¿Sabías que…?
... existe una tribu Lunarian en una isla del East Blue.
[Aventura] Limpieza profunda [T4]
Lemon Stone
MVP
LIMPIEZA PROFUNDA

Conocen bien que el Mar del Este es tranquilo. A veces llueve, a veces las aguas del mar están más agitadas, más violentas, pero rara vez el mar parece tan enojado. Sobre todo, en verano. El barco, su barco, se mueve al agresivo ritmo de las olas que superan los cinco metros. Allá fuera está oscuro, ni siquiera los que tienen una vista prodigiosa son capaces de penetrar la absoluta oscuridad, y llueve como si el cielo se fuera a caer sobre ustedes. La madera del barco se estremece como si se fuera a romper, pero soporta. Ahora, ¿soportará hasta llegar a tierra firme…
 
Seguramente, Atlas y Octojin han contado que, en las cercanías del Reino de Oykot, están traficando gyojins. Han descubierto que los traficantes operan en un peñasco cerca de la costa sureste de la isla, pero la verdadera base de operaciones está más lejos. Aún en los dominios del Reino de Oykot se ubica un trozo de tierra cuyas coordenadas no han sido del todo estimadas por los especialistas, pero ustedes confían en que llegarán, ¿no? Además, debido a que el Reino de Oykot acaba de sufrir un golpe de estado impulsado por un grupo de rebeldes y apoyado por el Ejército Revolucionario, es difícil para marines como ustedes conseguir información o tener redes de apoyo útiles dentro de la isla.
 
Las olas zarandean el barco, los barriles de la cubierta deslizándose de allá hacia acá, en un violento vaivén que amenaza con echar todo abajo. ¿Han amarrado las velas? ¿El barco va liviano? ¿Puede que los botes salvavidas estén listos para ser usados? Algunos de ustedes son zamarreados. Los que están en el interior del navío se golpean contra las murallas y el techo; quizás el tonto del grupo quede más tonto de tanto darse en el cráneo. Los que están en cubierta tampoco lo tienen fácil, de hecho, diría que es más peligroso. Los bruscos movimientos del barco pueden lanzar por la borda a cualquiera, y diría que hay unos pocos de ustedes que son buenos nadadores. Sí, te estoy mirando a ti, todopoderoso tiburón blanco.
 
Si aún no han naufragado, si todavía permanecen luchando contra la tormenta, es gracias a Camille. Ya le darán las gracias, y espero que no solo con palabras. Dicen que hay unas espadas bien bonitas a la venta y a Camille le vendrían bien unos cuantos regalos, ¿cierto? El caso es que, después de forcejear contra el viento y la marejada, consiguen llegar a la costa sureste del islote.
 
Una vez desembarquen, y lo hagan o no, se darán cuenta de que el barco ha sufrido daños. ¿Graves? No, seguirá surcando los mares. ¿Preocupantes? Sí, a ningún ni madre le gusta ver lastimado a su niño. En la costa, notarán que hay enormes siluetas ensombrecidas en el horizonte. Son árboles, nada de qué preocuparse, pero por alguna razón sienten que los observan. ¿Será la imaginación que está jugándoles una mala pasada? ¿O acaso hay enemigos listos para emboscarlos cuando llegue el momento? La neblina que comienza a formarse en el islote tampoco ayuda en lo absoluto, una pena.
 
A partir de este momento son libres de tomar decisiones y marcar el curso de esta historia. Pueden quedarse en el barco y esperar a que amanezca, o aprovechar la oscuridad para internarse en el islote e intentar sorprender a los traficantes. Tienen total conocimiento de que operan allí, pero desconocen la ubicación exacta de la base de operaciones.
 
Tienen la misión de encontrar y capturar a los traficantes de gyojins, pero por sobre todo tienen el deber de rescatar a los hombres del mar. Ha habido gente sufriendo aquí, bandidos haciéndose ricos a costa del dolor ajeno. Así que a trabajar.

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#1
Octojin
El terror blanco
Personaje

Inventario


Desde la cubierta, Octojin maldijo entre dientes en innumerables ocasiones. Mientras el agua salada de la tormenta le golpeaba como una cascada despiadada, el escualo intentaba maniobrar, aunque en ocasiones era un simple tonel más que iba de un lado para otro sin poder tomar el rumbo que realmente quería.

El temporal estaba totalmente loco. O bien no llovía, o el agua caía con tal intensidad que apenas lograba ver sus propias manos. Eso, sumado a que el rugido de las olas era casi ensordecedor, creaba una mezcla un tanto complicada para poder llegar a su destino. Pero, por fortuna, tenían a Camille de su lado. La oni no hablaba mucho de navegación, pero se había empollado cuantos libros había en la base marina de la materia. La había sorprendido leyendo varias veces, y parece que todo ese conocimiento que tenía, lo estaba poniendo en práctica allí.

La madera del barco crujía continuamente, y aunque él confía en la resistencia de su embarcación, cada chasquido le recuerda lo crítico que es mantener todo en pie. Desde luego no estaba siendo un viaje nada tranquilo. Con sus herramientas colgadas en el cinturón de carpintero de su cintura, el escualo iba arreglando cada desperfecto que veía.

— ¡No salgáis aquí! ¡El mar está ingobernable hoy! —gritó mientras apretaba un tornillo suelto en una de las tablas del casco. Martillear con tal movimiento era complicado, e incluso perdió la cuenta de las veces que se golpeó el dedo antes que el clavo. Pero eran gajes del oficio.

Lo cierto es que sus habilidades no eran suficientes para luchar contra el capricho del temporal. Su equilibrio con tanto movimiento era regulero, y cada vez que una ola de gran tamaño rompía contra el casco de la embarcación, el gyojin caía sobre cubierta, intentando agarrarse a cualquier objeto que veía para no caer por la borda. Con cada balanceo, Octojin sentía que el mar mismo intentaba llevárselo de nuevo hacia donde debía estar. Fue entonces cuando un movimiento más violento lo sorprendió, y en un instante, su cuerpo se vió lanzado por la borda. El impacto con el agua helada le cortó el aliento, pero en cuestión de segundos se adaptó a su superficie, giró en dirección al barco y subió de vuelta en la cubierta, empapado y con el corazón latiendo furioso. Lo cierto es que con sus palabras anteriores, el escualo tenía la esperanza de que sus compañeros no repitieran su error. Para él no era un gran problema el caer al agua, pero sí que lo sería para sus amigos usuarios. Y lidiar contra el temporal y contra los propios usuarios cayendo por la borda sería una complicación que no deberían asumir. O al menos no intencionadamente.

La tarea de reparación le exigía mantenerse concentrado, aunque el clima continuaba empeñado en interrumpirle. Justo cuando pensó que había conseguido asegurarlo todo, una nueva ola rompió sobre la embarcación y, otra vez, sintió cómo su cuerpo era arrastrado al agua. Por segunda vez.

Con un gran esfuerzo y notando el mar aún más bravo, emergió de nuevo y se aferró al costado, retomando su posición con una mezcla de frustración y determinación. Su advertencia a la tripulación cada vez tenía más sentido y ganaba valor. Lo cierto es que iba cogiendo forma aquello de que solo alguien con su resistencia a las profundidades podría volver a subir tan rápido y sobrevivir en aquella tormenta.

Finalmente, tras lo que parecieron horas de lucha, Octojin consiguió que el barco estuviera listo para amarrarse. Con una tranquilidad de la cual no había dispuesto en todo el viaje, aseguró la cuerda con un último tirón y se dejó caer sobre la cubierta, jadeante y exhausto, mientras la lluvia continuaba castigándolo.

— ¡Barco amarrado! ¡Ya podéis salir! — gritó con energía, aunque no sabía de dónde la había sacado, la verdad. Con un tremendo suspiro se centró en recuperar su ritmo de respiración común, y poco a poco fue reincorporándose hasta estar sentado.

Una vez todos sus compañeros de brigada saliesen a cubierta, tocaría debatir sobre si salir por la noche o dormir tranquilamente y explorar por el día. Ambas tenían sus evidentes puntos fuertes y débiles, pero en un tema que tocaba tan de cerca al escualo, cualquier espera sobraba. Así que antes de que ninguno de sus compañeros hablase, dio su punto de vista, totalmente sesgado por la situación en la que se encontraban sus iguales.

— Este es el mejor momento para pillar desprevenidos a esos bastardos — comentó en voz baja, apenas visible en la penumbra de la noche, pero seguro de que la oscuridad sería su aliada en la misión que les esperaba.

Y es que, aquellos traficantes a los que buscaban comerciaban con gyojins. Algo que al escualo tocaba de primera mano y era un tema que le costaba horrores controlar. Sin embargo se había sorprendido de su propio autocontrol en la primera toma de contacto que habían tenido con ellos cuando estaba acompañado por Atlas.

Con un firme movimiento, el gyojin se levantó, notando cómo la madera crujía ligeramente y dejaba ver sus más de cuatro metros de altura. Estiró un poco sus brazos y sintió el cansancio que el viaje había provocado en él. Quizá no hubiera sido tan mala idea descansar un poco antes.`

Resumen
#2
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Personaje

Inventario


37 de Verano del año 724, islote próximo, Reino de Oykot.

No tenían tiempo que perder, algo de lo que habían sido conscientes horas después de haber llegado al Reino de Oykot. La L-42 se había movilizado al completo hacía dos días desde Loguetown y, una vez en su destino, Atlas y Octojin habían seguido el hilo de las sospechosas actividades que les condujeron hasta los esclavistas. Traficantes de gyojins; de seres vivos con consciencia y capacidad de raciocinio. ¿Podía haber un acto de más bajeza moral que ese? ¿Cómo podía existir gente que hiciera de las vidas de los demás su negocio? El simple hecho de pensarlo hacía que le hirviera la sangre. Cuando regresaron y les informaron, a todos les faltó tiempo para acceder y prepararse para una intervención urgente.

La situación en Oykot era complicada, especialmente para los integrantes de la Marina. Tan solo unos días atrás, habían vivido un conflicto en el que la Armada Revolucionaria había sido el agente principal. El ambiente era tenso, bajo un delicado control de los rebeldes y, por supuesto, esto implicaba que no podrían contar con refuerzos ni mucho menos apoyo desde la isla. Se habían quedado solos.

Quizá lo más prudente habría sido retirarse. Regresar rápidamente a Loguetown antes de que los revolucionarios dieran con ellos y, tal vez, solicitar refuerzos para acudir al rescate de los gyojins cautivos. Pero no era así como operaba su brigada. No podrían simplemente echar la vista a un lado y hacer como si nada de eso estuviera sucediendo, como si aquel asunto pudiera esperar. Lo más probable era que, si dejaban pasar los días, aquella célula esclavista —quizá un núcleo de una organización más grande— desapareciese del mapa sin dejar rastro. De este modo, todos habían estado de acuerdo en jugársela y salir rápidamente hacia el islote que daba refugio a los criminales, con todo lo que esto conllevaba. Por supuesto, los preparativos habían tenido que hacerse a las prisas y esto trajo consecuencias inmediatas.

La primera dificultad fue la elección de la hora de partida. El islote no se encontraba muy lejos, apenas a unos pocos kilómetros de la costa del Reino de Oykot. Sin embargo, dada la situación, no podían permitirse el lujo de escoger el momento para zarpar. Tuvieron que hacerlo en mitad de la noche, cuando habría menos ojos que pudieran detectar su movimiento. La isla debía estar infestada de rebeldes en esos momentos, así que toda precaución era poca. Aun así, había algo que preocuaba a Camille mucho más que cualquier otra cosa: las nubes negras que empezaban a cernirse sobre ellos. No tardó en confirmar sus preocupaciones, cuando las primeras gotas empezaron a descender, el viento se levantó y la mar se embraveció.

No fue del todo consciente de quiénes se quedaron en cubierta para ayudar, aunque estaba segura de que Octojin se había quedado por allí para echarle una mano y ayudar con los desperfectos que la carabela fuera sufriendo. Ella, en cuanto los vientos empezaron, se agenció una soga y la amarró cerca de la baranda del castillo que daba hacia la cubierta, anudando el otro extremo en su cintura. Las tormentas eran traicioneras, sobre todo para la timonel que no podía permitirse resguardarse bajo la cubierta. Un resbalón podía acabar con ella en el fondo del mar, y si ella caía, probablemente también lo hiciera el resto de la tripulación.

—Puñetera tormenta —bufó, apretando los dientes y sujetando con firmeza el timón.

Camille recordaría aquella corta travesía como la mayor batalla de su vida hasta la fecha. Ni siquiera el difunto Broco Lee, ex-capitán de los Piratas Veganos, había supuesto una amenaza tan grande como aquella tormenta. Puso en práctica todo cuanto había leído y aprendido en los últimos meses, ignorando el dolor de sus brazos, el frío y la ropa mojada que se le adhería al cuerpo y le calaba hasta los huesos. Todos sus sentidos se centraron en asegurarse de hacerles llegar, aunque sufrió más de un resbalón que le hizo reptar de vuelta al timón. El barco se sacudía con violencia en el oleaje, pero lo único que había en la mente de la oni era su determinación por mantener a salvo a los suyos.

Finalmente, tras lo que le pareció una verdadera eternidad, logró llevar la carabela hasta la costa del sureste del islote. Procuró dejar la embarcación donde el temporal no hiciera mella en ella, dejando que fuera Octo quien lidiase con los cabos y sus nudos después de pedirle ayuda con las velas. Cuando al fin pudo tomarse un respiro se quedó apoyada sobre el timón, con los brazos cruzados y la cabeza sobre ellos, jadeando. Le dolía todo el cuerpo y estaba segura de que se había llevado algún golpe importante, pero ya se preocuparía por eso cuando hubieran acabado su misión allí.

—¿Estáis todos bien? —inquirió, justo cuando los demás empezaron a salir a cubierta.

Una vez confirmase esto, desanudaría la soga y bajaría con ella. Tan solo tendría que bajar un momento para coger su mochila con el equipamiento que iba a llevar —y su odachi, claro—. Añadió la soga al equipo, por si esta les viniera bien. También había un farolillo con aceite que podría brindarles algo de luz si la oscuridad se cernía sobre ellos. Sin más dilación, tras escurrirse un poco el pelo, salió junto a los demás con la mochila a cuestas.

—Tampoco creo que sea muy prudente quedarnos aquí. No sabemos si nos han visto llegar o si esta cala es segura —añadió a las palabras del tiburón, echando un vistazo hacia los árboles que se alzaban más arriba—. Si la tormenta empeora, o si la marea sube o baja, podríamos tener problemas. El barco no ha quedado para muchos trotes como este, así que será mejor darse prisa.

Echó un vistazo al resto, pero en especial buscó a la pequeña Alexandra con la mirada. Hacía apenas unos días desde que se uniera a la Marina y fuera asignada a su brigada. Esa era su primera misión oficial con ellos y la cosa había empezado fuerte.

Resumen
#3
Atlas
Nowhere | Fénix
Personaje
Sólo me faltaba el racimo de uvas. Desde luego, aquella tormenta infernal me había venido como anillo al dedo; no podía negarlo. Hasta hacía apenas unas horas Octojin y yo habíamos estado haciendo lo posible para rescatar a un grupo de gyojins que un grupo criminal había capturado en las cercanías de Oykot. Hasta ahí todo bien. Ya planeábamos ir en busca de los tipos una vez nos hubiésemos asegurado de que los miembros de la colonia de seres abisales estaban vivos y en buen estado de salud. No obstante, en el proceso habíamos descubierto que los desgraciados mantenían cautivos a más congéneres del tiburón, solo que no pertenecían a la misma colonia y por ello no los habían incluido en el pacto. Tal vez debimos haberlo sospechado al ver que apenas ponían trabas para liberarlos a cambio de una pequeña parte de su valor en el mercado —que no les dimos, claro está—, pero, obcecados como estábamos en sacarlos de allí, no habíamos caído.

Fuera como fuese, después de la primera parte de la operación habíamos averiguado que tenían una suerte de base de operaciones en una zona cercana. Si no era tal cosa, al menos habían estado operando desde allí las últimas semanas. En consecuencia, habíamos vuelto sobre nuestros pasos para buscar al resto de miembros de la brigada y así poder zanjar el asunto de una vez por todas. Con Camille al timón del barco, el grupo al completo había sido encargado de la misión que teníamos entre manos. Por desgracia, debido a lo convulso de la situación política en Oykot y la importante presencia del Ejército Revolucionario en la isla, varios de nosotros —la mayoría— se habían tenido que quedar protegiendo el barco. Sin embargo, habiendo decidido ya que en cuanto acabásemos con esos tipos regresaríamos a Loguetown, el grupo al completo se pudo incorporar a la operación.

Lo del grupo incluía a Alexandra, una nueva recluta que compartía características con el tiburón y con otros integrantes como Masao, Ray, Taka o yo mismo. No hacía demasiado que estaba con nosotros, pero si por algo nos caracterizábamos era por acoger bien a los que eran como nosotros: raros.

¿Por dónde íbamos? ¡Ah, sí, por el racimo de uvas! Nuestro objetivo realmente no estaba demasiado lejos de Oykot. El problema era que habíamos salido teniendo en cuenta sobre todo la discreción del momento, no el más idóneo desde el punto de vista ambiental y climatológico. Al menos algo así me había parecido entenderle a Camille, porque yo solo distinguía entre cielo azul y cielo gris. En cualquier caso, ni siquiera eso había podido ver, porque habíamos partido por la noche y con un viento que luego resultaría ser preocupante. Apenas pusimos la quilla en alta mar el oleaje se volvió agresivo y violento, tanto que hizo parecer los enfados monumentales de Octojin meras pataletas de caballito de mar. El barco se sacudía sin misericordia y los elementos que no estaban bien atados y fijados volaban de un lugar para otro. Hacían falta muchas manos diestras y fuertes en cubierta para evitar que el navío se fuese a pique. Las de Camille al timón, por ejemplo, o las de Octojin atajando cualquier desperfecto mínimamente relevante que creía identificar.

Yo me podía caer al mar, no tenía dotes para la navegación y a duras penas era capaz de hacer un nudo que soportase más que un soplido. ¿Qué hice? Honor a mi más bella costumbre: aludiendo que caerme al mar sería algo nefasto para mí y potencialmente letal, me refugié en lo más hondo del navío, puse los pies en alto y dejé que la mar embravecida me meciese. No conseguí dormirme, claro, porque el traqueteo era incompatible con el descanso, pero en una hamaca tendida entre dos listones en la bodega dejé el tiempo pasar.

No salí hasta que el bamboleo fue mucho menos intenso y el ruido fuera me indicó que habíamos atracado. Camille y Octojin lucían exhaustos y estresados al extremo, así que procuré mantener un perfil bajo por el momento por si a alguien se le ocurría recriminarme algo. ¿Acaso querrían verme ahogado en el fondo del mar? Confiaba en que no, aunque el tiburón ya había estado cerca de acabar conmigo en una ocasión no hacía demasiado tiempo.

Fuera como fuese, habíamos salido de noche y habíamos llegado de noche. Lo siguiente era decidir cuál debía ser nuestro siguiente paso. Los demás comenzaron a intercambiar opiniones. Octojin propuso lanzarnos ya a por el enemigo, algo de lo que no le podía culpar y con lo que, sinceramente, estaba de acuerdo. Ambos habíamos formado parte de las negociaciones y ambos sentíamos un asco inmenso hacia esa panda de desalmados, sobre todo hacia su anciano líder. Si alguien allí tenía más ganas que yo de acabar con esos tipos de una vez por todas sólo podía ser Octojin. Bueno, y tal vez Alexandra. No había hablado demasiado con ella hasta el momento.

—¿Tú qué opinas, Alexandra? ¿Crees que deberíamos ir directamente o esperamos a que se haga de día para poder tener más seguridad a la hora de movernos? —pregunté con una sonrisa en el rostro que pretendía transmitir simpatía. Desde luego, si era su primera misión fuera de Loguetown —a decir verdad, no lo sabía— la pobre se había estrenado a lo grande.

Camille, por su parte, acababa de hablar antes que yo y también se mostraba proclive a ponernos en marcha cuanto antes. Si por casualidad nos habían visto de algún modo, la peor idea posible era darles tiempo para prepararse. Del mismo modo, si no nos habían visto era crucial usar el factor sorpresa a nuestro favor.

Desde la proa del barco, sentado sobre una caja y mirando hacia lo que nos deparaba el islote, dejé que mi mirada reposase en los árboles situados por delante y por encima de nuestra posición. Las ramas cargadas de hojas eran agitadas de manera sinuosa por el viento, arrancando una sinfonía de vegetación rebelde que dotaba de cierto aire siniestro a la zona. Casi se podría decir que nos miraban, nos evaluaban y hasta se pensaban si era buena idea dejarnos pasar o no. Habían escogido un lugar un tanto siniestro para asentarse esos esclavistas, ¿no?

De cualquier modo, esperé a que Alexandra terminase de hablar para dar también mi opinión:

—Yo también creo que deberíamos ponernos en marcha cuanto antes. Aquí somos un blanco fácil y no sabemos qué nos puede esperar más allá de esos árboles. Si no nos han visto, debemos aprovechar el factor sorpresa, y si nos han visto, lo último que deberíamos hacer es dejarles todo el tiempo del mundo para que se preparen.

Una vez todo el mundo hubo terminado de hablar, me dirigí a la zona de los camarotes para coger mis pertenencias. Las revisé hasta en tres ocasiones en un vano intento por intentar asegurarme de que todo iría lo mejor posible. ¿Que si servía de algo? Seguramente no, pero allí había algo que no me gustaba y, al no saber qué era, tampoco tenía claro cómo enfrentarme a ello. Mientras repasaba mis pertenencias no pude evitar reparar en un pequeño espejo de mano y material para encender fuego, estando éste último allí como consecuencia de las noches que había tenido que pasar a la intemperie durante las negociaciones con los criminales. Tal vez no fuese mala idea llevarlos conmigo. Al fin y al cabo, aún tenía sitio.
Inventario y otros
Resumen

#4
Ray
Kuroi Ya
La mala suerte de su brigada en los viajes empezaba a ser ya digna de estudio. No bastaba con la descomunal tormenta que había hecho que el barco en el que se desplazaban desde Kilombo a Loguetown naufragase, acabando en Tequila Wolf y teniendo que recurrir a Stan Stanman para volver sino que ahora otra tempestad de similares proporciones se había desatado complicando una travesía que, en cualquier otra circunstancia, habría sido extremadamente corta y plácida. Tan solo tenían que ir desde el puerto de Oykot hasta un peñón situado al lado de la isla. Pero ni aún así se libraban.

La diferencia fue que en esta ocasión no dependían de los navegantes que la Marina había puesto a su disposición, sino que era Camille quien estaba a los mandos del navío. La oni era pese a su juventud una avezada navegante, capaz de manejar un barco en casi cualquier circunstancia. Por suerte para todos, aunque no sin muchas dificultades, fue capaz de gobernar el vehículo y conseguir completar el viaje sin incidentes más allá de algunos daños que Octojin no tardaría demasiado en reparar seguramente.

Como no había otra cosa que hacer, el joven peliblanco dedicó gran parte del viaje a entrenar. Debajo de cubierta, en uno de los camarotes, comenzó a moverse y a golpear con los puños como si se enfrentase a un enemigo imaginario, ejecutando esquivas para los golpes que el inexistente oponente le lanzaba en su mente. Entrenar abstraía su mente en momentos de preocupación, además de que le serviría para entrar en calor y rendir mejor físicamente cuando llegaran al islote.

Lo que les traía allí era una tarea que Ray calificaba como de vital importancia, pues se trataba de luchar contra una de las mayores lacras existentes en el mundo: la esclavitud. El joven nunca había entendido que una persona pudiera llegar a considerar a otra de su propiedad ni que pudiese hacer con ella lo que quisiera sin afrontar ninguna consecuencia. Privar así de libertad a alguien... No se podía consentir. Era además la primera vez que la brigada al completo se iba de misión, incluyendo a la nueva incorporación a la misma: Alexandra. La joven semigyojin se había alistado hacía muy poco, y nada más llegar al Cuartel General había sido asignada a su brigada. Todos la habían recibido con los brazos abiertos y la habían convertido en su protegida, y ahora les acompañaba en una misión fuera de la base por primera vez.

- No te preocupes. - Dijo Ray a la novata con voz calmada y una sonrisa de confianza en su rostro. - No dejaremos que te pase nada.

Una vez en la orilla del peñón se abrió una disyuntiva. Intentar aprovechar la oscuridad pese a la escasa visibilidad para tratar de pillar a los traficantes desprevenidos o esperar al alba para investigar de una forma más segura. Octojin no tardó en proponer ir en ese mismo momento, y Camille apoyó su idea. Atlas, por su parte, pese a mostrarse de acuerdo, quiso saber la opinión de Alexandra.

El peliblanco estaba completamente de acuerdo con sus compañeros. Al amparo de la oscuridad podrían acercarse mucho más, y él era el espía perfecto para lanzarse el primero a sondear los alrededores. Podía volar, no hacía el menor ruido al moverse y su Haki le permitía detectar presencias mucho antes de que estas fueran visibles. Así que esgrimió estos argumentos y comentó a sus compañeros que se adelantaría. Estarían en contacto mediante Den Den Mushi en todo momento, pero alguien tenía que comenzar la investigación.

De ese modo, el joven marine adoptó su forma híbrida y, al amparo de la oscuridad, comenzó a volar bajo hacia el peñón. Oculto siempre tras las sombras de salientes de roca y desplazándose a poca altura y en el más absoluto silencio, sondeó tanto con sus ojos como con sus antenas y su Haki todo a su alrededor, tratando de descubrir la localización de los gyojins que habían venido a rescatar y de los esclavistas a los que debían capturar.

Personaje


Inventario


Mushi Mushi no mi: Modelo Abeja


Resumen y Cosas
#5
Takahiro
La saeta verde
Personaje

Inventario


Día 37 de Verano.
Año 724
Islote próximo al Reino de Oykot.

El peliverde maldecía al cielo que la capitana Montpellier no le concediera ni un solo día de descanso. Llevaba algo más de una semana sin poder descansar, yendo de un lado al otro de Loguetown apaciguando fuegos que no había ocasionado —o, al menos, la mayoría de ellos—, aunque esa era a vida del marine según las palabras del comandante Buchanan. Era exasperante. Deseaba poder sentarse en una terraza con una buena copa de vino, mientras degustaba algún manjar típico del mar del este. Sin embargo, esa vez era por una buena causa. Según las informaciones de sus compañeros estaba habiendo tráfico de esclavos peces en aquel lugar y había que detenerlo, ¿y quién mejor que la L42 para hacerlo? Dentro del gobierno era bien sabido que se permitía que ciertos indeseables con poder tuvieran siervos vitalicios por un módico precio, y eso era algo que no podían permitir. Así que no puso pegas en emprender una nueva empresa. Agarró su vestimenta típica junto a su chaqueta de oficial, además de sus enseres y fue al puerto junto a sus amigos.

Sin embargo, como ya era una constante inevitable en sus viajes, el tiempo no los acompañaba. El barco daba movimientos de vaivén muy bruscos, saltando enormes olas que se formaban en un horizonte oscuro por el que no era capaz de ver nada si no se concentraba mucho. Admiraba a Octojin y a la gigantona por su capacidad para llevar el barco, pese a las complicaciones que estaban teniendo.

Tengo ganas de vomitar — comentó en voz baja, mientras descansaba sentado en uno de los camarotes comunes del barco. No tenía claro si era por el movimiento del barco o por el olor a menta achocolatada que despedía la nueva recluta, Alexandra. Era probable que no estuviera comiendo esa asquerosidad creada por un enfermo sin papilas gustativas en ese momento, pero después de notar ese olor en cuanto la vio no pudo quitarse de las fosas nasales.

Sin darse cuenta, por el exceso de trabajo y el movimiento del barco, el espadachín de Nanohana se quedó profundamente dormido. Tuvo un sueño bastante extraño, se encontraba volando y una especie de hombre disfrazado le perseguía con un tirachinas mientras le lanzaba fletán. Fue bastante extraño. Se levantó con la voz de Octo, que les avisaba que ya habían llegado a su destino. Se incorporó con calma, estirándose con exageración y fue hacia la cubierta.

La noche es oscura y alberga horrores —comentó el peliverde con pasividad, mostrando una sonrisa relajada y apoyando su mano sobre la empuñadura de su katana—. Así que asegurémonos de ser nosotros los monstruos.

Lo cierto era que estaba contento de poder tener una misión de nuevo con sus compañeros. Se conocían bien y eso hacía fácil saber como actuar sin miedo a que alguien sufriera algún tipo de daño, aunque la inquietud que asaltaba su cabeza, como si se tratara de un murmullo constante desde que se habían reunido con todos ellos era la nueva integrante. Todos en la L-42 cumplían un patrón en común, que era el libre albedrío a la hora de actuar y aplicar la normativa de la marina. ¿Qué clase de anomalía tendría ella para que la hayan asignado al escuadrón de los liantes? Ansiaba descubrirlo.

¿Sabéis que tamaño puede tener este peñasco aproximadamente? —preguntó Takahiro, mientras cerraba los ojos y amplificaba sus sentidos más profundos para sentir algún tipo de emoción u hostilidad para saber hacia qué lugar debía moverse.

Había estado entrenando bastante su capacidad para sentir presencias, hasta ser capaz de hacerlo a grandes distancias, aunque el comandante Buchanan le dijera que aún era poca amplitud en comparación con otros usuarios, de tal manera que si sentía algo se lo comunicaría a sus compañeros y propondría ir hacia dicho lugar.

Resumen

Percepción III
KENB601
KENBUNSHOKU
Haki intermedio
Tier 6
10/10/2024
9
Costo de Haki por Turno
2
Enfriamiento
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
Área: [VOLx15] metros | +10 [REF]

Números
#6
Masao Toduro
El niño de los lloros
Ojalá que llueva café canturreaba en la cocina mientras ultimaba de preparar la bandeja de metal Ojalá que llueva café en el campo… Peinar un alto cerro 'e trigo y mapuey… Baja' po' la colina de arroz graneado… Y continua' el arado con tu quere' y es que no había nada que entrará tan bien como cafelito, o una taza de chocolate calentito con menta en el caso del “arranque”, ya fuera un día de lluvia gorda o para una buena sobremesa con unos buenos cantes.

Entonces con una bandeja de con seis cafés y un chocolatito, una botella con un “güisqui” irlandés, “pa quien quisiera desinfectar la cucharilla del azúcar”, como solía decir su abuelo en la tasca de la esquina.

Yo todavía no tenía muy claro por qué estaban allí, al parecer había unos tíos que traficaban con peces, pero no tenía del todo claro porque los detenían, les había caducado la licencia, ¿Había que montar semejante cirio por unos pescadores? ¿Desde luego ahí había algo que apestaba y no era el pescado, ni tampoco el chocolate con menta? ¿Tal vez traficarán con chocolate del malo? ¿O sería fariña? ¿O tal vez maría de la que no era la virgen? En fin, no estaba muy puesto en las tendencias narcóticas de aquellos mares, y tampoco le interesaba mucho más allá de lo estrictamente profesional, ya no estaba en el negocio después de todo. Pero bueno fijo que sería como en aquellas pelis de polis que tanto le gustaban, investigar, zurrar a un tío malo con un parche en el ojo y a otra isla mariposa, y así hasta que acabará la primera temporada y les dijeran si sacaban una segunda.

—Buenas noches, con su permiso- dijo mientras evitaba a un par de marines que iban por el pasillo, los cuales se quedaron extrañados, tal vez fuera por lo andares o tal vez era por la canción que tarareaba.

Señores con permis arrancó mientras dejaba la bandeja en la mesa de la reunión y una lámpara traicionera le terminará de dar una colleja, dándole una buena hostia.
La conversación ya estaba empezada, y estaban todos, así que como de costumbre tuvo que hacer uso de sus grandes dotes detectivescas para enterar de lo que discutía la unidad especial a la que pertenecía ¿Eso lo convertía en el Special One? Posiblemente. Bueno, ya estaba otra vez desviándose del tema, al parecer el grupo estaba discutiendo el hecho de hacer una incursión nocturna, yo por mi parte no tenía mucho problema, durante su juventud había estado acostumbrado a colar contrabando en su barrio de tres hermanas a altas horas de la noche, tanto por mar como por tierra, por lo que su cuerpo estaba atenuado a ese tipo de operaciones.

Bueno, picha, con tu cara no te tieneh que esforzar muzo, monstruo le replicó al moro antes de comenzar a descojonarse Yo poh mi parte me da igua, así que lo que decidai vosotros que pa algo habéis estudiao finalizó muy convencido de su argumento, mientras se sentaba y se levaba la mano a la zona del golpe, palpándose la zona, en fin, tan cabeza hueca no sería si le dolía tanto Yo he preparado unas rasiones y un picoteo por si se nos alarga la cosa— comentó haciendo referencia a los petates que había preparado y que tenía listo en la cocina, no era gran cosa, unos termos con un buen caldito de cocido reposado varias noches pa que chupara bien el sabor del hueso de jamón, unas raciones de migas con condimentos variados acordes a los gustos de cada miembro de la brigada, y una variedad de frutos secos y fruta por si necesitaban algún picoteo así rápido.

Mientras se tomaba cayó en una cosa, aunque lo mismo sus compañeros lo habían mencionado antes.

A tooooh esto, lo mismo nos rentaba esconder el barco en alguna cala o algo así escondida, máh que nada por no perder el factor sorpresa, aunque no se si con la tormenta se podrá aser mucho, yo cuando traficaba con cachis uzábamos una barquita chiquita azín decía mientras hacia un gesto con las manos con su caracteristico acento cerrado del sur —Y ezo se escondía en cualquieh lao, no ze, habéis visto que ha dicho el tio del tiempo, por sabeh si la tormenta no va a ocultar un par de día mah— finalizó antes de comenzar a hurgarse en la nariz, hostia aquella pelotilla era gorda.

Una vez que se terminará el café y dieran por finalizada la reunión, recogería los bártulos, pasaría por su camarote, haría una serie de "burpees", se lavaría e iría a cargar las raciones preparadas en la mochila y se reuniría con el grupo.

Masao de la jungla, pero sin ser facha
#7
Alexandra
Alex
Alexandra estaba acostumbrada a las tormentas. O eso creía. En su trayecto hacía Loguetown le había parecido que el mar estaba bastante en calma y había llegado a pensar que se podría librar, al fin, de los nubarrones y el mar embravecido. Como era tan pequeña su abuelo le ataba al mástil de su barco para que no saliera volando y sometía a Alex a una prueba de concentración para que se mantuviera en el lugar mientras el viento le zarandeaba de un lado a otro. Con los años lo consiguió pero no fue este el caso.
«Vaya manera de empezar en la brigada». Era lo único que podía pensar mientras el viento la movía de un lado a otro. A los pocos días de alistarse en la Marina le habían informado que dos miembros de su brigada habían descubierto una red de trafico de Gyojins y que iban a ir a desmantelarla. En cuanto lo supo no paró de insistir hasta que le dejaron ir. Primero: no iba a quedarse quieta mientras primos suyos ¿se podían considerar primos? eran esclavizados solo por ser de una raza diferente. Y segundo: le pareció una gran oportunidad para demostrar sus habilidades. 
Aunque de momento se estaba coronando. No había calculado que el suelo del navío marine era más resbaladizo que el del barco pesquero así que con la primera racha de viento fuerte salió disparada por los aires, notando un tirón en la cintura que más tarde le dejaría un moretón. De reojo pudo observar como Octojin era arrasado por una ola y se caía al mar, lo que le provocó que el corazón le diera un vuelco. Probablemente moriría si no le rescataban, pero no tardó en ver que se había subido de nuevo a la embarcación «Ah, claro, si puede respirar bajo el agua». También vio a Camille al timón, maniobrando para que todos ellos pudieran salir de ahí. Aunque no consiguió localizar a nadie más de la brigada, ¿estarían ayudando?. Probablemente sí. 
Tras lo que le pareció una eternidad la embarcación tocó tierra. Alexandra se desató y descansó un segundo apoyada en el mástil. Había intentado ayudar en medida de lo posible recogiendo los objetos que salían volando y atando los nudos que podía alcanzar. Vio como algunos de sus compañeros salían de los camarotes y les siguió, intentando no llamar mucho la atención. Sonrió a Ray después de sus alentadoras palabras y le dio las gracias con un hilo de voz. Le estaba costando recuperar el aliento. 
—Yo creo que lo mejor es pillarles por sorpresa... —Respondió Alexandra. Quizás le hubiera gustado descansar un poco y intentar recuperar fuerzas pero pensándolo mejor estaban bastante expuestos y sería peor que les encontraran ellos antes. 
No habían hecho una entrada demasiado discreta que se diga, ojalá la tormenta les hubiera ayudado a camuflarse y pasar inadvertidos. 

Personaje
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#8
Lemon Stone
MVP
Condiciones atmosféricas:
Ráfagas de viento entre 30 y 50 km/h.
Bruma con visibilidad de 5 m.
Frío suave (entre 1 y 10°C).
 
Primero que todo, ¡felicidades por llegar con vida al islote! Tenía ganas de que murieran todos en la primera ronda, todos menos Alexandra, pero ya veo que quieren seguir con esto. Perfecto, dicho lo dicho, continuemos.
 
Camille y Octojin han hecho un muy, muy buen trabajo al permitir que el barco llegase en condiciones al peñasco. Insisto, estos dos merecen un buen premio, no como cierto rubio propenso a descansar y desviarse en momentos importantes, o a cierta abejita traviesa entrenar cuando sus compañeros necesitan ayuda. En fin, ¿quién soy yo para juzgar? Lo que importa es que han llegado al islote.
 
El tiempo se ha calmado, al menos por el momento, y ya no está lloviendo, aunque el viento aún brama con fuerza amenazadora. ¿Quién sabe? Puede que un árbol caiga sobre alguno de nuestros imprudentes marines. La neblina que cae sobre ustedes se convierte rápidamente en una densa bruma que dificulta la visibilidad, impidiendo ver con claridad más allá de los 5 metros. Las labores de exploración durante la bruma nocturna son complicadas, por no decir peligrosas e irresponsables. Incluso diría que, a partir de este momento y hasta que la bruma se disipe o se haga de día, sería sensato desconfiar de todo lo que vean sus ojos.   
 
Ray, te separas temporalmente de tu grupo para explorar el islote. Sí, decides explorarlo tú solo en mitad de una tormenta que, por suerte para ti, se ha calmado. Por muy bajo que vueles los vientos te podrían arrastrar con facilidad abrumadora y, quién sabe, puede que acabes en medio del mar. Eres más fuerte, astuto y habiloso que muchísimos hombres del Mar del Este, pero hay algo más grande que tú y tus compañeros: la fuerza de la naturaleza. Sugiero que no la subestimes. En cualquier caso, consigues divisar un montón de árboles altos y bajos difuminados entre la oscuridad y la bruma.
 
En otro orden de cosas, Ray y Takahiro, cuando utilizan el Haki de Observación, ambos son abrumados efímeramente por la cantidad de Voces que pueden percibir. Sin embargo, ambos son usuarios bastante avanzados y tardan poco más de un par de segundos en identificar las Voces de los seres conscientes a su alrededor. ¿Les sorprendería descubrir que, en efecto, ninguna de las Voces identificadas parece ser más fuerte que ustedes? En cualquier caso, y por avanzados que sean en esto del Haki, esta habilidad no es un radar altamente tecnológico ni un escáner con precisión milimétrica. Estiman que hay entre 50 y 60 Voces dispersas a lo largo del islote y, como no puede ser de otra forma, perciben Voces bajo tierra a varios metros de ustedes en dirección al noroeste-suroeste. Si desean obtener información detallada, deberán concentrarse y analizar activamente el islote con sus poderes extrasensoriales.
 
¿Quieren saber si hay enemigos esperándolos en el bosque? La respuesta es no, al menos eso es lo que perciben Ray y Takahiro.
 
Bien, démosle con esto. Si deciden avanzar, como creo que harán, se internarán en el bosque. Me gustaría darles una descripción detallada, pero es que tampoco pueden ver mucho. Hay un montón de árboles, todos de diferentes tamaños, pero en general bastante altos. El viento fluye entre las hojas y aúlla como una bestia enfurecida, pero no es lo que mueve lo que debería preocuparles, sino el efecto que causa todos ustedes, en algunos más que en otros. Particularmente, Octojin, Alexandra, Camille y cualquiera que haya estado en la cubierta del barco expuesto a la lluvia percibirán una sensación térmica menor.
 
Al cabo de un rato, puede que tras una caminata de entre 5 y 10 minutos, llegan a una encrucijada. Pueden ver que el camino se divide en tres senderos bien marcados, aunque, por culpa de la bruma y la oscuridad, son incapaces de ver cuán extensos son. Pareciera ser que el sendero de la derecha los conduce hacia el norte; el del medio, hacia el oeste; el de la izquierda, hacia el suroeste.
 
¿Y bien? ¿Qué es lo que harán? ¿Se moverán como un grupo unido o se separarán para cubrir una mayor superficie de exploración?

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#9
Octojin
El terror blanco
La satisfacción y el orgullo llenaron a Octojin al ver que todos sus compañeros parecían estar tan decididos y dispuestos a actuar rápidamente como él. Eran una brigada bastante peculiar, pero unida, con un objetivo claro en ese momento: liberar a los gyojins cautivos y asegurarse de que aquellos esclavistas pagaran por sus crímenes. Con una sonrisa, se dirigió hacia su camarote, dejando el cinturón con sus herramientas y aprovechando para tomar una toalla y secarse el agua salada que aún goteaba de su piel, fruto de la tormenta. El frío persistente le recordó que mejor sería abrigarse, pero la adrenalina y la urgencia de la misión no le dejaban mucha pausa para preocuparse por eso. Tampoco es que las temperaturas le afectasen demasiado. El haber pasado media vida en las profundidades del agua hacía que su cuerpo estuviera preparado para aguantar el frío por encima de la media.

Una vez de vuelta en cubierta, Octojin observó que Ray no estaba entre los presentes. Su amigo debía haber salido ya para explorar el área, y aunque entendía su impulso, sabía también que la tormenta y la bruma hacían de aquella misión una tarea peligrosa. Sin embargo, confiaba en las habilidades del hombre avispa. Cuando finalmente se reuniera de nuevo con ellos, Octojin propondría la idea de explorar la isla a pie y ver si podían encontrar alguna pista de los traficantes. No podían permitirse perder tiempo.

Con un salto firme, Octojin se lanzó a tierra firme el primero, sintiendo el frío de inmediato en sus pies descalzos. La temperatura era notablemente baja, y la brisa cortante se colaba por cada pliegue de su uniforme, dejando ver que el camino podría ser sencillo, pero sería frío. Con una carcajada desafiante, miró hacia la cubierta del barco y lanzó una recomendación.

—¡Más vale que todos llevéis algún abrigo o algo que os ayude con este frío! No queremos que nadie se congele antes de poder darle una buena paliza a esos esclavistas, ¿verdad?

El grupo, tras asegurarse de estar bien equipados, comenzó a internarse en el bosque. La neblina era espesa, envolviéndolos como un manto silencioso que difuminaba las sombras de los árboles y cubría los sonidos de sus pisadas. Cada paso resonaba en el ambiente con un eco suave, amortiguado por la tierra húmeda y las hojas caídas. Aquél lugar era bastante sombrío, y aunque la niebla no estuviera presente, los árboles que les rodeaban no dejarían ver mucho tampoco. Bien pensado, parecía un lugar perfecto donde esconderse. El tiburón se mantenía alerta, sabiendo que cualquier movimiento inesperado podía significar peligro, pero también confiaba en los sentidos y la experiencia de sus compañeros. En ese tipo de situaciones, ir con Ray era un seguro de vida. Tanto su haki de observación como el poder de su akuma no mi, le brindaba una capacidad para localizar enemigos increíble.

Mientras caminaban, Octojin se acercó a Alexandra, la nueva recluta. La verdad es que había un importante contraste entre su altura y la de su nueva compañera. Pero a pesar de ello, el escualo la miró con una sonrisa cálida. Recordaba bien cómo había sido su propia entrada a la brigada; él también había sido el novato en algún momento, y sabía lo importante que era sentirse parte del grupo desde el principio. Así que intentó que se abriese un poco mientras caminaban por aquél bosque en busca de alguna pista que les llevase hasta los criminales.

—Alexandra, ¿cómo ha sido tu camino en la marina hasta ahora? —le preguntó en tono amigable, intentando hacer que se sintiera cómoda en medio de aquella tensión— Sé que no siempre es fácil entrar a una brigada tan... particular como la nuestra. —Sonrió, recordando cómo sus propios compañeros habían sido un apoyo constante en sus inicios.

Octojin disfrutaba viendo cómo Alexandra, o cualquier otro miembro que fuese novato en verdad, se integraba y empezaba a sentirse cómoda con el grupo. Pronto, los dos compartían alguna risa y comentarios sobre el lugar, lo que ayudaba a suavizar el ambiente sombrío que les rodeaba.

Después de caminar durante unos ocho minutos, el grupo llegó a una encrucijada. Tres senderos bien marcados se extendían ante ellos, cada uno dirigiéndose hacia un punto cardinal diferente: el de la derecha parecía llevar al norte, el del medio hacia el oeste, y el de la izquierda hacia el suroeste. Octojin suspiró al ver los caminos, consciente de que la elección no era para nada sencilla, y que la lógica le decía que debían separarse. Pero... ¿Cómo? Eran siete, por lo que habría que hacer dos grupos de dos personas y uno más de tres.

—Bueno, chicos —dijo, mirando a sus compañeros con una expresión pensativa—. Creo que llega el momento de dividirnos. Podremos cubrir más terreno, y, con los Den Den Mushis, no debería haber problema para mantenernos en contacto —Lanzó una mirada alrededor, asegurándose de que todos estaban de acuerdo—. Pero antes de nada, probemos los Den Den Mushis, no vaya a ser que con esta tormenta se hayan dañado.

Si todos estaban de acuerdo en probarlos, el escualo llamaría a cada uno de ellos, intentando ver si la comunicación funcionaba o no.

—Somos siete, así que lo más lógico sería que dos de nosotros tomáramos un camino, otros dos otro, y tres el último. Me parece que Alexandra debería ir en el grupo de tres, pero dejo la decisión en vuestras manos. —Le guiñó un ojo a la joven, sabiendo que ella era capaz, pero queriendo asegurarse de que estuviera a salvo.

Sin más dilación, Octojin se ubicó en el sendero de la izquierda, que se dirigía al suroeste, esperando que alguien más se posicionara en su lugar también y deseando ver cómo se formaban los grupos. Aquello era como en sus años de niño jugando a cualquier deporte de equipo, que todos se ponían en fila y dos capitanes iban eligiendo a los mejores. ¿Se pelearían por ir con él? Nah, no creo. No era tan popular aún. ¿O si?

resumen
#10


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