comenzó a avanzar de nuevo, siguiendo el camino lo mejor que pudo. A lo lejos, un leve susurro llegó a sus oídos, la inconfundible voz de la sirena, Asradi. Estaba cantando, y su voz en un claro llamado a la guerra se extendía como un suave susurro, guiando los pasos del peliblanco. No la tenía a vista, pero esa voz le daba una dirección clara. Antes de continuar su camino, Ubben se detuvo por un momento para atender su herida. No podía seguir con ese maldito agujero en el hombro causándole más dolor del necesario. Sacó un botiquín de su equipo y vendó la herida de bala. Sabía que no era una solución definitiva, pero al menos el vendaje le daría algo de alivio temporal, lo suficiente para seguir adelante sin que el dolor le distrajera.

Una vez asegurada la venda, el bribón de ojos dorados reanudó su marcha. El eco del canto de Asradi se hacía cada vez más claro, más cercano, y cuando finalmente divisó al grupo, los encontró en plena batalla. La melodía de Asradi resonaba con fuerza, una canción que parecía llevar consigo el rugido de los mares del norte, de aquellos fríos inviernos que Ubben conocía tan bien. Sintió cómo algo profundo se encendía dentro de él, un fuego que no había sentido en mucho tiempo. Era un himno, un llamado a la batalla que hacía latir fuertemente su pecho y que lo conectaba con sus raíces más olvidadas de su infancia en el norte, aquellas que había dejado atrás pero que nunca habían desaparecido del todo.

Sin poder evitarlo, Ubben comenzó a marcar el ritmo de la melodía golpeando su propio pecho con el puño, siguiendo el pulso del tambor que normalmente marcaría el tempo en un himno de guerra. Finalmente, incapaz de resistir más, alzó la voz y se sumó al canto de Asradi, como si estuviera respondiendo a un llamado ancestral que no podía ignorar... Ya la había escuchado cantar antes aquella canción.


Resumen
Relevantes
#42
Ray
Kuroi Ya
El general termina su secuencia de ataques, extrañado al haber sentido un inesperado dolor al entrar en contacto con ese gas de color violeta en el que se había transformado el vikingo. Cuando una esfera de gas amarillo rodeó su cabeza, su reacción fue instantánea, ya que su Observación le ayudó a verlo venir. Había comprobado ya en el pasado la clase de trucos que un usuario Logia podía guardar bajo la manga, por lo que recubrió su cabeza con su Haki y la sacudió velozmente para dispersar el extraño gas antes de que pudiera afectarle.

La rubia había sido capaz de esquivar parcialmente su puñetazo. Sus poderes eran llamativos, pudiendo levitar envuelta en energía eléctrica y atraer hacia sí el metal a su alrededor. Y, casi sin darle tiempo para reaccionar, una velocísima y feroz patada lanzada por ella se aproximó hacia él. Tanto que apenas pudo cruzar ante sí los brazos y envolverlos en su Armadura para tratar de detener su ofensiva. No obstante la rapidez de la revolucionaria fue tal que su defensa llegó ligeramente tarde y no fue todo lo eficaz que debería. La sorprendente fuerza del golpe superó su bloqueo, tumbándole en el suelo.

Las cosas pintaban mal para él. Se levantó tan rápido como fue capaz, tan solo para comprobar que el número de enemigos había aumentado con la llegada de dos personas que parecían conocer a los tres que inicialmente se habían enfrentado a él. Uno de ellos había comenzado también a cantar para enardecer los espíritus de sus compañeros. Como si no tuviera suficiente con solo uno de aquellos molestos músicos. El otro se acercaba hacia allí, aparentemente desde la dirección en la que se encontraba la presa, por lo que podría ser uno de los responsable de su destrucción.

Percival, según te acercas puedes ver la escena, en la que Airgid y Ragnheidr enfrentan al General Kudthrow, un hombre imponente tanto en cuanto a su tamaño como en cuanto a su presencia. Asradi canta, aportando coraje a sus compañeros y fortaleciendo sus espíritus, y Ubben, quien acaba de llegar, se ha unido a ella en su canción.

Todos podéis ver como Kudthrow se pone nuevo en pie, aunque algo en él da la sensación de haber cambiado. Su expresión facial es diferente, y transmite una serenidad que antes no parecía tener. Da la sensación de que ha alcanzado un estado superior y que, con ello, cualquier preocupación que pudiera existir en su mente acerca del combate en el que se encuentra ha desaparecido. Os mira a los cinco con suficiencia y, con un tono de voz firme pero tan calmado que hace que un escalofrío os recorra todo el cuerpo, os insta a atacarle:

- Vamos, venid a por mí.

Cosas y Números
#43
Percival Höllenstern
-
Stats


Virtudes y demás

Armas e Inventario


Al tiempo al que me aproximaba hacia el castillo, pude atisbar como Ubben tomaba la delantera desde mi diestra, probablemente por tener una mejor orientación que yo, o quizá simplemente por una mayor fortuna. Es cierto que yo me había habituado tanto a la marcha en Grey Terminal que a veces olvidaba como orientarme con mayor presteza en lugares donde la mierda no fuera la única característica formal de la arquitectura del lugar.
Tras ver a Ubben con presteza, me limité a seguirlo en silencio, mientras echaba mano de una de las esferas de mi chaqueta, y al poco rato, encontré a una pareja de revolucionarios hablando, una mujer con una ligera cojera, y un vikingo que retornaba de una extraña forma gaseosa a una forma mucho más bizarra, donde sus grandes dimensiones dejaban patente su fiereza.

Hmm vaya, y yo que quería perdérmelo – continué mientras acercándome y viendo como Ubben comenzaba a cantar al lado de... ¿Una sirena? ... La cual mantenía las distancias, reforzaba la epicidad de la escena que se cernía ante mí, y como notaba mi corazón más henchido de voluntad y de gracia, al tiempo al que me crujía los dedos con la mano libre.

No lo pensé realmente mucho más, solo me quedé unos segundos jugueteando con las bolas que había sacado en mi mano izquierda de forma similar a un malabarista y me vi impelido a lanzarme al ataque contra aquel feroz hombre que se anteponía entre la Armada Revolucionaria y su objetivo, un imponente hombre que ataviaba una ornamentada vestimenta militar llena de galones y cuya vejez solo era símbolo de su poderío.
Entonces, con un rápido giro de manos, lancé sendas bolas metálicas con un efecto que buscaba la cara de mi enemigo a una distancia aproximada de 30 metros.

Las Mates
#44
Asradi
Völva
Personaje


La voz de Asradi no solo había alcanzado, finalmente, el cúlmen, sino que sonrió ligeramente cuando una nueva voz conocida se unió a la de ella: Ubben. Miró con una mezcla de agradecimiento y admiración al pícaro de cabellera clara. A su compañero y a su amigo, mientras Ragn y Airgid se disputaban la batalla física con Kudthrow. Ya Loki le había dado el aviso por den den mushi, por lo que estaba prevenida al respecto. La sirena tomó aire un par de segundos cuando la belicosa tonada fue llegando a su fin pero que, sumada a la de Ubben, todavía permanecería un poco más en la consciencia y en el espíritu de los suyos.

Ahora que se fijaba, mientras cambiaba de melodía, era que no solo Ubben se había unido, sino también más gente de los revolucionarios. Igual no les prestó atención en ese momento, su concentración estaba totalmente puesta en lo que estaba sucediendo frente a sus narices. Frunció levemente el ceño y de nuevo ahora su atención se dirigió, expresamente, al General. O, más bien, Kudthrow acababa de convertirse en el blanco de su voz, o eso era lo que pretendía, al menos.

La vibración en sus cuerdas vocales y, por ende, en su tono de voz, cambió de manera progresiva y gradual.

Miró un momento a Ubben de reojo y dió un par de saltos para aproximarse más, buscando una cercanía un poco más segura.

Su deber era mantenerse ahí pero, sobre todo, servir de apoyo a sus aliados. Quizás no tenía la fuerza y la imponencia física de un gyojin, o de alguien tan grande como Ragn. O como Airgid, con esa apabullante seguridad.

Pero todavía podía serles útil de aquella manera.


Resumen

Estadísticas con Bonus
Técnicas utilizadas
Virtudes y Defectos



Inventario
#45
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
¡Por qué no caía! Aquel tipo era tremendamente duro, evadió el gas mostaza con una facilidad compleja la mar de extraña. Poseía un haki bastante más elevado que el de Ragn, eso era más que obvio. El nativo de Elbaf estaba comenzando a estar hasta las pelotas de que nada le hiciera nada (desde su percepción) su cuerpo le pedía dar todo lo que podía, viendo llegar el final.

Estaba a unos cinco metros en dirección al cielo, contemplando las consecuentes adversidades que le rodeaban al pobre de Kudthrow. cada vez tenía más frentes, ¿no estaba dando cuenta que aquello no le llevaría a nada? — Hay hombres fuertes que serían terriblemente útiles si pensaran antes de hacer las cosas. — Era gracioso que pensara eso, por que él entraba dentro de ese grupito. Airgid fue todo lo bestial que le fue posible en la embestida, pero después de hacerla no se detuvo la acción ahí. La sirena entonó otra canción, que se solapó con otro ritmo. En los oído del vikingo se estaba montando una fiesta del Hel la mar de interesante. Inclinó todo su cuerpo en el cielo y donde deberían estar sus pies, las extremidades se juntaron, potenciando su velocidad todo lo que le permitía físicamente aquella akuma. El gas se entremezcló formando un vórtice de propulsión.

El brazo derecho de Ragn se iluminó nuevamente de un color violeta y también, se recubrió de aquel ya tan conocido tono negruzco que todos estaban usando en aquel encuentro. No las tenía todas consigo, sin embargo, Nosha nunca deja que Ragn avance solo. Otro hombre/mujer (no lo logra ver) arremete contra el general lanzándole a una velocidad fuera de lo normal una especie de esferas. Como si fura obra del destino, en plena caida hacia el general, las tripas comenzaron a rugirle. ¡Estaba hambriento!

¡Ahorrra! — La mitad de su cuerpo (superior) se tornó humana de nuevo. Sus ojos escaparon ligeramente hacia Airgid, con ella muchas palabras no eran necesarias, así que esperaba que entendiera solo con aquello. — ¡AQUÍ TENERRRR! — Gritó con toda la fuerza que pudo. Las venas colapsaban su gigantesco cuello, bombeando aceleradamente una sangre que hervía de pasión. Cuando estuvo realmente cerca de Kudthrow, golpeó, cerca. La técnica que estaba a punto de utilizar tenía una particularidad y es que emanaba una masa de aire poderosa hacia delante, debía acortar la mayor distancia posible, entrar en contacto. A decir verdad, los condicionantes que se estaban dando, le ayudaban.

El golpe llegó, buscando la parte alta de su cráneo. Todo el cuerpo de Ragn se movilizó a la máxima velocidad posible, soltando aquel brazo de semi gigante finalizando con un puño repleto de poder. La tensión de su brazo, que parecía estar hasta vibrando era acompañando con el gas que surgía de la extremidad como si pidiera proyectarse de alguna forma. Aquello presionaría con mucho poder el cuerpo del general hacia el propio suelo. De llegar a concluirse así el cuerpo [empuje] lo lanzaría contra el propio terreno a muchísima fuerza, abriendo una grieta que más parecería un ataúd. Aún así, si la rubia logró entender el "mensaje" su golpe se uniría a la ofensiva de la mujer, combinándose nuevamente a la perfección y dañando todavía más el cuerpo del anciano.

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#46
Airgid Vanaidiam
Metalhead
La sensación era tan única. El constante movimiento e intercambio de movimientos cada vez pesaba más en ella, entrecortando su respiración. Y a la vez, no podía pensar en otra cosa que no fuera continuar con la batalla, darlo todo de sí misma hasta quedar completamente agotada. Sentía la electricidad recorrer cada célula de su cuerpo, incentivando y potenciando cada nervio, invitándola a continuar peleando. Pero no estaba sola, contaba con la unión de sus compañeros. La tremenda fuerza de Ragnheidr, el apoyo incondicional de Asradi, y ahora la llegada de Ubben, el héroe. Su rival era duro, imponente y hábil en el arte de la batalla, pero ellos eran más y contaban con algo muy importante de lo que él carecía: la voluntad de la juventud. La nueva generación haciéndose paso, desplazando a un lado a las viejas glorias que ya habían tenido su momento de brillar. Marcando una nueva época.

La rubia se mantenía en el aire, levitando, electrizada y tremendamente equipada de metal en todas sus extremidades, observando cómo el general caía al suelo, poco antes de volver a levantarse. Todo pasaba a una velocidad vertiginosa: la melodía de Asradi cambió, Ubben se unió a la canción, un nuevo joven que no conocía le lanzó a Kudthrow una potente ofensiva, y entonces... La voz de Ragnheidr la llamó. Airgid ni si quiera necesitó mirarle para entender lo que quería decir: que atacasen a la vez en un último y poderoso golpe que acabara de una vez con aquel Comandante. Elevó su puño derecho, lo recubrió de haki, y sin perder un solo segundo más, recortó la poca distancia que le separaba de Kudthrow, abalanzándose sobre él al mismo tiempo que su enorme compañero.

Se compenetraron perfectamente, impactando ambas ofensivas al mismo tiempo. Los dos atacando puramente con sus puños potenciados con armas. La rubia esbozó una enorme sonrisa y no pudo evitar lanzarle una mirada furtiva a su compañero. Recordó cuando se enfrentaron entre ellos hacía unos pocos días y la tremenda vorágine de poder que desataron contra el terreno, levantando tierra, rocas, árboles. Recordó lo mucho que dolió el puñetazo del rubio, y lo reconfortante que había sido a su vez. Su corazón palpitaba lleno de motivación, rebosante de satisfacción. — ¡¡¡VAMOOOOSSSS!!! — Gritó, incapaz de contener su emoción, tratando de transmitírsela a sus amigos y compañeros.

OFF
#47
Ubben Sangrenegra
Loki
Asradi, con su peculiar gracia, se acercó al peliblanco, y aunque la situación no daba margen para distracciones, Ubben no pudo evitar sonreír brevemente. Aquellos pequeños saltitos de la sirena siempre le habían parecido graciosos. Sin embargo, la seriedad volvió a tomar el control de su rostro cuando Rag, el imponente Buccaneer gaseoso, empezó a manifestar su forma física una vez más. La transformación siempre era un espectáculo impresionante, pero esta vez, el cambio vino acompañado de un poderoso grito que resonó en los alrededores, seguido de un golpe tan violento que parecía sacudir el mismo aire.

Ubben sabía bien lo peligroso que Rag podía ser en combate y lo mismo se aplicaba a Airgid, cuyo poder en batalla también era de temer. Giró la cabeza ligeramente hacia Asradi, que seguía junto a él, y retomó el canto con aún más intensidad. Su voz se elevaba aún más fuerte, cada palabra resonando con el peso de sus propios recuerdos y batallas pasadas. Golpeaba su pecho con una fuerza que hacía eco con el pulso del canto, su puño chocando contra su cuerpo como si fuera un tambor de guerra. Era una experiencia cercana a un trance, como si la música lo arrastrara hacia un estado casi primitivo, un ritual antiguo que transformaba a los hombres en bestias dispuestas a destruir todo a su paso.

La sirena, a su lado, mantenía su propia melodía, mientras el peliblanco sentía que el tiempo comenzaba a ralentizarse. Ubben, sin dejar de cantar, movió su mano libre hacia su los bolsillos de la ropa de trabajador de la represa, donde descansaban varias de sus fieles senbon. Deslizó los dedos sobre ellas, sujetandolas con cuidado y manteniéndolas listas en su mano, junto con algo más que ahí llacía, preparándose para cualquier eventualidad. Si bien su canto lo conectaba con el fervor de la batalla, su mente nunca dejaba de estar alerta. No se permitiría ser sorprendido, y mucho menos dejaría que alguien se acercara a Asradi. Mientras su mirada recorría el campo de batalla, calculaba los posible movimiento de escape en caso de necesitarlos, ademas de trazar mentalmente un plan.


Resumen
Relevantes
#48
Ray
Kuroi Ya
Los ataques de los poderosos miembros del Ejército Revolucionario llueven sobre el veterano general. Los guerreros de la libertad, unidos en su empeño por devolver a los balleneros su medio de vida y evitar que las buenas gentes del Reino de Oykot queden sumidas en la miseria, se lanzan sin piedad sobre el anciano militar que, pese a su poder y su experiencia, se ve en grandes dificultades para ponerse a su nivel.

Primero llegan las esferas lanzadas por Percival, tan veloces y desde tan lejos que Kudthrow es incapaz de reaccionar a ellas. El dolor que siente es abrumador en el mismo instante en el que impactan contra su rostro. El terrible crujido de su mandíbula al romperse es estremecedor, y llena el aire por completo con un sonido brutal que deja muy a las claras el poder del golpe que ha recibido.

El viejo general es consciente entonces de que su destino está sellado. Haga lo que haga, sabe que no va a ser capaz de salir de allí con vida. La fuerza de los revolucionarios que tiene ante sí es demasiada para superarla en solitario. Pero no por ello piensa dejar de cumplir con su deber. Juró hacerlo hace muchísimos años, tantos que casi no recuerda otra vida. Y hace tiempo además que hizo las paces con la muerte. No la teme, pues ha tenido una larga vida y es plenamente consciente de que todo llega a su fin. Y más aún si ha de suceder en batalla, cayendo con honor en el cumplimiento de su promesa.

Así, ve venir al buccaneer hacia él y, sin mover ni un pelo, espera su llegada en posición de guardia. En un último esfuerzo, cuando su enemigo está lo suficientemente cerca lanza su puño al encuentro de su ataque con todas sus fuerzas, acompañándolo con un desgarrador grito de rabia que llena todo a su alrededor. La colisión es espectacular, y hasta el mismo suelo tiembla cuando los dos poderosos guerreros chocan. No obstante, en ese mismo momento otro impacto que el anciano no había podido ver venir impacta contra su cuerpo. El general siente cómo su cuerpo cede, cómo las fuerzas le abandonan y todo a su alrededor va tornándose negro hasta que, de repente, deja de sentir.

El viejo militar cae al suelo, inerte, cuando los últimos resquicios de vida abandonan su cuerpo. Los ciudadanos se miran entre sí, incrédulos. El hombre que había mantenido en orden bajo su férreo puño todo el reino durante décadas, asegurándose de que todo transcurría según los monarcas dictaban, caía ante ellos, incapaz de superar a los poderosos miembros del Ejército Revolucionario que había acudido en ayuda de las gentes de aquel país en su momento más crítico. Tras unos segundos de duda, de desconcierto, la multitud estalló en vítores y aplausos. Enardecidos por el valor de los guerreros que habían luchado por ellos, retomaron su avance y comenzaron a entrar en palacio, exigiendo entre gritos que sus demandas fueran escuchadas. Al fin tenían control sobre su propio destino, al fin el futuro volvía a ser brillante y esperanzador.

Cosas
#49
Percival Höllenstern
-
El sonido de la mandíbula de Kudthrow quebrándose bajo el impacto de mi esfera fue como una sinfonía de poder. Lo vi en su rostro: ese momento en el que comprendió que su tiempo había terminado. El viejo general, baluarte del orden y del yugo, caía bajo el peso del Ejército Revolucionario… y de mí. La muerte siempre llega, pero es mucho más dulce cuando la controlas tú.

Su cuerpo aún no había tocado el suelo cuando las masas estallaron en vítores, celebrando su victoria, creyendo que habían sido ellos los que habían cambiado su destino. Pobres almas. No sabían que sus esperanzas eran tan manejables como sus vidas, que sus gritos de libertad solo servían para darme más poder. Manipular a una muchedumbre enfervorecida es tan fácil como lanzar una esfera con precisión. Ellos vitorean, creen que están a salvo, que el día les pertenece, pero la Libertad si es un opio que puedes vender fácilmente al pueblo.

Caminé hacia la dirección donde yacía ya Kudthrow, ignorando las celebraciones a mi alrededor, absorto en la visión del premio que esperaba a cierta distancia de su cuerpo inerte: una imponente maza negra, adornada con afiladas púas. Un arma para un hombre que alguna vez fue temido, pero que ahora no era más que otra víctima de mi juego. Las masas no podían ver el verdadero propósito detrás de sus gritos y del estruendo de la batalla. Solo yo conocía la verdadera naturaleza de este combate.

Me acerqué con imponente porte, ante las masas que enarbolaban la Libertad como concepto único y que gritaban al unísono cánticos de victoria y con cierta calma, me agaché mientras dedicaba una mirada cómplice a los otros miembros que habían realizado la hazaña y sonreí, deslizando mis dedos por el mango frío de la gran maza. Sentí el peso del metal, como si cada centímetro de esa arma contara las historias de aquellos que fueron aplastados bajo su poder. Una herramienta de destrucción en manos equivocadas, pero en las mías… una nueva reliquia que añadiría a mi colección. Una más, de tantas que había reclamado en nombre de una victoria, pero una suerte de ritual para mí.

Mientras me incorporaba con la maza en mi mano, permití que los vítores siguieran llenando el aire mientras la alzaba como bandera. Era parte del espectáculo. Un pequeño gesto con la cabeza, una mirada calculada de agradecimiento hacia la multitud que me veía como un salvador. Lo necesitaban. Necesitaban a alguien que les diera la ilusión de control. Y yo, generoso como siempre, se lo ofrecía. Los dejaba creer que eran ellos los que habían derrotado a este símbolo del tirano. Qué conveniente, por otro lado.

El general yacía en el suelo, olvidado por las masas. Su maza, sin embargo, ahora me pertenecía. Un símbolo de poder que pronto usaría para recordarle a este mundo que el verdadero control no lo tienen los Nobles Mundiales, sino que hasta el hombre más pequeño podía portarlo.

Con un gesto, bajé el arma y con el brazo libre, di un gesto en ademán de presentación, con un giro elegante de dorso de mano y que reparaba en los otros artífices de esta victoria que estaban, al tiempo que ofrecía un rápido vistazo sobre ellos.

Primero, me fijé en la sirena, que me recordaba a alguien que vagamente había visto en Grey Terminal, una extraña, pero cuyas facciones me resultaban sumamente similares, lo cual me dejó algo perplejo. Esta había dejado su aria y noté cierta complicidad, dedicándole una mirada amable.

Le acompañaba el hombre de tez morena y cabellos blanquecinos que escondía su cara tras un tricornio, el cual había acompañado a la sirena en los armónicos y había desarrollado aquella deliciosa melodía que tanto me había inspirado. Pese a mi gesto pícaro cuando nos montamos sobre Umibozu, le dediqué un guiño de amistad, que quizá se podría equivocar con otra cosa, pero continué ligeramente violentado ante tal pensamiento.
Posteriormente, reparé en la mujer que cojeaba ligeramente, con su cabello oro y con un atuendo ajado, que había demostrado gran dominio en combate. Dediqué una casi imperceptible reverencia de amistad mientras presentaba con el brazo al siguiente.

Por último, un altísimo hombre rudo de nórdicos rasgos e indumentaria similar a la de un gladiador, que se había convertido recientemente en algún tipo de gas. ¿Un usuario tal vez? No lo sabía bien, pero sonreí con honestidad ante la mirada de júbilo por la victoria que todos portábamos en parte.

Éramos compañeros, aunque fuera la primera vez que me cruzaba con algunos de ellos, la victoria era algo que se podía compartir.

Camaradas, estos son vuestros héroes, los auténticos libertadores de Oykot — grité entonces para aumentar el fervor del pueblo, mientras reverenciaba al mismo con una inclinación de espalda en forma de saludo — pero vosotros sois los reales artífices de esta victoria. Los hombres y mujeres de Oykot que unidos, han derrocado esta tiranía — proseguí.

Resumen


Stats


Virtudes y demás

Armas e Inventario
#50


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