Hay rumores sobre…
... que en una isla del East Blue, hay un prometedor bardo tratando de forjarse una reputación. ¿Hasta dónde llegará?
[Misión de Temporada] El Gato y el Ratón - Grupo B
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Como en un coreografía perfecta, todos los revolucionarios presentes se coordinaron para ejecutar un último golpe, la guinda del pastel. Era extraño, mientras notaba cómo la vida escapaba del cuerpo del general a través de su puñetazo, sintió no solo poder y satisfacción por ver su objetivo conseguido. También notó... cierta tristeza. Al final, malo o bueno, era un hombre que moría bajo sus manos. Un hombre mayor y experimentado que habría combatido en innumerables batallas, ahora fallecía tras una sufrida batalla contra ellos. Algo en el interior de Airgid se removió al pensar en ello.

El público estalló en vítores y aplausos, el último obstáculo había sido derrotado y ahora tenían vía libre hacia el castillo. Muchos avanzaron, otros se quedaron, celebrando la victoria y alabando a los héroes. Airgid respiraba con dificultad, mientras volvía a tomar tierra, frente al general caído. Sus cabellos, antes revoloteando debido a la electricidad estática que emanaba su cuerpo, volvían a la normalidad. Deshizo la equipación metálica de sus extremidades, dejándola caer al suelo con su propio peso. Pasó unos segundos observando el cuerpo de Kudthrow en el suelo, ignorando la celebración, mordiéndose ligeramente la lengua. Entonces se acercó, solo un momento, agachándose junto a él, y con un gesto de respeto, pasó la mano derecha por sus párpados, cerrándolos. Fue en ese momento cuando finalmente sonrió, volviendo a alejarse.

Pero había algo de lo que Airgid no se había olvidado: la imponente maza que poseía. Fue en lo primero que se fijó de él, cuando nada más verle venir decidió que sería mejor quitársela. La había arrojado al interior del castillo, a través de una ventana que ahora se encontraba rota. Sin pensarlo mucho más, volvió a levitar, aproximándose a la ventana. En el aire, elevó el brazo derecho, localizándola y atrayéndola hacia ella de manera prácticamente instantánea. Era pesada pero refinada, poderosa, digna de un guerrero. Bajó a tierra mientras la empuñaba, como símbolo de la victoria, y el pueblo respondió a su gesto con aún más entusiasmo.

Una vez estuvo en el suelo, lanzó una mirada cómplice a sus amigos, sus compañeros de armas. Asradi, la maravillosa sirena que tanto se preocupaba por la salud del grupo; Ubben, el héroe que de no ser de él no habrían podido llegar tan lejos; y qué decir de Ragnheidr, para él cualquier palabra se quedaba corta. Finalmente reparó en la presencia de aquel joven moreno que les había ayudado a acabar con el general. No le conocía, pero observó su caballeroso gesto y la rubia le correspondió imitando su misma postura, con una sonrisa. Era un momento perfecto para dar un discurso, aquel hombre de hecho así lo hizo, otorgándoles a ellos el protagonismo. Pero ella no era buena con esas cosas, así que se limitó a celebrar junto al pueblo. Ese era más su estilo, gente como ella había sido siempre, personas humildes con trabajos normales. Ahora había escalado en poder, pero su corazón siempre sería el de una joven pueblerina de Kilombo con su pequeña ferretería.


OFF
#51
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El estómago del vikingo rugía. Lo hacía como si tuviera vida propia ... Necesitaba comer algo y lo necesitaba pronto.

Ragn sentía el peso de su responsabilidad al enfrentarse a Kudthrow, el veterano general que había dominado el Reino de Oykot durante décadas. Sabía que el anciano, pese a su avanzada edad, seguía siendo un enemigo formidable, y cada movimiento del combate resonaba con la historia de todas las batallas en las que el general había participado. Pero Ragn no vacilaba. Luchaba no solo por su causa, sino también por las personas que habían sufrido bajo el régimen que aquel hombre había ayudado a imponer. Y sobre todo, por el placer del combate. Bien podría haber muerto en aquel lugar, confiaba demasiado en su habilidad de logia, lo cual no era una buena señal. Detalles que no pasarían inadvertidos para el rubio, nunca más. Cuando lanzó su puño al encuentro del de Kudthrow, sintió la colisión como un terremoto. El aire pareció partirse con el impacto, el suelo bajo sus pies tembló, y por un segundo el mundo entero pareció detenerse. Aquello le recordaba a la pelea contra Airgid días atrás, donde ambos pasaron un límite en el cual la muerte no queda muy lejana. El choque fue brutal, el poder del general aún rivalizaba con el suyo (incluso en su estado), y por un momento, Ragn pensó que quizá no podría superarlo. Pero entonces lo vio, otro impacto invisible que golpeó al anciano por un flanco, una ráfaga rápida y precisa que la rubia había lanzado y que el viejo general no había podido prever. Ragn sintió cómo las fuerzas del hombre frente a él flaqueaban, y, sin poder evitarlo, vio cómo el cuerpo de Kudthrow cedía bajo el peso de los golpes acumulados.

El general cayó. Ragn no podía apartar la vista de él. A pesar de que el combate había terminado y que la victoria pertenecía al Ejército Revolucionario, lo que dominaba su corazón en ese momento no era euforia, sino respeto. Kudthrow había luchado hasta el último aliento, como un verdadero guerrero, como alguien que jamás había dado un paso atrás en su deber, por equivocado que estuviera su camino. Ragn sabía que aquel hombre no había temido la muerte, y que se había enfrentado a ella con honor. — Nosha ... Necesito hablar contigo. Dónde estás ... — El azul de su iris titubeaba al contemplar aquel cuerpo. Matarlo nunca había sido el objetivo, aunque pudiera parecer lo contrario por los gases que había utilizado, pero ahí estaba, sin vida. Era el tipo de sacrificios que Nosha demandaba con más intensidad, personajes de este perfil. De su perfil. Los gritos de la multitud comenzaron a llenarse de alegría. El pueblo, enardecido por la victoria, avanzaba hacia el palacio con ímpetu, listos para reclamar lo que les correspondía. Pero para Ragn, en ese instante, nada era tan importante como el cuerpo que yacía frente a él. Mientras observaba la escena, un ciudadano, cegado por la euforia, corrió hacia el palacio sin ver que estaba a punto de pisar el cadáver del general. En un gesto casi instintivo, Ragn se adelantó y empujó al hombre hacia un lado. — ¡Cuidado! — Le contestó con intensidad y, sorpresivamente, con una pronunciación perfecta, sin agresividad, pero con firmeza. El ciudadano se detuvo, sorprendido, y Ragn, inclinándose hacia el cuerpo sin vida de Kudthrow, lo miró una última vez. — Pelearrr con ... Honorrr ... — Se dijo para sí mismo en un leve susurro. ¿La triste verdad? que el honor no existía para la mayoría de gente, ¿de qué sirve? ¿De qué le sirve a un trabajador explotado el honor? nadie le presta la atención que merece, pero guiarte por el aún en momentos donde no parecería ser útil, le daba el valor. Por mucho que hubiera sido su enemigo, aquel hombre no merecía ser pisoteado ni deshonrado en la muerte.

Luego, levantó la vista hacia el horizonte al tiempo que sacaba de su bolsillo otro de los trocitos de pollo envueltos en papel, el cual estaba destrozadisimo, pero se lo comió igual, de un bocado. La plaza frente al palacio de Oykot estalló en un clamor ensordecedor. Los civiles, aquellos que habían vivido oprimidos durante tantos años bajo el régimen férreo de Kudthrow y la monarquía, gritaban con júbilo, sus voces mezclándose en una mezcla de alegría pura y desbordante. Muchos levantaban los brazos al cielo, como si, por fin, pudieran respirar libertad. Otros se abrazaban, llorando sin contener las lágrimas que nacían de una emoción profunda, el sufrimiento de generaciones por fin parecía haber llegado a su fin. Las calles, que antes estaban cargadas de miedo y tensión, ahora vibraban con la esperanza. — ¡Lo logramos!— Gritaba una mujer entre sollozos, abrazada a su hija. — ¡Estamos libres!— Se escuchaba entre la multitud, mientras los hombres y mujeres se unían en cantos improvisados. El eco de su victoria retumbaba en las paredes del palacio, que había sido símbolo de poder y tiranía, pero que ahora sería testigo de su transformación. Las antorchas ondeaban en el aire y algunos comenzaban a bailar al ritmo de su propia celebración, movidos por la emoción de un futuro que, por primera vez, se sentía verdaderamente suyo. ¿Qué pasaría ahora? eso dependía poco del vikingo. Entre los gritos y el caos, surgía un nombre que empezaba a abrirse paso entre las voces de la multitud: — ¡Rubia! ¡Sirena! (inserte apodo de todos los revos)— Los ciudadanos empezaron a buscarlos con la mirada, querían ver a las mujeres y hombres que había jugado un papel clave en su liberación. Querían agradecerles, honrarles. Para ellos, Ragn y los miembros del Ejército Revolucionario eran más que guerreros, eran los héroes que les habían devuelto el control de sus vidas.

Un grupo de personas comenzó a avanzar hacia él, mientras otros se apartaban con reverencia, dándole espacio. Algunas personas, con los ojos todavía llenos de lágrimas, le ofrecían sus manos temblorosas, otras se limitaban a mirarlo, sin palabras, pero con una gratitud inmensa reflejada en sus rostros. A medida que Ragn caminaba entre ellos, con la sangre brotándole de la nariz sin freno, algunos se arrodillaban a su paso, como si su mera presencia fuese un recordatorio de la valentía y el sacrificio que había hecho posible ese día. ¿No era eso demasiado? al pasar por ahí, el rubio les levantaba a la fuerza, hasta que dejaron de hacerlo. Solo un dios merecería tales reverencias. De entre la multitud emergió una figura que Ragn reconoció de inmediato, un anciano de rostro curtido por el sol, con el andar lento y el cabello blanco que ondeaba bajo una gorra desgastada. Era el hombre del río, el mismo que horas antes había ayudado a Ragn a cruzar un complicado paso, cuando la corriente estaba traicionera y había amenazado con retrasarlo en su misión. Aquel hombre había aparecido de la nada en el momento justo, con una cuerda y unos consejos simples pero efectivos, permitiendo a Ragn seguir su camino hacia la batalla. El anciano se acercó despacio, apartando a los que se encontraban en su camino con un gesto amable pero decidido. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, levantó la vista y su mirada se encontró con la de Ragn. Sin decir nada al principio, el hombre simplemente asintió con la cabeza, sus ojos humedecidos por la emoción. Entonces, como si el peso de todo lo vivido lo empujara a ello, se inclinó profundamente ante el buccaneer, un gesto de respeto absoluto. Y que nuestro querido protagonista, le devolvió con gusto.

Gracias, hijo. — Alcanzó a decir el anciano con voz rasposa pero cargada de sinceridad. — No solo por lo que hiciste hoy, tú y los tuyos, sino por lo que vendrá después. Nos habéis dado la oportunidad de empezar de nuevo, de vivir libres.— Fue en ese instante ... Volvió a venirle la imagen del general, en plena batalla, pidiéndole a todos los revolucionarios que fueran hacia él. Volvió a pensar en la importancia tan grande que tenía el honor para unos y en lo extremadamente inútil que era para la mayoría de personas. ¿Merecía sentirse mal por la derrota deKudthrow? ¿Y el pesar de esta gente? ¿no merecía eso el respeto necesario? Fue un visto y no visto, su angustia por la pérdida del enemigo se esfumó con las palabras de aquel anciano hombre. Ragn, sorprendido por el gesto, intentó levantar al anciano por los hombros, sacudiendo ligeramente la cabeza. — No agacharrr ante mi. Serrr un esfuerrsso de todos. Tú también ayudarrr antes, y sin eso, no estarrr aquí ahorrrra.— Entonó un alegre tono, el que merecía la ocasión, y no la penumbra que destilaba. El anciano sonrió, con los ojos brillantes. — Yo solo te tendí una cuerda. Tú cruzaste el río y cambiaste el destino de todos nosotros.— Ragn no respondió de inmediato, sintiendo el peso de esas palabras. Para él, había sido una batalla, otra más, pero para el pueblo que lo rodeaba, era mucho más que eso. ¿Esto es lo que Tofun decía que era sentirse un revolucionario? Observó a la multitud que lo aclamaba, a las personas que celebraban y lloraban a la vez, y comprendió que lo que había sucedido ese día no era solo la caída de un general. Era el comienzo de una nueva vida para todos ellos. Ragn miró una vez más al anciano, y con un leve gesto de la cabeza, le devolvió el respeto que tan generosamente le había ofrecido. La batalla estaba ganada, pero para el buccaneer, los verdaderos héroes eran aquellos que ahora, en libertad, construirían un futuro mejor para el Reino de Oykot.

Alzó ambos brazos con toda la energía que le quedaba. Escuchó las palabras del tipo (Perci) que les había ayudado justo al final. No le conocía, le parecía haberlo visto en algún momento en las reuniones con los revos, sin ambrgo Ragn no tenía registro sobre él, de hecho, esta era la primera vez que le escuchaba hablar. De todos modos fue muy amable y humilde con aquellas palabras hacia ellos. Ragn solo tenía ganas de alzar la voz. — ¡¡GANAAAAAAAAAAAARRRR!! — Sorprendentemente todos a su alrededor gritaron junto al Buccaneer, liberando un poderoso grito de victoria que el rubio seguiría lanzando sin parar, ahora sí, con una alegría inmensa. Con tiempo ahora, pudo apreciar que también se encontraba cerca Ubben, al que llevaba todo el día sin ver. Ubben "el héroe" como se encargó de propagar Ragn entre la gente, para que se lo llamaran. Tal fue el caso que un grupo de gente fue hacia el tipo, cantandole "Ubben el héroe oe oe oe" como si estuvieran en el Camp Nou animando a Messi. Unos cracks si me preguntan. Cuando buscó a sus compañeras de batalla a la primera que encontró fue a Asradi a la que abrazó sin control de su fuerza. La mujer demostró una habilidad no vista hasta ahora con su voz, entonando cantos que ciertamente aumentaron el espíritu del vikingo en plena batalla. Hasta ese día solo creía que eran habladurías, pero joder ... Algo se sintió. Por último Airgid apareció con un regalo en sus manos. ¿Había ido en busca del arma que anteriormente lanzo por un ventanal del castillo? la tía no perdía la ocasión desde luego. Curioso fue ver que combinaron ataques, como lo hicieron en su combate del día anterior, donde prácticamente de la misma forma, se daban un criminal puñetazo el uno al otro, acabando el encuentro. Solo que esta vez usaron esa coordinación, en joder a otro.

Dentro de todo el jaleo, hoy nacía un grupo particular. Uno destinado a ... ¿Cambiar el mundo? por qué no.

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#52
Ubben Sangrenegra
Loki
El golpe definitivo llegó gracias al ataque combinado de los rubios, que terminó por poner fin a la tiranía de Kudthrow. La victoria indiscutible pertenecía al Ejército Revolucionario. Grupos de personas envalentonadas avanzaban a paso firme por el lugar, guiados por la esperanza y el reciente triunfo contra Kudthrow... Eran los pobladores de Okyot, quienes, liberados de la opresión, se dirigían con vigor hacia el palacio. El bribón de ojos dorados y cabellos blancos, dejó que su canto se desvaneciera al mismo tiempo que la sirena a su lado. Durante unos segundos, el eco del cántico y la adrenalina de la batalla persistieron en su cuerpo, pero cuando sus miradas se cruzaron, él no pudo evitar sonreír. Él inclinó ligeramente la cabeza y, con una mezcla de incredulidad y curiosidad, formuló una pregunta con su característica ironía.

La vida es extraña, ¿no?— dijo con una sonrisa cómplice, como si compartieran un chiste privado —Un momento estás tomando una cerveza en Kilombo, y al siguiente minuto te persigue una mafia mink, escapas de una isla, asistes a un matrimonio y te unes a una revolución armada.— Rió suavemente mientras resumía, de manera casi absurda, todo lo que había ocurrido en los últimos quince días. El tono de su risa era bajo, casi contenido, pero eso no importaba porque, justo en ese momento, el rugido victorioso de Ragn resonó como un trueno a su alrededor. El grito del rubio era tan potente que Ubben sintió cómo sus oídos casi zumbaban por el impacto sonoro, obligándole a taparse una de las orejas con una mueca de dolor que intentó disimular. A su alrededor, las emociones eran intensas. Algunos lloraban, liberados de la opresión, mientras otros celebraban con euforia. Para muchos, esta victoria era más que un golpe contra el tirano; era una segunda oportunidad.

Fue en medio de esa confusión que el bribón escuchó algo que lo dejó momentáneamente desconcertado. Cantos y vítores empezaron a elevarse, coreando su nombre... "¡Ubben el Heroe!"... La sorpresa lo golpeó de inmediato. La gente, en su euforia, comenzó a levantarlo, arrastrándolo entre la multitud. El peliblanco intentaba mantenerse en control, pero la situación se le escapaba de las manos. Su tapadera, que tanto había protegido, estaba a punto de venirse abajo. —¡Me llamo Hyagül, no Ubben!— gritó con todas sus fuerzas, su tono desesperado al sentir cómo la multitud ignoraba sus palabras y seguía vitoreando su verdadero nombre.

Pero por suerte, algunos lograron escucharlo. Un par de voces, entre las más cercanas, comenzaron a repetir "¡Hyagül! ¡Hyagül!" en lugar de Ubben. La confusión fue contagiosa, y pronto, el resto de la multitud se unió al nuevo canto, coreando el nombre falso que él había adoptado desde su llegada a la isla. La peluca negra que llevaba desde su arribo le ayudó mantener su identidad oculta y sostener su mentira por unos instantes más. Exhaló con alivio, sintiendo que su identidad seguía segura, al menos por el momento.

Desde su posición elevada en los brazos de la multitud, Ubben divisó a Ragn, quien apretujabaa Asradi con su desbordante alegría. A pesar de la escena caótica, se le hizo inevitable pensar que, después de todo, había terminado rodeado de un buen grupo. Unos segundos después, fue bajado, y aprovechó ese momento para acercarse a los demás. —Buena combinación— comentó, inclinando levemente la cabeza hacia Airgid, quien se encontraba observando a Ragn celebrando a su manera. Mientras contemplaba la escena, algo en su tono cambió, su sonrisa se volvió más sincera, como si por un momento el peso de las últimas semanas hubiera sido aligerado. —Me alegra que todo haya salido bien... y que hayamos salido completos de esta— Hizo una pausa, lo suficiente para que la tensión se disipara, y luego añadió, en un tono juguetón, pero con una sonrisa traviesa —Bueno… casi completos.— 

El comentario iba dirigido claramente a Airgid, cargado de humor negro, mientras observaba la faltante pierna de la rubia. Pero la risa de Ubben no duró mucho. La herida en su hombro, producto del disparo que había recibido, comenzó a latir con un dolor punzante, robándole la fuerza de su risa. Instintivamente, apretó su mano contra la herida, soltando un suspiro de resignación. —Ok. Me lo merecía— dijo, medio riendo entre dientes, a modo de disculpa, mientras intentaba suavizar la situación con una sonrisa adolorida. Ahora solo quedaba retirarse del lugar.

Cierre y Despedida
#53
Asradi
Völva
Y, por fin, la opresión cayó en el momento en el que el cuerpo de Kudthrow fue aniquilado por sus aliados, entre los vítores y la voz del pueblo. El pesado cuerpo del General cayó a plomo en el suelo después de que fuee abatido por los demás. La voz de Asradi había resonado hasta ahora, en últimas instancias junto con la de Ubben, y ahora se iba apagando poco a poco, en consonancia con la del chico. Al cual le dirigió una mirada amable y confiada, así como una suave sonrisa de la misma índole.

Tienes razón... — Tuvo que alzar levemente la voz para hacerse escuchar, ya que el rugido del pueblo, enardecido, ahora era todo un conjunto de gritos, silbidos y alegrías, así como lágrimas de la misma índole. — Han sido un par de semanas bastante moviditas. A decir verdad, nunca me esperé que todo fuese a escalar así. Aunque... — Le guiñó, entonces, un ojo al peliblanco. — … Una cerveza no me vendría nada mal ahora.

La verdad era que, seguramente, le sentase de lujo. Pero también le llenaba el corazón ver a aquella gente por fin libre de sus cadenas. Pudiendo ser capaces, ahora, de elegir su camino y su vida. Pareciese que iba a añadir algo más cuando, de repente, se vió alzada por los brazos de Ragnheidr.

¡Espera, espera, no apretujes! — Aunque lo decía más bien entre risas, contagiada por el buen ánimo del grandullón. Le dió una caricia en la mejilla, más similar a un par de palmaditas cariñosas. También dirigió una enorme sonrisa a Airgid cuando la vió regresar con el arma del General. Le dió un par de toquecitos a Ragn para que la bajase, aunque no sin antes devolverle el abrazo al de Elbaf, con todo el cariño y el respeto que sentía por él.

Gracias a todos los dioses que, a pesar de todo, había medido un poco su fuerza y no la había estrujado. Aunque le habían crujido un poquito los huesos de la espalda. Tendría que tener eso en cuenta por si alguna vez necesitaba un buen masaje. Aunque no pudo contener la risa cuando, de repente, la muchedumbre alzó a Ubben al grito de su nombre, algo que hizo paniquear al pobre bribón de ojos dorados. Finalmente, Asradi suspiró suavemente. Aunque solo había cantado para apoyar a los suyos, provocaba un gasto de energía en ella. No eran solo cánticos cualquieras. Eran rituales en toda regla para pedir por la ayuda de los ancestros y que éstes les concediesen la fuerza necesaria.

Aún así, estaba orgullosa del resultado. Eso era lo que importaba. No era muy amiga de las celebraciones o, más bien, de ser el centro de atención. No era algo que tampoco le convenía en demasía, pero ahora estaba un tanto contagiada por el ambiente festivo del lugar. Ahora, con los otros tres reunidos, se sintió aliviada. También se percató de la herida de Ubben en el hombro. Aunque su atención se fue, ahora mismo, a Airgid, a quien le sonrió de manera suave.

Hacéis una buena combinación y pareja, vosotros dos. — Les picó un poco, aunque lo que decía también era verdad. Ambos habían luchado como dos berserkers, con arrojo y aplomo. Había un brillo de respeto y admiración hacia ambos rubios.

Acto seguido, su mirada se desvió hacia el hombre caído. No había estado en el bando correcto, pero cada uno tenía sus ideales y Kudthrow los había defendido hasta el final de sus días. Se merecía respeto por eso. En silencio, Asradi alzó una pequeña oración hacia el General caído.

Dejemos que esta gente se encargue del castillo. En cuanto a ti... — Le dió un pellizquito a Ubben. — Vamos, hay que atenderte esas heridas. ¿Vosotros cómo os encontráis? — Preguntó, mientras les echaba un vistazo más exhaustivo.

Hoy habían hecho un buen trabajo, todos en general. Y tenía ganas de escuchar, también, los relatos del resto de los Revolucionarios.

Resumen

Estadísticas con Bonus

Vida: 570 / 570

Energia: 219 / 340
Virtudes y Defectos



Inventario
#54
Ray
Kuroi Ya
Damas, caballeros y aquellas personas que no sean ni una ni otra cosa. Todo en esta vida tiene un final, y esta Misión no iba a ser diferente. Os felicito por vuestro desempeño, tanto a quienes habéis estado desde el principio conmigo en este tema como a quienes os habéis unido a posteriori. Permitidme ahora que os deje un pequeño desglose de las consecuencias de vuestros actos:

- Objetivos: Convencer a Karina de apoyar con sus hombres vuestros movimientos, desviar el curso del río y, finalmente, asaltar el Palacio Real.
- Resultado: ¡Éxito!

  • Os habéis ganado la amistad de los balleneros, y en particular de Karina y Robson.
  • El cauce del río ha cambiado, inundando parte de la ciudad con la consiguiente destrucción de los edificios que encontró a su paso. Será necesario construir nuevos puentes para cruzarlo en estas zonas. Eso sí, parece que a cambio la pesca de salmones será especialmente fructífera este año en Oykot.
  • El General Kudthrow, el veteranísimo líder del Ejército Real de Oykot, ha perdido la vida en combate defendiendo los intereses de la corona. Será recordado como héroe o villano según a quién le preguntes, pero lo que está claro es que su ausencia deja un notable hueco al haber quedado el ejército descabezado.
  • Los ciudadanos entran en el Palacio Real con intención de hacer escuchar sus demandas y tener una negociación verdadera con los monarcas que suponga un cambio decisivo a mejor en sus vidas.
  • La situación política en Oykot es turbulenta. ¿Será la corona derrocada?¿Se escidirá el reino del Gobierno Mundial para pasar a encontrarse bajo la protección del Ejército Revolucionario? Nadie lo sabe con certeza, y tan solo con el paso de los días podrá decidirse este embrollo.
  • Los revolucionarios que han llevado a cabo El Plan con éxito obtienen un gran reconocimiento, pasando a ser conocidos por las gentes del país como Los Libertadores de Oykot.
  • Airgid consigue hacerse con el arma del General Kudthrow, una maza negra con múltiples púas (arma de impacto pesada tier 4).


Feedback y Notas
#55


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