Hay rumores sobre…
...un hombre con las alas arrancadas que una vez intentó seducir a un elegante gigante y fue rechazado... ¡Pobrecito!
[Aventura Autonarrada T1] El trabajo que nadie quiere hacer
Galhard
Gal
Personaje
El trabajo que nadie quiere hacer
Día 11 de verano, Isla Kilombo, Base G-23 de la Marina.

El reloj marcaba las siete de la mañana de un caluroso día de verano. La noche anterior, Galhard y otros soldados rasos y reclutas se divertían contando historias de sus lugares de origen hasta que, un avispado marine decidió jugar a las apuestas. Dado que este tipo de actividad con valor monetario estaba mal vista en el cuerpo, decidieron apostar con cosas más básicas: partes del desayuno, postres, sustitución de guardias, entre otros. Aquel juego avivó los ánimos de los marines allí presentes y poco a poco más se fueron sumando. Galhard gozó de una suerte inicial que le subió demasiado la confianza en sí mismo, habiendo conseguido ya acumular varios flanes de otros marines que habían perdido jugando a los dados.
El resquemor de las derrotas empezó a levantar alguna que otra ampolla frente a Galhard. Aprovechando que el soldado se encontraba embriagado con sus victorias, los perdedores decidieron tenderle una pequeña emboscada. Reunieron unos cuantos palos de distintos tamaños y se acercaron de nuevo a Galhard con una sonrisa ladina.

—Oye —exclamó el recluta que sostenía los palos en su mano—. Vamos a ver qué te parece esta oferta —dijo, acercando su puño a Galhard—. Juguemos, si sacas el palo más largo te daremos nuestros postres mientras dure tu estadía en la base—. Aquella propuesta iluminó los ojos de Galhard. Sin saberlo, gracias a su carácter goloso, estaba cayendo de pleno en la trampa que habían planeado sus compañeros.—En cambio, si sacas el palo más corto, tendrás que hacer nuestros trabajos de limpieza durante todo lo que queda de mes —espetó el recluta tratando de mantener la compostura ante la posibilidad de que Galhard se diera cuenta del ardid. Después de todo, Galhard, aunque se estaba comportando de forma algo infantil, emanaba un aura intimidatoria entre los maquinadores.

Galhard, sin pensar mucho, aceptó el reto. La adrenalina y el deseo de más postres nublaron su juicio. Confiado, extendió la mano y, para su desgracia, sacó el palo más corto. Las carcajadas de los otros marines no pudieron ser evitadas y resonaron por toda la sala. Galhard intentó protestar, pero las reglas del juego eran claras y él había aceptado las condiciones, por más que, de forma sutil, habían predispuesto que Galhard tomase el palo más corto sin que este se diera cuenta antes de que su horrible destino se dibujase en su futuro.

A la mañana siguiente, el sargento a cargo se enteró del asunto y decidió no intervenir. —Es una buena lección para Galhard— Murmuró. Así, nuestro desafortunado protagonista se encontró con la ingrata tarea de hacer la limpieza del cuartel, limpiar los baños y hacer la colada.
El primer día, Galhard se despertó temprano, aún resentido por la trampa en la que había caído, su pasión por el dulce le había traído aquel castigo así que no podía hacer nada más que culparse a sí mismo.

Al llegar al área de limpieza, encontró los materiales necesarios: un par de escobas, un cubo y varios trapos sucios, desde luego hacía tiempo que nadie se había parado a renovar el equipo de limpieza ni sustituir los viejos trapos, aquello le hizo suspirar mientras cogía las cosas que aún se podían utilizar en condiciones. Sus compañeros lo observaban con disimuladas sonrisas desde la distancia. Sabían que la tarea no sería fácil, pero también que sería una lección que Galhard no olvidaría por un largo tiempo.

La base G-23 constaba de distintas partes, algunas con más uso y otras que eran restringidas incluso para quienes tenían la tarea de limpieza. Las áreas comunes, como la sala de descanso, el comedor y los dormitorios, requerían limpieza diaria. Además, los baños eran un desafío en sí mismos, con suelos que parecían atraer la suciedad por sí solos y lavabos que nunca parecían estar realmente limpios.
Galhard comenzó por el comedor, un lugar que solía estar lleno de migas y restos de comida después de cada comida. Mientras barría el suelo, su mente volvía una y otra vez a la noche de las apuestas. "¿Cómo pude ser tan ingenuo?", se preguntaba. Sin embargo, a medida que el sudor empezaba a correr por su frente, comenzó a aceptar su destino con un suspiro de resignación. —Esto me enseñará a no pensar con el estomago y tampoco confiar tan fácilmente—, Murmuró para sí mismo, usando sus antebrazos para quitarse el sudor de su frente.


La tarea de limpiar los baños fue, sin duda, la más desafiante. Con guantes de goma y una expresión de disgusto, Galhard se dispuso a la labor. El olor era insoportable y la cantidad de trabajo parecía interminable. Sin embargo, a pesar de las quejas internas y el desagrado, se esforzó por hacer un buen trabajo. Sabía que si no cumplía con sus tareas, las consecuencias podrían ser aún peores.
Los días pasaron y, aunque Galhard seguía siendo el blanco de algunas burlas, sus compañeros comenzaron a respetar su dedicación. Vieron que, a pesar de la humillación y el trabajo duro, Galhard no se rendía y cumplía con lo que habían apostado. De hecho, su situación empezó a cambiar su actitud. Se volvió más humilde, más reflexivo y, paradójicamente, más respetado.

Una tarde, mientras lavaba la ropa de sus compañeros, el sargento de la base se acercó. —He oído que has estado trabajando duro, Galhard —dijo el Marine con una sonrisa.— Sé que esto no ha sido fácil, pero has demostrado ser un buen soldado. La disciplina y la humildad son cualidades importantes en la Marina, cualidades que en ocasiones hasta los más veteranos podemos llegar a olvidar—.Galhard asintió, agradecido por las palabras del sargento. Aunque la tarea había sido difícil, sabía que había aprendido una valiosa lección. No solo sobre la importancia de no dejarse llevar por la gula y la avaricia, sino también sobre la camaradería y el respeto mutuo.
Finalmente, el último día del mes llegó. Galhard terminó sus tareas de limpieza con una sensación de alivio y logro. Sus compañeros, que al principio se habían burlado de él, ahora lo veían con nuevos ojos. Había demostrado ser fuerte no solo en combate, sino también en carácter.

Esa noche, los marines se reunieron nuevamente para contar historias y compartir risas. Esta vez, Galhard se unió con una actitud diferente. Aceptó un juego de cartas, pero esta vez, sin apostar nada más que diversión y camaradería. Los otros marines lo recibieron con respeto y gratitud.
El trabajo de limpieza, que nadie quería hacer, se había convertido en una lección invaluable para Galhard. Había aprendido que la verdadera fortaleza no solo se mide en victorias, sino también en la capacidad de enfrentar y superar las adversidades con dignidad y perseverancia. En la Base G-23, Galhard se había ganado no solo el respeto de sus compañeros, sino también una nueva perspectiva sobre lo que significa ser un verdadero marine.
#1
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