¿Sabías que…?
Si muero aquí, será porque no estaba destinado a llegar más lejos.
[Autonarrada] [Aventura - T4] Somos lo que bebemos
Asradi
Völva
Asradi suspiró largamente, armándose de toda la paciencia que le era posible, cuando Tofun empezó a balbucear. No le regañó ni le dijo nada al respecto solo por el hecho de que, primero, estaba borracho debido a las propiedades de su fruta y, segundo, seguramente la pérdida de sangre y las heridas le habían afectado también. Lo que no se esperó, en lo absoluto, es que justo cuando había terminado de abrirle la camisa y de darle una negativa cuando el tontatta dijo que quería estar allí, el muy desgraciado saltó como si tuviese pica pica en el culo y se fue, como una maldita pulga con barba, a lanzar patadas voladoras.

¡TOFUN! ¡VUELVE AQUÍ, MALDITO TESTÍCULO DE PEZ ABISAL! — Fue la “delicada” llamada de Asradi cuando el revolucionario se le escapó, literalmente, de entre las manos.

Los ojos de la sirena habían pasado de la preciosa coloración azul oceánica de siempre, a un gris tormentoso. ¿¡Se había vuelto loco o qué!? Se le iban a abrir, todavía más, las heridas que portaba. Y no eran para nada desdeñables. Además, con todo lo que llevaba encima, ¿cómo era capaz todavía de moverse así?

¡Hombres! ¡Y ebrio aún encima!

Para bien o para mal, después de su demostración de estupidez, aunque había que reconocer que, pese a todo, estaba fuertote, Tofun terminó cayendo, literalmente, casi de nuevo entre sus manos. Asradi frunció el ceño cuando Tofun comenzó a balbucear.

Debería arrancarte las barbas... — Musitó, largando un suspiro todavía más resignado.

Ahora bien, tras ver todo el panorama, confió y agradeció en que Lemon y los demás podrían hacerse cargo de todo aquello. En el momento en el que el ataque de uno de aquellos tipos raros fue hacia donde se encontraban Tofun y ella, la sirena solo acertó a sujetar más protectoramente al tontatta entre sus manos y contra su cuerpo. No le importaba actuar de escudo humano y, aún así, confiaba en el que el resto de sus camaradas se encargase. Como así sucedió.

Lanzó una mirada agradecida no solo a Lemon y a Airgid, sino también a los demás. Tenía que sacar a Tofun de ahi, cuanto antes. Lo mantuvo protegido contra su pecho. Necesitaba seguir tratándole, pero ese no era el mejor lugar del mundo. Miró a su alrededor y cuando se irguió, con el tontatta en las manos, tuvo que sacudir la cabeza. El aroma dulzón del gas todavía le afectaba, y no era algo que pudiese permitirse, no cuando había una vida en juego.

También apretó los labios cuando Lobo fue herido pero, ahora mismo, la vida que más corría peligro era la de Tofun. Salió de la zona del comedor a saltitos rápidos, hasta llegar a la cubierta exterior donde pudo ver a Umibozu después de la preciosa amenaza que les había soltado a los otros. Aunque prefería que el grandullón no se los comiese, no quería que pillase una indigestión. Asradi respiraba agitadamente, antes de acostar a Tofun sobre la parte superior de un barril.

Umi... — Llamó al grandullón, aunque tenía la vista puesta totalmente en Tofun. Tenía cuatro heridas de bala, y eran considerables, y un chichón en la frente. Si no es que se había partido medio cráneo el muy animal, claro. — Mira a ver si me puedes conseguir un par de púas de erizo marino. — Debería haber en el lecho del mar, o incluso podría haber alguno pegado bajo el casco del Baratie.

¿Por qué le había pedido algo como eso? Porque las pinzas que ella tenía eran demasiado grandes para alguien del tamaño de Tofun.

Lo primero era lo primero, sacarle las balas. Al menos las del hombro y el muslo habían atravesado limpiamente. Comenzaría a parar el sangrado y a desinfectarle esas mientras esperaba a que Umibozu le consiguiese lo que le había pedido.

El reloj corría en su contra, pues lo primero era detener el sangrado. Por fortuna, tenía los ungüentos necesarios para aquello y, tras un buen rato, había logrado desinfectarle dos de las cuatro heridas de balas y dejárselas cosidas.

OFF

Inventario

Virtudes y Defectos
#31
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Madre mía, estaba escalando la cosa a una velocidad fuera de lo común. El vikingo, que había esparcido su gas sin miramientos, no contaba con que aparecería toda la familia gitana de una tras el llamamiento. Aquello era al mismo tiempo muy bonito y una auténtico sin sentido, porque lo que ocurría es que las habilidades cruzadas podrían acabar ... Bueno, cruzándose. Ragn recordaba a varios, de Oykot. Por si fuera poco, con el pecho al descubierto se lanzaron a la acción. Con calma, Ragn abrió una nevera que tenía cerca, se le estaban poniendo los pelos de punta al escuchar disparos, armas chocando, gritos ... La virgen. Tomó un pequeño pastel que parecía estar recién creado, es que ni frío estaba ... No era muy grande, tamaño humano. Pero se lo comió igualmente. Haría lo mismo con varias cosas que se encontró. Hasta que obviamente, Airgid resonó como una mala canción de verano. — ¡Voy, voy! — ¿Hacía falta realmente? Eran un cojón y seguramente ya tenían la batalla resuelta. Pero siempre quedaba hueco para el puto vikingo.

Volvió su cuerpo en gas, filtrándose bajo la puerta y mezclándose a la perfección con el gasecillo verde del ambiente. Utilizó el mismo tipo. Al unirse a este, pasó a ser la "totalidad" del gas de la zona, pudiendo controlar el mismo. De hecho pasó algo muy curioso y es que alrededor de las cabezas de sus aliados, el gas no llegaba a tocarles, como si hubiera una pared invisible. Sin embargo, sí que comenzó a arremolinarse en torno a los enemigos, a volverse pesado. Incluso más denso, más intenso. Verían con más dificultad aún el movimiento si cabe. El gas buscaba, de forma indiscriminada, meterse en los ojos de los enemigos, en cualquier orificio, no era simple gas en al ambiente, este tenía vida propia, filtrándose por cada agujero (Sí, justo lo que estás pensando) siendo así ya no solo una molestia para el que lo respirase, pues este tenía tal densidad que incluso al meterse en los ojos podía molestar. Era imposible no reírse un poco al ver la panoramica de las acciones desde el techo.

El gas se materializaba entre los hombres como manos que buscaban agarrar sus cuellos (algo meramente narrativo) sin embargo mientras esto sucedía, por detrás de Zizuff, ahora sí, se formó una figura que atacó rápidamente. Era un golpe directo, buscando su columna. Además, haciendo gala de un dominio elevado con su propia habilidad, el brazo derecho de Ragn pasó a ser de un color violeta cubierto de un negruzco la mar de bonito, el haki. Después de golpear, la masa de músculos, el del tanga de palmeras, se volvió a deshacer en gas verdoso.

Iba de aquí para allá. Era casper.

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#32
Ray
Kuroi Ya
La onda de aire a presión lanzada por la patada de Tofun lanza tres de los cinco higos que plantó Luis en el suelo hacia atrás, pegándose estos a las piernas de tres de los tiradores y limitando su movilidad. El choque de cabezas entre el tontatta y el calvo de acento extraño es demoledor, el aire mismo vibra con una descomunal intensidad al colisionar dos fenómenos de la naturaleza como ellos. Ambos cráneos se enfrentan, en una titánica lucha por dirimir qué cabeza es la más poderosa. Durante unos breves instantes da la sensación de que las fuerzas de ambos están igualadas, e incluso de que tal vez el barco no sea lo suficientemente resistente para aguantar tan brutal encontronazo. Pero finalmente el pequeño revolucionario cedió, saliendo despedido hasta aterrizar en el suelo a escasos metros de allí. Una vez más, como en tantas ocasiones anteriormente, el devastador poder de la cabeza de Zizuff había superado a su adversario.

Sin embargo no puede celebrar su victoria más que durante un breve parpadeo, pues antes de que pueda darse cuenta de lo que está sucediendo una pierna impacta contra su rostro. Como salida de la nada, la rubia llega hasta su posición y le asesta una brutal patada. Se puede escuchar el pómulo de Zizuff crujir con estremecedora fuerza al ceder frente al pie de Airgid, luchando contra el grito de ésta por ver cuál se escucha más alto.

Luis Higo, mientras tanto, ve venir a Lemon, pero debido al óxido nitroso y al daño recibido por el grito de la rubia tan solo es capaz de intentar bloquear sus ataques. No obstante la fuerza del enmascarado es tal que su intento de detener su ofensiva se ve superado por completo. El primer golpe ya hace importante mella en su cuerpo, llevándolo hasta el límite y rompiendo varios huesos, pero los dos siguientes terminan por arrancar el último hilo de vida al que se aferraba. El cuerpo del hombre que había envenenado al chef Zazaemon para quitar de en medio al único enemigo al que Los Galácticos sabían que no podrían derrotar cayó al suelo, inerte y casi irreconocible. Poco más que un amasijo de huesos rotos, pues los mazazos asestados por Lemon habían provocado que no menos de una docena de sus huesos se partieran. Si alguna persona sensible está cerca lo más normal será que se estremezca profundamente al escuchar el sonido provocado por estos terribles impactos.

Entre los feroces cánticos de Lobo y la poderosa técnica de Alistair, los cinco tiradores, que ya habían recibido bastante daño del terrorífico grito lanzado por Airgid. Se doblegan ante el poder de vuestros ataques, cayendo al suelo inconscientes y, por lo que parece, tan muertos como Luis Higo y Beck Ham.

Los gritos y amenazas del enorme Umibozu resuenan desde fuera del restaurante, pero ya apenas queda nadie entre vuestros enemigos para escucharlos, pues solo Zizuff sigue en pie, aunque malherido y con el pómulo izquierdo partido en mil pedazos.

Es entonces cuando Ragn aparece tras él de forma brusca, sin que el calvo pueda verle venir ya que se desplaza en forma de gas invisible. El brutal ataque del buccaneer sorprende al delincuente y le asesta el golpe de gracia, arrebatándole en apenas un instante las pocas fuerzas que le quedaban. Así, el último de Los Galácticos que quedaba en pie pasa a mejor vida, dando el combate por finalizado y siendo Romualdo, aún inconsciente, el único superviviente del bando perdedor.

Si liberáis a Douma y los chefs del Baratie este os agradecerá vuestro esfuerzo y sacrificio, y os prometerá que ninguno de vosotros ocho volverá a pagar nunca una comida en el restaurante marítimo mientras él viva. Se celebrará un gran festín en vuestro honor, pues la alegría que sienten los trabajadores del establecimiento es infinita, como también lo es su agradecimiento por haberles salvado. Durante la fiesta, Douma recibirá una llamada de su madre, notificándole que la recuperación de su padre está transcurriendo a la perfección y que probablemente en una semana puedan regresar al Baratie. Parece que todo es motivo de celebración en esta velada.

Cositas
#33
Tofun
El Largo
No sabía de qué estaba hecha la cabeza de ese Galáctico, pero definitivamente no era de carne y hueso; en toda mi vida, jamás había experimentado un material tan duro. Entre el dolor de cabeza, el mareo por el gas, el chupito "El Ascensor", el cansancio y el dolor, estaba más desubicado que un pulpo en un garaje. Asradi me sostenía mientras levantaba la vista, y, para colmo, vi cómo dos Airgids se lanzaban contra el calvorota, seguidos de dos Ragnirs desnudos que acababan de rematarlo.

¡Eeeasso! Pimmmm... Masssss… Biennn. — Entrecerré el ojo derecho y apunté con el dedo al Zidane, quien también parecía estar desbordado en mi visión duplicada.

¡Pero eso no era todo! Dos Lobos recibían disparos mientras nos deleitaban con una música que, al menos en mi mente, retumbaba demasiado. Y vaya si retumbaba también en los enemigos. Dos Alistairs y dos Lemons iban directos a acabar con Figo y los tiradores, mientras al fondo un Umibozu de dos cabezas gruñía, diciendo algo que ni siquiera fui capaz de entender, aunque sin duda secundaba.

Essso… Disselo, hombre. Afunmfba… Eaaaaa su… — Eché la cabeza hacia atrás, dándome cuenta en ese instante de que estaba apoyado en la pechera de la sirena. Su rostro se cruzaba de lado a lado, como un caleidoscopio.

¿Estoy en el cielo? Shahahaha… —Reí, aunque la energía se me iba apagando poco a poco. Estaba a punto de perder la consciencia cuando noté que Asradi me estaba intentando sacar del campo de batalla. ¿¡Pero cómo se atrevía!? ¡Por muchos melones que tenga, no tenía derecho a sacarme de ahí! Me revolví como pude, moviendo los brazos y las piernas, intentando flotar como quien no sabe nadar. Mis diminutas extremidades no lograban hacer frente al agarre de la sirena.

Ragggggg... Umi… aaaaaaaaaaaaa. Grrrrrrrrr… —Patalear como un gato intentando escaparse de su dueño era lo mejor que pude hacer. — Douma, quiero ser gaviooota… Libre. Aaaaaa… —Pero no había manera. Seguí pataleando y tratando de zafarme de Airgid, cada vez más cansado, cada vez con el cuerpo más pesado y lento, hasta que finalmente caí dormido.



Desperté horas después con la noticia de que habíamos vencido a los Galácticos y de que Douma y los suyos estaban bien. ¡Y además, que teníamos comida gratis y habría una celebración! Al escuchar sobre la fiesta, lo primero que pensé fue en todo lo que iba a beber, así que traté de levantarme del camastro donde Asradi me había dejado. Pero en cuanto me enderecé, un conjunto de dolores en cada rincón de mi cuerpo me pegó un latigazo tal que acabé retorcido y tumbado otra vez. Tras unos segundos de aclimatación, sonreí.

Ha merecido la pena… —Susurré, satisfecho por el trabajo realizado.

Final
#34
Alistair
Mochuelo
En un parpadeo se había acabado. La sarta de ataques que el grupo revolucionario había arrojado en dirección a los Galacticos había sido devastadora, mucho más de lo que el emplumado había predicho en primera instancia. Su técnica a distancia, una de las últimas en el orden de ejecución, acompañando a las ofensivas de Airgid y Lobo hacia los tiradores, probó ser mas que suficiente para llegar hasta los tiradores que permanecían atrasados en la formación, y habían propinado tal cantidad de daño que habían puesto en inconsciencia a todos ellos, un trabajo impresionantemente coordinado y eficaz para una crisis que había surgido de la nada. 

El único problema de Alistair con la situación era en destino tan incierto que deparaba a los Galacticos que él mismo había atacado, el cual dentro de sus opciones contemplaba el fallecimiento de algunos o todos ellos por mano propia. Por un segundo, el horrible pensamiento de haber tomado la vida de alguien más de manera accidental pasó por su cabeza, no habiendo previsto la total falta de respuesta defensiva de parte de los hombres que sencillamente... fueron presa del grupo revolucionario, cayendo uno tras otro hasta que ninguno quedó de pie para contestar. 

Un sentimiento que le persiguió en su mente por varios instantes los cuales se sintieron eternos, al menos hasta que dos punzadas importantes en sus brazos -una en cada uno- le despertaron del pensamiento. No es que consiguiera aliviar su pena por el posible resultado o le diera un caso de conveniente amnesia para olvidar el momento, pero el dolor era un muy eficiente recordatorio de que los hombres cuyas vidas podían haberse perdido estaban dispuestos a hacer lo mismo a uno de sus colegas, y a cualquier personal en el Baratie que estuviera dispuesto a darles la cara. 

Eran emociones conflictivas y difusas que hervían dentro de él, mezclándose y lacerando su psique a su paso; pesaban en su pecho, pero sería algo con lo que tendría que lidiar y aprender a vivir por su cuenta. Al menos contaba con el mínimo consuelo de que había sido un accidente. 

¡GHH! La madre que me parió, encima ha sido en ambos... — La sensación de ardor en cada herida de bala se encargaba de recordar la existencia de la perforación sin falta, y estaba de más decir que empeoraba gravemente cada vez que intentaba moverlos o siquiera tensar los músculos por encima de sujetar sus katanas, pero -dolor aparte- no estaba completamente desprovisto de movimiento. Eso era bueno, significaba que no había dado en ningún nervio esencial y que el músculo se mantenía tan intacto como podía estar en su situación. Sanaría, dado el suficiente reposo y medicina que acelerara el proceso.

En la otra cara de la moneda, intentar aplicarse tratamiento a sí mismo fue una idea que descartó prácticamente al instante. En esta situación, la dificultad que tenía para hacer uso de cualquier porción de su habilidad motriz hacía que su mano temblara gravemente, lo suficiente para conducir cualquier aguja de sutura directamente a su ojo -si, así de mal-. Necesitaba, por unos minutos, las manos de alguien más.

Se acercó a la sirena que conocía de hace tiempo, Asradi, y una vez consiguiera llegar hasta ella, se dejaría caer arrodillado sobre el suelo y abriría sus manos para soltar sus katanas, produciendo el sonido metálico consecuente de las armas de filo rebotando contra el piso un par de veces hasta finalmente detenerse. — Asra... ¿Puedo pedirte una mano cuando acabes de estabilizar a Tofun? — Rió suave, aunque con un atípico desgane que era poco propio en él; no iba a apresurarle, entendía que su condición no estaba siquiera cerca de ser crítica, podía esperar aunque fuera un poco. También ayudaba que, una vez abrió las manos para remover el peso de sus espadas y relajó completamente los brazos, el dolor que sentía se había reducido a su mínimo en tanto no se moviera en lo absoluto, concentrado en utilizar su respiración como analgésico improvisado para mitigar la sensación cuanto pudiera.

Resumen
#35
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
No esperaba ese final, desde luego que no. Ragn había atravesado, de la fuerza aplicada, el cuerpo del hombre calvo. Su brazo había entrado prácticamente hasta el codo, bañándolo completamente en sangre. Al retomar su posición, con el cuerpo aún incrustado en su brazo derecho, intentaba librarse del cadáver sacudiendo el ya cadaver del hombre. Realizó entonces un movimiento poco ortodoxo; movió con brusquedad la diestra y, al atravesar un costado, consiguió liberar su brazo — Madrrre mía, tocarrr otrrra ducha. —Dijo sin ningún miramiento, dándose la vuelta. La muerte era su aliada, la diosa que guiaba sus pasos, la representación de ella. No mostró el más mínimo escrúpulo por el hombre que acababa de matar. Después de todo, ese hombre había atacado a su compañero, y, al observar con más calma, parecía haber hecho lo mismo con muchos otros que acudieron a ayudar sin dudar.

La nueva generación de la revolución estaba tocando a la puerta y, si nadie se apresuraba a abrir, arrancarían cualquier ventana para poder entrar.

Por suerte, Ragn estaba ileso, sin una sola marca de las ofensivas. Al darse la vuelta y observar el panorama, comentó con una ironía apenas perceptible —Nessessitarrr entrrrenarrr más. — Refiriendose a sus compañeros revolucionarios. El vikingo se acercó a cada miembro, ofreciéndoles la poca ayuda que estaba a su alcance. Rápidamente entró en la cocina y preparó varios platos, intentando devolver algo de energía a sus compañeros. El Baratie era un verdadero tesoro en cuanto a víveres, contaban incluso con maquinaria industrial para cocinar en cantidades enormes. Ragn preparó un surtido especial de frituras variadas, dedicando un plato al todopoderoso pez que asomaba por la ventana. Así como el Buccaneer superaba en tamaño al resto de los hombres y mujeres, también lo hacía su apetito, y Ragn intuía que el de Umibozu sería aún mayor.

El tiempo pasó, aunque era imposible medirlo. pues las fiestas tenían esa cualidad. Todo merecía una celebración, y haber caído en gracia a los empleados era suficiente motivo para otra más a la altura. Finalmente, cubierto con algo de ropa que disimulaba su imponente figura, una túnica larga de grueso lino, teñida en tonos oscuros con bordados en hilo dorado que remarcaban su complexión fornida. Un cinturón de cuero ancho sujetaba la prenda a la altura de la cintura, y unas pieles de animales caían sobre sus hombros, otorgándole un aire aún más imponente y salvaje y alrededor del cuello colgaba un amuleto rúnico, símbolo de su devoción y protección. Ragn se dirigió a la estancia de Tofun. Allí se quedó en la puerta por un par de horas, esperando que su amigo despertara, aunque no lo hizo debido al cansancio y a la gravedad de sus heridas. Le pareció escuchar algo, pero no llegó a enterarse del todo.

El vikingo terminó durmiéndose en la puerta, con una jarra de cerveza de tamaño considerable en una mano y otra un poco más pequeña en la otra, reservada para su amigo.

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#36
Lemon Stone
MVP
Impactó de lleno en su objetivo con tanta fuerza que poco quedó del pobre hombre que alguna vez fue conocido como Luis. Sus movimientos fueron letales como las garras de un halcón, contundentes como la cena de un fanático del MacDonaru, ese famoso restaurante de hamburguesas y papas fritas. Arrojó varios metros hacia atrás al matón que había estado lanzando higos y cabezas raras por todo el Baratie, y cuando sus armas impactaron… Oh, sí, el sonido de los huesos rompiéndose y de algo líquido estallando en el interior de su víctima fue fascinante.
 
Cuando levantó la mirada descubrió que todo el mundo se había encargado de los matones que golpearon al hombre pequeño. Ja, malditos delincuentes, habían recibido su merecido. Así que era momento de cobrar la recompensa. Caminó hacia el cadáver de Luis, la trompa del elefante siguiendo coordinadamente sus movimientos. Le echó un ojo al cuerpo sin vida. Estaba casi irreconocible: donde antes había brazos, ahora había una amalgama de tendones y huesos esquirlados. Al menos sus piernas seguían más o menos intactas. Con un gesto brusco podría arrancarla de cuajo, pero tendría mucho cuidado en desplazar el cuerpo.
 
-Me pregunto qué haré contigo… No pareces prometer mucho -le susurró al cadáver con pose pensativa.
 
Más tarde, se enteró de que el hombre pequeño quería entregar los cadáveres y cobrar las recompensas asociadas a sus identidades. No le venía mal un poco de dinero, pero era importante conservar el premio de la batalla. Unos cuantos billetes no sustituirían el peso de unos huesos resquebrajados y unas vísceras ensangrentadas. ¿Qué pretendía hacer con el cadáver de Luis? Bueno, eso es un misterio que prefiero ocultar por el bien de nuestra salud mental.
 
Se giró hacia la sirena y comenzó a caminar hacia ella, pero se detuvo cuando vio que Plumas se le acercó primero. Su Voz interna estaba… ¿deprimida? ¿Dubitativa? Algo había pasado con él. Podía jugar a las adivinanzas o intentar animarle, pero a veces un camarada necesita tiempo a solas, a solas frente a una chimenea y una petaca de whisky en la mano. Nada que una buena borrachera no solucionase.
 
-Supongo que hoy tendremos fiesta, ¿no? Espera, nada de suposiciones. ¡Vamos a tener una maldita fiesta! ¡Jajaja! -anunció Lemon, riendo escandalosamente.
#37
Lobo Jackson
Moonwalker
Recostado contra una mesa volcada, Lobo Jackson contemplaba pensativo a Mae. Su guitarra cubierta de sangre parecía una víctima más de la lucha contra los violentos tipos de acento extraño.

Voy a tener que darte un buen baño, pequeña. — Pensó, tratando de sujetarla con sus manos temblorosas por el pulso irregular. La sangre que manaba de sus heridas manchaba el suelo a su alrededor, una alfombra escarlata que servía de reposo al cantante tiroteado. Levantó la cabeza justo a tiempo para ver pasar un cadáver que salía despedido del brazo de su camarada gigante, una visión grotesca que no ayudó a calmar su espíritu afectado.

— Nessessitarrr entrrrenarrr más. Dijo Ragn, cuya ironía subrayaba la gravedad de sus palabras. Pero no le faltaba razón, el lobo se había puesto en primera línea de fuego y había recibido su justo merecido por tal imprudencia. 

No volveré a caer en la misma situación. De ahora en adelante, el músico se quedará en el escenario tras los guardas de seguridad. — Meditó mientras le escocían las heridas. — Que sean ellos los que se encarguen de enfrentarse a los fans más desbocados mientras que mi música inspira sus corazones.

Trató de ponerse en pie, pero sus piernas se quejaron al unísono con un fuerte dolor punzante que recorrió cada fibra muscular hasta llegar a su cintura. No le quedaba más remedio que quedarse quietecito donde estaba para no convertir sus agujeros de bala en pequeñas fuentes de sangre. Volvió su cabeza hacia la bonita sirena, cuyo rostro de mirada preocupada se mantenía enfocada sobre el diminuto cuerpecillo del combatiente borracho. A continuación observó a su camarada espadachín, que se acercó a la curandera con agujeros de bala en sus brazos.

No fui el único en recibir daño... — Pensó, bajando la vista hacia Mae. — ¿Qué opinas, pequeña? Creo que es hora de componer nuevas canciones. —

Cerró los ojos y se quedó adormilado a la espera de que trataran sus heridas. Por lo menos sabía que habían ganado, y con ello podía disculpar parte de su imprudencia. Pero el día aún no había terminado y estaba ansioso de comer algo delicioso que repusiera sus fuerzas.

¡Qué hambre tengo! Me muero por algo de carne en su salsa... Un cacho de pan... Un poco de vino... Esto de perder sangre despierta el apetito. — En ello pensaba cuando de pronto una mano gigantesca, tan grande en su envergadura como en su amabilidad, colocó a sus pies un delicioso manjar cuyo aroma despertó de nuevo al mink.

¡Oh! Así da gusto, ¡muchas gracias-gara! — Exclamó con alegría. Utilizando la mano que menos le dolía agarró un tenedor e hincó el diente.  

Aquella había sido una dura lección de combate bautizada en fuego y sangre, una que Lobo Jackson no olvidaría. Mientras comía, pensaba en cómo podría seguir mejorando y en las canciones que compondría para apoyar a sus compañeros en sus próximos combates. El futuro Rey del Pop todavía tenía mucho camino por delante y lo iba a demostrar.

Resumen

#38
Airgid Vanaidiam
Metalhead
La patada de Airgid mandó al calvorota a tomar por saco, aunque continuaba consciente. La rubia trató de no perder el tiempo para volver a aproximarse a él, solo para descubrir que no era necesario. Ragnheidr apareció de la nada gracias al uso de su akuma y terminó por aniquilarle, atravesándole completamente el cuerpo con uno de sus enormes brazos. Airgid no pudo evitar dar un respingo, no le esperaba ahí y tampoco tal brutalidad, aunque enseguida arrancó una risilla al escuchar su comentario sobre la ducha. Escuchó calma a su alrededor, se giró para continuar observando la escena y viendo cómo los enemigos, todos habían caído al suelo, inconscientes o muertos. Airgid no les conocía en absoluto, no conocía el contexto de dicha batalla o enfrentamiento, pero ese enorme grupo se había atrevido a atacar a uno de los suyos, y Airgid no necesitaba saber nada más.

Ragn se introdujo en la cocina, que era ya como casi su hogar; Alistair, Lobo y Tofun se arremolinaron alrededor de Asradi, buscando el calor de la curandera y que sus útiles manos les ayudaran con las heridas que se habían llevado; Lemon, por otro lado, no se quedó ni cerca ni lejos, observando la escena, sutilmente pensativo a ojos de la rubia. Airgid bajó al suelo, dejando de levitar, y con su única pierna fue dando saltos hasta quedar cerca del grupillo que se había formado. — Veo que eres mu popular, Asradi. — Sonrió ampliamente a su amiga y a los revolucionarios que esperaban ser atendidos. Quizás aquella era una buena ocasión para conocer más a Lobo o a Alistair, un mink y un joven con alas y cabellos de fuego con los que apenas había tenido el placer de conversar. — ¿Puedo ayudar en algo? — Preguntó, realmente con ganas de involucrarse. Ella por suerte no había recibido daño alguno, así que quizás podría ayudar un poco a Asradi. Como aquella vez en su casa que le hirvió el té medicinal para Ragnheidr. Tomó unas sillas y las acercó, disponiéndoselas a sus compañeros para que no tuvieran que tirarse al suelo. Fue entonces cuando escuchó la propuesta de Entrañas sobre una fiesta. — ¡Eso ni lo dudes! — Le respondió, correspondiendo su risa con otra.

Al rato, mientras los revolucionarios charlaban, conversaban y reían entre ellos, apareció Ragn con comida entre las manos, repartiéndolas a todos los combatientes. Airgid le guiñó un ojo con complicidad, agradeciéndole el gesto. Aquellas patatas con chorizo estaban de puta muerte, la comida sabía incluso mejor después de una buena contienda. La situación que acababan de vivir había sido completamente improvisada, el hecho de que aparecieran por allí aquellas personas y que todo el grupo acudiese a ayudar a Tofun como una verdadera fuerza unida, conjunta, única y poderosa. Airgid se sorprendió a sí misma encontrándose tan a gusto rodeada por aquellas personas, aquel ambiente. Y por un momento, mientras comía y trataba de ayudar a Asradi con cualquier cosa que le pidiera, recordó esos años viviendo en el bosque con su familia, sus amigos de toda la vida. Esa hermandad, ese vínculo tan especial que llevaba mucho tiempo sin sentir, cuando casi todos sus amigos se alejaron de ella. La rubia sonrió, pensando en que no se imaginaba volver a sentirse así.


OFF


Para el revisor de aventuras
#39
Umibozu
El Naufragio
El frenesí del combate terminaría pronto. Ninguno de los bandos parecía querer dar su brazo a torcer y estaba poniendo todo el empeño posible en tumbar al otro. Mientras tanto yo contenía mis ansias de unirme a la refriega porque eso significaría destrozar notablemente el barco restaurante. Tenía un tamaño descomunal para ser un barco, pero no dejaba de ser una embarcación y yo un bicho de un tamaño nada desdeñable. Mientras tanto, Timsy hacía las veces de comentarista narrando los golpes y porrazos. Tratando de llamar mi atención iba señalando aquí y allá mientras se desternillaba de los impactos más cómicos. Todos parecían haberse vuelto en una suerte de campeonato de cabezazos.

-¿Sí-lurk? – la sirena me increpó con su genuina amabilidad. Era fascinante como alguien aparentemente tan dulce podía demostrar un carácter como el que había hecho gala hacía unos instantes al gritarle al tontatta - ¡Voy-lurk!

Sin esperar más indicaciones me sumergí en busca de lo indicado. Junto a mí vino Timsy. Arriba en la superficie quedaron los gritos y ruidos del combate. Poco a poco fueron dejando paso a un silencio y presión en los tímpanos que me resultaban tan familiares como gratificantes. Era mi elemento y como tal, me sentía a gusto y seguro en él. Encendí la luz de mi apéndice para tener mejor visibilidad. El East Blue no era excesivamente profundo, pero a medida que uno descendía en la columna de agua los rayos de sol iban siendo menos intensos.

-¡Mumi! ¡Aquí hay un erizo!

El alevín de pez bruja inició un desespinado del pobre animal. Ignoraba si le dolería o si como las medusas su sistema nervioso era tan primitivo y simple que casi podría considerarse inexistente.

-Nos lo llevamos entero-lurk – comenté con voz apremiante. No sabía como estaría la situación por arriba en la superficie y quizás hicieran más de un par de púas. No estaría de más tener reservas suficientes.

Cuando llegué todo parecía haber terminado. La situación era algo lamentable. Todos derrotados y demacrados. La supremacía de los revolucionarios había vuelto a imponerse y arrollar a los enemigos. Cada vez me gustaba más ese grupo. Cierto era que parecía un circo lleno de especímenes y personalidades a cada cual más extravagante, pero cuando debíamos cerrar filas lo hacíamos a las mil maravillas. En la unidad residía la fuerza.

-¡Eh pequeño. Yo también quiero-lurk! – le dije al vikingo extendiendo mi brazo para introducirlo al interior de la sala y tratar de conseguir algo de comida. Todo aquello me había despertado el apetito. Con un acto tan sencillo, arranqué la puerta y generé un boquete considerable a modo de entrada apta para voluminosos.

-¿No hubiera sido más sencillo que lo trajera yo?

Me encogí de hombros y comencé a tantear la sala con la extremidad. Tenía hambre.
Resumen

A la atención del revisor


#40


Salto de foro:


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