Son Goku D. Namek
Dr. Goku
24-10-2024, 11:21 PM
Que vida la de uno, es importante admitir que cuando uno se convierte en adulto y se enfrenta a la realidad de la vida, se encuentra atrapado en el día a día. Cuando obtenemos un trabajo y nos volvemos peones en el juego infernal llamado capitalismo, es en esas circunstancias donde el cansancio, las pocas horas de sueño y la frustración por no haber cumplido nuestros sueños juveniles se hacen más palpables. ¿Cuántas veces no nos hemos dicho a nosotros mismos, "esto no es lo que quería hacer cuando creciera"?
Tal vez ese momento llegue cuando en el trabajo no hay nada que hacer, cuando todo está tan tranquilo que puedes respirar sin prisas. O tal vez llegue al final de la jornada, cuando el reloj marca la hora de irse a casa, y por fin puedes dejar de pensar en números, órdenes o documentos. O quizá, en medio de un cigarro bajo la fría luz de la luna, cuando todo parece tan insignificante que simplemente te pierdes en tus pensamientos. Es en estos momentos, donde los que escribimos en foros de rol interpretativo brillamos. Es ahí donde sacamos lo mejor de nosotros, donde conectamos con nuestra creatividad y nos sumergimos en mundos que creamos con cada palabra, con cada diálogo, con cada gesto de los personajes que interpretamos.
Es en este tipo de situaciones tan deprimentes, tan aburridas, en las que nosotros, con el sonido sutil de las teclas y la tenue luz del monitor, nos sentimos vivos. Nos adentramos en nuestras historias, dándole rienda suelta a nuestra imaginación, y es algo que nos mantiene cuerdos en medio de la rutina. Sacamos lo mejor de nosotros, empujamos hacia adelante, nos fusionamos con el teclado, le ponemos ganas a la pantalla y nos divertimos usando nada más que nuestra imaginación, el poder de nuestra lírica y el deseo de seguir adelante. Y es por esta clase de razones que, al ver a alguien escribir como su personaje llega a un estado deplorable, donde llega y la razón no es por una pelea o una aventura, sino por tener que hacer papeleo. Eso... eso es simplemente ironía, es algo casi poético y caotico, la contradicción más grande que se puede encontrar a la hora de entender que, sin importar qué, eres y siempre serás solo un trabajador más... Sin embargo, lo que quiero transmitir en esta historia, no necesariamente es este pequeño momento de vulnerabilidad, si no aquel detalle de una carpeta en especifico...
Goku no es la excepción en este mundo, su trabajo, al fin y al cabo, es un trabajo. No es solo alguien que va por ahí realizando misiones y concretando aventuras en nombre del gobierno o de su capitán sin antes detenerse y decir - Debo... - en voz baja, mientras esconde su cabeza entre los brazos, agonizando, casi al borde de las lágrimas, agotado y con solo un poco de energía en su sangre. Una taza de café adornaba su escritorio tan desordenado como él mismo. Solo estaba ahí, en aquella oficina improvisada dentro de una casa abandonada, una fachada y una cobertura tan sutil y tan rauda que aún no lograba entender quién, cómo y cuándo había creado ese lugar.
Sea como sea, la oficina era un lugar hermoso, simplemente espectacular, muy pulcra, muy ordenada, bajo una fachada donde literalmente solo a un muerto viviente se le ocurriría entrar. Un lugar inhóspito con dos habitaciones escondidas dentro de esta fachada, una única oficina reluciente de limpia y una enorme sala cuadrada de unos 5x5m, con un singular e incómodo inodoro en el centro, como si fuera para hacer del dos como un rey. La oficina, aunque pulcra y limpia al llegar, no tenía ni un solo papel por ordenar, ni una sola cosa por clasificar. Todos los archivadores estaban en su lugar, solo eran Goku y un manojo de 10 carpetas con un par de hojas cada una. Sin embargo, para cuando ya había pasado media hora, todos los papeles de la oficina se encontraban en cualquier lugar sobre la mesa, desordenados y desorganizados, un desastre administrativo del tamaño de un buque.
Su único trabajo era simplemente ordenar los documentos que traía y dejarlos sobre el escritorio para que su compañero del Cipher Pol supiera algo de él, sin tener que contactarse en persona, sin tener que conocerse en persona... Sin embargo, esto era un simple desastre. Primero que todo, ¿de dónde sacó Goku esa cantidad monumental de papeles? No parecían haber tantos. Y ahora, ¿cómo demonios en media hora revolvió todo y bajo qué criterio los estuvo organizando?
Se le veía escribiendo en una máquina de escribir montones de cosas, hablando consigo mismo por Den Den Mushi. Bueno, más que un Den Den Mushi, era simplemente un adorno que cogió dentro de su delirio. El tiempo pasaba y estaba completamente perdido, no sabía qué hacer. Se puso a lo suyo, recordando todos los casos que había tenido por el sector y más allá. Recordó aquel asesinato en el hotel donde salió disparado por una ventana con su objetivo - Oh... eso... eso fue... en una isla llamada... ¿Loguetown? Sí, algo así... No me recuerdo la fecha... - dijo, arrojando la carpeta sobre el escritorio. Luego tomó otra y dijo - Ah, sí, cierto, el caso de Pilaf... Bueno, ahí fue cuando me unieron a la organización - dijo Goku, sin saber que realmente su padre siempre lo mantuvo dentro del Cipher Pol, desde la cuna - Oh, ¿y qué otro caso tenemos por aquí? ¿Juanito el Malito? - dijo al mirar otra carpeta y abrirla - ¿Quién es este...? - dijo, sin recordar nada de lo sucedido ese día, al igual que el resto de sus casos - No... no lo recuerdo - decía mientras miraba la foto sin parar. La imagen era de un joven de pelo rojo y una mirada desafiante. Se notaba como un joven problemático, pero en el informe decía "muerto", mostrando la foto de un enano regordete con la nariz partida - No... a este no lo reconozco - dijo, dejando la carpeta abierta y mirando la carpeta anterior del hotel - Bueno, a este tampoco...
Definitivamente no recordaba ninguno de sus casos, ni la vez que arrojó a alguien desde una azotea, ni cuando conversó con Popeye. No se acordaba de su travesía por el mar, ni de haber estado en una isla del tesoro. Pero lo que sí recordaba vagamente fue una última carpeta que vio al final, una carpeta demasiado importante y, a la vez, muy poco atendida. En su interior, el papeleo era casi nulo, solo una hoja con una foto unida con un clip. Goku intentaba ignorar esta carpeta ya que, extrañamente, le generaba una especie de remordimiento, un dolor extraño, como si su conciencia quisiera decirle algo... pero en efecto, no entendía nada. En la carpeta, solo había un mensaje escrito, una misión donde debía matar a un personaje en específico, un pirata, alguien con pelo blanco. Esa misión había quedado inconclusa por mucho tiempo. Pero ahora, al mirar la foto... simplemente no podía recordarlo. No podía recordar cómo ni cuándo, solo lo vio ahí y arrojó la carpeta sobre la mesa.
Una vez que ordenó todos sus papeles sobre la mesa y desordenó el resto apilándolos en el piso, Goku salió de la oficina, feliz de haber concluido con éxito otro encargo de su querido trabajo, esperando que el siguiente fuera algo más entretenido que simplemente hacer papeleo. Dejó atrás lo que parecía ser un montón de expedientes ordenados según un sistema que se inventó en su cabeza. Un sistema que evaluaba simplemente la epicidad del asesinato o el impacto que este generaba. Pero sobre todos los expedientes, se encontraba aquel sin mayores detalles. La foto de un joven de cabello blanco, sentado sobre una roca, con la sangre brotando por su cabeza, pero en una pose en la que parecía haber muerto... feliz... su nombre estaba escrito sobre la foto, escrito como si aquel que lo escribió estuviese tiritando o llorando en el proceso... su nombre era "Shiro".
Cuando el agente del Cipher Pol llegó a su oficina y vio tal despelote en su lugar sagrado, simplemente lanzó un grito al cielo. Había documentos hasta en el inodoro...
Tal vez ese momento llegue cuando en el trabajo no hay nada que hacer, cuando todo está tan tranquilo que puedes respirar sin prisas. O tal vez llegue al final de la jornada, cuando el reloj marca la hora de irse a casa, y por fin puedes dejar de pensar en números, órdenes o documentos. O quizá, en medio de un cigarro bajo la fría luz de la luna, cuando todo parece tan insignificante que simplemente te pierdes en tus pensamientos. Es en estos momentos, donde los que escribimos en foros de rol interpretativo brillamos. Es ahí donde sacamos lo mejor de nosotros, donde conectamos con nuestra creatividad y nos sumergimos en mundos que creamos con cada palabra, con cada diálogo, con cada gesto de los personajes que interpretamos.
Es en este tipo de situaciones tan deprimentes, tan aburridas, en las que nosotros, con el sonido sutil de las teclas y la tenue luz del monitor, nos sentimos vivos. Nos adentramos en nuestras historias, dándole rienda suelta a nuestra imaginación, y es algo que nos mantiene cuerdos en medio de la rutina. Sacamos lo mejor de nosotros, empujamos hacia adelante, nos fusionamos con el teclado, le ponemos ganas a la pantalla y nos divertimos usando nada más que nuestra imaginación, el poder de nuestra lírica y el deseo de seguir adelante. Y es por esta clase de razones que, al ver a alguien escribir como su personaje llega a un estado deplorable, donde llega y la razón no es por una pelea o una aventura, sino por tener que hacer papeleo. Eso... eso es simplemente ironía, es algo casi poético y caotico, la contradicción más grande que se puede encontrar a la hora de entender que, sin importar qué, eres y siempre serás solo un trabajador más... Sin embargo, lo que quiero transmitir en esta historia, no necesariamente es este pequeño momento de vulnerabilidad, si no aquel detalle de una carpeta en especifico...
Goku no es la excepción en este mundo, su trabajo, al fin y al cabo, es un trabajo. No es solo alguien que va por ahí realizando misiones y concretando aventuras en nombre del gobierno o de su capitán sin antes detenerse y decir - Debo... - en voz baja, mientras esconde su cabeza entre los brazos, agonizando, casi al borde de las lágrimas, agotado y con solo un poco de energía en su sangre. Una taza de café adornaba su escritorio tan desordenado como él mismo. Solo estaba ahí, en aquella oficina improvisada dentro de una casa abandonada, una fachada y una cobertura tan sutil y tan rauda que aún no lograba entender quién, cómo y cuándo había creado ese lugar.
Sea como sea, la oficina era un lugar hermoso, simplemente espectacular, muy pulcra, muy ordenada, bajo una fachada donde literalmente solo a un muerto viviente se le ocurriría entrar. Un lugar inhóspito con dos habitaciones escondidas dentro de esta fachada, una única oficina reluciente de limpia y una enorme sala cuadrada de unos 5x5m, con un singular e incómodo inodoro en el centro, como si fuera para hacer del dos como un rey. La oficina, aunque pulcra y limpia al llegar, no tenía ni un solo papel por ordenar, ni una sola cosa por clasificar. Todos los archivadores estaban en su lugar, solo eran Goku y un manojo de 10 carpetas con un par de hojas cada una. Sin embargo, para cuando ya había pasado media hora, todos los papeles de la oficina se encontraban en cualquier lugar sobre la mesa, desordenados y desorganizados, un desastre administrativo del tamaño de un buque.
Su único trabajo era simplemente ordenar los documentos que traía y dejarlos sobre el escritorio para que su compañero del Cipher Pol supiera algo de él, sin tener que contactarse en persona, sin tener que conocerse en persona... Sin embargo, esto era un simple desastre. Primero que todo, ¿de dónde sacó Goku esa cantidad monumental de papeles? No parecían haber tantos. Y ahora, ¿cómo demonios en media hora revolvió todo y bajo qué criterio los estuvo organizando?
Se le veía escribiendo en una máquina de escribir montones de cosas, hablando consigo mismo por Den Den Mushi. Bueno, más que un Den Den Mushi, era simplemente un adorno que cogió dentro de su delirio. El tiempo pasaba y estaba completamente perdido, no sabía qué hacer. Se puso a lo suyo, recordando todos los casos que había tenido por el sector y más allá. Recordó aquel asesinato en el hotel donde salió disparado por una ventana con su objetivo - Oh... eso... eso fue... en una isla llamada... ¿Loguetown? Sí, algo así... No me recuerdo la fecha... - dijo, arrojando la carpeta sobre el escritorio. Luego tomó otra y dijo - Ah, sí, cierto, el caso de Pilaf... Bueno, ahí fue cuando me unieron a la organización - dijo Goku, sin saber que realmente su padre siempre lo mantuvo dentro del Cipher Pol, desde la cuna - Oh, ¿y qué otro caso tenemos por aquí? ¿Juanito el Malito? - dijo al mirar otra carpeta y abrirla - ¿Quién es este...? - dijo, sin recordar nada de lo sucedido ese día, al igual que el resto de sus casos - No... no lo recuerdo - decía mientras miraba la foto sin parar. La imagen era de un joven de pelo rojo y una mirada desafiante. Se notaba como un joven problemático, pero en el informe decía "muerto", mostrando la foto de un enano regordete con la nariz partida - No... a este no lo reconozco - dijo, dejando la carpeta abierta y mirando la carpeta anterior del hotel - Bueno, a este tampoco...
Definitivamente no recordaba ninguno de sus casos, ni la vez que arrojó a alguien desde una azotea, ni cuando conversó con Popeye. No se acordaba de su travesía por el mar, ni de haber estado en una isla del tesoro. Pero lo que sí recordaba vagamente fue una última carpeta que vio al final, una carpeta demasiado importante y, a la vez, muy poco atendida. En su interior, el papeleo era casi nulo, solo una hoja con una foto unida con un clip. Goku intentaba ignorar esta carpeta ya que, extrañamente, le generaba una especie de remordimiento, un dolor extraño, como si su conciencia quisiera decirle algo... pero en efecto, no entendía nada. En la carpeta, solo había un mensaje escrito, una misión donde debía matar a un personaje en específico, un pirata, alguien con pelo blanco. Esa misión había quedado inconclusa por mucho tiempo. Pero ahora, al mirar la foto... simplemente no podía recordarlo. No podía recordar cómo ni cuándo, solo lo vio ahí y arrojó la carpeta sobre la mesa.
Una vez que ordenó todos sus papeles sobre la mesa y desordenó el resto apilándolos en el piso, Goku salió de la oficina, feliz de haber concluido con éxito otro encargo de su querido trabajo, esperando que el siguiente fuera algo más entretenido que simplemente hacer papeleo. Dejó atrás lo que parecía ser un montón de expedientes ordenados según un sistema que se inventó en su cabeza. Un sistema que evaluaba simplemente la epicidad del asesinato o el impacto que este generaba. Pero sobre todos los expedientes, se encontraba aquel sin mayores detalles. La foto de un joven de cabello blanco, sentado sobre una roca, con la sangre brotando por su cabeza, pero en una pose en la que parecía haber muerto... feliz... su nombre estaba escrito sobre la foto, escrito como si aquel que lo escribió estuviese tiritando o llorando en el proceso... su nombre era "Shiro".
Cuando el agente del Cipher Pol llegó a su oficina y vio tal despelote en su lugar sagrado, simplemente lanzó un grito al cielo. Había documentos hasta en el inodoro...