Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Diario] [D-Pasado] De lo que alli vi
John Joestar
Jojo
11 de Primavera de 724

Soy John, y si alguna vez has soñado con volar, sé exactamente cómo te sientes. Estaba en las Islas Gecko, un lugar donde la brisa marina trae aromas de sal y aventura. Las islas, con sus frondosos palacios de palmeras y playas de arena dorada, parecían sacadas de un cuento de hadas. Pero lo más impresionante era el puerto.

Desde lejos, el puerto se extendía como un abrazo cálido, con sus coloridas embarcaciones meciéndose suavemente al ritmo de las olas. Barcos de pescadores, yates de lujo, y viejas embarcaciones de madera con historias por contar estaban amarrados a los muelles. El agua tenía un brillo esmeralda y el sonido de las gaviotas llenaba el aire. En el puerto, los pescadores vendían sus capturas matutinas mientras los comerciantes ofrecían especias, tejidos y recuerdos a los viajeros hambrientos de experiencias.

En medio de aquella belleza, yo había decidido que era el momento de hacer un sueño realidad: volar. Con un par de alas artesanales que había construido con la ayuda de un viejo inventor del pueblo, me lancé al aire. Sentí cómo el viento me abrazaba y cómo la libertad se apoderaba de mí. Volé alto, sobre los árboles y las olas, sintiendo que el mundo se expandía a mis pies. Finalmente, aterricé suavemente frente a una taberna rústica, la "Taberna del Marinero".

La taberna era acogedora, con un ambiente cálido y jovial. Las paredes estaban adornadas con recuerdos de marineros y recuerdos de antiguas travesías, y una suave melodía de un laúd llenaba el aire, acompañada por risas y charlas animadas. Pedí un trago de ron, el sabor dulce y especiado me recordó el océano, y el dueño, un hombre de barba espesa y ojos chispeantes, me sonrió mientras servía bebidas a los clientes.

A medida que la noche caía, las velas parpadeaban, y la taberna se llenaba de historias. Hombres y mujeres, viajeros de diferentes lugares, compartían relatos de sus aventuras. Me uní a ellos, narrando mi experiencia de volar sobre el puerto y la sensación indescriptible de libertad. La pena y la alegría se entrelazaban entre las risas y las copas levantadas, mientras el mar seguía murmurando en la distancia.

Y así, entre risas y melodías, en la "Taberna del Marinero", me di cuenta de que a veces volar no solo se trata de elevarse por encima del mundo, sino de encontrar raíces en la conexión con los demás. En las Islas Gecko, no solo había descubierto mis alas, sino también un rincón especial en el corazón de las personas que conocí aquella noche.
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