¿Sabías que…?
... existe una isla en el East Blue donde el Sherif es la ley.
[Aventura] [T1] En búsqueda de justicia
Atlas
Nowhere | Fénix
Amanece un nuevo día en la base del G-23 en Isla Kilombo. Quien no tenga acceso al interior de la base de la Marina podría pensar que es un día cualquiera, uno más entre tantos. Podría imaginar que, como todos los días, los reclutas y soldados se levantarán a primera hora de la mañana, se adecentarán y se prepararán para una ardua instrucción que los convertirá en garantes del orden y la justicia. Lo cierto es que así será para muchos, para la mayoría, salvo para tres reclutas y los mandos enterados de lo sucedido unas horas antes: alguien se coló en medio de la noche en el cuartel. Cómo consiguió evadir los controles de seguridad es algo que aún se está investigando, pero no se ha llegado a ninguna conclusión por el momento. Por desgracia, hay que lamentar el fallecimiento de dos reclutas que fueron cogidos por sorpresa por el asaltante, pero el tercero que estaba destinado a convertirse en su víctima —tú— se percató de lo que sucedía y consiguió interceptarle y darle muerte.

Al intentar asignar una identidad al cuerpo del asaltante han descubierto que no se trata de nadie conocido o fichado; al menos nadie que esté en los archivos de Kilombo. En consecuencia, actualmente la Marina se encuentra ciega, sorda y muda en lo que a la investigación se refiere. Tal vez hayas escuchado rumores de que el capitán Arganeo, el oficial al mando del G-23, está que trina y no para de darle vueltas al método a emplear para averiguar qué demonios ha pasado. Sea como sea, por el momento quizás lo más acertado por tu parte sea continuar encargándote de lo que se te diga y, poco a poco, ir consiguiendo experiencia para convertirte en el mejor marine posible, ¿no te parece?

En esa línea, el suboficial Rodgers ha ido a buscarte después de que le comunicasen que estabas en perfectas condiciones para continuar con tu práctica habitual. Lo ha hecho en solitario, llevándote a un punto alejado de los demás para decirte algo sin que se enteren.

—¿Cómo se encuentra, recluta? —te pregunta en primer lugar, aguardando tu respuesta antes de continuar hablando en un tono de voz más bajo y suspicaz—: Vengo a encomendarle una misión. Lo hemos estado comentando y creemos que dados los últimos sucesos, es usted el más indicado. Tenemos que averiguar quién demonios era ese tío, si estaba contratado o venía por iniciativa propia y cuál era su objetivo real. Por la forma en que entró en medio de la noche y evadió a todos los centinelas y patrullas no podemos descartar que tenga uno o más contactos en la base. Como le intentó matar, es usted la única persona en la que podemos confiar para esta misión. —Hace una pausa en la que escruta tus facciones en busca de algún tipo de reacción; si quieres comentar algo en este momento, te dejará hablar—. Necesitamos que vaya de paisano a Rostock para investigar lo sucedido y recabar los datos que le sea posible sobre lo que le he comentado antes. Tiene todo el respaldo de la cúpula del G-23 para llevar a cabo su investigación, pero procure no delatarse y no entrar en combate a menos que sea estrictamente necesario. Lleva poco aquí, así que quizás no conozca el "Loro Cantarín", una tasca donde se reúne lo peor de Rostock para negociar sus chanchullos y demás. Si no le convence también puede probar en la zona del puerto. En las últimas semanas hemos tenido mucha actividad en la isla, mucha más de lo normal. Han comenzado a surgir por todo el East Blue nombres de criminales, piratas y delincuentes de toda clase que, al ir a comprobarlo, ha resultado que también habían estado aquí antes de saltar a la fama. Hay muchas investigaciones en curso ahora mismo, pero le necesitamos urgentemente para ésta en concreto. Contamos con usted, ¿verdad?
Imagen aproximada del suboficial Rodgers
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#1
Henry
Colmillo de Rostock
Verano del año 724
Dia 34

Personaje


Horas después del incidente en el patio de la base se me hace saber que el suboficial Rodgers requería de mi presencia. Al escuchar esto pegué un buen brinco de la cama y me alisté en nada de tiempo; jamás dejaría a un mayor esperar por mí. Justo después de acabar con los últimos detalles como ajustar mi arma y pañoleta escucho como tocaban la puerta de mi dormitorio. Se trataba del mismísimo suboficial Rodgers, el cual me pidió que lo siguiera hasta una esquina del patio, donde no había nadie que pudiese escucharnos.
  
 — Señor, me encuentro bien señor — Respondía ante la preocupación sobre mi estado de salud por parte del suboficial. Sin perder más tiempo, el suboficial Rodgers, en voz baja, compartió toda la información clave sobre el suceso de anoche. Entre todos los detalles, el suboficial deja claro la posibilidad de espías en las filas de la marina, cosa que cuadraba perfectamente con lo que sucedido. Escuchar que se confiaba en mi y nada más que en mí era un honor inimaginable, honor que compensaría cumpliendo con aquella tarea.
  
 — Señor, cumpliré con cualquier orden que se me de, todo sea por hacer pagar a esos cabrones y traer justicia a Isla Kilombo — Esta era una oportunidad única, finalmente podría ayudar a los míos. El suboficial siguió con los detalles de la misión, recalcando que sería una misión de recolección de información en la cual tendría que evitar entablar un combate. Al escuchar al suboficial Rodgers preguntar si podría contar conmigo para esta investigación, una llama se encendió dentro de mí. — ¡Cuente conmigo señor, descubriré la verdad detrás de la muerte de nuestros hermanos en armas!
Luego de despedirme formalmente del suboficial, me dirigí a mi dormitorio, donde me cambiaría de ropa, eligiendo un estilo típico de Rostock. Al ser una investigación en la que debía de mezclarme con los demás no podría llevarme mi arma, o si no me arriesgaba a levantar sospechas. De camino a la puerta principal del patio del G-23 no hacía más que meditar sobre la misión, pues aunque contaba con todo el respaldo de la base como dijo el suboficial, en realidad dependía de mí el éxito o fracaso de aquella investigación.
 
Una vez fuera me dirigí al sur, donde se encontraba el pueblo Rostock. Afortunadamente el estilo de ropa local no había cambiado mucho, pues ya hacían años desde que caminé por aquellas calles — ¿El loro bailarín... el loro...? — El nombre de aquél bar no se me quedó en la cabeza por mucho que quisiera recordar, Afortunadamente, si recordaba que no habían muchos bares en aquél pueblo. Luego de un par de minutos de búsqueda, me adentré en aquél bar de mala muerte.
Se trataba de un bar más o menos mediano, el cual podría fácilmente dejarte sordo de lo alta que estaba la música. Al mirar a mi alrededor me percaté de que más de la mitad de las mesas estaban tomadas por personas de aspecto desagradable o intimidante. Sin que me importe mucho esto último, proseguí a sentarme en una de esas sillas redondas de madera delante de la barra. Una vez sentado se me ocurrió preguntarle al cantinero.
 
  — ¿Que hay de nuevo en Rostock? — El cantinero me miraba de reojo mientras limpiaba un baso, no parecía querer responder a mi pregunta — Estoy buscando a alguien sin miedo a ensuciarse las manos con la marina, no habrás escuchado de alguien así no? — dije esto último siendo lo más silencioso y serio posible, pues lo último que quería es que alguien mas se enterarse de lo que busco. A pesar de mis preguntas, aquél cantinero se negaba a hablar, al parecer subestimé la experiencia y conocimiento de alguien con su oficio.
Miré a mi alrededor, dándome cuenta de que solo quedaban un par de mesas ocupadas por borrachos. Supe en aquél momento que era mi turno de actuar — ¡¡Ven aquí tú!! — agarré al cantinero por su camisa, el cual intentaba forcejear conmigo — ¡Tu mejor que nadie sabes de lo que hablo, habla o no te gustará lo que te haré! — al parecer aquella amenaza despertó sus instintos de supervivencia, pues habló de inmediato — ¡Sólo se sobre Rocka y sus hombres, por favor déjeme ir, no quiero lío con nadie! — El cantinero hablaba de un tal Rocka, lo que me parecía un muy buen comienzo — ¡¿Y que más, que más sabes?! — El miedo se había apoderado de aquél cantinero, el cual no podía hacer más que sacudir su cabeza de un lado al otro negando mi pregunta.
  
 
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#2
Atlas
Nowhere | Fénix
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Rostock no es una localidad demasiado grande, así que no tienes demasiados problemas para dar con el local que te ha comentado el suboficial Rodgers. Una vez en el interior, es verdad que las personas que se sientan a las mesas y la barra no tienen el mejor aspecto del mundo, pero tampoco están haciendo algo abiertamente delictivo. Te puedes aproximar al tabernero y, si pones un poco el oído, verás que mantienen conversaciones de lo más normal. Alguno habla de su última conquista, otro de su última hazaña al timón y otro... bueno, ése está demasiado borracho como para entender lo que dice. De hecho, incluso los que salen dejan saldadas sus deudas con el propietario del negocio antes de marcharse definitivamente. Nada fuera de lo común, ¿no?

Sea como sea, eres un recluta muy bien mandado y como el suboficial te ha dicho que empieces por ahí cumples sus órdenes a pies juntillas. Te diriges al tipo que se encuentra detrás de la barra, que arquea una ceja al tiempo que analiza tu figura de la cabeza a los pies. Al mismo tiempo, emplea un paño para terminar de limpiar las jarras que la gente va dejando.

—Un consejo, chico —dice al tiempo que se aproxima a ti y se inclina un poco en tu dirección para que sólo tú puedas escucharle—: Si quieres conseguir información, intenta no ir cantando a Marina desde que entras por la puerta. Has entrado y lo primero que me has dicho es que necesitas un malote que quiera hacerle cosas malas a la Marina. ¿Quién, además de un marine, podría empezar así una conversación? —continúa, alejándose entonces un poco de ti para continuar charlando de manera distraída, como si estuvieseis hablando del tiempo que ha hecho la última semana—. Pero has tenido suerte. Aunque tengáis vuestras cosas he de reconocer que todo está mucho más tranquilo desde que tenéis mayor presencia en la isla.

A continuación hace una larga pausa que se demora algunos minutos. En ese tiempo aprovecha y coloca delante de ti una jarra rebosante de cerveza, fingiendo que vuestra conversación previa ha sido para pedir un trago. Esperará a que lleves la mitad de la jarra para continuar hablando.

—Todo lo que tengo son rumores, nada más. Desde que el G-23 comenzó a controlar la actividad de los maleantes en la zona se cuidan mucho de hablar demasiado claro en lugares públicos como éste. El otro día, un grupo de cinco tipos que había bebido más de la cuenta estaba charlando en voz baja sobre un susto que le querían dar a alguien. Hablaban en voz baja, aunque con el alcohol que llevaban encima no terminaban de conseguirlo. Miraban por las ventanas por si aparecía alguien que no debiese escuchar nada y llegué a ver cómo enseñaban algunos cuchillos por debajo de la mesa. No sé nada más, pero después de eso se marcharon en dirección al puerto.
#3
Henry
Colmillo de Rostock
Pese a mis intentos de lucir lo más local posible se hacía notar que no era de por allí. Mi cubierta como tipo malo se vió destrozada desde que el cantinero me lo hizo saber, cosa que me hizo sentir como un bueno para nada. Aunque la situación tenía pinta de no llegar a ningún lado, aquél hombre habló del buen trabajo de la marina en aquella isla, o por lo menos lo mínimo que se esperabaque hiciéramos. Una jarra de cerveza se posaba en la mesa delante de mi, como una especie de salvación divina. Aquello había sido obra del cantinero el cual sin lugar a dudas tenía algo planeado. 

Luego de bajarme media jarra de cerveza el cantinero volvió a mi lado de la mesa, empezando a hablarme de lo que sabía. Empezó hablando del efecto que tuvo el G-23 en zonas como estas, reduciendo los niveles de rufianes y crímenes. No se hacía notar demasiado, pero me hacía sentir bien que aquél hombre delante de mi sentía alguna especie de alivio de tener a la marina por allí.

De pronto me empezó a hablar de un grupo de cinco malandros, los cuales parecían no tener buenas intenciones a futuro. También me hizo saber lo muy alerta que estaban en caso de que alguien estuviera espiandolos. Su relato finalizó diciéndome el destino que tomó aquél grupito, el cual se dirigía al puerto de Rostock. Todo aquella información era sin dudas de muchísima ayuda, lo que me hacía cuestionarme mis habilidades de espionaje y sigilo por completo.

 — Muchas gracias... — Dije en voz baja, pero lo suficientemente alta como para que el me oyera. Dejo la barra pagando unas cuantas berries por la bebida, aunque me sentía en deuda por toda aquella información que ayudaría a traer justicia por la muerte de dos hermanos en armas. Saliendo de aquél bar tomé un gran respiro, pues aunque no me gustaría admitirlo si que me sentía algo nervioso. De pronto, antes de tan siquiera dar un paso, dos niños pasan corriendo delante de mí, los cuales jugaban por todo aquél lugar. Aquella era una vista por la cual alegrarse, era bueno saber que las calles era lo suficientemente seguras como para que ellos puedan jugar tranquilamente.

Luego de terminar mi investigación en el bar que me señaló el suboficial Rodgers, decidí dirigirme al puerto, el cual fue el último destino de aquellos cinco malandros. Llegando al puerto se podía escuchar a los pescadores gritarse los unos a los otros mientras descargaban su pescado de aquellos botes. Nada parecía fuera de lugar a simple vista, así que decidí caminar por todo aquello mirando de lado a lado. Luego de un buen rato de búsqueda y de bronceo de piel, escucho unas risitas venir desde una esquina de aquél puerto.

Con mis sospechas, me pego a un muro, caminando despacio hasta poder estar alrededor de unos 4 metros de distancia de ellos. A pesar de la distancia no era como si ellos fueran a bajar su tono, pues parecían bastante cómodos. Antes de poder seguir escuchando miro a mi alrededor rápidamente, pues podía estar lidiando con más peligro del que me imaginaba.


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Resúmen
#4
Atlas
Nowhere | Fénix
Decides, con muy buen criterio si me permites el comentario, seguir las instrucciones del experimentado tabernero. Pocos oídos en todo Rostock habrán escuchado más cosas que los suyos. Si algo proporciona su oficio es la capacidad de juzgar bien a las personas, de valerse de la primera impresión que alguien genera para dar un veredicto respecto a lo que se puede esperar de él o ella. Quizás sea por eso por lo que  ha decidido darte la pista. A lo mejor piensa que alguien como tú merece ser depositario de su confianza, que tu tesón y tu buen hacer serán suficientes para acabar con una hipotética amenaza antes de que sospechen que él ha podido decir algo. Aunque esto no dejan de ser meras suposiciones, claro. A lo mejor simplemente quería que te fueras de su negocio y dejaras libre el sitio que estabas ocupando en la barra. Sólo tus siguientes pasos podrán decirlo.

Te encaminas hacia el puerto, reparando en el aire jovial con el que juegan unos niños. ¡Qué feliz sería el mundo si lo miráramos todo con sus ojos!, ¿verdad? Aunque, por otro lado, los niños viven en el hoy y el ahora y no suelen tener demasiada capacidad de previsión. En ese hipotético mundo de piruleta, ¿seríamos capaces de prosperar a largo plazo? ¿Quién se haría cargo de todo cuando una catástrofe natural sucediese? Bueno, perdona, que me pierdo en mis pensamientos y me salgo de la historia. Volvemos al puerto.

Allí hay una actividad notable a la hora que es. Los pescadores ya han regresado hace un buen rato de faenar, aunque los más rezagados aún no han terminado de descargar los pescados aún en movimiento de sus embarcaciones. Los que llevan más tiempo ya los llevan en cajas a las pescaderías familiares, donde los venden para ganarse el pan y el sustento. Puedes ver personas de todas las edades. Lo más experimentados enseñan a los más jóvenes a recoger y guardar las redes, reconocer las piezas de más calidad y todo lo relacionado con el negocio del mar. En medio de tanto ajetreo, con un murmullo constante e incomprensible de fondo, una conversación llama tu atención. Te aproximas con cuidado, manteniéndote detrás de un muro para así evitar que te vean.

—Pues sí, sólo tienes que cortar un rábano entero en vez de medio. Queda un poco más espero, pero el sabor es mucho más intenso y merece la pena. También depende del gusto de cada uno, claro, pero yo te digo como a mí me gusta.

Vaya, parece que te has equivocado de conversación. No obstante, en medio de tu desilusión, si te da por alzar la vista y dirigirla allí donde la marejada choca contra la madera y la piedra en la zona sur de la isla, podrás atisbar a un grupo de tres sujetos sospechosos. No ocultan especialmente sus caras ni llevan ropa que griten "delincuente" a los cuatro vientos, pero lucen una expresión seria, concentrada y en cierto modo desafiante que contraste con el ambiente distendido que genera el resto de viandantes. Entonces, tras intercambiar algunas palabras entre sí, se dan la vuelta, se alejan del mar y se introducen en una pequeña choza cercana que sirve para guardar y mantener a salvo aparejos de pesca y demás utensilios necesarios para los pescadores. Los ventanucos que tiene en sus paredes permanecen abiertos para que el olor a mar no se quede impregnado permanentemente en las paredes. Si te acercas disimuladamente tal vez puedas escuchar:

—Podía haber ido mejor, pero no fue mal.

—Fueron dos, ¿no?

—Sí, dos. Dicen que estuvieron cerca de ser tres, pero la próxima vez no fallaremos y les enseñaremos a esos desgraciados quienes son los verdaderos dueños y señores de Kilombo.

—¿Se podrá entrar de nuevo? Lo más normal sería que reforzaran la seguridad durante la noche.

—Todo eso está arreglado. Tú no te preocupes y prepárate.

¿Qué hacer ahora? Puedes intentar entrar por sorpresa y atraparles, aunque el suboficial te indicó que no entrases en conflicto, ¿no? Por otro lado, nada te asegura que vayas a ser capaz de atraparles y darles caza sin que escapen. En ese caso no sabemos si volverías a verles siquiera. Por otro lado, está la posibilidad de retornar e informar acerca de lo que has averiguado. En tu mano queda decidir cuál es la mejor opción, que podría ser ninguna de éstas. A lo mejor la clave reside en coger una buena red y lanzarte al mar a pescar truchas, ¿quién sabe?
#5
Henry
Colmillo de Rostock
Una vez estando lo suficientemente cerca de aquellos murmullos pude escuchar de lo que hablaban. Para mi segunda decepción del día, aquellos tipos solo hablaban de comida y de cierta receta. A decir verdad, mi chef interior quería escuchar aquella conversación y criticarlos duramente, pero más que un amante de la cocina soy un marine. Pese a ello, al levantar la mirada pude divisar a un grupillo de tres tipos, que aunque vestían bien, sus caras decían cosa seria.

Al esperar que terminen su corta charla y entraran en aquella choza, me dirigí hacia aquél lugar, mirando de lado a lado asegurándome de que nadie me siguiera. Viendo que las ventanas estaba abiertas supe que era mi chance para escuchar de que se trataba todo aquello. Una vez estuve lo suficientemente cerca de la choza me acerqué a las ventanas, desde las cuales pude escuchar parte de su conversación.

Aquellos tipos estaban relacionados directamente con el atentado hacia el G-23, pero no podía recurrir a la violencia en aquél momento, mucho menos sin mi arma. Mi segunda opción era salir de aquél lugar e informarle al suboficial Rodgers sobre todo lo que oí, pero no llegaría a nada y únicamente causaría cierta paranoia en el cuartel. Pero tenía una tercera opción, pero para ello tendría que quedarme un rato más escuchando aquella conversación hasta obtener algún dato valor del cual informarle al mayor Rodgers.

De pronto, mientras discutía mis chances conmigo mismo aquellos tipos en la choza se callaron de una forma un tanto brusca, lo que me daba unos fuertes escalofríos. Sabía que debía de actuar rápido, pues de ello dependía el éxito de la investigación. Al mirar a mi alrededor pude avistar una red con alguna que otra cosa enredada en ellas y un sombrero usado por los marineros del puerto. 

Usar todo aquello como una rápida tapadera era mi mejor opción, por lo que agarré aquella red, corrí un par de metros de la choza y me giré, pretendiendo que venía de un penoso día de pesca e iba a la tirar mis cosas encima de aquellas cajas.

 — Maldición, no hay un maldito pez en este jodido mar. Al parecer hoy habrán frijoles para cenar de nuevo —  Hice mi mejor actuación como pescador, cosa que no era muy difícil al haberme criado en Rostock. Pese al esfuerzo de interpretación no dejé de escuchar cualquier conversación importante proveniente de la choza.
#6
Atlas
Nowhere | Fénix
No estaban precisamente callados, sólo habían hecho una pausa para seguir hablando, pero finalmente se hace el silencio. Los tipos terminan por salir de la choza, aunque para ese momento ya te has puesto el sombrero y tienes tus aparejos de pesca. Apenas te dedican un fugaz vistazo, no más largo ni más intenso que el que le dedicarían a cualquiera que se topasen por la calle. Se ve que tu actuación les ha debido convencer.

Sea como sea, los sujetos no tardan en separarse y cada uno comienza a realizar labores propias de la zona en la que os encontráis: uno empieza a desenredar redes en una de las embarcaciones cercanas al mar, otro le da el relevo a un vendedor de pescado situado no demasiado lejos de ti y el tercero se va a preparar un pequeño velero para la próxima jornada de pesca. Si quieres puedes permanecer un poco más en la zona, pero no tardarás en comprobar que los individuos ni siquiera se vuelven a mirar los unos a los otros. No parece que vayas a poder conseguir más información hoy, aunque cualquiera diría que el resultado no está del todo mal para ser la primera vez, ¿no?

Lo cierto es que diría que has obtenido una información lo suficientemente jugosa como para que al suboficial Rodgers le interese escucharla. Además, con el tiempo que llevas en la Marina seguro que quiere tener reportes más frecuentes que si tuvieras más experiencia. Sí, por el momento puedes retornar a la base del G-23 a compartir la información de la que dispones y consultar cuáles deben ser los siguientes pasos a seguir.
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#7
Henry
Colmillo de Rostock
Pese a mi actuación, aquellos dos tipos no parecían querer compartir sus secretos con un supuesto pescador a su alrededor. Después de que salieran a dar un vistazo, parecían volver a sus labores en la choza, preparando y ajustando alguna que otra cosa por el lugar. Ante ello, no pude hacer más que darme por vencido en mis intentos de sacarles más información. Después de hacer todo aquél show, me retiré de la zona con toda la calma posible, pues ya era hora de reportarme en el cuartel.

Ya se hacía tarde, al sol no le faltaba mucho para ocultarse en el mar, mostrando un color medio naranja en todo el cielo. A decir verdad, era una hermosa vista, a pesar de no conseguir lo que quería, había dado todo de mí, haciendo cosas que jamás hice. Caminando hacia la base me daba cuenta de lo empinado que se ponía el camino, pues a decir verdad, esta era posiblemente la segunda vez que subía hacia la base desde que me uní a la marina.

Una vez en las puertas del G-23 fuí parado por dos soldados que protegían la entrada principal. Al terminar de identificarme me dejaron entrar, llamando a los del otro lado para que abrieran aquella gran puerta. Una vez dentro me daba un aire de nostalgia el ver aquél gran patio de nuevo, donde pasé incontables horas limpiando de esquina a esquina.

A medida que me adentraba en la base se me ocurrió la idea de volver a mi dormitorio rápidamente y cambiarme, pues no quería darle las noticias al suboficial Rodgers en aquella ropa. Una vez listo me dirigí a la oficina del suboficial, donde pude finalmente entregar mi reporte de la investigación. — ¡Recluta Henry reportándose señor! — anuncié mientras le saludaba de forma militar.

 Seguido de ello proseguí a revelar lo que había descubierto en mi breve viaje a Rostock. — Señor, siguiendo sus instrucciones de lugares de interés pude obtener buena información en aquél bar, lo que me llevó hasta el puerto de Rostock, donde pude escuchar una conversación entre tres sujetos — Hice una pequeña pausa antes de continuar, pues era mi primera vez reportándo algo así. — Una vez aquellos sujetos se encontraron en un lugar de su comodidad les pude escuchar diciendo cosas como que se autoproclamaban los señores de Kilombo o cuestionaban el número de bajas marines en el atentado.

 Todo aquello se me hacía cada vez mas difícil de decir, ya que me sentía inservible e impotente al tener aquellos malandros cerca mía y no haber hecho nada. — Pero más importante aún señor... uno de ellos aseguró que a pesar del aumento de las defensas posterior al atentado, estarían listos para... quiero asumir, realizar un segundo ataque señor
#8


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